Bullying, ciberbullying, grooming y sexting: Guía de prevención
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María Cecilia López
Es licenciada en Psicología, egresada de la Universidad Católica Argentina. Se especializó en Psicoanálisis de Niños en la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. Desde hace 25 años, ejerce la práctica clínica con niñas, niños y adolescentes víctimas de abusos sexuales, violencias y maltratos. Es supervisora y capacitadora reconocida en Argentina y en el extranjero. Ha dictado cursos, seminarios, talleres y conferencias en diferentes ciudades de Argentina, Chile y México. También, ha colaborado en el curso de capacitación para profesionales de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en México, por el Fondo de las Naciones Unidas y Unicef. Por su especialidad en la materia, es consultada, con frecuencia, por distintos medios de comunicación. Es autora de varios libros sobre la temática de abuso sexual en la infancia, entre ellos: Abuso sexual: cómo prevenirlo, cómo detectarlo, Los juegos en la detección del abuso sexual infantil, La búsqueda de la espada mágica. Historia real de un largo silencio. Además, es coautora de Madres de hierro. Las madres en el abuso sexual infantil y Los dibujos en el abuso sexual infantil.
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Bullying, ciberbullying, grooming y sexting - María Cecilia López
Bullying, ciberbullying, grooming y sexting
Guía de prevención
María Cecilia López
María Beatriz Müller
Bullying, ciberbullying, grooming y sexting. Guía de prevención
María Cecilia López; María Beatriz Müller
ISBN: 978-987-8321-05-9
Arte de tapa: Facundo Belgradi
Diagramación: Mariana Cravenna
Corrección: Silvina Crosetti
© Editorial Maipue, 2019
Tel/Fax: 54 (011) 4624-9370 / 4458-0259 / 4623-6226
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Libro de edición argentina.
No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por otro cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el consentimiento previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
Índice
Prólogo I
Prólogo II
Introducción
Primera parte
Guía teórica
Capítulo 1. Bullying
Etimología
Definición
Diferencia entre el bullying y la violencia escolar
Mitos
Características
Fases
Clasificación
Otras definiciones
Participantes
Lugares donde ocurre
Aula
Patio
Campo de deportes
Fiestas
Causas del bullying
Entorno escolar
Familia
Medios de comunicación
Entorno social
Capítulo 2. Ciberbullying
Definición
Etimología
Características
Fases
Contacto físico
Contacto tecnológico
Clasificación
Participantes
Indicadores psicológicos
Lugares
Capítulo 3. Grooming
Etimología
Definición
Diferencia con el ciberbullying
Diferencia con la pederastia
Características
Fases
Participantes
Lugares
Capítulo 4. Sexting
Definición
Etimología
Fases
Participantes
Pedofilia - pederastia
Pornografía infantil
Lugares
Los UPD
Colegio
Casa
Segunda parte
Guía práctica de prevención
Capítulo 1. Prevención
Definición
Prevención primaria
Prevención secundaria
Prevención terciaria
Prevención cuaternaria
Factores de riesgo
Protocolo antibulling
Capítulo 2. La prevención desde la familia
Lo que no hay que hacer
Lo que hay que hacer
Taller para padres
Actividades para reflexionar
Actividades para reflexionar
Capítulo 3. La prevención desde el colegio
Lo que los chicos deben saber
Cómo deben actuar los docentes
Talleres para el aula
Taller sobre la amistad
Taller sobre el trabajo en equipo
Taller sobre la comunicación
Taller de prevención del bullying en el aula
Taller de prevención del ciberbullying en el aula
Taller de prevención del grooming en el aula
Taller de prevención del sexting en el aula
Capítulo 4. La prevención desde la psicoterapia
Trabajar sobre las habilidades conductuales
Trabajar sobre las habilidades emocionales
Conclusiones
Anexo 1. Ayuda informática
Control parental
Anexo 2. Leyes
Normativa internacional
Legislación nacional
Legislación de las provincias argentinas
Buenos Aires
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Catamarca
Chaco
Chubut
Córdoba
Corrientes
Formosa
Entre Ríos
Jujuy
La Pampa
La Rioja
Mendoza
Misiones
Neuquén
Río Negro
Salta
San Juan
San Luis
Santa Cruz
Santa Fe
Santiago del Estero
Tucumán
Tierra del Fuego
Legislación en Latinoamérica
Características por país
Anexo 3. Contactos de interés
Organismos nacionales
Ministerio de Educación de la Nación
Denuncias de grooming en todo el país
Denuncias de sexting
Poder Judicial de la Nación
Procuración General de la Nación. Ministerio Público Fiscal
