Dreg
Por Terry M. West
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Un policía psíquico enfermo persigue un asesino serial, quien es más que humano.
Aclamada como una mezcla entre Deliverance (Amada pesadilla en español) y Silent of the Lambs (El silencio de los inocentes), Dreg es un monstruo que no olvidarás pronto. Sin importar cuánto lo intentes.
Nueva Orleans. 1940. La locura prospera en los pantanos y un legado oscuro es abrazado. Un niño pantanoso es bautizado con sangre de la ciudad y una manada tan vieja como el tiempo sube de los pantanos. Un hombre bestia escapa de sus grilletes y comienza la caza, una caza que durará por décadas. Una caza alimentada por la luna. Porque cuando hay luna llena, la bestia se levanta. Y la sangre fluye.
Houston, Texas. 1999. Lucas Glover es un psíquico local que asiste a la policía. Las habilidades psíquicas de Lucas están vacilando y su salud ha sido extremadamente afectada por su don. Él es llamado por el comisionario de la policía para ayudar a encontrar y rastrear al Asesino del Recuerdo. El Asesino del Recuerdo es un homicida que ha eludido a la policía por décadas. Lucas se une a William Harlson, un duro como uñas, un detective de homicidios escéptico y enfermo terminal, quien ve el hecho de frenar al asesino como su último "hurrah". A medida que progresa la investigación, Lucas es plagado por sueños extraños y desarrolla una conexión con el asesino. Lucas descubre que está tratando con una fuerza principal de la naturaleza mucho más peligrosa que cualquier asesino serial humano. Y cuando el Asesino del Recuerdo ataca cerca de casa, Lucas debe empujar sus habilidades más lejos de lo que jamás lo ha hecho.
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Dreg - Terry M. West
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
PRÓLOGO
Profundo en el Pointe Au Chien, Luisiana
Verano, 1940
El padre empujó el rifle hacia las manos de su hijo.
—Tómalo, chico. Es hora de que aprendas —El chico, cuyo nombre era Dreg, miró hacia el arma. El sol se asomó por el denso follaje del bosque y se reflejó en el cañón azul de la escopeta. El padre de Dreg rasgó el musgo que tenía como barba, mirando hacia el bosque.
—Las pistas van hacia adelante —dijo su padre, señalando las huellas frescas en el barro que llevaban hacia el pantano—. Se está poniendo oscuro. Debemos atraparlo. Si no lo hacemos, se escapará o los caimanes lo tendrán. Vamos, chico.
El padre comenzó a avanzar hacia el bosque, con ramas delgadas rasgando su camiseta sin mangas saturada de sudor. Él miró de vuelta a su hijo. Dreg, quien apenas tenía diez años, se quedó plantado en su lugar, con la mirada vacía hacia el arma en sus pequeñas manos. El miedo inundaba sus ojos y su estómago, retorciendo sus entrañas alrededor del pan de levadura y la miel que había desayunado.
El padre empujó de nuevo a Dreg y le quitó la escopeta. Él golpeó la parte de atrás de la cabeza del pequeño.
—Tienes que cazar como Le Loup, chico. Debes aprender a matar. Los perros y los chacales eligen huesos. Los lobos se llenan de carne. ¿Quieres terminar como un chacal, muchacho? ¿Rogando por residuos con la cola entre las piernas?
—No, señor —Dreg croaba como una rana. Su garganta estaba seca.
—Debes cazar para sobrevivir, ¿A menos que quieras terminar como un niño bonito besando hombres en Orleans? —Dreg negó con la cabeza, alcanzando el arma. El padre dejó que la agarre—. Entonces toma esto y haz a tu papá orgulloso. Sé el lobo. Vamos, chico. El sol desaparece rápido.
