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Microsociología y estructura social global
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Libro electrónico387 páginas5 horas

Microsociología y estructura social global

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Este libro propone una sistematización original de los clásicos de la sociología que, a modo de marco conceptual, permita a los investigadores sociales describir y dar contenido teórico tanto a los procesos particulares investigados como a sus planteamientos generales sobre la sociedad, sin olvidar los nexos con ambientes sociales circunscritos y la vida cotidiana de las personas, es decir, sin dejar en la nebulosa el vínculo entre lo macro y lo microsocial a la hora de proyectar teóricamente sus investigaciones desde la sociedad global a la vida cotidiana.
IdiomaEspañol
EditorialLOM Ediciones
Fecha de lanzamiento1 mar 2018
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    Microsociología y estructura social global - Jorge Chuaqui

    Jorge Chuaqui

    Microsociología y

    estructura social global

    Belén Paredes

    David Mally

    Mikaela Pérez

    Emanuel Arredondo

    (colaboradores)

    LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL

    © LOM Ediciones

    Primera edición, 2012

    ISBN: 978-956-00-0295-2

    Diseño, Composición y Diagramación

    LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago

    Fono: (56-2) 2 860 68 00

    www.lom.cl

    lom@lom.cl

    A mi esposa y compañera Angélica Klaucke,

    a mi madre Georgina Kettlun,

    a mis hijos Paty, Javier y Morris,

    a mis nietos Crescente y Morricito

    y a mis queridos ayudantes y alumnos

    Presentación

    Siento una gran satisfacción, como Director del Centro de Investigaciones Sociológicas de la Universidad de Valparaíso, al presentar esta última obra del profesor Jorge Chuaqui, quien ha sido un valioso colaborador durante todos estos años en el Centro, llevando a cabo interesantes iniciativas dentro de sus labores como coordinador principal del Programa de Estudios de Sociología de la Salud. Gracias a dicho trabajo, es posible afirmar que el Programa que tiene a su cargo es uno de los más productivos, y que está transformándose en referente en materia de estudios sociológicos sobre la salud y, en particular, sobre la salud mental.

    Cabe destacar la decisión del profesor Chuaqui de incluir los aportes de la nueva generación de sociólogos y sociólogas de nuestra Universidad, quienes aceptaron la invitación para contribuir con rigurosidad en esta obra, desafío que ha sido plenamente cumplido. Ello da cuenta clara de la reconocida vocación docente de Jorge, no haciendo más que confirmar el carácter de este libro, el cual amalgama notablemente una trayectoria de fructíferas experiencias académicas personales y colectivas, discusiones teóricas tanto clásicas como contemporáneas y, por cierto, los distintos niveles de la estructura social en su complejidad, enfatizando la novedosa reivindicación de un sujeto –largamente relegado– al interior del constructo teórico parsoniano, explorado críticamente y reformulado desde sus bases.

    Tengo claro que el presente libro contribuirá a enriquecer y orientar la discusión sociológica contemporánea chilena, albergándose en estas páginas la maduración de un trabajo académico de larga data.

    Esperamos que esta primera experiencia de coedición entre el Centro de Investigaciones Sociológicas de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Valparaíso y LOM ediciones sea el inicio de una fecunda relación.

    Marcelo Charlín de Groote

    Agosto de 2012

    Prólogo

    La escritura no transmite un mensaje único, puede encerrar distintos significados simultáneamente. Este es el caso de Microsociología y estructura social global, pues expresa una experiencia de vida, una voluntad de saber y una vocación pedagógica, que aquí es grande, pues impulsa a Jorge Chuaqui, su autor principal, a incluir como colaboradores a Belén Paredes, David Mally, Micaela Pérez y Emanuel Arredondo, un grupo de jóvenes sociólogos, para sistematizar el proyecto intelectual plasmado en esta obra. Mi impresión es que ese proyecto comenzó hace muchos años, cuando una generación a fines de los sesenta, en la recién institucionalizada Escuela de Sociología de la Universidad de Chile, enfrentó el dilema de un plan de estudios inspirado en las corrientes norteamericanas, donde la hegemonía del Funcionalismo y de Talcott Parsons, su principal exponente, eran evidentes. Esas teorías no siempre se adecuaban ni con los diagnósticos ni con la vida cotidiana de la sociedad chilena, marcados por conflictos, una desigualdad económica y social tan visibles que emocionalmente producían un cierto estupor, o una disonancia cognitiva a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad. Estudiar sociología no fue una elección inocente entre los jóvenes de esa generación: se necesitaba comprender a la sociedad, al país. El conocimiento se constituyó en compromiso intelectual y político. Se comprendió que el debate y la producción de conocimiento son también parte de un proceso político para acercarse a la crítica de formas caducas de dominación y entender en otros términos la vida social. Si bien la mayoría compartió esos ideales, las salidas fueron diferentes. Algunos optaron por ser profesionales, otros se dedicaron a la actividad política y un pequeño grupo logró continuar sus estudios de postgrado fuera del país con la idea de contribuir a su desarrollo.

