Una vida fiel: Una armonía de la vida y obra de Pablo
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“Pablo, siervo de Jesucristo... ”Así es la típica autopresentación de Pablo, un título sin pretensiones para la figura más influyente del cristianismo, aparte de Cristo mismo. Ahora, por primera vez, experimente los escritos cambiantes del mundo de Pablo en el contexto completo de su historia de vida: desde el fariseo y el perseguidor de la iglesia, el converso quebrantado y humilde, hasta el apóstol del evangelio de Jesucristo.
Del pastor y maestro Dr. John MacArthur, Una vida fiel es la primera armonía de su tipo entre el mensaje y la vida de Pablo, que reúne las cartas de Pablo, el libro de los Hechos y la importante información de fondo de los Evangelios en una narrativa perfecta y cronológica.
Esta obra incluye:
• Explicaciones de cada versículo y presentaciones de cada sección de uno de los pastores-maestros más respetados de nuestro tiempo
• Versión Reina Valera 1960 del texto de las Escrituras
• Un plan de lectura integral.
John F. MacArthur
Widely known for his thorough, candid approach to teaching God's Word, John MacArthur is a popular author and conference speaker. He has served as pastor-teacher of Grace Community Church in Sun Valley, California, since 1969. John and his wife, Patricia, have four married children and fifteen grandchildren. John's pulpit ministry has been extended around the globe through his media ministry, Grace to You, and its satellite offices in seven countries. In addition to producing daily radio programs for nearly two thousand English and Spanish radio outlets worldwide, Grace to You distributes books, software, and digital recordings by John MacArthur. John is chancellor of The Master's University and Seminary and has written hundreds of books and study guides, each one biblical and practical. Bestselling titles include The Gospel According to Jesus, Twelve Ordinary Men, Twelve Extraordinary Women, Slave, and The MacArthur Study Bible, a 1998 ECPA Gold Medallion recipient.
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Una vida fiel - John F. MacArthur
© 2020 por Grupo Nelson®
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América.
Grupo Nelson es una marca registrada de Thomas Nelson.
www.gruponelson.com
Título en inglés: One Faithful Life
© 2019 por John MacArthur
Publicado por Thomas Nelson
Publicado por Nelson Books, un sello de Thomas Nelson. Thomas Nelson es una marca registrada de HarperCollins Christian Publishing, Inc.
Materiales de estudio adaptados de La Biblia de estudio MacArthur, RVR-1960,© 2011, Grupo Nelson. Las leves diferencias al reproducir las notas en este libro se deben a la necesaria actualización de acuerdo con las últimas reglas de las academias de la lengua.
Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida, almacenada en ningún sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —mecánicos, fotocopias, grabación u otro—, excepto por citas breves en revistas impresas, sin la autorización previa por escrito de la editorial.
A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido tomadas de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960 © 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina, © renovada 1988 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usada con permiso. Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society y puede ser usada solamente bajo licencia.
Editora en Jefe: Graciela Lelli
Traducción: Luis Magín Álvarez, John A. Bernal, Luis Miguel Contreras, Santiago Escuain, José Luis Martínez
Adaptación del diseño al español: Setelee
ISBN: 978-0-82974-160-5
Edición Epub Marzo 2020 9780829741841
Impreso en Estados Unidos de América
2021222324LSC987654321
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CONTENIDO
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Pagina del titulo
Derechos de autor
Introducción
PARTE I. DE FARISEO A PASTOR
1. La hipocresía de los fariseos
2. Cristo sigue confrontando a sus oyentes
3. La ascensión de Jesús resucitado
4. Los discípulos esperan en el aposento alto
5. Nace la Iglesia
6. Pedro predica el evangelio en Jerusalén
7. La iglesia primitiva
8. El ministerio de Pedro y Juan
9. El segundo sermón de Pedro
10. Pedro, juzgado por el sanedrín
11. La determinación de la iglesia primitiva
12. La pureza de la iglesia primitiva
13. Los apóstoles, juzgados por el sanedrín
14. El ministerio de Esteban
15. El poderoso sermón de Esteban
16. El poderoso sermón de Esteban, continuación
17. El martirio de Esteban
18. Felipe predica el evangelio en Samaria
19. Felipe predica el evangelio a un prosélito etíope
20. La extraordinaria conversión de Saulo
21. El testimonio posterior de Pablo ante los dirigentes judíos
22. Testimonio posterior de Pablo ante Agripa
23. El bautismo de Saulo y el inicio de su ministerio
24. Los años en Arabia y la huida de Damasco
25. Saulo visita Jerusalén
26. Pedro realiza señales milagrosas
27. La visión de los animales inmundos
