Cuba: Con Tres Heridas Yo, Angola, El Mariel, Y El Exilio
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Nelson H González
Nelson H. González, nació en la provincia de Oriente, Cuba, en 1945. Desde muy joven se incorporó a la lucha política contra el gobierno de Fulgencio Batista. Colaboró con el movimiento 26 de julio y fue miembro del ejército rebelde. A partir del triunfo revolucionario de 1959, desempeñó diferentes cargos en el aparato estatal. Es licenciado en economía y ciencias políticas de la Universidad de La Habana. En 1976 fue enviado como asesor del ministerio de comercio exterior de Angola, país de donde regresó detenido por la seguridad del estado cubano. En 1980, durante el puente marítimo Mariel, Cayo Hueso, intentó viajar a Estados Unidos, siéndole denegada la salida y sometido a un “acto de repudio” en la Rampa habanera, del que se hicieron eco, por su magnitud, varias agencias de prensa internacionales. En 1983 el gobierno de Francia le concedió una visa de refugiado político, viajando a ese país en donde residió por espacio de año y medio. Actualmente reside en Miami, Estados Unidos. Ha publicado artículos, ensayos, críticas de teatro y cine.
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Cuba - Nelson H González
© 2015 Nelson H González. Todos los derechos reservados.
Cubierta: Mauricio Oviedo
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Publicada por AuthorHouse 01/04/2016
ISBN: 978-1-5049-5559-1 (tapa blanda)
ISBN: 978-1-5049-5558-4 (libro electrónico)
Numero de la Libreria del Congreso: 2015916828
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Contenido
Un Preámbulo necesario
Prólogo
Preocupaciones
Por ti
Mi Héroe
Deberes
XX Aniversario
La hora de la decisión
Agradecimiento
El hombre comprometido
Luanda
Angola
Angola II
Ser revolucionario
La Rampa
Pregunto
Abril – mayo de 1980
Acto de repudio
Fascismo
Ratas
Huevos
La lección
Roque Dalton In Memoriam
Mi país
Veinte años
Treinta y cuatro años
A Lourdes
A Zoe
Aburrirme
Alegrías
Asociación
Atardecer
Balance
Caminante
Canción
Carta a una desconocida
Despedida
El fantasma
Embajada
Encuentro
Esa mujer
Escape
Fracaso
Gracias
Huérfano
Ilusiones
Inconforme
Invierno
La chica de las piernas bonitas
La galería
La mujer que ya no es mía
La pregunta
La razón de vivir
La sortija rota
Las autopistas
Los idus de marzo
Los tiempos felices
Los zapatos de salir
Me he engañado
Mi ensueño
Montmartre
Olimpia
Osadía
Palabras
Pesadillas
Política
Dios
Quiero hablar de ti
Remordimientos
Ruego
Sentido
Yo sigo siendo
Terco corazón
Testigos
The Way We Were
Tu olvido
Tu voz
Tus labios
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.
Miguel Hernández
A mi madre, que lo sufrió conmigo,
A Marilyn, mi esposa, y a mis hijos Erik y Alain,
por haberme instado a terminar este libro.
Un Preámbulo necesario
Lo que sigue fue escrito mayormente en la Habana. Cuando viajé a la República Popular de Angola como cooperante
por el gobierno cubano me llevé el manuscrito conmigo para, de poder, seguir trabajando en él. Cuando se produjo mi salida abrupta de ese país, a medianoche, en payamas, y escoltado por miembros de la Seguridad del Estado cubano, todas mis pertenencias quedaron atrás. Como sufría de una dolencia intestinal, del aeropuerto militar de San Antonio de los Baños me trasladaron a una casa convertida en clínica en el reparto Miramar habilitada para los que regresaban de Angola enfermos. Al cabo de los días, ya restablecido, me dieron de alta y me dijeron que me fuera para mi casa, y que después hablarían conmigo. Como no tenía dinero ni medios para llegar a ella, recordé del teléfono de un amigo que, aunque sorprendido por mi llamada, me fue a recoger. Al cabo de unos días se presentó en mi casa un oficial de la Seguridad del Estado para citarme para que me presentara al otro día por la mañana en Villa Marista
. Entré a la recepción de este temido lugar, le di mi nombre al oficial que de guardia, quien me indicó que me sentara en uno de los bancos y esperara. A los pocos minutos se apareció uno de los oficiales que me había acompañado desde Angola, quien me condujo por un pasillo hasta una habitación amueblada como la sala de una casa; pusieron una grabadora sobre una mesa de centro y empezaron la conversación preguntándome cómo me sentía físicamente. Después empezaron a regañarme
por haber violado las instrucciones que nos habían dado de no sostener
contactos con extranjeros, incluyendo los angolanos. Le respondí lo mejor que pude sin perder la calma. Después me echaron en cara el contenido mis poesías, que ellos consideraban bastante malas
. Pensé en aquel momento: arreglado esta un país donde la crítica literaria la ejerce la policía política
. Después de un tiempo que me pareció infinito, me dijeron: Esta conversación no se la cuentes a nadie, e inmediatamente:
Llegaron tus cosas de Angola, ven que las tenemos en el carro y te las vamos a entregar. Yo le contesté:
Que bueno pero, ¿ustedes piensan que yo voy a cargar con esa maleta en una guagua?. Entonces uno de ellos que fungía ser el jefe, me dijo: Está bien, te vamos de dejar en tu casa
.
Ya en mi casa, abrí la maleta y vi que allí estaba, para mi alegría, el manuscrito que pensé me iban a confiscar, aunque de seguro le hicieron una copia para mi expediente personal.
Poco después me citaron de la oficina del Viceministro de Comercio Exterior quien, después de hacerme la misma pregunta sobre mi salud, me dijo: Ahí me llegó el informe de lo que pasó en Angola. Por tus graves violaciones de la disciplina no puedes trabajar más en el ministerio
. Pensé que el viceministro y yo teníamos buenas relaciones de trabajo, pero con su actitud seca y cortante no me dejó ni hablar, me puse de pie, y le dije: Gracias por atenderme
, le di la espalda y salí del despacho por última vez en mi vida.
Después de esa conversación comenzó mi largo peregrinar por los organismos del Estado tratando de encontrar trabajo, oficialmente estaba disfrutando de mis vacaciones
acumuladas. Recuerdo que un compañero mío en el Consejo de Trabajo, al enterarse de mi situación, me dijo: ¿por qué no haces una apelación al Ministerio del Trabajo, y así tienen que dar una explicación pública y oficial de lo que pasó?
, a lo que le contesté que lo pensaría, pero en el fondo yo estaba aburrido y hastiado de todo lo que ocurría al mi rededor.
Como era lógico
, lo primero que contaba eran las circunstancias de mi precipitada salida de Angola, y