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Disque Amigos: Mentira Engaño Traicion Y Muerte: Mentira Engaño Traicion Y Muerte
Disque Amigos: Mentira Engaño Traicion Y Muerte: Mentira Engaño Traicion Y Muerte
Disque Amigos: Mentira Engaño Traicion Y Muerte: Mentira Engaño Traicion Y Muerte
Libro electrónico542 páginas10 horas

Disque Amigos: Mentira Engaño Traicion Y Muerte: Mentira Engaño Traicion Y Muerte

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"Este libro consta de varias historias cortas, donde muchas veces la palabra amigo est entre comillas
Existe un sinnmero de acciones en los seres humanos que lo califi can como traidor y se da en todas las clases sociales. Dicho sea de paso, es natural que para que exista la traicin, debe de haber un vinculo entre las partes que puede ser laboral, de amistad, de familia, sentimental, etc. La realidad es, que siempre es ms fcil para el homo Sapiens, ser traidor, que leal o fi el.
Traiciona el Abogado a su cliente, el Mdico a su paciente, el Sacerdote al creyente, el patrn a su empleado, el empleado al patrn y hay hasta quien jura en vano para ganar unos riales, as se hunda en los infi ernos el justo acusado a traicin. Y como dice el poema de El beso Besa a la cruz de facn el malevo compadrn, que tiene entre ceja y duda ocultando una traicin lo mismo que bes Judas.
En esta oportunidad, solo me limito a dar a conocer la traicin basada en la ingratitud humana. Hay un adagio que dice: le tengo miedo a la obscuridad y al frio, pero mucho ms al corazn humano, mi mejor amigo fue un perro, le fui a dar pan y me mordi la mano."
IdiomaEspañol
EditorialXlibris US
Fecha de lanzamiento17 nov 2011
ISBN9781465365941
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    Disque Amigos - Efrain Aranzazu Morissi

    DISQUE AMIGOS

    Mentira Engaño Traicion y Muerte

    Efrain Aranzazu Morissi

    Copyright © 2011 by Efrain Aranzazu Morissi.

    Library of Congress Control Number:       2011916487

    ISBN:         Hardcover                               978-1-4653-6593-4

                       Softcover                                 978-1-4653-6592-7

                       Ebook                                      978-1-4653-6594-1

    All rights reserved. No part of this book may be reproduced or transmitted in any form or by any means, electronic or mechanical, including photocopying, recording, or by any information storage and retrieval system, without permission in writing from the copyright owner.

    This is a work of fiction. Names, characters, places and incidents either are the product of the author’s imagination or are used fictitiously, and any resemblance to any actual persons, living or dead, events, or locales is entirely coincidental.

    This book was printed in the United States of America.

    To order additional copies of this book, contact:

    Xlibris Corporation

    1-888-795-4274

    www.Xlibris.com

    Orders@Xlibris.com

    104940

    DISQUE AMIGOS

    AGRADECIMIENTOS

    Debo dar las gracias a Luz Mary por su compañía y paciencia en el transcurso de mi vida a quien dedico esta obra. A mis hijos gracias por su apoyo, paciencia y credibilidad.

    Dice un adagio que más valen amigos que plata. Otro reza: Es mejor un buen amigo que un mal hermano y los dos son ciertos.

    INDICE

    CAPITULO PRIMERO

    La traición de los amigos.

    CAPITULO SEGUNDO

    Como se hace un jugador para apropiarse de él.

    CAPITULO TERCERO

    Un adolecente convertido en el rey del barrio.

    CAPITULO CUATRO

    La traición de la esposa y el amigo.

    CAPITULO CINCO

    De los pregoneros y otros rebuscadores que formaron la cultura de los pueblos.

    CAPITULO SEIS

    El encuentro

    CAPITULO SIETE

    La fiesta

    CAPITULO OCHO

    El sueño de la mujer

    CAPITULO NOVENO

    La borrachera de Elías

    CAPITULO DIEZ

    La vecina entrometida.

    CAPITULO ONCE

    El enojo de la vecina

    CAPITULO DOCE

    La inestabilidad del negro Lumunba

    CAPITULO TRECE

    La aparición de Carlina en el hotel

    CAPITULO CATORCE

    La gran prueba para el

    negro Lumunba había llegado.

    CAPITULO QUINCE

    El día en que viajaron los tres en el mismo autobús

    CAPITULO DIEZ Y SEIS

    Los tres hombres en las calles de un pueblo en el día de mercado.

    CAPITULO DIEZ Y SIETE

    Una delicia en la mitad del rio.

    CAPITULO DIEZ Y OCHO

    Alfonso alias Mejoral hiere a Elías.

    CAPITULO DIEZ Y NUEVE

    Elías volvió a llorar.

    CAPITULO VEINTE

    La golpiza que Alfonso

    alias mejoral le dio a Isabel.

    CAPITULO VEINTIUNO

    Carlina la primera espera sin cena caliente.

    CAPITULO VEINTIDOS

    La huida de Jairo el "negro Lumunba.

    CAPITULO VEINTITRES

    Carlina es infiel otra vez.

    CAPITULO VEINTICUATRO

    Carlina encuentra trabajo.

    CAPITULO VEINTICINCO

    Alfonso alias mejoral sale en busca de Jairo el negro Lumunba" para asesinarlo.

    CAPITULO VEINTISEIS

    Carlina apela a la brujería.

    CAPITULO VEINTISIETE

    La más intima amistad es la más fácil de traicionar.

    CAPITULO VEINTIOCHO

    Para seguir matando llegan los amigos de la coca.

    CAPITULO VEINTINUEVE

    Así era la nomina.

    CAPITULO TREINTA

    Quirino y tranquilino dos polluelos de mala calaña.

    CAPITULO TREINTA Y UNO

    El traslado de la bruja a la finca donde esperaba el patrón.

    CAPITULO TREINTA Y DOS

    El secuestro de la doncella quinceañera

    CAPITULO TREINTA Y TRES

    Padres y familiares siguen la búsqueda de la niña secuestrada.

    CAPITULO TREINTA Y CUATRO

    Malicia indígena.

