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Los orígenes de la escuela rural en Teruel: La creación de un sistema escolar en el siglo XIX
Los orígenes de la escuela rural en Teruel: La creación de un sistema escolar en el siglo XIX
Los orígenes de la escuela rural en Teruel: La creación de un sistema escolar en el siglo XIX
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Los orígenes de la escuela rural en Teruel: La creación de un sistema escolar en el siglo XIX

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La escuela es un escenario privilegiado para comprender el alcance de la concepción del mundo, los deseos y las dificultades a las que se han enfrentado los hombres.

Recuperar la memoria histórica del magisterio turolense ha sido el propósito de este trabajo. Hemos querido conocer y entender el esfuerzo que hicieron los maestros y las maestras de esta provincia para construir una escuela como hoy la conocemos, en una etapa fundamental para el desarrollo de la enseñanza primaria.

Se ha estudiado las relaciones de la escuela con la sociedad en el siglo XIX, ya que la escuela era el único elemento y foco de cultura que llegaba a los pueblos. Y hemos querido constatar si supuso el inicio de una modernidad educativa, si la educación llegó a las clases populares, al pueblo, si fue la escuela para todos.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento2 oct 2020
ISBN9788418152696
Los orígenes de la escuela rural en Teruel: La creación de un sistema escolar en el siglo XIX
Autor

José Luis Castán Esteban

José Luis Castán Esteban (Teruel, 1969). Profesor asociado de Teoría e Historia de la Educación en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de Teruel de la Universidad de Zaragoza. Estudió en la Universidad de Valencia Geografía e Historia, y Filosofía y Ciencias de la Educación. Doctor en Historia Moderna tras cuatro años como becario de investigación y doctor en Historia del Derecho. Ha realizado estancias de investigación en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París y en distintas universidades españolas. Desde 1996 hasta 2009 trabajó como profesor de Educación Secundaria, compaginando esta función con la docencia y la investigación universitaria. Desde 2009 forma parte del cuerpo de Inspectores de Educación. Sus líneas de investigación de trabajo están relacionadas con la historia social, económica, educativa y política de las zonas rurales.

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    Los orígenes de la escuela rural en Teruel - José Luis Castán Esteban

    Introducción

    La Escuela Primaria es el índice acusador del progreso de los pueblos hasta el punto de que por ella se pueden enjuiciar sobre la formación ciudadana de sus habitantes, sobre su moralidad y capacitación cívica. Paralelamente, a las necesidades de la vida y a la evolución de los pueblos, la Escuela Primaria también siente nuevos anhelos, porque aspira a prevenir las futuras contingencias en la vida de una generación incipiente que, llena de inquietudes y dudas, aspira a la conquista del porvenir con las máximas garantías de éxito.¹

    La escuela es la institución en la que en los dos últimos siglos se ha depositado la esperanza de mejora de la sociedad. Es un escenario privilegiado para comprender el alcance de los cambios que ha experimentado no solo la educación, sino la concepción del mundo, los deseos y las dificultades a los que se han enfrentado los hombres. En definitiva, para sentir el palpitar de la historia y de la vida en un mundo en trasformación. Por ello, recuperar la memoria histórica del magisterio turolense ha sido el propósito de este trabajo. Hemos querido conocer y entender el esfuerzo que hicieron los maestros y las maestras de esta provincia para construir una escuela como hoy la conocemos, en una etapa fundamental para el desarrollo de la Enseñanza Primaria.

    En la provincia de Teruel, el desarrollo de la escuela ha ido unido a la evolución de los pueblos y a la vida de sus habitantes. En medio de unos índices muy altos de analfabetismo, la escuela luchó por abrirse paso por encima de las limitaciones, carencias y marginación de una provincia esencialmente rural como es Teruel. La baja densidad de la población y su gran dispersión es una particularidad que la define.