    Entre esas personas están Jorge Chuaqui y yo misma. Por ello el reencuentro en estas páginas no es casual. En esos años participé primero como alumna del curso de Teoría impartido por el profesor Chuaqui y posteriormente en un seminario semanal durante un año y medio, en el cual buscábamos conocer el marxismo, que valorábamos por reconocer las estructuras de dominación, la dinámica de las clases sociales e identificar los procesos del cambio social, pero carecía de herramientas conceptuales para el abordaje de microprocesos en su articulación con la estructura social. Por ello surge la idea de revisitar las corrientes norteamericanas y especialmente la del monstruo de Parsons, cuya ambiciosa propuesta teórica y sobre todo analítico-conceptual, trata de integrar una teoría de la acción con una teoría estructural funcional macro. Fruto de una inteligencia y una cultura sociológica superiores en muchos sentidos, la obra de este autor y su escuela constituyen fuente de inspiración de muchos trabajos contemporáneos, pese a las críticas realizadas tanto desde el interior de su propuesta como por el rechazo que generó cuando logra una hegemonía tal que borra los avances de corrientes teóricas distintas, incluyendo las norteamericanas. El propósito latente del curso era aprovechar esas corrientes y, en el caso de Parsons, vaciarla de su orientación conservadora basada en el determinismo de los valores y en la noción de orden social para crear abordajes teórico-metodológicos de los que carece el marxismo. Todo ello con el fin de analizar la realidad empírica. Es interesante recordar que no éramos los únicos en esa tarea. El desafío era común en esa época y rebasó las fronteras nacionales, pues hubo grupos similares en los países europeos occidentales y en los ex-países socialistas. Por razones vinculadas a la historia política chilena, la tarea se suspendió y muchos años después Jorge Chuaqui continuó su seminario cuando el país dejó de vivir bajo los años negros de la dictadura y su experiencia de vida lo permitió.

    Si bien el libro tiene la impronta de esos intentos realizados como joven profesor, se presenta ahora como fruto de una capacidad reflexiva y del diálogo con los autores que lo acompañan, para proponer un modo para leer la teoría y los abordajes metodológicos integrando nuevos problemas y posturas teóricas.