    CAPITULO TREINTA Y CINCO

    Un mal paso por cosas del amor.

    CAPITULO TREINTA Y SEIS

    Presencia Satánica

    CAPITULO TREINTA Y SIETE

    Todos creyeron que tenían poderes.

    CAPITULO TREINTA Y OCHO

    Tranquilino es obligado a entregar a su mejor amigo

    CAPITULO TREINTA Y NUEVE

    Llegada de los contactos a panamá y reunión con el comandante.

    CAPITULO CUARENTA

    La devolución de la mercancía.

    CAPITULO CUARENTA Y UNO

    El nacimiento de Cristina y Jenny.

    CAPITULO CUARENTA Y DOS

    El desarrollo de las niñas y el cáncer del espíritu llamado envidia, las personas que sufren de esta condición pueden hacer cualquier cosa Alguien dijo: Es mejor producirla que sentirla.

    CAPITULO CUARENTA Y TRES

    La fiesta de los quince años,

    el paso de niña a mujer.

    CAPITULO CUARENTA Y CUATRO

    La confesión de Perla Sofía a su intima amiga Ana Cristina

    CAPITULO CUARENTA Y CINCO

    La primera visita del joven Rafael Elías Perdomo, y la curiosidad de Ana Cristina por verlo de cerca.

    CAPITULO CUARENTA Y SEIS

    El ardid de Perla Sofía.

    CAPITULO CUARENTA Y SIETE

    La iniciación de una relación de amores estorbados.

    CAPITULO CUARENTA Y OCHO

    La traición no solo es dolorosa, entristece, acongoja, enferma y destroza.

    CAPITULO CUARENTA Y NUEVE

    La urgencia de la cita con el varón de marras

    CAPITULO CINCUENTA

    La reconciliación de las partes

    CAPITULO CINCUENTA Y UNO

    Romances cruzados y la traición como puñal ardiente atravesado en el corazón.

    CAPITULO CINCUENTA Y DOS

    Los cuatro odios con sus venganzas.

    CAPITULO CINCUENTA Y TRES

    Cuando se pierde el encanto

    y la relación se desvanece

    CAPITULO CINCUENTA Y CUATRO

    Añoranzas del color purpura

    CAPITULO CINCUENTA Y CINCO

    Alta traición.

    CAPITULO CINCUENTA Y SEIS

    El enamoramiento de Marcela y el forastero

    CAPITULO CINCUENTA Y SIETE

    La huida de la licenciada Marcela Pinto.

    CAPITULO CINCUENTA Y OCHO

    El enfrentamiento de Marcela con sus padres.

    CAPITULO CINCUENTA Y NUEVE

    Los Disque Amigos de Ricardo Rojas.

    CAPITULO SESENTA

    Los Amigos de verdad son pocos pero sí existen.

    CAPITULO SESENTA Y UNO

    Facundo Másmela y Cuncio Peralta sí fueron verdaderos amigos.

    CAPITULO PRIMERO

    La traición de los amigos.

    ERA SOLO UN niño de cinco años de edad, su mente apenas empezaba a descubrir la profundidad de los colores en las fachadas de las casas y en los árboles que crecían a su alrededor, y de manera lógica el tapete verde de grama que se extendía por todas las calles de su ciudad; el niño que empezó como los grandes, como los auténticos campeones, al que le fascinaban las pelotas de trapo, amarradas fuertemente con cabuyas, para que aguantaran los puntapiés que los vecinos del barrio les daban para empujarlas más allá de una meta para gritar alborozadamente goool, ese grito furibundo de poder, de alegría, también significaba el dominio sobre los demás, el honor, el jubilo. Todo lo que fueran bolas o balones, como todos los enamorados del balón, de verla rodar, impulsada por el empuje, después de la gambeta, el movimiento de cintura, unidos al deseo de pegar el grito que salía de lo más profundo de su alma impulsado por la fuerza bruta de su corazón. Era de extracción humilde y vivía con sus padres y hermanos en una humilde casa en un barrio pobre de la gran ciudad. No podía ver rodar un balón porque se atravesaba para pararlo con los pies descalzos, para luego darle con el empeine de cualquiera de sus pies una patada y verlo elevarse por los aires o rodar por el suelo donde otros niños lo recibían de la misma forma. Cuando esto ocurría dejaba ver su alma, era el espíritu de un gran jugador para el futuro, era la alegría que embargaba toda su mente, toda su aura, era la pasión desenfrenada y al minuto muchos niños lo asediaban para patear una pelota de trapo porque el balón de cuero era ajeno y ya no estaba en la calle de tierra y piedra frente a su humilde casa donde un par de piedras formaban el arco de una portería imaginaria donde lo importante era patear la esférica pelota hasta quedar sin uñas en los dedos de los pies.

    Por aquellos días llegaba la anhelada navidad con su enjambre de regalos que desde tiempos inmemoriales eran esperados por todos los seres humanos, pues los clérigos de los pueblos y los barrios de ciudades grandes o pequeñas anunciaban con meses de anticipación desde los púlpitos y en todos los servicios religiosos la gran natividad, el nacimiento de el niño Dios, el mesías, el que traería regalos para todo el mundo, habría muchos juguetes, entre ellos de pronto un balón, sí, eso era lo que el niño quería, un balón. ¿Usted cree que el niño Dios le va a traer balones? Si acaso le trae ropa pero balones no creo; le dijo su mamá a lo que el niño contestó ¿porqué no me va a traer un balón, si en la escuela me enseñaron que Dios es un señor infinitamente grande, justo poderoso, principio y fin, de todas la cosas, entonces si es así, me puede traer ropa y un balón que es lo que le estoy pidiendo, además de unos guayos de jugar futbol para poderle dar bien duro a la pelota, cosa que rompa la red con portero y todo. ¿Y si no puede? Entonces que no me traiga ropa, solo le pido el balón y los guayos. Lo mejor es que no se haga muchas ilusiones con ese tal balón, ya con que le traiga ropa es mucho cuento, repuso la madre que sabía de manera cierta cual era ese niño Dios, que a duras penas entraba la comida y los gastos diarios con escases pronunciada. De dónde va a sacar para comprar balones y guayos de jugar futbol, pensaba la mamá mientras quebraba su espinazo en un viejo lavadero estregando la ropa de toda la familia para que estuvieran limpios el próximo domingo que asistirían a la santa misa donde escucharían de nuevo después del sermón, el anuncio de que en poco tiempo empezaría la novena de aguinaldo en la que todos los niños que se hubieran manejado bien podrían pedir lo que quisieran.

