Comunicación y democracia en México: el efecto de comunicación
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Jesús Becerra Villegas
Jesús Becerra Villegas Doctor en ciencias de la educación por la Universidad Iberoamericana, Noroeste. Obtuvo los grados de maestro en metodología de la ciencia por la Universidad Autónoma de Nuevo León y licenciado en ciencias de la comunicación por la Universidad Regiomontana. Actualmente se desempeña como profesor investigador en la Unidad Académica de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Zacatecas, México. Se encuentra adscrito a la línea de investigación Estado, regímenes políticos y conflictos sociales. Actualmente trabaja temas de complejidad en ciencias sociales y comunicación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt.
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Comunicación y democracia en México - Jesús Becerra Villegas
PRESENTACIÓN
Quien llega a una disciplina social se encuentra con una tradición que ha consolidado ciertos objetos y métodos de trabajo. Esto supone que la disciplina se ha construido a sí misma como una cultura en la que existen criterios para establecer preguntas y sus respuestas plausibles. A su interior, se encuentran conceptos precargados semánticamente que no sólo significan, sino que también califican. Aparecen en el vocabulario para aludir defectos que más vale evitar o, en su caso, atributos convenientes para perseguir. Comunicación y Democracia son dos de esos términos útiles para construir un itinerario de pensamiento y acción político. Es sencillo reconocerlos como el tipo de premios que en una oferta de campaña atraen adhesiones, a la vez que pueden ser usados para diferenciarse y descalificar a los contrincantes. De muchos modos se establecen por acumulación semántica en nuestra experiencia como soluciones adecuadas a problemas, pero sólo a condición de ser debidamente llamados, ante todo, con los nombres justos. Recordando un uso inesperado del consumo, expuesto por García Canclini (1995), se puede decir que comunicación y democracia sirven para pensar, por lo tanto, son en última instancia no sólo puntos de llegada, sino modos de llegar, de emprender el trabajo académico. Resulta posible proponer que la democracia es un arreglo social, así como también lo es el atributo que con él se pretende alcanzar, y que para lo que sirve crear la categoría que los nombra es para hacernos pensar. De igual modo, algunas características de la democracia se dejan abordar mejor desde la categoría comunicación.
Utilizar comunicación y democracia como categorías para el análisis de diversos objetos sociales es asumirlas como mucho más que términos al interior de una disciplina y nombrar mediante ellas una propiedad ya observable o que apenas se busca visibilizar. En el mismo acto en el que las empleamos como instrumentos de operación; es decir, como categorías, abonamos a constituir como disciplinas los espacios académicos a los que pertenecen. Precisamente, sabemos de la madurez de una disciplina y afirmamos que ha creado un logos propio siempre que constatamos que el término que comenzó designando su problema u objeto de estudio ahora se usa como categoría, con la que se puede pensar lo propio y lo que hasta ese momento se ha tenido por ajeno.
Conviene establecer una distinción en el desenvolvimiento de los dos términos que atendemos ahora. Empleamos el término comunicación para nombrar objeto, categoría y además disciplina, pero con democracia denominamos solamente objeto y categoría, en tanto que remitimos el término a otra disciplina: la ciencia política. Esto se debe a que el ámbito político posee un arreglo de constelación tal, que términos fuertes como democracia, Estado y poder, además de otros que le pertenecen parcialmente como derecho y conflicto, quedan contenidos en el de política, sin devenir reductibles entre sí. Por lo tanto, la relación que analizamos, comunicación/democracia es una especificidad de lo que se conoce como comunicación política. Consideramos que ésta y comunicación para la democracia son extensiones y, sobre todo, aplicaciones del pensamiento comunicacional. Se trata de un nuevo recorrido para constituir la comunicología a partir de la estrategia de aproximar la comunicación hacia aquellos procesos y dimensiones sociales que pueden e incluso deben ser vistos como expresiones de una propiedad que llamamos comunicación. Así, el asunto no se limita a arreglar un atajo para afirmar directamente que la comunicación se entiende mejor cuando se emplea en su estudio la categoría comunicación o para entender como procesos comunicacionales otros que no tenían por fin último comunicar. De lo que se trata es de emprender una tarea epistemológica que permita pensar que, en los hechos, se da un efecto de comunicación. Dicho efecto ya designa algo peculiar: existen casos en que al comunicar no sólo ocurre la comunicación, sino que lo producido puede pertenecer a otra dimensión. Complementariamente, una acción social es siempre, en algún grado, acción comunicativa: hay también un efecto social que produce comunicación.