    El rasgo que mejor definía a la provincia era el pueblo con menos de mil habitantes, y rodeado de un amplio término que incluía zonas de pastos y montes, tierras de cultivo, a veces alejadas a varias horas de camino de la población, y pequeñas huertas en las riberas de los ríos. Y en los pueblos, junto con unas pequeñas familias acomodadas que poseían las mejores tierras, prevalecía una clase de pequeños propietarios que necesitaban todos los brazos posibles para trabajar la tierra y de la que también dependían todos aquellos que, sin haber creado un núcleo familiar, dependían de su trabajo como jornaleros o pastores.

    En definitiva, la sociedad turolense vivía en entornos rurales donde las pequeñas explotaciones agrarias y ganaderas de ámbito familiar eran la forma de vida más habitual como unidad económica de producción y consumo. Estaban condicionadas por el entorno montañoso, la dureza del clima, la escasa productividad, el aislamiento y la despoblación. Mientras los hombres realizaban estas labores las mujeres se encargaban de la familia, de la crianza de los hijos y de la economía doméstica. Todo esto sumado a la inexistencia de servicios sociales y sanitarios hacía difícil la vida en las sierras turolenses de aquella época. Esta dureza marca las expectativas vitales y aun el carácter de la gente que las sufría. A mediados del siglo xix la población era mayoritariamente analfabeta. Según los datos del censo de 1860, el 80,79 %, más de cinco puntos superior a la media nacional. En las mujeres alcanzaba el 94 %, ocho puntos por encima de las cifras de España.

    Teniendo como punto de partida que existe una estrecha vinculación entre las estructuras sociales, políticas, económicas y la evolución de la educación, el trabajo que presentamos está centrado en el desarrollo de la Enseñanza Primaria a partir de la Ley de Instrucción Pública de 1857 como precedente único en la estabilidad y ordenación del sistema educativo hasta la creación de un sistema educativo a comienzos del siglo xx.

    Hemos analizado las relaciones de la escuela con la sociedad, ya que la escuela era el único elemento y foco de cultura que llegaba a los pueblos y hemos querido constatar si supuso el inicio de una modernidad educativa, si la educación llegó a las clases populares, al pueblo, si fue la escuela para todos, como era la finalidad de la ley.

    Y porque sabemos que, en la práctica, la aplicación de una ley depende de las características de cada lugar, nos interesaba conocer el desarrollo y las dificultades añadidas que tuvo la aplicación de la Ley de Instrucción Pública en un contexto rural. Hemos optado por estudiar la evolución de las escuelas y sus características con relación a maestros y alumnos a lo largo de casi un siglo, puesto que la finalidad principal de la investigación ha sido analizar las relaciones de la escuela rural con la sociedad turolense en su devenir en el siglo xix. Para ello hemos considerado tres premisas principales: las consecuencias que tuvo la aplicación de las distintas políticas educativas en la provincia de Teruel desde 1857; el valor que las autoridades provinciales y locales daban a la Enseñanza Primaria como responsables de los presupuestos, dotaciones y maestros; y el modelo organizativo de la escuela rural turolense, su metodología y las características de los alumnos y del profesorado de las mismas.


    ¹ Boletín Oficial de la Provincia de Teruel, 21 de octubre de 1927, núm. 244. Circular del gobernador sobre la importancia de la asistencia de los alumnos a clase para la mejora de la escuela, implicando a los inspectores en la supervisión de las faltas de asistencia por los maestros.

    Primera parte

    Los orígenes de la escuela rural en la provincia de Teruel

    La educación en la provincia de Teruel a principios del siglo XIX

    La Constitución Política de la Monarquía Española, promulgada en Cádiz el 19 de marzo de 1812, ha pasado a la historia del constitucionalismo por ser la primera que le dedicó un título a la educación. Los liberales españoles fueron conscientes de que una democracia sólida solo era posible si contaba con hombres y mujeres instruidos, conocedores de sus derechos y deberes, forjados en la difícil virtud de la convivencia y de la tolerancia.² Sus principios sentaron las bases para lograr la universalidad de la enseñanza y su extensión a toda la sociedad.

