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La isla etaria: Tercera edad y medios de comuniación
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La isla etaria: Tercera edad y medios de comuniación
Libro electrónico259 páginas3 horas

La isla etaria: Tercera edad y medios de comuniación

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La vida activa, la vida laboral, no es la vida. Cuando se supera esta etapa "productiva", socialmente hablando, comienza otra, diferente pero igual de enriquecedora, tanto para las personas mayores de 65 años como para todos aquellos y aquellas que las rodean. En este libro se habla sobre el papel que los mayores tienen en una faceta particular, la de los medios de comunicación, en su rol de personaje representado, pero también en su rol de actor/productor de mensajes. En definitiva, es un recorrido actual sobre el papel de este sector de población, cada vez más amplio, en la radio, el cine, la televisión, los videojuegos y las redes sociales hoy por hoy.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 feb 2021
ISBN9788418406324
La isla etaria: Tercera edad y medios de comuniación

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    La isla etaria - Virginia Guarinos

    Menéndez

    Unas palabras preliminares. Rumbo a la isla

    El libro que ahora comienza a leer surge de una necesidad investigadora. El equipo de investigación AdMira ha dedicado en sus doce años de andadura parte de sus investigaciones a análisis de productos audiovisuales en su relación con diversos colectivos sociales desfavorecidos en una clara tendencia a la investigación-acción, intentando aportar desde las limitaciones propias todo lo posible a los elementos que se han considerado más marginados o desfavorecidamente representados en los productos audiovisuales. Mujeres, colectivo LGTBIQ+, adolescentes, inmigrantes han formado parte de nuestras publicaciones individuales y colectivas en busca del zerotipo, por una sociedad sin estereotipos, como aparece en el nombre oficial del grupo de Investigación en medios, imágenes y relatos audiovisuales para el cambio social.

    Con el paso del tiempo algunos de los que formamos parte de este equipo hemos ido creciendo, madurando y envejeciendo. Era el momento de centrarnos también en un colectivo que, desafortunadamente, constituye uno de los más maltratados en representación y existencia en los medios y tanto en ficción como no ficción, la tercera edad. El miedo al envejecimiento de la cultura contemporánea ha ejercido un doble movimiento: hacia la construcción del estereotipo tradicional del anciano/a como persona limitada y necesitada de cuidados en el final de una existencia, como carga social, a quien devolver con gratitud y cierto paternalismo los servicios prestados cuando eran útiles socialmente, viejos malhumorados, además, en clara oposición millennials vs baby boomers; y hacia el lado opuesto, los jovenzuelos saludables, estereotipo generado a partir de los estados del bienestar, el de la vejez como edad dorada, el del envejecimiento activo que ha recreado, a través de la ficción y la publicidad también, en los últimos años un perfil prototípico, modelo de comportamiento, que prácticamente ha creado en vez de mayores joviales, jóvenes con canas en aras de la efebocracia.

    El título de este libro no es casual. Los estudios etarios en comunicación audiovisual en España aún continúan siendo una cápsula a-isla-da y pequeña, aunque nosotros preferimos usar este término de isla más en relación al concepto de paraíso, ese lugar donde los mayores de 65 puedan verse reflejados y reflejadas, y puedan sentirse estudiados y centro de atención primordial, porque de ellos venimos y hacia ellos vamos. No se puede olvidar que La ínsula Barataria fue ese episodio que Cervantes incluyó en El Quijote para demostrar la valía de Sancho, el segundón necesario. Pues en esta isla etaria, los mayores de 65 ya no serán los personajes secundarios, los rellenos de las series familiares para resolver una trama, los temas colaterales de otros centrales en los informativos… En esta isla etaria serán los protagonistas de la acción.

    Desde la libertad ensayística también queremos jugar, poniendo en práctica algo que tantas veces hemos estudiado los miembros de AdMira, a la transmedialidad. Por eso, cada uno de los capítulos de este libro está incompleto, aunque tiene sentido en sí mismo. Y si desean rematarlo y conocer algo más de cada uno de ellos, tienen la opción de hacerlo en el programa radiofónico así titulado, La isla etaria, de RadiUS, la radio de la Universidad de Sevilla, a través de este enlace: https://radio.us.es/programa/la-isla-etaria/. Aquí encontrarán ampliación de los temas y entrevistas interesantes con protagonistas y consumidores, espectadores, oyentes de estas edades implicadas.

