Estar a la altura: Una historia de los estándares de vida en México, 1850-1950
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Estar a la altura - Moramay López-Alonso
MORAMAY LÓPEZ-ALONSO es profesora asistente de historia en la Universidad de Rice y miembro del Instituto Baker para Latinoamérica, de la misma institución. Es doctora en historia por la Universidad de Stanford. Sus áreas de interés son: historia económica, economía política, estándares biológicos de vida, demografía, pobreza y desigualdad. Ha publicado decenas de artículos en revistas especializadas y capítulos en libros colectivos. De la autora, el FCE ha publicado Las altas y bajas del crecimiento económico mexicano. El bienestar biológico y la desigualdad
, en México y España, ¿historias económicas paralelas?, editado por Rafael Dobado, Aurora Gómez Galvarriato y Graciela Márquez en 2007.
SECCIÓN DE OBRAS DE ECONOMÍA
ESTAR A LA ALTURA
Traducción
MARCELA PIMENTEL Y LUSARRETA
MORAMAY LÓPEZ ALONSO
Estar a la altura
UNA HISTORIA DE LOS NIVELES DE VIDA EN MÉXICO, 1850-1950
Primera edición en inglés, 2012
Primera edición en español, 2015
Primera edición electrónica, 2015
Diseño de portada: Laura Esponda Aguilar
Título original: Measuring Up: A History of Living Standards in Mexico, 1850-1950,
por Moramay López Alonso
Publicado originalmente en inglés por Stanford University Press.
© 2012, Board of Trustees of the Leland Stanford Junior University.
Esta traducción es publicada por acuerdo con Stanford University Press.
www.sup.org
© 2015, Marcela Pimentel y Lusarreta, por la traducción del inglés
D. R. © 2015, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.
Empresa certificada ISO 9001:2008
Comentarios:
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Tel. (55) 5227-4672
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.
ISBN 978-607-16-3078-0 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
Para mis padres, Angélica Esmeralda Alonso
Zepeda y Carlos Eduardo López Lara
Para William J. Suárez-Potts
ÍNDICE GENERAL
Lista de cuadros, gráficas, mapas y fotografías
Siglas y acrónimos
Agradecimientos
Prólogo a la edición en español
Introducción
Primera parte
INSTITUCIONES Y NIVELES DE VIDA
I. Ideas detrás de la creación de las instituciones de asistencia social
II. Beneficencia como caridad
III. Beneficencia como política pública
Segunda parte
EVIDENCIA ANTROPOMÉTRICA
IV. Medición del bienestar y el crecimiento
¿Por qué y cómo utilizamos la estatura para entender los niveles de vida?
Bienestar humano y distribución del ingreso
Las fuentes
Retrato estadístico de la gente de nuestra historia
Características básicas de las series de datos
Conclusiones
V. El meollo del asunto: seguimiento de las estaturas y los niveles de vida
Análisis de tendencias
Conclusiones
Tercera parte
SINERGIAS ENTRE SALUD Y NUTRICIÓN
VI. Salud y nutrición: historia
Salud, medicina y demografía en el mundo occidental
La salud pública y la enfermedad en México
Demografía en México
Narrativa de la evolución de los hábitos alimenticios en México
VII. Salud y nutrición: análisis de datos
Salud
Análisis de datos sobre la salud
Nutrición
Visión general y conclusiones finales
Apéndice
Bibliografía
Índice analítico
ÍNDICE DE CUADROS, GRÁFICAS, MAPAS Y FOTOGRAFÍAS
CUADROS
1. Cronología de los principales acontecimientos y las presidencias correspondientes, 1855-1952
IV.1. Factores que determinan las estaturas
IV.2. Distribución ocupacional
IV.3. Muestras del ejército por década de nacimiento
IV.4. Muestras del ejército por categoría socioocupacional
IV.5. Movilidad regional entre los soldados federales
IV.6. Distribución por edad de los solicitantes de pasaporte, 18 años y mayores
IV.7. Muestra de pasaportes: distribución por ocupación
IV.8. Muestra de pasaportes: composición regional
IV.9. Muestra de mujeres: distribución por década de nacimiento
V.1. Muestra de percentiles comparados con los estándares modernos: hombres
V.2. Muestra de percentiles comparados con los estándares modernos: mujeres
VI.1. Descubrimientos en la lucha contra las principales enfermedades infecciosas mortales, desde 1800: modo de transmisión y agente causal
VI.2. Descubrimientos en la lucha contra las principales enfermedades infecciosas mortales, desde 1800: vacunas y medicamentos
VI.3. Número de niños vacunados en la ciudad de México, 1884-1886
VI.4. Índice de urbanización
VI.5. Gasto social federal por sectores (en millones de pesos)
VI.6. Gasto en salud por las principales dependencias de atención de la salud (en miles de pesos) y su porcentaje del total del sector
VI.7. Población total de México, 1793-1910
VI.8. Cambio de la población en la ciudad de México, 1869-1886
VII.1. Influencia nutricional en la morbilidad o la mortalidad de las infecciones