La democracia, a su turno, es una particularidad de lo político como éste lo es de lo social; también es un dispositivo de pensamiento que guarda su propia forma de relación concreta y simbólica con la comunicación. Se trata de una relación doble y desigual: hemos propuesto la democracia como un arreglo; agregamos que ella permite y además requiere un ejercicio de la comunicación de modo horizontal y sostenido. Existe, pues, un juego de reciprocidades que hace necesario enunciar características asociadas a la comunicación y a la democracia, supuesta cada una como atributo de la otra. En lugar de definiciones, intentamos una descripción compacta de visualizaciones cruzadas: Desde la democracia, entendemos por comunicación todo acto social culturalizado para el intercambio funcional de contenidos del pensamiento y el ser, a fin de producir sentidos capaces de orientar acciones de potencial político, desde interpersonales hasta sociales con impacto buscado en la más amplia escala. De modo correspondiente, desde la comunicación, consideramos la democracia como una categoría de pensamiento con vocación horizontal que conduce acciones políticas para la constitución de regímenes como medios de acceso al mejor de los modos posibles de distribuir y ejercer el poder social en un contexto social específico. Dicha democracia es también una función de actos e instituciones, entre los que se encuentran la comunicación, las tradiciones culturales que se ejercen y los imaginarios a los que se asocian. Afirmamos que en regímenes como el mexicano contemporáneo, la democracia es el objetivo central institucionalizado del tejido de la comunicación para la acción política. De modo particular, la comunicación horizontal en redes de contacto, sea cara a cara o mediada, opera como un modelo prearmado para pensar la democracia en su esencia y en sus problemas. En otras palabras, la horizontalidad comunicacional sirve de dispositivo y referente para el cálculo de la democracia.
Dos categorías analíticas pueden ser subsumidas la una en la otra, con distintos resultados en términos de lectura. Un título como Democracia para la comunicación en México denominaría una ruta plausible, si bien acotada a ciertos casos en los que justamente se designan las formas nacionales resultantes en las que las prácticas de comunicación devienen posibilitadas y garantizadas por arreglos democráticos situados en contextos específicos. En cambio, la propuesta Comunicación y democracia en México deja abiertos espacios para habilitar, entre otras, una hipótesis que proponga que la democracia es una práctica de comunicación que presenta distintos niveles, y que se debe a una construcción cultural nacional que la instituye para garantizar, como uno de entre innumerables bienes políticos, la protección de las prácticas comunicacionales. El que la comunicación aporte su cuota en la construcción de la democracia se debe a que aquélla tiene en ésta su mejor garantía para preservar su existencia y su calidad en tanto especificidad lógica e histórica. Es así como debe entenderse que la comunicación se institucionaliza en la democracia, en tanto que ésta es el mejor de los dispositivos posibles para el buen ejercicio de la producción viable del sentido social. Puesta la figura de relación en el dominio simbólico, proponemos que la comunicación es fuente de producción de la democracia; es decir, que la democracia es la falange con la que toma existencia cierta forma de la comunicación.
