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Horacio Contreras, la ilusión de un soldado
Horacio Contreras, la ilusión de un soldado
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Libro electrónico315 páginas3 horas

Horacio Contreras, la ilusión de un soldado

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El deber del soldado y las nuevas dictaduras.

La venezolana Lastenia Contreras logra que su hijo, Horacio, sea soldado, como el padre -el general Eleazar López-, quien niega su paternidad. Lo induce a exigir la observancia de la Constitución, lo cual no es golpe de Estado si el régimen es antidemocrático. Tirso Martínez, compañero de armas, sostiene que en los países inestables la exigencia conduce a perder la carrera. Lastenia se apoya en la experiencia de Julio Trejo -coronel alzado en armas contra la dictadura de los 50-, Cristóbal Gómez -el Sabio-, Nicolás Matos -asambleísta en la Constituyente de 1947, con la que se inicia una revolución democrática-, y Leticia Harentz Pérez -politóloga destacada-. Matos, frustrado, pues militares sediciosos depusieron al régimen de libertades, gritaba: «¡Viva la Revolución de Octubre!», al beber aguardiente los mediodías. En la pensión La tertulia de Lastenia se adelantan conversaciones dirigidas a deponer al Gobierno, el cual apresa a Horacio, quien muere en Pampatar, frente a cuyo mar descubre su alma de poeta. Nicolás organiza el entierro:el ataúd cubierto con el pabellón nacional. Los gritos son: «¡Viva la Revolución de Octubre!». Doce cañonazos suenan desde el castillo San Carlos Borromeo, construido por los españoles. Lastenia se lamenta: «¿Murió llevándose su ilusión?».

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento18 oct 2018
ISBN9788417483968
Horacio Contreras, la ilusión de un soldado
Autor

Luis Beltran Guerra G.

Luis Beltrán Guerra G. es doctor en ciencias jurídicas por Harvard University, con posgrados en la Universidad de Roma, New York University y abogado por la Universidad Central de Venezuela. Es profesor de derecho público y ciencias políticas. Ha sido procurador general de la República (Venezuela), ministro de Justicia, senador y diputado. Es autor, entre otras obras, de Democracia y Estado Contemporáneo; El dilema venezolano; Leticia Harentz Pérez, una venezolana que comenta la Constitución de la V República; Juan Rivas, el repitiente, y La teoría Constituyente: explicada en pocas lecciones por Petra Dolores Landaeta. La metodología con la cual escribe ha sido calificada de realismo mágico. También se ha escrito que con ella el autor da inicio al «constitucionalismo literario». Está casado desde hace cincuenta años con Norma de Guerra, padres de cuatro hijos: Luis Ernesto, Luis Beltrán Jr., Ana Cristina y Luis Gustavo. Es presidente delNational Institute for Democracy and Development y Benjamin Franklin, School of Government, en Florida. También de Luis Beltrán Guerra G. Asociados, Instituto Avanza, Centro Venezolano de Ciencias Sociales y Léxicopara Legos. Actualmente reside en Caracas.

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    Horacio Contreras, la ilusión de un soldado - Luis Beltran Guerra G.

    Prólogo

    Humberto Njaim

    Con Horacio Contreras la ilusión de un soldado prosigue Luis Beltrán Guerra la saga que se ha propuesto desarrollar sobre la política y el derecho constitucional venezolanos. En ella el autor nos ubica en los asuntos, que considera necesario tratar, desde las tertulias de un divertido y, a la vez, triste conjunto de personajes cuyas discusiones están enmarcadas en detalles folklóricos que hacen amena la lectura.

    Esta vez se trata del soldado Horacio Contreras quien alberga la idea de lo que en la obra se llama «auxilio al pueblo» es decir la concepción de la Fuerza Armada, así denominada por la Constitución coloquialmente conocida como bolivariana, cual factor que contribuya a la realización de una auténtica soberanía popular y no al servicio de quienes la desnaturalizan al mismo tiempo que la invocan.

    A lo largo de curiosas pero atormentadas disquisiciones se van desenvolviendo ideas en las que se combina la vasta experiencia política del autor con sus conocimientos de la historia venezolana tejiéndose así un manual de cívica republicanidad del cual este libro no es sino una pieza más dentro de un vasto conjunto de obras. A lo largo de cada una de ellas el avisado lector percibe distintos momentos de lo que ha sido y ha pretendido el sistema político implantado en el país desde 1999 y del accidentado discurrir de aquellos que se le han opuesto. La empresa culmina nuevamente con un fracaso. Horacio Contreras termina despojado de su condición militar y en un exilio interior por lares margariteños.