    Si ya están preparados y preparadas, enfúndense el neopreno y acompáñennos buceando rumbo a la isla etaria.

    Dra. Virginia Guarinos

    Directora de AdMira

    Prólogo. Jóvenes y vitales a los 80, ¿por qué no? Una pequeña introducción a los estudios etarios

    ¹

    La edad es intermitente

    Glenda Laws

    El pasado 18 de septiembre de 2020 fallecía Ruth Bader Ginsburg a los 87 años de edad, jueza del Tribunal Supremo (Supreme Court) de los Estados Unidos. Con casi 30 años de carrera en el alto tribunal, la jueza Ginsburg ha devenido en una especie de icono pop por su carácter fuerte y decidido en la defensa de los derechos civiles, curtida en mil batallas feministas y de justicia social (racial y LGBTI+). La jueza Ginsburg ha sido un ejemplo para jóvenes estadounidenses y del mundo entero por su lucha, su trabajo y su tantas veces encarnizada defensa de posiciones progresistas a favor de los sectores más desfavorecidos de la sociedad norteamericana. Los jóvenes llevaban su imagen en camisetas, carpetas, cuadernos y todo tipo de memoralia. Una mujer de 87 años, icono de la juventud.

    No es el único ejemplo. Lo hemos visto también con Bernie Sanders, que con 79 años de edad ha sido, en las dos últimas campañas electorales norteamericanas, el líder más valorado y seguido por la juventud, llegando a congregar a 25.000 jóvenes en Los Ángeles el 2 de marzo de 2020.

    Y un último ejemplo, la incombustible Jane Fonda, actriz, militante desde su juventud en la defensa de los derechos civiles, raciales, feministas y por la diversidad sexual e identidad de género y, más actualmente, dura defensora de los derechos medioambientales, luchadora contra el cambio climático e impulsora del Green new deal, liderazgo que le ha valido numerosos arrestos por parte de la policía que, sin embargo, no se atreve a llevarla ante los tribunales. Fonda, protagoniza una serie, Grace and Frankie, donde prácticamente se interpreta así misma, una mujer en los ochenta, fuerte, peleona, autónoma y sexy. ¿Por qué no? Jane Fonda se ha convertido de nuevo (todo el mundo recuerda a una joven Jane Fonda peleando contra la guerra de Vietnam) en un icono para la juventud por su compromiso, pero ahora con sus 83 años.

    Se puede ser joven y vital con 80 años. Todo depende del espejo sociocultural en que se mire. No únicamente tiene en esto voz la medicina. Desde un punto de vista geriátrico, seguramente Ginsburg, Sanders o Fonda deberían estar dando paseos al sol y ser personas alejadas de la vida pública y laboral, aparcadas y apartadas, ¿inservibles? Pero han decidido que su edad les sirve también para aportar su experiencia de vida. Están en los ochenta. Y ¿qué?

    La profesora Margaret Morganroth Gullette del Women’s Studies Research Center de la Brandeis University, una de las grandes investigadoras en esa área de conocimiento que llamamos Estudios Etarios (Age Studies), afirma que las etapas en las que se suele dividir la edad de las personas son un gran catálogo de ficciones², puesto que no son más que un constructo cultural, unas fronteras borrosas que no están basadas en ninguna objetividad, donde la catalogación de las edades y las generaciones van y vienen, se estrechan o se amplían a conveniencia de los tiempos. ¿Cuál es el margen de edades que comprende la juventud? ¿Qué años son los que incluye el concepto de la mediana edad?