28. Pedro predica en evangelio a los gentiles
29. La noticia de la conversión de los gentiles llega a la iglesia de Jerusalén
30. Bernabé y Saulo pastorean una iglesia de gentiles en Antioquía
31. Pedro es liberado de la cárcel
32. La dramática muerte del rey Herodes
PARTE II. EL PRIMER VIAJE MISIONERO DE PABLO Y EL CONCILIO DE JERUSALÉN
33. Pablo y Bernabé salen de Antioquía
34. Pablo predica en Antioquía de Pisidia
35. El público que escuchaba a Pablo reacciona con violencia
36. El ministerio de Pablo en Iconio
37. Pablo es apedreado en Listra
38. Pablo y Bernabé fortalecen las iglesias
39. Los falsos maestros amenazan el evangelio
40. Pablo se reúne en privado con Pedro, Jacobo y Juan
41. El concilio de Jerusalén: habla Pedro
42. El concilio de Jerusalén: habla Jacobo
43. Pablo y Bernabé retornan a Antioquía
44. Pablo escribe una epístola a las iglesias de Galacia
45. Condena de las falsas enseñanzas
46. El testimonio de Pablo
47. La visita a Jerusalén
48. Pablo se enfrenta a Pedro
49. La justificación y Abraham
50. La justificación y la ley
51. Los creyentes son hijos de Dios
52. La futilidad del ritualismo
53. Ejemplo a partir de las Escrituras
54. Libres del ritual legalista
55. Libertad en el Espíritu
56. Libres de la esclavitud espiritual
57. Pablo termina de escribir Gálatas
PARTE III. EL SEGUNDO VIAJE MISIONERO DE PABLO
58. Pablo y Silas visitan las iglesias de Galacia
59. Pablo viaja a Macedonia
60. El carcelero de Filipos
61. Pablo predica en Tesalónica
62. Pablo predica en Atenas
63. Pablo ministra en Corinto
64. Pablo escribe su Primera Epístola a los Tesalonicenses
65. Acción de gracias por la iglesia
66. Recordatorios para la iglesia
67. Preocupaciones por la iglesia
68. La pureza moral y la vida disciplinada
69. La muerte y el arrebatamiento
70. Vivir en santidad y el Día del Señor
71. La vida cristiana y la bendición final
72. Pablo escribe su Segunda Epístola a los Tesalonicenses
73. Pablo ofrece consolación en medio de la aflicción
74. Pablo corrige errores proféticos
75. Preocupación de Pablo por la iglesia
76. Pablo retorna a Antioquía
PARTE IV. EL TERCER VIAJE MISIONERO DE PABLO
77. El ministerio con Apolos en Éfeso
78. En Éfeso, Pablo instruye a los discípulos
79. Pablo escribe una epístola a la iglesia de Corinto
80. El llamado y los beneficios de la santidad
81. El pecado de división
82. La sabiduría de Dios
83. La fuente de la sabiduría espiritual
84. Edificar sobre el fundamento
85. El templo de Dios
86. Debemos servir a los demás
87. El reproche de un padre
88. Se juzga la inmoralidad
89. No se permiten los litigios y las disensiones
90. El pecado sexual, condenado
91. Matrimonio y soltería
92. Vivir acorde a tu llamado
93. Instrucciones para los solteros
94. La comida ofrecida a los ídolos
95. Libertad cristiana: la liberación de negarse a uno mismo
96. Buscar servir y tratar de ganar
97. Lecciones del Antiguo Testamento
98. La libertad cristiana y la gloria de Dios
99. Los roles de hombres y mujeres
100. Respetar la cena del Señor
101. Dones espirituales en el cuerpo de Cristo
102. La superioridad del amor
103. Dones de profecía y de lenguas
104. Dones de profecía y de lenguas, continuación
105. La realidad histórica de la resurrección
106. La futura realidad del cuerpo resucitado
107. Mandato final a la iglesia
108. El alboroto en Éfeso
109. Pablo escribe una segunda carta a la iglesia corintia
110. Salutación de Pablo
111. Los planes ministeriales de Pablo
112. La tristeza y la confianza del apóstol
113. El espíritu y la letra
114. Gloria desvelada
115. Las dificultades del ministerio
116. La motivación del ministerio
117. El mensaje del ministerio
118. La conducta del ministerio
119. Separación de los no creyentes
120. Certeza del amor de Pablo
121. Patrones y propósito de la ofrenda
122. Procedimientos de la ofrenda
123. Promesa de ofrenda
124. La autoridad apostólica de Pablo
125. La conducta apostólica de Pablo
126. El sufrimiento apostólico de Pablo
127. Las credenciales apostólicas de Pablo
128. Advertencias finales
129. Bendiciones y saludos
130. Tres meses en Grecia
131. Pablo escribe una carta a los romanos
132. Saludos y temática
133. La injusticia de los gentiles
134. La culpabilidad de los que están bajo la ley
135. La injusticia de los judíos
136. La injusticia de la humanidad
137. La fuente de la rectitud justificadora
138. El ejemplo de justicia
139. La justicia de Abraham
140. Las bendiciones de la justicia
141. La imputación de la justicia
142. Liberación del pecado
143. Esclavos de la justicia
144. El pecado y la ley
145. La lucha contra la carne
146. No hay condenación en Cristo
147. Libertad en el espíritu
148. La seguridad de la gloria de la salvación
149. Seguro en el amor de Dios
150. El rechazo del evangelio por parte de Israel
151. La soberanía de Dios y el rechazo de Israel
152. La necesidad de Israel del evangelio
153. El rechazo israelita y el remanente
154. Gentiles injertados
155. El plan de Dios para la futura salvación de Israel
156. Los dones espirituales en la iglesia
