Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Educación con patines
Educación con patines
Educación con patines
Libro electrónico436 páginas5 horas

Educación con patines

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

¿Cómo mejorar la calidad de la enseñanza pública? ¿Por qué es indispensable la subvención escolar y el rescate de los liceos emblemáticos? ¿Qué buscan finalmente los padres en los colegios? En definitiva, ¿cómo subir la educación —y sobre todo la de los más necesitados— a los famosos patines?
Arturo Fontaine y Sergio Urzúa responden a estas y otras inquietudes, y plantean en este libro un nuevo enfoque que desafía el modelo establecido con el único propósito de generar propuestas concretas que fortalezcan el sistema educacional chileno.
A través de análisis de datos, reflexiones, críticas e interpretaciones, los autores apuestan por una educación de excelencia, en un marco de libertad, que forme líderes dentro de todas las instituciones educacionales, y que abra oportunidades con una combinación de mérito y solidaridad.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 feb 2018
ISBN9789569986116
Educación con patines

Relacionado con Educación con patines

Libros electrónicos relacionados

Métodos y materiales de enseñanza para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Educación con patines

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Educación con patines - Arturo Fontaine

    EDUCACIÓN CON PATINES

    © 2018, Arturo Fontaine y Sergio Urzúa

    © De esta edición:

    2018, Empresa El Mercurio S.A.P.

    Avda. Santa María 5542, Vitacura,

    Santiago de Chile.

    ISBN Edición Impreso: 978-956-9986-10-9

    ISBN Edición Digital: 978-956-9986-11-6

    Inscripción Nº A-286.934

    Primera edición: febrero 2018

    Edición general: Consuelo Montoya

    Diseño y producción: Paula Montero

    Ilustración portada: Paula Montero

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    Todos los derechos reservados.

    Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de Empresa El Mercurio S.A.P.

    «Voy a hacer una metáfora... Lo que tenemos actualmente es en una cancha enlosada a un competidor corriendo con patines de alta velocidad y otro descalzo. El descalzo es la educación pública. Entonces, me dicen, ¿por qué no entrenas más y le das más comida al que va descalzo? Primero tengo que bajar al otro de los patines».

    Ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre, programa Estado Nacional de Televisión Nacional, 15 de junio del 2014.

    Índice

    Prólogo

    Introducción

    1. Radiografía de la educación chilena

    1.1. ¿Les importa la educación a los chilenos?

    1.2. Evolución de la cobertura escolar chilena

    1.3. Un sistema educacional de provisión mixta

    1.3.1. ¿Es Chile una excepción?

    1.3.2. Los múltiples objetivos de los subsidios por alumno

    1.4. La calidad de la educación chilena

    1.5. Las brechas y la educación chilena

    1.5.1. Educación preescolar o cómo Chile no cierra brechas tempranas injustas

    1.6. Habilidades heterogéneas al interior del curso y aprendizaje

    1.7. De los profesores depende

    1.7.1. El déficit de formación

    2. ¿Qué buscan los padres en la escuela?

    2.1. Resultados académicos de escuelas públicas y privadas

    2.2. La voz de la gente

    2.3. La escuela como protección

    2.4. El tema del orden y la disciplina

    2.5. La escuela como comunidad de vida

    2.6. Los paros y las tomas

    3. Educación pública y particular subvencionada en Chile: ¿una excepción planetaria?

    3.1. Un alcance histórico: la elección de la escuela en Chile

    3.2. Desde Santiago a Bruselas: el debate belga

    3.3. El caso de Holanda

    3.4. ¿Cómo siguió la controversia en Chile?

    3.5 Esbozo de un marco conceptual: la visión de Stuart Mill

    4. Cuestión disputada: el financiamiento compartido

    4.1. Ventajas del financiamiento compartido

    4.2. Los problemas del financiamiento compartido

    4.3. ¿Qué entrega el financiamiento compartido?

    5. ¿Por qué no a la segregación?

    5.1. Dewey: la educación y el fundamento del orden social

    5.2. Ackerman contra Friedman

    5.3. Aterrizaje en Chile

    6. La educación pública en la encrucijada

    6.1. ¿Y si sigue muriendo?

    6.2. La educación pública y el financiamiento compartido

    6.3. Boxear con una mano amarrada

    6.4. ¿Por qué la educación pública?

