Lazarillo de Tormes
Por Anonimo
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Hugo Rolando Cortés,
El Mercurio de Valparaíso.
Anonimo
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Lazarillo de Tormes - Anonimo
© Copyright 2017, by Editorial MAGO
© Copyright 2017, Estudio crítico by Eduardo Godoy Gallardo
Primera edición: octubre 2017
Colección Clásicos
Director: Máximo G. Sáez
editorial@magoeditores.cl
www.magoeditores.cl
Registro de Propiedad Intelectual Nº 84.427
ISBN: 978-956-317-397-0
Diseño y diagramación: Catalina Silva Reyes
Lectura y revisión: Sasha Di Ventura Camacaro
Transcripción: Ruth Lazo Pastore
Edición electrónica: Sergio Cruz
Portada con modificaciones de la edición de Medina del Campo
de 1554, impresa por Mateo y Francisco del Canto.
Fotografía de autor: Studio Pozo / Valparaíso
Derechos Reservados
Eduardo Godoy Gallardo es un reconocido especialista en el ámbito de la literatura española, especialidad que ha ejercido en Chile (Universidad de Chile y Pontificia Universidad Católica de Valparaíso) y en Estados Unidos (University of UTAH).
Entre sus publicaciones destacan La infancia en la narrativa de posguerra civil (Playor, Madrid, 1978), Lecturas españolas (Puntángeles, 2014), La generación del 50 en Chile (1992); las ediciones de clásicos españoles como Don Quijote (Origo, 2014) y las Coplas manriqueñas (MAGO Editores, 2016); además de una cincuentena de ensayos publicados en revistas nacionales e internacionales.
Pertenece a diversas instituciones académicas: Asociación de Cervantistas (Alcalá de Henares), Griso (Investigadores del Siglo de Oro, Universidad de Navarra), Instituto de Estudios Altoaragoneses (Huesca), Academia Chilena de la Lengua, entre otras.
El 2013, Valparaíso lo denominó «Ciudadano Ilustre» por su aporte cultural, y al finalizar su carrera académica (2015), la Universidad de Chile lo nombró «Profesor Emérito».
El rey y el gobierno de España le concedieron la Orden Isabel la Católica en el grado de «Comendador», en 2015, en razón a su prolífica difusión de los valores hispánicos expresados en su docencia y en sus publicaciones.
Sus opiniones son citadas frecuentemente en la crítica especializada.
A Ricardo Benavides L.,
profesor y maestro, cuyos restos descansan
eternamente en la bahía
de Valparaíso.
La prosa de ficción en el siglo XVI y Lazarillo de Tormes
I. Introducción
El siglo XVI ve nacer en España una literatura de gran significación. Culmina un movimiento que desde el Medioevo lleva al Renacimiento, al Manierismo y al Barroco. Se incrustan aquí algunos de los nombres y obras que perduran a través del tiempo y que han conformado y definido lo que es la hispanidad, espiritualmente hablando.
La prosa de ficción¹ es un claro ejemplo de lo sostenido. Al mismo tiempo que perviven formas novelescas que tienen su origen y expresión en la Edad Media, aparecen otras que van a significar, en último término, la creación de la novela moderna, que es lo que sucede con las grandes obras cervantinas: todo conduce a la fecha de 1605 (aparición de la primera parte del Quijote), 1613 (las Novelas Ejemplares, en donde su creador expresa su conciencia de ser el primero que ha novelado en lengua castellana) y 1615 (fecha de edición de la segunda parte del Quijote).
Para llegar a esas fechas cumbres ha sido necesario el aporte de una serie de obras que se hunden en la tradición. Un análisis detenido de ellas nos llevaría a mostrar que cada una conduce, de alguna manera, a la gran obra cervantina. No es este el momento de rastrear esa influencia, pero sí queremos dejar anotadas, en un esquema panorámico, dichas obras y situar ahí la presencia y significación de la que se considera primera expresión de la novela picaresca: La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades, de autor anónimo².
a) la novela sentimental o amatoria
Forma narrativa que nace en el siglo XIV y cuyas primeras obras pertenecen a Juan Rodríguez del Padrón con Siervo libre de amor (1439) y a Diego de San Pedro con La cárcel de amor (1492). Esta última³ da forma definitiva a este tipo de novela. Es un relato amoroso y alegórico que, finalmente, conduce a la muerte del amante. La simbología y los emblemas proceden del mundo medieval. Existe un verdadero código cortesano, de honor y amor. Se le considera como el primer triunfo europeo de la literatura hispánica⁴.
b) la novela dialogada
Celestina es la obra más representativa. Fue publicada en Burgos, en 1499, con el título de Comedia de Calisto y Melibea, en 16 actos. Luego, en 1500 y en 1501, se edita en Sevilla y Toledo como Tragicomedia de Calisto y Melibea, ahora con 21 actos. Posteriormente, es conocida solo como La Celestina.