    Los días pasaron con retardo para el niño, pero demasiado rápido para su padre que ya había sido notificado oralmente por su esposa de los deseos de su hijo; no era gran cosa si el padre fuera adinerado o gozara de un trabajo bien remunerado, solo se trataba de un simple balón y un par de guayos. El hombre recibió la información con incredulidad ¿Cómo es posible que un mocoso de cinco años esté haciendo esa clase de encargos al niño Dios? ¿Imagínese usted? Guayos y balón para romper los vidrios de las casas de los vecinos, eso no se lo compro yo ni por los diablos, para después estar con la casa llena de vecinos reclamando por los balonazos en sus ventanas, no tiene veinte riesgos, no señor, además de donde voy a sacar yo para tanta cosa, tengo que comprar ropa para todos y hacer el mercado de noche buena que es el más grande del año y lógicamente más caro porque hay que comprar lo de hacer la cena y los dulces, el vino y las galletas para celebrar la navidad; si está de buenas, alcanzaré a comprarle ropa y zapatos. Esto se lo voy a dejar bien clarito a la mamá para que se lo explique y no se ponga a esperar lo que no le voy a dar. El hombre habló con su esposa y le explicó lo peligroso que podía ser regalarle un balón de jugar futbol en las calles rodeadas de casas con ventanales de cristal y tiendas con vitrinas que siempre estuvieron con las puertas abiertas.

    Los días fueron pasando y la noche buena se fue acercando hasta que llegó. Esa noche mandaron a dormir a todos los niños temprano después de haber rezado la última novena y de haber cantado los villancicos con mucha alegría, sonando pitos y panderetas. Ya saben que se tienen que acostar temprano, porque el que no estuviera dormido, el niño dios no le traía regalo, era la orden perentoria, entonces a dormir se dijo. En su deseo onírico el niño veía el hermoso balón número cinco que le había traído el niño Dios y unos deslumbrantes guayos negros con los que le daba patadas a la pelota de cuero; se vio jugando con otros niños y alcanzó a ver como rompía la red con un balonazo que después de un par de gambetas había sido disparado por su pierna derecha; estaba verdaderamente feliz, alegre, contento y así estuvo hasta que se despertó y vio que en el rincón de su cama habían unos paquetes: esos deben de ser los que me trajo el niño dios; de inmediato se incorporó y empezó a romper el papel que envolvía el voluminoso regalo; habían interiores, camisas, pantalones, medias y pañuelos y un par de hermosos zapatos que nunca antes se había puesto, siempre estuvo descalzo y por eso los dedos gordos de los pies no tenían uñas; pero eso no era lo que él quería, eso no era lo que le había encargado al niño Dios; si él se había manejado bien en la casa y en la escuela y el sacerdote les había prometido que el niño dios les traería lo que ellos pidieran si cumplían con el trato, y él lo había cumplido; entonces el que no cumplió fue el niño Dios. Con tristeza se presentó en la cocina ante su mamá, quien observó el disgusto en el niño. ¿Y usted porque tiene esa cara de disgusto? Le dijo la madre mirándolo de frente, es que el niño Dios no me cumplió ¿Cómo que el niño Dios no le cumplió? Le contestó la madre con signo de preocupación, ¿Cómo es posible que este niño tan pequeño esté renegando contra el niño Dios? ¿Y qué era lo que usted le había pedido? Pues el balón y los guayos, camine vamos a ver dijo la madre agotando recursos para tranzar al niño; entraron a la alcoba del niño y vio sobre la cama los regalos ya desempacados; pero le trajo cosas muy bonitas, mire que par de zapatos tan finos y bonitos, mire como brillan y toda esa ropa tan bonita; el niño se puso serio y le dijo a la mamá: mami es que lo que yo le pedí al niño Dios no fue ropa, fue un balón y un par de guayos; sería que no pudo mijo, es que es mucha la gente a la que él le tiene que traer, antes de gracias por la ropa que le trajo y esos zapatos tan bonitos, camine lo baño para que se desayune y se estrene la ropa de una vez. De mala gana el niño obedeció a su madre y así pasó ese día; lo de los guayos y el balón no se olvido por ese día.

