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Silvia Infantas: Voz y melodía de Chile
Silvia Infantas: Voz y melodía de Chile
Silvia Infantas: Voz y melodía de Chile
Libro electrónico213 páginas2 horas

Silvia Infantas: Voz y melodía de Chile

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No es aventurado afirmar que la mayoría de los chilenos ha escuchado al menos una vez, y es posible que muchas veces, la voz de Silvia Infantas. Como tampoco es arriesgado aseverar que esa misma mayoría la ha oído cantar sin saber a quién pertenece esa voz.

Es casi una garantía: Silvia Infantas será escuchada con certeza, y a gran escala, al menos una vez al año en nuestro país. Su canto, cuando lleguen las fiestas dieciocheras, se oirá en fondas y ramadas, en programas de radio y matinales de televisión, pero además en el sonido ambiente de restaurantes y malls, en ascensores y pasillos de supermercado, en salas de espera y música de centrales telefónicas, en ceremonias municipales y actos escolares, en fiestas criollas y semanas de la chilenidad. En septiembre, la "música de fondo" dicta un repertorio de tonadas, cuecas y canciones tradicionales. Y pocos como Silvia Infantas aportaron tanto a ese cancionero nacional.

Esta es la mujer que, con su primer conjunto, Los Baqueanos, cantó "Tonadas de Manuel Rodríguez" y cuecas como "La rosa y el clavel", "Los lagos de Chile", "La chiquilla que baila" y "El marinero". Y con su segundo grupo, Los Cóndores, canciones inmortales, como "La consentida", "Adiós, Santiago querido", "Si vas para Chile", "Mi banderita chilena", "Cantarito de greda", "Camino de luna", "Bajando pa' Puerto Aysén" o "La parva de paja".

Silvia Infantas no solo cantó todo eso con gran éxito en su día. Lo sigue cantando hoy. Retirada como está desde que hace casi medio siglo abandonó todo escenario, es sin embargo su voz la que está fijada en la memoria discográfica chilena: prensada en esos discos originales de acetato o vinilo, multiplicada en el nuevo siglo por efecto de dispositivos y plataformas digitales. La suya es la historia de una diva de la canción chilena de su tiempo.

Es la última estrella de la constelación de cantantes en la que antes de ella brillaron nombres como Ester Soré, Carmencita Ruiz, Margarita Alarcón, Las Morenitas y tantas otras. Y en último término ese doble rasgo –celebridad y anonimato– es también la mejor definición para su trayectoria: entre el misterio de su temprano retiro y el esplendor con que se inscribió para siempre en la historia de la música popular chilena.
IdiomaEspañol
EditorialHueders
Fecha de lanzamiento1 ene 2018
ISBN9789563651881
Silvia Infantas: Voz y melodía de Chile

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    Silvia Infantas - David Ponce

    Silvia Infantas. Voz y melodía de Chile

    David Ponce

    © SCD / Editorial Hueders

    © David Ponce

    © Silvia Infantas

    Primera edición: diciembre de 2018

    ISBN edición impresa 978-956-365-107-2

    ISBN edición digital 978-956-365-188-1

    Agradecimientos a quienes facilitaron fotografías e imágenes de

    Silvia ­Infantas: Patricia Leal Badani, Miguel Infantas, Hugo Morales

    y Missael Godoy.

    Todos los derechos reservados.

    Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida sin la autorización de los editores.

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    Diseño: Valentina Mena

    Fotografía de portada: Colección personal Patricia Leal Badani

    SCD | www.scd.cl

    Editorial Hueders | www.hueders.cl

    santiago de chile

    Silvia Infantas fue una figura de singular importancia en la música popular de raíz folclórica en Chile durante los años 50 y 60. Primero, junto al grupo Los Baqueanos y luego acompañada por Los Cóndores.

    Solía ser casi lógico que septiembre se dejara anunciar con su hermosa voz en los receptores radiales del territorio nacional. Personalmente, conservo fresco el recuerdo de esos momentos mágicos de la infancia, cuando la temperatura ambiente anunciaba que habría un cambio de estación: mi madre preparando el desayuno, mientras en la radio sonaba esa magnífica voz de mujer que me llenaba de emoción. Creo no exagerar que, sin nunca haberla visto en persona, amaba a la dueña de ese timbre cálido y melodioso.