VII.2. Enfermedades gastrointestinales y respiratorias más comunes entre los soldados
VII.3. Enfermedades más comunes entre los soldados, cifras de casos en el periodo 1879-1880
VII.4. Enfermedades infecciosas, endémicas y epidémicas observadas en los hospitales militares, 1878-1880
VII.5. Número de muertes en el ejército, clasificadas por niveles de influencia nutricional, 1880-1910
VII.6. Causas de muerte, porcentajes
VII.7. Causas de muerte en 1990, clasificadas según su influencia nutricional
VII.8. Tasas de mortalidad y de mortalidad infantil
VII.9. Encuesta nutricional: menús de comida por región
A.1. Modelo de regresión para la muestra del ejército: variable dependiente de la estatura (en centímetros)
A.2. Modelo de regresión para la muestra de pasaportes
A.3. Evolución de estaturas (en centímetros): comparación internacional
GRÁFICAS
IV.1. Perfiles de distribución de estatura de los hombres
IV.2. Reclutamiento de soldados federales: distribución de la muestra
IV.3. Soldados federales: edad de reclutamiento
IV.4. Composición geográfica de los reclutas
IV.5. Niveles de analfabetismo entre los soldados federales
IV.6. Composición rural / urbana entre los soldados federales
V.1. Muestra del ejército: tendencias estimadas de la estatura; para la muestra restringida se utilizó el método Komlos-Kim
V.2. Muestra del ejército: tendencias en las estaturas, resultados de regresión
V.3. Muestra de pasaportes: evolución de las estaturas masculinas, por ocupación
V.4. PIB per cápita en dólares internacionales Geary-Khamis de 1990
V.5. Estatura de varones adultos (en centímetros): comparación internacional
VI.1. Tasa promedio de crecimiento demográfico de México
VII.1. Distribución de la edad de muerte de los soldados de la muestra Personal Extinto
MAPAS
IV.1. Cuatro regiones de México
VII.1. Porcentaje de población que no consume leche, huevos, carne o pescado en su dieta / Diferencia entre el porcentaje de hombres y mujeres que no consumen leche, huevos, carne o pescado en su dieta
VII.2. Zonas de la encuesta nutricional 1958-1962
VII.3. Porcentaje de cantidad diaria recomendada: calorías y proteínas
VII.4. Mediciones antropométricas: hombres y mujeres
FOTOGRAFÍAS
1. Ciudad de México. Personas en fila ante la Cruz Roja a la espera de un plato de sopa
2. Responsables políticos del gobierno de Álvaro Obregón
3. Federales en Torreón
4. Soldados federales y rebeldes
5. Ejército Nacional
6. Rurales
7. Rodeados de policías rurales, yacen en la fosa los cuerpos de mexicanos insurrectos y el de Edward Lawton
8. Venustiano Carranza (al frente), de izquierda a derecha (detrás): F. Escudero, general F. Ángeles y R. Zubarán
9. Guanajuato, aguadores en el aljibe
10. Matilde Martínez e hijos
11. Echando tortillas
12. Hora de la comida
SIGLAS Y ACRÓNIMOS
AGRADECIMIENTOS
La investigación para este estudio se realizó en dos etapas. En la primera, durante mi estancia como estudiante graduada en el Departamento de Historia de la Stanford University, recibí generosos apoyos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) de México, de la Stanford University (Graduate Research Opportunity Grant), la Fundación Mellon y el Centro de Estudios México-Estados Unidos de la Universidad de California en San Diego. La segunda etapa transcurrió en la ciudad de México, mientras estuve al frente de la Dirección de Estudios Financieros Internacionales de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
Varias instituciones mexicanas me abrieron sus puertas para llevar a cabo este trabajo: la Dirección General de Archivo e Historia de la Secretaría de la Defensa Nacional, la Dirección General de Delegaciones de la Secretaría de Relaciones Exteriores, el Archivo General de la Nación, la Biblioteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia y la Hemeroteca Nacional. Quiero expresar mi gratitud a sus directores y personal por su eficiencia, destreza y paciencia, en especial para tener acceso a aquellos archivos que no estaban abiertos al público y donde el personal compartió su espacio y recursos conmigo. También deseo agradecer a mi maravilloso equipo de investigación de la SHCP. Raúl Porras Condey, Manuel del Monte, Rogelio Sandoval y Emmanuel Vargas, más la colaboración de varios estudiantes de servicio social, combinaron con entusiasmo y buen humor la investigación en las finanzas públicas con la tarea de construir bases de datos sobre estaturas, para lo cual tuvieron que aprender más historia antropométrica de la que hubiesen previsto; sin su generosa ayuda no me hubiera sido posible terminar mi proyecto. Quiero agradecer a Jean Niswonger del GIS Data Center de la Rice University, por haberme ayudado en la elaboración de los mapas.