Problema difícil de resolver ha sido su consideración como obra teatral o como novela. Quienes se han inclinado por la última posibilidad lo han hecho basándose en su condición de irrepresentable y en que, tal como está, no necesita nada para ser comprendida en su lectura. Para su recto entendimiento, se sostiene, no necesita de lo que es esencial en la obra dramática⁵.
Amor, muerte y fortuna⁶ son los grandes motivos estructuradores del texto. El mundo social⁷ aparece escindido en dos grandes bloques: el medio alto y aristocrático que rodea a Calisto y Melibea, del cual provienen, y el bajo y vulgar conformado por la Celestina, las rameras y los rufianes. Se ha considerado que aquí se anticipa todo el mundo social en que los protagonistas de las novelas picarescas desenvolverán sus vidas.
El mundo de esta obra no está descrito, solo aparece sugerido mediante los personajes. La Celestina bebe de distintas fuentes: la comedia humanística italiana, fuentes latinas, fuentes nacionales (Arcipreste de Hita, especialmente), pero logra configurar un mundo propio y original que mira hacia el pasado, se instala en el presente y avizora el futuro⁸. No en vano cerca de cuarenta ediciones vieron la luz en el siglo XVI.
Cabe mencionar que La Celestina deja una profunda huella en los años que vienen y que Lope de Vega escribe una de las que se consideran mejores novelas dialogadas: La Dorotea (1632).
c) novela de caballería
Las novelas de caballería⁹ reconocen su dependencia de textos medievales. A la importancia que el amor tenía en la novela sentimental o amatoria, se agrega ahora el valor de la aventura heroica. El caballero andante tiene la hechura de un héroe epopéyico que posee las mismas características desde que nace hasta que muere: es siempre joven, hermoso, de origen noble y nada le hace cambiar; valores inmutables adornan su personalidad y solo se mueve inspirado por ellos.
La más valiosa e importante de las novelas de caballería es Amadís de Gaula¹⁰ que se conoce en la versión que Garci Rodríguez de Montalvo editó en 1508. Los tres primeros volúmenes pertenecen a la tradición medieval, solo los condensa. Agregó el cuarto y luego escribió el quinto que relata las aventuras del hijo de Amadís: Las sergas de Esplandián (1510).
El código amoroso —inscrito en el amor cortés¹¹— es una de las claves que, junto al caballeresco, es necesario tener presentes al considerar el mundo que Cervantes estructura en el Quijote.
Se convirtió, también, en una de las lecturas preferidas del siglo XVI.
Se trata de una popularización que en el capítulo XXXII de la primera parte del Quijote queda palmariamente demostrada. Lo muestra, además, la cantidad de obras que fueron publicadas en su tiempo.
d) novela pastoril
La novela pastoril o libro de pastores tiene su más alta expresión en Los siete libros de la Diana (1559) de Jorge Montemayor. Es una de las expresiones artísticas que reflejan con precisión la vigencia del ideario renacentista. El neoplatonismo y el código cortesano son dos de sus notas fundamentales¹².
La Diana narra cuatro historias amorosas independientes que se distribuyen en siete libros. Las parejas amorosas van en busca de la bella Felicia, que solucionará todos sus problemas mediante un bebedizo. Los pastores están alejados absolutamente del mundo real y solo entienden de filosofía y amores. De igual manera, en el espacio en que se desenvuelven sus vidas, no tiene relación con el agreste natural, y se configura mediante los elementos integradores del locus amoenus¹³.
Se reconoce su relación con la temática italiana, y se menciona siempre La Arcadia (1547) de Sannazaro¹⁴, así como la tradición castellana representada por las Églogas de Garcilaso.
Los siete libros de la Diana marcan, al mismo tiempo que la inician, la perfección del género. Al igual que las obras anteriormente tratadas, le suceden una serie de obras que la imitan: entre ellas, la Diana enamorada (1564) de Gil Polo; La Arcadia (1598) de Lope de Vega y La Galatea (1585) de Cervantes¹⁵.
e) novela morisca
Lo que caracteriza a este tipo de la novela es que se centra en torno a una temática y a personajes moros. Son, además, el trasunto de la permanencia árabe en tierra española.