    En aquella época no había pocas voces femeninas en el género identificado como música criolla o música típica. Carmencita Ruiz, Margarita Alarcón, María Eugenia de Ramón y Silvia Infantas eran las que más se escuchaban cuando septiembre cubría de flores las copas de los árboles, la gente comenzaba a pintar sus casas y los jardines cobraban nueva vida.

    La radio y las revistas de la época a menudo nos traían semblanzas de estas estrellas de la canción y entonces nos enterábamos de sus giras por América (la clásica foto de grupos de artistas descendiendo por una escalerilla de avión) y sus frecuentes presentaciones en lugares de moda, centros de una bohemia intensa y muy publicitada, como El pollo dorado o El Waldorf. Ahí, Silvia Infantas era infaltable y brillaba con luz propia. De ese modo descubrí que la dueña de esa voz era, además, una mujer hermosa.

    Era un Chile diferente, en el que la música popular se vivía de otra manera. Había menos gente y las distancias eran más largas, pero no era impedimento para que florecieran grandes figuras del espectáculo, que de alguna manera cimentaban el imaginario de una chilenidad estéticamente homogénea, inspirada en nuestra ruralidad centrina.

    Sin duda, ese ambiente artístico de la música popular de raíz folclórica había nacido y crecido gracias al desarrollo de la radiotelefonía. Seguramente con Los Cuatro Huasos como pioneros, en la década de 1930.

    No eran fundamentalistas del folclor ni en extremo nacionalistas estos grupos de música típica chilena, a pesar de sus atuendos campestres tan uniformes. Muchos de ellos interpretaban boleros, valses, incluso algún tango o zamba argentina. Y Silvia Infantas no fue la excepción, porque también grabó música que hoy sería calificada como música popular a secas. Sin duda, su más grande acierto fue la interpretación de las Tonadas de Manuel Rodríguez, Romance de los Carrera y el Canto a Bernardo O’Higgins, acompañada por la orquesta de Vicente Bianchi. Un clásico que debiera ser inmortal.

    Los 60 se vinieron con un desarrollo muy poderoso de géneros y subgéneros en la medida en que la industria de la música se diversificaba y atomizaba. Es así como personajes de una gran notoriedad y fama van quedando en el olvido para las nuevas generaciones.

    La publicación de esta biografía de Silvia Infantas, gestada en el Comité de Publicaciones de SCD y escrita por David Ponce, pretende –entre otros objetivos– reinstalar la imagen y la relevancia que este y otros nombres tienen para la historia y construcción de lo que hoy conocemos como música popular de raíz folclórica.

    Silvia Infantas es quizás la pieza cúlmine y probablemente la más brillante de esa especie de movimiento que construyó las bases para muchas estrellas de la canción que posteriormente vinieron a poblar nuestra galería de la fama, y que gracias a los avances de las comunicaciones hoy se instalan con luces enceguecedoras en nuestro inconsciente colectivo, a una velocidad que hace 60 años costaba siquiera imaginar.

    En el 2008, la Sociedad Chilena de Autores e Intérpretes Musicales la nombró –con justa razón y méritos– Figura Fundamental de la Música Chilena, y ya en ese entonces rescatar su nombre fue como sacar una sagrada reliquia del baúl de los recuerdos. Hoy, 10 años después, insistimos en la tarea de mantener viva la memoria de nuestros grandes valores y queremos dejar testimonio de manera categórica que Silvia Infantas es de las más grandes intérpretes vocales en la historia de nuestra música popular.

    Mario Rojas

    Presidente comité de publicaciones SCD

    ESPLENDOR Y MISTERIO EN

    SILVIA INFANTAS

    Silvia Infantas entra al locutorio de Cooperativa y se sienta ante un micrófono de la radio. Ya no es Cooperativa Vitalicia. Es Cooperativa a secas. Porque no son los inicios de los años 40, cuando ella debutara en esta misma emisora. Ahora es septiembre de 2012 y ella es invitada al espacio de conversación Acordes mayores, un programa de encuentros con figuras de gran trayectoria en la música chilena que conducen el experimentado locutor radial Miguel Davagnino con la cantante y actriz Carmen Barros.

