La doble cara del ‘sharenting’
Mi primer en Instagram fue en enero de 2014. Conforme fui ganando seguidores, sentía una responsabilidad mayor y lo que empezó como algo divertido se convirtió en una labor tediosa. Mi cabeza cortocircuitaba a la hora de decidir si publicar algo o no porque sentía que aquel escaparate era un caramelo envenenado. Las redes sociales aparentemente te acercan a la gente, pero con ello se pierde el tan preciado misterio que cada vez brilla más por su ausencia. Una de las veces en las que daba vueltas a si una fotografía era demasiado personal o no, me vi desde fuera y detecté cierta esclavitud que y sumar seguidores. Pero lo que me preocupó no fue eso, sino pensar en que si los adultos estábamos tan enganchados y le dábamos esa importancia, ¿qué iba a ser de los chavales?
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