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Efecto Platón El Poder De Pensar
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Libro electrónico202 páginas4 horas

Efecto Platón El Poder De Pensar

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Este texto que se ocupa de diversas cuestiones y todas constituye un camino que lleva a la filosofía como arte de vivir. El mismo está destinado a todo público, pues los problemas del vivir son de interés general y tienen que hacerse accesibles a todos. En este libro no hay un camino previamente trazado cuya comprensión requiera una lectura progresiva, desde la primera hasta la última página. Por el contrario, la oferta es variada y es un arsenal de propuestas que invitan a pensar, las cuales están ordenadas de una forma determinada pero se pueden combinar de muchas otras maneras. Cada apartado es breve y está concebido como una pieza que se puede ensamblar con otras que el lector considere adecuados.
Cada lector puede leer este texto a su manera, confeccionar su propio menú o leerlo de manera tradicional porque es una invitación a pensar por sí mismo. Está en posición, y es la idea, de juzgar por sí mismo. Por lo cual este libro invita al lector a detenerse y a reflexionar después de cada lectura e iniciar su propia deliberación sobre el tema. Todos los aspectos tratados pertenecen al ámbito de la filosofía del arte de vivir; a la idea de una vida plena y satisfactoria.
Este libro de filosofía es un diálogo abierto porque está lleno de cuestiones y problemas no resueltos. Pensar es sinónimo de inversión y placer donde se abordan los asuntos fundamentales del vivir humano, y estas cuestiones suponen un desafío para nuestra voluntad de poder.
La invitación, estimado lector, es la que ya nos hizo Immanuel Kant:
“Atrévete a pensar”

IdiomaEspañol
EditorialObed Delfin
Fecha de lanzamiento4 dic 2020
Efecto Platón El Poder De Pensar

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    Efecto Platón El Poder De Pensar - Obed Delfin

    "No impongas a los demás lo que no escogerías para ti"

    Confucio

    Este libro está escrito para ser leído y utilizado. Es un libro de filosofía, pero no un tratado filosófico ni un libro de texto, lo cual significa que tiene asuntos de utilidad porque pensar es experimentar e inventar nuevas posibilidades de vivir.

    Es un texto que se ocupa de diversas cuestiones, por lo cual se expone al reproche de ser una composición de cosas diversas y heterogéneas. No obstante, espero que el lector encuentre que el reproche es infundado, pues mi propósito es convencerlo de que todos los temas tratados constituyen un solo tema y representan diversos caminos que llevan a un centro común, esto es, a la filosofía como arte de vivir.

    Este libro está destinado a todo público pues los problemas del vivir son de interés general y tienen que hacerse accesibles a todos, más no he pretendido escribir un libro popular sobre una materia que se resiste a la vulgarización. He tratado de eludir todos los tecnicismos procurando expresarme con la mayor claridad y sencillez posible, aunque muchas veces no lo he logrado y por eso pido disculpas de antemano.

    Cada lector puede leer este texto a su manera, confeccionar su propio menú o leerlo de manera tradicional porque es una invitación a pensar por sí mismo. En este libro no hay un camino previamente trazado cuya comprensión requiera una lectura progresiva, desde la primera hasta la última página. Por el contrario, la oferta es variada y es un arsenal de propuestas que invitan a pensar, las cuales están ordenadas de una forma determinada pero se pueden combinar de muchas otras maneras. Cada texto es breve y está concebido como una pieza que se puede ensamblar con otras que el lector considere adecuados.

    Cada lector está en posición de juzgar por sí mismo, por lo cual este libro invita al lector a detenerse y a reflexionar después de cada lectura e iniciar su propia deliberación sobre el tema. Todos los aspectos tratados pertenecen al ámbito de la filosofía del arte de vivir; a la idea de una vida plena y satisfactoria.

    Efecto Platón es un libro que se asemeja a un diálogo práctico, por lo cual requiere una participación activa. Se accede a él como quien entra a una conversa donde espera encontrar los instrumentos y los materiales que busca. Filosofar significa pensar por uno mismo, donde uno desea conocer determinadas ideas y tener las propias, donde uno quiere construir algo con sus propias manos y resolver los problemas de forma autónoma. Quien filosofa experimenta con sus propias ideas, argumentos y opiniones en un mundo de acciones prácticas sin malabarismos lingüísticos.

    Este libro de filosofía es un diálogo abierto porque está lleno de cuestiones y problemas no resueltos. Pensar es sinónimo de inversión y placer donde se abordan los asuntos fundamentales del vivir humano, y estas cuestiones suponen un desafío para la voluntad de poder.

    Efecto Platón es un compendio de filosofía práctica, el cual aborda las situaciones que se nos presentan en nuestros ámbitos cotidianos (la casa, el trabajo, la academia, entre otros). Así el lector tendrá un recorrido por aspectos como la libertad, la justicia, la amistad, la responsabilidad, las relaciones interpersonales, los conflictos en nuestra vida y todas esas inquietudes que nos abruman en las diversas etapas de nuestro vivir. Todos estos semblantes competen a la sabiduría entendida ésta como la búsqueda de la forma más adecuada que tenemos que vivir: ¿Qué podemos saber? ¿Qué debemos hacer? Y ¿Qué podemos esperar?