Comencé a escribir este libro en el Center for U. S.-Mexican Studies de la University of California, San Diego, donde estuve como investigadora visitante en 2004-2005. En 2007-2009 me fue posible completar el manuscrito con el apoyo de una beca Richard Gilder, en el Centro de Investigación de Humanidades de la Rice University. Agradezco al Departamento de Historia de la Rice University por concederme el tiempo para hacer las revisiones finales del manuscrito, que finalmente fue publicado por la Stanford University Press.
De múltiples maneras, Stephen H. Haber hizo posible este trabajo. Agradezco su inquebrantable apoyo y por alentarme a profundizar en un tema tan poco estudiado en la historia económica de México. Mi deuda de gratitud hacia él es inmensa. Herbert Klein contribuyó a abrir puertas en el campo de la historia antropométrica y el trabajo interdisciplinario. Richard Steckel y John Komlos me concedieron su tiempo y experiencia desde mis días como estudiante de posgrado, acogiéndome en el grupo de historia antropométrica. Sin su asesoría, el análisis de los datos sobre la estatura habría significado una misión casi imposible. En todo momento, Catherine Mansell Mayo ha sido para mí una fuente de apoyo, aliento, inspiración y fortaleza.
Agradezco los comentarios y sugerencias que recibí de mis colegas del clan de la historia antropométrica y los niveles de vida en distintas conferencias: Joerg Baten, Antonio D. Cámara Hueso, Amílcar Challú, Tim Cuff, Zephyr Frank, Jorge Gelman, Kris Inwood, Lyman Johnson, José Miguel Martínez-Carrión, Adolfo Meisel, Alexander Moradi, Ricardo Salvatore, Daniel Santilli, Marco Sunder y Virginia Vitzhum. Carl Caldwell leyó y aportó comentarios extremadamente útiles sobre dos versiones de la primera parte.
John H. Coatsworth, Eric Van Young, el difunto Paul Vanderwood y John Womack Jr. me brindaron sabios consejos sobre la historia latinoamericana y económica.
Reconocimiento especial merece Richard Salvucci, quien leyó el manuscrito completo con esmero y profundo conocimiento; sus sugerencias fueron muy enriquecedoras y las recibí en un momento crucial para que el libro pudiera publicarse; asimismo, agradezco profundamente que su trabajo sobre la historia de la economía mexicana sirva de ejemplo a todos los estudiosos.
En México, algunos investigadores compartieron su tiempo y experiencia. Lourdes Márquez Morfín me guió en la forma de emprender la investigación interdisciplinaria combinando la antropología física y la historia. El doctor Francisco Gómez Pérez, del Instituto Nacional de Nutrición, fue generoso con su tiempo al compartir conmigo documentos que no circulan con frecuencia fuera de la comunidad médica. Las conversaciones que sostuvimos me aportaron una mejor comprensión de las sinergias entre la salud y la nutrición en la población mexicana. Con su ayuda también me fue posible amalgamar el conocimiento que había adquirido sobre la biología humana y la información de archivos sobre la salud con el actual estado de la salud en la población mexicana. Hugo López Gatell y Arantxa Colchero tuvieron la gentileza de compartir sus conocimientos sobre la relación entre la nutrición y las patologías de la población mexicana, y cómo éstas se relacionan con los problemas de salud pública en el México contemporáneo. Mediante nuestros diálogos me fue posible dar forma a mi argumento sobre el vínculo entre las políticas de salud pública y las necesidades de la población. Laura Cházaro García compartió su trabajo y me procuró tiempo, los cuales resultaron de gran valía para ayudarme a construir el argumento de la historia de la ciencia y la medicina en México. Luisa Gabayet, la difunta Carmen Castañeda, Sandra Kuntz, Graciela Márquez, Aurora Gómez Galvarriato, Luis Jáuregui y Antonio Ibarra me dieron la oportunidad de presentar mi trabajo en diferentes foros académicos. Tanto los comentarios como la reacción de las audiencias fueron decisivos en el proceso de escritura.
