Diccionario de nombres propios
Por Sergi Pàmies y Amélie Nothomb
3.5/5
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El destino de la niña Plectrude, nacida en prisión de una madre de diecinueve años que asesinó a su marido semanas antes de dar a luz, será el de una lucha contra la compulsión a repetir el destino maldito de su madre. Criada con la familia de una tía, destaca enseguida por su belleza salvaje, por un don casi sobrenatural de seducción que hace caer a sus pies a cuanto ser se cruza a su paso. Con la excepción del chico que ella ama. Esta novela muestra cómo Nothomb combina dos capacidades sorprendentes: la de inventar historias a una velocidad casi mayor de la que cualquier escritura pudiera seguir y la de tener un control completo de su materia, como si cada una de sus novelas fuera una pieza dentro del vasto mundo que su obra está destinada a representar, como una Comedia humana del siglo XXI.
Amélie Nothomb
Amélie Nothomb nació en Kobe (Japón) en 1967. Proviene de una antigua familia de Bruselas, aunque pasó su infancia y adolescencia en Extremo Oriente, principalmente en China y Japón, donde su padre fue embajador; en la actualidad reside en París. Desde su primera novela, Higiene del asesino, se ha convertido en una de las autoras en lengua francesa más populares y con mayor proyección internacional. Anagrama ha publicado El sabotaje amoroso (Premios de la Vocation, Alain-Fournier y Chardonne), Estupor y temblores (Gran Premio de la Academia Francesa y Premio Internet, otorgado por los lectores internautas), Metafísica de los tubos (Premio Arcebispo Juan de San Clemente), Cosmética del enemigo, Diccionario de nombres propios, Antichrista, Biografía del hambre, Ácido sulfúrico, Diario de Golondrina, Ni de Eva ni de Adán (Premio de Flore), Ordeno y mando, Viaje de invierno, Una forma de vida, Matar al padre, Barba Azul, La nostalgia feliz, Pétronille, El crimen del conde Neville, Riquete el del Copete, Golpéate el corazón,Los nombres epicenos, Sed y Primera sangre (Premio Renaudot), hitos de «una frenética trayectoria prolífera de historias marcadas por la excentricidad, los sagaces y brillantes diálogos de guionista del Hollywood de los cuarenta y cincuenta, y un exquisito combinado de misterio, fantasía y absurdo siempre con una guinda de talento en su interior» (Javier Aparicio Maydeu, El País). En 2006 se le otorgó el Premio Cultural Leteo por el conjunto de su obra, y en 2008 el Gran Premio Jean Giono, asimismo por el conjunto de su obra.
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190 clasificaciones7 comentarios
- Calificación: 1 de 5 estrellas1/5Pésimo. No os molesteis en leerlo. Una pérdida de tiempo.
- Calificación: 3 de 5 estrellas3/5It was a fairly strange little book, but I really enjoyed it a lot. I like the author's writing style, although as its a translation maybe I should be wary about being completely certain in case things have been added or lost in the process. The story itself rolled along well, it was almost dreamlike & a little unreal. The only thing that disappointed me was the ending. Whilst it did fit in with the story very well, it seemed far too rushed - almost like the author had got bored with the story & wanted to wrap it up in half a page. It really let the rest of the book down.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Gothic Nirvana! Each novella I read by Nothomb makes my skin go all bumpy. She oozes such beautiful, dark, twisted and elegant writing.
This story follows the tragic story of Plectrude, an orphan taken in by her Aunt. The background of this girl is tragic and what happens throughout the story is deeply tragic. TRAGEDY! Oh, how I love thee. For some reason I'm pulled in when a story contains anything twisted, dark and tragic. I believe it must be due to the fact that this makes something unusual, and unusual things make interesting things. Nothomb not only knows how to turn a mundane story into something so much more, but she can also play with some of the best Authors in the Gothic genre. I must devour more of her novellas... more I say! - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5'I gave myself to the snow in the garden, I lay down beneath it and built a cathedral around me, I saw it slowly raising the walls, then the vaults, I was the recumbent figure with the cathedral all to myself, then the doors closed again and death came in search of me, white and gentle at first, then black and violent, it was going to take me away when my guardian angel came to save me at the very last minute.'I read this odd but extremely entertaining 126 page novella in two sittings and less than two hours. Born in tragic circumstances, Plectrude is adopted as a baby by her loving aunt and uncle and raised as their third child. She is an eccentric child, unpopular at school but a star in her dance classes, imaginative and driven, cursed by her off-putting name and the allure of her dancer's eyes. The end of this strange story is surreal but effective.
- Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Plectrude, the main character of this book, knows nothing about her past. She is unaware of the fact that her mother killed her father and then killed herself. She knows nothing about her mother’s dreams that she “not be limited at all.” There is something special about Plectrude, nevertheless, and all who come to know her discover this about her. She has haunted eyes and an intriguing way. Her aunt and uncle, who raise her, feel this specialness, and allow her to do things her foster siblings are not allowed to do, to experience things her siblings are not allowed to experience. It all ends, as it must, in tragedy, though not in a way the reader might expect.The story felt very jerky to me, like playing a game of chess with character and moving the pieces suddenly across the board. The ending, though surprising, felt false and silly.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Has all the qualities that makes me love Nothomb's writing: a storytelling that is deceptively simple, clear and exact. A story that is light in it's tone, but with sharp teeth hiding behind that casual smile. And a twist at the end that has the same sort of quality as a punchline in a joke (without being very funny) in that it makes everything fall into place in a completely new way, tilitng the perspective.120 slim pages, used with a nonchalant, skipping lightness that makes the pages turn themselves. I'm always left with the feeling that I've read Nothomb's books too quickly. This is no exception. A bitter bonbon of a book.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Nothomb has a surprise for the reader and for the book's character "Amelie Nothomb" at the end of this fairy tale.
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Diccionario de nombres propios - Sergi Pàmies
Índice
Portada
Diccionario de nombres propios
Notas
Créditos
Lucette llevaba ocho horas de insomnio. En su vientre, el bebé tenía hipo desde la víspera. Cada cuatro o cinco segundos, un gigantesco sobresalto sacudía el cuerpo de aquella chiquilla de diecinueve años que, un año antes, había decidido convertirse en esposa y madre.
El cuento de hadas había comenzado como un sueño: Fabien era guapo, aseguraba estar dispuesto a todo por ella, ella le había tomado la palabra. La idea de jugar al matrimonio había divertido a aquel chico de su misma edad y la familia, perpleja y conmovida, había visto cómo aquellos dos niños se ponían su traje nupcial.
Poco después, triunfante, Lucette anunció que estaba embarazada.
Su hermana mayor le preguntó:
–¿No te parece un poco pronto?
–¡Nunca es pronto! –respondió la pequeña, exaltada.
Poco a poco, las cosas dejaron de ser tan maravillosas. Fabien y Lucette discutían mucho. Él, que tan feliz se había sentido por su embarazo, ahora le decía:
–¡Más te vale dejar de estar loca cuando nazca el niño!
–¿Me estás amenazando?
Él se marchaba dando un portazo.
Sin embargo, ella estaba segura de no estar loca. Deseaba que la vida fuera rica e intensa. ¿Acaso no había que estar loca para desear otra cosa? Deseaba que cada día, cada año, le aportara el máximo.
Ahora se daba cuenta de que Fabien no estaba a la altura. Era un chico normal. Había jugado al matrimonio y, a continuación, jugaba al hombre casado. No era un príncipe azul. Ella le irritaba. Él decía:
–Ya está, le da otro ataque.
A veces, se mostraba amable. Le acariciaba el vientre diciendo:
–Si es niño se llamará Tanguy. Si es niña, se llamará Joëlle.
Lucette pensaba que odiaba aquellos nombres.
De la biblioteca de su abuelo, cogió una enciclopedia del siglo pasado. Allí uno encontraba nombres fantasmagóricos que presagiaban ásperos destinos. Lucette los anotaba concienzudamente en trozos de papel que a veces extraviaba. Más tarde, alguien descubría, aquí y allá, un arrugado jirón sobre el que estaba escrito «Eleuthère» o «Lutegarde», y nadie comprendía el sentido de aquellos exquisitos cadáveres.
Muy pronto, el bebé empezó a moverse. El ginecólogo decía que nunca había tenido que vérselas con un feto tan inquieto: «¡Es un caso!»
Lucette sonreía. Su pequeño ya era excepcional. Esto ocurría en los no tan lejanos tiempos en los que todavía no era posible saber el sexo de los hijos de antemano. Poco le importaba a la chiquilla encinta.
–Será bailarín o bailarina –había decretado, con la cabeza llena de sueños.
–No –decía Fabien–. Será un futbolista o una pesada.
Ella le lanzaba puñales con la mirada. Él no lo decía por maldad, sólo para hacerla rabiar. Pero ella veía en aquellas reflexiones de niño grande la huella de una vulgaridad redhibitoria.
Cuando estaba sola y el feto se movía alocadamente, ella le hablaba con ternura:
–Adelante, baila, hijo mío. Yo te protegeré, no permitiré que te conviertas en un Tanguy futbolista o en una Joëlle pesada, serás libre para bailar donde te apetezca, en la Ópera de París o para bohemios.
Poco a poco, Fabien había adquirido la costumbre de desaparecer tardes enteras. Se marchaba después del almuerzo y regresaba hacia las diez de la noche, sin dar explicaciones. Agotada por el embarazo, Lucette no tenía ánimos para esperarle. Cuando él llegaba, ella ya dormía. Por la mañana, él se quedaba en la cama hasta las once y media. Se tomaba una taza de café con un pitillo, que fumaba mirando al vacío.
