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Cultivos transgénicos para la agricultura latinoamericana
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Cultivos transgénicos para la agricultura latinoamericana
Libro electrónico180 páginas3 horas

Cultivos transgénicos para la agricultura latinoamericana

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La aparición de los primeros cultivos transgénicos dio origen a una gran controversia entre consumidores, grupos ambientalistas, agricultores, investigadores y empresas. Más de 10 años han pasado desde que se introdujeron estos cultivos sin que hayan ocurrido las consecuencias negativas que se temían. En estas páginas el lector puede obtener información fidedigna sobre qué son las plantas transgénicas, sus efectos sobre el ambiente, su efectividad, sus posibles repercusiones socioeconómicas y cuáles son las expectativas en un futuro cercano.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 oct 2012
ISBN9786071603272
Cultivos transgénicos para la agricultura latinoamericana

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    Cultivos transgénicos para la agricultura latinoamericana - Carlos A. Blanco

    Cultivos transgénicos para la agricultura latinoamericana

    Carlos A. Blanco


    Primera edición, 2008

    Primera edición electrónica, 2012

    La Ciencia para Todos es proyecto y propiedad del Fondo de Cultura Económica, al que pertenecen también sus derechos. Se publica con los auspicios de la Secretaría de Educación Pública y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

    D. R. © 2008, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.

    Empresa certificada ISO 9001:2008

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55)5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-0327-2

    Hecho en México - Made in Mexico

    La Ciencia para Todos

    Desde el nacimiento de la colección de divulgación científica del Fondo de Cultura Económica en 1986, ésta ha mantenido un ritmo siempre ascendente que ha superado las aspiraciones de las personas e instituciones que la hicieron posible. Los científicos siempre han aportado material, con lo que han sumado a su trabajo la incursión en un campo nuevo: escribir de modo que los temas más complejos y casi inaccesibles puedan ser entendidos por los estudiantes y los lectores sin formación científica.

    A los diez años de este fructífero trabajo se dio un paso adelante, que consistió en abrir la colección a los creadores de la ciencia que se piensa y crea en todos los ámbitos de la lengua española —y ahora también del portugués—, razón por la cual tomó el nombre de La Ciencia para Todos.

    Del Río Bravo al Cabo de Hornos y, a través de la mar océano, a la Península Ibérica, está en marcha un ejército integrado por un vasto número de investigadores, científicos y técnicos, que extienden sus actividades por todos los campos de la ciencia moderna, la cual se encuentra en plena revolución y continuamente va cambiando nuestra forma de pensar y observar cuanto nos rodea.

    La internacionalización de La Ciencia para Todos no es sólo en extensión sino en profundidad. Es necesario pensar una ciencia en nuestros idiomas que, de acuerdo con nuestra tradición humanista, crezca sin olvidar al hombre, que es, en última instancia, su fin. Y, en consecuencia, su propósito principal es poner el pensamiento científico en manos de nuestros jóvenes, quienes, al llegar su turno, crearán una ciencia que, sin desdeñar a ninguna otra, lleve la impronta de nuestros pueblos.

    Comité de selección de obras

    Dr. Antonio Alonso

    Dr. Francisco Bolívar Zapata

    Dr. Javier Bracho

    Dr. Juan Luis Cifuentes

    Dra. Julieta Fierro

    Dr. Jorge Flores Valdés

    Dr. Juan Ramón de la Fuente

    Dr. Leopoldo García-Colín Scherer

    Dr. Adolfo Guzmán Arenas

    Dr. Gonzalo Halffter

    Dr. Jaime Martuscelli

    Dra. Isaura Meza

    Dr. José Luis Morán López

    Dr. Héctor Nava Jaimes

    Dr. Manuel Peimbert

    Dr. José Antonio de la Peña

    Dr. Ruy Pérez Tamayo

    Dr. Julio Rubio Oca

    Dr. José Sarukhán

    Dr. Guillermo Soberón

    Dr. Elías Trabulse

    SUMARIO

    Introducción

    Acerca de los autores

    INTRODUCCIÓN

    CARLOS A. BLANCO

    JULIO S. BERNAL

    ALEJANDRA ALVARADO

    La producción de alimentos es una actividad humana muy importante, pues de los alimentos se obtiene la energía para realizar todas las demás labores del hombre. La comida no es sólo comida, sino que es parte importante de nuestras actividades recreativas y además es fundamental en nuestra cultura.