    Ninguna objetividad. Lo que sí sabemos es que no es un asunto que afecta de modo único (ni exclusivo) a la gerontología, ni a la geriatría o, en general a la medicina, puesto que el envejecimiento biológico está mediado por la construcción cultural: envejecer no es lo mismo siendo rico o pobre, siendo mujer o siendo hombre, o siendo hombre gay o siendo una mujer lesbiana o una mujer transexual (que desgraciadamente no llegan en muchos países a esa edad al ser asesinadas mucho antes; el horror de los transfeminicidios aumenta año tras año en todo el mundo).

    El envejecimiento no es un asunto únicamente de edad, no es únicamente una cuestión biológica y/o sanitaria y/o medicalizada, sino una experiencia vital personal y social, comunitaria y cultural con implicaciones en la economía, la política y toda la variedad de circunstancias materiales y psicológicas que la rodean.

    Es por ello que los estudios etarios, los estudios sobre la edad y el envejecimiento, son un área de estudio marcadamente interdisciplinar donde se cruzan también con los estudios culturales y los estudios de género y, como demuestra este libro, con los estudios fílmicos, televisivos y audiovisuales, porque de lo que se trata es de estudiar los discursos, las prácticas y representaciones que construyen el significado social y cultural de la edad y del envejecimiento y, así, estudiando sus manifestaciones, expresiones y representaciones, ayudar a entender cómo se crea la visión limitada de las etapas de vida de las personas, de la vejez y la discriminación por edad así como la división por edad y generaciones.

    Así, hemos pasado de una preocupación (y estudio) desde la medicina y la salud, a un estudio cultural de la edad y el envejecimiento de las personas. Y es que, por un lado, la esperanza de la vida crece (de ahí el inestable concepto, por ejemplo, de juventud o mediana edad, que cada vez abarcan más años) y, por otro lado, la invisibilización y el vacío social, cultural, económico y político de las personas mayores aumenta. Se da constantemente una discriminación por edad y nos parece lo más normal del mundo (este ya no es su tiempo), a la vez que el imperio de la juventud pretendidamente perpetua intenta ocuparlo todo a nivel social, cultural pero también laboral y económico (prejubilaciones con apenas 50 años, por ejemplo). Es la marginación de la arruga. Y la decadencia masculina entra ahora, ya, en juego: el hombre maduro hetero pierde su encanto y protagonismo; obviamente el gay queda, como siempre, absolutamente borrado (incluso de Grindr). Es la exaltación de la piel tersa y firme. El futuro económico glorioso de los cirujanos plásticos. Pero es, y tenemos que tenerlo claro, una ideología, un constructo, un artificio (del capital).

    Los estudios culturales han insistido e insisten (con razón) en sus estudios sobre género, clase, orientación sexual y raza, pero debemos aplicar también nuestra atención a la edad como lo venimos haciendo con el resto de categorías de la diferencia. Es otra realidad trasversal. Es otro factor que debemos siempre incorporar en nuestros estudios. También la edad tiene unas implicaciones de clase (se habla ya de clase etaria), raza y sus implicaciones particulares de género y diversidad sexual, así como de exclusión.

    Debemos aportar otra visión crítica frente al planteamiento imperante; como diría Chenoa, no plastifiques mi corazón / ya estoy cansada de cuerpos duros³.

    Y en el área de las representaciones audiovisuales tenemos un gran campo de trabajo en esa línea: aportar crítica a las representaciones y discursos que se manejan en los medios y, además, siguiendo la tradición de los estudios culturales, deberíamos hacer hincapié en la autorrepresentación de las personas ancianas, en ser capaces de acometer y ver su propia mirada sobre sí, con toda su complejidad, con toda su diversidad.

    Este libro es, sin duda, un buen ejemplo de ello.

    Francisco A. Zurian


    1 Quiero expresar mi agradecimiento al Grupo de Investigación AdMira de la Universidad de Sevilla (y muy especialmente a su directora la profesora e investigadora Virginia Guarinos) por su amable invitación a unirme con un breve texto introductorio a este magnífico libro.

    2 "Los estudios etarios como estudios culturales. Más allá del slice-of-life" en Debate feminista, Vol. 42, 2010, octubre, Disponible en:

    http://debatefeminista.cieg.unam.mx/df_ojs/index.php/debate_feminista/article/view/821/726.