    Como era costumbre los vecinos que veían en el niño una promesa del futbol, por su inalcanzable carrera, sus despistadoras gambetas, y, su fuerza al patear el balón, sin tener respeto en el campo de juego a muchachos de catorce o más años. Los vecinos del barrio lo llamaban a las cinco de la mañana para que fueran a entrenar, el más grande se hacía cargo de la responsabilidad del niño ante la madre para que lo dejara salir con ellos, comprometiéndose a traerlo del potrero donde jugaban hasta más no poder, lo más pronto posible, o sea después de haber jugado un par de horas. La consigna de la madre ese día, fue, que no jugara balón con los zapatos nuevos, no señora, yo juego descalzo, bueno vaya pues; los muchachos se iban y la madre quedaba de una vez preocupada por el niño que regresaba sudado, con apetito y con los zapatos en la mano, hasta después del desayuno que salía a sentarse en el quicio del portón para ver pasar la gente, ver rodar un balón, para atajarlo o para que los muchachos de la calle que quisieran jugar un rato, para lo cual él era el primer invitado. Ese día tenía los zapatos puestos pero como la sentencia era que no podía jugar con los zapatos nuevos, se los quitó y los puso de portería, así no se dañarían; puso el primero, con sus pequeños pies midió la distancia, colocó el otro y listo, a jugar con alma vida y corazón hasta el cansancio. Cuando éste cansancio llegó, todos se sentaron en el andén a descansar y cuando el pequeño se recordó de los zapatos, estos ya no estaban; asombrado se quedó al ver que se le habían perdido los zapatos nuevos, le iban a dar una tunda, la fuetera esta cerniéndose en su imaginación; los hubiera dejado adentro, ¿Porqué los puse de portería? ¿Quién se lo llevaría? Se puso a llorar y entró a la casa llorando ¿Qué le pasó, quien le pegó? Le preguntó la madre preocupada, no señora nadie me pegó, fue que me robaron los zapatos, ¿Cómo así que le robaron los zapatos? ¿Quien fue? Yo no sé, cuando me iba a entrar ya no estaban; éntrese y no vuelve a salir a la calle, por estar con esos vagos jugando pelota le robaron los zapatos, cuando su papá se entere le va a dar una muenda, con lo caros que le costaron; a él no le costaron nada porque esos me los trajo el niño Dios, y, como él no me los compró tampoco me puede pegar por eso; ya veremos dijo la madre enojada y pensando en que no es bueno decirle a los niños que es el niño Dios el que les da las cosas, porque pierden su valor comercial, si las trajo el niño Dios no valen nada, porque lo que le enseñaron fue que el niño Dios, le daba a todo el mundo sin costo alguno. El niño obedeció a su madre, llorando se entró, ella cerró el portón y claro, que conocía perfectamente bien a todos y cada uno de los amigos de su hijo. Una vez que se desocupó de los oficios de la casa, salió y se fue de casa en casa de los amigos de su hijo preguntando por los zapatos del niño, contando de antemano la historia referida por el infante pero no consiguió nada. La mujer siguió insistiendo en las averiguaciones con los muchachos del barrio a quienes sobornó con caramelos y algunas monedas hasta dar con el ladrón; había sido su mejor amigo el que lo despertaba todos los días a las cinco de la mañana para llevárselo a jugar quedando encargado de responder por él. Cuando la mamá del niño, supo a ciencia cierta por la boca, de dos compañeros de juegos de su hijo, quien había sido el que hurtó los zapatos, fue y se lo comunicó a la madre quien de inmediato lo puso en confesión consiguiendo una respuesta favorable; le dijo, que los había vendido a un zapatero del barrio vecino, diciendo que eran de su hermanito menor, pero que no le quedaban buenos, por lo que el zapatero se los compró por unas monedas. Los zapatos del niño no pudieron ser recuperados porque el zapatero comprador ya los había vendido a otra persona aunque aceptó haberlos comprado al jovencito. ¿Quien le robó los zapatos al niño? Su mejor amigo.

    CAPITULO SEGUNDO

    Como se hace un jugador para apropiarse de él.

    EL TIEMPO INEXORABLE fue pasando y el niño fue creciendo, hasta que en su adolescencia, un hombre que diariamente recorría las calles de los barrios pobres, donde en cualquier lugar se juega un picadito o una cascarita como lo llaman en la Argentina, también visitaba los potreros donde hubiera canchas de futbol, con el fin de ver jugar los muchachos que diariamente se reunían para hacerlo por deporte, por amor a la pelota, por sentir la adrenalina correr por todo su cuerpo al grito de goooool, donde no se suda la camiseta porque aun no la hay pero se juega el prestigio, la capacidad de hacer la gambeta, el tener picada con movimiento de cintura para evadir al contrario, donde se le ponen todas las ganas para poder expresar el grito que todos sus compañeros quieren escuchar el de goooool que es lo más importante para el jugador consuetudinario, para el amante de la pelota.

    Interesado el hombre en descubrir prototipos que tuvieran las condiciones necesarias para ser un buen jugador de futbol, fijó sus ojos en aquel pequeño y volvió a la cancha una y otra vez solo para verlo jugar, filmarle sus jugadas, para luego en la tranquilidad de su oficina, analizar cada uno de sus movimientos de cintura, gambetas y poder y dirección en las patadas, como el recibir los balones que le enviaban, después de un prolongado tiempo de asistencias a verlo jugar y de hacer toda clase de análisis, resolvió que ese jovencito reunía todas las cualidades que debería tener un buen jugador de futbol y que solo le hacía falta dirección. Allí empezaba la segunda fase de su trabajo: debería hacerlo su amigo y para eso haría uso de algunas artimañas que en tiempos pasados le dieron buenos resultados; como el individuo estaba abalado por la liga deportiva de su departamento, poseía balones, guayos, canilleras, uniformes y todo lo relacionado con el deporte futbolístico. Al otro día se apareció en la cancha del potrero donde sabía que todos los días se reunían para jugar. Ese día llegó temprano y estuvo esperando que llegaran todos, una vez reunidos en el lugar se acercó el hombre con el balón en sus manos y dirigiéndose al jovencito le tiró el balón nuevo y le dijo: es para ti, te lo ganaste por los dos goles que metiste ayer; es usted un buen jugador y puede llegar a ser grande si es dedicado, juicioso y disciplinado.

    El jovencito recibió la número cinco, la miró, la contempló, la puso contra su pecho y antes de dar las gracias hizo una veintiuna para estrenar el balón y entonces si miró al hombre y le dio las gracias por tan hermoso regalo, que fue acompañado por un fuerte agasajo de gritos, risas y silbatinas de todos sus amigos. El hombre se sonrió y le dijo: si vas mañana a las diez a mi oficina en la liga, escogemos uno guayos, así vas a jugar mucho mejor. ¿Y en dónde es la liga? Es en la casa del deporte del departamento y le dio la dirección.