El chico siguió a su padre hacia los arbustos. Las espinas y las ramas trabajaban en su carne tierna. El suelo se volvía más suave con cada paso; el agua del pantano llenaba sus pasos en cuanto él los hacía. Dreg siguió adelante detrás de los pasos de su padre, a medida que el pantano se hacía visible. Su padre hizo una pausa, presionando su dedo contra sus labios agrietados. Se inclinó hacia su hijo. Su aliento apestoso, agrio por las caries y, al mismo tiempo, dulce por aplastamientos de maíz, salpicó el rostro de Dreg mientras susurraba:
—Quédate aquí, ¿sí? Termínalo. Apunta a la cabeza. La cortaremos y se la daremos a los caimanes. No me decepciones, muchacho.
Su padre se corrió hacia la izquierda. Los arbustos traquetearon por un segundo, luego se mantuvieron estáticos mientras el padre del muchacho se movía por el bosque como un fantasma.
Dreg se paró en la orilla, sus manos temblando. El pedazo de metal de empuñadura se sentía como una viga de acero. Él era un buen tirador. Dreg podía reventar melones desde una gran distancia. Pero los melones no corrían, respiraban o sangraban. Un melón no te miraba a los ojos con pánico o enojo y se estremecía después de que le dispararas. Su estómago se revolvió en un nudo más apretado.
La humedad opresiva del pantano humedecía su ropa. Él quería arrancarse su remera, pero tenía miedo de soltar el arma. El sudor que corría por sus poros estaba contaminado por el miedo rizado y enconado en su vientre. El sudor picaba sus ojos y cosquilleaba sus axilas peladas.
Algo marrón y pulcro se zambulló por un poste cercano dentro del pantano, desapareciendo debajo del agua oscura. Dreg vio la acción pasar por el rabillo de su ojo y niveló la escopeta hacia el agua. Su corazón se agitó y su vejiga de repente se sintió llena. Dreg maldijo en francés; aunque conocía a Le Loup, señor de arriba, no le agradaba eso, porque ahora tendría que bajar el arma para hacer sus necesidades. Él no iba a arriesgarse a disparar sus cosas mientras la escopeta pasaba de una mano hacía la otra mientras bajaba su bragueta.
Él estaba por inclinar el arma hacia un árbol cuando las copas de los árboles se sacudieron como pájaros moviendo sus alas y chillaron. Todo el bosque cobró vida con actividad y los animales gritaron. El estómago de Dreg estaba tan agrio que consideró colocar un dedo en su garganta ara dejar libre la bilis.
—¡Él va hacia ti, muchacho! —gritó el padre de Dreg desde la distancia—. ¡Prepárate, muchacho, aquí viene!
Dreg realmente tenía que hacer pis. Su estómago se sintió como si fuera en dos direcciones, arriba por su garganta y dentro de sus intestinos. A pesar de su disconformidad, el chico sostuvo el arma lista, su garganta ahora tan seca que no podía tragar. Su panza plana y bronceada se sentía como si se estuviera devorando sola.
—¡Prepárate, Dreg! ¡Prepárate, muchacho! —Su padre le avisó desde los arbustos. Dreg se tensó a medida que escuchaba las ramas romperse y el chapoteo del suelo. De repente, la presa saltó de los arbustos. La presa se quedó paralizada, mirando con los ojos grandes hacia Dreg. Se sacudió y comenzó a correr. Dreg apretó el gatillo, llevando la parte trasera del arma hacia su hombro. La garganta de la presa explotó. La sangre manó de una herida oscura en su garganta debajo de su pecho. La presa gorjeó mientras el vómito salía del agujero y caía al barro, alborotando el agua del pantano con sus piernas. Orina cálida cayó por las piernas de Dreg. Finalmente, bajó el arma, se dio vuelta y vomitó en el pantano. Aunque ya estaba vacío, Dreg se sintió enfermo. El padre apareció en los arbustos y aulló su aprobación.
—Lo hiciste bien, Dreg. Me has hecho muy orgulloso —Su padre inspeccionó el precio, gruñendo y asintiendo hacia el cuello herido—. Buen chico. Comida de caimán, como he dicho. Su padre agarró una bola de cordel grueso de una bolsa de su cinturón. La envolvió alrededor de los tobillos de la presa, encontró una rama robusta en lo alto y levantó la carne del suelo, atando el cordel alrededor de los troncos del árbol.
