Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Los mejores productos de los meses
Los mejores productos de los meses
Los mejores productos de los meses
Libro electrónico353 páginas5 horas

Los mejores productos de los meses

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Novela basada en eventos histórico-políticos reales en Rusia en el año 2006.

El amor entre una jóven traductora y un viejo profesor, quien ama a la Biblia más que a nada en el mundo, crea un trasfondo único para el análisis social que realiza el autor, quien es además parte de los eventos mismos.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento24 dic 2020
ISBN9781071581148
Los mejores productos de los meses

Relacionado con Los mejores productos de los meses

Libros electrónicos relacionados

Arte para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Los mejores productos de los meses

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Los mejores productos de los meses - Elena Chernikova

    LOS MEJORES PRODUCTOS DE LOS MESES

    novela

    ...Bendita del SEÑOR sea su tierra, con lo mejor de los cielos, con el rocío y con las profundidades que están debajo;

    Con lo mejor de los frutos del sol y con los mejores productos de los meses;

    Con lo mejor de los montes antiguos y con lo escogido de los collados eternos;

    Con lo mejor de la tierra y cuanto contiene...

    Deuteronomio, 33:13—16

    ––––––––

    Comentario del traductor

    Antes de iniciar la lectura de esta novela, es necesario hacer la aclaración de tres puntos esenciales que conciernen a esta traducción:

    1. En esta obra se hacen varias citas de pasajes directos de la Biblia y de los escritos de Charles Darwin. Para esta traducción en español, se utilizó la Nueva Biblia de los Hispanos publicada por la Fundación Lockman en 2005 disponible en bibliatodo.com al momento de esta traducción. En cuanto a los escritos de Darwin, se utilizó la versión original en inglés de El origen del hombre y la selección en relación al sexo disponible en darwin-online.org.uk al momento de esta traducción (Darwin, C. R. 1874. The descent of man, and selection in relation to sex. London: John Murray. 2d ed.; tenth thousand).

    2. Cada capítulo abre con frases y refranes rusos. Como estos tienden a estar conectados no solo a la cultura rusa, sino también al modo de expresión peculiar que permite el idioma, en la mayoría de los casos decidí traducirlas directamente y adaptarlas al español en lugar de encontrar equivalentes en nuestro idioma. De este modo se conserva de una manera más pura la esencia de la frase en sí, proveniente de una cultura totalmente ajena a las similitudes que podríamos tener entre los mismos hispanos, y además se tiene la oportunidad de saborear un poco el sazón de Rusia a través de la adaptación de la frase como si esta hubiese sido dicha en español.

    3. La novela está cargada con menciones de personajes y referencias de eventos particularmente relacionados a la cultura e, inevitablemente, a la historia rusa. Por ello, consideré pertinente el uso de notas al pie de página para aclarar ciertos momentos importantes dentro del discurso de los personajes de la obra, y así mismo para proporcionar información adicional respecto a referencias que van más allá de los conocimientos generales que se pueden tener sobre Rusia. Todas las notas hechas por mí inician con el tradicional aviso de Nota del Traductor (N. del T.). Las demás notas fueron hechas por el autor.

    No está demás decir que ha sido un placer para mí trabajar en la traducción de esta novela, y le agradezco a la autora, Elena Chernikova, por haberme permitido el honor de llevar su obra al mundo hispanohablante. Sin más que decir, ¡que disfruten de la lectura!

    Kevin Acevedo

    Turquía, Estambul, diciembre de 2020

    Dios mío, — dijo él un año atrás mientras, por casualidad, entraba en una iglesia blanca con zonas desheladas en el estucado, la cual se parecía a un montón de nieve en primavera. — Ayudame. Ves como está todo...

    Dios permanecía en silencio. Nikolushka el Taumaturgo y todos los santos hacían bizco.

    ¿Habrá que encontrarnos con más frecuencia?.. — murmuró y, sin voltear a ver, salió a la calle Ordynka.

    Capítulo 1

    Con el orgullo que el hombre manifiesta el diablo hace la fiesta. Orgullo de noble, mente de pobre. No hay tonto que no se tenga por listo. Un kopek es munición, un rublo es ambición.

    El profesor limpio ambos lentes y puso sus gafas en el escritorio. Su cara de  gran científico parecía platonear o maquiavelear. Las caras de los seminaristas respondían a lo Derrida.