    Esa tarde todos estrenaron el balón jugando el partido más feliz de toda su infancia, pues había jugado un partido ni más ni menos que con su propio balón. Dándole pequeños punta pies a la pelota por todo el camino llegó a su casa, ¡Mamá, mamá! ¿Qué ocurre? ¿Qué fue? ¿Qué paso? ¿De quién es ese balón? Es mío; como que mío, ¿De dónde lo sacó? Me lo regaló un señor ¿Qué señor? Un señor que va todos los días a vernos jugar, dice que soy buen jugador y que puedo llegar a ser un campeón ¿Y quién es ese señor? No sé, me dijo que fuera mañana a las diez a la liga y me dio la dirección para escoger unos guayos ¿Y usted va a ir? Si señora no ve que me los va a regalar; ¿Y cómo le va usted a recibir regalos a un señor sin conocerlo? Cuando su papá se entere le va a dar una tunda y yo no lo voy a defender; bien merecido lo tiene por estar recibiendo cosas de personas desconocidas; mañana voy a ir con usted a la tal liga esa para verle la cara al señor que anda regalando balones y guayos como si fuera millonario y eso que ni los millonarios dan nada; por eso es que tienen tanta porque no le dan nada a nadie. Bueno mañana vamos, el señor dijo que a las diez; claro tenía que ser a las diez, a esa hora estoy haciendo el almuerzo y no puedo ir; pero mamá si no voy a esa hora no lo voy a encontrar y pierdo la oportunidad de jugar con guayos; bueno yo lo voy a acompañar, pero solo para verle la cara al tipo ese, no vaya a ser que es un dañado de esos que andan por ahí consiguiendo niños; yo ya no soy un niño mamá, yo ya estoy grande; pues por muy grande que esté, mañana a las diez lo acompaño así no haga almuerzo y ponga a aguantar hambre a todos los demás.

    El jovencito salió a la calle para exhibir el balón a todas sus amistades; todo lo que tuvo que hacer fue salir al andén y ponerse a hacer una veintiuna para que a los cinco minutos estuvieran allí todos sus amigos queriendo jugar con él y con el balón lógicamente, pero tuvo que dar respuesta a todas las preguntas del vecindario adolecente ¿Cuánto le costó? ¿Cómo lo consiguió? ¿Dónde lo compró? ¿Quién se lo regaló? etc. etc. y de una vez el barrio estrenó el balón jugando un picadito.

    Al otro día a las nueve treinta, la madre del joven estaba lista para enfrentar al desconocido, si era necesario o en su defecto, darle las gracias por el regalo a su hijo. Los dos, madre e hijo caminaron acortando la distancia hasta el paradero de buses urbanos y allí tomaron el que según la dirección que le dieron al jovencito los acercaría a la casa del deporte. Llegaron puntualmente y aunque el hombre no esperaba ver a la madre del muchacho, la saludó y poniéndose de pie le ofreció una silla. Señora tiene usted la gracia divina de ser la madre de un futuro campeón; ojalá y así sea, contestó la mujer, a él toda la vida le ha gustado jugar futbol y los que saben allá en el barrio, dicen que juega muy bien; si señora yo he tenido la oportunidad de verlo jugar varias veces y si el pone de su parte y es disciplinado puede llegar muy lejos en esto del balón pie; yo quiero ser su amigo y tutor porque para eso es que me pagan, para descubrir talentos, pero si sale algún equipo interesándose en él, entonces debe de saber que el pase es mío. ¿Qué es eso del pase? Preguntó la madre del adolecente jugador. Es que yo de eso no sé nada; el pase es que si algún equipo lo necesita me lo tiene que comprar a mí porque soy el dueño del jugador de ahora en adelante. Usted perdone señor pero yo soy la madre y no lo tengo para la venta, mucho menos usted que es un desconocido, que es eso de que usted es el dueño, mi hijo no tiene propietarios; haber señora usted no me ha entendido, yo voy a formar a su hijo como jugador de futbol; yo tengo que darle todo desde la alimentación, uniformes, guayos, balones, medico, en fin todo y cuando un equipo lo quiera, me tiene que pagar, eso que yo he invertido en él, ¿Si me entendió? Ahora si o sea que usted se va a hacer cargo de él mientras lo contratan, así mismo señora, eso es. Pero todavía no se puede hacer nada porque él está estudiando y el papá no sabe nada de esto y cuando lo sepa quién sabe si quiera dejarlo; por el estudio no se preocupe que el joven seguirá estudiando, solo tiene que sacar tiempo para los entrenamientos y ese tiempo ya lo está sacando, solo que como una rueda suelta, nosotros lo vamos a guiar hasta que culmine su carrera; no si apenas está en primaria, le falta bachillerato, y todo el resto y nosotros tan pobres quién sabe si podamos darle la carrera; yo me refiero es a la carrera como futbolista, y cuando él llegue a ese punto va a ganar dinero suficiente para la carrera y para todo lo demás.

    Quiero que sepa señora, que de hoy en adelante, yo no solo voy a ser el tutor deportivo de su hijo, sino su mejor amigo cualquier duda, necesidad o consejo que necesite solo tiene que manifestármelo y haré todo lo que esté a mi alcance para solucionarlo, como lo hace un verdadero amigo. Y antes de que se me olvide, como lo tenemos que inscribir en la liga de futbol juvenil, debe de traer su registro civil y tres fotografías, lo mismo que exámenes médicos, físico, de sangre y tórax pero esas se las tomamos aquí, agrego el hombre cuando vio que la madre del muchacho arrugó la frente cuando de gastos para fotos y exámenes médicos habló.

    El joven salió feliz de la oficina y ya se veía jugando en los partidos de la sub diez y siete, aunque solo contaba doce años. En su imaginación estaba el estadio lleno hasta las banderas, la gente aclamándolo y él en la cancha jugando. La madre no lo podía creer, y pensó en voz alta: nunca me imaginé que un hijo mío fuera a ser futbolista de verdad, que dios lo bendiga y me lo proteja de una mala patada.

    CAPITULO TERCERO

    Un adolecente convertido en el rey del barrio.

    LOS DOS, MADRE e hijo, caminaban rumbo al paradero de buses para regresa a la casa; la madre miró de reojo al hijo y le pasó el brazo por los hombros, lo acercó a ella y le estampó un beso en la mejilla. Entonces ahora si tienes un buen amigo es un hombre adulto pero se ve el interés que tiene en ayudarle, me cayó bien ese señor; ahora si no va a tener que jugar más en los potreros, sino donde lo lleve el señor que según dijo va a ser su tutor. No mamá, no crea que porque este señor me va a ayudar yo me voy a olvidar de mis amigos y mis canchas en los potreros, yo vendré y jugaré mis picaditos con ellos, no ve que son mis amigos de toda la vida; yo no los voy a olvidar. Yo voy a buscar el papel de la notaría para que esta tarde vaya a sacar su registro, y hágase peluquear para que le tomen las fotos que dijo el señor, le dijo la madre.