    A diferencia de otros trabajos contemporáneos basados en la búsqueda de respuestas teóricas en lo interdisciplinar o en el relativismo para comprender los procesos sociales producidos por la globalización y transnacionalización, este libro se centra en una revisión que si bien busca trascender fronteras teóricas y paradigmáticas, obliga a pensar en la comunicación entre tradiciones clásicas y contemporáneas al interior de la teoría sociológica. En cierto sentido, es un esfuerzo por repensar la disciplina, recuperar sus contribuciones para construir una práctica sociológica anclada en su vocación científica. Se trataría, en principio, de una condición para el diálogo y la investigación con otras disciplinas. Si bien el libro tiene un componente pedagógico en la medida que en la primera parte se centra en el análisis de la teoría parsoniana, es importante recalcar que su propósito no es describirla como en un manual o un libro de texto, sino aislar y valorar su estructura analítico-conceptual de su visión conservadora centrada en la noción de orden social y de su cerrada lógica reproductora. Gracias a ello los autores recuperan la concepción de los principales niveles del análisis social, especialmente el de los cuatro sistemas de la acción, propuestos por Parsons, que les permiten ofrecer un modelo analítico teórico-conceptual articulado para teorizar y realizar investigación empírica. Al priorizar los niveles de los sistemas de acción, el modelo propuesto se centra en el tema de los vínculos y mediaciones entre los niveles micro y macrosociales, entre los comportamientos individuales, los procesos de interacción y la estructura, temas que han sido uno de los desafíos recurrentes en la teorización sociológica. Se podría conjeturar que en el texto se realiza un meta-análisis, si por esto queremos apuntar a que se trata de un estudio de la estructura subyacente a la sociología y sus diversos componentes, con el fin, en este caso, de obtener una comprensión más profunda de la teoría funcionalista para redefinirla en otros términos. Es por ello que se habla, por ejemplo, de parte y todo, proceso y estructura, límites de las unidades, etc. Con ello el libro ofrece las claves para descifrar los distintos niveles que definen lo social y así discriminar desde las expresiones elementales de la conducta social hasta las complejas que permiten conceptualizarlas como sistemas de interacción y articularlas alrededor de la noción de estructura social. Una contribución de los autores es que cubren un área que se perdió en el desarrollo del pensamiento parsoniano, pues con el tiempo este autor se preocupó más por las estructuras sociales que constreñían la acción que por la libertad del actor para elegir. Y en efecto, el actor es recuperado y redefinido por Chuaqui y colaboradores al introducir la noción de sujeto, que se inspira en los aportes del interaccionismo simbólico y otras teorías, para articularlo con la posición estructural. Logran así definir un sujeto que si bien está inserto en posiciones estructurales, tiene espacios para la creatividad, la crítica, la reelaboración y cambio de los sistemas sociales.

    El alto nivel de abstracción predomina en la escritura de este libro. Pese a ello y a la lógica rigurosa empleada por sus autores, el texto contiene una serie de ejemplos lógicos y casos de investigación que muestran la aplicación de los esquemas conceptuales propuestos. Su lectura puede ser de gran interés para la sociología actual, ya que recupera diferentes discusiones teóricas e interpretativas de autores clásicos y contemporáneos alrededor de los temas tratados. Ello adquiere relevancia no solo para la teoría, sino también para la investigación sociológica y plantea algunos desafíos que vale la pena considerar. El enfoque micro-macro realizado por los autores enseña que una teoría que considera a la sociedad como un sistema interactivo y articulado, formado por niveles diferentes de tamaño indistinto, plantea que cualquiera sea el tamaño del nivel que se está investigando debe considerar un esquema conceptual común. De este modo aunque la realidad empírica sea microsocial (por ejemplo en un ambiente escolar, comunitario o una clínica de salud), en ella se juegan niveles culturales, institucionales-normativos, organizacionales, interacciones y sujetos individuales. Sucede algo similar con los análisis macro, que aunque pueden tener una mayor o menor importancia en ciertos procesos, también debería incluir los niveles cotidianos o institucionales. Así, cualquiera sea el abordaje, se logra obtener un conocimiento que expresa la complejidad de la vida social. La realidad empírica no es micro ni macro. Esto son cortes analíticos que han llevado a veces a generalizar a partir de una sola variable al todo, cayendo en una reducción muchas veces inútil. La teoría muestra así su productividad al lograr unir los distintos niveles analíticos que permean lo social desde lo cotidiano a lo macroestructural. Más allá de su valor analítico, la propuesta presentada en el libro es una contribución teórica y a la vez un llamado para hacer un tipo de investigación empírica que rescate y considere la complejidad presente en cualquiera de los niveles seleccionados de la realidad social. Ello solo es posible conociendo la teoría como la enseñan los autores, al evaluar en forma sistemática su enfoque a partir de la revisión de los aportes realizados por otras corrientes, lo que les otorga credibilidad y consistencia a las suyas.

    Un dato que puede estimular la lectura de este libro es que al plantear los distintos niveles de los sistemas de acción propuestos, se revisan autores clásicos como Weber, Simmel o Marx y contemporáneos como Baudrillard, Foucault, Touraine, Bourdieu, Maturana o Luhmann. En suma, se trata de una obra compleja asentada en la mejor de las tradiciones sociológicas al ofrecer herramientas para la lectura analítica de las teorías de una disciplina que desde sus inicios se definió a partir de su compromiso con la realidad empírica.