    Pero, a pesar de la legislación estatal, la realidad en España era que la instrucción elemental estaba en manos de los municipios. En Teruel estaba condicionada por la situación en la que vivía su población, su economía de subsistencia y las graves consecuencias que tuvieron la Guerra de la Independencia y las sucesivas contiendas carlistas que azotaron trágicamente a esta provincia.

    En el siglo xix la mayor parte de la población seguía viviendo de la tierra, del ganado y del comercio, lo que se correspondía con lo que en los censos llamaban pueblo llano o pechero.³ La agricultura era la base de la economía, pero muy diferenciada entre la zona de Alcañiz, denominada Tierra Baja, y las Tierra Altas formadas por los partidos de Albarracín, Teruel y las Bailías. Las razones eran fundamentalmente la orografía y el clima. En la Tierra Baja la principal producción agrícola era el aceite y en la zona de Teruel y Albarracín apenas se producía más que cereales. La ganadería complementaba la producción agrícola, y el trabajo con la lana propició que los partidos de Teruel y Albarracín desarrollaran una actividad industrial, básicamente textil. Había centros de producción textil y gremios dedicados especialmente a ella. La economía de estas tierras se completaba con las relaciones comerciales de exportación de excedentes de cereales y de importación de productos necesarios. La zona de Teruel con el Reino de Valencia y la Tierra Baja con Zaragoza.⁴

    La economía turolense a principios de siglo xix seguía siendo muy primitiva, la revolución industrial que estaba transformando los países de Europa y otras zonas de España no llegó a este territorio, fraguando un atraso económico que condicionó su desarrollo posterior.

    Durante la Guerra de la Independencia (1808-1814) las autoridades de Teruel no aceptaron al nuevo soberano José I y se sumaron desde el principio al frente antifrancés. Fue de nuevo protagonista el liberal Isidoro de Antillón, que participó y colaboró activamente con la Junta de Gobierno de Teruel. Sin mucho tiempo para la recuperación, llegó la guerra civil de 1833, y la provincia fue uno de los focos principales del carlismo, ya que será en el Maestrazgo turolense desde donde dirija la guerra en Aragón y Valencia el general Ramón Cabrera.

    Las consecuencias fueron nefastas para esta provincia, tanto para la economía como para la vida de la población: el abandono de las tierras y la destrucción de edificios, de las pocas infraestructuras con las que contaba la provincia, y el miedo instalado en la conciencia de la gente, marcando durante generaciones el carácter y la forma de entender la vida de la población. Los ayuntamientos disponían de pocos fondos y parte de ellos tenían que ser destinados a los suministros de guerra. Todo ello supuso una nueva paralización en el desarrollo, dejándola en una situación muy difícil que se sumaba a sus tradicionales lastres: orografía, clima, incomunicación y falta de desarrollo, que heredó del siglo xviii.

    Estado de la instrucción elemental

    En 1833 el ministro Javier de Burgos estableció mediante el Real Decreto de 30 de noviembre la división provincial del Estado que ha perdurado hasta nuestros tiempos. Retomó con ligeras variaciones la división provincial establecida en el Decreto de 3 de febrero de 1823. En el caso de Teruel lo más significativo fue la incorporación del Bajo Aragón, que antes pertenecía a la provincia de Zaragoza. Así la provincia de Teruel quedó formada por los territorios de los antiguos corregimientos de Teruel, Albarracín, parte de Daroca y Alcañiz, que contaban con 218 403 habitantes. Para dirigirla se creó el Gobierno Civil, con un jefe político —después gobernador— que presidía la Diputación Provincial y representaba al Estado en la provincia. A su vez se dividió en diez partidos judiciales bajo la jurisdicción de un juez de primera instancia.