    No puede menos que ser encomiable el intento tesonero de Luis Beltrán Guerra expresado en esta y sus producciones a lo largo de los últimos años. Su esfuerzo seguramente ha debido atraer la atención de un público que merece que los expertos legales se acerquen a él y lo orienten en un panorama desolador donde tanto el común de la gente como esos mismos expertos sucumben constantemente al desconcierto y la perplejidad. No hemos de dejar, por lo tanto, de saludar ese esfuerzo y esperar, gracias a la ilustración que brinda a sus lectores, se convierta en un factor de transformación de las durezas de todo tipo que padece nuestra sociedad. Y, sobre todo, que las subsiguientes obras de su autoría culminen no con finales amargos sino con un feliz desenlace y esta vez acompañadas de proyectos de reconstrucción nacional.

    Prólogo

    Carlos Sánchez Berzain

    Hacer análisis político es una tarea difícil y si se trabaja sobre una situación de crisis como la de Venezuela, que es víctima de una dictadura de delincuencia organizada, es un asunto aún más delicado.

    Si el análisis se refiere al papel de las Fuerzas Armadas, a los temas constitucionales que la comprenden, a las percepciones populares sobre el asunto y abarca las implicaciones que tiene en cuanto a la democracia, se convierte en un asunto hasta peligroso cuando quien hace el análisis es un ciudadano venezolano, amenazado como todos por el oprobio del régimen dictatorial que controla el país.

    En un momento histórico tan difícil para Venezuela, el ilustre Doctor Luis Beltrán Guerra ha desarrollado y cultiva un estilo de surrealismo en el análisis político. Convierte las expresiones de crisis y los desastres que aquejan a Venezuela en pintorescas y amenas historias noveladas con personajes del pueblo que desde una aparente ficción tocan en profundidad los asuntos más delicados, con elementos reales, consideraciones académicas y constitucionales que demuestran la gran capacidad y conocimiento del autor.

    «Horacio Contreras la ilusión de un soldado», es un enfoque valiente del candente problema de las Fuerzas Armadas de Venezuela. La pregunta central es si son fuerzas sometidas a la Constitución o entregadas a un régimen dictatorial que viola los derechos humanos como base de su poder y que ha hecho desaparecer el Estado del Derecho, la división e independencia de los poderes públicos, destrozado la institucionalidad y suplantado toda la estructura del Estado.

    El autor, pone en el centro del análisis la problemática de a quién responde y a quién debería responder «el Poder Armado de la Nación» usando la imagen de Horacio Contreras, el hijo no reconocido de un general del ejército que lleva el apellido de la madre Lastenia Contreras, quien logra que su hijo ingrese a la academia militar de la que se gradúa con honores.

    El libro presenta conversaciones acerca de los temas constitucionales, importantes apuntes de la historia, temas de revolución, análisis de la problemática latinoamericana, la democracia y sus crisis. Se trata de un enfoque de temas legales, jurídicos, castrenses y humanos en lenguaje popular con contenido académico hasta llegar a la situación de Venezuela en 2017.

    Es un aporte vital que plantea la discusión del rol de las Fuerzas Armadas y de los hombres de armas frente a la toma y manejo del poder al margen de la democracia.

    La cuestión a la que Luis Beltrán Guerra G. nos conduce es si los militares deben subordinarse al poder político por abusivo y corrupto que este sea o en qué momento es moral y legalmente lícito usar las armas que el pueblo les ha entregado para defender y cumplir con la institucionalidad de la Patria.

    En este momento en que la mayoría de los presos políticos de Venezuela son militares, en que el soborno y la vergüenza se ciernen sobre los mandos militares sometidos a un régimen que ha construido «un narcoestado» bajo la intervención castrista de Cuba, el libro del Dr. Luis Beltrán Guerra tiene una importancia más que académica, se trata de un enfoque imprescindible para valorar la realidad objetiva.