Ministerio de Desarrollo Social de la Nación
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación
Ministerio de Seguridad de la Nación
Organismos del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Subsecretaría de Derechos Humanos
Procuración del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
Poder Judicial de la Ciudad de Buenos Aires
Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de CABA
Consejo de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes
Organismos del gobierno de la Provincia de Buenos Aires
Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires
Dirección General de Coordinación de Políticas de Género
Ministerio de Justicia de la Provincia de Buenos Aires
Subsecretaría de Acceso a la Justicia
Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires
Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires
Recursos legales no gubernamentales
Colegio Público de Abogados de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Asociación de Abogados de Buenos Aires
Patrocinio jurídico de la Facultad de Derecho de la Universidad de Belgrano
Fundación Sur
Asociación Civil Amanecer
Recursos psicológicos no gubernamentales
Asociación de Psicólogos de Buenos Aires
Centro Integral Especializado en Niñez y Adolescencia CIENA, Feliciano Manuela
Fundación Alicia Moreau de Justo
La Casa del Encuentro
SALUD ACTIVA Asociación Civil
Organizaciones de la sociedad civil que brindan orientación
Bibliografía
Prólogo I
¿Hace cuánto olvidamos los preciosos trabajos con punzones y el correr libre jugando manchas y escondidas? En nuestra actualidad se han multiplicado por decenas las escuelas en las que los chicos son obligados a permanecer sentados e inmóviles, no solo en las aulas; también, en los recreos. Así son algunas de las nuevas normas para los alumnos del siglo XXI, al menos en Buenos Aires. Es que, si juegan a la pelota, saltan o sostienen piedras de payana parecería que ya no pueden dejar de agredirse. No es que los chicos de hoy sean terribles, ellos son una nueva generación de guerreros
, distinta a la nuestra: el mundo los desafía con millones de estímulos, mercancías e inestabilidades y lo único que pretenden es jugar a ser fuertes, evitar sufrir cualquier tipo de desamparo. Ensayando roles de líderes, tiranos, jueces, fiscales, abogados defensores de pobres víctimas y hasta de testigos mudos de las peores injusticias, en cada recreo, los patios de las escuelas suelen, convertirse en un campo de batalla, en donde parecerían cohabitar una infinidad entremezclada de grupitos sectarios, risas y amistades con revanchismos, malestares, acosos y todo tipo de violencias; sobrevalorando el poder por sobre el altruismo; exigiendo, protestando a sus maestras tratados de paz, transformándose sin proponérselo en espejos de aquello que a diario les reflejamos, de todo lo que intuyen la vida les propondrá. Porque, a pesar de que en nuestra época haya habido un gran avance en cuestiones de igualdad de derechos humanos, desde la prohibición de los punzones, las guerras entre los chicos que siempre existieron, poco a poco, parecerían haber ido mutando hasta haber terminado por caracterizarse como una clase de guerras más frías, más del tipo psicológicas, desarrolladas mediante el uso de acosos y estrategias, guerras de miradas asesinas que, como misiles, prejuzgan apuntando a todo aquel compañero que ose ser diferente. Efectivamente, en los ámbitos del aprendizaje aún existe una superpoblación de chicos con un alto índice de discriminación; y, aunque hace rato esté prohibido burlarse de los morochos, los no tan inteligentes, los altos o gordos, las burlas y los desprecios están a la orden del día: si algún chico es demasiado blanco, lindo, educado, estudioso o abanderado es muy probable que deba padecer persecuciones a diario. Para mal de peores, a las víctimas les suele resultar muy difícil romper el silencio: cada vez que logran juntar valor para buscar ayuda, quienes pretendemos ayudarlos, generalmente, insistimos en convencerlos de que, en realidad, nadie ha estado haciéndoles absolutamente nada, que se lo han imaginado todo, que son demasiado sensibles y que, lejos de ser odiados, en el fondo son los más admirados por quienes suelen hostigarlos. Minimizar el dolor de los chicos como un método para apaciguarlos jamás ha dado buenos resultados; a la larga o a la corta, hace que terminen sintiéndose traicionados, buscando refugiarse tras los muros de sus iPads, tablets y teléfonos celulares, panaceas modernas para calmar sus malestares, método efectivo si los