    6.5. Cómo mejorar la educación pública

    7. Selección, diversidad y libertad de enseñanza

    7.1. En defensa de la selección

    7.2. Principales objeciones a la selección

    7.2.1. El perjuicio a los alumnos de menor rendimiento

    7.2.2. La segregación

    7.2.3. La tesis de la educación como bien posicional

    7.2.4. El efecto par

    7.2.5. La inmadurez de los alumnos

    7.2.6. La cohesión social

    7.3. Experiencia comparada

    7.4. Selección y libertad de enseñanza

    7.5. Ley N° 20.845: restricciones a la libertad de enseñanza

    7.6. Libertad para los educadores

    7.7. Implicancias contraintuitivas

    8. La muerte lenta de los liceos emblemáticos

    8.1. Antecedentes

    8.2. De la selección académica a la rifa

    8.3. Emblemáticos en perspectiva: graduados de educación media 2008

    8.4. Una lupa sobre el Instituto Nacional

    8.5. Y, sin embargo...

    8.6. La escalera para penetrar en el círculo dirigente

    9. Propuestas

    Anexo: figuras y tablas

    Bibliografía consultada

    Prólogo

    El consenso es total: la educación es la clave de nuestro futuro como país. Y está en el centro de las preocupaciones de los padres y del debate social. Los padres exigen, cada vez más a los proyectos educacionales que escogen, más atención tanto respecto de la formación ética como de la preparación académica. Nos movemos hacia una sociedad que valora cada vez más la meritocracia y es impaciente con las desigualdades. Quiere que las recompensas provengan más del esfuerzo y del talento personal, y menos de la cuna. Por eso, hablar de educación es hablar de la (in)justicia, de la (des)igualdad de oportunidades y de cómo corregirlas. Hablar de educación es pensar sobre el mañana de nuestros hijos y nietos, sobre la libertad para elegir y acceder a una educación de calidad, diversa y moderna. Una educación que no solo permita a las nuevas generaciones aprovechar la revolución tecnológica —que de lo contrario, por ejemplo, a través de la robótica, amenaza con acarrear cesantía—, sino que también siente las bases de un progreso continuo que desenrede los nudos del subdesarrollo.

    Como analizaremos en este libro, hay cambios recientes que son positivos, pero otros que no lo son, pues apuntan a un «igualitarismo burocratizante» que achata, y en lugar de la diversidad premian la uniformidad. Ha habido graves omisiones, errores e incongruencias que documentamos a lo largo de este libro. A nadie se le pueden devolver los años frente a un mal maestro. Por eso nuestra preocupación por la poca importancia que se le ha dado a las reconocidas e históricas falencias en los procesos de atracción, selección, sueldos y, sobre todo, formación de los docentes. ¿No deberían ponerse allí primero las fichas?

    No estamos por volver al pasado. Nos preocupa el futuro. Estamos, a menudo, pensando y legislando desde el recelo y la desconfianza respecto de los padres y los educadores.

    Necesitamos un nuevo enfoque que matice y armonice medios y fines en el marco de una sociedad pluralista, en pleno proceso de modernización y movida por aspiraciones exigentes. Buscamos un nuevo equilibrio que abra oportunidades a través de una combinación de mérito y solidaridad. ¿Cómo subir la educación —sobre todo la de los más necesitados— a los famosos patines?

    En ese sentido, este es un libro que va contra la corriente. No estamos siguiendo opiniones ni enfoques que sabemos consensuales y establecidos sino, con respeto, desafiándolos. Y presentamos aquí un análisis sustentado en una serie de argumentos y un conjunto de proposiciones pragmáticas, factibles.

    Este es un libro que pretende revelar qué buscan los padres en los colegios y por qué. En lugar de querer corregir al modo paternalista las decisiones de los padres queremos, más bien, entender y explicar la racionalidad subyacente.

    Este es un libro que argumenta a partir de la libertad y para la libertad. Se juega por la educación particular subvencionada y a la vez, y a fondo, por potenciar la educación pública, una opción de calidad que debe estar siempre disponible y gratis para todas las familias. Este texto hace propuestas concretas para revitalizarla e inyectarle importantes recursos. Por otro lado, se juega por los liceos de excelencia académica, pues permiten a jóvenes capaces y sin recursos, sobresalir e incorporarse a las capas dirigentes de Chile. Se trata de liceos meritocráticos y republicanos que es necesario fortalecer, pues en el último tiempo se los ha debilitado hasta el punto de que casi ya no pueden cumplir su misión histórica.