157. El ejercicio del amor
158. Sujeción al gobierno
159. Conducta cristiana en una sociedad secular
160. Libertad cristiana
161. Libertad y amor
162. La libertad y la gloria de Dios
163. Los viajes ministeriales de Pablo
164. Recomendaciones y saludos
165. Instrucciones y bendiciones finales
166. Ministerio en Troas
167. Reunión en Mileto con los ancianos efesios
168. Viaje a Jerusalén
PARTE V. ARRESTO Y PRISIÓN
169. La llegada a Jerusalén
170. El arresto en el templo
171. Pablo se dirige a sus atacantes
172. Continúa el discurso de Pablo
173. Pablo habla ante el sanedrín
174. Llevado a Cesarea
175. Acusaciones ante Félix
176. Defensa ante Félix
177. Apelación a César
178. Llegada del rey Agripa
179. Defensa ante Agripa
180. Pablo continúa su defensa
181. Travesía hacia Roma
182. El naufragio
183. De Malta a Roma
184. Arresto domiciliario en Roma
185. Pablo escribe Efesios
186. Predestinación y redención en Cristo
187. Herencia y recursos en Cristo
188. Nueva vida en Cristo
189. Unidad en Cristo
190. El evangelio, revelado
191. La plenitud de Dios para la Iglesia
192. La unidad de la Iglesia
193. La edificación de la Iglesia
194. El patrón y principios para los miembros de la Iglesia
195. Andar en amor y en la luz
196. Andar en sabiduría
197. Maridos y esposas
198. Padres e hijos; amos y siervos
199. La armadura espiritual del creyente
200. Bendición final
201. Pablo le escribe una carta a la iglesia colosense
202. Gratitud en oración
203. La deidad de Cristo
204. El ministerio del evangelio
205. Advertencias contra la filosofía mundana
206. Evitar el legalismo
207. Despojarse de maldad
208. Vestirse de rectitud
209. Las relaciones cristianas
210. Colaboradores en el ministerio
211. Pablo le escribe una carta a Filemón
212. Saludos personales
213. Apelación al perdón y la restauración
214. Pablo le escribe una carta a la iglesia filipense
215. Saludo a los creyentes de Filipos
216. Estar firme en medio de circunstancias difíciles
217. El vivir es Cristo
218. El perfecto ejemplo de humildad de Cristo
219. Luces en un mundo oscuro
220. Los compañeros de Pablo
221. Legalismo frente a verdadera rectitud
222. Proseguir hacia la meta
223. Advertencias contra el libertinaje
224. Amonestaciones apostólicas
225. El contentamiento y observaciones finales
PARTE VI. DE MISIONERO A MÁRTIR: FIEL HASTA EL FIN
226. Pablo le escribe una carta a Timoteo
227. La falsa doctrina en Éfeso
228. La verdadera doctrina de Pablo
229. Un llamado a la oración
230. La alta vocación de Dios para las mujeres
231. Los requisitos para los ancianos
232. Los requisitos para los diáconos
233. Instrucciones con respecto a los falsos maestros
234. El cuidado pastoral de las viudas
235. La respuesta adecuada a los ancianos
236. Los falsos maestros y el amor al dinero
237. La motivación apropiada de un hombre de Dios
238. Pablo le escribe una carta a Tito
239. El plan eterno de salvación
240. Establecer líderes piadosos
241. Enfrentarse a los falsos maestros
242. Una vida cristiana sana
243. Nuestra esperanza bienaventurada
244. Andar a la luz del evangelio
245. Palabras finales para Tito
246. Pablo le escribe su última carta a Timoteo
247. Exhortaciones a la fidelidad
248. Ejemplos de fidelidad
249. Retratos de un hombre de Dios
250. Útiles para el servicio
251. Los peligros de un hombre de Dios
252. La suficiencia de la Escritura
253. El encargo de un ministerio fiel
254. Adversidades finales
255. Triunfante hasta el fin
Plan de lectura en un año
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PABLO: UNA VIDA DE FIDELIDAD AL EVANGELIO
*
Pablo era único entre los apóstoles. A diferencia del resto de ellos, el nunca pasó tiempo con Cristo durante el ministerio terrenal de nuestro Señor. De hecho, no habría encajado bien en el círculo de los doce discípulos, pues ellos eran en su mayoría galileos corrientes y provincianos y carecían de cualquier credencial espiritual o habilidades académicas. Entre los más conocidos e influyentes de los Doce se incluían pescadores (Pedro, Andrés, Jacobo y Juan); un recaudador de impuestos (Mateo); y un exzelote (Simón): una mezcla de hombres trabajadores y marginados.
Como contraste, Pablo (o más precisamente Saulo de Tarso, como era conocido en aquellos tiempos) era un rabino muy respetado, con buena educación formal, nacido en el seno de una familia de fariseos y con una amplia y detallada formación en las tradiciones ultraortodoxas de los fariseos. Era increíblemente cosmopolita: ciudadano romano, experimentado viajero, distinguido erudito legal que nació en Tarso; fue educado en Jerusalén a los pies de Gamaliel (Hechos 22:3) y estaba lleno de celo; era un hebreo de hebreos. El escribió: «Si alguno piensa que tiene de que confiar en la carne, yo más» (Filipenses 3:4). Su curriculum vitae siempre sobresalía por encima del de cualquier otra persona. Saulo de Tarso nunca perdía en ninguna competición de logros intelectuales o académicos. A este respecto, el destaca en marcado contraste con todos los demás apóstoles.
