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Revelación Progresiva,: Dialogo permanente de Dios con la humanidad
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Libro electrónico260 páginas3 horas

Revelación Progresiva,: Dialogo permanente de Dios con la humanidad

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Muchas son las preguntas sobre Dios que miles de millones de hombres se han hecho a lo largo de la historia de la humanidad: Si Dios existe, ¿quién es Él, ¿cómo se le puede conocer, ¿cómo se lo puede imaginar, ¿cómo se le puede hablar? ¿Es Dios una categoría mental más de las tantas que creamos y por lo tanto es producto de nuestra imaginación, o e
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio.com
Fecha de lanzamiento7 dic 2021
Revelación Progresiva,: Dialogo permanente de Dios con la humanidad
Autor

Reynaldo Pareja

Reynaldo Pareja, PhD en Comunicación y Sociología del École des Études en Sciences Sociales, Paris. Maestría en Comunicación por la Universidad de Cornell, Estados Unidos. Licenciatura en Filosofía y Letras de la Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia. Todos los libros en español del autor se pueden ver y adquirir en: amazonbooks.com

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    Revelación Progresiva, - Reynaldo Pareja

    AGRADECIMIENTOS

    Un libro que tenga algo importante que decir no es el producto de un solo autor. Si las ideas en él expresadas han de tener algún nivel de impacto en los potenciales lectores es necesario que estas ideas sean revisadas por suficientes amigos, colegas de trabajo y expertos en el tema. Solo así dichas ideas tendrán resonancia, interés, y nuevas perspectivas que invitarán al lector a la reflexión y al avance en la comprensión del tema presentado.

    Este libro no se ha eximido de ese proceso porque el mismo tema lo exige. Por lo tanto son muchos los que deben ser mencionados porque en alguno momento del proceso de redacción dieron su opinión, ofrecieron su perspectiva, propusieron alternativas, sugirieron mejoras.

    Es por eso que debo mencionar aunque sea brevemente aquellos que me alentaron en el camino para llegar a la conclusión del mismo. En redacción, gramática y demás puntualizaciones idiomáticas mi amigo entrañable, Rodolfo de Roux, se lleva la primera mención y enseguida mi señora y compañera de vida, Patricia Pareja. La estructura del libro, organización y secuencia fueron revisadas por José Luis Marques quien me dio luz que me permitieron darle la estructura actual del libro. Después vienen todos los que aportaron sugerencias, observaciones, modificaciones y en orden de participación debo mencionar a Marilyn Smith, Rosemary Baily, Ronny Brennes, Jeff Miller, Ana Hilda Lemus, Fernando Herrera, Joe Coblentz, y Ted Breton.

    La calidad que tiene el libro se la debo a ellos y a su generosidad de revisar el manuscrito y enviarme sus aportes. Mil gracias a todos y cada uno de ustedes porque hicieron posible el nacimiento de esta reflexión que esperamos de luz y perspectiva a este insondable misterio de cómo es posible que Dios se comunique con nosotros cuando existe un abismo de esencia entre Él y nosotros, por el solo hecho de que somos creados. La realidad que vivimos sobre la Tierra es que no es más que un chispazo de tiempo, dentro del cual buscamos afanosamente entender el por qué de nuestra existencia y el posible sentido de la misma. Esperamos que este libro aporte a la reflexión de ese interrogante y le de sugerencias de una respuesta satisfactoria que llene de optimismo el diario peregrinar hacia la Casa del Padre

    INTRODUCCIÓN

    Una de las preguntas fundamentales que miles de millones de hombres se han hecho a lo largo de la historia de la Humanidad es: Si Dios existe, ¿quién es Él, cómo se le puede conocer, cómo se lo puede imaginar, cómo se le puede hablar? Y a estos interrogantes se le añade la inseparable duda de si lo que afirmarnos de Dios es realmente lo que Él es y no el producto de nuestra increíble capacidad de imaginar, de producir, y de crear.

    ¿Es Dios una más de nuestras categorías mentales y por lo tanto es nuestro producto imaginario, o ese Dios existe realmente y se ha comunicado con nosotros de alguna manera verificable, objetiva y nos ha revelado algo de Quién es Él?

    Este interrogante ha sido motivo de innumerables confrontaciones entre los que afirman que si se ha dado dicha comunicación y los que afirman que ese Dios no nos ha hablado nunca. La primera afirmación se basa en nuestro conocimiento intuitivo que nos dice que los billones de seres humanos que vivimos en este diminuto planeta azul, la Tierra, fue creada por un poder mayor que la evolución dirigida por el azar. Este poder creativo con inteligencia es el origen de todo lo que es, y es Auto-suficiente, Eterno, y el Creador. La segunda afirmación afirma que, dado que no hay evidencia científica que Dios se ha comunicado con nosotros, por lo tanto es producto de nuestra imaginación, de nuestro deseo de sentirnos protegidos, de sentirnos cobijados, de sentirnos únicos y especiales dentro del consorcio de los miles de planetas que existen en nuestra galaxia.