    El lector encontrará en estas página datos nacionales e internacionales, experiencias y análisis, interpretaciones y reflexiones, críticas y proposiciones. Hemos tratado de evitar el lenguaje técnico apuntando a un público general, a quienes interesa la educación, a los profesores que pasan gran parte de sus días en una sala de clases y a los apoderados que trabajan y se esfuerzan por dar a sus hijos la mejor educación posible.

    Selección, desigualdad y educación temprana, segregación, equidad, cohesión social, efecto par, calidad educacional, sueldos y formación de los profesores, subsidio por alumno, financiamiento compartido, libertad de enseñanza, escuela pública y privada son algunos de los temas polémicos e interrelacionados que se mencionan y respecto de los cuales tomamos posición. En algunos casos, planteamos objeciones a las leyes que nos rigen y sugerimos modificaciones. Con todo, hay muchos temas relevantes que el libro no alcanza a abordar, como, por ejemplo, la manera en que la ley N° 20.845 elimina el lucro en las escuelas particulares subvencionadas, y sus efectos.

    La experiencia internacional se tiene muy en cuenta en el momento de los análisis. Hay gran variedad de sistemas educacionales en el mundo y, quizás, las mayores similitudes con Chile, desde el punto de vista estructural, se encuentren en Holanda, Bélgica y Estonia, tres países que desatacan por su educación de excelencia. En los tres casos, los padres eligen la escuela de sus hijos y la educación se financia por la vía de un subsidio por alumno sin discriminar entre escuelas públicas y privadas. En Estonia, la mayoría prefiere asistir a escuelas públicas y se permite el financiamiento compartido. En Bélgica y Holanda más del 70 por ciento asiste a escuelas particulares subvencionadas y hay un subsidio mayor en favor de los alumnos más vulnerables.

    Nada hay en los fundamentos de su estructura institucional que impida a Chile conseguir grandes resultados académicos. Y, sin embargo, sabemos, eso no ocurre. Los alumnos de alto rendimiento en matemática, según la PISA 2015, son un 1,4 por ciento en Chile, lo que se compara con un 10,7 por ciento en la OCDE. Y los de bajo rendimiento son un 49 por ciento contra un 23,4 por ciento en la OCDE. Hay un inmenso desafío en el campo de la calidad. Un 12,9 por ciento de la variación de los resultados en la prueba de ciencias de PISA 2015 se explica, en promedio, por el origen socioeconómico de los alumnos. En Chile ese número sube a un 16,9 por ciento. En esta dimensión los resultados de Chile son algo mejores que los de Francia: 20 por ciento con un sistema gratuito y estatal. Pero existe, por cierto, un inmenso desafío en la dimensión de la equidad.

    Por otra parte, la variación de los resultados, por ejemplo, de matemática de cuarto básico se explica menos por diferencias entre escuelas que por las diferencias al interior de ellas. De hecho, como veremos, alrededor de un 70 por ciento de la variación de los resultados se debe a disparidades de rendimiento al interior de la escuela. Los resultados en las pruebas PISA tienden a confirmar el fenómeno. Esto calza con lo que declaran los profesores chilenos: lo que más dificulta la enseñanza, dicen, es la heterogeneidad de rendimiento dentro del mismo curso. Basta mirar y observar a las niñas y niños que están sentados en una clase para percibir sus distintas personalidades, sus diferencias. La educación debe ser flexible y adaptarse a alumnos con talentos, necesidades y aficiones diferentes. Otro desafío mayúsculo, entonces.

    Uno de los aspectos que más preocupan a los padres es el orden y la disciplina. Y los datos muestran que la indisciplina dificulta el aprendizaje, en particular en las escuelas del 10 por ciento con peor rendimiento. Según PISA, Chile es uno de los países donde el alcohol y la droga, en opinión del profesorado, más perjudica el desempeño. Y este problema es más agudo en la educación pública que en la particular subvencionada.

    Con todo, Chile tiene el mejor sistema educacional de Latinoamérica, según las pruebas PISA 2015. Y entre el 2000 y el 2015 su rendimiento en lectura subió 49 puntos, el país número 3 del mundo en términos de mejoría (tras Perú y Albania). En ese mismo período, el promedio de los países OCDE cayó 7 puntos y, por ejemplo, Finlandia bajó 20 puntos. Y en matemática Chile no empeoró, en circunstancias de que el puntaje promedio de los países que mide la prueba PISA cayó.

