Causa y Efecto: Silva Arancibia, Héctor
Por Silva Arancibia y Héctor
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Editorial Patris nació en 1982, hace 25 años. A lo largo de este tiempo ha publicado más de dos centenares de libros. Su línea editorial contempla todo lo relacionado con el desarrollo integral de la persona y la plasmación de una cultura marcada por la dignidad del hombre y los valores del Evangelio.
Gran parte de sus publicaciones proceden del P. José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt o de autores inspirados en su pensamiento. Por cierto, también cuenta con publicaciones de otros autores que han encontrado acogida en esta Editorial.
De esta forma Editorial Patris no sólo ha querido poner a disposición de los miembros de la Obra de Schoenstatt un valioso aporte, sino que, al mismo tiempo, ha querido entregar a la Iglesia y a todos aquellos que buscan la verdad, una orientación válida en medio del cambio de época que vive la sociedad actual.
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Causa y Efecto - Silva Arancibia
personas.
I.
ORÍGENES
MI vida ha estado marcada por cinco máximas:
i) persistencia: Envase de detergente Klenzo donde aparece una nana con cofia de holandesa, que a su vez exhibe en su mano un envase de Klenzo con una nana con cofia de holandesa, que a su vez exhibe en su mano un envase de Klenzo con…
ii) carambola: Mientras mayor es la fuerza con que la bola de billar pega en el borde izquierdo, mayor es la fuerza con que sale expulsada hacia el borde derecho.
iii) moderación: tesis, antítesis, síntesis.
iv) la genética y el entorno: De tal palo, tal astilla
y La ocasión hace al ladrón
.
v) el aquí y el ahora. O, cómo el espacio y el tiempo condicionan la validez de la premisa: lápiz a mina con goma, es una línea amarilla para un observador lateral y un punto rojo para un observador posterior. O, lo bueno en el corto plazo, no necesariamente lo será en el largo plazo.
Entonces, ¿dónde iniciar la línea del tiempo evolutivo? Parece oportuno ilustrar lo anterior con una fotografía, porque una imagen dice más que mil palabras:
FOTO DEL ABUELO SENTADO A LA DIESTRA DEL LEÓN DE TARAPACÁ.
Efectivamente se trata de un señor importante, ya que el abuelo no sólo fue Ministro del Interior del Presidente Arturo Alessandri Palma, sino que entre otros cargos políticos, también fue Diputado, Senador durante varios períodos, Presidente del Senado, Embajador en Roma, embajador en México, Presidente del Tribunal Calificador de Elecciones. Además de bombero, radical y masón.
Tal vez por su formación masónica o por su distancia con el Evangelio, resultó ser un sujeto duro y estoico, más que un cálido padre. ¿O habrá sido que en la Belle Époque de los años veinte era mal visto que los hombres mostraran afecto?
Según el folclore familiar el abuelo, Héctor, venía de una familia muy pobre, cuyo abuelo era zapatero. Como buen hijo del rigor, y gracias al incondicional apoyo de su madre, consiguió recibirse de abogado y sacar adelante a sus 10 hermanos, quienes también se convirtieron en profesionales. Esto incluía a las tías Julita y Menita, que se recibieron de concertistas en piano en el Conservatorio de Música de la Universidad de Chile.
El joven Héctor durante el día trabajaba en Correos y telégrafos para financiar a sus hermanos menores. De noche estudiaba Leyes valiéndose de la materia que su madre copiaba de los cuadernos de sus compañeros. Hasta ahora conservo con orgullo un cuaderno de Medicina Legal de puño y letra de mi bisabuela.
Deduzco que el joven Héctor debe haber sido intelectualmente capaz
, ya que se recibió de abogado, y al menos según el Diccionario bibliográfico de Chile, si hay algo que él hizo, fue hacer muchas cosas. A estas alturas este hombre, mi abuelo, me ha hecho replantearme mi propia vida.
Pero… ¿cómo andamos por casa?
Don Héctor, ya era un exitoso abogado de importantes empresas y conocido político y hombre público. Vivía en una quinta en las afueras de Santiago, donde sus 11 empleados entretenían a sus hijas Sandalia y Alicia. Entre ellos había un jardinero japonés quien enseñó a las niñitas Arancibia a cruzar el espejo de agua donde flotaban los nenúfares, caminando sobre zancos fabricados con tarros vacíos de manteca que, puestos boca abajo, se afirmaban con un alambre a modo de rienda. Años después, en Algarrobo, sin laguna ni nenúfares, Alicia, mi madre, me enseñó a hacer lo mismo con tarros de Nescafé. Al parecer ella le tenía mucho cariño a este jardinero japonés, pues cuando lo echaron del trabajo, acusándolo de espionaje durante la Primera Guerra Mundial, su pena contribuyó a hacer más grande la laguna. Otro personaje importante de la mencionada quinta, y clave para la familia fue el chofer, o más bien el chauffeur.
