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Historias, Relatos Y Otros Cuentos De La Nada
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Historias, Relatos Y Otros Cuentos De La Nada
Libro electrónico241 páginas3 horas

Historias, Relatos Y Otros Cuentos De La Nada

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Todos los relatos que conforman este libro son historias de vida y crónicas de la vida cotidiana.
En GRACIAS A LA MISERICORDIA DE DIOS he recogido los relatos autobiográficos que forman parte de la vida de Eugenio Delfín, mi padre. Es una historia de vida que muestra los avatares de un niño de principio de siglo XX. Los mismos solo abarcan treinta años en la vida del relator, pero que en su vida se proyectan hasta el presente.
La importancia de haber recopilado estos relatos es porque ese mundo de su infancia ya comienza a perderse, a desdibujarse del horizonte de los saberes locales. Pues, el contraste entre su niñez y su vejez se acentúa cada día más. Además, es la historia que él sólo posee. Ya que no hay nadie vivo que lo haya acompañado en esas andanzas, que haga mención a lo que él vio y vivió.
Nadie más puede hacer mención del Eugenio niño, sólo él. De algún modo, en estos relatos él nos ha revelado su existencia particular haciéndola transferible a nosotros. Así, su mundo se abre nuestra conciencia. En este laberinto, el pasado y el presente se unen a través del relato.
Los otros relatos que conforman este libro AVENIDA DE POBRE CORAZONES y CUENTOS DE LA NADA son, por supuesto, crónicas cotidianas que atañen a mí vida. A mí desandar por diversas formas de pensar y de observar a las personas en su hábitat cotidiano, que es donde se generan las anécdotas, las historias que cada individuo construye en su hacer diario.

IdiomaEspañol
EditorialObed Delfin
Fecha de lanzamiento26 ene 2021
Historias, Relatos Y Otros Cuentos De La Nada

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    Historias, Relatos Y Otros Cuentos De La Nada - Obed Delfin

    PROLOGO

    El relato es palabra individual y poseedora un significado colectivo que implica una relación social, vinculado con el uso lingüístico y a la forma del discurso. El mismo es palabra que se dice, la cual es concedida a uno y a otro de la trama social. El relato dice de sueños de presentes y de recuerdos porque en el principio era la palabra, y ésta dice más de lo que uno puede creer. La narración oral habita entre los hombres y en todas las formas de aparición es lo que él es, una existencia duradera. Es éste siempre la palabra que se sostiene; sea que uno esté haciendo uso de ella o se haga fiador de quien toma el relato de otro. La recitación se sostiene como mensaje, como principio y como fin. Por eso, siempre está allí acompañando al hombre en su andar por el mundo.

    El relato es un hecho intrínseco al hombre, documento en que él se afirma. No pretende transmitir algo verdadero, solo significa saberes acumulados. Saberes comunes, particulares, locales y regionales; saberes que deben su fuerza a la dureza que lo opone a todo lo que lo circunda. El relato popular hace entrar en juego saberes discontinuos, descalificados, no legitimados. Se trata de la insurrección de saberes contra los efectos del poder que son dados en un discurso científico organizado dentro de un estado de cosas. En el caso del discurso positivista que clasificó a hombres y mujeres como Eugenio de «Juan Bimba» negándoles, así, su condición de persona.

    El relato es la reactivación de los saberes locales, en desorden y fragmentarios. El relato es la promesa de la palabra que quiere perdurar.

    Por esa razón, en GRACIAS A LA MISERICORDIA DE DIOS he recogido los relatos autobiográficos que forman parte de la vida de Eugenio Delfín, mi padre. Al transformarlos de lo oral a lo escrito he procurado conservar la forma del habla, los modos de decir; por ejemplo, el andino en muchos casos mienta el adverbio de lugar «ahí» como «hay». Estas historias de vida muestran los avatares de un niño de inicios del siglo XX venezolano andino, los mismos solo abarcan hasta los treinta años en la vida del relator, pero que en su vida se proyectan hasta el presente. ¿Por qué sólo treinta años? No sé. Se me podría acusar de falta de interés, de poca capacidad de indagación. En descargo, diré que esa fue una decisión tácita de Eugenio de contar hasta allí.