    Por lo tanto, hemos progresado y podemos seguir haciéndolo. ¿La clave? El profesorado. Mejorar significativamente la formación de nuestros educadores y sus remuneraciones son tareas principales. Desde nuestra perspectiva, es ahí donde debiéramos concentrar ahora todos nuestros esfuerzos. Los avances en esta materia, aunque importantes, han sido insuficientes. Los sueldos de los profesores, en términos reales, recién se acercan a los niveles que tenían en 1970.

    Creemos posible combinar un sistema educacional que se base en la libertad de enseñanza, la libertad para escoger las escuelas más autónomas, la provisión mixta (pública, particular subvencionada y particular pagada) con calidad para todos, equidad y sin discriminaciones injustas. Es decir, pensamos que en un marco de libertad se puede compatibilizar la calidad para todos —y, en primer lugar, para los más necesitados—, la equidad y, a la vez, contrarrestar la segregación injusta, siempre y cuando el sistema esté diseñado teniendo presente los riesgos y establezca incentivos para minimizarlos. Hacemos proposiciones específicas al respecto. Por otra parte, no hay que confundir la segregación —en el sentido de discriminación que ofende la igual dignidad de las personas— con los procesos propios de la modernidad. En las sociedades pluralistas las personas se diferencian y rechazan el molde que intente uniformarlos.

    Desde nuestra perspectiva, un sistema educacional basado en la libertad de enseñanza no tiene una finalidad única, no es una fábrica para producir un cierto tipo de personas o ciudadanos ni para que la población sea adiestrada en determinados aprendizajes, sino un conjunto de reglas que permiten que los educadores exploren y desarrollen proyectos educacionales diversos con tal de que cumplan, claro, con el currículum obligatorio nacional. El Estado tiene un papel insustituible en la regulación, fiscalización, orientación, información y financiamiento. Pero no corresponde en una sociedad pluralista que el Estado abrace una determinada concepción de la felicidad o una particular forma de vida y la inculque por la vía del sistema educacional. Por lo mismo no corresponde al Estado someter a todos los niños a un proyecto educacional único.

    En una sociedad libre, el sistema educacional persigue una pluralidad de fines. Los proyectos educacionales deben ir surgiendo de la interacción de los educadores y los padres que los escogen para sus hijos. Y los motivos de la elección pueden ser muy variados, desde la cercanía de la casa hasta la religión, pasando por la personalidad del director, la calidad de la enseñanza, la infraestructura, la opinión de los conocidos, en fin. Si ciertos padres prefieren escuelas de menor rendimiento académico porque valoran más otros aspectos, como el clima escolar, por ejemplo, están en su derecho. Si creemos en la autonomía de las personas, no corresponde coartarla o ponerle cortapisas porque no concordemos con las decisiones que emanan de ella. Una opción que siempre debe estar disponible, insistimos, es la de la escuela pública, laica, gratuita y de calidad.

    Nos parece sospechosa la desconfianza hacia los padres. Como si las familias no supieran qué les conviene a sus hijos y ciertos expertos sí que lo supieran. Nos parece sospechosa la desconfianza en nuestros educadores, lo que ocurre, en especial, en el ámbito de las escuelas públicas, donde los directores tienen pocas atribuciones y las normas vigentes diluyen las responsabilidades.

    Valoramos las comunidades escolares que integran profesores, alumnos y padres afines a un determinado proyecto educacional. Creemos que las buenas escuelas tienden a ser comunidades que perduran en el tiempo, dan sentido y nutren de amigos y afectos que acompañan toda una vida. Estas páginas están escritas con ese espíritu.

    Arturo Fontaine y Sergio Urzúa

    Enero, 2018

    Introducción

    Vamos directo al grano. Como anticipo de nuestros argumentos, queremos motivar al lector introduciendo tres figuras que resumen los principales mensajes de este libro. Cada una ilustra un desafío y una oportunidad esencial para Chile.