—Ven aquí, muchacho —dijo su padre, sonriendo con los dientes negros. Dreg fue tras su padre y miraba intensamente de su presa mientras se movía. El hombre muerto llevaba una remera de camuflaje y pantalones de pana. Probablemente fuera un hombre de ciudad, quien había decidido hacer turismo en las partes indomables. Probablemente, también se había perdido, conduciendo más profundo en el bosque que cualquier hombre cuerdo de ciudad hubiera hecho. Dreg acarició distraídamente el pelo marrón y pegajoso del hombre. Los ojos muertos y cristalizados del hombre lo miraban. Dreg los cerró, estremeciéndose con la sensación de frío y carne viva.
—Eres un lobo ahora, muchacho —dijo su padre, tocando ligeramente con sus dedos la herida del hombre muerto. Él esparció sangre endurecida por la mejilla del chico—. Estoy orgulloso, hijo —dijo y luego notó que Dreg se había hecho pis en sus pantalones.
El padre, brillando de orgullo, de repente, se volvió benigno.
—Te acostumbrarás. Yo me cagué mis calzones la primera vez que maté. Es difícil al principio, pero tú eres un lobo valiente —El padre dio un paso hacia atrás de su hijo—. Muéstrame la pata con la que cazas —dijo expectante.
Dreg sostuvo en alto su mano izquierda, con su palma suave frente a su padre. La mano temblaba. El padre unió la mano de Dreg con mano izquierda colisionada.
—Eres un traiteur, bueno y apropiado, muchacho. Conoces los secretos. Lleva contigo la verdad, pásala a tus cachorros, quienes tienen el signo de magia. ¿Lo entiendes, muchacho?
—Sí, señor —contestó Dreg, sintiendo orgullo de ser el único cachorro con el signo de la zurdera. Lo hacía especial. Hacía que su padre lo mirara de forma más favorable que a sus hermanos. Creaba una unión entre él y su padre que solo uno por generación abrazaba y comprendía completamente. Él era el elegido. Él llevaría la verdad a su cachorro especial algún día. Su padre abrazó a Dreg, sosteniéndolo hacia el cielo oscuro. La iluminación final del sol cayendo atrapó los cabellos y el rostro radiante del chico, forzándolo a cerrar sus ojos.
—¡Le Loup! —gritó su padre por encima de su hijo—. ¡Cazador de cazadores! ¡Dios de arriba! ¡Cuida de este cachorro! ¡Este traiteur! ¡Ha tomado una presa hoy! ¡Contempla tu cachorro terrenal! ¡Él te orgullece, Le Loup! —Su padre bajó a Dreg. Él chico estaba muy contento con la alabanza de su padre. Su padre tomó un cuchillo largo de la vaina de su bota —Ahora, muchacho, te enseñaré a destripar. Tal vez te sientas enfermo, pero tienes que aprender. Así que mira ahora, ¿sí?
—Sí, señor —Primero cortó la ropa de la presa—. Comemos como la gente de zona residencial esta noche —Su padre sonrió mientras cortaba la panza del hombre muerto.
***
Dreg se arrastró hacia la habitación de la cabaña familiar. Sus hermanos y hermanas corrían después de cenar fuera en la puesta de sol. Sus padres estaban fuera también. Se sentaron en el frente de entrada de la casa y disfrutaban de la briza cálida que salía del pantano.
Papere estaba sentado en la silla de madera reclinable en frente de la fogata en la oscura habitación. El viejo hombre dormía como un muerto.
El abuelo de Dreg era muy viejo. Dreg no sabía qué tan viejo, pero cuando le preguntó a su madre cuántos años tenía Papere, ella había dicho que era más viejo que la suciedad y no podía esperar hasta ponerlo debajo de ella (su madre y Papere no se preocupaban mucho uno por el otro). Papere podría ser más viejo que la suciedad, pero su mente todavía tenía mucha fuerza.