    Todo se hizo como lo mandan los cánones de la honestidad; el muchacho pertenecía a la liga de futbol de su departamento, comía en un hotel con los demás jugadores, entrenaba con ellos y contaba con todos los beneficios que le brindaba la liga a todos los jugadores juveniles y por la noche iba a dormir a su casa, que ahora permanecía muy visitada por sus amigos del vecindario que ahora empezaban a ser sus hinchas, sus seguidores y lógicamente que también tenían sus porristas a cual más admiradora de él adolecente jugador. La ilusionada madre se encargó de expandir la noticia por todos los alrededores del barrio y también avisó a todos sus familiares ausentes, llena de orgullo y alegría; algún día voy a escuchar su nombre por la radio y la televisión y hasta lo veré fotografiado en los periódicos; pensaba la madre mientras dejaba escapar un profundo suspiro y llenaba su vientre de aire reconfortante nuevamente.

    Pasaron los días, las semanas, los meses y los años, no muchos, y el jovencito creció, embarneció y con entrenador y director técnico mejoró substancialmente su juego, se había convertido en un atleta y su pase era del señor quien dijo ser su mejor amigo. Ignorando tanto el jugador como la madre, que a ese mejor amigo el gobierno le pagaba para que realizara ese trabajo. El hombre se hacía pasar por un mecenas sin serlo. Si algún club o equipo lo necesitara tendría que comprar el pase a dicho señor, quien de paso pedía una suma exorbitante de dinero por el jugador, y, aunque los que lo conocían sabían que era buen jugador no podían disponer del valor solicitado por el mejor amigo del joven, porque sería para otros equipos juveniles de otros departamentos que también dependían del gobierno, entonces empezó a ser visto por directivos de equipos grandes y les agradaba el juego del joven, pero le faltaba edad, peso y madures para enfrentarse a hombres de más peso y experiencia que él. Pero como dice el viejo adagio: La perseverancia vence lo que la dicha no alcanza Un buen día, el equipo profesional de su departamento que lo conocía, lo necesitó, pero este equipo era propiedad de particulares, y como había dado malos resultados en sus juegos, los hinchas no iban a verlos jugar y no tenían dinero para comprar jugadores, entonces le propusieron al tutor que si lo comprarían, pero que se lo pagarían con las mesadas pertenecientes al jugador y que a este le dirían que más adelante, cuando el equipo se recuperara económicamente le pagarían todo y con creces; el hombre aceptó, pues él no tenía nada que perder, fue entregado al equipo con firma de papeles y copas llenas de whisky, y cena en el mejor restaurante de la ciudad; el jovencito estaba feliz, dichoso, se había cumplido algo que siempre tuvo en la mente, ser un jugador profesional, ganaría todo el dinero del mundo y sin lugar a dudas sería el rey de su barrio, seguido por un enjambre de hinchas y apetecido por innumerables jovencitas que como nubes de mariposas de colores lo seguirían a cada paso que diera al salir de la cancha. Los niños, los adolecentes, jóvenes, hombres y mujeres, jóvenes, maduros y viejos, todos estarían felices de encontrárselo en las calles de su barrio para recibir por lo menos un abrazo, un saludo del rey del barrio. Y así empezaron las cosas y los días se amontonaron formando semanas y estas se convirtieron en meses que también fueron pasando; hasta que un día se dio cuente el joven jugador, que a él no le daban ni un solo peso por sus gambetas, sus inalcanzables carreras, su pecho de lámina, sus patadas de acero, su cabeza de gol. Su amigo lo había traicionado. Después de seis meses de jugar sin recibir salario se retiró y volvió a los potreros donde ahora después de cuarenta años de edad sigue jugando por unos pocos pesos que le pagan las empresas para las que juega los fines de semana. Quien le dijo ser su mejor amigo lo traicionó, y, lo vendió por unos cuantos pesos y de paso se le tiró el futuro porque por no ser el dueño de su propio pase, nunca pudo jugar para un buen club. Su mejor amigo le causó el peor mal, que es esclavizar económicamente a las personas, privarlas de cualquier oportunidad de triunfar y prosperar, puesto que aun después de retirado seguía siendo dueño de su pase, quien se había declarado su mejor amigo. Otros clubes quisieron contratarlo pero o pudieron porque el pedido del intermediario era extremadamente alto para la ocasión.

    Así es la vida cuando se confía en los amigos Su mejor amigo de la infancia, le robó sus primeros zapatos y el otro amigo más importante, todo su futuro de gran jugador de futbol. Pero de los tropiezos, no solo se levantan las uñas, también se aprende, ya, él conoce a la perfección los pro y los contras de esa profesión y tiene un hijo que salió mejor que él para jugar, lo va a adiestrar y este chico florecerá y dará sus frutos con la experiencia del papá y gozará de los aplausos no para él sino para su hijo y entonces el orgullo será grande y doble como un doble tábano sobre un débil caballo para que el mundo lo reconozca como uno de los grandes en el futbol. Es que ese chico fue escogido por Dios para crecer con éxito.

    CAPITULO CUATRO

    La traición de la esposa y el amigo.