    — Entiendo, por supuesto, que los restos de la pasada noche no solo quedaron grabados en su frente, querido colega, — el profesor volteó a ver sin miedo al rincón con ojos inermes, — pero la clase se llevará acabo de cualquier manera.

    — ¡Ah, leyó sobre eso! — brilló la mente en el rincón del auditorio. Los demás se rieron inteligentemente al estilo de no hay nada más claro, anticipando así la confrontación entre el padre y su hijo.

    — Quizá le hubiera caído bien empezar la mañana con una cerveza, — dijo sarcásticamente el profesor a modo de queja hacia la voz del testigo del milagro.

    — Pues empecé con... — Sin terminar de hablar, el estudiante cerró los párpados. — Para no encontrarme, profesor, en su interesante posición. Decir que de cualquier manera debe de llevarse acabo lo que usted diga.

    — ¡La juventud!.. Es ilógico, — se calmó el padre abruptamente y se arregló su corbata inexistente.

    — ...la cual sabe exactamente cuándo puede la vejez... — terminó de murmurar su hijo soñoliento.

    — Es lógico, — dijeron los estudiantes satisfechos.

    Todos sabían que por las noches en la catedral el hijo leía el Evangelio para su tía en quinto grado, lo cual incomodaba al padre-humanista como era usual. Sin embargo la batalla como pasatiempo del joven ese día sucedió frente a más gente, lo cual ya no era para nada decente.

    — ¡Asqueroso personaje! — dijo él cuando le preguntaban sobre su hijo. — Le arrojaría una... ¡copa!.. grande para que no pueda esquivarla.

    Entendiendo el dolor del padre, la gente le preguntaba sobre su hijo con frecuencia, exponiéndole el corazón, y además deseando probar respuestas alusivas, y luego inesperadamente dejaban de preguntar. Entonces el pobre padre suspiraba en el silencio por la indiferencia del Universo, el cual no reconocía ni siquiera su corazón mimado por la atención de la sociedad para con su retoño descarriado.

    Pregunta esencial: ¿querías engendrar a un compositor y creyente? Él, claro, se recordaba cómo convenció a su nada joven esposa para tener un hijo, apreciando algo suyo, latente, no verbalizable. Los humanistas usualmente creen en sus hijos como en su futuro personal.

    Claro está que nadie le hacía preguntas en cuanto a la esencia anhelada: el profesor era de cualquier manera brillante y un hombre bien vestido, pero su fabuloso hijo era de cualquier manera un bueno para nada, evidentemente. Parlanchín de absurdidades, probablemente, e hipócrita. Que ellos se ocupen de eso.

    El hijo quería entrar en la milicia y explorar el horizonte. Con devoción iniciaba escándalos para con el profesor de cincuenta años, quien sabía con certeza que en la milicia los abusos dejan marcas de sangre, que tras el horizonte se imagina el ideal, y conocía la magnitud desproporcionada del ejemplar de humanidad del individuo. En pocas palabras, él no tenía nada que ir a hacer en ninguno de esos lugares. Fuera mejor que dejase de pasearse por las catedrales, hincarse ante los ancianos, peor aún si alguien lo veía. En verdad, todos veían lo que hacía. Monstruosidad de las que ya no hacen, sino que se crean por sí solas. Domingo a la iglesia; cumple con los ayunos; literatura de biografías. Sus juegos y sus pláticas molestan un poco, solo que a quien molestan es su padre.

    El padre reprochaba a su retoño por su no contemporaneidad y retrogradismo:

    — Los contemporáneos hacen ayunos, y tú desayunos. Chistoso.

    Su hijo respondía:

    — Papito. ¿Te acuerdas de la diferencia entre los amos y los esclavos? ¿Tú ves la diferencia entre los amos y los esclavos?

    — Unos quieren, otros pueden, — el padre se puso alerta.

    — ¿Y por qué?

    — Por la jerarquía. ¿Por qué preguntas?

    — Te explico. El amo conoce el precio, el verdadero precio, él mismo define el precio, él mismo revisa la cuenta y él mismo puede pagar el precio verdadero por aquello que cuesta el otro precio...

    — Demasiadas palabras.

    — ¿Y si lo abrevio?

