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Convierta sus retos en oportunidades: Dios le ha dado una promesa...mas enfrenta un problema... Como responda determinará cuán rápido la provisión vendrá...
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Libro electrónico354 páginas7 horas

Convierta sus retos en oportunidades: Dios le ha dado una promesa...mas enfrenta un problema... Como responda determinará cuán rápido la provisión vendrá...

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Información de este libro electrónico

Los contratiempos, los momentos difíciles y las sorpresas desagradables no les ocurren sólo a algunos, sino a todos.  A usted también le sucederán.  Quizás esté pasando por un momento así ahora mismo y se pregunta por qué y cómo saldrá de la situación...

En Convierta sus retos en oportunidades, el pastor John Hagee le da las herramientas que necesita para enfrentar con seguridad los retos de la vida y recibir las promesas de Dios.  Descubrirá poderosos principios para tornar sus obstáculos - pérdidas financieras, enfermedades, rechazo, derrotas - en la provisión y bendición de Dios.  Aprenderá...
  • Tres palabras que aumentarán su potencial pata tener éxito
  • Seis indicadores que le guiarán a través de los problemas
  • Siete acciones que son necesarias para alcanzar su provisión
Los principios de este libro le ayudarán a revitalizar su matrimonio, expandir su potencial empresarial y hasta mejorar su salud mental. ¡Es hora que cambie la manera de ver los problemas para el resto de su vida!


IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 oct 2015
ISBN9781629988740
Convierta sus retos en oportunidades: Dios le ha dado una promesa...mas enfrenta un problema... Como responda determinará cuán rápido la provisión vendrá...
Autor

John Hagee

Pastor John Hagee is the founder and senior pastor of Cornerstone Church in San Antonio, Texas, a non-denominational evangelical church with more than 19,000 active members. He is the founder and chairman of Christians United for Israel. He is also the president and C.E.O. of John Hagee Ministries, which telecasts his national radio and television ministry throughout America and can be seen weekly in 99 million homes and in more than 200 nations worldwide. John Hagee graduated from Trinity University in San Antonio, Texas, then earned his Masters Degree from North Texas University. He received his Theological Studies from Southwestern Assemblies of God University and an Honorary Doctorates from Oral Roberts University, Canada Christian College, and from Netanya Academic College in Israel. He is the author of twenty-two major books including two New York Times bestsellers. Pastor John Hagee and his wife Diana Castro Hagee have been blessed with five children and twelve grandchildren.

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    Convierta sus retos en oportunidades - John Hagee

    Notas

    Introducción

    CONFESIONES VERDADERAS DE UN PASTOR

    ESTA ES UNA CONFESIÓN MUY PERSONAL DE UN PASTOR QUE HA sobrevivido y prosperado en el ministerio por más de cincuenta años. Las verdades que se encuentran en este libro son los resultados de las lecciones de la vida que he aprendido en todos esos años. Nadie quiere oír a un profeta que no tenga cicatrices. Yo he soportado muchos problemas en mi vida; algunos de ellos han sido autoimpuestos, mientras que otros han sido ataques espirituales o físicos desde las profundidades del infierno. Sin importar cuál sea la fuente, Dios ha utilizado esos problemas para ayudar a edificar carácter, perseverancia y entendimiento. A veces he recibido las promesas sobrenaturales de Dios con toda rapidez y otras promesas las he recibido tras meses o años, debido al modo en que me conduje mientras estaba en el problema.

    Creo que hay un Dios que todo lo sabe y todo lo puede, que creó los cielos y la tierra, y que controla los asuntos de los hombres.

    Creo que cada persona tiene un destino divino, un destino conocido solamente para Dios desde antes de que el mundo fuese creado… desde antes de que respirásemos por primera vez. Ese destino o propósito divino es nuestro único camino hacia el amor, el gozo y la paz.