    Atraso local. La presencia de mecanismos que identifiquen tempranamente las disparidades y las trate prontamente es una condición necesaria para combatir en el largo plazo la desigualdad. Los establecimientos educacionales deben contar con las herramientas para remediar las dificultades de los menos afortunados. Es preocupante observar que el sistema educativo nacional no opera bajo dicha lógica.

    Considérese a modo de ejemplo la figura 1. Esta analiza la transición desde cuarto básico hasta el acceso a la educación superior de una cohorte de estudiantes chilenos, distinguiendo los resultados del Simce del establecimiento en el que estaban matriculados a los diez años. Específicamente, se consideran los alumnos matriculados en el 10 por ciento de colegios con peores resultados en la prueba Simce versus el del 10 por ciento de mejores resultados.

    La ineficacia del sistema educativo para revertir las disparidades ya evidentes en cuarto básico es alarmante. De cada 100 estudiantes en el 10 por ciento de los mejores colegios de Chile, 77 rinden la Prueba de Selección Universitaria (PSU), 58 obtienen más de 450 puntos y 8 más de 750 puntos. Nada mal. En el 10 por ciento de peores colegios la situación es totalmente distinta. De cada 100 estudiantes matriculados en cuarto básico, solo 20 dan la PSU, 2 obtienen más de 450 puntos, y 0,04 obtiene más de 750. En otras palabras, solo errores estadísticos en esos colegios podrían alcanzar puntajes competitivos. Un sistema educativo que genera tal resultado más que reducir la desigualdad la perpetúa.

    Atraso mundial. Las cifras muestran que si bien Chile habría venido cerrando la brecha de acceso a la educación respecto de las economías desarrolladas, mantiene diferencias alarmantes en cuanto a la calidad de la misma y al dominio de los conocimientos básicos respecto del mundo desarrollado.

    Consideremos, por ejemplo, las cifras de PISA 2015. De acuerdo a sus resultados, en Chile solo el 0,1 por ciento de los jóvenes de quince años alcanzan el nivel más alto de desempeño (nivel 6)¹. La cifra implica la «producción» de aproximadamente 300 jóvenes de alta competencia internacional. ¿Mucho o poco? Piense que tomaría algo así como 2 buses del Transantiago trasladarlos. En España, el número es cercano a los 4.400. Tomaría algo así como 5 aviones trasladarlos. En Holanda, 6.500 estudiantes. Corea del Sur, por otra parte, con una población solo 3 veces superior a la nacional, generó 150 veces más niveles 6 que Chile. De hecho, 6,6 por ciento de sus estudiantes alcanzan tales niveles, lo que equivale a 45.000 mil jóvenes anuales. Serían necesarios 54 aviones para poder trasladarlos. No solo el número, sino que la velocidad del medio de transporte ilustra nuestro atraso mundial.

    Figura 1. Cien alumnos en los colegios de peor y mejor rendimiento en cuarto básico (10 años): ¿Cuántos son competitivos al terminar la media?

    Nota: la cohorte analizada rindió la Prueba de Selección Universitaria (PSU) el 2009. Los datos provienen del Simce de 2001.

    Figura 2. Desempeño de jóvenes chilenos en PISA 2015.

    Número estimado de individuos con resultados en nivel más alto

    Fuente: cálculos propios en base a las estadísticas demográficas de cada uno de los países (Unesco) y los resultados en la prueba PISA 2015 (OCDE).

    La figura 2 no solo informa las dificultades internas que enfrenta el país, sino también aquellas que complican nuestra futura competitividad relativa, sobre todo en el contexto de una economía integrada y afectada por un imparable cambio tecnológico. «Los resultados de PISA», dice el informe de la OCDE, «muestran que Chile tiene dificultades para producir alumnos de alto rendimiento que podrían ayudar a transformar el país, creando una economía compleja, basada en el conocimiento» (OCDE, 2017, p. 60)².

    ¿Será posible competir globalmente sin contar con una élite suficientemente calificada y preparada para enfrentar los desafíos de la nueva revolución tecnológica? ¿Podremos desarrollar una economía basada más en el conocimiento y la tecnología que la actual? Creemos que tal como están las cosas, no.