    — Las bases de la filosofía todavía no llegan a ser filosofía. Es un desorden radiante, quasi-intelectual. ¡El amo apuesta su propia vida! Se lanza, como tú dices, con un don divino. Está muy de moda. ¡Hagan sus apuestas, señores! ¿Quién lleva consigo su vida? ¿Ves algún producto por el que valga la pena pagar tal precio?

    — Sí, — dijo su hijo, quien nuevamente se arreglaba para el servicio de la tarde. — Hay que vivir de tal manera que haya algo por qué morir. Por que cuando no hay por qué dar la vida, esa no es vida.

    — Yo paso, — exclamó el profesor con melancolía. — Quasi una fantasia[1].

    — Como siempre; conversamos; citador andante.

    — No nos está recetado hablar, — aceptó el profesor. — Pero de igual manera te digo: en vano buscas recorrer la eternidad; en la institución para la que te preparaste todo es complicado. Tan complicado que es macabro, para no exagerar.

    El profesor no quería ver a su hijo en el ciclo natural de los héroes que apostaban por el juego de la vida. Él lo decidió hace mucho: el vuelo del heroísmo es el resultado del descuido. ¿Quién salvaría al joven del fuego si la casa no se quemara? Pues la casa no se quema si todos cumplen con las normas de prevención de incendios. El héroe es un pretexto para los perezosos: la multitud se inca con placer ante una persona, pero todos viven con normalidad, esto significa ser la sociedad.

    Y la sociedad no es más una multitud, una masa, hay que terminar de hablar, claro, y, consecuentemente, saber hablar, formular, pero el discurso está en decadencia, cada vez en mayor déficit. Él conocía esto en todo detalle, pues el profesor Kutúzov enseñaba literatura práctica. ¿Qué significa vivir con normalidad? Es un ejercicio para la imaginación, pero frente a la gente el profesor no fantaseaba. Él no era un político, no era un escritor; él era un profesor de una escuela superior, de alto estándar, experto en misterios: creador de trucos de concepción de textos.

    Es evidente que él tampoco quería la ruina para su hijo: su esposa se enojaría, el entierro, ¡y las pesadillas del embalsamado! ¡Y el puesto en el cementerio, el funeral, el noveno día, la cuaresma! El profesor detestaba horriblemente esos funerales triples. Pues nosotros usualmente no hacemos una triple conmemoración — no como las abuelitas-vecinas cristiano-ortodoxas, — los colegas científicos comen puré hasta estar satisfechos, justo allí en su escritorio polvoso. Al profesor le hacía eco en sus pensamientos el tener que sacar y guardar los platos.

    El odiaba las ceremonias por su diminutez intelectual. Cualquier confesión debe conocer su lugar en la librera o en cualquier otro lugar especialmente designado. Disculpen, llegó el siglo veintiuno, pero la antinomia central (¿fueron creados o sucedieron?) incluso en el siglo veinte extenuaba terriblemente al profesor con su artificialidad. Los gatos arañaban cerca del corazón mientras daba motivación la educación de géneros, y no podía no comentar acerca de la diferencia entre el objeto y la manera de visualización de un compositor sensato por la falsa y nublada, como si se tratara de humo, óptica de un creyente. La voluntad para producir, la práctica de autoría, cada cosa es diferente. El honesto profesor cada año les describía a los estudiantes el abismo que existía entre ellos, retorciéndose por el asco insoportable.

    Mientras el pequeño crecía todo era ternura, pero después de la escuela, la cual extrañamente consolido las intenciones no contemporáneas del niño, el profesor se permitió de igual manera enviarlo a los exámenes de la escuela militar. Él se fue de vacaciones, conmovido por su propia valentía: ¡dejarlo en el infierno e irse volando! ¡Su hijo iría a la tormenta de la esfera militar! ¿Quería heroísmo? Pues por favor. Si no pasas los exámenes de admisión, irás al seminario espiritual. Ja-ja-ja.

    Pero el niño no logró llegar a la comitiva militar, en vez de eso regresó a la facultad de filología. En casa, él le contó a su madre con orgullo acerca de los interesantes exámenes de la escuela, luego regresó adonde su padre y, pasando las páginas en el tan familiar decanato, se dio cuenta de la verdad.