    En educación, hasta que en 1835 una comisión nombrada por el Gobierno emprendió el trabajo de hacer una estadística de la Instrucción Primaria, no existían datos oficiales al respecto. Aunque el resultado fue de gran inexactitud y reducido a muy escasos datos sobre el número de escuelas y de concurrentes a ellas, solo en algunas provincias, ya que, en la mayoría, su estado de guerra no permitía recoger las correspondientes noticias, era la primera vez que en España se presentaba un trabajo de esta naturaleza. En la Guía del Ministerio de Gobernación, publicada por real orden el año 1836, se inserta una noticia con la estadística de las escuelas de primeras letras, con arreglo a los datos suministrados por los gobernadores civiles, que nos puede aportar las primeras cifras sobre las escuelas en la provincia de Teruel de principios del siglo xix. Según esta noticia, en Teruel había 354 escuelas, de las cuales 279 eran de niños y 75 de niñas.

    Si comparamos estos datos con los que teníamos a principios del siglo xix, podemos decir que se mejoró considerablemente la Instrucción Primaria en la provincia, al menos en la creación de escuelas, ya que se pasó de las 235 de finales del siglo anterior, a las 354 del año 1836. El dato más revelador nos lo dan las 75 escuelas de niñas, ya que a finales de siglo xviii, aunque había un interés por su educación, para la mayor parte de la población estaba en unos niveles incipientes y reservado a las hijas de los nobles y de los grandes propietarios de las tierras, que eran educadas de forma privada en sus casas o en los conventos de las congregaciones religiosas femeninas.

    Gil de Zárate, en este informe, señalaba que, aunque el número de escuelas había aumentado en todas las provincias, estaban muy atrasadas en cuanto a los locales, «siendo estrechos, sucios, mal dispuestos, y sin el ajuar conveniente. Será este uno de los males más difíciles de remediar; porque la habilitación de los locales cuesta sumas crecidas que no se hallan en disposición de aprontar los Ayuntamientos, generalmente pobres y poco inclinados a estos gastos».

    La Revista de Instrucción Primaria de 1849 publicó el resumen de datos estadísticos relativos a la situación de la Instrucción Primaria en España.⁹ En el caso de la provincia de Teruel, la relación era de 1 escuela para cada 107 vecinos, proporción que ocupaba el puesto undécimo de las cincuenta provincias españolas. Tan solo tenían mejor proporción las provincias de Soria, León, Álava, Burgos, Palencia, Santander, Segovia, Guadalajara, Salamanca y Zamora. Y, además, estaba muy por encima de la media de España, que se situaba en 1 escuela por cada 171 vecinos.

    Gil de Zárate hace una interpretación de los datos y explica la diferencia existente entre la escolarización y la asistencia entre provincias, haciendo hincapié en que la Instrucción Primaria estaba más desarrollada y la concurrencia era mayor en las provincias con más dispersión de población, en las que, a priori, tenían que tener más escuelas para acercar la enseñanza a los niños. No encuentra explicación a que en los pueblos y ciudades más ricos y con mejores condiciones de partida la Instrucción Primaria no tenga un desarrollo mayor.

    Las provincias donde la Instrucción Primaria está más adelantada son las del norte y Castilla, y las más atrasadas las de Andalucía. Las primeras distan poco de lo que se observa en los países más civilizados, puesto que en estos la proporción es de 1 a 6, y por lo regular de 8, 10 y 12: entre las últimas, hay provincias tan atrasadas, que es preciso ir a Rusia para encontrar otras que lo estén tanto; bien que todavía en Francia, a pesar de los esfuerzos del Gobierno, hay departamentos donde la proporción es de 1 a 38. Pero lo que más llama la atención en esa diferencia que ofrecen nuestras provincias, es que precisamente la Instrucción Primaria se halla más extendida donde existen más dificultades para establecerla, y lo está menos en aquellos puntos que por su naturaleza se brindan más a tener buenas escuelas y a facilitar la concurrencia. Las provincias del norte y de Castilla, compuestas de poblaciones cortas, desparramadas y a veces de difícil comunicación entre sí, tienen gran número de escuelas y gran concurrencia de alumnos; mientras en Andalucía, donde los pueblos son grandes y ricos, existe un atraso que no se puede explicar sino por la apática indiferencia de sus habitantes. Este resultado indica a la Administración los puntos adonde se deben dirigir sus esfuerzos para mejorar este importante ramo de la instrucción pública. Cierto es que, en el norte, por el modo en el que la población está distribuida, se necesitará siempre mayor número de escuelas.¹⁰

