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Mentiras en los zapatos
Mentiras en los zapatos
Mentiras en los zapatos
Libro electrónico284 páginas1 hora

Mentiras en los zapatos

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«Cuántos temblores, frenesí y amores pensando convencidos que a alguien le importaban».

A veces, es la vida misma quien compone versos para nosotros. Es la vida la que, en ocasiones, entre sus páginas negras escritas con la punta de un cuchillo, susurra poemas y nos deleita con los cabellos al viento, los labios escarchados por el deseo, los secretos de unos ojos que nos miran o los perfumes de otros poemas.

De saber mirar y saber contar lo que se mira, de estar abierto al mundo, de ser tierra que extiende los brazos ante nuevos abonos... De las miserias y las bellezas, de las bofetadas y de los besos de los días. De la vida. De todo esto da cuenta Federico en su segundo poemario y nos recuerda que la poesía no solo se encuentra en las páginas de un libro.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento16 mar 2018
ISBN9788417426422
Mentiras en los zapatos
Autor

Federico Moreno

Federico Moreno, además de escritor, es profesor de Lengua y Literatura. Nació en Granada, donde es fácil crecer poeta, donde es fácil quedar embrujado por la «locura del agua» del Generalife o de los bosques que suben a la Alhambra. Ahora son otras las aguas que le embrujan: las del mar de Estepona, donde ahora reside. Otra vez el agua y otra vez la poesía. En su anterior libro de poemas, Tiempo de helechos, ya nos sorprendió con el ritmo y la musicalidad de sus versos y, ahora, con Mentiras en los zapatos, nos vuelve a deleitar con su particular mirada, su capacidad para asombrarse y asombrarnos... Su búsqueda de la emoción y de la palabra. Federico Moreno, a través de sus versos, nos hace sentir el mundo.

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    Mentiras en los zapatos - Federico Moreno

    NO SIEMPRE ESTAMOS COJOS,

    a veces,

    el suelo tiene inclinaciones a los lados,

    las baldosas se mueven

    o el terreno está enfangado,

    ha llovido y nos sentimos tontos,

    o el camino es abrupto

    con piedras y nueces.

    No siempre estamos cojos,

    a veces,

    llevamos mentiras en los zapatos.

    ÉRASE PARÍS,

    érase un café de París,

    érase la joven de siempre en un café

    de París.

    Soplando y sorbiendo

    su café negro,

    como si fuera su único beso

    en la noche,

    en todas las noches.

    No brota nada de su garganta,

    pero brota sal,

    a veces un poco de miel

    en su mirada.

    Brotan estrellas de sus dedos,

    fuman sus manos,

    y aspira violetas su pecho.

    Miel en la mirada,

    a veces sal,

    estrellas en los dedos,

    café negro,

    su único beso.

    ESE,

    el que quería reír con el mar,

    el que iba a besar su sonrisa de espuma,

    el que iba hacer de su hondura promesa

    y poder deleitarse con la sal.

    Ese,

    el que iba a emprender nuevos ríos,

    prender espigas de fuego en la nieve,

    y convertir la hoja de su almanaque

    en un jardín de treinta lirios.

    Ese,

    el que oye coplas en los árboles,

    siente dedos en el viento,

    y ve en su privado amanecer

    la huella de su enamoramiento.

    Ese,

    que camina tan suave y ligero,

    tan alado y leve

    que su peso ni lo siente el suelo.

    Ese,

    tan inocente,

    no lo sabe aún,

    pero hoy,

    a ese

    van a partirle el corazón,

    y va a sentir el salivazo del mar

    y el almanaque golpeará su frente,

    sentirá uñas en el viento,

    burlas entre los árboles

    y arrastrará en su caminar

    sus cordones para siempre.

    HAY MAÑANAS QUE NOS LEVANTAMOS

    con el suelo equivocado,

    o con el pie tonto,

    o cambiado.

    Conviene entonces ser precavidos.

    Por ejemplo,

    tener un espejo de repuesto

    con tu cara sonriendo

    pintada por una niña con tiza rosa.

    Disponer de hilo de oro

    y si no puedes, de estambre,

    para coserte, sin miedo, la boca.

    O también los párpados.

    Y si eso falla,

    si ves que todavía el sol

    tiene la negrura del silencio

    y tus palabras no las dora,

    entonces, coge el camino

    y vuelve a acostarte.

    LA QUE MURIÓ AYER TENÍA OJOS AZULES,

    ebria de sol, vino y aire

    y la cabellera ahogada en sueños.

    La que murió ayer murió en su lecho,

    un banco del doméstico parque

    con manta de plástico negro.

    La que murió ayer

    tenía niebla amarilla en los ojos,

    un invierno azul en los labios

    y el corazón siempre en reposo.

    La que murió ayer

    puso silencio a los ecos roncos

    de su corazón mal tatuado

    en su piel de viento

    y en el cristal de su vaso.

    La que murió ayer

    tenía la enorme belleza

    de quien escoge su extravío

    sin importarle un carajo.

    NO ES LA VIDA,

    es una forma de morir.

    No es el silencio,

    es la caída de la última palabra.

    No es el regalo,

    es el usufructo de lo engendrado.

    No son llantos,

    son los versos retenidos.

    No son la horas,

    es el agua entre los dedos,

    No es el tiempo,

    somos nosotros que nos alejamos.

    SE MURIERON LOS AZULES SUSPIROS,

    vinieron las espesuras de caracol,

    la herrumbre de las norias

    desplazando el destino del sol.

    Hay una muerte de lechos desnudos.

    Hay una muerte de ocios implacables.

    Hay una muerte de vivir para cada uno.

    Hay una venta de maneras

    y no hay señales del alma.

    No hay olvido de la memoria,

    hay una mala memoria

    de tallo de rosaleda

    por proyectar en las paredes

    salivazos de mareas.

    No se abren los labios,

    no se descubren los nardos,

    hay perfume de escamas

    y trenzas de lágrimas.

    Se murieron los azules suspiros,

    comienzan los nudos de la memoria,

    los enjambres de los pensamientos

    suscitando tormentas,

    violentando los cielos.

    No florecen los deseos de los amantes,

    no hay verso sobre los campos,

    hay corazones mudos

    y pájaros sin voz.

    Ha llegado el invierno.

    SU MIRADA LATÍA

    en una mirada de cristal

    sin saber que su pecho

    tramaba alarmas de tiempo

    y hendiduras.

    Trauma y sístole

    diástole y trama

    de ritmos con defectos,

    impulsos de flores,

    algodones secos

    y la queja breve

    de una aguja.

    Un poema inacabado,

    pero escrito

    a corazón abierto.

    SI FUE SUEÑO

    es porque tuve los ojos del revés.

    Si fue beso

    es porque soñé labios

    y quise vivir un sueño.

    Si fue manos

    es porque mi piel ya no quería descanso

    y soñaba dedos, cabellos

    y no soñar más despierto.

    Si fue pena

    es porque de mi sueño me despertaron.

    PUDIERA SER QUE UNA JOVEN

    trabaje en sótanos oscuros

    con duros desconocidos

    con dedos de saliva

    y labios de perro húmedo.

    Pudiera ser la primavera

    pavoneándose descarada

    ante el viejo con maleta

    hacia su puerto último.

    Pudiera ser el rayo de luz

    sobre la herida violeta

    con olor a alarido

    y a gasa

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