–¿Qué tal? ¿No estás demasiado cansado? –le preguntó ella un día.
–¿Y tú? –respondió él.
–Yo estoy engendrando un niño. ¿No te habías enterado?
–Ya lo creo. No hablas de otra cosa.
–Pues ya ves, resulta muy cansado, figúrate, estar encinta.
–No es culpa mía. Tú te lo has buscado. No puedo llevarlo en tu lugar.
–¿Se puede saber a qué te dedicas por la tarde?
–No.
Ella estalló de rabia:
–¡No sé nada! ¡Ya no me cuentas nada!
–Aparte del bebé, no te interesa nada.
–Sólo tienes que ser interesante. Entonces me interesaré por ti.
–Soy interesante.
–¡Venga, a ver si eres capaz de interesarme!
Suspiró y se marchó a buscar una funda. Sacó un revólver. Ella abrió los ojos como platos.
–Eso es lo que hago por las tardes. Disparo.
–¿Dónde?
–En un club secreto. No importa.
–¿Y las balas son de verdad?
–Sí.
–¿Para matar a gente?
–Por ejemplo.
Ella acarició el arma con fascinación.
–Empiezo a ser bastante bueno, ¿sabes? Le doy al corazón del blanco con el primer disparo. Es una sensación que no puedes imaginar. Me encanta. Cuando empiezo, ya no puedo parar.
–Entiendo.
Entenderse no era algo que les ocurriera muy a menudo.
La hermana mayor, que ya tenía dos hijos, visitaba a Lucette, a la que adoraba. Le parecía tan guapa, tan endeble con su enorme barriga. Un día, discutieron.
–Deberías decirle que buscara un trabajo. Va a ser padre.
–Tenemos diecinueve años. Nuestros padres nos mantienen.
–Pero no os van a mantener eternamente.
–¿Por qué me fastidias con estas historias?
–Es importante, caramba.
–¡Siempre tienes que venir a estropear mi felicidad!
–Pero ¿qué dices?
–¡Y ahora seguro que vas a decirme que hay que ser sensata, y que patatín y que patatán!
–¡Estás loca! ¡Yo no he dicho eso!
–¡Ya está! ¡Estoy loca! ¡Ésta ya me la esperaba! ¡Tienes celos de mí! ¡Quieres destruirme!
–Venga, Lucette...
–¡Fuera! –gritó.
La hermana mayor se marchó, aterrada. Siempre había sabido que la benjamina era frágil, pero aquello tomaba proporciones inquietantes.
A partir de entonces, cuando ella la llamaba por teléfono, Lucette colgaba al oír su voz.
«Ya tengo bastantes problemas», pensaba la hermana menor.
En realidad, sin confesárselo, sentía que se encontraba en una vía muerta y que su hermana mayor lo sabía. ¿Cómo iban a ganarse la vida en el futuro? Fabien sólo se interesaba por las armas de fuego, y ella no servía para nada. No iba a convertirse en cajera de supermercado, vamos. De hecho, probablemente ni siquiera fuera capaz de serlo.
Hundía un cojín sobre su cabeza para no pensar más en ello.
Aquella noche, pues, el bebé tenía hipo en el vientre de Lucette.
No podemos imaginar la influencia del hipo de un feto sobre una chiquilla encinta y con la sensibilidad a flor de piel.
Por lo que respecta a Fabien, dormía como un bendito. Ella, en cambio, iniciaba su octava hora de insomnio, y su octavo mes de embarazo. Su enorme barriga parecía contener una bomba de relojería.
Cada sacudida parecía corresponder al tictac que la acercaba al momento de la explosión. La fantasía se hizo realidad: lo que se produjo fue, en efecto, una deflagración (en la cabeza de Lucette).
Se levantó, movida por una repentina convicción que le hizo abrir los ojos como platos.
Fue a buscar el revólver allí donde Fabien lo escondía. Regresó junto a la cama en la que el chico dormía. Apuntando a la sien contempló su hermoso rostro y murmuró:
–Te quiero, pero tengo que proteger al bebé de ti.
Acercó el cañón y disparó hasta vaciar todo el cargador.
Observó la sangre en la pared. A continuación, muy tranquila, llamó a la policía:
–Acabo de matar a mi marido. Vengan.
Cuando los policías llegaron, fueron recibidos por una niña embarazada hasta las cejas que sujetaba un revólver en la mano derecha.
–¡Suelte el arma! –le dijeron amenazándola.
–Oh, ya no está cargada –respondió ella obedeciendo.
Acompañó a los policías hasta la cama conyugal para mostrarles su obra.
–¿Nos la llevamos a comisaria o al