    Julio de 2018

    Prólogo

    Oswaldo Páez-Pumar

    Cuando concluyó el agitado mes de julio y me proponía pasar el primer fin de semana de agosto en la playa sin tarea específica que realizar tomé una selección de obras de Mario Briceño Iragorry, «EDICIONES EDIME MADRID CARACAS 1966 que recoge sus principales obras: Casa León y su Tiempo, El regente Heredia, El caballo de Ledezma y por supuesto «Mensaje sin Destino» que fue para mí lectura obligada en el año 1958 recién caído Pérez Jiménez; y teniendo la convicción de que se aproxima la caída de este régimen quise comparar a pesar de lo lejano del recuerdo, el recuerdo mismo de cómo me impactó en esa temprana juventud entre los 16 y 17 años y ahora con sesenta años más a cuestas, como me impactaría una relectura de ese Mensaje frente a la nueva realidad del siglo XXI. Antes de partir recibí de Luis Beltrán Guerra una llamada para recordarme que él me había solicitado que prologara su libro «Horario Contreras, la ilusión de un soldado».

    En el momento mismo de la llamada no recordaba el compromiso, pero desde luego me sentí alagado y le solicité que me enviara un ejemplar impreso, ya que se trata de una obra densa que no resulta fácil leer en la computadora.

    Me fui a la playa en la compañía de Mario Briceño con el propósito ya señalado, pero además con la inquietud de abordar el nuevo trabajo que por supuesto tenía que comenzar con la lectura del texto. ¿Cuál de los dos iría primero? Escogí a Don Mario y me encontré que esa edición el mismo la prologaba; y además prologaba también «Mensaje sin Destino»; y pensé que era bueno leerse ambos prólogos, para aprender a prologar.

    Leyendo los prólogos tomé conciencia que lo que yo tenía por delante era un reto difícil que no se resolvería leyendo prólogos. Esa no era la forma como debía enfrentarlo, sino leyendo el texto pues se trataba de un prólogo para una obra específica. No se trata de un tema libre sino de la «ilusión de Horacio Contreras». Una solicitud de tema libre, pero con rigor de forma, fue la que le hizo hace ya cuatro siglos Violante a Lope de Vega Carpio. Le pidió ‘un soneto’. Ahora era Luis Beltrán Guerra quien le pidió a Oswaldo Páez-Pumar no un prólogo, sino el prólogo de su obra.

    En la lectura del libro me encontré que en igual circunstancia se había visto el académico Julio Rodríguez Berrizbeitia porque Luis Beltrán Guerra también solicitó de Julio Rodríguez para su obra «La Teoría Constituyente» el prólogo, y el propio Rodríguez Berrizbeitia se encontró también prisionero de la encomienda, lo que a su vez le hizo recordar el prólogo que escribiera Víctor Goti a la obra Niebla (Nivola) de Don Miguel de Unamuno pues se encontró Goti conque la petición de Don Miguel era para él un mandato «en la más genuina versión de este vocablo».

    Yo he encontrado la solicitud de Luis Beltrán Guerra un poco diferente, más bien en el orden de una distinción inmerecida, pues no ha transcurrido mi vida en labores académicas; y las incursiones que he hecho en la ciencia jurídica, los temas políticos y hasta algún ‘divertimento’ literario son más bien pequeños trabajos y no muy numerosos.

    Por eso cuando el doctor Guerra me solicitó que escribiera el prólogo a esta obra me sentí retado y halagado.

    Lo que los lectores van a encontrar en la obra de Guerra es una simbiosis muy bien lograda de la realidad que vivimos, teñida de ficción; y al mismo tiempo de la fantasía de su imaginación tratando de abrirse espacios en la lacerante realidad que estamos sufriendo. Hay lecciones sencillas de política, de derecho y sobre todo de contemporaneidad.

    Lo que el libro trae es lo que está pasando y viene dicho de dos maneras distintas que cabalgan juntas: la fantasía de lo que puede ser una novela erudita en cuestiones jurídicas, o más bien una interrelación de ensayos jurídicos acoplados en el tiempo tormentoso que vivimos de destrucción del estado de derecho.

    No creo que deba decir nada más en este prólogo, porque lo realmente interesante para quienes se lancen a la aventura que es leer, es verse sumergido por medio de la lectura en la dinámica política que hoy se vive y que golpea con velocidad y con ferocidad el estado de derecho.

    Caracas, 29 de agosto de 2017

    I

    Lastenia Contreras logra que Horacio,

    su hijo, sea soldado

    1

    Horacio Contreras es hijo del general Eleazar López y Lastenia Contreras de quien deriva su apellido. Pues el padre, general del ejército no lo reconoció, lo que estimula a la madre a convertirlo en soldado como el progenitor. Ante todo, el juramento de defender la democracia, por lo que no aspiraría a la Presidencia mientras fuera soldado, pudiendo hacerlo al dejar la vida castrense y en elecciones libres.