    El valor de la filosofía está en que ésta te enseñará a formular preguntas que le darán profundidad a tu vida. Te enseñará a cuestionarlo todo, a rebelarte contra lo que hasta ahora has dado por supuesto, por sabido y verdadero.

    La invitación, estimado lector, es la que ya nos hizo Immanuel Kant:

    "Atrévete a pensar"

    PREÁMBULO NECESARIO

    "El pesimismo solo revela falta de imaginación"

    Theodore Zeldin

    POR QUÉ PERSISTE LA PREGUNTA ¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?

    La pregunta ronda permanentemente como espada de Damocles sobre quien estudia o ejerce la filosofía. La gente, por lo general, no sabe para qué sirven la mayoría de los estudios universitarios, a lo sumo sabe de manera distorsionada para qué sirven algunas carreras como la medicina, la abogacía y la ingeniería, por eso las considera como las únicas carreras universitarias válidas.

    Lo anterior quiere decir que la mencionada pregunta no es potestad exclusiva de la filosofía, como muchos orgullosamente pretenden. Que la gente no sepa para qué sirve la filosofía no es ningún problema, pero que no lo sepa quien la estudia es un problema, y de esos abundan muchos.

    Por qué le resulta tan difícil a quien estudia filosofía decir para qué sirve ésta. Quien hace la pregunta busca obtener una respuesta pragmática sobre el oficio del hacer filosófico. Recuerdo al amigo Pedro Alvarado quien me decía una vez: —«ese muchacho tiene una licenciatura, una maestría y un doctorado en filosofía y no sabe qué hacer para ganarse la vida». En esto radica el fundamento de la pregunta planteada. Debemos entonces replantear la pregunta porque lo que pregunta la gente en verdad es: ¿cómo se gana la vida quien ejerce la filosofía? o ¿cómo se gana el sustento diario?

    Veamos lo que sucede desde la academia. En la Escuela de Arquitectura¹, por ejemplo, muchos profesores ejercen la profesión tanto en el ámbito docente como en la ejecución del diseño arquitectónico; el hacer de la arquitectura lo llevaban a cabo en dos instancias, por lo menos. En el caso de la Escuela de Filosofía² no sucede igual, el hacer filosófico casi siempre se ejerce en el ámbito docente. Esto limita la posibilidad de que el alumno observe una visión más amplia de las formas de ejercer la profesión filosófica, y con ello tiene poca posibilidad de responder con claridad a la pregunta: ¿Cómo se gana el sustento diario?

    Por el contrario, los campos de estudio de la filosofía³ son amplios y pueden ejercerse más allá de la docencia. La filosofía se divide tradicionalmente en teórica y práctica. La primera abarca las áreas de: ontología, metafísica, filosofía de la mente, epistemología, filosofía del lenguaje, filosofía de la acción y lógica. La segunda, se ocupa de: ética, estética, filosofía política, filosofía de la historia, filosofía de la religión y filosofía del arte de vivir, entre otros campos. Debemos agregar las diversas corrientes y doctrinas filosóficas, por ejemplo: la fenomenología, idealismo, el realismo, el empirismo, el nominalismo, sin nombrar otras muchas concepciones; las cuales se caracterizan por el tipo de compromisos teóricos o metodológicos que se adoptan para tratar de dar respuesta a las preguntas generadas en los campos filosóficos. En cualquiera de estos campos y desde diversas corrientes puede ejercer un graduado en filosofía sin necesidad de dedicarse a la docencia, el punto está en plantearse cómo realizar su hacer filosófico.

    Si tenemos todos estos campos del hacer filosófico ¿Por qué entonces no se puede dar respuesta a la pregunta inicial? —¿Cómo se gana el sustento diario?— Por qué se sigue pensando que lo único que puede hacer un graduado en filosofía es dar clases; qué sucedió para llegar a esta situación. Spinoza no daba clases ni lo hizo Descartes ni muchos otros filósofos que nunca se dedicaron a la docencia, pero si ejercieron el hacer filosófico. Debemos recordar, por otra parte, que el título de filósofo en la antigüedad estaba reservado a quienes sabían llevar una vida de acuerdo a los preceptos filosóficos, aunque nunca escribieron nada al respecto.

    Por qué se ha reducido el oficio filosófico a dar clases. No estoy denigrando de la docencia ni es mi intención porque ella es necesaria e imprescindible para tener la formación filosófica⁴. Lo que pretendo es resaltar la reducción de ésta a una prácticamente una sola actividad y observar la condición de amputado laboral que tiene actualmente el graduado en filosofía; porque en el horizonte de trabajo solo logra vislumbrar la docencia. ¿Por qué se ha dado esta situación?, y peor aún ¿por qué la misma persiste?