    Lo anterior no es únicamente nuestra opinión. Con un poco de reflexión y dejando de lado la comodidad a la que estás acostumbrado, piensa cuál sería la preocupación principal del día si te sacaran de tu entorno privilegiado.

    En todo el mundo producir comida presenta serios retos y problemas; sólo por mencionar algunos de los más importantes diremos que esta producción compite con otras actividades humanas por el uso del espacio y el agua, además de que contamina el aire, el suelo y el agua, y utiliza gran cantidad de hidrocarburos para su transporte. Recientes cálculos conservadores indican que una tercera parte de la energía que se capta del sol a través de la fotosíntesis de plantas y algas —lo que se denomina producción primaria neta —se aprovecha en actividades humanas como la producción de alimentos, la pesca, la tala y la quema de madera (Tilman y cols., 2001; INEGI, 2004). Esta producción primaria neta es la fuente de energía de todas las especies de todos los ecosistemas; utilizar un tercio de ella deja al resto de los seres vivos sólo con dos terceras partes del total, lo que nos permite ver lo cerca que estamos de apropiarnos por completo de los recursos del planeta.

    La actividad humana también trae consigo la alteración de la composición de la atmósfera como consecuenciade la combustión interna, la quemade madera y la producción de metano, así como la pérdida de biodiversidad por ladestrucción de la naturaleza; el desequilibrio que esto ocasiona en el flujo de energía en los ecosistemas es el impacto más tangible de nuestra presencia. Lo que nos restade superficie que no ha sido alterada para la agricultura, la ganadería y la construcción de ciudades es la base que nos permite tener una atmósfera respirable, suficiente agua limpia y lugares naturales de recreación, indispensables para evitar la pérdidade especies y la capade suelo arable.

    El agua es otra limitante fundamental para la producción de alimentos, ya que se ha calculado que para ese propósito se utilizade 30 a 50% del vital líquido en el mundo (Imhoff y cols., 2004; Ehrlich, 2004).

    Para ser eficientes en la producción de comida sobresalen dos factores que determinan la cantidad producida por persona en una región o país: la superficie cultivable y la población. En la práctica, la superficie arable de una región es una cantidad constante, que en muchos casos tiende a decrecer (debido a la urbanización, salinidad, erosión, etc.) y en pocos casos tiende a aumentar (por ejemplo, gracias a la recuperación de superficies pantanosas). En contraste, la población de una región es, con pocas excepciones, una cantidad creciente.

    En México la superficie arable equivale a 1 500 000 hectáreas aproximadamente, de las cuales se cultiva en promedio 80%; y del crecimiento poblacional sabemos que el número de habitantes creció de unos 25 millones en 1950 a más de 97 millones en el año 2000 (Tilman y cols., 2001), situación no muy diferente a otros países en desarrollo. La disparidad entre el factor constante de la superficie adecuada para el cultivo y el crecimiento de la población implica un reto claro y bastante serio: debemos producir cada vez más alimentos sobre una superficie que en el mejor de los casos se mantiene constante. Ante este reto las ciencias agronómicas, biológicas, químicas, ecológicas, etc., nos han ofrecido respuestas acertadas que han consistido en incrementar continuamente el rendimiento de nuestros cultivos y en reducir las pérdidas ocasionadas por factores ambientales bióticos y abióticos. A la fecha, hemos enfrentado con cierto éxito el reto de producir alimentos suficientes para una población creciente a partir de una superficie arable fija. Sin embargo, muchas de las tecnologías empleadas para lograrlo no son enteramente sustentables. Por ejemplo, aunque en los últimos 50 años hemos incrementado considerablemente el rendimiento de nuestros cultivos básicos—maíz, trigo y frijol—, en gran medida mediante la introducción de variedades mejoradas y el uso creciente de fertilizantes químicos, sabemos que no es factible incrementar indefinidamente de esta manera su rendimiento. De igual modo, aunque en los últimos 50 años hemos reducido, o por lo menos mantenido constante, la proporción de la producción agrícola que se pierde debido a las plagas—en gran medida por el uso de plaguicidas químicos—, sabemos que esto acarrea problemas de contaminación. En este momento se requiere mejorar las técnicas de cultivo y protección de cosechas, así como hacer más eficiente la superficie dedicada a la agricultura, situación que parece haberse olvidado.