El mentor de Saulo, Gamaliel, era sin lugar a dudas el rabino más prestigioso e influyente en la Jerusalén de principios del primer siglo. Gamaliel era nieto del legendario Hillel el Anciano, uno de los rabinos más doctos y citados que hubo jamás. Hechos 5.34 nos dice que Gamaliel era «venerado de todo el pueblo». Claramente, él tenía una influencia tremenda entre el Sanedrín (vv. 34-30). Ese Consejo, formado por setenta y un sacerdotes y eruditos de elite, era el tribunal de asuntos religiosos más elevado y más dominante del judaísmo. Como grupo, el Sanedrín de la época de Pablo y Jesús era notoriamente corrupto y con frecuencia estaba motivado por mero interés político, pero Gamaliel destaca, incluso en la narrativa del Nuevo Testamento, como un hombre docto, pacífico, cauto y básicamente honorable. La Mishná, un registro de la tradición oral hebrea escrito a principios del tercer siglo, se refiere a él como «Gamaliel el Anciano» y lo cita numerosas veces. En todo el mundo no había un erudito hebreo más venerado, y Saulo de Tarso recibió formación a sus pies; por lo tanto, las credenciales académicas del apóstol eran impresionantes en todos los aspectos.
Antes de su famoso encuentro con el Jesús resucitado en el camino de Damasco, Saulo de Tarso despreciaba cualquier desafío a las tradiciones de los fariseos. Cuando lo encontramos por primera vez en las Escrituras, él es «un joven» (Hechos 7:58) profundamente reacio a Cristo y tan hostil a la fe de los seguidores de Jesus, que preside el apedreamiento del primer mártir cristiano: Esteban. Al dar su testimonio años después, Pablo confesó:
Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.
Hechos 26:10, 11
El hecho de que el tuviera voto en tales asuntos sugiere que era un miembro del Sanedrín o era parte de un tribunal designado por ellos para juzgar a los disidentes religiosos. En raras ocasiones se designaba a hombres jóvenes para tales posiciones, pero Pablo era claramente un erudito precoz que destacaba en su generación como celoso activista, trabajador preparado, dotado administrador y duro esbirro. (Probablemente él era también un hábil político).
Sin embargo, después de su dramática conversión en el camino de Damasco, Pablo fue un tipo de hombre completamente distinto. Rechazaba cualquier pretensión de superioridad; abominaba la idea de que la sabiduría humana pudiera añadir algo de valor a la predicación del evangelio. Se oponía enfáticamente a cualquier sugerencia de que la elocuencia y la erudición pudieran mejorar el poder inherente del evangelio; por tanto, se esforzó mucho por no subrayar sus propios logros intelectuales y académicos, y menos aún minar inconscientemente la simplicidad del mensaje evangelístico. A la iglesia en Corinto escribió:
Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
1 Corintios 2:1–5
En Filipenses 3:5, 6, a fin de refutar las afirmaciones de algunos falsos maestros, se hizo necesario para Pablo enumerar algunos de sus logros religiosos y académicos más impresionantes; pero rápidamente añadió: «Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo codas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesus, mi Señor, por amor del cual lo he perdido codo, y lo tengo por basura [literalmente, estiércol], para ganar a Cristo» (vv. 7, 8).
Aun así, el sobresaliente intelecto de Pablo es obvio en el modo en que trabajaba y en lo que escribía. Podía recitar con el mismo entusiasmo líneas en griego de poetas mediterráneos antiguos o citar de memoria cualquier número de pasajes de las escrituras hebreas. Habló con una valiente confianza a los filósofos de la más alta élite en Atenas y también se mantuvo firme sin temor en tribunales de la realeza donde su vida escaba en juego. No había nadie que lo intimidara; por el contrario, la ambición que lo impulsaba era estar en la sala del trono del Capitolio Romano, dar su testimonio en presencia de César y así predicar el evangelio al gobernador más poderoso del mundo, en el foco del imperio más grande y de mayor alcance que el mundo había visto jamás.
Designado para la defensa del evangelio
De todos los apóstoles, Pablo era el más decidido en guardar la pureza, la precisión y la claridad del mensaje del evangelio. Cristo lo designó de modo único para ese propósito: «la defensa y confirmación del evangelio» (Filipenses 1:7), y el aceptó ese papel como una tarea personal otorgada desde lo alto. Escribió: «estoy puesto para la defensa del evangelio» (v. 17). Esto estaba grabado tan profundamente en la conciencia de Pablo que cuando hablaba del evangelio se refería con frecuencia a él como «mi evangelio» (Romanos 2:16; 16:25; 2 Timoteo 2:8).
No hay duda de que Pablo de ninguna manera se estaba apropiando de ningún mérito por el evangelio ni declarando una posesión privada de él; nunca se le ocurrió cuestionar el origen divino del evangelio. Con la misma frecuencia se refería a ello como «el evangelio de Dios» (Romanos 1:1; 15:16; 2 Corintios 11:7; 1 Tesalonicenses 2:2, 8, 9), o «el glorioso evangelio del Dios bendito» (l Timoteo 1:11). Con más frecuencia aun lo llamaba «el evangelio de Cristo» (Romanos 1:16; 15.19; 1 Corintios 9:12, 18; 2 Corintios 9:13; 10:14; Gálatas 1:7; Filipenses 1:27; 1 Tesalonicenses 3:2) o «el evangelio de la gloria de Cristo» (2 Corintios 4.4). A veces era «el evangelio de la paz» (Efesios 6:15) o «el evangelio de vuestra salvación» (Efesios 1:13).
Estos no eran evangelios discrepantes, sino el conjunto de títulos de Pablo para el único evangelio verdadero. La sugerencia de que haya más de un evangelio habría sido confrontada con una feroz oposición por parte del apóstol Pablo. Él instruyó con firmeza a las iglesias en Galacia: «Mas si aun nosotros, o un angel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema» (Gálatas 1:8); y para dar todo el énfasis posible a su punto, volvió a repetir la maldición en la siguiente frase: «Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema» (v. 9).