    Es, pues, necesario hacer una revisión histórico-critica y de fondo para averiguar si existe o se ha dado la posibilidad de una comunicación entre este Ser-Dios y nosotros, la Humanidad. Y si ha ocurrido, de ¿qué manera se ha hecho dicha comunicación? Y si se ha dado, ¿qué nos ha dicho Dios de Sí mismo que nos sirva para hacernos una imagen comprensible de Quién es Él, de cuál es su íntima Esencia?

    Si no encontramos indicios de que esto ha ocurrido alguna vez en la historia de la Humanidad, entonces podemos concluir con suficiente libertad interior de que Dios es más nuestra creación que una realidad objetiva que se ha manifestado y nos ha dicho algo sobre Sí mismo.

    CAPÍTULO 1

    Presupuestos de Base

    ¿Ha hablado Dios a la Humanidad de una forma particular e inteligible de manera que los hombres puedan entender algo de Quién es Él, o más bien, la idea, la concepción de la existencia de dios(es) ha sido el proceso natural que el hombre ha desarrollado a medida que ha hecho su recorrido evolutivo en la Tierra?

    Antes de responder a esta pregunta, eje de este libro, es necesario primero esclarecer que hay dos caminos a través de los cuales el hombre puede decir o afirmar algo sobre Dios. El primero es que él, como individuo pensante, imaginativo y creativo que es por excelencia, haya construido una imagen, una explicación; haya elaborado un concepto, una definición de Quién es Dios o quiénes son los dioses que habitan y trascienden la espacio-temporalidad en la que cual él, como hombre, se encuentra inmerso y no puede trascender por voluntad propia. La segunda alternativa para saber algo de Dios es que Dios, por iniciativa propia y a través del camino que Él elija, se haya comunicado con los hombres en una forma particular, precisa, y le haya revelado algo de lo que Él es de tal forma que el hombre pueda formarse una idea, una imagen, una concepción más clara, más precisa, más verdadera y más correcta de Quién es ese Dios que la que el hombre ha intentado desarrollar.

    Exploremos el primer camino, es decir, investiguemos si el hombre ha hecho un intento por descubrir ¿Quién es Dios o quiénes son esos dioses? Cabe entonces preguntar si el hombre ha dejado un testimonio, una documentación por medio de la cual nos haya descrito cómo percibía la existencia de dioses y de qué manera estos se relacionaban con los humanos.

    La respuesta es que si, que tenemos amplia documentación en la cual civilizaciones enteras nos han dejado consignados cuál era la creencia de la existencia de estos dioses y de qué manera se relacionaban con los hombres. Estas descripciones y explicaciones las conocemos hoy día como mitos y mitologías; arquetipos concebidos para poder explicar las fuerzas de la naturaleza y la relación plausible que los hombres podían tener con ella ya que no podían controlar sus fuerzas aterradoras; son el esfuerzo colectivo de la Humanidad por encontrar respuestas a los interrogantes permanentes tales como de dónde y cómo nacieron los hombres, cuál es su relación con esos dioses creadores, cuál es el destino final y el sentido último de la vida, el sufrimiento y la muerte. Hay cientos de estas mitologías que nos muestran cómo hubo también una evolución progresiva de concepción y de fabricación de la existencia de dichos dioses. ¹

    El hombre hace dioses de las fuerzas de la naturaleza

    La primera etapa es conocida hoy día entre los antropólogos culturales como ‘animismo’. El animismo es la creencia primitiva de que las fuerzas de la naturaleza son atribuibles a una o varias entidades sobrenaturales cuyo poder es imposible de ser alcanzado o ser dominado por los hombres. Tenemos registros históricos de la Edad Antigua que nos hablan de la existencia de estos dioses. Estos documentos son numerosos y datan desde los albores de la humanidad cuando el hombre aprendió a escribir y dejar consignados sus pensamientos sobre los grandes temas de la existencia que siempre le han preocupado tales como el principio del universo, la presencia del Bien y del Mal, el origen de la Vida, la injusticia, la capacidad del hombre de hacer mal a sus semejantes, la razón de existir como individuos, la existencia o no de una vida más allá de la tumba, la existencia de Dios o dioses.