    Por otra parte, tal vez ese mundo de su infancia sea, por estar más lejano, el que ya comienza a perderse a desdibujarse del horizonte de los saberes locales. Pues, el contraste entre su niñez y su vejez se acentúa cada día más. Además, es la historia que él sólo posee. Ya que no hay nadie vivo que lo haya acompañado en esas andanzas, que haga mención a lo que él vio y vivió. Nadie más puede hacer mención del Eugenio niño, sólo él. De algún modo, en estos relatos él nos ha revelado su existencia particular haciéndola transferible a nosotros. Así, su mundo se abre nuestra conciencia. En este laberinto, el pasado y el presente se unen a través del relato.

    AVENIDA DE POBRES CORAZONES y CUENTOS DE LA NADA son relatos personales. El primero de estos corresponde a las cosas he ido viendo y pensando en mi recorrido sabatino hacia el Mercado de Quinta Crespo durante estos últimos años. CUENTOS DE LA NADA, por su parte, son narraciones aisladas, sucesos que me han ocurrido o que yo he inventado a partir de hechos reales. Estos dos últimos podrían ser, en partes, ficciones teñidas de realidades. Porque todo es posible en esta vida.

    Obed Delfín

    GRACIAS A LA MISERICORDIA DE DIOS

    LA PRESENTACIÓN

    Empezando por identificarme, soy Eugenio Delfín. El apellido es un poco raro, pero hay otros más raros como Barriga y Quijada. Nací en mil novecientos diecinueve. Para esta fecha ya tengo ochenta y ocho años¹1. He vivido en varias etapas. En mi infancia no conocí un juguete, yo mismo los construía. En mi adolescencia fue trabajar, puro trabajar porque así era y que se formaban los hombres.

    Me vinieron a poner en la escuela cuando ya tenía como catorce años. Ya para esa fecha necesitaba, por lo menos para mi persona, trabajar. Porque… tenía que tener lo que me hacía falta, nadie me la daba porque estábamos en una pobreza extrema. Resolví irme del lugar donde había nacido y me había criado. Y fui a dar a Barquisimeto. En Barquisimeto no me fue mal, me civilicé un poco porque iba completamente venao, ahí tuve un año. Aprendí un poquito más, luego volví a regresar al lugar. Seguí haciendo cosas para subsistir, que sería muy largo explicarlas. Entonces resolví irme pa’l Zulia, estando allá, no muy bien, conseguí trabajo en una contratista y ahí trabajé dos años; me… me civilicé un poquito más, conocí más. Me conocí, pues, yo personalmente y a mi prójimo.

    Después que me dieron carta de retiro en la contratista me vine otra vez a mi terruño. Ahí con lo que había ganado. El ranchito donde vivíamos y vivía mi mamá; eso era, bueno, eso no se le podía decir ni rancho, pero con lo poquito que había ganado vine y lo teché de zinc, ya se veía un poquito más moderno… el ranchito. Quedaron viviendo un poquito mejor y yo me volví.

    En ese viajecito, que hice, andaba vendiendo lo que había llevado para vender… y un señor me preguntó si quería reportarme; yo no sabía de eso nada, porque yo estaba completamente ajeno a eso, pues. Le pregunté:

    —¿Qué, qué era eso?

    Me dijo que era reportarse en la compañía, que era CREOLE².

    —Aaah, le dije, como no, sí quiero.

    Y me llevó. Me reporté, en seguida sin problema ninguno, el diecisiete de junio de mil novecientos cuarenta y ocho. Empecé a trabajar. Le trabajé a la empresa, primero CREOLE, después LAGOVEN, después la LAGO y después PDVSA, treinta y tres años.

    Desde ese entonces estoy jubilado, y gracias a Dios que me ha dado vida para gozar de mi jubilación, porque ya tengo veintisiete años jubilao. Le doy gloria a Dios por eso, porque me ha dado vida.

    Ahora estoy viviendo un poco más cómodo. Pero a mis antepasados no pude darles nada, porque se fueron, fue muy poco lo que ellos disfrutaron de mi trabajo. Ahora… lo estoy, estoy viviendo con mis nietos y nietas. Eso si, también le doy gracias a Dios porque me ha dado mucha prole y tengo quien me llore cuando muera; sé que no, no voy a quedar sobre la tierra sino que alguno de mis familiares me entierre… aquí estoy disfrutando de mi jubilación.

