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Las hojas muertas
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Las hojas muertas
Libro electrónico121 páginas3 horas

Las hojas muertas

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En las hojas muertas una voz múltiple relata la trayectoria de un hombre cuyo principio fundamental en la vida fue luchar: de joven por causas que creyó, con razón, que beneficiarían a la humanidad; en la vejez, por causas que cree, sin razón, que sólo a él lo benefician. Libanés emigrado, niño vendedor de periódicos en una pequeña localidad de Est
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones Era
Fecha de lanzamiento20 jun 2020
ISBN9786074452921
Las hojas muertas
Autor

Bárbara Jacobs

Bárbara Jacobs nació en 1947 en la Ciudad de México dentro de una familia de emigrantes libaneses, los abuelos paternos judíos y los maternos cristianos. Creció dentro de la tradición cristiana. Cursó la educación secundaria en Montreal, Canadá; obtuvo la licenciatura en Psicología en la Universidad Nacional Autónoma de México con una tesis sobre la risa a lo largo de la historia, la ciencia, el arte, la literatura, y la cultura en general. Fue profesora de lengua inglesa en la Universidad Iberoamericana de México y de traducción en el Colegio de México. Empezó a publicar cuentos y ensayos en revistas y suplementos literarios a partir de 1970. Es viuda de Augusto Monterroso. No tiene hijos. Vive con Vicente Rojo entre la Ciudad de México y Cuernavaca. Ha publicado las novelas Las hojas muertas, 1987 -Premio "Xavier Villaurrutia", traducida al inglés, el italiano y el portugués-; Las siete fugas de Saab, alias El Rizos (1992); Vida con mi amigo (1994); Adiós humanidad (2000); Florencia y Ruiseñor (2006), Lunas (2010) y la dueña del Hotel Poe (2014); los libros de cuentos Doce cuentos en contra y Vidas en vilo (2007); y los volúmenes de ensayos Escrito en el tiempo (1985); Juego limpio (1997); Atormentados (2002); Nin reír (ensayo narrativo, 2009); Leer, escribir (2011), Un amor de Simone (2012) y La buena compañía (2017). Con Augusto Monterroso publicó Antología del cuento triste (1992). Tiene una antología personal: Carol dice y otros textos (2000) y una antología de Los mejores cuentos mexicanos (2001). Desde hace veintiséis años colabora en las páginas de la cultura del diario mexicano La Jornada. Ha impartido conferencias, charlas y lecturas, y participado con ponencias en mesas redondas, en diversos centros, instituciones y universidades de México, Estados Unidos, Canadá, el Caribe, Centro y Sudamérica, así como de Europa. Impartió un taller de diario literario en Las Palmas de Gran Canaria, España, y otro en Nuevo León, Guanajuato, México. Desde 1994 permanece al Sistema Nacional de Creadores de Arte. En 1993, fue Fellow for a Residency at the International Writing Program, en la Universidad de Iowa, en Estados Unidos. Ha sido jurado del Premio Casa de las Américas 1997, de Cuba, y del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2012, de México, entre otros. Ha sido reconocida por la comunidad libanesa en México con el Premio "Biblos" al Mérito 2013.

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    Las hojas muertas - Bárbara Jacobs

    muertas

    BÁRBARA JACOBS


    Las hojas muertas

    Primera edición: 1987

    ISBN: 978-968-411-168-4

    Edición digital: 2013

    eISBN: 978-607-445-292-1

    DR © 2013, Ediciones Era, S.A. de C.V.

    Calle del Trabajo 31, 14269 México, D.F.

    Ninguna parte de esta publicación incluido el diseño de portada, puede ser reproducido, almacenado o transmitido en manera alguna ni por ningún medio, sin el previo permiso por escrito del editor. Todos los derechos reservados.

    This book may not be reproduced, in whole or in part, in any form, without written permission from the publishers.

    www.edicionesera.com.mx

    Índice

    1 Edgar Allan Poe, el Cadillac y la casa

    2 De un tapete persa al otro lado de la frontera sur de los Estados Unidos de Norteamérica

    3 La cita y el puente

    1


    Edgar Allan Poe, el Cadillac y la casa

    Ésta es la historia de papá, papá de todos nosotros.