La más significativa de estas formas novelescas es: La historia de Abencerraje y de la hermosa Jarifa (1551). Gozó de gran popularidad¹⁶, especialmente por su inclusión en Los siete libros de la Diana, edición de 1561, en donde es relatada por Felismena al final del libro IV. Narra la historia de los amores de Abindarráez y Jarifa, moros, y de la intervención de un ejemplar caballero cristiano, don Rodrigo de Narváez¹⁷. Acertadamente, se ha dicho que ella «…parece que está escrita con pluma de ala de algún ángel»¹⁸.
Otros representantes son las obras de Ginés Pérez de Hita, que, en 1595, publica Historia de los bandos de Zegriés y Abencerrajes y, en 1619, la segunda parte que termina por titular globalmente como Guerras de Granada; Mateo Alemán en su Guzmán de Alfarache (1599) incluye una historia de corte morismo, Ozmín y Daraja. Debe recordarse, también, que existe toda una narrativa de cautiverio centrada en dicha temática y donde sobresale La historia del cautivo que se encuentra en la primera parte del Quijote¹⁹.
f) novela griega, bizantina o de aventuras peregrinas
Tiene su origen en la novela grecorromana y constituye lo que se denomina novela clásica por excelencia. Se estructura en torno a un viaje, peregrinación o huida, la que se realiza en un mundo novelesco amplio y diverso. El héroe es conducido a distintos escenarios en donde le suceden innumerables aventuras. Fundamentalmente, el amor es el motor que mueve la problemática del protagonista. Las distintas historias se ensartan unas a otras y tienen al héroe como elemento de unión²⁰.
En la narrativa española de este tipo, han influido obras que fueron conocidas en traducciones de este tiempo: Historia Etiópica de Heliodoro; Leucipe y Clitofante de Aquiles Tacio; El asno de oro de Apuleyo, El libro de Apolonio, entre otros.
Entre sus representantes españoles se encuentran: La selva de aventuras (1565) de Jerónimo de Contreras, El viaje entretenido (1603) de Agustín de Rojas, El peregrino en su patria (1604) de Lope de Vega, Los trabajos de Persiles y Segismunda, historia septentrional (1617) de Cervantes, Los cigarrales de Toledo (1623) de Tirso de Molina, El criticón (1651-1653-1657) de Baltasar Gracián.
g) otras narraciones
Tiene también que considerarse, en esta revisión panorámica, la llamada novela corta renacentista que encuentra su representante más claro en Juan de Timoneda, que escribe tres obras dignas de mencionar: Sobremesa y alivio de caminantes (1563), El buen aviso y portacuentos (1564) y el Patrañuelo (1565). Luego vendrá, ya en el siglo XVII, Miguel de Cervantes con sus Novelas Ejemplares (1613). A partir de los continuadores de Cervantes, se habla de novela cortesana²¹.
El cuento ocupa también un lugar importante en la narrativa del XVI, especialmente los de carácter folklórico que llegan a ser fuente de algunas de las grandes novelas del siglo.
1 Sólo nos referiremos a la prosa de ficción, pues el período es riquísimo, también, en la llamada prosa didáctica que, en este caso, no es pertinente.
2 Para una revisión global, véase Hurtado Torres, A. «La prosa de ficción en los Siglos de Oro» (Lectura crítica de la literatura española N° 7, Editorial Playor, Madrid 1983); Ferreras, Juan I: «La novela en el siglo XVI» (Historia crítica de la literatura española N° 6, Taurus, Madrid 1987); F. López Estrada: «Variedades de la ficción novelesca» (Historia crítica de la literatura española, Tomo ٢. Crítica, 1980, pp. 271-285), entre otros.
3 Información detallada sobre distintos aspectos de esta novela se encuentran en las ediciones de Enrique Moreno Báez (Letras Hispánicas N° 8, Editorial Cátedra, Madrid 1977) y de Keith Whinnom (Editorial Castalia, Clásicos Castalia N° 38, Madrid 1980).
4 Una información amplia sobre aspectos teóricos de este tipo de novela se encuentran en Durán, Armando: «Estructura y técnicas de la novela sentimental y caballeresca» (Estudios y ensayos N° 184, Editorial Gredos, Madrid 1973).
5 S. Gilman: «La Celestina: arte y estructura» (Persiles N° 71, Taurus, Madrid 1974) defiende la concepción novelesca del texto en tanto María Rosa Lida: La originalidad artística de la Celestina (Buenos Aires, 1970) defiende la concepción teatral.
6 Véase: E. R. Berndt: «Amor, muerte y fortuna en la Celestina» (Estudios y ensayos N° 68, Editorial Gredos, Madrid, 1963).