Un examen de las epístolas de Pablo
Prácticamente cada una de las epístolas de Pablo en el Nuevo Testamento defiende y aclara algún punto crucial de doctrina pertinente al mensaje del evangelio. El libro de Romanos es una discusión cuidadosamente ordenada de las doctrinas que constituyen el corazón mismo de la verdad del evangelio y está presentado en un bosquejo cuidadoso, lógico y ordenado. Comenzando con la doctrina del pecado universal y la depravación humana, Pablo recorre sistemáticamente todo el catálogo de la verdad del evangelio, hablando de justificación, santificación, seguridad eterna, elección, reprobación, el injerto de los gentiles en el pueblo de Dios y la restauración final de Israel. Romanos es la exposición de Pablo más ordenada y global de doctrinas del evangelio.
En 1 Corintios él defiende el evangelio contra diversas corrupciones que se estaban introduciendo bajo el disfraz de sabiduría humana o un manto de caos carnal. En 2 Corintios responde a ataques contra el evangelio provenientes de falsos maestros que evidentemente se identificaban a sí mismos como «grandes apóstoles» (2 Corintios 11:5; 12:11). Esos herejes parecían entender que a fin de trastocar el verdadero evangelio necesitaban desacreditar al apóstol Pablo, de1 modo que enfocaron su ataque personalmente en él en particular. Pablo se vio forzado, por tanto, a responder a esos ataques, pero en realidad estaba defendiendo la autoridad y pureza del evangelio y no meramente su propia reputación (2 Corintios 11.1-4).
La Epístola de Pablo a los Gálatas es un argumento completo contra los falsos maestros (comúnmente conocidos como los judaizantes) que insistían en que los convertidos gentiles debían adherirse a la ley ceremonial del Antiguo Testamento para ser salvos. En particular, enseñaban que los hombres gentiles no podían convertirse en cristianos a menos que antes fueran circuncidados. Su doctrina era una negación implícita de que la fe es el único instrumento de justificación. Ese error era tan sutil que incluso Pedro y Bernabé parecían preparados para consentirlo (Gálatas 2:11-13); por tanto, Pablo escribió la Epístola a los Gálatas para demostrar por qué la doctrina de los judaizantes era una contaminación fatal del mensaje cristiano, un «evangelio [totalmente] diferente» (Gálatas 1:6). Por eso Gálatas comienza con esa famosa doble maldición contra «otro evangelio» (vv. 8, 9).
Efesios es una sencilla repetición de los principios del evangelio, con énfasis en la verdad esencial que radica en el corazón del mensaje: la salvación es obra de Dios en su totalidad; no es algo que algún pecador pueda ampliar o embellecer con mérito humano, y mucho menos puede una persona caída lograr redención para sí misma. «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesus para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Efesios 2:8-10).
Aunque el tema de Filipenses es el gozo, y la epístola está principalmente llena de consejos prácticos y exhortaciones, el capítulo 3 incluye una dura advertencia acerca de «perros», «malos obreros» y «mutiladores del cuerpo» (v. 2). Claramente, estos eran el mismo tipo de contaminadores del evangelio a los que Pablo refutó tan detalladamente en su Epístola a los Gálatas. En Filipenses 3 pasa a dar un testimonio personal que resume de manera ingeniosa el corazón mismo del mensaje del evangelio.
Había algunos en la iglesia primitiva que intentaban contaminar el evangelio con una rimbombante filosofía humana, formas ascéticas de abnegación, tradiciones hechas por los hombres y otros ardides religiosos comunes. La Epístola de Pablo a los Colosenses aborda esos intentos deliberados de hacer que el evangelio parezca complejo u ostentoso. De todos los apóstoles, el Espíritu Santo escogió a Pablo, el profundo erudito, para defender la simplicidad del evangelio contra cualquier indicación de elitismo académico o aburguesamiento filosófico.
Pablo comienza 1 Tesalonicenses con un potente elogio para la iglesia en Tesalónica debido al modo en que ellos habían aceptado rápidamente el evangelio desde el principio. Él escribe: «Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre» (v. 5). Los dos últimos versículos de ese capítulo primero (vv. 9, 10) contienen este nítido resumen de la verdad del evangelio: «Y cómo os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera». Pablo pasa en 1 y 2 Tesalonicenses a enseñar y alentar a la iglesia a continuar su paciente espera del regreso de Cristo mientras viven de una manera que honra las trascendentales implicaciones del evangelio.
Las epístolas a Timoteo y Tito están llenas de ruegos para esos dos jóvenes pastores a continuar el legado de Pablo salvaguardando cuidadosamente la verdad del evangelio. En 1 Timoteo 6:20, por ejemplo, cuando Pablo escribe: «Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado», debería estar claro que estaba hablando acerca del evangelio. Anteriormente había descrito «el glorioso evangelio del Dios bendito» como el que «a mí me ha sido encomendado» (1:11). A Tito, Pablo escribe uno de sus resúmenes marca de la casa del mensaje del evangelio. Es sencillo, profundo y asombrosamente global:
Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.
Tito 2:11–14
Entonces añade esta exhortación: «Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie» (v. 15).