Los pasos dados
En la presente obra reconocemos la doble y asimétrica relación, en muchos casos oposicional, que ha marcado la ruta de desenvolvimiento de los procesos de comunicación y el ejercicio de la democracia. Sostenemos la premisa de que se trata de un despliegue siempre en devenir y sociogeográficamente situado. De ello el título alusivo al recuento de pasos dados en el rejuego imperfectamente recíproco entre comunicación y democracia en el México contemporáneo. La tesis en torno a la cual se hilvanan los trabajos se condensa en los siguientes términos:
Los grandes medios de comunicación, y más marcadamente la televisión, han jugado un papel central en la construcción del tipo de democracia que se desarrolla en México. Desde su aparición en el país, han operado su plan de negocios en paralelo a la construcción de una agenda política. En ella han transitado de la subordinación al Partido Revolucionario Institucional a erigirse en fuerzas con la capacidad de imponer sus intereses al conjunto del Estado y someter a sus instituciones. El resultado, siendo mucho más que bidimensional, se cristaliza en un sistema de medios y una forma de democracia que se deben mucho entre ellos y que, en su complejidad, generan problemas que configuran la vía institucional. Todo esto, desde luego, ocurre sin ser una mera versión mexicanizada de lo que tiende a ocurrir en otras culturas, sino un arreglo identitario nacional.
La obra es un producto colectivo, fruto de un recuento y adecuación de trabajos realizados a propósito de procesos políticos en los que la comunicación se encuentra abiertamente implicada, sea como posibilitadora, sea como resultante. Se trata casi en su totalidad de tesis de maestría en Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Zacatecas, México, dirigidas por el coordinador del libro. En ellas predomina el análisis de acontecimientos puntuales y cruciales en términos de comunicación y política en México. El trabajo aquí antologado tiene menos por objetivo contribuir al pensamiento político y la constitución de su logos, que la afirmación de la categoría comunicación para aplicarse a la dimensión de lo político en México a partir del siglo XX. Esta decantación no se ha tenido como premisa de trabajo, sino que resulta de la lectura a posteriori de investigaciones así emprendidas por estudiantes de la ciencia política que mayoritariamente provienen de las llamadas ciencias de la comunicación y cuentan con prácticas concretas en el oficio, como el periodismo y la comunicación institucional; es también el caso del director de esas tesis y coordinador de la obra. Así pues, el presente libro busca su inscripción en el campo académico de la comunicación, tanto por la estrategia de pensamiento como por su objeto final: si bien existe en el capitulado una constante en la atención a procesos democráticos, la especificidad de ellos se liga directamente a prácticas y organismos de comunicación.
El primer capítulo del libro es un trabajo conceptual en el que Leonel Álvarez y Jesús Becerra proponemos el encuadre para leer los procesos de comunicación y política que se han vivido en el mundo y en México, y que se corresponden con las formas en las que se construye un cierto tipo de democracia; esto es, ciertos diseños y prácticas, especialmente subterráneas para la dominación. Después de una discusión introductoria sobre el concepto de orden, que vinculamos a las dimensiones de la comunicación y la política, retomamos como primer eje de análisis el desempeño institucional con especial atención en el aprendizaje, que permite proyectar las instituciones como entidades vivas capaces de generar y acumular excedente organizacional. Posteriormente, describimos algunos procesos centrales en la reforma del Estado mexicano, como saldos de las luchas de fuerzas políticas al amparo de una noción de democracia puesta al servicio de intereses de dominación. Destacamos la afirmación de que el gradualismo en los pasos emprendidos en la política no ha constituido un Estado nuevo, democrático. El capítulo materializa de algún modo un proyecto de colaboración iniciado por Leonel Álvarez Yáñez, cuyo fallecimiento interrumpió tantas cosas. Los autores planeábamos abordar la relación entre los pensamientos de comunicación y política. Lo que finalmente forma parte de este trabajo mayor lleva una buena dosis de cautela de mi parte, en tanto que las discusiones compartidas fueron apenas las preliminares. Esta condición me lleva a optar por una exposición más bien breve que espero que mi coautor y mentor hubiese aprobado. Asumo como errores de interpretación de mi parte todas las fallas que la concepción de la idea y su desarrollo puedan contener.