Era un apuesto joven francés que se arrancó a Chile para evitar que lo enrolaran para combatir en la guerra de 14. Sin embargo, los hogares no sólo se componen de su servicio doméstico, que termina siendo un bien transable, sino fundamentalmente de la señora y los hijos quienes, mal que mal, también tienen cierta importancia
. Así es como empieza a formarse la Causa
que da origen a esta autoreflexión. Me refiero al íntimo círculo materno y paterno que constituirá el molde
de la formación o deformación de los afectos, emociones y moral del hijo.
La señora Ema, mi abuela, fue toda una dama de la época: muy hábil en las labores tradicionales del sexo debil
, se distraía cosiendo, tocando piano y pintando. Sin embargo, para ese entonces, sospecho que ella no era muy feliz. Es comprensible entonces que tan pronto las niñitas abandonaron la quinta, la abuela hiciera lo mismo. Se retiró a su fundo de Isla Negra, donde vivió aislada hasta el fin de su vida.
Pero ¿qué pasaba entonces con sus hijas Sandalia y Alicia?, quienes nacieron sólo con 11 meses de diferencia. Sandalia, acomplejada por tan particular nombre (lo cambió legalmente por Mimí
), creció siendo introvertida y rápidamente decidió casarse con un joven inmigrante francés. Una situación parecida vivió Alicia, quien, también muy joven, abandonó la Quinta confiando que en el camino al altar encontraría aquel cariño y afecto con el que todos soñamos.
ALICIA Y SANDALIA CON SUS PADRES
Si bien la ruta tomada por ambas fue similar, ya que abandonaron el hogar familiar en busca de la estabilidad afectiva y emocional que en él no encontraron, su actitud ante la distante imagen paterna fue diametralmente opuesta. Mientras Sandalia optó por permanecer en el anonimato afectivo, Alicia hizo todo lo posible por lograr el afecto o al menos ganarse la atención de don Héctor. Es importante destacar que debido al machismo de la época, la falta del hijo hombre era una carencia fundamental para los padres de familia.
Durante el matrimonio nacieron dos hijos hombres. A ambos se les llamó Héctor y ambos de sobrenombre Totó
, pero Dios quiso que uno viviera seis años y el otro sólo seis meses. Por ello, y para ganarse el afecto del padre autoritario, Alicia buscó reemplazar a los hermanos ausentes desarrollando las actividades propias de un joven de la época. Tomó clases de boxeo, fue campeona de tiro al blanco, una gran ajedrecista que hasta le hizo el peso al campeón Rodrigo Flores, cazadora de pájaros y conejos, chofer, amazona, y excelente maestro chasquilla, siempre lista para ocuparse de todas las reparaciones de la casa.
Cuando yo cumplí 12 años heredé el rifle calibre 22 que mi madre había recibido como regalo de su padre, cuando ella cumplió la misma edad. La diferencia es que, mientras mi madre pidió explícitamente un rifle de regalo, a mí, el hecho de tener un arma de fuego, me produjo sentimientos encontrados.
Junto al mencionado rifle mi madre atesoraba también un reloj, que había sido el premio que recibió a los 15 años cuando derrotó a su padre en una partida de ajedrez. Recuerdo haber jugado innumerables partidas con ella, pero nunca me hice merecedor siquiera de un reloj de arena.
Ante esta férrea disciplina, casi militar, en la que el afecto se conquistaba con hazañas de hombre, no sorprende que ambas hermanas, como si fueran la Rapuncel de los cuentos de niños, estuvieran expectantes de tirar las trenzas a la espera de un rescate emocional.
Alicia, por su parte, fue cautivada por un joven Don Juan: mi padre, también de nombre Héctor. Él era un tipo simpático, buen deportista y extremadamente sociable. Fue hijo del rigor, quedó huérfano a los dos años y fue criado, junto a su hermano recién nacido, por unas tías viejas
.
A la vez su padre, mi abuelo don Enrique, se volvió a casar con la abuelita Emilia
y de no mediar las colecciones de estampillas que como filatélico de profesión me regalaba cuando yo era chico, en términos de proceso causal
, no tengo nada que agregar. Sin embargo, en honor al folclore familiar y como anécdota, cabe mencionar que Doña Mary Wilson, mi bisabuela y madre de Don Enrique Silva, era una ciudadana norteamericana. En la familia siempre se contó que Mary llegó a Chile siendo una niña con su padre, un destacado ingeniero norteamericano que vino como brazo derecho de Wheelwright a construir el ferrocarril de Copiapó al puerto de Caldera. Pero mi hermano y yo hemos investigado y, hasta ahora, Mr. Wilson es un unknown.
CAMINANDO JUNTO A QUIEN SERÍA SU RESCATE EMOCIONAL
Lo cierto es que su nieto Héctor sí resultó ser un galán y un gran tenista, por lo que, luego de varios games en las canchas del Estadio El Llano y en la quinta de don Héctor, mi madre definitivamente puso sus ojos en él. Como buen socialité, mi padre rápidamente se incorporó a