    También creo que existe un principio divino que se encuentra en las Sagradas Escrituras llamado: promesa, problema, provisión. En palabras sencillas, Dios comienza a guiarnos hacia nuestro destino divino dándonos una promesa de la Escritura. La promesa es seguida de un problema o de una serie de problemas, con intención de llevarnos al nivel de madurez espiritual mediante la cual podamos recibir su provisión milagrosa. Si rechazamos su provisión, pasaremos por alto nuestro destino divino, y viviremos nuestra vida sin significado ni propósito.

    Una clásica ilustración bíblica que nos ayuda a entender la verdad absoluta de promesa, problema y provisión se encuentra en el ejemplo de los hijos de Israel.

    Dios prometió a Abraham, a Isaac y a Jacob que Él les entregaría a ellos y a su descendencia una nación cuyas fronteras están especificadas para siempre en la Escritura. Esa Tierra Prometida, una tierra que fluye leche y miel, sería la provisión milagrosa de Dios.

    El pueblo judío se convirtió en una nación en Egipto. Dios envió a Moisés como su libertador y se produjo la primera Pascua, la cual los guió a su éxodo de la esclavitud a Faraón.

    Entonces llegaron los problemas: en el mar Rojo, con el ídolo hecho por Aarón en el monte Sinaí, y en el tabernáculo de reunión donde doscientos cincuenta israelitas que se rebelaron contra Moisés fueron enterrados vivos por Dios en un terremoto. Los hijos de Israel estuvieron atascados en el desierto —su problema— durante cuarenta años, cuando podría haberles tomado sólo cuarenta días llegar a su promesa. Es mientras se está en el problema cuando Dios saca a la luz las debilidades interiores que evitan que sus hijos lleguen a su destino.

    Finalmente, Dios les permitió llegar a la Tierra Prometida: la provisión de Él y su destino divino.

    A medida que explore usted los principios espirituales que hay en este libro, descubrirá que está escrito con sencillez para ayudarle a entender por qué tiene usted problemas y para revelarle que cada problema tiene una promesa que le guiará a la provisión sobrenatural de Dios: su tierra prometida.

    La tierra prometida es la tierra de usted, una tierra que fluye leche y miel, una tierra de indecible abundancia. Es una tierra llena del favor de Dios, una tierra de amor, de gozo y de paz interminable.

    Capítulo 1

    ¿POR QUÉ TENGO TODOS ESTOS PROBLEMAS?

    CONVIERTA SUS RETOS EN OPORTUNIDADES LE CAMBIARÁ A USTED y el modo en que piensa en los problemas durante el resto de su vida. Los problemas no sólo les suceden a las personas malas; también les suceden problemas malos a las personas buenas. ¡La adversidad es la universidad de Dios!

    Dios nos ha dado más de tres mil preciosas promesas en su Palabra. Cada promesa está diseñada a medida en el cielo para ayudarnos a atravesar los problemas de la vida y recibir la provisión sobrenatural que está disponible para cada problema que afrontamos.

    A lo largo de este transformador libro incluiré testimonios alentadores de personas que son como usted y como yo, y que afrontaron importantes problemas, permanecieron firmes en las promesas sobrenaturales de Dios, y recibieron la perfecta provisión de Dios para sus vidas. Si la tristeza nos hace derramar lágrimas, la fe en las promesas de Dios nos ayuda a secarlas.

    Comparto estas historias de la vida real para darle esperanza a medida que se esfuerza por salir del sufrimiento y la crisis que usted, o sus personas queridas, afrontan. ¡Este es su día para experimentar el favor de Dios!

    Es imperativo que los hijos de Dios descubramos el principio para transformar los problemas de nuestras vidas en las provisiones de Dios. Promesa, problema y provisión es un principio sobrenatural basado en la Palabra de Dios que le dará pozos que usted no cavó, casas que usted no construyó, y viñas que usted no plantó. Convertirá su hora más oscura en su día dorado; llenará su desierto más seco de corrientes de agua viva.