    El problema de fondo. La calidad del sistema educativo está fundamentalmente anclada en la calidad del capital humano que lo conforma. Sin profesores de excelencia, no habrá educación de calidad. Por cierto, las dificultades para caracterizar a un buen docente son muchas. No hay prueba perfecta que lo identifique, pero es posible hacer algunas aproximaciones y la PSU ofrece tal oportunidad. ¿Cuáles son las diferencias en puntaje en la prueba de acceso a la educación superior entre aquellos que estudian pedagogía y el resto? La figura 3 responde la pregunta analizando los resultados de quienes accedieron a la educación superior hace una década, es decir, profesionales que hoy están en los primeros años de su vida laboral como profesores. El grupo es relevante.

    En matemática y ciencias las brechas en contra de los estudiantes de pedagogía alcanzan los 60 puntos, mientras que en lenguaje e historia bordean los 30. Insistimos, es posible que la PSU no permita anticipar la calidad del futuro maestro, pero las cifras sugieren que existen diferencias tempranas en su formación que no llaman precisamente al optimismo. En otras palabras, la calidad y equidad de un sistema educacional no puede ir más allá de lo que permite la calidad y dedicación de sus profesores. Porque solo la abnegada labor de profesores motivados y con conocimiento profundo de sus materias puede compensar el déficit de capital cultural de las familias, que es lo que en definitiva explica la mediocridad de nuestros resultados y las desigualdades de rendimiento. El desafío entonces es pensar en políticas que permitan atraer a jóvenes que tempranamente se destaquen en lenguaje, matemática, historia o ciencias a estudiar pedagogía y darles la oportunidad real de adquirir una formación amplia y profunda. Esa es probablemente la más importante reforma que Chile demanda.

    Figura 3. Resultados PSU 2008.

    Pedagogía vs. el resto de las carreras

    Fuente: cálculos propios en función de resultados PSU 2008.

    ¿Por qué comenzar el libro con tres figuras tan pesimistas? Por dos razones. Primero, creemos, que es importante saber dónde estamos parados. Segundo, para apreciar más nuestros avances. Hay que ver el vaso medio lleno y no medio vacío. A pesar de todas nuestras falencias, ¡cuánto hemos progresado! ¿Se imagina cuánto más podríamos avanzar si nos hiciéramos cargo con ganas y con sentido común de los desafíos reales que ahora enfrentamos? Los siguientes capítulos profundizan en nuestros retos y proponen ideas para resolverlos.

    Capítulo 1

    Radiografía de la educación chilena

    1.1. ¿Les importa la educación a los chilenos?

    Por décadas, la educación ha sido de enorme importancia en la sociedad chilena. En esto hay un amplio consenso. Así, la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP) de mayo-junio de 1995 se formuló la siguiente pregunta: «Como usted sabe hay en Chile personas que son pobres. ¿Cuáles de esta lista cree usted que son las dos causas más frecuentes de que estas personas sean pobres? Indique solo 2». Los resultados se presentan en la figura 1.1.

    En 1995, la «falta de educación» aparecía como la principal causa para la pobreza en Chile. Y por larga data, las respuestas han sido estables. En efecto, en las encuestas de mayo-junio de 1995, junio-julio de 1996, junio de 2001, noviembre-diciembre de 2007, noviembre de 2010, julio-agosto de 2012, noviembre de 2014 y noviembre de 2015 revelaron que la educación sería la primera causa de la pobreza. El nivel educacional alcanzado es, a su vez, la primera causa del éxito económico. Así, no sorprende que a partir del 2006 «educación» se ubica con regularidad entre los tres problemas prioritarios, junto a delincuencia y salud, desplazando a pobreza, sueldos y empleo, en las encuestas del CEP.

    No cabe duda de que la población reconoce el valor de la educación. Las respuestas a las preguntas planteadas indican que la población está convencida de que la falta de educación explica, en gran medida, la pobreza y, a la inversa, la buena educación es la base del éxito económico de las personas. Chile es hoy un país de clases medias que aspiran a lograr un significativo progreso económico. La experiencia indica que esto es posible. Esa misma experiencia muestra que ese futuro depende, en importante medida, de la educación. Los padres quieren que sus hijos tengan una educación que les abra oportunidades que ellos no tuvieron.

    Sin embargo, las pruebas internacionales, como PISA, muestra que la calidad de nuestra educación deja mucho que desear. Como anticipamos, la deficiencia afecta no solo los resultados promedio, sino que también tenemos muy pocos alumnos en los trechos de altos rendimientos. En otras palabras, la baja calidad de nuestra educación afecta a todos los sectores, al país completo.