    Era tarde para injuriar: el concurso por una posición libre de cargos, cuestión llevada a cabo por el mismo niño, no era para nada inapropiado, pero justificaba su existencia, la del niñito. Los niños ni siquiera ponen a prueba su autonomía con los concursos y loterías, pero él así participó y ganó. Decía: enseñame un poco más, papito, tan solo son cinco años. Soy tu ayuno, con todo y mis ayunos.

    — Lo más difícil es describir al amor y a la muerte. Empiecen la mañana, colegas, con un ensayo sobre el amor. Los mejores serán publicados en el periódico estudiantil.

    — Ya lo hice, — se despertó su hijo. — Le gustará. Son prácticamente sus ideas. El sazón mismo.

    — Perfecto. Démelo.

    — Está en su portafolio, en el bolsillo exterior, — murmuró su hijo volviendo a quedarse dormido.

    El auditorio quedó congelado, como era lo usual, pero el profesor obedientemente sacó la página arrugada y empezó a leer lo que estaba escrito.

    — Para el profesor Kutúzov del estudiante Kutúzov, — dijo él en voz alta.

    Sobre el amor

    ...Cuando me regalaron al amor, quedé iluminado como estando entre mundos en los que la luz es necesaria, y me acosté con ella[2] mientras brillaba de manera intermitente. De una estrella...

    De los pedazos cortados en la peluquería, pegué un par y se los ponía a ella cada día con cortes de pelo según catálogo. Después la maquillé y esta se incomodó un poco, y boté entonces su peluca. Repitiendo su nombre...

    La abracé, la acaricié, le susurré al oído, la amé con mi corazón e intentaba alimentarla con leche.

    Lastimosamente ella no se alimentaba. Incluso le hubiera dado carne blanca. Yo todavía no conocía la vida, era pequeño, pero todo lo que entraba en mi ser inmediatamente le daba a ella un regalo. Mi amor era nueva, limpia, primera, sincera. Todas las emociones del paraíso primitivo llenaron por completo mi pecho, y por las noches yo lloraba de la felicidad, era como si hubiese hablado con Dios.

    Primavera todos los días.

    Cuando mi amor me permitió tomarla por el brazo, yo quedé inconsciente. Sin respirar, le apreté suavemente su pequeño y fino codo como si temiese perder su confianza, pero ella era benevolente y nunca apartó sus brazos, no llegaba a reírse por mi temblar y mi pasión, y yo le agradecí con las palabras más tiernas, aunque no conocía muchas, pero cada día buscaba saber un poco más para que nada nos pudiese asustar o distraer, y para que estuviésemos juntos para la eternidad y sin extraños.

    Una vez la puse a dormir temprano sin lograr desvestirla, y con un miedo mortal me desperté a mitad de la noche por una nueva, abrasiva y cruel pesadez...

    Ella no estaba más a mi lado.

    Mi corazón se detuvo. Salté y allí mismo choqué contra la cama como un  tronco que fue cortado hace mucho tiempo.

    Dicen que tal cosa llega sin avisar, como la muerte, pero yo todavía no sabía lo que significaba la muerte mientras se está despierto. Resulta que es eso. Es algo indescriptible y horroroso: desesperación, irreversibilidad, soledad.

    — ¿Y luego no volviste a encontrarte con ella?

    — Mi niñera la desechó. En ese mismo momento despidieron a mi niñera, y a mí me compraron un set completo. Todas eran muy pequeñas, impuras de sangre, de distintos colores, como mujeres de la calle, sin aroma ni sentido. Yo las odiaba y me negué a ordenarlas en fila, cosa que requería mi nueva niñera a quien llamaban gobernadora.

    — ¿Y no aprendiste a ordenarlas?..

    — No. No puedo aprender nada sin amor. Especialmente me dejaba hecho totalmente pedacitos una pequeña y escurridiza bestia pelirroja en la fila de hasta abajo. Le arranqué por completo su imancito. Me regañaron. Decían que sin esa bestia todo estaría incompleto. ¡Y además decían que esa bestia era como mi amada! ¡Mi amor! ¡Y esa bestia sin corazón!.. Sentí que estaba listo para matar a alguien.

    — Pobrecito...

    — Qué habría que decir... No hay nada que decir.

    — Soy una escultora. ¿Quieres que te haga una igual que ella?