Muchos colegas discutieron conmigo las ideas contenidas en este estudio. Mis conversaciones con Edward Beatty, Yovanna Pineda, William Suárez-Potts, William Summerhill y Mauricio Tenorio Trillo resultaron especialmente valiosas; me siento profundamente honrada por su amistad y apoyo.
Colegas y amigos de la Rice University han contribuido de diferentes formas a la preparación de este libro. En particular, agradezco enormemente la ayuda y apoyo recibidos de Carl Caldwell, Caroline Levander, Aysha Pollnitz, Allison Snider, Kerry Ward y Lora Wildenthal.
En dos ocasiones, Anthony G. Lozano leyó, revisó y formuló la crítica al manuscrito completo. Con gran devoción y paciencia infinita, mi tío Tony me ayudó a vencer las tendencias barrocas hispanas en mi empleo del idioma inglés.
Versiones anteriores de algunos de los argumentos que se presentan en la segunda parte se publicaron en The Ups and Downs of Mexican Economic Growth: The Biological Standard of Living and Inequality, 1870-1950
, Economics and Human Biology, vol. 1, núm. 2, 2003, pp. 169-186, y Growth and Inequality: Standards of Living in Mexico, 1850-1950
, Journal of Latin American Studies, vol. 39, 2007, pp. 81-105. Me siento muy agradecida con estas revistas por darme la oportunidad de publicar mis artículos, cuyas críticas y comentarios han enriquecido la presente obra.
Entre las muchas personas a quienes debo gratitud, sobresalen tres: mis padres, Angélica Esmeralda Alonso Zepeda y Carlos Eduardo López Lara, y mi esposo, William Suárez-Potts. Mis padres me brindaron amor incondicional y apoyo en todos los proyectos que he emprendido de todas las maneras que han estado a su alcance. Mi esposo, William, ha soportado y compartido las dificultades y vicisitudes que atravesé al escribir este libro. Por toda su ayuda, amor y apoyo, dedico a ellos este libro.
PRÓLOGO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL
Los azares de la vida me obligaron a que este libro fuera originalmente escrito y publicado en inglés; sin embargo, fue concebido y desarrollado con la esperanza de que algún día pudiera publicarse en español y ser leído por una audiencia iberoamericana.
Lo escribí con la firme convicción de que para encontrar una solución efectiva en el combate a la pobreza y la desigualdad es necesario conocer el problema desde sus orígenes. Para comprender la evolución de los niveles de vida de la población es imprescindible entender los distintos procesos históricos que la determinan; a fin de lograrlo, se requiere una perspectiva de largo plazo, para lo cual son necesarios los estudios tanto a escala nacional como regional.
Mucho se ha escrito y estudiado sobre la pobreza y la desigualdad en América Latina, pues nadie niega la relevancia de estos fenómenos y su impacto en la problemática social; sin embargo, poca atención se ha prestado al estudio dentro de una perspectiva de largo plazo. También se ha pasado por alto el análisis de los niveles de vida en tanto variable de medición sobre la cual influyen indicadores tradicionalmente estudiados por las ciencias sociales —la economía, la política, la sociedad y la cultura— y otros factores donde la ciencia y la tecnología desempeñan un papel importante —la biología, la epidemiología y la nutrición.
En el caso de México hay una amplia literatura sobre los niveles de vida, la desigualdad y la distribución del ingreso a partir de la primera medición realizada en 1957. En contraste, el estudio y la comprensión del periodo anterior fueron desatendidos, no obstante que la evolución del nivel de bienestar es una variable comprendida mejor en el largo plazo. Este libro intenta empezar a llenar esta laguna en la literatura mediante una evaluación de las políticas públicas que afectaron al desarrollo social antes de 1950, desde las reformas liberales de 1857, pasando por el Porfiriato (1876-1911), la Revolución de 1910, la Constitución de 1917 y los profundos cambios ocurridos en las primeras décadas del periodo posrevolucionario, hasta los inicios del llamado milagro mexicano. También toma en cuenta procesos que no necesariamente fueron controlados por las políticas públicas pero que sí las afectaron: el crecimiento demográfico, la transición epidemiológica y los cambios en los hábitos alimenticios.