    El área señalada en el mapa corresponde al ámbito donde se desarrolló la infancia y la adolescencia de Eugenio. Ésta va de Bolivia a Valle Hondo, de Chejendé, San Felipe, La Ranchería y el Balambay. Se señala, además, el recorrido de los viajes a Motatán-La Ceiba.

    DE LAS ABUELAS Y LOS ABUELOS

    Mi mamá nació ahí en San Felipe³. El papá se llamaba Juan Simón Segovia. Era… no sé decir si era gomecista o era de antes de Gómez⁴. Creo que él era de esa gente que se llamaban, que le tenían el sobrenombre de sus partidos: Godos, Chutos, Lagartijos y Chau Chau⁵. Esos eran partidos. El papá de mi mamá era de esa gente. Pero no sé que nombre tendría el partido a que él pertenecía. Pero Godo no era, ni Chuto tampoco. Creo que él era Federal, una cosa así, yo no sé⁶.

    Era combatiente, él se la pasaba más combatiendo los focos esos que le salían contrarios al gobierno. Él se la pasaba combatiendo esa gente. Cuando Cipriano Castro llegó al poder, ya mi abuelo estaba muy viejito, muy viejito. Mi mamá, pues, zangaletona, muchachita; ya casi, casi una señorita, casi.

    De dónde vino mi abuelo, Juan Simón, no sé. Pero era Segovia, y los Segovia eran de aquí de Trujillo. Pero no sé, si ellos era que habían venido de lejos y se habían establecido, quien sabe en qué año, aquí en Trujillo. Quién sabe si eran españoles. Bueno, se quedaron.

    La mamá de mi mamá, que era María de la Encarnación Durán, ese era el apellido de ella, Durán. Así que nosotros somos Segovia Duran Delfín y Villegas, tenemos cuatro apellidos, que yo conozco, pues.

    Mi abuelo, Juan Simón, tuvo en la señora tres hijos. Ambrosio, el primero, Agueda⁷, la segunda, y Victorio, el tercero. Tres hijos. Agricultores, primero jornaleros, y después se pusieron a trabajar la agricultura por cuanta de ellos. Se liberaron del jornalismo.

    Mi mamá, era casi, casi una señorita. Pero no falta un travieso para engañar la muchachita, salió un tío mío, Juan Gregorio, se puso a enamorar la muchachita, ah bueno, quien sabe, lo cierto es que ella, mi mamá, tuvo un hijo de Juan Gregorio, que se llamó Fabricio.

    Mi papá bajó de por ahí de Bolivia⁸ buscando otro ambiente, otro panorama y tal, porque allá en Bolivia era muy critica la cosa. Bueno, allí lo amparó el señor Luque, porque no tenía más familia donde llegar y llegó ahí a esa casa. Consiguió amparo, se puso a trabajar, a recoger café. En ese trayecto se conocieron mi tío Ambrosio y él, se hicieron buenos amigos; y mi papá se enamoró de mi mamá, ya mi mamá tenía un hijo, se enamoraron. Mi papá estaba muy joven, muy jovencito. Se pusieron a vivir ahí, como se decía en ese entonces, en mancebo. Enmancebaos.

    Hasta que por fin vino una llamada santa misión predicando que los que estuvieran amancebaos no iban a entrar al reino de los cielos, sino que iban derechito al infierno sino se casaban. Metiéndole miedo a toda esa gente con esa predicación. Entonces, casi obligatoriamente, se regaba por el campo de que los que estuvieran amancebaos se fueran a casar. La santa misión los casaba sin cobrarles nada, para que no fueran a esa gran penitencia, de ir al infierno.

    Entonces, mi papá, ya tenía una muchachita, esa que se llamó Florenciana, ya la tenía. Eso fue pa’ mil novecientos dieciocho. Y el hijo que tuvo mi mamá fue pa’ cuando Cipriano Castro perdió el poder, que se lo quitó Juan Vicente Gómez, en mil novecientos ocho tuvo el primer hijo mi mamá, fue a Fabricio. En mil novecientos dieciocho tuvo a Florenciana o mil novecientos diecisiete, por ahí. Cuando se fue a casar, que fueron a Carache, tuvo que ir a Bolivia a legitimar la muchachita, para darle el apellido. La legitimó. Y después fue a Carache y allá en Carache lo casó la santa misión.

