Pedagogía con corazón: Guía para educadores sobre la educación emocional con el modelo HEART in Mind
Por Lorea Martinez
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Los objetivos académicos y las evaluaciones estandarizadas no son suficientes para garantizar mejores resultados para tus alumnos. Es precioso que eduques sus corazones.
Fortalece la resiliencia de tus estudiantes, alimenta su curiosidad en el aprendizaje y apoya su futuro éxito académico, profesional y personal. Sé un docente sin igual e incorpora las habilidades socioemocionales a cualquier asignatura que impartas.
En Pedagogía con corazón, la Dra. Lorea Martínez Pérez nos ofrece una guía integral acerca de la psicología de las emociones, las relaciones, el apego y las dificultades inherentes al aprendizaje, mientras equipa a los educadores a enseñar habilidades socioemocionales y a desarrollar su propia inteligencia emocional. Lleno de estrategias prácticas para los docentes de cualquier nivel educativo, esta es tu guía para transformar tu aula a través de la educación emocional.
Con este libro aprenderás:
- A crear un entorno escolar seguro y de apoyo que propicie una mentalidad académica más positiva.
- Un proceso que consta de tres etapas, cuyo objetivo es incorporar las habilidades HEART a la planificación del programa lectivo.
- Indicadores de dominio de cada habilidad del modelo HEART in Mind®.
- Herramientas que permiten a los docentes desarrollar su propia capacidad socioemocional.
- Más de 90 actividades que te permitirán aplicar el aprendizaje socioemocional en clase, ¡incluso en el aula virtual!
Mejora la capacidad de tus estudiantes de dar lo mejor de sí mismos. ¡Lee Pedagogía con corazón: Guía para educadores sobre la educación emocional con el modelo HEART in Mind® y siembra la semilla de un futuro más justo, solidario y equitativo de la mano del aprendizaje socioemocional!
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Pedagogía con corazón - Lorea Martinez
Primera Parte.
EL APRENDIZAJE ES SOCIAL,
EMOCIONAL Y ACADÉMICO
Capítulo 1.
Sentimos, luego aprendemos
La maestra Perkins —docente de primer grado— recibe a sus alumnos en la puerta cada mañana, se dirige a ellos por su nombre, establece contacto visual y espera a que ellos elijan un saludo no verbal (como, por ejemplo, darle un abrazo o chocar esos cinco). Cuando llega el turno de Sheila, la maestra Perkins comprueba que algo no marcha bien, pues Sheila se acerca lentamente y con la cabeza gacha.
«Buenos días, Sheila. ¿Qué te pasa?», le pregunta la maestra Perkins. Sheila intenta pasar desapercibida, pero la maestra le acaricia suavemente el hombro y se arrodilla junto a ella para establecer contacto visual. «Tengo la impresión de que hoy las cosas no marchan del todo bien. ¿Necesitas un abrazo o chocar esos cinco?»; Sheila le da un abrazo y la maestra, devolviéndole el abrazo, le dice: «Hoy va a ser un gran día».
Sheila entra en clase y se sienta junto a sus compañeros en la moqueta. Es la hora de la reunión matutina durante la cual los alumnos cantan una canción, juegan brevemente en grupo y pasan lista antes de que la maestra Perkins presente el programa del día.
Las emociones constituyen una parte importante de la vida humana e influyen sobremanera en la disposición del alumnado a aprender. Como educador sabrás que los primeros minutos de clase pueden ser caóticos y suponer una delicada transición para algunos estudiantes (quienes pueden sentirse angustiados por las constantes discusiones de los padres, emocionados de ver a sus amigos o preocupados por la presentación de un proyecto en clase). La tristeza o el estrés que Sheila experimentaba esa mañana probablemente harían que le resultase difícil concentrarse en el contenido académico, salvo que tuviera la oportunidad de gestionar estos sentimientos. La conversación inicial que la maestra Perkins mantuvo con Sheila y la reunión matutina que tuvo lugar a continuación son dos excelentes estrategias que permiten identificar el sentir de los alumnos y brindarles apoyo en su transición de casa a clase.
Muchos profesores son conscientes de que recibir a los alumnos en la puerta contribuye a empezar el día con buen pie y positivismo. Supone una oportunidad para que estudiantes y docentes se saluden y es una ocasión magnífica para que el profesor se haga una composición de lugar oficiosa del estado de ánimo general de la clase —¿gozan los alumnos ese día de buena energía o están, por el contrario, cansados?, ¿están atravesando por un momento difícil?—. Esta información resulta de gran utilidad para el docente, quien puede servirse de ella para adaptar ligeramente su estrategia didáctica ese día, modificar los grupos o prestar más atención a un determinado estudiante.
Mantener una reunión matutina contribuye a crear una comunidad en la que los estudiantes compartan un sentimiento de protección, seguridad y pertenencia, incluso cuando no puedan estar físicamente juntos. La mayoría de estas reuniones se centran en generar confianza y cerciorarse de que cada alumno se siente apreciado y comprendido. Las reuniones matutinas son también idóneas para impartir, de forma explícita, competencias socioemocionales importantes —que denominaremos habilidades HEART, siguiendo el modelo HEART in Mind— y necesarias para garantizar el éxito académico y el bienestar personal de los estudiantes.