Esa mente aguda de Papere contenía toda la historia de la familia de Dreg. Su línea había empezado en un país llamado Canada. Su sangre era Acadia ancestral. Eran discípulos de Le Loup. Su religión era profunda y se mantenía mediante ceremonias y sacrificios de sangre. Pero cuando la gente comenzó algo llamado persecución religiosa contra los ancestros de Dreg, ellos se vinieron a Luisiana y a los pantanos salvajes. Aquí encontraron libertad y reclusión por parte de la iglesia del hombre colgante. Papere, su padre y Dreg eran todos traiteurs, y este mundo significaba mucho en su religión. Un traiteur era un líder, cazador, proveedor, sanador, protector y sacerdote. Un traiteur enseñaba la filosofía de Le Loup y la predicaba a aquellos cachorros con el signo de la magia de la zurdera.
Le Loup era el dios lobo, y él miraba hacía sus cachorros terrenales con su ojo, el cual era la luna. Le Loup exigía sangre mediante la medida de plata en el cielo nocturno. Mientras más brillaba la luna, más el lobo se levantaba por dentro y toda la carne era una presa justa.
La habitación familiar de la cabaña estaba caliente como un horno, pero así le gustaba a Papere, con las ventanas cerradas, las cortinas bajas y la fogata ardiendo. Papere tenía sangre antigua y por esto le resultaba difícil sentirse cómodo. El padre de Dreg prefería la calidez y decía que mantenía el frío de la tumba lejos de él.
Siempre recaía en Dreg la responsabilidad de cuidar a su Papere. Y a Dreg no le molestaba esa tarea. Sus hermanos y hermanas, nueve en total, eran demasiado jóvenes o demasiado viejos para socializar con él, pero esa no era la razón principal por la cual él no se relacionaba con ellos tan seguido. Dreg era diferente a ellos. Él era feo y muy pálido y tenía ojos salvajes y dientes torcidos. Él soportó burlas crueles por parte de sus hermanos y hermanas con bastante frecuencia. Ellos lo llamaban el laid loup fantôme: lobo fantasma feo. Herían mucho sus sentimientos, pero Papere siempre hacía sentir mejor a Dreg. Papere le había explicado que él era especial. Él era un espíritu salvaje atrapado en la piel de un hombre.
Papere dormía con un libro antiguo agarrado con sus manos huesudas. Dreg se acercó hacia él silenciosamente. Él deslizó el libro con cuidado del agarre débil de Papere y lo abrió. El libro era viejo y Dreg no entendía las palabras. Él no podía hablar con libros. Solo Papere y su padre podían comunicarse con las páginas. Dreg hojeaba las páginas del libro, el cual se llamaba la magie noire de dieu: La magia oscura de Dios. Era una biblia antigua de misticismo religioso y también era un diario familiar por el que Papere se preocupaba. Contenía leyendas y tradiciones, rezos oscuros para la noche, recetas sagradas para los sacrificios de carne y curas para maldiciones. Era el objeto más importante de la casa, y Papere siempre tenía un ojo o una mano sobre él.
Dreg se detuvo en una ilustración particular que lo paralizó con miedo y curiosidad. La ilustración mostraba un bebe con ojos malvados de felino.
—Ese es el couchemal —dijo Papere con suavidad, mirando a Dreg.
—Ser feo —dijo Dreg fascinado—. ¿Qué es?
—Cuando un bebé nace muerto, el couchemal escapa del cuerpo del bebé —explicó Papere, arqueándose en su asiento—. Es un demonio de agua. Si un bebé muere durante el nacimiento, tienes que quemar el cuerpo, y drenar toda el agua cercana. Barriles de lluvia. Canales. Todo debe ser vaciado o el couchemal te seguirá de por vida.
Dreg cerró el libro y se lo devolvió a su abuelo.