En el segundo capítulo, Consolidación de la prensa mexicana
, Nilovna Legaspi Coello retoma el conjunto del sistema de medios considerados desde la perspectiva de su tarea informativa, como función más directamente ligada al tema de la democracia. Justamente, el análisis comienza con la discusión de la necesidad que tiene el modelo neoliberal de instaurar la democracia en el país, para luego valorar el papel que despeñan los medios en el sistema y explicar la evolución de la prensa en su relación con el Estado. Tal como se hace en otros capítulos de la presente obra, la autora arriba a la consolidación del poder político de la prensa.
Cierra con referencias casuísticas a la participación de la prensa en las que se dejan ver las prácticas de control ejercidas por el Estado mexicano y que bien pueden servir para construir una cronología de los tiempos fuertes de la compleja relación medios-política. Esto es especialmente notorio en diversas elecciones presidenciales, como la autora expone; destaca en la aproximación la exposición a varias voces de testimonios y análisis que recupera tanto para referir casos como tendencias. Entre ellas, explicita la diferencia en los ritmos y profundidad de los cambios entre los medios impresos, en los que las formas de reacomodarse y aun de promover nuevos marcos para la democracia fueron más bien heterogéneos, en comparación con la televisión, más concentrada y visible en su relación con el Estado mexicano, en paralelo al cual ha jugado el papel de fiscal y juez.
El capítulo tercero, Subordinación, disputas y coincidencias: una aproximación al desarrollo del sistema de medios de comunicación en el México moderno
, es obra de Iulisca Zircey Bautista Arreola. Consiste en un análisis en el que destaca el sistema de medios electrónicos, es decir, radio y televisión, si bien muchas de sus características se extienden al negocio de la comunicación o, precisamente, al negocio que consiste en circular representaciones, información y entretenimiento en las filas del electorado y los entes del poder político. Al efecto, sigue la periodización desarrollada por Exeni (2005), que propone tres etapas para el caso mexicano: 1) la influencia de la política en los medios (1950-2000); 2) la influencia de los medios en la política (2000-2006) y 3) la disputa por influir (2007-2011). En la tarea de leer y amplificar a cierto detalle la periodización, adopta la concepción de Macpherson para abordar el espacio político como uno de mercado. Observa en distintos procesos históricos el ejercicio de maximización de ganancias y reducción de costos, sin importar el daño causado al proyecto de democracia del país. Ello resulta de un modelo que no se compromete con la ética el ejercicio de la comunicación y la política ni, mucho menos, de las relaciones entre ellas. El capítulo da cuenta de la forma en que el modelo estadounidense de medios electrónicos se tradujo en México en concentración y negocio. La renta política, económica y cultural derivada de la construcción clientelar electoral acusa la existencia de una democracia de mercado que se vuelve más compleja e inestable, a medida que Estado y medios definen sus fortalezas, en parte al competir por los públicos. Se trata de la etapa que vivimos en los tiempos que corren.
En seguida, Wendy Dinora Huerta Espino emprende en el capítulo El Estado y la industria televisiva en México (1950-2010)
una relatoría más específica, atenta a un medio, en el que destaca la empresa Televisa en su relación con el Estado. Repasa el papel jugado por el Estado en la formulación del modelo comercial para la televisión en la década de los cuarenta, así como en la regulación concentradora que tiene un punto culminante en las Leyes Federales de Telecomunicaciones y de Radio y Televisión (ésta llamada Ley Televisa), de 2006. El episodio, ya referido en los capítulos previos por su importancia, es analizado en este turno como la pieza jurídica que buscaba Televisa para formalizar el poder que había ejercido de manera fáctica en contraprestación de sus servicios al Estado mexicano, dentro de un contexto de legislación y observancia laxas. Si bien los resultados del proceso fueron parcialmente revertidos por la vía judicial, alcanzaron al duopolio televisivo para cambiar la correlación de fuerzas respecto a los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional e, incluso, a los poderes Ejecutivo y Judicial a nivel federal. La observación de los beneficios conseguidos a partir de entonces por las televisoras en términos económicos y de poder político, permite adelantar los siguientes movimientos para completar la tarea jurídica. Así, las conclusiones del capítulo, a manera de epílogo, aluden a la reforma constitucional del sector telecomunicaciones y su reglamentación del 2013. Tal proceso es posterior a la tesis de la que emana el trabajo y de la que ocupa su trabajo doctoral, en proceso al cierre de la presente obra.