    De mi abuelo, Juan Simón, como ya estaba muy viejito murió⁹, de eso no se supo más nada. Pero cuando se formaban esos pleitos de los contrarios al gobierno de una vez lo llamaban a él. Armaba su gente, con aquellos fusiles viejos, que lo llamaban Mauser; bueno, eso y que era un arma muy pesada, y aplacaban las rebeliones. Con los Godos y los Chutos, que eran los más peligrosos, pues, y eran criminales; mataban sin ninguna clase de conciencia, entre todo los Godos.

    Por eso había un slogan en Trujillo, para ese entonces también mandaban los Batistas y los Araujos. Los cantores se ponían a cantar en la plaza Bolívar una copla que decía:

    «El que fuere Lagartijo busque su cueva temprano, porque viene Juan Araujo con el machete en la mano».

    No ve, porque había esos partidos: Lagartijos, Chutos, Chau Chau. Quién sabe ahora quiénes serán. Los adecos quién sabe qué nombre llevaban en ese entonces, los copeyanos. Pero esos eran los nombres. Y esa era la copla que cantaban allí en la plaza de Trujillo, en la plaza Bolívar. Cuando se ponían a cantar.

    La recompensa pa’ mi abuelito fue ninguna, ninguna. A pesar de que le sirvió tanto al gobierno aplastando esas rebeliones. Murió sin honores ninguno.

    Mi papá fue de otra manera. Mi papá, no, no se cuenta nada que alguno de esos fue combatiente, no. Sino que un muchacho¹⁰ de por ahí de Boconó se vino también, como se vino mi papá pa’ San Felipe buscando otro ambiente, otra vida mejor. Ese muchacho se vino de Boconó, también, buscando otra vida mejor y llegó quizás preguntando dónde había trabajo, trabajo bueno. Los trabajos buenos de ese entonces eran: arar, echar machete y escardilla, sembrar. Le dijeron, quizás, que donde había trabajo era en tal parte.

    Ya mi abuela, María Matilde, era dueña, o vamos a decir, era rica sin saberlo, sin saber que era rica, porque no tomaban, en ese entonces, interés en lo que tenían. Tenía unos grandes cañaverales, dos trapiches y muchos animales: ovejos, cabras, bestias. Que le había dejado, él que la adoptó. O mejor dicho, la mamá había sido adoptada. La mamá de mi abuela había sido adoptada por ese señor español, mi abuela se llamaba María Matilde Villegas, ese era el apellido del español que adoptó a mi bisabuela. La mamá de mí mamá Matilde. Entonces, mi mamá Matilde, cuando murió la mamá de ella, quedó dueña de todo eso.

    Eran unas cuantas hermanas. Porque no era ella sola. Pero ellas pidieron su partecita de herencia en dinero y se desparramaron. Una cogió por ahí, por los lados de Torococo¹¹, se casó. Otra, llegó a San Felipe, se casó. Otra, llegó por ahí a Chejendé, y se casó. Otra, se fue ahí por Cuicas¹², y se casó también. Juan Gregorio, que era hermano también de mi mama, de mi abuela, llegó a San Felipe, ahí se estableció y se hizo rico.

    Pero mi abuela quedó con todo lo demás, porque éstos lo que recibieron fue dinero. Y mi mamá¹³ quedó con toda esa animalera, cabras, ovejas, bestias y dos trapiches y cañaverales; y buenas tierras propias.

    Llegó ese muchacho de Boconó. Ese muchacho se vino de por ahí de Guaramacal¹⁴ buscando otro modo de vivir, llegó, consiguió trabajo, quizás, de cortador de caña o asistente de los trapiches, quién sabe qué trabajo le dieron. Se estableció ahí, en Bolivia. La dueña era mi abuela, María Matilde Villegas, estaba jovencita, los hermanos se habían ido.