hay para pretender vengarse contra aquellos que supieron herirlos. No es casualidad que en la actualidad nos encontremos frente a un ejército de niños/as y adolescentes atrincherados detrás de internet en cada almuerzo, en cada cena, en cada reunión familiar, debajo de cada banco en las escuelas. Especialmente, los adolescentes pueden llegar a ser los más impulsivos en este aspecto: amparados tras la omnipotencia del anonimato, muchas veces, utilizan las redes de comunicación para comunicar la ira que les produce la falta de comunicación… y así terminan despachándose a mansalva cada vez que se disponen a acosar, difamar, descuartizar virtualmente a alguno de sus compañeros por Facebook, Twitter, Snapchat… Antes íbamos al club o a la plaza del barrio para arreglar nuestras cuentas; hoy, en cambio, las generaciones más jóvenes se las agarran a las piñas verbales (hasta llegar, incluso, a inducir la muerte de los más débiles), quizás, como un manotazo de ahogado para quitarse de encima tanta resaca de odio, de sentimientos de inferioridad, envidia y fracaso. Paradójicamente, cuando analizamos infancias y adolescencias evitando condenas exprés, en el horizonte de los chicos victimarios –los supuestos malos
de la película–, de repente descubrimos que algunas de sus conductas tienen su origen más allá del puro y simple placer por hacer daño; sino que más bien se originan en una oculta identificación con su víctima; víctima sobre la cual, dicho sea de paso, también, suelen proyectar lo más temido de sí mismos: su propio e insoportable sentimiento de vulnerabilidad. ¡Vaya uno a saber por qué todo lo negativo que las personas se niegan a aceptar de sí suelen reprochárselo a los demás! El día en que lleguemos a entender este tipo de mecanismos, la cultura de las penitencias y los castigos quedará obsoleta y dará paso a una educación que gire en torno a la conversación, la reflexión, la construcción de lazos y abrazos que ayuden a sanar, a valorarse; porque, la premisa fundamental para construir los cimientos de la paz con los demás y con el resto del mundo solo puede encontrarse en el entendimiento, en la valorización y en el respeto, primero, antes que nada, para con uno mismo. El insultar, agredir o desparramar chismes entre compañeros de clase por internet, es el puro reflejo del malestar de nuestra cultura, una cultura en plena agonía de valores, una cultura que hace rato dejó de aceptarse, una cultura que está cambiando tan rápido como nunca en toda la historia humana. En los últimos tiempos, parecería que frente a los extremos del todo vale
y la caída de los paradigmas imperantes durante siglos como el patriarcado –en los cuales la infancia de hoy se está criando, en los cuales todos, a diario, tratamos de hacer equilibrio–, los chicos pretenden jugar a ser adultos porque necesitan creer que caminan sobre bases sólidas; especialmente, cuando no encuentran a su alrededor la suficiente contención. En los últimos tiempos una de las actividades recreativas más populares entre los adolescentes ha venido siendo la colección de fotos sexis, eróticas, mediante la exhibición de sus propios genitales en cualquier lugar, incluso, en los baños de las escuelas. Si antiguamente los chicos debían recurrir a la compra de películas prohibidas para menores de 18 años o juntaban semanalmente dinero para comprar revistas con señoritas y señores desnudos, hoy en día, directamente, las obtienen de sí mismos; pero no solo eso, las intercambian a modo de figuritas por WhatsApp cada vez que alguno de sus profesores se da la media vuelta para escribir en el pizarrón. Si bien hoy el sexo se ha desacralizado, se ha tornado más narcisista, y las nuevas generaciones preferirían inclinarse por lo efímero, la brevedad, lo público y lo visual más que por lo privado y por la profundidad del encuentro en cada compromiso. El deseo ha quedado más focalizado en el aspecto numérico de las relaciones, en la acumulación de experiencias y ya no tanto en el contenido, en el espíritu de la relación. El más antiguo remedio contra la apatía y el desgano, el misterio, ha sido derribado en nuestra época, en la cual, quien no ha tenido su primera vez a los 15 años ya es considerado un viejo en sus grupos de pares y, de una u otra manera, inconscientemente, se siente socialmente presionado a emborracharse para debutar sexualmente a modo de ritual con quien encuentra más a mano en una previa, un rato antes de ir a bailar. Los chicos de hoy se están criando en una sociedad hipergenitalizada, donde la mirada machista aún permanece