    HASTA LOS AÑOS ochenta del siglo veinte, era normal que a los pueblos de centro y sur América llegaran toda clase de mercaderes. Entre ellos, no podían faltar los circos con su enorme carpa bien templada y pista cubierta de aserrín, viruta de madera o cascara de arroz, con su inconfundible olor a boñiga de animal salvaje, donde animales domésticos, unos, domesticados otros, con sus domadores de animales feroces, vestidos con indumentaria propia de hombres cazadores de fieras en la inmensa jungla Africana y látigo en la mano con estrepito sonido, que entregaban su vida al azar metiéndose en la jaula de las fieras, haciéndoles rugir, para que el respetable, sintiera la impresión de desafiar la muerte; y su séquito de trapecistas, que confiados en que diez metros abajo los libreas les salvaran la vida en caso de caer al vacío, hacían famoso el circo con sus números de altura, a los que popularmente les llamaban maromeros, de los cuales, vendían copias en los almacenes de juguetes para niños y no pocos padres fue lo único que pudieron comprar en una pobre navidad para obsequiar un juguete a sus hijos; los maromeros de madera eran un juguete popular, pero los de verdad, son hombres fuertes que en sus manos retienen la vida intacta de quien por el aire viene sin más red que la de las manos de su compañero que ansioso y con nervios le espera sabiendo que en sus manos está el único seguro de vida o protección para su par, y, hermosas mujeres que en cada función no solo con sus vuelos cortan el aire, también la respiración del respetable, al dar el triple salto de la muerte, que solo se consigue después de muchos años de interés profundo, acompañado de prácticas diarias, hasta adquirir el inmenso conjunto de cosas para realizarlo, precisión en el tiempo y el espacio, temple en los nervios, capacidad de entregarse al azar exponiendo la vida misma, solo para cultivar la retina del respetable quien después de todo pagará con un aplauso, la entera confianza en el fuerte que recibe, porque si bien es cierto que el que, o la que, vuela por los aires está exponiendo su vida, no es menos cierto que el que atrapa y apresa en el aire tiene la enorme responsabilidad de responder por la vida de su compañera, siendo este el numero más tenebroso porque aunque en todos se expone la vida, menos en el de los payasos y malabaristas, es este donde más peligro hay porque una falla de segundos en el tiempo de ida y regreso, o de precisión al recibir pueden dar al traste con la vida del artista. Equilibristas, hombres hasta los pies vestidos con trajes de fina seda o pobre popelina que vestían con orgullo de artista definido y mujeres tentadoras con maquillaje altanero de rojos labios, cejas negras y tez de harina de arroz, con diminutas faldas de colores varios, con pequeñas arandelas en torno a su delgada cintura, exhibiendo su majestuosa figura de mujer hermosa, sus amplias caderas, y sus largas y bien torneadas piernas, perfectamente cubiertas con mallas transparentes y bustos adornados con satines de colores, mientras que su espalda la cubrían sus largas cabelleras, con moños de cintas adornados y flores de claveles que en la altura de la cuerda floja parecían desvanecerse, cortando la respiración de los asistentes, cuando por su imaginación pasaba el sentimiento de caer de las alturas, para luego reincorporarse y terminar su número, agitadas de cansancio, mostrando al sonreír su dentadura hermosa como perlas de un collar a la espera del aplauso, muchas veces convertido en una ovación como retribución al exponer la vida. Pulsadores, hombres o mujeres que atenidos a la fuerza de sus pulsos caminan en sus manos, sostienen los cuerpos de varios de sus compañeros haciendo diferentes figuras donde la fuerza es la invitada de honor. Contorsionistas, hombres y mujeres que desde su infancia han sido entrenados para doblar su cuerpo formando con él una pelota, con lo cual aterran al respetable, dejando la impresión de no tener huesos o de sr de goma. Malabaristas, hombres y mujeres capaces de jugar con muchos artefactos a la vez sin dejarlos caer al suelo, hazaña que solo se consigue con mucho entrenamiento y sirve para engañar aterrorizando la retina del respetable. Y los inolvidables payasos que con la cara untada de vaselina primero y luego con colores hace de su cara algo risible siendo cada uno de ellos el propietario de su caracterización que ningún otro cómico podrá usar por ser ajena, y, con el alma vuelta pedazos como el de la película Joker, tienen que salir a hacer las delicias del público, porque no solo es su deber, sino su obligación hacer reír al respetable, así esté viendo agonizar a su madre, y, en la última expiración de ella, oye el llamado para hacer su presentación, donde el respetable público debe reír a mandíbula batiente como lo expresa su léxico circense, donde el hombre no puede mostrar su dolor porque la gente pagó para ver y escuchar al artista, al payaso, más no al hombre, al humano. Es que al respetable, no le importa que se esté muriendo la madre del artista, pagó para ver una función y a eso es que va, a verla, a gozar, y en este caso a reír de las pantomimas y entradas cómicas del payaso, que en el pequeño camerino de viruta y lona, dejó tendido el cuerpo de la madre en su última agonía, mientras de sus ojos salen lagrimas de hombre, lagrimas de humanoide entristecido viendo desaparecer la vida de quien vida le diera, pero eso no lo sabe ni le importa al respetable público.

    CAPITULO CINCO

    De los pregoneros y otros rebuscadores que formaron la cultura de los pueblos.

    TAMBIÉN ERAN VISITADOS los pueblos por las ciudades de hierro que iniciaron sus presentaciones a finales del siglo diez y nueve, pero su verdadero apogeo fue en el siglo veinte donde su principal atracción publicitaria era la famosísima rueda de Chicago, por haber sido la ciudad en donde se fabricó y se exhibió la primera de ellas, y, que impactó no tanto por su altura como por el paisaje que podían observar los que a ella se subían, el no menos recordado carrusel de animales hechos con fibra de vidrio y que eran son y seguirán siendo la mayor atracción para los niños, más todas sus otras atracciones de hierro forjado, y, las presentaciones de el hombre lobo, la mujer esqueleto, o la transformación de mujer a serpiente, el hombre que comía candela o el faquir que se acostaba sobre una cama de clavos dentro de una urna de cristal para ser exhibido o el hombre de acero que tiraba su cuerpo sobre filosos vidrios sin que le pasara nada, o el mago, que vestido de frac y corbatín con impecable camisa blanca al parecer, porque la verdad era que compraban pequeños paquetes que traían el cuello, la pechera y los puños perfectamente almidonados, cuyos trucos al movimiento de la varita mágica aun impresionan a todas las generaciones.