    Este principio bíblico mejorará de manera dramática su matrimonio y su salud mental, extenderá su potencial para los negocios, y le dará paz que sobrepasa sobrepasa toda medida. Convierta sus retos en oportunidades encenderá un cohete en su alma y le dará las herramientas para vivir en victoria para siempre.

    Todos detestamos los problemas, pero los problemas son la razón de toda mejora que hacemos. Los problemas agudizan su ingenio; los problemas le hacen tener la espalda erguida; los problemas le obligan a pensar fuera del molde.

    Un problema es una oportunidad de entrar en una nueva dimensión de logros.

    RECUERDE ESTA VERDAD…

    Un problema no es meramente un obstáculo que hace difícil lograr una meta deseada; es un grano de arena en una ostra cuya irritación crea una perla valiosísima.

    ¡ESPERE PROBLEMAS!

    Les suceden problemas a cada miembro de la raza humana. Albert Einstein dijo una vez: La única razón de que haya tiempo es que todo no suceda a la misma vez. ¡Gracias a Dios! La mayoría de nosotros podemos manejar sólo un problema cada vez; sin embargo, normalmente los problemas llegan a pares, no conciertan citas, no respetan edad, nacionalidad o niveles de ingresos, y normalmente se quedan en su vida mucho más tiempo del que a usted le gustaría.

    Debemos disciplinarnos a nosotros mismos para anticipar los problemas, porque tienen su manera de aparecer cuando usted menos los espera.

    Un abogado fiscal de una pequeña ciudad llamó a su primer testigo al estrado. La Sra. Ogden, una mujer canosa con aspecto de abuelita, se sentó pacientemente mientras el joven abogado se acercaba a ella y le preguntaba: Sra. Ogden, ¿me conoce?. Su testigo respondió con toda confianza: Claro que le conozco, Sr. Thompson. Le conozco desde que era usted un niño, y sinceramente, ha sido usted una gran decepción para mí. Usted miente en cada oportunidad que tiene, le es infiel a su esposa, es controlador, y habla mal de sus amigos a sus espaldas. Usted cree que es un pez gordo cuando no tiene cerebro para comprender que nunca llegará a nada más que a ser un insignificante picapleitos. Sí, sin duda le conozco, Sr. Thompson.

    El abogado se quedó sorprendido y a la vez avergonzado. Sin saber qué hacer a continuación, rápidamente se dio la vuelta y señaló al abogado de la defensa, quien estaba sentado con los ojos abiertos como platos en su silla. El fiscal hizo su segunda pregunta: Sra. Ogden, ¿conoce usted al Sr. Stevens?.

    Una vez más, ella respondió con confianza: Pues claro que lo conozco. También conozco al Sr. Stevens desde que era un niño. Sé que es perezoso, que tiene prejuicios, y que es un hombre con un grave problema con la bebida. Tiene el peor bufete de abogados del estado, y también ha engañado a su esposa con tres mujeres distintas, una de las cuales es la esposa de usted. Sí, conozco al Sr. Stevens bastante bien, sin duda.

    El abogado defensor casi se desmayó.

    El juez llamó a ambos abogados a su estrado y con firmeza les susurró la siguiente dura advertencia: Si cualquiera de ustedes dos imbéciles le pregunta a la Sra. Ogden si me conoce, ¡les mandaré a los dos a la cárcel de por vida!.

    Algunos de los problemas que tenemos son autoinducidos. No entendemos por qué somos constantemente bombardeados de problemas y, sin embargo, no caminamos en obediencia a la Palabra de Dios. ¿Está usted afrontando una dificultad económica? ¿Se le acaba el dinero antes de que termine el mes? ¿Está afrontando una crisis de salud? ¿Está evitando su mala salud que viva su vida exitosamente? ¿Está fallando su matrimonio? ¿Se han evaporado las esperanzas y los sueños del ayer bajo el abrumador peso de su infelicidad?