    Figura 1.1. La educación como la principal causal de la pobreza en Chile, 1995

    Fuente: Encuesta CEP de mayo-junio de 1995. Los números en cada uno de los segmentos suman 200 por ciento. Esto se explica pues el encuestado puede seleccionar las dos opciones que más reflejen su opinión respecto de los causantes de la pobreza.

    Por otra parte, la fuerte correlación entre ingresos familiares y resultados académicos habla de un sistema que falla también desde el punto de vista de la equidad. Es decir, estamos, como país, en un nivel bajo, y al interior de ese nivel bajo hay fuertes desigualdades vinculadas a los ingresos familiares o, a lo que en los grandes números viene a ser equivalente, al nivel educacional de los padres. Porque el nivel educacional está vinculado a la productividad y, por ende, a los ingresos.

    Esto explica el inmenso énfasis que han tenido las políticas sociales en este aspecto desde el retorno de la democracia. Pero luego de casi tres décadas, en las que Chile se ha transformado en el país más rico de la región, está en discusión la estructura institucional de su sistema educacional. De hecho, a comienzos del 2015 se introdujeron reformas de envergadura. Entonces, ¿hacia dónde va el sistema educacional chileno? Para responder, comenzaremos mirando el pasado.

    1.2 Evolución de la cobertura escolar chilena

    La transformación educacional que experimentó Chile en el siglo XX fue extraordinaria. En 1930 el país contaba con una población de poco más de 4 millones de personas, de los cuales cerca de 500 mil reportaban estar matriculados en el sector básico, 73 mil en el medio y menos de 7 mil en el nivel superior. Sus habitantes tenían bajos niveles de capital humano, consistentes con el nivel de desarrollo del país. De ahí en adelante los cambios fueron constantes e imparables. El crecimiento estable de la población fue acompañado a partir de la década del 50 por un importante esfuerzo por ampliar la cobertura del nivel primario, la que se alcanzó y se estabilizó por sobre los 2 millones de estudiantes durante la década del 70. Por su parte, y respondiendo a la mayor demanda por educación media de las nuevas cohortes de estudiantes y sus familias, a partir de los 60 se observó un creciente aumento en el total de matriculados en el nivel medio, superando el millón de estudiantes en el 2004. Y el mismo efecto cascada, complementado con políticas de financiamiento estudiantil, sustentó la posterior progresión de la matrícula en el nivel terciario. Entre mediados de los 80 y la primera década del nuevo milenio, el número de estudiantes en este nivel se multiplicó por diez. En siete décadas, se transformó completamente la escala del sistema educacional de Chile.

    El impacto transformador de tal evolución sobre la población es indiscutible y llevó a Chile a ser un referente regional en materia de capital humano.

    Figura 1.2. Años promedio de educación de la población: 1833-2010

    Fuente: EH Clio Lab de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

    Vale la pena detenerse un momento para apreciar la magnitud de los tales avances. La figura 1.2 los ilustra. Mientras recién en 1900 la población nacional reportó dos años promedio de escolaridad, en 1930 la cifra se había casi doblado. De ahí el aumento fue constante. Los años promedio de escolaridad de la población se multiplicaron casi tres veces durante el período 1930-2010 y cerca de 1,5 veces solo entre 1980 y el presente, transformando el capital humano en uno de los pilares de la exitosa estrategia de desarrollo que ha caracterizado a Chile durante las últimas tres décadas (ver Anexo: figura A.1 para mayor detalle de las dinámicas por nivel de escolaridad).

    Obviamente, la perspectiva que emerge de la evidencia en torno a los cambios históricos tiene profundas consecuencias sobre el Chile actual. Por de pronto, explica la convivencia de distintas realidades en materia de capital humano. Consideremos, por ejemplo, la distribución de los niveles finales educacionales entre todos los mayores de 30 años calculada a partir de los datos de la encuesta Casen 2015, distinguiendo el año de nacimiento de distintos grupos (cohortes). La rápida transformación educacional del siglo XX significó brechas importantes entre las distintas generaciones. De acuerdo a la figura 1.3, mientras más del 80 por ciento de los nacidos entre 1931 y 1935 solo alcanzó el nivel básico, entre los nacidos entre 1981 y 1985 más del 55 por ciento superaría ese nivel y un 14 por ciento el superior. Y si bien no es nuestro objetivo

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1