—Eres el único de los niños de aquí que se preocupa por este libro —dijo Papere, dedicándole una mirada cálida a su nieto favorito—. Le Loup te prefiere por sobre los demás. Tienes más magia y más lobo que tu padre incluso. Ellos podrían tratar de olvidar las maneras, pero tú no debes dejarlos. Las viejas formas no deben morir nunca, Dreg.
—Sí, señor —contestó Dreg. El viejo hombre abrió los brazos y Dreg se subió al regazo delgado de Papere.
—Es tu destino encontrar el ángel creador que llevará a tus cachorros —Le explico Papere mientras Dreg se ponía cómodo—. Un louve. Una loba. Un traiteur puede solo tomar un ángel creador como su compañera.
—¿Cómo encontraré a mi ángel, Papere? —preguntó Dreg.
—Ella te encontrará a ti —contestó Papere—. Y tú sabrás quién es tu louve cuando la veas. Ella porta el signo mágico.
Papere abrió la mano izquierda de Dreg con gentileza.
—Habla el libro para mí, Papere —dijo Dreg con intensidad.
—Sí, señor —contestó Papere feliz. Abrió el libro y comenzó a leer en voz alta.
***
Era el cumpleaños número diecisiete de Dreg, pero no tenía muchas ganas de celebrar. Su mamá estaba en la habitación de atrás de la cabaña, gritando en agonía. El hermano de Dreg había llegado, y Dreg estaba un poco celoso de que el bebé llegara el día de su cumpleaños.
Dreg se sentó en la habitación principal de la cabaña. Se unieron su padre y Papere. Su padre se sentó nervioso en el depósito de chatarra que era el sofa. Papere se sentó silencioso en su silla de ruedas artesanal. El viejo hombre había tenido un ataque al corazón siete meses atrás, y estaba atrapado en su propia cabeza. Dreg le hablaba a Papere con frecuencia, esperando que su abuelo estuviera todavía allí dentro en algún lugar. Pero el viejo hombre parecía tan consciente como un mueble. La magie noire de dieu descansaba en en el regazo de Papere. La mayoría del tiempo se encontraba allí ahora y Dreg temía que su manada enterrara el libro junto con el viejo hombre. Su padre no había hablado con la magie noire de dieu en un año. Dreg no estaba feliz con la negligencia de su padre como líder de la manada.
Las hermanas de Dreg estaban actuando como mujeres sabías para su mamá y sus hermanos esperaban pacientemente fuera. Dreg había crecido de forma opuesta a su padre o hermanos. Él estaba ahora a un suspiro de liderar la manada. Él había aceptado su apodo de laid loup fantôme. Incluso había limado los dientes en puntos toscos para aumentar su mística. Dreg tenía más lobo en él que sus hermanos. Él había cazado con sus propias manos y dientes en las noches de luna. Esto no era solo teatro, aunque sí dejaba una impresión en sus hermanos y hermanas. Dreg sentía a Le Loup en él, profundo y permanente. Más gorda la luna, más rancia, pura e intimidante se volvía su caza. Ninguno de sus hermanos lo desafiaban en estos días. Él era muy fuerte para ellos. Más fuerte que su padre, según sospechaba Dreg. Su padre se veía especialmente débil e indefenso ese día.
Su mamá dio un último grito de dolor y Dreg podía escuchar a sus hermanas alentándola. Y después las escuchó empezar a gemir y lamentarse.
—¿Por qué no está llorando? —preguntó su mamá, frenéticamente. Después comenzó a llorar también.
Su padre se levantó rápidamente. Fue raudo a la habitación de atrás. Mientras se movía, chocó contra la silla de ruedas de Papere. El libro cayó del regazo del viejo hombre y tocó el suelo. Dreg se arrodilló para levantarlo. Estaba abierto. La ilustración de couchmal lo miraba. Dreg miró hacia Papere. El viejo hombre, su atención una cosa rara después de su ataque al corazón, lo miraba a Dreg, sombríamente.
***
Esto no estaba bien.