La epístola más corta de Pablo, la carta a Filemón, es una nota intensamente personal y práctica escrita para ayudar a reconciliar a un esclavo huido (Onésimo) con su amo (Filemón). Pero, incluso aquí, Pablo se las arregla para dibujar una imagen totalmente clara de la verdad del evangelio a la vez que ejemplifica el espíritu de Cristo mediante sus propias acciones. Incluye este ruego, que engloba de manera perfecta lo que Cristo hizo por su pueblo: «Así que, si me tienes por compañero, recíbele como a mí mismo. Y si en algo te dañó, o te debe, ponlo a mi cuenta» (Filemón 17, 18). Así, Pablo ilustra de manera muy real y practica los principios de imputación y expiación vicaria.
Nada sino el evangelio
La verdad del evangelio impregna todo lo que Pablo escribió. El evangelio estaba en el centro de sus pensamientos en todo momento y eso era deliberado. Él escribió: «Me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!» (1 Corintios 9:16). «Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado» (1 Corintios 2:2). «Pero lejos este de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo» (Gálatas 6:14). «Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio» (Romanos 1:15).
Todos los apóstoles tuvieron papeles importantes que desempeñar en la fundación y la extensión de la iglesia primitiva. Juan fue el único que vivió hasta la vejez y el resto de ellos fueron mártires, comenzando con Jacobo, a quien Herodes «mató a espada» (Hechos 12:2). Algunos de ellos llevaron el evangelio hasta los límites más lejanos del mundo conocido. La historia de la iglesia primitiva registra, por ejemplo, que Tomás llegó hasta la costa oriental del subcontinente indio. La leyenda dice que Natanael (llamado también Bartolomé) llevó el evangelio a Armenia y fue martirizado allí. Aunque las Escrituras no registran los paraderos finales de cada uno de los apóstoles, sabemos con seguridad que ellos difundieron rápidamente el evangelio por todo el mundo conocido. En Hechos 17:6 la turba enojada que agarró a Pablo y Silas en Tesalónica se refirió a ellos como «estos que trastornan el mundo entero».
Nadie hizo más que Pablo para difundir el evangelio por codo el Imperio romano. Lucas hizo una crónica detallada de los tres viajes misioneros de Pablo en el libro de Hechos. Comenzando en Hechos 13 hasta el final de este libro, Pablo se convierte en la figura central, y el registro que hace Lucas del ministerio de Pablo es impresionante. La influencia de Pablo era profunda dondequiera que ponía sus pies. Predicó el evangelio, plantó iglesias y dejó nuevos creyentes tras su estela sin importar dónde fuera: desde la tierra de Israel, por todo el Asia Menor, en Grecia, pasando por Malta, Sicilia y finalmente Roma. Y a la vez que hacía todo eso escribió más epístolas del Nuevo Testamento que cualquier otro autor. En una época muy anterior a que las comodidades modernas hicieran que los viajes y las comunicaciones fueran relativamente fáciles, los logros de Pablo fueron extraordinarios.
Más importante aún, nadie hizo más que Pablo para definir, delimitar y defender el evangelio. Está claro que los otros apóstoles llegaron a apreciar la devoción de Pablo hacia el evangelio. Su creencia en que él fue designado por Cristo para ser un apóstol «como a un abortivo» (1 Corintios 15:8) estaba arraigada en el hecho de que él había aprendido del Cristo resucitado las mismas verdades que ellos mismos, durante el ministerio terrenal de su Señor, habían sido entrenados y comisionados para proclamar (Gálatas 2:2; 6-9). Pablo no aprendió nada acerca del evangelio de los otros discípulos que ya no hubiera escuchado de parre de Cristo mediante revelación especial (Gálatas 1:11, 12; 2:6).
Fiel hasta el fin
No es extraño que Pablo sintiera un peso de responsabilidad tan importante de predicar y defender el evangelio. Dondequiera que iba era seguido de cerca por agentes de oposición al evangelio, que atacaban el mensaje que él proclamaba. Las potestades de las tinieblas parecían muy conscientes del papel estratégico de Pablo y, por tanto, enfocaban sus ataques implacables contra las iglesias donde su influencia era especialmente fuerte. Así que Pablo escaba ocupado constantemente en «la defensa y confirmación del evangelio» (Filipenses 1:7). La controversia que rodeaba a Pablo y su ministerio era tal, que casi nadie quería ser identificado con él. En la última epístola que escribió antes de entregar su vida por el evangelio, describió cómo había ido su lectura de cargos en Roma: «En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon» (2 Timoteo 4:16). En el primer capítulo de esta carta le dijo a Timoteo: «Me abandonaron todos los que están en Asia» (1:15); y sus palabras finales incluyen este triste ruego: «Procura venir pronto a verme, porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia. Solo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio» (4:9-11).
Si Pablo no hubiera sido un hombre de fe tan profunda, podría haber muerto sintiéndose solo y abandonado. Tal como es el caso, probablemente él no llegó a entender plenamente lo mucho que su sombra se extendería sobre la iglesia y cuán profundamente sería sentida su influencia por una generación tras otra de creyentes. Pero no murió desalentado; sabía que la verdad del evangelio triunfaría al final. Él entendía que las puertas del infierno nunca prevalecerían contra la iglesia que Cristo estaba edificando y se mantuvo confiado en que los propósitos de Dios sin duda alguna serían cumplidos y que el plan de Dios ciertamente se estaba cumpliendo ya, incluso en el propio martirio inminente de Pablo. Él escribió: «Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida» (2 Timoteo 4:6-8).