Los hallazgos de este libro impulsarán al lector a querer saber dónde puede ubicarse a México dentro de los procesos de divergencia entre el mundo occidental y los países en vías de desarrollo. El volumen también procura presentar el análisis de variables antropométricas como una herramienta útil para estudiar los niveles de vida y realizar estudios comparativos. Espero que este libro inspire la realización de más estudios sobre el nivel de vida biológico a escala regional o local, así como para periodos más recientes en México y otros países de América Latina.
Este trabajo no habría podido llegar hasta aquí sin los buenos oficios y profesionalismo de Tomás Granados y Karla López; trabajar con ellos ha sido una fortuna. Me hubiese gustado traducir mi propio trabajo, pero me habría tomado tanto o más tiempo que lo necesitado para escribir su versión original. Tuve la buena fortuna de que Marcela Pimentel me tradujera mejor de lo que yo lo hubiera hecho; trabajar con ella fue un placer y un valioso aprendizaje. Va también mi sincero agradecimiento al Decano de Humanidades y al Departamento de Historia de la Rice University por su generoso apoyo para la traducción de este trabajo. Agradezco al Fondo de Cultura Económica el privilegio que me brinda editando el libro, mi humilde contribución para entender y resolver uno de los problemas que más aquejan a México, país que me vio nacer y al que amo profundamente.
MORAMAY LÓPEZ ALONSO
Coyoacán, D. F. / Houston, Texas, primavera de 2014
INTRODUCCIÓN
En el México del siglo XXI, los políticos de la nueva era democrática no tienen ningún reparo en declarar abiertamente que la pobreza y la desigualdad constituyen las causas principales de los nuevos y viejos problemas sociales que sufre el país. Durante las campañas electorales, los políticos de todos los niveles (federal, estatal y municipal) y de todos los partidos prometen incesantemente que adoptarán programas de reducción de la pobreza más eficaces que los de sus predecesores. Esta retórica política se ha convertido en un lugar común desde que, por primera vez, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdiera las elecciones presidenciales en 2000. Si bien es cierto que en los estudios sobre la pobreza se ha comentado acerca de su alcance actual, las descripciones históricas de lucha contra la pobreza y su impacto en la población son novedosas, ya que las promesas de reducción de la pobreza constituyen un hecho frecuente en las campañas electorales. Los estudios existentes en México evidencian limitaciones no sólo en su alcance sino también en el análisis de la eficacia de las políticas gubernamentales anteriores. Por otro lado, la mayoría de los estudios no logra poner estos temas en contexto en términos de acontecimientos nacionales, mundiales y científicos. Los discursos electorales pueden considerarse como el reconocimiento de la situación de la pobreza y la desigualdad en México a principios del siglo XXI. En este libro se muestra cómo las nuevas herramientas de investigación y una perspectiva interdisciplinaria nos permiten ahondar más profundamente en el papel que han desempeñado las políticas gubernamentales en relación con la nutrición, la salud y la pobreza, así como la forma en que se entrecruzan estos elementos en el lapso comprendido entre 1850 y 1950.