La familia de Dreg estaba apretados solemnemente contra la puerta principal. Su mamá lloraba de forma silenciosa mientras sus hijos se acercaban a ella. Ella seguía sucia desde el parto. Su cara y su cabello se estaban tornando grises y la miseria la hacía lucir más vieja. Papere estaba parado en la puerta principal cerca de sus parientes. Se sentó solo en su silla de ruedas como un extraño. Papere todavía tenía la magie noire de dieu con él. El hecho de que el libro no estuviera presidiendo las tristes festividades, enfurecía a Dreg. La mañana era fría y la llovizna caía de los cielos, pero Dreg se quedó a un lado de la casa. Se volvía cada vez más mojado y enojado mientras miraba a su padre. Su padre terminó de cavar la pequeña tumba en el centro del patio. Él bajo al hermano sin nombre de Dreg, cubierto en ropas sucias, dentro del hoyo. Su padre luego buscó a su dios en el cielo gris.
—Le Loup —llamó él por encima de su cabeza—. Toma este joven cachorro en tu reinado. Deja que case junto a ti. Pareces apto para llevártelo, así que críalo bien, cazador de cazadores.
Dreg no lo podía soportar más. Marchó hacia el pasto alto donde se encontraba su padre.
—¡Esto no es bueno! —le gritó Dreg a su padre. La familia jadeó. Su padre había sido dócil por mucho tiempo y nadie quería verlo suscitado. Ellos sabían que el lobo dentro del hombre dormía ligeramente.
—¿Qué estás haciendo, muchacho? —dijo el padre en una voz más gruesa, pero Dreg podía ver que su padre le temía. Emitía una esencia.
—La magie noire de dieu dice que el cachorro muerto es malvado. Lo debes quemar o el couchemal viene. Si entierras esa maldad, maldices nuestra guarida —dijo Dreg, inflándose más grande mientras se acercaba. El evangelio era más grande que su padre. Las formas serían observadas. Su padre miró a su esposa y sus hijos, quienes miraban el intercambio con curiosidad. Su padre enojado observó a Dreg.
—¡Cállate, muchacho! Yo lidero esta manada. Yo soy un traiteur y se lo que ese libro dice y significa. Este cachorro es parte de nosotros. Será enterrado aquí, donde todos seremos enterrados algún día. Esta manada corre junta en la vida y en la muerte.
—No —dijo Dreg simplemente y sin malicia.
—¿Que estás diciendo, muchacho? —dijo su padre, levantando la pala con tierra—. Puedo cavar con facilidad dos tumbas.
—Eres un estúpido vieil homme que nos maldice a todos —Dreg sentía odio—. Ese cachorro estaba muerto antes de nacer. Es un couchemal ahora.
Dreg miró a su manada para ver si alguien estaría de su lado. Su familia se agarró con más fuerza unos con otros.
Ellos esperaron, como malditos miedosos, por los resultados.
—¿Qué sabes de la verdad, Dreg? Ni siquiera puedes hablar al libro. Pero yo puedo. Yo sé la verdad y te la enseñé a ti. El couchmal no es algo real —dijo el padre, hablando a Dreg y a su familia al mismo tiempo.
—¡Yeh-heh! —se quejó Dreg—. El couchmal es la cosa más malvada que hay y nos has maldito a todos ahora, lobo viejo. Tal vez la manada necesita un nuevo líder.
El padre asintió. Dejó la pala en el suelo y caminó hacia su hijo. Se acercó lo suficiente como para abrazarlo, y luego golpeó a Dreg. Fue tan forzado que Dreg casi colapsa en el suelo.
—Yo soy el líder, Dreg —dijo su padre, frotando su mano, la cual ardía por la violencia—. Tu solo eres un cachorro salvaje que no sabe nada de la verdad o sobre ser un traiteur. Ahora pídele perdón a tu madre o te patearé como un canalla, muchacho.
Su padre dió un paso más allá de Dreg y habló a su familia, quienes estaban empezando a relajarse.
—¡Laid loup fantôme! —gritó su padre, señalando a Dreg. Los chicos rieron. Su mamá