impregnada, traspasando sus cuerpos, abusando, colonizando sus sistemas de creencias. Especialmente en el mundo de las chicas, de nuestras alumnas, a quienes es casi imposible reconocer fuera del ámbito académico cuando posan casi desnudas en selfis que a diario suben a las redes sociales en una agotadora competencia de likes para saciar una necesidad de aprobación y valorización de miradas masculinas. Muchas de ellas, en esta voraz carrera por intentar levantar una autoestima –generalmente perdida en infancias de abusos, maltratos, abandonos e indiferencias–, incluso acceden a filmarse manteniendo relaciones sexuales sin tabúes ni pudores; pero también sin prever que más tarde podrán ser víctimas de múltiples extorsiones con imborrables huellas para el resto de sus vidas por parte de esos mismos varones que las alentaron a filmarse. Por algo los chicos de hoy exigen claves en sus celulares. Cuando deben navegar por abismos de angustias que ni siquiera podemos imaginar en nuestra vorágine diaria, ellos se dedican a investigar por cientos de páginas web en donde seres anónimos les aconsejan todo tipo de métodos para ahorcarse, métodos para adelgazar vomitando sin que su familia se dé cuenta o métodos para quitar las gillettes (cuchillas) de los sacapuntas y así proceder a realizarse en sus cuerpos los más diversos cortes (tatuajes de las heridas de su alma). Sin embargo, cuando no los juzgamos y les damos la oportunidad de hablar –e insistimos en que nos cuenten–, para nuestra sorpresa, ellos terminan por relatarnos con gran alivio –también, con entusiasmo y fervor– sus dramas y penurias. Con lo oculto de sus actos nos están desafiando a reflexionar acerca de la ausencia de nuestras propias miradas; con sus gritos e insultos nos están exigiendo límites mediante explicaciones tan coherentes como convincentes. ¿Tanto cuesta entender que nos están pidiendo auxilio? ¡Esta sociedad sin otra alternativa que el éxito o el fracaso para ser o no ser está conduciendo a los chicos directo hacia la ética del todo vale
! Año tras año, más y más chicos terminan abandonando la escuela, unidos a pandillas, adictos a todo tipo de drogas; incluso, a la pornografía, que ha terminado por convertirse en una herramienta mediocre para apaciguar nervios, curiosidades. No es casualidad que sean cada vez más los alumnos que, literalmente, se queden dormidos en clase… Encontrar chivos expiatorios en delincuentes y degenerados (reales o virtuales) para todos los males de nuestra infancia y adolescencia quizás pueda llegar a tranquilizarnos; pero, la verdad es que representan un síntoma de nuestra ingenuidad, de nuestra pasividad. Como educadores del siglo XXI debemos ser conscientes más que nunca de la responsabilidad que tenemos en nuestras manos para prevenir, inclusive, los peores abusos y flagelos de nuestra sociedad. No es tan difícil si entre todos nos unimos y nos ponemos manos a la obra; tan solo debemos comprometernos a despertar entusiasmo en nuestros alumnos e hijos, estimularlos a emanciparse ante cualquiera quien intente dormirlos, subestimarlos, aplastarlos; debemos transmitirles valor para no rendirse, para trascender sus propias guerras internas. Los chicos constantemente nos están desafiando a seducirlos con nuevos conocimientos, a transformar cada una de sus frustraciones, de sus iras, de sus rebeldías en llaves repletas de posibilidades. Estará en nosotros abrirles puertas para que puedan salir a jugar nuevos futuros, en donde puedan convertirse no solo en sujetos racionales; sino, además, por sobre todo, en seres humanos sensibles y verdaderamente libres.
Licenciada María Cecilia López
Prólogo II
El hecho de que el abuso sexual en la infancia es un problema de salud pública ha sido reconocido por la sociedad entera. Creo que la presión social ha empujado para que las políticas públicas comiencen a dirigirse, aún tibiamente, hacia la discusión del tema, a ponerlo en la agenda. También sabemos que es el espacio de la escuela un lugar privilegiado para detectar a niños, niñas o adolescentes que estén o hayan estado atrapados en una situación de abuso sexual. Al mismo tiempo sabemos, porque así nos lo han manifestado, las dificultades que se les presentan a los docentes, que van desde falta de capacitación, falta de acompañamiento institucional, falta de recursos interdisciplinarios, y ser ellos quienes están ahí en la primera línea en contacto con los niños, las niñas y los adolescentes siendo los receptores de sus problemas, sus angustias y sus relatos de abusos sexuales sufridos.