Si bien hoy en día es aceptable reconocer el grado de pobreza y desigualdad que prevalece en México y responsabilizar de ello a las administraciones anteriores, es importante recordar que cada gobierno en turno estableció programas para combatir las condiciones que llevan a la pobreza. Por ejemplo, el 12 de diciembre de 1988, en el inicio de su gestión presidencial, Carlos Salinas de Gortari creó el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol), que fue concebido para fomentar el desarrollo social.¹
En ese momento, la crisis económica que golpeó fuertemente a México a lo largo de la década de 1980 redujo sustancialmente los salarios reales de las clases trabajadoras; el número de personas que cayeron en la pobreza extrema aumentó rápidamente, y el descontento social resultante alcanzó niveles alarmantes. Además de la difícil coyuntura económica, la controvertida y disputada elección presidencial de 1988 hizo a Carlos Salinas de Gortari políticamente vulnerable. El mantenimiento de la estabilidad política dependía de la capacidad de tomar medidas urgentes para ofrecer soluciones a los problemas sociales. Pero los orígenes de la pobreza y la desigualdad no datan de la crisis económica de los años ochenta, ni Pronasol constituyó el primer programa que se emprendiera para abordar estos asuntos.² Desde los años sesenta, la merma en la contribución de la agricultura al Producto Interno Bruto (PIB) ha venido advirtiendo sobre una posible crisis del sector rural, y se hizo necesaria la creación de programas gubernamentales para revertir la disminución en la producción agrícola y la pauperización de las poblaciones rurales.³ Es así que se crearon programas como el de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), en los años sesenta; el del Sistema Alimentario Mexicano (SAM), en los años setenta, y el de la Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados (Coplamar), en los ochenta. La pobreza, sin embargo, no constituyó un fenómeno surgido al promediar el siglo XX, y las políticas gubernamentales de entonces no lograron erradicarla.
Ya en 1937, el presidente Lázaro Cárdenas manifestó que era responsabilidad del gobierno ayudar a los pobres más allá de cubrir las necesidades básicas y la asistencia médica.⁴ El objetivo detrás de esta iniciativa era integrar a los pobres en la fuerza laboral para que pudieran ganarse la vida y contribuir al crecimiento económico del país. Ésta fue la primera vez en la historia del México moderno en que un presidente declarara que ayudar a los pobres era responsabilidad del Estado —casi dos décadas después del término de la Revolución—.⁵ Curiosamente, los programas de asistencia social se pusieron en marcha a nivel nacional en 1940, sólo después de que se completaron las reformas agrarias y laborales, y sólo cuando una masa crítica de trabajadores y campesinos había sido suficientemente cooptada por el partido gobernante con el objetivo de garantizar la estabilidad política.
Cuando Lázaro Cárdenas anunció que correspondía al gobierno la responsabilidad de asistir a los pobres, México había sido un país independiente por casi 120 años. Durante gran parte de ese tiempo, diferentes gobiernos habían trabajado para eliminar las instituciones que representaban el orden colonial. Una de las batallas más encarnizadas se llevó a cabo en contra de la Iglesia católica y todo lo que esta institución representaba. Los gobiernos nacionales despojaron a la Iglesia católica de sus riquezas, sus privilegios y sus poderes. Este proceso se desarrolló gradualmente, ya que se vio amenazado por diversos grupos sociales en distintos momentos. Algunas veces, las amenazas terminaron en violentas confrontaciones. De manera significativa, la Iglesia perdió el control sobre los recursos para asistir a los necesitados. En 1861, el gobierno liberal emitió un decreto para secularizar las restantes instituciones eclesiásticas de asistencia y procedió a confiscar sus bienes. En 1937, cuando Lázaro Cárdenas anunció el principio de que sería responsabilidad del gobierno asistir a los pobres y tomó medidas concretas para enfrentar este asunto, surgieron estas instituciones de asistencia social desde una forma de limbo jurídico e institucional. Entre 1861 y 1937, el gobierno no quería la injerencia de la Iglesia en los asuntos del Estado, incluidas la caridad y la asistencia social; sin embargo, no estaba seguro acerca de qué hacer con los pobres.
El surgimiento del capitalismo y las creencias filosóficas que lo avalaron explicaron la pobreza de una forma que amenazaba las nociones religiosas tradicionales en el sentido de que era inherente a todas las sociedades.⁶ La burguesía mexicana que surgió a partir de la modernización de la economía, la industrialización y el crecimiento impulsado por las exportaciones durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX favoreció las ideas liberales. La secularización de la sociedad fue un fundamento de la revolución liberal. Esto significaba una prometedora igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, un rechazo de la religión católica y sus privilegios, y el rechazo de cualquier forma de propiedad colectiva en favor del principio de la propiedad privada. Con el surgimiento del anticlericalismo llegó la desaparición de las donaciones caritativas a la Iglesia, ya que una proporción en aumento de la oligarquía dejó de creer que era necesario compartir parte de su riqueza con los pobres para garantizarse un lugar en el reino de los cielos. Si bien las nuevas formas de producción crearon más riqueza, los capitalistas en particular estaban menos dispuestos a participar en empresas caritativas. Por otra parte, las populares ideas del darwinismo social, con su afirmación de que los pobres son pobres porque son menos aptos para sobrevivir, ratificaron lo estéril de brindar caridad a quienes la sociedad había etiquetado como indeseables. Vale destacar que la oligarquía surgida tras la Revolución mexicana de 1910 era incluso mucho menos generosa que su predecesora. Las políticas anticlericales del gobierno, junto a su incapacidad para definir un programa de asistencia social con destino a las clases más bajas, se sumaron al ya decreciente interés de la oligarquía en compartir su riqueza con los pobres. Inevitablemente, ello no condujo a una sociedad más equitativa. Esta tendencia garantizaría que, a pesar de la transformación sociopolítica y económica que tuvo lugar en México durante el periodo 1850-1950, el número de pobres continuara en aumento. Sorprende que los historiadores hayan prestado tan poca atención a cómo se produjo este fenómeno central de la sociedad mexicana.