    Luego hacía parte del folclor Latinoamericano el vendedor ambulante, el que llegaba cada ocho días a los pueblos, en día de mercado para vender todo lo que en él no había; pregoneros de sedas traídas de Italia o la India, pero que realmente eran hechas en Medellín, Colombia, Paños ingleses fabricados en Manizales Colombia, cacharreros que surtían los pueblos de hilos, agujas, cuchillos, navajas, linternas, yescas para hacer candela y otras cosas no menos importantes, como espejos y portarretratos, coloretes de cebo y polvos de harina de arroz llamados flores de Niza, aceite de aguacate, la glostóra o lechuga para endurecer el cabello y el maravilloso libro que anunciaba los cambios de la luna y era el poseedor de todo el santoral cuyos nombres llevaron ilustres hombres y mujeres sumisas, matronas de los pueblos, sacados de ese mismo santoral; solo bastaba saber el día en que había nacido para buscar el nombre en el santoral de tan importante como popular libro llamado El Almanaque Bristol también hecho por la linterna en Medellín Colombia, pañuelos rabo de gallo para amarrar en el cuello y de hilo o seda para meter en el bolsillo, medias de hilo o seda para hombre del número siete al once y medio o doce.

    También llegaban los pregoneros de productos farmacéuticos, manejadores de serpientes, encarnaciones de indios de cabellos largos cuando no se usaban, plumajes de colores y nariguera, que comían carne cruda o hígado de res para impresionar al auditorio cuando la sangre chorreaba por los brazos, vendedores de pomadas analgésicas, rubefacientes y hemostáticas; tónicos para rejuvenecer de adentro para afuera curando el hígado, el vaso, los riñones, tonificando los pulmones y purificando la sangre, siendo el elixir de la eterna juventud y linimentos que eran el panacea para acabar con todo enemigo de la salud humana. También llegaron huyendo de la guerra de otros pueblos hombres y mujeres, unos con documentos que entraron como agricultores a Colombia por ser este un país estrictamente agrícola y la burocracia les creyó pero nunca sembraron una mata de nada y los que también llegaron indocumentados que buscaron pueblos alejados donde no existía fuerza pública, para evitar ser detectados, en zonas de paz como en la costa atlántica donde al extranjero se le rendía pleitesía solo por no hablar correctamente el castellano, y fueron atendidos con la hospitalidad de los criollos, noble e inocentes y amigables; todos personas honestas, comerciantes Arabes según su linaje; estos pusieron de moda el caseo que fueron los que en la década de los cuarenta, en el siglo veinte llegaron en busca de una paz que si encontraron, mientras se asentaron para luego salir a las ciudades y cuya profesión no era otra que la de ser los mejores vendedores del mundo y, se podían ver por las calles de los pueblos con paquetes de cortes de seda, tela, paño o crespón, perfectamente bien empacados, y puestos en sus hombros. Se les veía tocar con los nudillos, en todas las puertas para ofrecer su bergancia barata a precios que boste nunca va a conseguir, y cuya filosofía era no desayunar hasta que no se vendiera el primer corte de tela, o sea hasta que se lo ganara. Después de estos iconos de las ventas, vinieron vendedores, caseadores de todas partes, especies y lugares, incluyendo muchos criollos que arremedaban la manera de hablar de los árabes, para ellos hacer lo mismo, aunque no con la misma eficacia, porque un árabe le deja a usted la mercancía para que se la pague como a usted le dé la real gana, lo importante es que se la pague cumplidamente y usted será el mejor cliente para él.

    CAPITULO SEIS

    El encuentro

    CIERTA VEZ SE encontraron tres hombres en un pueblo, en día de mercado, todos eran caseadores, o lo que hoy llaman vendedores puerta a puerta, que resulta ser lo mismo. Sus nombres eran Elías, un hombre al que le podríamos llamar bonachón, de uno con ochenta metros de estatura doscientas libras de peso, de buen humor y muy amigable, siempre tenía una sonrisa en su rostro, de tez blanca y un rojo subido en sus mejillas, usaba sombrero de fieltro, camisa de tela y pantalón de dril y zapatos de piel de vacuno.

    El otro era Jairo, este sí que era más bonachón, medía uno con cincuenta y cinco metros de estatura con ciento noventa libras de peso color canela en su piel y usaba ropa de paño Inglés, con camisa y corbata de seda y calzado bien lustrado, con una sonrisa permanente en sus labios que mostraba una hilera de dientes muy blancos y perfectos, aparentaba ser muy buen amigo solía decir que él se daba por entero a la amistad y que si le tocara morir por un amigo lo hacía. Sus amigos lo llamaban cariñosamente con el sobrenombre de El negro Lumunba.

    El tercero se llamó Alfonso Gonzalo, vestía camisa de hilo, pantalón de dril naval y zapatos de piel con mucho uso; su color en la piel, trigueño claro, más claro que el negro Lumunba de contextura fuerte y ciento ochenta libras de peso; este era un hombre serio, sin sonrisa, seco, solo hablaba lo necesario y con nadie compartía una mesa en el bar o el restaurante, era poco amistoso, lo llamaban cusumbo solo tenía por sobrenombre mejoral porqué diariamente tomaba de esas pastas. Había estado varias veces en la prisión por lesiones personales, pero su profesión como la de los otros dos, era la misma: vendedores de mercancía puerta a puerta o caseadores, como se les llamaba en la época, y, era un trío de amigos Siempre viajaban juntos a todos los pueblos, se quedaban en el mismo hotel, y salían a comer juntos aunque Alfonso se sentara en otra mesa. Alfonso y Elías tenían esposas e hijos pero el negro Lumunba no. Los tres mataban los ratos libres jugando billar o entraban al cine, si uno no tenía determinado corte de tela, seda o terciopelo, pero tenía un cliente para vendérselo un compañero se lo prestaba, si uno no tenía para el pasaje o el hotel el amigo le solucionaba el problema, en síntesis los tres amigos se compaginaban muy bien. Elías confiaba perfectamente en el negro Lumunba mientras que con Alfonso la amistad era de puertas para afuera, es decir en la calle y en el trabajo. Los Lunes que todos estaban de regreso a su ciudad de origen, solían ir de compras para renovar el surtido que casi siempre se agotaba en los pueblos, especialmente en las zonas de tolerancia donde las meretrices acaparan las sedas y los encajes, el Nylon, los tules y el satín lo mismo que la ropa intima. Dentro del extenso gremio de vendedores de mercancías, desde pregoneros, baratilleros, maneros estos son los que venden a la mano, y caseadores, las dos personas que más se estimaban eran: Elías y Jairo, era un par de entrañables e íntimos amigos, que la fuerza de la costumbre, de

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