Según la tradición, no mucho después de haber escrito esas palabras, los soldados romanos llevaron a Pablo a un lugar de ejecución donde sería decapitado por causa de Cristo. Incluso en la muerte, el apóstol triunfó. Él sabía que estar ausente del cuerpo es estar presente con el Señor (2 Corintios 5:8). Al terminar su estadía en esta tierra, con el destello de una espada romana, Pablo fue conducido a la presencia de su Salvador. Allí fue sin duda recibido con estas palabras: «Bien, buen siervo y fiel. Entra en el gozo de tu Señor».
PARTE I
DE FARISEO A PASTOR
ca. 30–47 A.D.
1. LA HIPOCRESÍA DE LOS FARISEOS
Mateo 23:1–22
NOTA. Saulo de Tarso (cuyo nombre en griego era Pablo) recibió en su juventud la educación de fariseo. En Hechos 26:4, 5, nos cuenta: «Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; los cuales también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo». Su testimonio en Filipenses 3:3–5 revela su firme compromiso a guardar la tradición legalista. Sin embargo, su celo por Dios carecía de la verdadera salvación. Fue el mejor ejemplo de un hipócrita religioso. Si bien es probable que Saulo no haya estado presente en la multitud que se describe en Mateo 23, en este capítulo el reproche de Jesús contra los fariseos habría descrito la condición espiritual del inconverso Saulo.
Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: En la acátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, bguardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus cfilacterias, y extienden dlos flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. Pero vosotros no queráis que os llamen aRabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, bni dejáis entrar a los que están entrando. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un cprosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más dhijo del infierno que vosotros.
¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, eno es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor. ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? También decís: Si alguno jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor. ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él; y el que jura por el templo, jura por él, y por el que lo habita; y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado en él.
2. CRISTO SIGUE CONFRONTANDO A SUS OYENTES
Mateo 23:23–39
NOTA. El reproche de Jesús contra los fariseos continúa con estas palabras:
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque adiezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. ¡Guías ciegos, que bcoláis el mosquito, y tragáis el camello!
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque climpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a dsepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, ano hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas.
Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? Por tanto, he aquí yo os envío bprofetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de cAbel el justo hasta la sangre de Zacarías, dhijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre eesta generación.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! f¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí avuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora bno me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
3. LA ASCENSIÓN DE JESÚS RESUCITADO
Hechos 1:1–11
NOTA. Si bien los corruptos dirigentes religiosos apresaron y crucificaron a Jesús, su muerte no significó la derrota. Luego de haber resucitado victorioso de la tumba, se apareció a sus discípulos a lo largo de cuarenta días. Fue en esos momentos en que Lucas empezó su relato histórico en el Libro de los Hechos, en el que narra el inicio y la expansión de la iglesia. Es probable que Lucas haya escrito este libro durante el arresto domiciliario de Pablo en Roma, más de tres décadas después de la resurrección del Señor. Debido a que Lucas escribió su libro bajo la autoridad apostólica de Pablo, su relato de la iglesia primitiva en el Libro de los Hechos indudablemente refleja la influencia y perspectiva de Pablo.
En cel primer tratado, oh dTeófilo, hablé acerca de etodas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue frecibido arriba, después de haber adado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que bhabía escogido; a quienes también, después de haber padecido, cse presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante dcuarenta días y hablándoles acerca del ereino de Dios.
Y festando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino gque esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis hbautizados con el Espíritu Santo identro de no muchos días. Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, j¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber klos tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero lrecibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis atestigos en Jerusalén, en toda bJudea en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue calzado, y le recibió duna nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos edos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: fVarones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, gasí vendrá como le habéis visto ir al cielo.
4. LOS DISCÍPULOS ESPERAN EN EL APOSENTO ALTO
Hechos 1:12–26
Entonces volvieron a Jerusalén desde hel monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, icamino de un día de reposo. Y entrados, subieron al aaposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, bBartolomé, Mateo, cJacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y dJudas hermano de Jacobo. Todos estos eperseveraban unánimes en oración y ruego, fcon las mujeres, y con gMaría la madre de Jesús, y con sus hhermanos.
iEn aquellos días jPedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo: kVarones hermanos, lera necesario que se cumpliese la Escritura en que mel Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, y era contado con nosotros, y ntenía parte en este ministerio.
oEste, pues, con el psalario de su iniquidad adquirió un campo, y qcayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron. Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, aAcéldama, que quiere decir, Campo de sangre.
Porque bestá escrito en el libro de los Salmos:
Sea hecha desierta su habitación,
Y no haya quien more en ella;
y:
Tome otro su oficio.
Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús centraba y salía entre nosotros, comenzando desde del bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho etestigo con nosotros, de su resurrección.
Y señalaron a dos: a José, llamado fBarsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a gMatías. Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse ha su propio lugar. Y iles echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.
5. NACE LA IGLESIA
Hechos 2:1–13
Cuando llegó el adía de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo bun estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron clenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron dtodos ellenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar fen otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.
Moraban entonces en Jerusalén gjudíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho heste estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía ihablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son agalileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra blengua en la que hemos nacido? cPartos, dmedos, eelamitas, y los que habitamos en fMesopotamia, en gJudea, en hCapadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en iEgipto y en las regiones de jÁfrica más allá de Cirene, y kromanos aquí residentes, tanto judíos como lprosélitos, mcretenses y nárabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las omaravillas de Dios. Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?
Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de pmosto.