Los sucesivos gobiernos pusieron en marcha urgentes programas de reducción de la pobreza, incluso en medio del periodo de crecimiento económico sostenido que ha dado en llamarse el milagro mexicano (1940-1970). Esto abre la puerta a las siguientes preguntas: ¿Los niveles de pobreza y desigualdad en la población mexicana no fueron siempre una cuestión crítica? ¿Hubo una edad de oro
de la igualdad que los políticos prometían de manera habitual? Con base en la historiografía existente es difícil saber qué ocurrió antes de la década de 1950. Existe abundante literatura sobre la historia de las políticas gubernamentales de asistencia social y de los programas dedicados al combate de la pobreza desde 1950, como si la pobreza y la desigualdad fuesen dos fenómenos que hubieran surgido en esa década, pero éste no es el caso. Por otra parte, sería difícil escribir una historia sobre la pobreza y la desigualdad sin conocer la evolución de los niveles de vida. Desafortunadamente, la historia de los niveles de vida es un tema que los historiadores sociales, políticos y económicos han dejado de lado.
Desde luego, no existe un periodo en la historia de México como país moderno en el cual la pobreza y la desigualdad no hayan constituido un problema, y no hay especialista que niegue su importancia. Aun así, la historiografía tradicional que cubre el periodo 1850-1950 aborda estos temas de manera tangencial. Gran parte de esta historiografía temprana se escribió para justificar y ensalzar la Revolución mexicana de 1910. Años más tarde, los estudiosos tendieron a presentar los hechos desde un punto de vista marxista, tratando de poner de relieve el daño que el desarrollo capitalista infligió a campesinos y obreros. El deterioro de los niveles de vida y sus implicaciones para los niveles de pobreza y desigualdad se mencionan constantemente como resultados de las políticas gubernamentales y como causas de la inestabilidad política. Para fundamentar sus afirmaciones, los historiadores se han basado principalmente en información anecdótica.
El argumento general ha sido que la reforma de mediados del siglo XIX incorporada en la Constitución de 1857 autorizó la privatización de la tierra, lo que permitió su incautación por los terratenientes ricos con el consentimiento del gobierno.⁷ Las Leyes de Reforma y las políticas gubernamentales relacionadas se implementaron de manera diferente en todo el país.⁸
Los terratenientes ricos que tenían vínculos con el gobierno y que buscaban expandir sus operaciones agrícolas comerciales aprovecharon esta nueva legislación para apoderarse de las tierras comunitarias y privadas de los campesinos que se encontraban cerca de sus propiedades. Los campesinos se vieron privados de sus tierras y por lo tanto se volvieron dependientes del trabajo asalariado de las grandes haciendas. En consecuencia, al convertirse en dependientes de los salarios, los campesinos también se hicieron más vulnerables a los cambios en los precios de los alimentos básicos.⁹
Para los pequeños terratenientes, la confiscación de las tierras ocurrió de manera diferente. Casi todos estos pequeños propietarios eran rancheros que habían obtenido el título de propiedad de sus tierras por parte del gobierno como recompensa por su disposición a emigrar al norte para colonizar la región y defenderla de las invasiones extranjeras y los ataques de los indígenas. La construcción de los ferrocarriles para conectar el norte con el resto de México y con los Estados Unidos, y las fuertes inversiones extranjeras para industrializar la región aumentaron el valor de la tierra así como el incentivo para expropiarla. Las oligarquías locales de terratenientes se encargaron de llevar a cabo las apropiaciones de las tierras, mientras que el gobierno no hizo ningún intento de responder a las quejas de los colonos y de las tribus indígenas perjudicadas.¹⁰
Los estudiosos de las décadas que siguieron a la Revolución usaron evidencia anecdótica cargada de sentimentalismo para apoyar sus argumentos de que los niveles de vida en el campo se habían deteriorado como resultado de la privatización de la tierra y la concentración de la propiedad en el siglo XIX. Jesús Silva Herzog se refiere a la población descontenta sin fuego en sus hogares, sin zapatos y con estómagos vacíos