    Parece que la filosofía fuese un saber inútil, un saber que no puede ensuciarse las manos con las acciones prácticas de la vida; en esto hay mucho romanticismo ramplón, aristocracia de alpargata diría Pocaterra⁵, quien no era filósofo. Hay un ascetismo peligroso en ese mero estudiar y no hacer, una asepsia que no quiere contaminar el saber filosófico con un hacer impío como si el saber-hacer no fuese una sola actividad. Unas de las cosas buenas que nos legaron los sofistas, y hay que agradecerles, es habernos abierto los ojos sobre el hecho de que tenemos que lograr acuerdos justos sobre los honorarios a cobrar por las asesorías filosóficas. Vieron que el conocimiento tiene su valor monetario y eso es justo, no eran ningunos remilgados en este aspecto.

    Junto a esta asepsia el hacer filosófico es saqueado impunemente por los gurús de las doctrinas de autoayuda, pero no podemos culpar a aquellos sino a quienes han abandonado el hacer práctico de la filosofía, que desde la antigüedad clásica se ha encargado de tratar sobre la buena vida que en su origen estuvo unida a la pregunta ¿De cómo llevar una vida moralmente virtuosa? En la actualidad ha pasado a asociarse a la idea de una vida feliz, plena y satisfactoria, de lo que hoy se ocupa la filosofía del arte de vivir.

    La filosofía debe volver a tomar su hacer en el mundo de las acciones prácticas, no puede seguir holgazaneando a este respecto; como señala Roger C. SchankEn Estados Unidos hay 3000 universidades; he enseñado en tres de ellas, las mejores, supuestamente. El problema es que fabrican gente con doctorados que se convierten en profesores en otras universidades, que fabrican a su vez a otros doctores que se convierten en profesores de otras universidades y así. El problema no es de la filosofía sino de quienes se gradúan en ella.

    Es necesario dar respuesta a la pregunta y tal respuesta está en la historia del hacer filosófico. Así como el hacer de la medicina tiene sus grandes investigadores también tiene a los médicos de consulta general a los cuales acudimos por nuestras dolencias, ello no quiere decir que hagan menos medicina y a nadie se le ocurre objetar la práctica médica. El hacer de la filosofía práctica debe plantearse con determinación.

    El hacer filosófico debe dejarse de aquello de la miseria de la filosofía y asumir su hacer en el mundo de acciones prácticas, el cual es muy amplio. Además, no es un hacer nuevo porque hemos indicado que la filosofía práctica desde la antigüedad ha versado acerca de los criterios que guían nuestras acciones prácticas, del comportamiento humano y de cómo llevar una buena vida.

    La restricción ficticia del campo laboral del oficio filosófico es preocupante porque se deja de lado toda una dinámica donde el hacer filosófico puede llevarse a cabo. Considero que el estudiante de filosofía está huérfano y desorientado con respecto a esto; en la actualidad no se sabe qué hacer con dos mil quinientos años de saber filosófico y esto es paradójico, cuando la filosofía parece atrapada en sí misma o encadenado. Tal vez, el desencadenamiento de ésta consista en aquel llamado del barbudo de Tréveris quien declaraba que "los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo"⁷, la transformación de la filosofía tal vez consista en liberarla de las trampas que le han tendido.

    HACER INTERCULTURAL

    La riqueza de todo hacer está en la interculturalidad⁸ que intercambiamos con los demás; de allí la relevancia del diálogo, pues éste nos permite intercambiar diversos aspectos de nuestro vivir e interrelacionarnos mutuamente. Por eso al ser excluidos dentro del entorno social en que nos desenvolvemos nos genera un conjunto de conflictos, pues tal rechazo disminuye las posibilidades de canjear con otras personas y reduce nuestro hacer, por ende, nuestra interculturalidad.

    La exclusión nos reduce como persona y nos hace sentir en un lugar afuera, nos sentimos sin voz y sin poder participar de algún intercambio posible. En estas circunstancias, la reflexión filosófica se convierte en la columna central de nuestra forma de concebirnos y de pensarnos. Pues, Epicteto nos hace ver que "hay cosas que están bajo nuestro control y otras que no lo están"⁹. Entre las cosas que no lo están está la percepción que las personas pueden tener sobre nosotros, de allí que no podemos hacer nada sobre cómo las personas nos miran o cómo inicialmente creen qué somos nosotros.

    La exclusión nos conlleva al agotamiento, a la soledad, a la depresión, al cansancio y a ubicarnos en un lugar X como señala Heidegger. Un mal manejo del sentimiento de exclusión pone en peligro nuestra identidad, pues nos lleva a pseudo-identificarnos con una cultura que nos es incomprensible. Todos nos vemos afectados por el rechazo por ser un sentimiento desagradable, y porque queremos estar incluidos en el entorno que nos es negado. La exclusión es una situación en la que tenemos restringido el acceso a los recursos de nuestro hacer personal y social.

    Ante esta situación debemos preguntarnos ¿Qué capacidades y fortalezas poseemos para dominar el sentimiento de exclusión? Por lo cual, es necesario desarrollar el autodominio para querer intercambiarnos por algo que no somos; si sientes dolor —nos dice Epicteto— hallarás que dispones de la fortaleza, si te injurian, encontrarás paciencia; acostumbrándote a actuar de esta manera no serás arrastrado por la apariencia de las cosas¹⁰.

    La reflexión filosófica nos permite desplegar nuestro

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