    A pesar de que en los últimos dos siglos la población se transformó de predominantemente agrícola a urbana, el sector que tradicionalmente se ha dedicado a producir alimentos ha sufrido pocos cambios; aún continúa siendo menos de 5% de la población mundial y siempre se ha encontrado entre el sector menos favorecido económicamente. En México, la población que se dedica a la agricultura representa 1.5% (Tilman y cols., 2001). Descontando a los enfermos que no pueden o no quieren comer, el resto de la población lo quisiera hacer todos los días. De seguir con esta tendencia, ese 5 o 1.5% de la población enfrentará retos mayores para darnos de comer, pues aunque esa proporción se mantuviera constante (cuestión que resulta dudosa en el futuro, ya que actualmente menos jóvenes se quieren dedicar a la agricultura), llegaremos al punto en que no haya más superficie cultivable. Hay que recordar que la población aumenta pero el área donde se produce la comida ya está casi totalmente explotada.

    Varios factores principales deben ser corregidos para aminorar la presión que causa alimentar a tantas personas y preservar lo poco que nos quedade ecosistemas naturales y biodiversidad. El más imperioso es detener el crecimiento de la población; aunque con logros significativos en este sentido, el aumento demográfico continúa siendo impresionante. Como perspectiva sabemos que en menos de 50 años habrá 50% más de gente en el mundo, lo cual no significa que tengamos que producir 50% más de comida; las demandas de la población son otras. Por ejemplo, el crecimiento poblacional entre los años 1950 y 2000 fue de 244%, pero la necesidad de producción de alimentos se incrementó más de 300% (Imhoff y cols., 2004), lo que hace imposible encontrar 50% más del área que ya se dedica a la agricultura; si así lo hiciéramos, ¿qué sucederá dentro de 60 años? La demanda de una mejor alimentación (estimada en una mayor cantidad de calorías consumidas por persona al día) ha venido también en aumento. Sin embargo, en México todavía hay más de medio millón de personas con cierto grado de desnutrición (6.1% de la población), y en Latinoamérica el porcentaje es de 11.7 (The State of Food…, 2003). Entonces, dentro de 50 años tendremos que alimentar a otros 3 000 millones de personas y, ¿por qué no?, ya que estamos haciendo planes tan ambiciosos, incrementar la dieta de ese ≥ 6% de desposeídos—9 540 millones de personas bien alimentadas en el planeta—para el año 2050. ¿No es esto un reto suficientemente grande como para empezar a buscarle solución de inmediato?

    La situación de la producción de alimentos en México, como ya se destacó, es dramática. En la última década 64% de la población percibió menos ingresos de los necesarios para comprar suficiente comida para satisfacer las necesidades básicas de nutrición. De 1990 a 2000, la proporción de habitantes que se encontraba en algún grado de inseguridad alimentaria creció de 32 a 45% (Smill, 2000). Y a pesar de haber disminuido la tasade crecimiento, la población aún aumenta 1.8% anual (Tilman y cols., 2001). Para cubrir estas necesidades de alimentación hacia finales de este siglo e incrementar la dieta de la tercera parte de la población mundial, considerada como lade los desposeídos, se tendrá que aumentar la producción agrícolade 65 a 100% (Imhoff y cols., 2004). Tal vez sea éste un buen momento para empezar a invertir nuestro dinero en bulldozers, sierras de gasolina para derribar árboles, herbicidas para aniquilar la maleza nativa, implementos para disecar las especies que se van a extinguir y que quizá más tarde puedan tener un buen precio como ejemplares de museo, o almacenar agua para revenderla después a un precio más alto. La otra opción puede ser pensar en producir más comida, pues según las proyecciones poblacionales, tendremos 50% más de clientes a mediados de este siglo.

    A este respecto, el argumento de los despreocupados siempre ha girado en torno a la reconfortante creenciade que "hay suficiente comida para todos,

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