    Los historiadores nos dicen que el proceso de concebir la existencia de dioses fue natural tanto en cuanto que nuestros primeros ancestros, como nosotros hoy día, fueron testigos de los fenómenos naturales sobrecogedores tales como una tormenta eléctrica rasgando los cielos en una noche de tinieblas dando la impresión que los cielos estaban embravecidos, o el rugido ensordecedor de unos truenos que amenazaban con destrozar los oídos, o la furia de una tormenta cuyos vientos huracanados son capaces de extraer de cuajo arboles de decenas de metros de alto como si fueran una brizna de pasto arrancada por dos dedos. Ellos, como nosotros, testimoniaron cómo lluvias torrenciales desbordaron los ríos y lagos cerca de donde vivían empujando miles de miles de galones de agua sepultando todo con fuerza imparable en su inexorable paso de muerte. Ni qué decir de aquellos que presenciaron la furia incontenible de un río de lava quemando, derritiendo, arrasando todo lo que se le ponía por delante sin tener cómo huir lo suficientemente rápido ante la avalancha de semejante fuego devorador. Temblaron nuestros remotos antepasados ante la incontenible fuerza devastadora de un terremoto que les quitaba el piso abriendo abismos de insondables profundidades donde quienes caían no tenían posibilidad de sobrevivir, mientras a su alrededor se derrumbaban sus casuchas, sus bohíos, sus cuevas y el ruido de las profundidades de la tierra mugía con una incontenible ronquedad capaz de erizar el cabello en la nuca de todos los hombres y animales que estuvieran experimentando esta furia de la naturaleza..

    Frente a estos portentosos fenómenos que sembraban pánico, incontrolable temor, y reverencia ante semejantes fuerzas aniquiladoras los hombres de aquellas épocas, que no tenían los elementos ni conocimientos científicos para explicarlos que tenemos hoy día, atribuyeron estos poderes de la naturaleza a entidades superiores, a seres que se manifestaban con dicho poder y soberanía convirtiéndolos en dioses de la naturaleza. De ahí nacen los nombres divinos de estas fuerzas tales como: el dios del Mar, el dios de la Tormenta, el dios del Agua, el dios-Sol. Los nombres de estos dioses abundan en todas las tribus antiguas de todas las civilizaciones: el dios del trueno y de la lluvia es llamado Tlaloc por los aztecas y Bhagavataru por los Chenchus del estado hindú de Andhra Pradesh; el dios del viento era Quetzalcóatl para los aztecas; el mar embravecido era el dios Poseidón de los griegos; el dios de los terremotos era Amarú de los incas; el dios del clima era llamado Adad en Asiria. Entre todos los dioses animistas, el dios-Sol es el más importante. En él se reconoce la fuente de la vida en la tierra que se verifica en el cambio de las estaciones y en el calor que da la vida a todo lo que crece en la tierra. La adoración de este gran dios-sol poderoso llega al punto de que le fueron sacrificados niños como lo fue el caso del dios Baal de los cananeos en tiempo de los judíos (Jer.19:5), y al dios-sol de los aztecas, en México, muchos años después. (1)

    La reverencia a estos dioses se expresó de muchas maneras: sitios sagrados dedicados a su culto, desarrollo de sacrificios rituales de animales; vírgenes consagradas para servir en sus templos; la creación de una casta sacerdotal especializada en llevar a cabo los rituales y ofrendas a estos dioses con el fin de aplacarlos, obtener su beneplácito, rendirles culto y sometimiento.

    El hombre pasa del animismo a los dioses del Olimpo

    Del animismo craso que le atribuyó una deidad a todo fenómeno de la naturaleza, tal como el dios del trueno, el dios de la lluvia, el dios-sol, la diosa-luna, el dios del agua, el dios del fuego, el dios de la montaña embravecida (volcán en erupción), etapa que duró cientos de años, el hombre pasa a una segunda etapa en la que crea dioses separados de las fuerzas de la naturaleza y en control de las mismas. Estos dioses, concebidos a ‘imagen y semejanza’ de los hombres tienen las mismas características humanas pues viven en asociación familiar, tienen madre, padre, hermanos, hermanas. Aunque son súper poderosos para controlar las fuerzas de la Naturaleza que tanto habían amenazado y atemorizado al hombre primitivo, en esta etapa estos dioses controlan dichas fuerzas, las dominan y las manejan a su antojo como dioses poderosos que son.