    Finalmente habría que señalar que este libro, desde una postura que podría parecer convencional, ingresa a la discusión contemporánea en las ciencias sociales derivada de la incertidumbre y la búsqueda para comprender las vertiginosas transformaciones de la vida contemporánea que ha llevado, por un lado, al relativismo que se libera de la opresión de tener que suponer al mundo social como una cuestión independiente de la mente, al afirmar que toda realidad es construida social o culturalmente, y por otro, a la tendencia tecnocrática, donde lo social se reduce al cálculo económico, dada la urgencia por paliar la desigualdad y la pobreza a partir de políticas públicas de corto plazo. El libro ofrece así una salida que, anclándose en la tradición sociológica, contribuye con una propuesta productiva a este debate. Si bien con esta obra el seminario que se empezó hace muchos años bajo la dirección de Jorge Chuaqui podría darse por concluido, al plantear nuevas preguntas se transforma en un estímulo para continuarlo.

    María Luisa Tarrés¹

    1 Nacida en Santiago de Chile. Licenciada en Sociología, Universidad de Chile. Doctora en Sociología por la Universidad de París, tesis dirigida por Michel Croizier. Profesora–Investigadora de El Colegio de México desde 1985. Ha dictado alrededor de treinta y cinco cursos en instituciones nacionales (FLACSO-México, El Colegio de Sonora, Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, Universidad de Yucatán, Instituto José María Mora, UNAM) y extranjeras (Francia, Chile, Centro América). Ha dirigido numerosas tesis de licenciatura, maestría y doctorado, de las cuales veinticinco han sido aprobadas. Ha publicado artículos, reseñas, capítulos de libros, ha coordinado 4 libros y escrito numerosas ponencias presentadas en congresos y reuniones nacionales e internacionales. Profesora titular de los cursos Métodos cualitativos para la investigación social y Sociología de la Acción Colectiva, que se imparte en el programa de Doctorado en Sociología de El Colegio de México, y ha dado diversos cursos en El Programa Interdisciplinario de la Mujer (PIEM) desde sus inicios. Ha dirigido diversas investigaciones sociológicas y ha recibido varias becas para llevarlas a cabo. Participa en Comités Editoriales y en Asociaciones Profesionales. En 1998 obtuvo una beca del Banco Interamericano de Desarrollo para seguir curso para Formadores sobre diseño y gestión de políticas y programas sociales, INDES. De Agosto de 1999 a septiembre de 2000 estancia sabática en la Comisión Económica para América Latina, Santiago Chile, beca de CONACYT. Es Investigadora Nacional SIN (Sistema Nacional de Investigadores de México) Nivel 3.

    Prefacio del autor principal

    La perspectiva teórica de este libro es el resultado del desarrollo de las experiencias intelectuales del autor a lo largo de su trayectoria en la sociología académica y profesional y la evolución de su posición ética.

    A fines de los años sesenta el autor dictó clases sobre la teoría de Talcott Parsons en el Departamento de Sociología de la Universidad de Chile. Lo atrajo el alto grado de sistematización de su teoría y el combinar diversos niveles y relaciones de la sociedad en un esquema integrado. Discrepó con Parsons por el casi exclusivo papel de los valores institucionalizados que este autor considera en las relaciones sociales, excluyendo los conflictos de valores, el conflicto y los antagonismos en las relaciones sociales, el poder coercitivo y no consensuado, y el hecho de que la conducta institucionalizada en torno a valores consensuados refleja solo un aspecto que no da cuenta de gran parte de la conducta social. En esos años también recibió el influjo del positivismo de la sociología norteamericana, con su énfasis en la operacionalización de los conceptos para la prueba de su validez empírica, aspecto rescatable de esa posición, cuestionable sin embargo en identificar, sobre todo en las vulgarizaciones, la realidad con el dato empírico y no considerar conceptos teóricos que reflejan la realidad sin ser mensurables cuantitativamente. De la sociología norteamericana nace también la preocupación por la microsociología y la sociología de los grupos primarios analizados por Moreno y Kurt Lewin.