    — Eres una tonta y no una escultora. ¡Una igual que ella! El primer amor no se puede repetir. Aquella, la mía, es imposible que regrese. Jamás.

    — Dibújala para mí, por favor.

    — No. No puedo.

    — Inténtalo.

    — ¡No!

    — ¿Te parece si yo empiezo y tú, si quieres, la terminas?

    — No podrías hacerlo. Eres una mujer.

    — Eso no tiene importancia. Descríbela. ¿Cómo era su espalda?

    — Recta. Aristocrática.

    — ¿Sus piernas?

    — Divinas. Solo que una de ellas un poquitín de lado...

    — ¿Así?

    — Sí... ¡Sí!.. ¡¿Cómo pudiste adivinar?!

    — Simplemente supe entenderte.

    En la página brillante y blanca como la nieve, parada con los brazos cruzados se reía la colosal letra roja Я[3].

    ––––––––

    — Cielos, — exclamó el profesor sin pensarlo, y la hermandad estudiantil ya empezaba a aclamar a su hijo y a felicitarlo. — ¡Solo que este no es un ensayo!

    No se puede detener al júbilo común. Los estudiantes lo entendieron: se trataba de un asunto familiar; pero todos amaban a su hijo como a sí mismos y, sin importar lo que ideara ese miserable, lo recibían interminables adulaciones, incluso si ese no era un ensayo.

    El hijo se puso un objetivo: demostrarle a su padre que Dios existe. A cualquier precio. Ese día el hijo, de manera artística y frente al auditorio, denunció a su padre por egoísmo. ¿Con qué saldrá mañana? — pensó el profesor con un miedo creciente, con un conocimiento que llegaba al grado de doctor en ciencias respecto a saber que una ronda de cantos alrededor del individualismo puede llevarse a cabo por largo tiempo. ¡Pero sentarse! ¡Él! ¡En el centro de la ronda!.. No.

    Capítulo 2

    ¡Señor, déjame perder mis brazos y mis piernas, pero nunca me dejes perder la razón! Árbol que crece torcido, jamás su tronco se endereza; a quien nació siendo tonto, no se le educa ni a la fuerza. Al padre inteligente le basta  mover los labios para darse a entender.

    Por la noche hacía calor.

    Su esposa estaba empapada de sudor; el profesor se alejó del suave y viejo cuerpo de ella.

    Se acomodó en la almohada y esta mostró notoriamente sus rasgos de vejez.

    Era una lástima gastar dinero en una nueva almohada, por lo que era necesario seguir apreciando esos rasgos. Además, era un día de insomnio planeado, un día en el que era mejor no dormir para nada, de verdad no dormir, no dormir hasta la mañana, era necesario no dormir. No era necesario dormir.

    El dinero fue gastado en una Biblia más, comprada en una tienda de antigüedades, a partir de un ávido impulso de felicidad.

    La casa estaba repleta, pero algunos simples libros no podían empeorar nada. Con una emoción necia, el ateo y científico Kutúzov coleccionaba Biblias exclusivamente.

    Él estaba seguro: es posible revelar la antinomia principal, resolver los dilemas morales, detener los conflictos, las guerras, incluso las peleas familiares, si se pacifica al mundo de las personas mediante el análisis correcto de las escrituras bíblicas. El objetivo es la paz de las entidades racionales.

    Tareas: obtener el máximo de las Biblias, ordenarlas según el alfabeto; y sin advertirlo surgiría y se revelaría el sentido que resulta en falsedad de las nada creíbles escrituras mal traducidas y mal impresas. Pero si se recolectaran todas las versiones, en todas las lenguas, todas las ediciones, encontrar todas las discrepancias, pescar por las barbas a todos los exegetas, entonces el profesor Kutúzov, reconocido filólogo moscovita, demostraría: los Evangelios fueron inventados por los humanos. ¡¿Quién más podría hacerlo?!

    En un nuevo nivel, él, especialista de extra-clase, les mostraría la verdad a todos los alarmistas y cobardes que buscan a un gato negro en un cuarto oscuro cuando este no puede encontrarse allí. Y no lo está.

    Por supuesto, sí, la tradición, la nación, el anhelo por la trascendencia, las clasificaciones en las venas de la historia, las astillas en la piedra filosofal, y los debiluchos, no sacrifican su inmortalidad fantasmal por la ciencia así por así, hay que trabajar, pero el sueño se convirtió en una manía.