    Entonces este muchacho, llamado Manuel Delfín, se enamoró de mi mamá Matilde. Pero creo yo, supongo, que no se enamoró porque era bonita. Ella era afro, africana, porque la mamá de ella era legítima africana, que había venido con ese señor Villegas, pero ya viejos la adoptaron, era negra africana, negra, negra; y así era mi mamá Matilde, mi abuela, negra con el pelo pegoncito, pegoncito; pero con una dentadura que cuando se reía eso parecía que tenía una mopa de algodón, blanquita la dentadura.

    Y el señor ese, muchacho, mejor dicho, dijo yo, no se enamoró de mi mamá Matilde porque era bonita, ella era negra con el pelo pegoncito, sino que se enamoró de lo que ella tenía. Bueno… pero le propuso matrimonio y mi mamá aceptó. El muchacho ese se casó con ella.

    Ah… ya cuando se casó era más diferente, ya tenía un representante más de las posesiones; comenzó a trabajar muy bonito, aquello fue prosperando con el cuidado de aquel muchacho y tal. Y la señora comenzó a tener hijos. María Matilde comenzó a tener hijo, tuvo unos cuanto, tuvo tres hembras, a Reyes, Andrés, Juan, Manuel y Luciano¹⁵, eso fueron los varones; las hembras eran tres, Margarita, Amelia y Matildita, esas eran las tres; total que fueron como ocho hijos que tuvo. Después que tuvo esos ochos hijos se paró la cosa, la paridera.

    El muchacho ese no estaba viejo, porque él llegó muy jovencito. Pero comenzó a venderle, a vender, pues, como era el dueño, comenzó a vender. Vendió un trapiche, comenzó a vender las bestias y a vender otras posesiones allá en El Carrizal, a vender unos rebaños de ovejos. Pero no falta alguien que esté sin que lo pongan, que esté de vigilante, no falta. Entonces, aquella persona, que no lo habían puesto de vigilante, se estaba dando cuenta de lo que estaba pasando y le advirtió a la señora, no sé si fue mujer u hombre, pero le advirtió. Y le dijo.

    —Ponga cuidao señora, que parece que si usted no pone cuidao va a quedar en la carraplana. Porque su esposo está vendiendo todo. Y vea que usted tiene mucha familia. Ya le vendió un trapiche, le vendió unos cañaverales allá en El Carrizal, le ha vendio los animalitos, los ovejos. Ponga cuidao señora.

    Entonces mi abuela se puso mosca y le paró el trote al viejo, al esposo, le paró el trote.

    Le quedó un trapiche y unos cañaverales, pero pa’cá, de Bolivia pa’cá, donde llaman Juego de Bola, porque ya lo de El Carrizal lo había vendido todo, todito. El viejo había hecho una platica. Le quedó de Bolivia pa’cá, donde llaman Juego de Bola, un buen trapiche; y unos buenos cañaverales, bastante cabras. Las bestias, que eran lo que se llaman en aquel entonces arreo de mula, era pa’ pégale las cargas de panela y distribuirla en los pueblos, todo eso lo vendió. Le quedaron muy poquitas bestias pa’l otro trapiche, muy poquitas. Ya los arreo de mula los había vendío.

    Le paró el trote la vieja y el viejo se disgustó, como había hecho bastante plata, pues, se vino, la dejó, la abandonó. Se vino pa’ estos lados de Mitón¹⁶16, ahí compró una hacienda, que se llamaba, se llama Los Modroños; compró unos solares arriba en el llano de Mitón. Se puso a vivir con otra mujer.

    Mi vieja, mi abuela, quedó con sus hijos. Con José Andrés, Luciano y con Reyes. Porque Juan Bautista¹⁷17, ese se salió también; se fue, comenzó a deambular y fue a dar al Zulia y allá en el Zulia el que llegaba de una vez a trabajar en esas petroleras, no había control de nada, sino a trabajar; supiera leer o no era a trabajar, porque lo que había eran pura exploraciones y él se reportó ganando una tontería, seis bolívares como que era, lo pagaban en ese entonces con oro, una monedita; bueno… se reportó. Quedaron los otros muchachos con ella.

    Cuando comenzaron a enamorarse, cada uno busco su mujer. Ahora lo que le quedaron fueron las muchachas, también se casaron dos, la otra parió soltera.

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