    Mientras tanto su deber era coadyuvar con la civilidad democrática. En democracia te formaste, no como tu madre que lo hizo en dictadura. Por tanto, aprende que la seguridad de la Nación abarca la defensa de la soberanía y que el Constituyente dejó definidos la esencia y principios que la informan y el rol de las Fuerzas Armadas para mantenerlos, por lo cual los soldados han de estar atentos a la acertada conducción de la República en procura de igualdad, libertad, justicia y satisfacción de las necesidades individuales y colectivas. Negarlo es utópico.

    Las autocracias, sin embargo, ya no consiguen estratagemas para sostenerse en el poder, postulando inclusive la tipología del soldado robot, panadizo, tonto y estúpido sujeto a la voluntad del gobernante. Opositores les califican barrigones y a la caza de oportunidades para enriquecerse. Uno de los artificios es el golpe de Estado, con la incongruencia de que los gobiernos que lo esgrimen han usurpado el poder derrocando por la fuerza regímenes constitucionales, comprando al pueblo en procura del sufragio y transgrediendo la Constitución engañosa elaborada para sostenerse en él. Así mantienen al hombre de uniforme alejado de su pueblo, corrompiéndolo y convirtiéndolo en beneficiario de prebendas, poniendo de lado su obligación de defender la expresión soberana acerca de quién ha de gobernar con eficiencia y democráticamente. Pero que además sea autoridad electa en libres comicios.

    Estos regímenes olvidan que el auxilio al pueblo por parte del soldado es un deber constitucional que ha de materializarse cuando un gobierno viola las reglas democráticas y transgrede los derechos ciudadanos. Pero, adicionalmente, que ponen de lado que el castrense incurre en delito de omisión si no lo hace. Además de perder la admiración de sus coterráneos.

    En los países en procura de rumbo democrático estable, las dictaduras de ejercicio acuden también para entrampar al soldado, a la sujeción al poder civil, como que el hombre de uniforme lo que sabe es cuadrársele al superior, lo cual no es así por supuesto en las democracias consolidadas. En la Constitución de Bolivia se estipula que las Fuerzas Armadas no son deliberantes, en la de Ecuador que cumplirán su misión con estricta sujeción al poder civil y en la pomposa de Venezuela que en el cumplimiento de sus funciones están al servicio de la Nación. Pero ello no ha de entenderse, bajo ningún aspecto, que tengan prohibido reclamar del gobernante la estabilidad de las instituciones democráticas y el respeto a la Constitución y a las leyes. Lastenia demanda si habrá alguien que se atreva a sostener que los gobiernos de estos 3 países se han adecuado al Texto Constitucional, o si más bien lo violan diariamente.

    Horacio la escucha, sintiendo una admiración, cada vez más profunda, por su madre.

    2

    En la academia castrense Horacio establece amistad con Tirso Martinez, Jr.¹, joven cadete por quien Lastenia comenzó a sentir desde que lo conoce un especial afecto, invitándole con frecuencia a su hogar. Una vieja casona en la avenida Sucre de Caracas que mantenía alquilada y desde donde operaba una pensión para estudiantes provincianos que debían trasladarse a la capital para estudiar sus carreras universitarias.

    Pensión «La Tertulia» le llamaban simpáticamente el par de amigos, dadas las largas conversaciones que en ella se sostenían tanto en el desayuno, almuerzo y cena con respecto a la situación venezolana, todas estimuladas por la madre de Horacio, quien las iniciaba, conducía y terminaba con la educación, decencia y dulzura que la caracterizaban. Más de un pensionado pretendió llamarle Doña y otros señora, lo cual siempre rechazó, razón por la cual los 8 jóvenes huéspedes se dirigían a ella llamándole «Mamá Lastenia». Una verdadera complacencia para la madre de Horacio que le resultaba difícil ocultar.

    Horacio y Tirso terminaron sus cuatro años en la Academia Militar con honores, resultando Martinez el número uno y Contreras el dos. Reciben en el Patio Castrense del Presidente de la República, constitucionalmente el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, el diploma y sable que los acredita como Subtenientes del Ejército. Allí juran cumplir con los deberes atinentes a la defensa de la República, de sus instituciones y de los símbolos patrios. El Pabellón Nacional se mueve ante sus ojos por un viento fresco que proviene del Ávila.

    Lastenia Contreras por supuesto presente, luchando entre la alegría y la tristeza con el estoicismo que había convertido en regla de vida, cada vez que recordaba el desdén del General López al negarse a reconocer a Horacio como hijo, quien para su madre superaría al padre. De ello no tenía dudas y proseguiría luchando hasta alcanzarlo.