    La riqueza de intelectuales de la Rus; ella no se mezcla con otros reinos de Europa empobrecedores de espíritu.

    Expresemos: ¿para qué todas las Biblias por completo para hacerse cargo de una creencia?

    En verdad había una brecha entre los objetivos y las tareas, por lo que el profesor Kutúzov, identificando una lógica sin salida, no le confesaba a nadie su abrumadora pasión latente: coleccionando alcanzó el una bendición, fue demasiado, cayó en los encantos de la antigüedad; en cada tomo se encuentran disecados en el hiperherbario del siglo reproches y maldiciones, esperanzas y expectativas sin respuesta, y él pasaba cada página con sus dedos. Él veía lo siguiente: rezan en las catedrales incontables lunáticos que creen en la palabra, y desde el herbario se escucha el crujir de la sangre ya seca de la historia.

    ...El profesor le prometió a su esposa ya despierta nuevas almohadas — ¡bueno, seremos pacientes! — y decidió tomar una siesta sin cuidado.

    Al inicio todo resultó bien, y la supravalorada idea se durmió sin advertirlo.

    Pero el cielo pegó un alarido, sonaron truenos, como siempre, sonó el arrastrar de las botas, avanzaron los tanques, tomó control la embriaguez de la batalla, y el dedo en el gatillo, y las mentes grises en la pared púrpura; el científico de un salto volvió a tomar consciencia.

    Su estado médico era el de la inevitable reacción nocturna del organismo del profesor por la compra de las Biblias.

    Durante el día se presentó la alegría; él colocó a la nueva adquisición entre los viejos residentes descuidados del armario con un silencio de bienvenida de los estantes que fueron por última vez besados en el siglo diecisiete, y en el armario se desató el sexto día de la creación con una nueva cantidad de ejemplares. A Kutúzov como científico lo atormentaba específicamente el sexto día y aquella cosa irrisoria contra la que Darwin correctamente propuso a la ciencia.

    El humano no puede ser resultado de un único acto de creación; la idea central de la creación darwiniana había cautivado a Kutúzov desde su juventud. Íntegra, simple, en algunas cosas inocente, bella, muy bella, romántica y profundamente científica. Kutúzov podía citar por horas la Selección sexual de memoria. La Selección natural le gustaba un poco menos, aunque, claro, allí también había unidad y guerra y contrariedad.

    Habían sido compradas muchas Biblias, la mejor colección en Moscú. Su mujer le preguntaba: ¿te detendrás en algún momento?

    ¿Para qué detenerse? El filólogo Kutúzov disfrutaba ese libro como si en él encontrara traidores: ¡era embriagante!

    Se puede llevar a cabo la pena de muerte con piedras, con fuego; se puede decir: ve y no peques, oh, Libro, seductor del mundo, te dejo ser libre. Así decía él.

    Y sonó una nota íntima: la centellante emoción del poseedor, el orgullo del coleccionista, la dulzura del soñador, la embriaguez de la eternidad, de la antigüedad y de la contrariedad. Día y noche la vida estaba llena de un sentido personal. ¡Ni una pizca de miedo! Diciendo esto en secreto, la Biblia arranca cualquier fobia, incluso si tan solo se sostiene en la mano, pero Kutúzov tenía un armario lleno de hermosos prisioneros.

    Sin embargo, por la noche, justo después de una adquisición, una masa opresiva de ruido e injurias desataba la guerra. Esta siempre es mundial para Kutúzov, y la incandescente gama de colores de sus imágenes claras, de llegarse a vivir en la vida real, rompería cualquier retina.

    El mundo de la guerra nocturna está espolvoreado de joyas refinadas. ¡Y la armadura incrustada de los tanques de nácar! A esta le abrieron agujeros fervientemente, como a un cartón, filosos proyectiles de diamante, enteras pasiones  de color rubí acumuladas que se fusionan con nácar líquido dentro del salón. Los regalos verdosos de los minerales colombianos en los flancos entraban en el cuerpo humano con humedad y anhelo, y las guerras del mundo, de repente talladas, se detuvieron pareciendo esmeraldas de pies a cabeza en la oscuridad.