    Los setenta fueron marcados por la investigación teórica en que consistió su tesis doctoral en Polonia, interpretando la estructura teórica de El Capital de Carlos Marx desde el punto de vista de las relaciones de las clases sociales. Surgió esta inquietud intelectual porque es extraño que Marx no haya expuesto de manera sistemática un análisis teórico de las clases sociales, con la centralidad que este concepto tiene en su perspectiva y que en su obra central se refleje solo en unas pocas líneas al final de dicha obra. Nuestra posición es que para caracterizar la situación de clases en el capitalismo es necesario describir primero la estructura de la sociedad, lo que en lo más básico, en lo económico, hace Marx de manera dialéctica en El Capital, para luego, al fijar las posiciones en dicha estructura, llegar a las posiciones de clase. Posteriormente, y que no está contradicho en los escritos de Marx, es necesario descartar el determinismo económico unidireccional, ya que otros aspectos de la estructura social tienen una relativa autonomía y en circunstancias específicas pueden tener un peso mayor que los económicos, y en todo caso su existencia y papel social no pueden reducirse a lo económico en sentido estrecho. La descripción de la estructura de la sociedad debe enfocarse de manera dialéctica, como interacciones en ambos sentidos, sus discordancias, incompletitudes y conflictos.

    Una investigación, DIAGNÓSTICO DEL DESARROLLO SOCIAL DE LA Vª REGIÓN, para la Secretaría Regional de Planificación de la Vª Región, finalizada en 1977, sirvió para explorar empírica y teóricamente el esquema de estructura social en su dimensión territorial, obviando por supuesto en ese año de la dictadura militar, toda referencia al concepto de clase social.

    Habiendo sido exonerado político y sin posibilidades de realizar investigaciones empíricas, escribió artículos teóricos para revistas y congresos de sociología.

    Pero una nueva preocupación intelectual y profesional, los aspectos sociales de la salud mental, liderando una organización de usuarios y realizando investigaciones empíricas para el FONDECYT en el área, reforzó una reorientación intelectual que se había venido produciendo, a raíz de los intentos de corrientes psiquiátricas de adaptar al enfermo mental, poniéndolo en posición subordinada, con técnicas conductistas, considerándolo como objeto antes que como sujeto. Actualmente el autor considera que el conductismo puede tener validez en las primeras etapas de la vida, pero estando mucho más cercano su enfoque con la posición del interaccionismo simbólico, que lleva a primer plano la creatividad del sujeto. La crítica al concepto de adaptación lleva también a reformular y a negar validez al concepto de control social y reducción de la desviación de Parsons como procesos automáticos y deseables, y a negar también la atribución de vida propia a los sistemas sociales, como en Maturana y Luhmann, en que desaparece la persona individual en pos del sistema. La institucionalización siempre es parcial, siendo más común no ajustarse fuertemente a ella que lo contrario. El sistema debe servir a las personas y no al revés. El amor sin poder expresar las diferencias, incluso a través del conflicto, antes que liberar asfixia. Sin embargo, a diferencia del interaccionismo simbólico, el autor reconoce plenamente el papel determinante de la estructura social, pero frente a la cual, partiendo de una posición que lo ubica en la estructura, el actor es capaz de cambiar su situación en la estructura e, inserto en movimientos colectivos, modificar la estructura social. Si hubiera que ponerle un nombre a la posición intelectual del autor, esta podría denominarse estructuralismo dialéctico.

    Febrero 2010

    Prefacio de los colaboradores

    Distinguir en lo aparente, tal frase parece convertirse en un mandamiento al reflexionar el espíritu del sociólogo y en general del científico y más aún del investigador cotidiano. Tal axioma recubre tanto la experiencia como la voluntad de conocer de ya dos siglos de un pasado disciplinar que lleva hasta el presente su constitución polémica (ya no tanto dirán algunos). No obstante la búsqueda, el descubrimiento, el cuestionamiento, la experiencia, la crítica, son carillas de las páginas del diario de campo de cualquiera que se atreva a pensar lo social desde lo social, porque es inaudito hacerlo de otro modo. Con ese mismo espíritu, que para el sociólogo es hasta dudable mencionarlo de esa manera, como todo lo que huele a ley, nos parece conspirador. Con ese atisbo de sospecha sana, nos hemos propuesto pensar nuestra historia, pero no la historia de la sociología, que en tiempos actuales atiborra estantes con obras gruesas donde se revisan los orígenes y se pugnan caminos y perspectivas. A eso no nos queremos referir, sino a una historia que se confunde con la sutileza de un relato, a la historia encarnada en razón y pensamiento de acontecimientos que aún no han terminado de ser pensados. Así, reflexionando con la rigurosidad que nos compromete, es nuestro interés descomprimir, abrir y ampliar la voz del autor principal, a razón de transmitir inquietudes y apoyar el pensar del pensar.