    RECUERDE ESTA VERDAD…

    Cada problema nos hace la siguiente prueba: ¿Confiamos en Dios, o no?

    ¿Se pregunta por qué parece usted caminar en círculo sin ver ningún final? ¿Ha clamado al Señor y le ha preguntado por qué sigue estando usted en el problema? ¿Ha escuchado la voz de Él y ha obedecido sus mandamientos? ¡No puede usted tener la paz de Dios hasta que esté en paz con Dios!

    ¿Por qué estuvieron los hijos de Israel tanto tiempo en el desierto?

    Una razón fue la murmuración. Murmurar nos separa de la paz de Dios.

    Los israelitas eran oprimidos mientras estaban en Egipto. Llegó un faraón que no conocía a José y que tenía temor a los hijos de Israel debido a su creciente número, y puso capataces sobre ellos para que los afligieran con sus cargas. Dios protegió a sus hijos durante su época de sufrimiento y aumentó aún más el número de ellos.

    Él oyó el clamor de ellos y comenzó su plan de liberación. Él podría haberlos redimido de su opresión de un solo golpe, pero escogió librarlos por medio de la vida y las obras de un hombre llamado Moisés. Dios escoge lo natural para hacer lo sobrenatural.

    Dios habló a Moisés y le dijo:

    Yo soy JEHOVÁ. Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVÁ no me di a conocer a ellos. También establecí mi pacto con ellos, de darles la tierra de Canaán, la tierra en que fueron forasteros, y en la cual habitaron. Asimismo yo he oído el gemido de los hijos de Israel, a quienes hacen servir los egipcios, y me he acordado de mi pacto. Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy JEHOVÁ; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes; y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que os sacó de debajo de las tareas pesadas de Egipto. Y os meteré en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; y yo os la daré por heredad. Yo JEHOVÁ.

    —ÉXODO 6:2–8

    ¡Eso, amigos, sí que es una promesa! Dios envió a sus hijos un redentor llamado Moisés y confirmó su promesa con Israel. ¡Qué más podría querer nadie! Sin embargo, hubo más. ¡Mucho más!

    Los hijos de Israel fueron testigos de las diez plagas causadas por Dios para los egipcios. Ellos experimentaron de primera mano el poder sobrenatural de Él mientras misericordiosamente los sacaba de la esclavitud. Dios conocía el carácter de su pueblo, y a propósito no los envió por el camino de la ruta más corta a la Tierra Prometida porque se encontrarían con más oposición. Dios dijo: Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva a Egipto (Éxodo 13:17).

    En cambio, Dios los envió por el camino del mar Rojo. Cuando ellos vieron a Faraón acercándose, perdieron de vista la promesa de Dios, se aterrorizaron, y comenzaron a murmurar y a quejarse, asaltando verbalmente a Moisés, el hombre que Dios les envió como respuesta a sus oraciones: Y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? ¿No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto (Éxodo 14:1112).

    RECUERDE ESTA VERDAD…

    A veces el modo más rápido de salir del problema es el más difícil.

    Dios, en su fidelidad a su promesa, dividió el mar Rojo e hizo cruzar a los israelitas a su seguridad por tierra seca hasta la otra orilla. Entonces Él ahogó a Faraón y a su poderoso ejército. ¡Imagínelo! ¡Un hombre tan poderoso que era adorado como un dios en la tierra fue reducido a alimento para peces!

    Dios personalmente daba instrucciones al pueblo judío por medio de la columna de nube por el día y la columna de fuego por la noche; sin embargo, ¿cómo respondieron ellos cuando se encontraron con el siguiente problema?

    Cuando los hijos de Israel llegaron a Mara, el lugar de las aguas amargas, se quejaron contra Moisés otra vez: ¿Qué hemos de beber? (Éxodo 15:24). Dios oyó su clamor y utilizó a Moisés para endulzar las aguas amargas. Pero con la provisión vino su decreto: Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó (v. 25).

    Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador.

    —ÉXODO 15:26

    ¡Qué promesa! ¡Él sanaría todas sus enfermedades! Lo único que ellos tenían que hacer era escuchar su voz y obedecer sus estatutos, pero cuando continuaron su viaje por el desierto y tuvieron hambre, se quejaron aún más. Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud (Éxodo 16:3).

    Dios oyó su clamor una vez más y envió codornices al atardecer y pan del cielo para su provisión diaria de alimento. El salmista registra que aún estaba la comida en su boca cuando Él los mató (Salmo 78:3031). ¿El mensaje? No se quejen de la provisión de Dios; puede que no sea lo que quieren, pero es exactamente lo que necesitan.

    Aunque los hijos de Israel eran ingratos, Dios siguió siendo fiel, Porque se acordó de su santa palabra (Salmo 105:42). Él continuó probándolos para ver si obedecerían sus estatutos, pero ellos fallaron la prueba. Siguieron quejándose y murmurando.

    ¿Murmura usted? Cuando un problema le sale al encuentro, ¿en lugar de pedirle a Dios que le muestre por qué podría usted estar en ese problema se queja por tenerlo? Esto es normalmente lo que oigo cuando un miembro de la iglesia acude a mí con un problema: Pastor, no sé por qué tengo este problema, y parece que no puedo encontrar la respuesta. No siento que Dios haya oído mi oración. ¿Dónde está Él cuando le necesito? ¿Por qué permitió Dios que esto me sucediera?.

    Eso es lo que yo denomino el síndrome de la autocompasión. Yo comienzo a hacer preguntas, como: ¿Está leyendo usted su Biblia? ¿Se está negando a perdonar a alguien de su pasado? ¿Ha permitido que una raíz de amargura se apodere de su mente y de sus emociones? ¿Diezma usted? ¿Está murmurando, o alabando a Dios por el problema?.

    Ahí está el meollo de la cuestión. Todos queremos tener respuestas a nuestros problemas, pero no estamos dispuestos a obedecer las condiciones que producen la provisión de Dios. Enseguida suplicamos soluciones sin utilizar el problema como una oportunidad para acercarnos más a Cristo.

    Citamos la oración de Jabes: Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio… (1 Crónicas 4:10). Pero no nos molestamos en leer los versículos anteriores a la oración: Y Jabes fue más ilustre que sus hermanos (v. 9). ¿Es usted ilustre? ¿Oye atentamente la voz de Jehová su Dios para guardar y poner por obra todos sus mandamientos (Deuteronomio 28:1)?

    LAS CONDICIONES DE DIOS

    Con toda rapidez citamos: Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria (Filipenses 4:19); pero rara vez reconocemos las circunstancias que rodean la promesa de la cual habla Pablo. Pablo estaba hablando a quienes habían apoyado económicamente su trabajo mientras estaba en el campo misionero. Hay condiciones para estar calificado para la provisión de Dios.

    Dios puso dos condiciones a los hijos de Israel cuando les dio la promesa de su continua presencia sanadora. Esas condiciones no han cambiado, y siguen aplicándose a nosotros.

    En primer lugar, Él nos pide que escuchemos su voz. Dios nos habla cada día, pero debemos estar dispuestos a escucharle cuando Él habla. Él habla de muchas maneras: mediante su Palabra, mediante sus siervos ungidos, y mediante revelación directa en su hombre interior (Efesios 1:17–18).¹

    Escuchar es la otra mitad de hablar. Escuchar es una tarea sencilla. Por naturaleza inherente, no somos buenos para escuchar, y normalmente hablamos más de lo que escuchamos. Nuestra competitiva cultura da valor al hablar aunque quien habla no tenga nada que decir. Dios nos habla todo el tiempo con algo importante que impartir, pero sus hijos tienen tendencia a utilizar el don del oído selectivo cuando escuchan. En otras palabras, oímos lo que queremos oír.