    Tan solo aguantar hasta la mañana. Soportar la pesada guerra de rubís en el cuerpo, el bolso de piedra y los imposibles contactos entre frágiles fuertes. .

    Extenuarse y gritar fuertemente en los sueños, abalanzarse al estanque con cocodrilos y llorar por el irresoluble e insoportable amor que se traga al humano en vida, amor a la vida corpórea en una cubierta de tres dimensiones. Afortunadamente, todo esto se debió hacer al mismo tiempo. La segunda noche, la guerra progresivamente se acababa, silenciándose, carbonífera en otros términos, y el bolso se alivianó, y se encogió como secado al sol, y se convirtió en cenizas.

    Su esposa sabía que a él le era más fácil la segunda noche, y además las compras se habían hecho más esporádicas. Solo la primera noche, la inicial, con un centro gravitatorio erróneamente posicionado, cuando la tortura pre-infaro atormentaba a su esposo sin poder detenerla, su esposa temblaba de miedo y entendió todo asiduamente.

    Se sentó mi padre y se petrificó, él no puede escapar del deseo de acumular, — dijo su hijo sin piedad. Su madre lo regañó por la crítica.

    La tercera noche el profesor dormía como un pequeño, y su esposa parecía tierna y joven desde la mañana. Su ansiedad se iba lentamente, de a poquitos, ella sufría por más tiempo que su lunático hogareño, pero no había por qué divorciarse. Tantos años juntos. Todo bien con tal que nada sucediera.

    El hijo era el único que no se vio afectado por las obsesiones bíblicas de su padre cuando su madre y el doctor que la iluminó estaban ya de acuerdo con la idea de escribirle una vez al instituto. De Serbia. Su madre incluso compró sobres, estampas de correo, papel y un directorio completo. Por cualquier cosa.

    Pero ocurrió un suceso histórico. Nombrarlo es muy difícil, pues a cualquier su-ceso se le puede encontrar un análogo. Pero a este no se le encuentra. Fue único por su rectitud revolucionaria de trazos de sangre, tiempo, lugar e inocencia del actor.

    La mañana del 18 de febrero del año 2006, la familia del profesor encendió, como siempre, la radio Patriota de calidad especialmente amada por el dueño de la casa, y todos se sentaron a desayunar. Huevos revueltos, trozos de pan en una canasta decorativa, tocino, jugos frescos de arándano de mercado, — dijo el hijo sin poder aguantar el tono azucarado de la estación. ¡Abominable sin sentido! — reconoció él con un tono delicado acerca de la transmisión radial. Sus padres se enojaron, pero no se pusieron a discutir.

    El profesor escuchaba la estupefaciente y desagradable radio Patriota exclusivamente por curiosidad: ¿cuándo clausurará? Imposible, queridos míos, trabajar a lámpara de aceite en el nuevo milenio. Imposible interesarse seriamente en el sacerdote veterano invitado por media hora hablando de en qué caldero cocinarán a la mujer que llegó a la catedral en pantalones y sin cubrirse la cabeza.

    Pero tres veces a la semana sonaba una voz, gracias a cuyos armónicos el profesor perdonaba todo lo demás en la transmisión. Además de eso, la mujer conjugaba los números libremente y construía sin miedo proposiciones con el uso del gerundio. Las construía correctamente, a diferencia de la agobiante mayoría de periodistas rusos contemporáneos.

    La esposa del profesor también notó a la mujer. El hijo, volteando a ver a sus padres rígidamente en silencio tres veces a la semana, estudiaba la estilística de las escenas mudas de celos.

    ...El profesor escuchó la noticia y dejó de comer, su esposa se quedó quieta como por iniciativa provincial, incluso con el café en la mano. Su hijo se rio, se dio la vuelta y escondió la mirada en las nubes que se veían a través de la ventana sobre la ciudad mientras sentía la acumulación de las nubes internas.

    El orador le comunicó al pueblo que al ministro de educación de Rusia le llevaron la noche anterior pruebas de la científicamente incorrecta proposición de Darwin respecto a concluir que el hombre surge de entes primitivos mediante la evolución. Consecuentemente, sería necesario reescribir los libros de biología, introducir en la educación un componente religioso — así se expresó el ministro —y llevar a cabo una discusión general frente a la prensa, revistas científicas con representantes de

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1