El quinto capítulo es de Emma Dolores Carlos González, única autora procedente del área académica del derecho. En Las campañas negativas y sus efectos en la democracia mexicana
ofrece una discusión sobre la polémica en torno a las indecisas prácticas para regular del uso de los medios en las campañas políticas. La autora presenta el asunto desde diversas aristas, entre las que destacan la inhibición o promoción de la participación ciudadana; las indecisiones sobre privilegiar el tutelaje de los derechos a la información junto a la libertad de expresión o la protección frente a la difamación; la espectacularización de la política al lado de la judicialización de los comicios; la imposibilidad de medir los impactos de los medios en las votaciones; el desgaste de la credibilidad de las instituciones electorales y los partidos, así como, finalmente, el efecto de todo ello en la construcción de la democracia mexicana. Si bien la discusión del modelo de comunicación en los procesos electorales se encuentra viva en distintas democracias, en concordancia con su propia cultura política, la autora deja en claro que los problemas que trata son los propios del modelo mexicano y de su inmadurez democrática. La ineficiencia de los órganos constituidos para promover o sancionar las acciones correspondientes a la tareas electorales, se mantiene como acuse de la pobre cultura institucional del país, que infructuosamente busca ser fortalecida con medidas regulatorias o, por el contrario, alentada mediante la relajación de las mismas.
La obra cierra con un sexto trabajo, coautorado por Sergio Octavio Contreras Padilla y Jesús Becerra Villegas, derivado de una publicación de ambos bajo el título El modo de comunicación capitalista
. El trabajo agrega al hecho de presentarse como coautorado algunas peculiaridades adicionales: en primer término, se trata de un documento más corto, que deriva en buena parte de la tesis de Sergio Octavio para optar por el grado de doctor en Ciencia Política, también por la Universidad Autónoma de Zacatecas, México. Dicha tesis, como las anteriores igualmente estuvo bajo mi dirección. Una segunda característica del escrito consiste en que difiere del resto de los trabajos que componen esta obra al no ocuparse de los medios que en el análisis proponemos caracterizar como verticales. Incluso el quinto capítulo, sin ser un trabajo que los tenga por objeto alude sólo a las campañas negativas que se entablan desde los medios establecidos, ya que es en ellos donde las regulaciones pueden ser aplicadas. Así pues, este último capítulo tiene mucho de epílogo por ofrecer una perspectiva complementaria sobre los medios horizontales, en este caso a propósito de movimientos sociales relativamente recientes. El trabajo de análisis emprendido en este ejercicio tiene como objeto lo que hemos preferido denominar sistemas de comunicación, especialmente identificados con los medios masivos, pero cada vez más también por redes sociales técnica y culturalmente disponibilizados. Partimos de una distinción inicial considerándolos respectivamente como modelos vertical y horizontal. Afirmamos que la existencia de esta dualidad confrontada constituye probablemente el rasgo fundamental en que se materializa el arreglo social vigente en tanto modo de comunicación capitalista. Al efecto, describimos con cierto detalle un par de procesos centrales que dan cuenta de las propiedades lógicas y los procesos históricos de dicho modo: los flujos de comunicación y la cultura wiki.
Debido a que los trabajos que componen la obra se articulan principalmente desde el campo académico de la comunicación, vale la pena mencionar que junto a la imprescindible comparecencia de autores de la ciencia política existe otra más amplia de estudiosos de la comunicación. Desde luego, los acontecimientos puntuales a los que se