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Su majestad el albur
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Libro electrónico171 páginas2 horas

Su majestad el albur

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Si usted odia los albures, adquiera este libro para ver si mejora. Si le gustan, cómprelo igualmente. Si supone que es un libro pelado, déjelo. En todo caso, forme usted parte de las mayorías que se divierten jugando con las palabras sin hacerse daño, y trate de sumarse a las legiones que luchan por borrarle seriedad a la vida. El buen juego alburero puede ser pícaro y altisonante, pero no lépero. Sergio Corona sostiene con razón que la vulgaridad estriba en explicarlo.

Sin quebrantar el albedrío de cada lector, es recomendable no saltarse párrafos ni capítulos, porque se puede perder el objetivo de la obra, que es la vindicación del albur como muestra mexicana de ingenio y cultura. Para ello se le ubica en un contexto que incluye arte, historia y filosofía. Ingredientes que forman parte del ser humano y sus modos de expresión.
IdiomaEspañol
EditorialDiscos Luzam
Fecha de lanzamiento29 jun 2021
ISBN9786078427000
Su majestad el albur

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    Su majestad el albur - Fernando Díez de Urdanivia

    Coronita.tif PRIMERA PARTE

    De la boca a las orejas

    Antonio de Nebrija (1441?-1522), gramático puntero de nuestra lengua, afirma que prosodia es acento. Con ello nos da una pista para perseguir los albures orales. Sostiene que las palabras fueron halladas para decir lo que sentimos y no, por el contrario, el sentido ha de servir a las palabras. Concluye con la aseveración elemental de que cada vocablo traspasa en las orejas del auditor lo que queremos decir.

    Gracias a estas ideas estamos ante la índole de las palabras como expresión de sentimientos, y como instrumento maleable según las necesidades. Pensar lo que se dice y decir lo que se piensa es un doble ejercicio de reflexión y de probidad que quizás la mayoría no practicamos. Homero (s. VIII a.C.), padre de la poesía occidental, regañaba a los protagonistas de La Ilíada por las palabras que dejaban escapar del cerco de sus dientes.

    Cada término pronunciado puede expresar varias cosas dependiendo del emisor; dónde lo dice, por qué lo usa, a quién lo dirige; cuál es el contexto en que se maneja y hasta la atmósfera que lo rodea.

    La voz es óptimo patrimonio. Gutierre Tibón (1905-1999) llamó a la expresión popular una de las mayores riquezas de nuestra lengua, concentrada en proverbios, máximas, paremias, sentencias: la más genuina, la más auténtica manifestación de la filosofía del pueblo.

    En torno a la posición de este libro, hay bases que conviene dejar sentadas. Explicar la música es hablar de lo inefable. Explicar un albur es echarlo a perder. Se dice que las traducciones traicionan y las versiones poéticas, a veces muy buenas, son ya otro poema. El albur es definitivamente intraducible, y vale la pena pensar si es superior al lenguaje común, como muchos lo consideran.

    Pasatiempo predilecto es ponerse a echar albures. La diversión queda sujeta a la destreza de los participantes. Si alguno sobresale, el buen resultado dependerá de que los demás no estén lejos en aptitudes. De haber novatos, la contienda se volverá reiterativa, tediosa y a veces imposible.

    Si hay algo lamentable en lo que en México se llama hoy cultura, es la pérdida inexorable del idioma. Un conductor de televisión que habla con propiedad es garbanzo de a libra; un reportero que sabe usar verbos, adjetivos y pronombres, es casi pieza de museo; un joven que en cada diez palabras no usa güey nueve veces, se antoja ficción extraterrestre. Hubo en el pasado algunos personajes peculiares, de habilidad insólita y sapiencia singular, que se dedicaban a cazar gazapos. Hoy no se darían abasto.

    Sólo a los cuates

    El buen albur es muestra de amistad. Eraclio Zepeda (1937-2015) señala con razón que un cuento se le puede contar solamente a las personas que uno quiere. Con el albur pasa más o menos lo mismo. Alburear a desconocidos puede ser riesgoso.

    ¿Qué papel representa el albur en la escena mexicana de hogaño? Mi temor es que el albur está siendo diversión procaz y no juego inteligente. Abandona las trincheras del humor sano, para ocupar las de una guerra que sólo se empeña en lastimar al contrario. Este hecho indudable está repercutiendo en lo que se podría llamar "aversión moderna hacia el

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