    Nos enfrentamos a un proyecto ya comenzado y dispuesto a comenzar de nuevo; a recrearse con nuevas miradas y voces de otras tierras y otros tiempos. Nos enfrentamos a una obra sin culminar, que a pesar de ser amasada a través del diálogo y la reflexión, no buscó nunca la suficiencia del saber. Es por ello que muchas voces tuvieron cabida y muchas ventanas se abren desde sus páginas.

    Al comenzar la redacción de este libro, nos pareció extraña, en cierto modo, la forma en que estaba hecho. De esa sospecha noctámbula, que no cesa de reclamar su primacía, la duda nos llevó a mirar la mano de la cual había sido parte: los contenidos, los autores, las citas y otros elementos tan significativos como la misma forma en que el autor quería plasmar y transmitir a los lectores sus saberes. Algunos y algunas, esas personas que viven en el pensamiento propio, que en gran medida nos ayudan a ponernos en el lugar del otro y no de cualquier otro, sino de uno que piensa desde el mismo monte pero desde otra cuota, nos cooperan tenazmente en desmentir que la preocupación era en gran medida la línea teórica o la perspectiva que seguía el autor principal, el protagonista de esta obra. Más bien, lo que nos pareció curioso y digno de archivar como un proyecto pendiente eran, de alguna forma, los mecanismos con que el autor, que en algún momento fue un estudiante, había sido sociabilizado, si nos es posible señalar con ciertos resquemores ese vocablo. Nosotros, jóvenes sociólogos del siglo XXI, hemos sido influenciados por otro tipo de cultura intelectual, por (otros) pensamientos que han devenido de una historia cada vez más convulsionada. Nos reconocemos como sociólogos formados en la globalización, donde la crisis de sentido y los golpes de la postmodernidad nos parecen evidentes; de este modo hemos generado un conocimiento comprensivo de los acontecimientos como fenómenos rebasados de hegemonía. El postmodernismo, el deconstruccionismo, la multidisciplinariedad, la globalización, el fin de los metarrelatos, la sociedad de consumo, el feminismo, el posthumanismo, la crisis de la participación política, los opacamientos religiosos, el neoliberalismo, internet, la aldea global, los estudios multiculturales, y así otros fenómenos no son ajenos a nuestra constitución, inacabada, por supuesto. Es por esto que integrarnos a un proceso investigativo que rescata las bases de la microsociología insertándola en un contexto en donde las relaciones sociales son cada vez más fluctuantes, fue sin duda un desafío epistemológico. El encuentro de dos generaciones de historias, experiencias y aprendizajes teóricos distintos fue la sal de este libro, puesto que, desconcertados e incómodos en una tierra teórica desconocida, aunque nunca haciendo un desencuentro con la capacidad de asombro, hallamos en el choque de tradiciones y posturas, de paradigmas y posicionamientos, un lugar nutricio para el pensamiento.

    Es por eso que no nos es posible despegar el ojo de la historia. Los criterios, la búsqueda y las formas de hacer y el hacer de las formas han cambiado. Y tal vez nosotros somos vaticinadores de lo obvio, pero esa incomodidad hace ver que estamos formulados en cierta medida con otras pretensiones y que el lugar desde donde se nutren tales pensamientos responde a otro tipo de tierra, donde el sustrato está revuelto con los aires del subjetivismo, con las herramientas de lo cualitativo, con las semillas del relativismo y el anarquismo metodológico, con los soles de las verdades, con las aguas del lenguaje, de lo micro, a la sombra del paradigma y las culturas intelectuales. En estas tierras habitamos nosotros, relativizadores de verdades, impugnables ante las leyes, buscadores de lo social desde una nueva sociedad.