    El hermano de papá se llamaba Gustav sin o y era mayor que él. Cuando nosotros éramos niños tío Gustav vivía en Saginaw, Michigan, con una mujer mayor que él que bebía mucho y que tenía una hija con dos hijos de pelo lacio y largo, medio café. La casa de tío Gustav era muy moderna y tenía muchas cosas de madera y olía a casa moderna americana llena de aparatos eléctricos que no sabíamos para qué servían pero que servían de maravilla. Tío Gustav trabajaba en una compañía que fabricaba parabrisas para automóviles y que era suya y se llamaba Visors Incorporated y estaba en el número 2200 de la calle Waterfall ahí en Saginaw. Tío Gustav manejaba un Lincoln Continental último modelo por lo general rojo vino con asientos de piel negra y botones para bajar los vidrios y subir el asiento o hacerlo para adelante. Desde el Lincoln ante la puerta del garaje de su casa apretaba un botoncito escondido en el tablero y la puerta se iba abriendo hacia arriba, y la madera se enrollaba en el techo del garaje. De joven el tío Gustav se había caído de un caballo y desde entonces cojeaba un poco y no oía bien y uno de los ojos lo tenía medio cerrado y cuando se reía lo hacía con los labios medio torcidos, hechos un poco a un lado. De joven había empezado a estudiar la carrera de Medicina pero luego no la había terminado. En ese tiempo tenía una novia con la que se iba a casar y que era más joven que él y bonita y normal y paisana según nos contaban y que a toda la familia le caía de lo más bien pero nadie sabe por qué fue prefiriendo a la otra, Mildred, que era gorda y no siempre se peinaba. Tío Gustav no llevaba a Mildred a casa de Mama Salima, que era su mamá—y de papá y de tía Marie Louise— y nuestra abuelita de allá. Otro defecto que todo mundo le encontraba casi a primera vista a Mildred era que fuera protestante y que ni siquiera como tal practicara porque no iba a ningún templo ni hablaba con ningún pastor para que le aconsejara cómo dejar la bebida o cómo peinarse y adelgazar un poco. Pero la hija de Mildred quería mucho a tío Gustav como si tío Gustav fuera su papá, que no lo era, y todo mundo decía Sí pero entonces a ella es a la que va a heredar, y todo mundo hacía corajes, pero el tío Gustav con nosotros era lindo y lo queríamos mucho y nos regalaba radios y plumas y lo que quisiéramos, pero que le dijéramos qué queríamos. Un día nos prestó un hacha y nos mostró en el jardín una víbora negra y amarilla que a las mujeres de nosotros les dio mucho miedo y que a los hombres de nosotros los hizo sentirse valientes pues tío Gustav les dijo Córtenle la cabeza. No se la cortamos porque la víbora se metía entre los arbustos del jardín, pero mientras la perseguíamos tío Gustav nos iba filmando con una cámara de cine muy moderna que tenía y en colores.

    Marie Louise era la hermana mayor de papá y de tío Gustav. Nosotros le decíamos tía Lou-ma. Tía Lou-ma tenía mucho pelo, rizado, muy negro y se lo dejaba largo hasta abajo de los hombros y le brillaba. Tía Lou-ma para entonces ya llevaba cuatro matrimonios y siempre enviudaba. Su último esposo cantaba en las iglesias y era más bajo que ella y más joven y todo mundo decía que él no se iba a morir y que la tía Marie Louise ya no iba a enviudar porque él era joven y fuerte y cantaba con voz de bajo, pero sí se murió y la tía Lou-ma volvió a enviudar y sus hijos ya no sabían qué harían cantar en su próxima boda porque en la tercera ya le habían pedido al coro que cantara El Tercer Hombre. De su primer esposo había tenido tres hijos, que eran nuestros primos hermanos de allá. A la hija mayor de tía Lou-ma casi nunca la veíamos. Oíamos que tenía muchos problemas porque su esposo bebía mucho. Tenían como cinco hijos y vivían casi en la pobreza y nuestra prima tenía que batallar, según oíamos decir, para sacar a la familia adelante. El primer esposo de tía Lou-ma había sido hijo de libaneses emigrados como papá y sus hermanos y por lo tanto era paisano. En cambio Mildred, la esposa de tío Gustav, no era paisana y a Mama Salima esto la molestaba.

    Nuestra prima mayor se llamaba Susan. Tenía tantos problemas con su esposo que una de sus hijas a pesar de que era de nuestra edad o hasta más chica se estaba volviendo calva. Todo mundo decía que cuando sus papás dejaran de tener problemas a ella le volvería a nacer el pelo y le crecería porque ya no estaría nerviosa.