    Han pasado cuatro décadas y más desde que Silvia Infantas puso fin a su carrera en los escenarios, a comienzos de los años 70. Y tal vez la cantidad de tiempo explique que ella haya accedido a dar una de las contadas entrevistas de su vida tras el retiro, buena parte de ellas frente al mismo periodista que produjo el citado programa Acordes mayores y que firma estas páginas. Así fue en 2006, por la redacción de su reseña biográfica para un sitio web de música chilena. Así fue en 2007, para reconstruir parte de su discografía con motivo de una serie de reediciones del sello EMI titulada Colección Bicentenario, y en 2009, a raíz del ciclo documental Himnos locales, de Radio Uno. Así fue también en 2012, en la entrevista previa al citado programa de Cooperativa, y hasta fines de 2015 en las conversaciones destinadas a este libro.

    En esas sesiones, Silvia Infantas hizo memorias, reconstituyó historias y repertorios, revisó archivos de fotos, discos y prensa. Y en uno de los encuentros hizo un regalo: un ejemplar de la carátula de su primer disco con Los Cóndores, conservado a la perfección dentro de una carpeta. Tiene más de medio siglo esa hoja, pero no está sepiada por los años. El blanco del papel permanece inmaculado, luminoso casi, mantenido por décadas en esa guarda, con el mismo tono que debe haber tenido cuando fue un disco nuevo, recién lanzado, en los primeros días del grupo, como un mensaje directo desde otra era. La era de esplendor de Silvia Infantas.

    El relato de esa historia sigue un hilo cronológico en el libro. Desde los primeros capítulos ella da una mirada retrospectiva a sus inicios como cantante melódica (a contar de 1942), a su participación como actriz en el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica (entre 1946 y 1953) y a su consagración con los dos conjuntos de su vida: Silvia Infantas y Los Baqueanos (1953-1959) y Silvia Infantas y Los Cóndores (1960-1970). Solo el último capítulo (Figura fundamental) escapa en parte a la cronología, para proponer una interpretación de la obra de la artista desde diversos ángulos: el repertorio, el estilo, los arreglos y el horizonte de autores y compositores chilenos cuyas obras grabó.

    Son memorias complementadas por el testimonio de coprotagonistas de ese recorrido, como los músicos Pedro Leal, Hugo Morales y Alejandro González. O por herederos directos, como Germán Aqueveque, hijo del arpista de Los Baqueanos; Germán del Campo, quien integró también el Dúo Leal Del Campo. Mi papá cumplió cuatro roles importantes dentro de Los Baqueanos, como arpista, guitarrista, cantante y autor de algunas canciones, destaca Aqueveque, porque la historia de Silvia Infantas es también la de los músicos de su tiempo.

    Lo confirman los hombres de radio que la vieron en escena. La conocí como espectador en los auditorios de radios, donde, junto con Los Baqueanos primero y Los Cóndores después, cantaba maravillosamente y era la primera figura del folclor chileno. Ella escribió una página de oro en la música de nuestro país, destaca Enrique Maluenda, iniciado hacia 1955 en la radiotelefonía. La de Silvia y la de Ester Soré son las voces más bonitas que hemos tenido en el folclor, y podrían haber sido perfectamente voces de nivel internacional para canción melódica, agrega Pablo Aguilera, actual director de Radio Pudahuel e iniciado en radios en 1960.

    No es aventurado afirmar que la mayoría absoluta de los chilenos ha escuchado al menos una vez, y es posible que muchas veces, la voz de Silvia Infantas. Como tampoco es arriesgado aseverar que esa misma mayoría la ha oído cantar sin saber a quién pertenece esa voz. Si lo que suena es Tonadas de Manuel Rodríguez, o La consentida, o Si vas para Chile, o Los lagos de Chile, entre decenas de otros títulos de esa chilenidad hecha canción, será en gran parte de los casos Silvia Infantas la que se escuche. Esta voz está fijada en la memoria discográfica chilena, prensada en esos discos originales de acetato o vinilo, multiplicada en el nuevo siglo por efecto de dispositivos y plataformas digitales.