    Una madre puede estar en una habitación llena de cien personas, todas ellas hablando al mismo tiempo, pero en el momento en que ella oye la voz de su hijo llorando desde el otro lado de la habitación, instintivamente se da la vuelta y camina en dirección al sonido de esa voz. ¿Por qué? Porque ese hijo es suyo, porque esa madre quiere a ese niño, porque ella está acostumbrada al sonido de su voz, debido a su relación diaria con ese niño, y debido a su deseo de agradar a las personas a las que quiere.

    Así es también con nuestra relación con el Señor. Él nos pide que prestemos atención a su voz, pero si no tenemos una relación suficiente con Él, no seremos capaces de discernirla entre los cientos de voces que oímos cada día. Prestar atención significa escuchar, considerar y tomar nota. Es imposible hacer cualquiera de esas cosas, y mucho menos obedecer sus mandamientos, sin antes estar familiarizado con el sonido de la voz de Dios cuando Él habla.

    La segunda condición de Dios es que Él nos pide que hagamos lo que es recto ante sus ojos. Él no sólo quiere que oigamos su voz, sino que también obedezcamos sus mandamientos.

    Dos mujeres jóvenes que trabajaban en un hospital comunitario decidieron dejar sus empleos, pues estaban cansadas de tener que tratar con ingratitud, pacientes que se quejaban, murmuración entre empleados, y una administración apática. Justamente antes de irse, las dos amigas decidieron probar un experimento, ya que no tenían nada que perder.

    Decidieron hacer lo imposible por ser amables con cada persona que encontraran. Así, sin importar cómo alguien las mirase o las tratase, ellas abrumaban a las personas con aliento, cortesía y apreciación. No pasó mucho tiempo hasta que se produjo una increíble transformación. Los pacientes no parecían tan angustiados, el personal comenzó a sonreírse los unos a los otros, y la administración parecía estar sorprendentemente interesada en los asuntos de ellas.

    Las dos mujeres hicieron lo que era recto ante los ojos de Dios. Amaron a quienes no las amaban a ellas; miraron con los ojos de Dios y respondieron a sus problemas con principios sobrenaturales que les condujeron a salir de su desierto.

    La segunda razón por la cual los hijos de Israel estuvieron en el desierto por cuarenta años fue su rebelión contra Dios.

    Cuando los hijos de Israel vieron que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido (Éxodo 32:1).

    Ellos no podían ver al líder ungido de Dios, así que rechazaron la autoridad espiritual de Dios y fueron por su propio camino. Cuando usted rechaza al hombre enviado por Dios… está, de hecho, rechazando a Dios. Lo fundamental es que los israelitas estaban cansados de Faraón pero se negaban a seguir a Moisés, que era la autoridad delegada de Dios.

    Ese rechazo los condujo al pecado de idolatría. Dios gobierna mediante autoridad espiritual delegada. Toda autoridad espiritual viene de su Padre celestial, y no confiar en quienes Él ha ungido y ha puesto en autoridad es no confiar en Dios (ver Lucas 10:16).

    ¿Respeta usted la autoridad espiritual que Dios ha puesto sobre usted? Si no lo hace, vendrán a su camino graves problemas espirituales y temporales, y se quedarán más tiempo del que usted querría que se quedasen, porque Dios no enviará su provisión hasta que usted siga las líneas de autoridad espiritual que Él ha puesto.

    Mi padre, que fue pastor por más de cuarenta años, experimentó rebelión abierta contra el reino de Dios y su autoridad delegada, lo cual produjo un juicio rápido y severo.

    Un hombre y su esposa donaron un terreno a la iglesia de mi padre durante la Gran Depresión como lugar para una nueva iglesia. Desgraciadamente, mi confiado papá no contactó con un abogado para transferir formalmente el título del terreno y ponerlo a nombre de la iglesia.