    También esta estadística presenta a la provincia de Teruel en una situación ventajosa respecto a la media de España y con respecto a los datos del resto de provincias españolas. Teruel, con una concurrencia de 1 alumno por cada 11 habitantes, se ubica en los primeros lugares junto a las provincias del norte de España. Además, tiene una proporción mejor que la media de España, que está en 1 alumno concurrente por cada 17 habitantes Respecto a las provincias aragonesas, tanto Zaragoza —1 por cada 16)— como Huesca —1 por cada 18 habitantes— tienen un porcentaje inferior a Teruel.

    A este respecto, el Inspector General de Instrucción Primaria Joaquín Avendaño, en la Revista de Instrucción Primaria reconocía que las medidas legislativas adoptadas en los últimos años habían mejorado ligeramente el nivel de instrucción de los ciudadanos, pero no de forma suficiente. Para consolidarlo, propuso la mejora en tres ámbitos básicos: la preparación del profesorado, la mejora de sus condiciones de trabajo y el control sobre las escuelas por parte de la Inspección, que como veremos en esta investigación fueron determinantes en el desarrollo de la Enseñanza Primaria en Teruel.

    Los datos expresados nos revelan desde luego el adelanto intelectual de cada provincia. De ellos resulta que las del mediodía son las más atrasadas; y las más adelantadas, las del norte y centrales, verdad que al recorrerlas nos demuestra igualmente la observación inmediata […]. Pero las causas de tan singular fenómeno […] las disposiciones legislativas tendentes a mejorarla se han sucedido con rapidez; publicáronse obras así para la enseñanza de maestros como para la de discípulos; creáronse las Escuelas Normales o sea seminarios de maestro, entre las comunes, existen hoy, aunque pocas, algunas de Instrucción Superior y las llamadas de Párvulos, clases ambas desconocidas, hasta esta época, en nuestra patria; auméntanse de una manera rápida las elementales completas; se perfeccionan las incompletas; y los maestros adquieren cada día más consideración y son objeto de la benevolencia pública y de los afanes del Gobierno. ¿Qué falla, pues, para acelerar el mejoramiento progresivo de nuestra instrucción primaria? Tres medios principales:

    1.º Buena instrucción del profesorado, para lo cual es necesario organizar bien las escuelas normales.

    2.º Emulación y estímulo, lo cual se conseguirá haciendo de la instrucción primaria una carrera, estableciendo su escala, dando derecho a recorrerla a todos los profesores formados con arreglo a las leyes, continuando el sistema de oposiciones en la provisión de las vacantes, y empleando oportunamente los premios, ascensos, jubilaciones etc.

    3.º Autoridades especiales y responsables, que ejerzan una continua vigilancia sobre las escuelas y los maestros, sirviendo a estos de amparo contra las injusticias de que con frecuencia son víctimas; circunstancias todas que están llamados a realizar los inspectores de la instrucción primaria. Afortunadamente el Real decreto de 30 de marzo último satisface parte de estas necesidades.¹¹