    Después de Susan seguía Bob, el primo Robert o Bobbie. Era muy guapo pero muy serio y enojón. Dice mamá que se parecía a papá de joven, pero sólo en lo guapo. Trabajaba en una abarrotería y les decía a los mayores de los hombres de nosotros que cuando crecieran un poco más los invitaría a trabajar con él en la abarrotería para que fueran aprendiendo un verano y luego otro verano y si aprendían podían quedarse a trabajar ahí de ahí en adelante bajo sus órdenes, en Saginaw. Nosotros molestábamos mucho a nuestro primo Bobbie pero sólo por molestarlo. Lo pellizcábamos y lo empujábamos y nos comíamos su porción de postre. Y él, para no pegarnos ni desesperarse con nosotros, se hacía el que lo encontraba muy chistoso y que sus primos hermanos de México que era en donde nosotros vivíamos eran encantadores.

    Pero con quien más nos llevábamos nosotros era con nuestra prima Lisa que era la menor de los tres hijos de tía Lou-ma. Lisa por Elizabeth y que también podía decirse o escribirse Liza y Liz. No era la sobrina menor de papá si se cuentan como tan sobrinos suyos los hijos de los hermanos de mamá que, igual que nuestros primos de Estados Unidos, son primos hermanos nuestros, pero papá la quería mucho.

    Tía Lou-ma y Susan y Lisa vivían en Flint, cerca de Saginaw, pero cuando nosotros íbamos de visita a Saginaw ellas venían a vernos o a veces nosotros íbamos a verlas. Venían tía Lou-ma y Lisa, porque Susan casi nunca podía dejar sola a su familia por los problemas que tenía. Y venían a visitar a Bob, a Mama Salima y a tío Gustav, y de paso a nosotros, su familia de México. Cuando Lisa empezó a manejar iba seguido a Saginaw a visitar sola a Mama Salima y Bob siempre estaba yendo a visitar a su mamá y sus hermanas a Flint pero mamá no quería dejarnos ir solos con él en coche a Flint y por eso a veces después de Saginaw íbamos en el Cadillac a Flint. Flint y Saginaw están las dos en el estado de Michigan, que es el de los lagos. Los lagos de allá son como mares.

    Lisa nos contaba historias de la familia pero no muchas. Le caían muy mal los negros porque nos contaba que en la familia había habido una historia con un negro y que le constaba lo que decía de ellos y que ahí no había parado la cosa. Ni papá y ni siquiera mamá nos confirmaron nunca esta historia entre otras razones porque nunca supieron que ya la sabíamos; sólo esperábamos como agazapados a ver si ellos solitos nos la contaban pero no nos la contaron. Según Lisa, una hija de una hermana de Mama Salima se había ido con un negro y había tenido un hijo con él y él luego la había abandonado con el hijo y luego por otras razones o no sabía Lisa si por esto había ido a dar a la cárcel y por culpa de todo esto Mama Salima no había vuelto a ver nunca más a su hermana que, junto con ella, había emigrado a América, aunque ella se había ido a establecer a otra ciudad de los Estados Unidos en otro estado. Lisa nos decía Ustedes no pueden saber cómo son los negros porque en México no hay. Nosotros no sabíamos si había negros o no en México en general pero en el fondo sentíamos que si los hubiera nos caerían tan bien o tan mal como el resto de la gente que veíamos a nuestro alrededor pero no porque fueran negros sino según fueran, si simpáticos o enojones o algo.

    Nosotros sentíamos que a papá los negros le caían como nos caerían a nosotros, bien si eran simpáticos, y cuando estaba con su familia de Estados Unidos lo que hacía era sólo escuchar porque sus ideas desde entonces eran distintas y prefería sólo escuchar y bajaba la cabeza y casi no decía nunca nada.

    Hasta eso, igual hacía en México, bajar la cabeza y escuchar cuando otros hablaban y aunque no hablaran de negros. En México papá también permanecía callado pero no porque oyera lo que oía en los Estados Unidos en boca de su propia familia.

    El tío Gustav y la tía Lou-ma querían a papá pero no tanto. Él era siempre el que los visitaba a ellos y ellos en cambio sólo rara vez lo visitaban a él en México aunque por carta cada uno le dijera Haré todo lo posible por irte a ver en el invierno. La tía Lou-ma llamaba a papá de larga distancia cada veinte de diciembre porque se acordaba de que era el cumpleaños de su hermano menor, es decir de papá. Y le decía palabras cariñosas pero nosotros notábamos cuando estábamos

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