    Siempre me fascinó esa voz: tan culta, tan prístina. Además, la escuchábamos en radioteatros. Cierto que en los comienzos cantaba boleros también, música popular, pero luego se dedicó al folclor, y fue un referente en la raíz folclórica para mí. Silvia Infantas forma parte del patrimonio musical folclórico de nuestro país, reconoce la cantante Ginette Acevedo. Y coinciden otros herederos de esa tradición, como Juan Hernández Arriagada, del conjunto Diapasón Porteño, cultor actual de la cueca y la tonada.

    En el caso mío, que ha sido rescatar la guitarra como elemento aglutinador, siento que el aporte de Silvia Infantas con Los Baqueanos y Los Cóndores ayuda a desarrollar diferentes estilos y la creación actual, comenta Hernández. Eugenio Rengifo, de Los Huasos de Algarrobal, destaca finalmente la estatura de la artista como legado. No he visto un impacto similar al de Silvia Infantas en esa composición de grupo, con una solista y tres voces masculinas. Antes sí: Los Cuatro Hermanos Silva, Margarita Alarcón, Ester Soré, que en un momento cantó con Los Cuatro Huasos. En el registro de una mujer solista con voces masculinas Silvia Infantas fue un ícono.

    Si faltaba leyenda por agregar, está la mencionada decisión de Silvia de despedirse del canto y de la escena en plena actividad y vigencia. Son algunos de sus familiares quienes arrojan luces al respecto. "Dejó de cantar. El motivo: solamente para descansar. Ella misma dice que se fue en el peak de su carrera, comenta Miguel Infantas, uno de sus sobrinos. Y lo complementa Sergio Infantas, también sobrino y cantante. Mi tía siempre dijo: ‘Yo voy a cantar hasta cierta edad, porque no quiero que vean que la voz no es la misma, que no tenga el mismo registro ni la misma fuerza’. Decía que una artista siempre debe retirarse en la cúspide de su carrera. Y lo hizo".

    Silvia Infantas es la última estrella de la constelación de cantantes del siglo XX en la que brillaron nombres como Ester Soré, Carmencita Ruiz, Margarita Alarcón, Las Morenitas y tantas otras. Y en último término ese doble rasgo –la celebridad y el anonimato– es también la mejor definición para su trayectoria, entre el misterio de su temprano retiro y el esplendor con que se inscribió para siempre en la historia de la música popular chilena.

    David Ponce

    Santiago, octubre de 2018

    CAPÍTULO I

    CRIADA EN EL ALMENDRAL

    Ella tocaba el piano, se sentaba y empezaba a tocar valses y todas esas cosas, canciones de esos tiempos. Y entonces yo me sacaba los zapatos y detrás iba, y en la alfombra a pie pelado empezaba a bailar. Todas las tardes tocaba y yo me hacía la viva.

    Silvia Infantas sobre uno de sus recuerdos musicales más tempranos: su abuela paterna y el piano de la casa familiar en el barrio

    El Almendral, de Valparaíso.

    Su padre es el barítono y compositor Jorge Infantas, de destacada actuación en la lírica nacional, quien hace de profesor en forma exclusiva de su regalona Silvia.

    En el artículo de prensa

    Un artista vive cerca de su casa (1947).

    Juana Ross, Plaza O’Higgins y El Almendral

    Un día.

    Ese es el lapso que recuerda haber vivido Silvia Infantas en su natal Santiago, antes de emprender su primer viaje, con apenas horas de vida y con destino al puerto principal.

    −Un día solamente. Nací y me fui −sonríe−. Entonces ahí no supe más. Con el tiempo, con los años, vine a saber que yo había nacido en Santiago, por un día.

    "Aunque nació en Santiago, Silvia pasó su infancia en el pintoresco

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