    Podemos afirmar que se observa una tendencia general de aumento de escuelas desde el inicio del siglo, fundamentalmente de niñas. Los cambios políticos que se inician con la Constitución de Cádiz y la normativa desarrollada a partir de los principios establecidos en la misma propiciaron que las autoridades locales tomaran conciencia de la necesidad de creación de escuelas que acercasen la instrucción elemental. El mayor hito fue la creación de las escuelas públicas de niñas. El Dictamen y Proyecto de Decreto de la Enseñanza Pública de 7 de marzo de 1814 obligaba en su artículo 14 a todos los pueblos que llegasen a cien vecinos a tener una escuela de primeras letras y el Reglamento General de Instrucción Pública de 1821 se reafirmaba en esta obligación. El Plan y Reglamento de las Escuelas de Primeras Letras de 1825 fue más allá e indicó la conveniencia de tener escuelas en todos los pueblos que llegasen a cincuenta vecinos. Así pues, podemos concluir que se hizo un esfuerzo con este fin. Otra cuestión serían las condiciones en las que se impartían las clases y el número de asistentes a las mismas.

    La creación de la Escuela Normal de Maestros en 1841 en Teruel fue una muestra del interés de las autoridades por la formación y preparación de los maestros, pero también un apoyo a la creación de escuelas en la provincia. Supuso una anticipación a la regulación general sustentada en la Ley de 21 de julio de 1838 que encargaba a los gobernantes de las provincias que propusiesen al Gobierno la creación de dichos centros.¹² Esta escuela permaneció abierta hasta 1848, cuando posiblemente como consecuencia de la publicación del Real Decreto de 23 de diciembre de 1847, que proponía la reorganización de las escuelas, el poco alumnado y los problemas económicos anticiparon su cierre.

    Un referente para completar esta investigación sobre la situación de la Enseñanza Primaria en la primera mitad del siglo xix es la obra de Pascual Madoz Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar, que nos proporciona una extraordinaria riqueza de datos sobre cada municipio, aldea o ciudad de la geografía española, entre los que se encuentran las escuelas, alumnos y maestros de todos los municipios de la provincia de Teruel. Su estudio no solo nos permite hacer una radiografía de la situación educativa de esta provincia en 1845, sino también conocer las características y las condiciones de los maestros y de la escolarización de los niños y de las niñas. Los datos fueron recogidos, como explica el propio Madoz en el prólogo al tomo i, por los corresponsales locales que conocían de primera mano los pueblos, normalmente personas ilustradas, párrocos o secretarios municipales. Sobre los datos relativos a la escolarización, Madoz proporciona el número de escuelas de Enseñanza Primaria, Superior y Elemental, divididas en públicas y privadas, con la distinción de los niños y las niñas; el número de alumnos; el de maestros y maestras, con título o sin él, expresando si ejercen o no algún oficio, la cantidad a que asciende la dotación de unos y de otros, si consiste esta en dinero o en frutos; las escuelas que tienen edificios propios y las que nos los tienen.

    Si cotejamos los datos que nos ofrece Gil de Zárate referentes al año 1836 y los comparamos con los datos globales que aporta Madoz en 1845, se observan importantes diferencias en el número de escuelas en la provincia de Teruel. El total de escuelas pasa de 354 en 1836 a 337 en 1845; mientras que las escuelas de niños coinciden en el número, 279 escuelas; las de niñas descienden, pasando de 75 según los datos de Gil de Zárate en 1836 a 58 con los datos de Madoz en 1845.

    Esta situación, que las escuelas de niñas hayan disminuido, no es exclusiva de esta provincia, ya que es un hecho generalizado en toda España. De 16 000 escuelas que se contabilizaron en 1836 descendieron en 1838 a 15 640. Antonio Gil de Zárate apuntaba como posible causa de la inexactitud de los datos aportados por aquella primera estadística, ya que todas las comisiones provinciales atestiguaban que se habían creado escuelas en estos años en «infinidad de pueblos».¹³

    Los datos del diccionario de Madoz sobre la enseñanza, las escuelas, los maestros y los alumnos nos permiten tener una visión general de la situación en la que se encontraba la Enseñanza Primaria en los partidos judiciales de la provincia de Teruel a mediados del siglo xix.