.¹¹ Luis González escribe sobre los campesinos que vivían en la semiesclavitud en las haciendas y los trabajadores que, al ser víctimas de una vida incierta, preferían estar borrachos la mitad de sus vidas
.¹² En síntesis, la historiografía tradicional trata como sinónimos de deterioro del nivel de vida del grueso de la población rural el despojo de la tierra y la dependencia del trabajo asalariado.¹³
Con respecto al proletariado urbano e industrial, el argumento habitual es que el descontento comenzó hacia 1900. Antes de ese año, las inversiones en la industria crearon trabajos que se pagaban razonablemente bien. Los inconvenientes de la industrialización aparecieron más tarde. Ya en los años treinta los especialistas apoyaban este argumento. En 1934, Marjorie Ruth Clark escribió: A medida que avanzaba la industrialización del país, el costo de vida se elevó rápidamente en tanto los salarios, en general, permanecieron casi inmóviles. El ya de por sí miserable nivel de vida cayó aún más
.¹⁴ En comparación con la población campesina, los trabajadores industriales y urbanos constituían una minoría de la clase trabajadora. Sin embargo, representaban la fuerza de trabajo en el sector más dinámico, y sus protestas también crearon problemas en las urbes a las autoridades gubernamentales.
La disminución en los salarios reales fue un ejemplo prototípico del descenso en los niveles de vida de las clases trabajadoras urbanas antes de la Revolución de 1910. Como precursoras de la Revolución, la historiografía tradicional presenta las huelgas de Cananea (1906) y Río Blanco (1907), cuya exigencia consistía en mejorar las condiciones salariales. Por la obra de Charles Cumberland sobre la Revolución mexicana sabemos que, de acuerdo con estimaciones de los primeros años del siglo XX, el salario promedio de los obreros oscilaba entre 25 y 50 centavos. Sin embargo, el precio de los productos básicos se había incrementado durante el mismo periodo.¹⁵ Frank Tannenbaum explica: La industrialización fue acompañada de un rápido aumento en el costo de vida, sin el correspondiente aumento de los salarios de las masas
.¹⁶ Historiadores mexicanos tradicionales, pioneros de la Revolución, como Alfonso Teja Zabre, argumentaron en igual sentido.¹⁷ Décadas más tarde, Friedrich Katz emplea todavía el mismo argumento sobre el salario en sus explicaciones de por qué las clases trabajadoras se unieron al movimiento revolucionario: La causa más inmediata de insatisfacción obrera fue la fuerte caída de los niveles de vida entre 1900 y 1910. Incluso en el periodo hasta 1907, los salarios reales se vieron deteriorados por la inflación
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La mayoría de la información estadística para apuntalar estos argumentos relacionados con la caída de los niveles de vida, consecuencia de los precios en aumento y los salarios estancados, es muy restringida. Estas fuentes no son muy confiables, ya que tienen dos problemas: primero, son muy limitadas en cuanto a los años y lugares que cubren; segundo, no queda claro cómo se reunió la información. En el caso de los campesinos, la mera afirmación de que las apropiaciones provocaron una caída en los niveles de vida no ofrece una comparación tangible de cómo fue esta caída.
Con respecto al periodo posrevolucionario, lo que sabemos sobre los niveles de vida se menciona indirectamente. La historiografía es muy explícita al describir todas las inversiones que se realizaron para modernizar el país. Una suposición es que la modernización constituía la mejora de los niveles de vida de la población. Los esfuerzos se tradujeron en reformas sociales destinadas a mejorar las condiciones laborales y los derechos de propiedad de las clases trabajadoras, por ejemplo, a través de las reformas agraria y del trabajo (artículos 27 y 123, respectivamente, de la Constitución de 1917).¹⁹ Estas reformas, sin embargo, se describen como lentas y limitadas:
Los historiadores que apuntan a la escasez de la reforma en los años veinte y al conservadurismo del régimen están en lo cierto [...] Las políticas formales —los hechos del Estado y la élite política— no eran coincidentes