    Esa era la meta.


    ¹ Luis Beltrán Guerra G., Tirso Martínez; Glotón, sociólogo y confundido. Desempleado, cojo y navegante, Comala.com, 2002. También, El Universal /Opinión/, Caracas, octubre 2016.

    II

    Las conversaciones de temas políticos

    en la «Pensión La Tertulia», en las cuales participan Horacio y Tirso Martínez, su compañero en la academia militar

    3

    Los almuerzos de los sábados en la Pensión La Tertulia solían ser largos como las conversaciones mismas. Se te percibe optimista expresa Lastenia a Tirso con respecto al fin del «Nacionalsocialismo Criollo» que destruyó a Venezuela, considerando como aceptable la iniciativa del «socorro del soldado», que en concurrencia con el pueblo integraría «la dupla» definitiva para la transición democrática, como aconteciera en Caracas el 23 de enero de 1958. Tirso agrega que «la cooperación castrense» además de ampararse en el Texto Constitucional, encuentra plena justificación en «el estado de necesidad» para evitar un daño mayor, como «la crisis humanitaria» que afecta a los venezolanos.

    Está consciente de que en las protestas populares se palpa la necesidad de «la asistencia castrense», legitimada para cooperar en demanda de la constitucionalidad, el orden público y la patria. «La exigencia al soldado» es la de su colaboración para que se adelante la consulta revocatoria establecida constitucionalmente y bajo pautas electorales objetivas y observancia de la ley electoral. Sancionar ese «auxilio» como «golpe de Estado» sería opuesto a la Carta Magna, pues no tiene nada de ilícito requerir la convocatoria a referendo, elecciones generales o una Asamblea Constituyente para reedificar a una república destruida. Las leyes han de aplicarse tomando en cuenta el espíritu del legislador y ello supone la preponderancia de lo substancial a lo formal. Criterio de aceptación universal en la Teoría General del Derecho.

    No desconoce que «el golpe de Estado» es de vieja data y que se «aggiorna» en repúblicas débiles, cuando civiles y hombres de uniformes aprovechan interesadamente la cooperación de la comunidad de naciones democráticas, para frenar el comunismo en Latinoamérica, cuyo escenario de pobreza es favorable para que pastoreara. Es así como «el golpe de Estado» se institucionaliza en la década de los 50 en un archipiélago de dictaduras.

    Los esfuerzos de dirigentes políticos para que las dictaduras sean reemplazadas por la democracia representativa, sustentada en la voluntad popular expresada en libres comicios, conduce a que, en Venezuela, a raíz, precisamente, de que «el pueblo en la calle con el auxilio castrense» deponga a una autocracia con origen en «un golpe de Estado tradicional». Se derrocó a una gendarmería de 10 años por una democracia de 4 décadas. Tirso no entiende las razones para que no se produzca hoy esa concurrencia.

    Se opone a que deba calificarse como contrario a la ley «el auxilio castrense» en aquel pueblo que eligió a gobernantes, quienes amparados en la formalidad traicionan la voluntad popular, destruyen el país y se posicionan en el poder con vocación vitalicia. Es la hipótesis de «una democracia de papel», pues nació como tal en lo formal, pero materialmente guarda una estrecha relación con la dictadura. A ese «auxilio del soldado» hay que buscarle un nombre, pues no encaja desde ningún aspecto en el «golpe de Estado», el cual es una obsoleta fórmula en la que se arropan autócratas para impedir a los pueblos gobernarse democráticamente. La soberanía se ejerce en las urnas, pero qué hacen los electores cuando «el sátrapa», con el apoyo de los poderes públicos a él incondicionalmente adheridos, ejerce el poder autocráticamente y transgrediendo «el pacto social», no se les permita revocarles democráticamente. No otra alternativa pareciera posible, sino «el socorro de las Fuerzas Armadas» legitimadas por la Constitución a requerir que ella se cumpla. Martínez pregunta si Alberto Arteaga consideraría que la ausencia del «auxilio castrense» ante la situación actual constituye «un delito por omisión». Añora respuestas del profesor, destacado académico de las ciencias penales y defensor del Presidente Carlos Andrés Pérez, en el injusto, ilegal y abusivo proceso para su defenestramiento, causa determinante de la hecatombe que afecta a la Nación. Es esta la apreciación de Horacio Contreras, dejando perplejo a los asistentes, incluyendo al mismo Tirso

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