6. PEDRO PREDICA EL EVANGELIO EN JERUSALÉN
Hechos 2:14–36
Entonces Pedro, poniéndose en pie acon los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque estos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es bla hora tercera del día. Mas esto es lo dicho por cel profeta Joel:
Y en los dpostreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre etoda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán fvisiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
Y de cierto sobre mis siervos y
sobre mis siervas aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y gprofetizarán;
Y daré hprodigios arriba en el cielo,
Y señales abajo en la tierra,
aSangre y fuego y vapor de humo;
El bsol se convertirá en tinieblas,
Y la luna en sangre,
Antes que venga el cdía del Señor,
Grande y manifiesto;
Y dtodo aquel que invocare el
nombre del Señor, será salvo.
Varones israelitas, oíd estas palabras: eJesús nazareno, varón faprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a este, entregado gpor el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por hmanos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era iimposible que fuese retenido por ella. Porque jDavid dice de él:
Veía al Señor siempre delante de mí;
Porque está a mi diestra, no seré conmovido.
Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua,
Y aun mi carne descansará en esperanza;
Porque no dejarás mi alma en el aHades,
Ni permitirás que tu Santo vea corrupción.
Me hiciste conocer los caminos de la vida;
Me llenarás de gozo con tu presencia.
Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y bsu sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. Pero csiendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, dhabló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús eresucitó Dios, de lo cual ftodos nosotros somos testigos. Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la gpromesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.
Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:
hDijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
aSepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho bSeñor y Cristo.
7. LA IGLESIA PRIMITIVA
Hechos 2:37–47
Al oír esto, cse compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: dArrepentíos, y ebautícese cada uno de vosotros fen el nombre de Jesucristo gpara perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para atodos los que están lejos; bpara cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como ctres mil personas. Y perseveraban en dla doctrina de los apóstoles, en la ecomunión unos con otros, en el fpartimiento del pan y en glas oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas hmaravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían ien común todas las cosas; y jvendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.
Y perseverando unánimes kcada día en el templo, y lpartiendo el pan en las casas, comían juntos con malegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y ael Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.
8. EL MINISTERIO DE PEDRO Y JUAN
Hechos 3:1–10
Pedro y Juan subían juntos al templo a bla hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a cla puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese dlimosna de los que entraban een el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido.
9. EL SEGUNDO SERMÓN DE PEDRO
Hechos 3:11–26
Y teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos al apórtico que se llama de Salomón. Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto?, ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a este? bEl Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a csu Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de dPilato, cuando este había resuelto ponerle en libertad. Mas vosotros negasteis eal Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y fmatasteis al gAutor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Y por la fe en su nombre, a este, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a este esta completa sanidad en presencia de todos vosotros.
Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. Pero Dios ha cumplido así lo que había hantes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. Así que, aarrepentíos y convertíos, para bque sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor ctiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo. Porque dMoisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo. Y todos los eprofetas desde Samuel en adelante, cuantos han hablado, también han anunciado estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, y del pacto que Dios hizo con nuestros padres, diciendo a Abraham: fEn tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra. A vosotros primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo, lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.
10. PEDRO, JUZGADO POR EL SANEDRÍN
Hechos 4:1–22
Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los asacerdotes con bel jefe de la guardia del templo, y los saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo, y canunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos. Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque dera ya tarde. Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como ecinco mil.
Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén flos gobernantes, los ancianos y los escribas, y el sumo sacerdote gAnás, y Caifás y hJuan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes; y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?
Entonces Pedro, illeno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera este haya sido sanado, sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. Este Jesús es la piedra areprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en bningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.
Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran chombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían decir nada en contra. Entonces les ordenaron que saliesen del dconcilio; y econferenciaban entre sí, diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque de cierto, señal manifiesta ha sido hecha por ellos, notoria a todos los que moran en Jerusalén, y no lo podemos negar. Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre.
Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios fobedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. Ellos entonces les amenazaron y les soltaron, no hallando ningún modo de castigarles, por causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho, ya que el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad, tenía más de cuarenta años.
11. LA DETERMINACIÓN DE LA IGLESIA PRIMITIVA
Hechos 4:23–37
Y apuestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano bSeñor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; que cpor boca de David tu siervo dijiste:
¿Por qué se amotinan las gentes,
Y los pueblos piensan cosas vanas?
Se reunieron los reyes de la tierra,
Y los príncipes se juntaron en uno
Contra el Señor, y contra su Cristo.
Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto dtu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera. Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.
Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados etembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.
Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían atodas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y babundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.
Entonces cJosé, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de dChipre, como etenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles.
12. LA PUREZA DE LA IGLESIA PRIMITIVA
Hechos 5:1–21a
Pero cierto hombre llamado fAnanías, con Safira su mujer, vendió una heredad, y gsustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo solo una parte, la puso a los pies de los apóstoles. Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué allenó Satanás tu corazón para que bmintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.
Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un cgran temor sobre todos los que lo oyeron. Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, dlo sepultaron.
Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido. Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad?
Y ella dijo: Sí, en tanto.
Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en etentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido. Y vino gran temor sobre toda fla iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas.
Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. De los demás, gninguno se atrevía a juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente. Y hlos que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres; tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar aPedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de bespíritus inmundos; y todos eran sanados.
Entonces levantándose cel sumo sacerdote y todos los que estaban con él, esto es, la secta de los saduceos, se llenaron de celos; y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en dla cárcel pública. Mas eun ángel del Señor, abriendo de noche las puertas de la cárcel y sacándolos, dijo: Id, y puestos en pie en el templo, anunciad al pueblo