    Tabla 1

    Escuelas en la provincia de Teruel en 1845

    Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del Diccionario geográfico-estadístico-histórico, de Pascual Madoz. 1945-1950

    Según las cifras que facilita Pascual Madoz, en este momento existían, para una población de 181 943 habitantes distribuidos en 315 pueblos, 337 escuelas elementales, de las cuales 332 eran públicas y 5 particulares, 2 de niños en Teruel capital y 3 de niñas en Alcañiz. El total de alumnos concurrentes era de 12 857, de los cuales eran 11 029 niños y tan solo 1778 niñas. Es decir, de todos los concurrentes a las escuelas, el 85,78 % correspondía a los niños y tan solo el 13,82 % a las niñas. Es un dato coherente con el número de escuelas que existían en la provincia.

    Si en el censo de 1836 la proporción de escuelas según el vecindario era de 1 por cada 107 vecinos, esta proporción aumentó y de media en la provincia de Teruel en 1845 era de 1 por cada 136 vecinos. Recordemos que en comparación con los datos de dicho censo y los de Madoz se reducen también las escuelas; aspecto este que nos refleja la inexactitud de ese primer censo; no obstante, como referencia nos parece muy interesante. En los partidos judiciales la proporción más ventajosa la tiene Teruel con 1 por cada 106 vecinos y Albarracín, con 1 por cada 107 vecinos, la misma que en 1836. Las peores proporciones están en los partidos de Alcañiz —1 por 204— e Híjar con 1 por cada 242 vecinos.

    En cuanto a la proporción de alumnos asistentes en relación con el número de habitantes, que en 1836 era de 1 por cada 11 habitantes, ahora disminuye ligeramente en el global de la provincia a 1 por cada 14 habitantes. En los partidos judiciales oscilan entre 1 por cada 12 en Albarracín hasta 1 por cada 18 en Alcañiz.

    En porcentajes, del total de escuelas que tenía la provincia de Teruel, el 82,79 % correspondía a escuelas de niños y tan solo el 17,21 % eran de niñas, de lo que se deduce que la oferta era predominantemente masculina. Si hacemos el estudio por partidos judiciales, en todos ellos se confirma esta tendencia, siendo los datos más significativos en el partido judicial de Aliaga, con un 97,06 % de escuelas de niños frente a tan solo un 2,94 % de niñas. Le siguen los partidos de Calamocha y Segura con unos porcentajes de escuelas de niños del 96,97 % y del 96,36 %, respectivamente, y con tan solo un 3,03 % de escuelas de niñas en el partido de Calamocha y un 3,64 % en el partido judicial de Segura. En el caso contrario estaba el partido de Alcañiz, con un porcentaje de escuelas para los niños de un 59,09 %, al que se aproximaban las de niñas con un 40,91 %. La explicación puede estar en que a las escuelas públicas se sumaban tres escuelas privadas para niñas.

    Salvo tres, todas las escuelas eran elementales. Del total de escuelas de niños, 185 eran completas, a las que asistían 9155 educandos, y 94 incompletas que acogían a 1817 alumnos. Las escuelas completas casi duplicaban a las incompletas, acogiendo a la gran mayoría de alumnos, entendiendo por escuelas completas, según lo establecido en la Ley de Instrucción Primaria de 21 de julio de 1838, las que impartían las siguientes materias: Principios de Religión y Moral, Lectura, Escritura, Principios de Aritmética, Gramática Castellana y Ortografía; y las incompletas, aquellas que sus enseñanzas eran más limitadas. Es significativo que no conste ninguna escuela mixta en toda la provincia ni en escuelas públicas ni privadas.¹⁴

    De las escuelas de niñas elementales, 20 son completas, a las que asisten 771 alumnas, y 32 incompletas que atienden a 1007 niñas. Al contrario de lo que pasaba con las escuelas de niños, en estas las diferencias son menores, y el número de escuelas completas e incompletas es más equilibrado, así como la asistencia a las mismas de las alumnas. No obstante, las materias que se impartían no solo estaban determinadas por la tipología de la escuela, sino por otros factores entre los que podríamos destacar la preparación del profesor y los recursos e infraestructuras con las que

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