7 Véase: A. Maravall: «El mundo social de la Celestina» (Estudios y ensayos N° 80, Editorial Gredos, Madrid., 1964).
8 Sobre influencias, véase M. Rosa Lida: La originalidad… cit.
9 Sobre la caballería como hecho histórico, véase M. Keen: La caballería (Ariel, Barcelona, 1986). Prólogo de Martín de Riquer. Sobre aspectos técnicos, véase Durán, M.: Estructura y técnicas… cit.
10 Sobre esta novela debe consultarse el fundamental estudio de James Donald Fogelquist: El Amadís y el género de la historia fingida (Studie Humanitatis, Porrúa Turanzas, Madrid 1982). Sobre el texto mismo, véase la edición de Juan Cacho Blecua: «Amadís de Gaula» (Letras Hispánicas Nos. 255-256, Cátedra, 1987). Especial mención merece el conjunto de estudios que con el título Amadís de Gaula: quinientos años después publicó el Centro de Estudios Cervantinos (2008, 834 páginas. Homenaje a Juan M. Cacho Blecua), bajo las responsabilidad editorial de José Manuel Leguía Mejías y de Carmen María Pina.
11 Un completo estudio sobre el amor cortés lo constituye Nueva visión del amor cortés (Publicaciones de la Universidad de Oviedo, 1980) de Jesús Meléndez Peláez.
12 Para una fijación del texto, véase la edición de E. Moreno Báez (Editora Nacional, 1976). Trae un excelente estudio preliminar.
13 En este sentido, la novela pastoril es objeto de la crítica cervantina, tanto en el Quijote como en El coloquio de los perros.
14 Véase R. Reyes: La Arcadia de Sannazaro en España (Universidad de Sevilla, 1973).
15 Sobre la novela pastoril, véase, especialmente: Avalle-Arce, J. B. La novela pastoril española (Revista de Occidente, 1959) y López Estrada, F.: «Los libros de pastores en la literatura española». «La órbita previa» (Estudio y ensayos N° 213, Editorial Gredos 1974).
16 Para la historia del texto es indispensable revisar el estudio preliminar que a su edición de «El Abencerraje» (Leras Hispánicas N° 115, Cátedra, Madrid 1980) antepuso F. López Estrada. Incluye la presencia temática en el Romancero.
17 Sobre la configuración estructural del relato, véase Joaquín Gimeno Casalduero: «El Abencerraje y la hermosa Jarifa: composición y significado» (La creación literaria de la Edad Media y el Renacimiento. Ediciones Porrúa Turranzas, Madrid 1977, pp. 83-112).
18 Bartolomé Gallardo, citado por Marcelino Menéndez Pelayo, Orígenes de la Novela (Emecé 1945, Tomo IV, p. 134).
19 Una amplísima visión sobre el tema morisco en la literatura del tiempo es el de María S. Carrasco: El moro de Granada en la literatura (Revista de Occidente, Madrid, 1656).
20 Véase «Problemas formales de la novela de aventuras» en A. Durán: Estructura y técnicas… cit. pp. 162-172.
21 Una visión general se encuentra en María del Pilar Palomo: La novela cortesana. Forma y estructura (Planeta, Barcelona, 1976).
II. La novela picaresca en el contexto novelesco del XVI
Se ha enumerado una serie de formas narrativas que configuran el panorama novelesco del siglo XVI. No escapará al lector la falta, en este catálogo, de la más significativa y valiosa de dichas expresiones: me refiero a la llamada novela picaresca que con la aparición, en 1554, de las cuatro primeras versiones conocidas de La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, de autor anónimo, marcó un cambio radical en la forma de enfrentar el género naciente y, además señaló un hito importantísimo en la marcha hacia la definitiva fundación de la novela moderna que se expresará en la creación cervantina a partir de 1605.
Si se comparan globalmente las formas narrativas señaladas, se comprenden las razones por las que la crítica especializada ha visto en ellas una escisión profunda: por un lado, se ha determinado una línea de corte idealista, y, por otro, una realista. En la primera, tienen cabida la novela sentimental, la caballeresca, la pastoril, la morisca y la griega o bizantina; en la segunda, las formas representadas por La Celestina y El Lazarillo. En estas últimas —y de ahí la nota distintiva— se ha visto lo que se ha llamado realismo literario²² y que estaría básicamente señalado por la presencia de un mundo cotidiano y por aquello que se puede ver y observar en el contexto social en que se instala la trama novelesca.
Basándose, precisamente, en este aspecto, se ha pretendido explicar la aparición de