Tras decenios de investigación y práctica, hoy sabemos que estas competencias socioemocionales mejoran el rendimiento académico y permiten alcanzar logros en la vida.¹⁰ Cuando las escuelas las imparten y aplican, aumenta la motivación por aprender, disminuyen los problemas de comportamiento y mejoran las notas obtenidas en los exámenes.¹¹ En cierto modo, los estudios sobre el aprendizaje socioemocional —esto es, el proceso de desarrollo de habilidades intrapersonales, interpersonales y cognitivas que resultan vitales para garantizar el éxito en la escuela, el trabajo y la vida— han puesto de relieve lo que muchos educadores desde siempre han sabido: los estudiantes aprenden más y mejor cuando están capacitados social y emocionalmente y apoyados por adultos comprensivos, y cuando se sienten seguros en la escuela.
En los últimos años, nuevos hallazgos sobre el desarrollo humano —de la neurociencia y la ciencia aplicada al aprendizaje y al desarrollo— han demostrado que las emociones y las relaciones sociales influyen considerablemente en el aprendizaje.¹² De hecho, la Dra. Mary Helen Immordino-Yang, neurocientífica afectiva y psicóloga del desarrollo humano, ha descubierto que es imposible, desde el punto de vista neurobiológico, crear recuerdos, tener pensamientos complejos o tomar decisiones importantes sin emociones.¹³ Como podrás imaginar, estas conclusiones tienen amplias repercusiones en la enseñanza y el aprendizaje. En este capítulo veremos con más detalle el papel que juegan las emociones en el aprendizaje y cómo podemos aplicar estas conclusiones en el aula.
CÓMO AFECTAN LAS EMOCIONES AL APRENDIZAJE
«El aprendizaje es dinámico, social y depende del contexto, porque las emociones también lo son y constituyen un elemento fundamental de cómo, qué, cuándo y por qué la gente piensa, recuerda y aprende».
Dra. Immordino-Yang
Sentimos emociones todo el tiempo: nos produce frustración que el vecino ponga música a todo volumen a las cinco de la mañana, la enfermedad de un familiar nos despierta preocupación o nos resulta abrumador acumular facturas pendientes. ¡A menudo experimentamos varias de estas emociones a la vez! Las emociones dirigen nuestra atención e influyen en nuestra capacidad de procesar la información y comprender lo que nos sucede; pueden estimular nuestros pensamientos o distraernos de nuestros objetivos. En resumen, necesitamos las emociones para pensar, resolver problemas y tomar decisiones.
La neurociencia ha demostrado que las actividades cotidianas de los estudiantes en la escuela —como pueden ser el análisis sintáctico o los experimentos científicos— se perciben de forma subjetiva y se valoran emocionalmente en función de la predisposición y los recuerdos de la persona en cuestión, aunque ésta no sea consciente de esos sentimientos. Tradicionalmente, en Occidente, las emociones se veían como una interferencia en el proceso de aprendizaje, por lo que a menudo se animaba a los alumnos a que aparcaran sus emociones para poder así centrarse plenamente en el trabajo académico.
Las investigaciones han puesto de manifiesto que las emociones no son un mero añadido distinto o independiente de las habilidades cognitivas. Hoy sabemos que la cognición y la emoción están respaldadas por procesos neuronales interdependientes: no se puede tener pensamientos sin sentimientos y viceversa. La Dra. Immordino-Yang sostiene que, incluso en materias académicas tradicionalmente consideradas carentes de emociones—tales como la física o la ingeniería—, el conocimiento profundo depende de que se establezcan conexiones emocionales entre los conceptos. Por ejemplo, cuando los estudiantes resuelven ecuaciones y las perciben como «hermosas» en lugar de «feas», activan la región emocional de su cerebro necesaria para desarrollar un aprendizaje intrínsecamente motivado.
Muchos educadores habrán tenido alumnos que preguntan: «¿Por qué tenemos que ocuparnos de esto?», cuando se les da información nueva, u otros que dicen: «¿Otra vez hay que hacer esto?». Pues bien, estas preguntas tienen una explicación científica: el cerebro no desperdicia energía pensando en cosas que no nos interesan. Sólo pensamos detenidamente en las cosas que realmente nos importan. Ésta es la razón por la cual los alumnos, ya sean niños o adultos, prestan atención y permanecen concentrados cuando los temas o las cuestiones que se abordan en clase les afectan directamente.
Lamentablemente, a menudo los docentes recurren a frases tales como: «Esto saldrá en el examen», para que los estudiantes presten atención a los contenidos abordados en clase. Es probable que los alumnos pongan entonces atención, pero seguramente no lo harán movidos por un interés genuino, sino por otra razón que guarda relación con las emociones: el miedo. Puede ser que teman suspender esa asignatura o decepcionar a sus padres, o que se sientan avergonzados. Sin embargo, la Dra. Immordino-Yang sostiene que el miedo altera los patrones de pensamiento y la memoria de uno, forzando a los estudiantes a reaccionar de forma instintiva, lo cual no favorece un compromiso profundo con las ideas o el desarrollo de habilidades.¹⁴ La capacidad de aprendizaje de los alumnos se ve mermada cuando se sienten temerosos, están traumatizados o se ven abrumados por emociones