    Entre los poderes que se les atribuyen está el de la creación de la tierra, los animales y los hombres. Este poder se encuentra expresado en centenares de mitologías alrededor del mundo que estuvieron presentes por estas épocas y aun tardíamente. Basten dos ejemplos distantes en el tiempo para apreciar cuán arraigada es la creencia de que el hombre es creado por un ser superior. Uno de estos mitos contemporáneo a esta etapa de la humanidad es serbio y afirma que en el principio solo existía Dios y que después de haber estado dormido por muchas etapas un día despertó y donde quiera que mirara nacía una estrella. Admirado por tanta belleza viajó y viajó hasta que llegó a la Tierra cansado y sudoroso; decidió descansar y una gota de sudor cayo de su frente y de esta nació el primer hombre que, por haber nacido del sudor, quedó condenado a vivir una vida con penalidad y sudor. Otro mito que se encuentra más tardíamente en EE.UU entre los indígenas autóctonos de ese continente, antes de la conquista del Oeste por los blancos que los acorralaron, es el que creían los dakotas del norte y sur de EE.UU. en el cual hacen referencia al Primer Creador y al Hombre-Solo – ambos son los responsables de crear la tierra y a los hombres. Cuando el Hombre-Solo ve a los hombres sufriendo por las penalidades de la existencia decide compartir sus sufrimientos y entonces se encarna como hombre a través de una mazorca que una joven estaba comiendo. (2)

    Pero a la vez, estos dioses que habitan en los cielos se comportan con las mismas deficiencias que los humanos. Son caprichosos, vengativos, egoístas, avaros, lujuriosos, maquinadores, mentirosos, desleales y traicioneros. Desde su cielo imperfecto, pero inaccesible al hombre que solo puede mirarlo desde la tierra, estos dioses manejan los destinos de los humanos con las mismas limitaciones de aquellos hombres que los crearon a su imagen y semejanza. Es decir, el hombre no puede menos que crear dioses que se le parecen en todo, menos en su inmortalidad y poder. De ahí pues, que el resultante son unos dioses imperfectos, con los mismo defectos y pasiones de los hombres quienes están más interesados en la adquisición de más poder entre los demás dioses, ganar más territorialidad celestial, que en el bienestar de los humanos. En algunas de las mitologías desarrolladas por los hombres estos dioses crean a los hombres para que les sirvan, trabajen para ellos, sean sus esclavos terrenales. También los hombres se convierten en objeto de interminables castigos por trasgresiones que los dioses juzgan imperdonables tales como Sísifo que es condenado a empujar una enorme roca a la cima de una colina para que al colocarla en la cumbre, ésta ruede hasta abajo y Sísifo tenga que volverla a subir indefinidamente. Este castigo le fue impuesto porque convenció a su esposa de no llevar a cabo los rituales correctos de su entierro y por eso fue devuelto a la Tierra para cumplirlos. Una vez regresado evadió a la muerte por lo cual le fue impuesto este castigo. (3)

    Una breve mirada a tres de las más conocidas civilizaciones nos dará una visión apretada de cómo se concebían estos dioses según la ‘imagen y semejanza’ de los hombres creadores. Estas fueron la civilización egipcia, griega y la romana.

    Los egipcios

    Los dioses egipcios vivían, morían, cazaban, guerreaban, daban a luz, comían, bebían, y tenían emociones humanas. Los reinos de los dioses se sobreponían y en algunas veces se fundían. El dominio de tal o cual dios dependía mucho del rey del momento, en dónde deseaba tener su capital y cuál era el dios de su preferencia. De la misma forma los mitos cambiaban con el lugar donde estaban los dioses, así como cambiaban sus nombres. Los nombres en el Egipto antiguo eran místicos y poderosos. Se pensaba que si se inscribía el nombre de un enemigo sobre un objeto y este se quebraba, esta acción causaba daño al enemigo, inclusive la muerte. Si se conocía el nombre, se tenía poder sobre él. Cada dios tenía cinco nombres y cada uno estaba asociado a un elemento, como el aire, los cuerpos celestiales, o era una frase descriptiva de una característica del dios, tal como su virilidad o su majestad.

    El creador de todas las cosas era Ra, Amón, Ptah, Khnum o Atoén, dependiendo de cual versión del mito era adoptada por el faraón en ese momento. Los cielos estaban representados por Hathor y Horus. Osiris era el dios-tierra como Ptah. La inundación anual de río Nilo era Hapi. Seth representaba las tormentas, la maldad y la confusión. Su contraparte era Ma’at quien presentaba el equilibrio, la justicia y la verdad. La Luna era Thoth y Khonsu. El sol-dios, Re, era visto de muchas formas y trascendía los límites de los otros dioses. (4) Este es, además, un buen ejemplo de cómo las fuerzas de la naturaleza fueron consideradas como dioses aun en esta etapa del desarrollo de la humanidad.

    Un buen ejemplo de las pasiones humanas proyectadas en los dioses es Horus, el dios halcón del cielo, que era el hijo de Isis y Osiris (ambos hijos de los dioses supremos, Nut y Geb). Horus es el

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