    3 Chenoa: Cuando tú vas, canción compuesta por William Luque, 2002.

    Capítulo 1. La vieja radio del salón

    La programación radiofónica española hecha por y para mayores de 65 años

    Virginia Guarinos

    De todos los medios analizados en este volumen, si hay alguno que presente una relación longeva con la tercera edad, ese es, sin duda, el medio radiofónico, tanto por existencia histórica del mismo, que acaba de cumplir en agosto de 2020 su primer centenario, como por la fidelidad de los oyentes de este segmento de edad. En estas páginas se buscarán algunas relaciones más profundas entre la radio y el ser humano de edad superior a los 65 años, en concreto las que se mantienen entre la radio y el sector envejeciente como consumidor y como productor de discursos radiofónicos.

    1.Un edadismo a gritos

    El segmento de población que actualmente supera los 65 años ha tenido en la radio convencional su referente comunicativo a lo largo de toda su vida. La relación de la vejez con la radio, desde el punto de vista histórico y de audiencias, además de pertenecer a nuestro imaginario colectivo (¿quién no recuerda a un abuelo o abuela pegados a un transistor?), se fundamenta en la idea de encontrar en este tipo de oyente un consumidor fiel, diario, que participa activamente con intervenciones en directo a través de llamadas telefónicas o mensajes en contestador en una amplia gama de programas en todas las principales radios comerciales españolas, convirtiéndose en sustentadores del medio. No obstante, solo revisando el tipo de publicidad que se inserta en los programas de las diversas parrillas, ya se observa que no son muchos los productos destinados a ellos y ellas los que se emiten en cuñas, de lo que se deduce que existe una diferencia importante entre el oyente deseado y el oyente real, o una parte muy importante de ese número de oyentes. El oyente deseado de las radios es un hombre, o mujer, maduro, en plenitud de sus condiciones laborales y con poder adquisitivo medio-alto.

    Este hecho ya supone dar la espalda, desde el punto de vista simbólico, a este sector, lo que se ve agravado de forma explícita por la escasez de programas dedicados a ellos y ellas y por la escasez de referencias al grupo de población como tema en los informativos o programas de otros géneros y formatos. En claro contraste con otros medios y productos audiovisuales, se puede decir que la radio adolece de edadismo, un edadismo positivo, pero edadismo al fin y al cabo. En la publicidad, en las series de ficción, en los programas de entretenimiento televisivo, la presencia como personajes o como protagonistas reales, e incluso público en plató de mujeres y hombres mayores, es una realidad. Aun tratándose de una representación interesada, al menos los espectadores se encuentran con correlatos en los productos audiovisuales con los que identificarse. En la radio no sucede este hecho.

    En estas circunstancias se produce además otro elemento que concierne a la representación de los sujetos protagonistas: un vuelco diametral entre la imagen que desde hace dos décadas se lleva difundiendo de los mayores y la nueva imagen, que no es más que el retorno a la ancianidad del pasado. La edad dorada desaparece de la radio en los últimos tiempos. El sector de jubilados y envejecientes ha sido en las dos últimas décadas el objetivo de venta de todo tipo de productos vinculados al esplendor y la calidad de vida de un envejecimiento activo y económicamente potente, con mucho tiempo libre y poder adquisitivo para desarrollarse en el ocio y el cuidado personal. La edad dorada deseable, ociosa y solvente da paso a otra imagen atada a una realidad social que domina los medios (en época de pandemia, la sucedida a nivel mundial mientras se escribe este libro, desde marzo de 2020) vinculada a la dependencia, la enfermedad y la muerte.

    Es cierto que hemos asistido en los últimos veinte años a la resignificación de todas las edades. Los niños se han convertido en sujetos con derechos, los jóvenes en sujetos de incertidumbre, los adultos en autoridades simbólicas y los envejecientes en potenciales consumidores de ocio, siempre presentes en series de televisión familiares o en el cine como personajes secundarios, y ya también con productos audiovisuales específicos destinados para ellos, como igualmente posibilidades de acceso, aprendizaje

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