Apuntes para mis hijos
Por Benito Juárez
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Apuntes para mis hijos - Benito Juárez
Acerca del editor
Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva es maestro normalista, egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y doctor en historia por El Colegio de México. Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores y es especialista en historia social y política del México del siglo XIX. Una de sus actividades principales ha sido la edición de fuentes documentales y libros clásicos.
Apuntes
para mis hijos
Benito Juárez
Edición de Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva
Prólogo de Josefina Zoraida Vázquez
Primera edición, 2006
Primera reimpresión, 2010
Primera edición electrónica, 2010
Reproducciones autorizadas por: Archivo General de la Nación; Biblioteca Nacional de México, Fondo Reservado; Conaculta-INAH-Méx. Instituto Nacional de Antropología e Historia; Galerías A. Cristóbal; H. Ayuntamiento Constitucional, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas; Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura; Mapoteca Orozco y Berra; Servicio de Información Estadística, Agroalimentaria y Pesquera, Sagarpa; Patronato del Museo Nacional de Arte A.C.
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ISBN 978-607-16-0414-9 (ePub)
ISBN 978-968-16-8060-2 (impreso)
Hecho en México - Made in Mexico
Prólogo
A diferencia de otros países, en México son pocos los políticos que se ocupen de escribir sus memorias, lo que impide que podamos entrar en el mundo que vivieron y conocer la razón de sus decisiones. Los Apuntes para mis hijos escritos por don Benito Juárez son muy breves para ser memorias, pero dan una idea clara de la trayectoria humana y política del hombre que contribuyó a la consolidación de la República.
Benito Juárez, al darse cuenta de lo extraordinaria que había sido su experiencia, decidió describirla en sus Apuntes, con el fin de subrayar la importancia de la educación como medio para transformar la vida de los seres humanos, un buen ejemplo para sus hijos y para otros mexicanos. Él sabía que la enseñanza le había permitido desafiar al destino que prometían las condiciones precarias en las que había nacido, aunque para lograrlo había necesitado voluntad y tenacidad. En un lenguaje sencillo y directo, los Apuntes nos relatan los principales acontecimientos de su vida y los obstáculos que tuvo que vencer, al tiempo que nos trasmiten la imagen que don Benito tenía de sí mismo.
Escritores, historiadores y políticos subrayan siempre que Juárez era indio
, lo que soslaya sus cualidades personales y la sensibilidad que le permitieron transformarse para estar a tono con las ideas de su tiempo. Por sus propias palabras, sabemos de su procedencia indígena, pero para el momento en que escribe sus Apuntes, es indudable que se considera un liberal mexicano. Don Benito había nacido en 1806 en San Pablo Guelatao, un poblado incomunicado de la sierra oaxaqueña que carecía de escuela y en el cual se hablaba la lengua zapoteca. Huérfano a la temprana edad de tres años, junto a sus hermanos quedó a cargo de sus abuelos y pasó después al cuidado de un bondadoso tío que, además de enseñarle lo que sabía, le sembró la idea de la conveniencia de aprender el castellano y de estudiar para convertirse en eclesiástico.
A través de los Apuntes nos introducimos a las difíciles condiciones que rodearon su infancia, lo que nos permite comprender hasta qué punto su carácter y sentido común le permitían tomar decisiones importantes. Nos cuenta cómo Guelatao y sus alrededores carecían de escuela, por lo que había que ir a alguna en Oaxaca. Los padres pobres que deseaban que sus hijos se educaran, los llevaban a la ciudad y los ponían a servir en casas particulares, a condición de que los enseñasen a leer y a escribir
. Eso es lo que había prometido su tío a Benito, que mostraba un deseo vehemente de aprender
. A los 12 años decidió irse a la ciudad de Oaxaca. Muy temprano el 17 de diciembre de 1818, inició su caminata rumbo a Oaxaca y esa misma noche llegó a la hermosa ciudad de bellas construcciones coloniales. Podemos adivinar el asombro que le habrá causado el contraste que la ciudad presentaba con el humilde poblado de una veintena de familias en que había vivido. La suerte acompañó a Benito, que llegó a la casa de don Antonio Maza, donde su hermana María Josefa trabajaba como cocinera. Allí recibió albergue y le dieron un trabajo a cambio de un pequeño salario. Así se sostuvo durante las primeras semanas hasta que el destino lo llevó a un protector, don Antonio Salanueva, un encuadernador que le prometió enviarlo a la escuela. De esta manera en sus Apuntes nos dice que el 7 de enero de 1819 se estableció en Oaxaca.
Salanueva cumplió su palabra y envió a Benito a la Escuela Real, que, a pesar de su pretencioso nombre, era una escuela con dos departamentos: el de niños de paga y el de niños pobres, en el que él fue admitido. Las escuelas de primeras letras sólo enseñaban a leer, escribir, contar y memorizar el Catecismo del padre Ripalda, lo que no satisfacía su deseo de mejorar el español que había aprendido poco a poco. Como el método de enseñanza era muy malo, decidió aprender por sí mismo y empezó a repasar una y otra vez las lecciones y a leer cuanto caía en sus manos. Éste es sin duda el mejor método para aprender una lengua y escribir con corrección.
No podemos saber cuánto habrá progresado, pero terminó sus estudios elementales para proseguir su educación. Como los religiosos eran las únicas personas educadas que conocía, y recordaba los deseos de su tío, que coincidían con los de su protector y padrino don Antonio, decidió inscribirse en el Seminario de Oaxaca, donde en octubre de 1821 iniciaba el estudio de la gramática latina.
En esa época acababa de consumarse la Independencia de México. La larga lucha y los cambios que habían tenido lugar despertaron inquietudes, pero Benito, que sentía la presión de recuperar el tiempo perdido, debe de haberse concentrado en sus estudios. No obstante, el fracaso del Imperio Mexicano y la fundación del Estado Libre de Oaxaca causaron tanto revuelo que Benito terminó por contagiarse de ideas y aspiraciones surgidas a partir de la Independencia, sin que ello le impidiera aprobar la gramática latina con buenas calificaciones. Para ese momento estaba seguro de no tener vocación religiosa y empezó a soñar con ser abogado. Para ello requería seguir el curso de artes, que en ese momento no se ofrecía, por lo que concluyó su curso de filosófía y empezó a convencer a Salanueva de su cambio de planes.
Mientras tanto, la política dividía a la sociedad oaxaqueña al igual que a todo