En los últimos años, se ha complejizado mucho más la problemática al incluirse la utilización que hacen los chicos y chicas del espacio virtual, de la navegación por internet, del uso de las redes sociales y de la comunicación celular. Cada vez más pequeños los niños y las niñas tienen acceso, muchas veces sin control, al mundo virtual, que si bien no cabe duda de lo maravillosa que es su utilización, también abre una ventana al mundo que no pueden ni saben manejar. La exposición que la virtualidad nos provee no es dimensionada por los niños, niñas y adolescentes y es un caldo de cultivo de situaciones que pueden salirse de control sin la supervisión de adultos responsables.
El bullying virtual, el grooming, el sexting y el uso que hacen las redes de pedofilia de las imágenes que los niños, niñas y adolescentes suben a internet van creciendo día a día. Por otra parte, cuesta que las familias comprendan el riesgo que implica subir indiscriminadamente fotos familiares que aparentemente son inocentes o ingenuas, pero que para los fines de las redes de pedofilia son material de consumo.
Es fundamental que sean los adultos los que tomen conciencia de lo importante que es cuidar a nuestros niños y niñas. No los dejamos salir solos a la calle, les damos la mano para cruzar, los llevamos y traemos de la casa de los amigos o de la escuela, pero luego les permitimos que se manejen en el campo de lo virtual en soledad, sin comprender que es un mundo abierto en el que pueden acecharlos, dañarlos, engañarlos. Debemos estar muy atentos y por sobre todas las cosas debemos hablar con nuestros hijos, explicarles, alertarlos, enseñarles a cuidarse en esa virtualidad que crece cada día.
Licenciada María Beatriz Müller
Introducción
La idea de hacer una guía acerca de la prevención del bullying, el ciberbullying, el grooming y el sexting ha surgido a partir de las necesidades y urgencias que los propios docentes nos han transmitido tienen con sus alumnos de todos los niveles en las escuelas. Tras tantas horas diarias de convivencia y un lugar privilegiado a la hora de detectar sus problemáticas, sin proponérselo, ellos suelen terminar convirtiéndose en el principal factor de prevención primaria y secundaria de muchos de sus males; así como también, en el blanco de todo tipo de consultas por parte de sus familiares, e incluso hasta del sistema judicial, en los casos más extremos.
Todos aquellos que trabajamos en un mano a mano con niñas, niños y adolescentes, hoy más que nunca sabemos la difícil tarea a la que nos desafían los tiempos modernos en los que todo parecería estar permitido, cuando ya no se puede retar ni reprobar a nadie porque esa metodología ha quedado obsoleta con las nuevas generaciones, cuando los paradigmas de la educación están cambiando a pasos agigantados, al igual que muchos de los paradigmas sociales y culturales sobre los cuales, hasta hace poco, solían apoyarse patrones conductuales vinculados con las sexualidades, las violencias, la concentración y con las modalidades de comunicación imperantes en nuestras infancias y adolescencias. No es casualidad que en cada una de nuestras capacitaciones y charlas en los colegios, profesores y maestras suelan manifestarnos sus inquietudes e interrogantes respecto de cómo responder ante las demandas y complejidades que les plantean sus alumnos.
Efectivamente, ser docente en los tiempos que corren ha comenzado a adquirir un grado de responsabilidad ética tan grande como nunca antes en la historia. Ya nadie puede hacer la vista gorda frente a la sospecha de un chico víctima de abusos sexuales o de castigos corporales, frente a adolescentes que hostigan o humillan a otros, frente a alumnos que amenazan con suicidarse…
El objetivo de este libro es garantizar un bagaje de conocimientos y recursos necesarios respecto de estas nuevas problemáticas que hemos mencionado, las cuales han cobrado más fuerza que nunca en los últimos cinco años. Nuestro propósito no será tan solo definirlas o mencionarlas, sino también brindar herramientas que ayuden a dar respuestas para prevenirlas en todas sus consecuencias; porque, nada peor que sentirnos impotentes y paralizados frente a un chico que nos está pidiendo ayuda mediante palabras o conductas.
Por todos estos motivos, esta guía que hemos diseñado especialmente para la comunidad docente estará dividida en dos partes:
La primera es una guía teórica que puede ser leída por cualquier persona que trabaje o esté en contacto con niñas, niños y adolescentes. Se divide en cuatro capítulos que tratan los siguientes