    Febrero 2010

    Introducción

    La persona y la estructura social

    El hombre y su circunstancia

    ORTEGA Y GASSET

    Nosotros pensamos que en la ciencia social debe haber un acercamiento gradual o a saltos, normalmente parcial, a un conocimiento que exprese, con mayor o menor distorsión, aspectos de la realidad objetiva, corroborando su contenido de verdad a través de la práctica científica. Somos contrarios al subjetivismo radical de la fenomenología, que no reconoce la posibilidad de conocer la realidad objetiva, que produce un conocimiento ensimismado en el sujeto, que en el fondo es la derrota de la posibilidad de conocer.

    Aunque consideramos que los sistemas sociales son una realidad cualitativamente distinta a sus componentes y que en ese sentido constituyen una nueva objetividad, somos contrarios a analizarlos en abstracción a las posiciones de los individuos y conjuntos de posiciones, solidarias o antagónicas con otras posiciones dentro y fuera de los sistemas, y en este sentido somos contrarios a endiosar los sistemas sociales a los que deben ajustarse las participaciones de los individuos. Los sistemas tienen solo un grado de integración parcial, los individuos son condicionados por éstos y a su vez, los individuos ocupando determinadas posiciones reaccionan sobre éstos, usualmente ajustándose solo parcialmente los requerimientos de dichos sistemas. Desde el punto de vista ético, lo importante no es cómo los individuos sirven a los sistemas, sino cómo los sistemas sirven a las personas que participan en ellos.

    Distinguimos tres niveles que están presentes en toda conducta humana: (i) la relación con el medio, que implica el concepto de necesidad y motivación, que en el caso de los seres humanos son necesidades modeladas socialmente, necesidades sociales; (ii) la relación con el alter, o dimensión social, que puede no estar conceptualizada en esos términos por los participantes, como el intercambio remoto de bienes sin una comprensión del proceso, y (iii) la dimensión no manifiesta a través del lenguaje y la comunicación. Las tres dimensiones son esenciales a la conducta humana y no pueden reducirse a solo una de ellas y están relacionadas dialécticamente, se condicionan mutuamente.

    En nuestro enfoque teórico-metodológico buscamos una unidad suficientemente simple y general que al cualificarse y combinarse de manera más compleja dé lugar a los conceptos tradicionalmente usados en la sociología, para lo cual el concepto de acción social, de rol, etc., son conceptos particulares y que representan formas de interconexión de los conceptos más elementales elegidos por nosotros: acto e interacción mínima o unitarios. Distinguimos también diversas formas de interacción, incluyendo pero más allá de las distinciones tradicionales.

    Como combinación de actos en torno a sujetos o a la interacción, y su estructuración o cuasi-estructuración, distinguimos las actividades, y dentro de ellas las técnicas y el consumo, las actividades tipo como las ocupaciones, las predisposiciones: actitudes, valores y representaciones sociales, y en torno a la interacción: los roles, status, posiciones sociales, rol-set y status-set, intereses objetivos y manifiestos, poder social, dominación, autoridad y liderazgo, sus diferencias, formas de configuración y niveles.

    Examinamos el concepto de sistema, sistema en equilibrio y sistema estructurado, criticando el concepto de sistemas autopoiéticos, y como casos especiales de estructuración los conceptos de institucionalización y formalización, incluyendo en estos últimos los sistemas burocrácticos.

    Por último, vimos las distintas formas de interconexión entre sistemas y los conceptos de estructura social global, clase social, mercado económico y dimensión económica, la dimensión territorial y el concepto de ideología dominante.

    En todos estos conceptos se procuró distinguir los diversos niveles, y contradicciones para lograr coherencia epistemológica de los conceptos. Para resumir nuestra posición teórica, veamos cómo concebimos al ser humano individual en nuestro enfoque:

    ¿Qué es un ser humano individual? ¿Es un organismo biológico? ¿Es un sistema de personalidad? La respuesta a estas preguntas depende de cuál sea la respuesta a esta otra: ¿Qué conceptualización es más útil para explicar la conducta humana individual real?

    ¿Qué nos dice respecto al individuo contemporáneo el

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