    Después de meses de recaudar fondos para su congregación recién formada, y con la inmensa inversión de trabajo voluntario, se levantó una sencilla iglesia de tablilla blanca. La congregación estaba emocionada con su nuevo santuario.

    A las dos semanas de haber terminado el edificio, los donantes del terreno demandaron que se les devolviese la propiedad, y decidieron utilizar el edificio como su nueva casa. Mi padre le recordó a la engañosa pareja que ellos habían dado su palabra a Dios y a la autoridad delegada de Dios, y les advirtió que Dios trataría con ellos de modo mucho más severo que un tribunal de justicia.

    Dos semanas después, un incendio causado por la electricidad redujo a cenizas el nuevo edificio, y la pareja murió trágicamente mientras dormían. Aquella noche los dos rindieron cuentas a Dios de su rebelión espiritual.

    Una tercera razón por la cual los hijos de Israel vagaron sin dirección en busca de la Tierra Prometida fue su idolatría.

    Una vez que Israel rechazó a Moisés y se rebeló contra los mandatos de Dios, ellos se abrieron a adorar a ídolos. Buscaron dirección espiritual de algo que no era Dios. Hicieron la estatua del becerro de oro y comenzaron a adorarlo en lugar de adorar al único Dios verdadero que los había liberado.

    Cuando usted rechaza las promesas del Señor y abraza la rebelión, pronto se encontrará adorando los placeres de este mundo en lugar de desear la bendición de Dios sobre su vida. Hasta sus propias opiniones se convertirán en sus ídolos. Tendrá temor a estar equivocado, así que no cederá en su punto de vista. Esa terca inflexibilidad evitará que usted alcance la provisión de Dios para su vida.

    ¿Quién es una persona terca? Una persona terca es aquella que no cambiará su opinión en presencia de la verdad aun cuando esa verdad sea la Palabra de Dios; por tanto, las opiniones de esa persona se convierten en sus ídolos.

    Saúl es un clásico ejemplo bíblico de idolatría. El profeta Samuel preguntó a Saúl: ¿Por qué no obedeciste la voz del Señor?. Saúl revela sus trágicas debilidades de carácter cuando intenta justificar su rebelión (ver 1 Samuel 15:14–21).

    En primer lugar, él afirma haber obedecido la voz del Señor: Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la palabra de Jehová (v. 13). Entonces Saúl culpa a Israel: De Amalec los han traído; porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová tu Dios… (v. 15). Y en un intento final por justificarse a sí mismo, una vez más culpa a los israelitas: Yo sí he obedecido al SEñOR… He cumplido la misión que él me encomendó… los soldados tomaron ovejas y vacas… (vv. 20–21 NVI).

    Cuando Dios le dio la oportunidad de arrepentirse de su rebelión, él trató de justificarla, y Samuel lo sabía:

    ¿Qué le agrada más al SEÑOR: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros. La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría. Y como tú has rechazado la palabra del SEñOR, él te ha rechazado como rey.

    —1 SAMUEL 15:22–23 NVI

    Cuando sus motivos impuros fueron sacados a la luz, Saúl quiso arrepentirse (v. 24), pero era demasiado tarde (v. 29). Según mi opinión, dos de los peores juicios posibles cayeron sobre la vida de Saúl. En primer lugar, Dios no tenía uso para él (1 Samuel 28:17) y, en segundo lugar, el Espíritu de Dios se apartó de él (1 Samuel 28:15). No podría imaginarme vivir bajo cualquiera de esas consecuencias. Saúl se convirtió en un rey débil e ineficaz.

    RECUERDE ESTA VERDAD…

    ¡Nunca es nada malo hacer lo correcto! El Señor lo sabe todo; Él conoce nuestros pecados y nuestros motivos. Cuando Él le pregunte por qué no le obedeció, está buscando un corazón arrepentido,

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