Aduana ¿en el cielo?
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Una novela divertida y entretenida que nos cuenta la historia de Pancho, quien muere y está en la antesala del cielo donde le informan que desde ahora en adelante será el encargado de la aduana del cielo.
Su trabajo consistirá en interrogar a todos los que lleguen para saber si pueden ingresar al ciel
María Elena Segura Revuelta
Es Logoterapeuta egresada de la Sociedad Mexicana de Análisis Existencial y Logoterapia y Tanatóloga por el instituto de Formación, Estructura, Reconstrucción del Ser Humano, S. C. Cuenta con más de dieciséis años de experiencia como maestra de educación preescolar, primaria y secundaria. Es conferencista en temas de axiología como “Cuestionando los Valores”, “Yo Soy, Yo Valgo, Yo Puedo” y “Valores vs. Violencia”, impartidos en empresas e instituciones como: el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, Universidad Tecnológica de Morelia, Asociación Nacional de Abogados de Empresa, Encuentro Interuniversitario de Morelia, Ferrovalle, KCSM, Fundación Roberto Pla y otras. Así mismo ha impartido estas conferencias en comunidades de bajos recursos. María Elena, es autora del libro Cuestionando los Valores (Felou 2009) y coautora del libro Familia Funcional con Sentido.
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Aduana ¿en el cielo? - María Elena Segura Revuelta
capítulo.
Introducción
Hace muchos años, cuando decidí escribir Aduana ¿en el cielo?, nunca pensé que lo haría acudiendo a técnicas logoterapéuticas y que por medio de la entrevista pudiera lograr que cada alma se desnudara ante lo que representa o representó su vida. Siempre he tenido la creencia de que los seres humanos alcanzamos la perfección gracias a las experiencias que tenemos en cada una de nuestras vidas. No me convence la idea de que en una sola lo logremos, ya que gracias a la espiritualidad que vamos adquiriendo en cada una, logramos tener un mejor entendimiento y somos más amorosos, lo que nos acerca a la virtud por la cual fuimos creados. Tengo la firme convicción de que como dicen los griegos, el ser humano a través del amor logra la perfección y para actuar, vivir, sufrir y morir con amor, se necesita ser perfecto.
Durante un tiempo fui maestra en el cuarto semestre en la materia de Entrevista II para futuras logoterapeutas y me tocaba abarcar todo lo relacionado al diálogo socrático. Está por demás reconocer que es la herramienta que más me gusta, por la utilidad para sacar a la luz la conciencia de cada persona y lograr así su autoconocimiento. Aduana ¿en el cielo? se basa en ésta técnica, haciendo que cada persona reconozca todo aquello que lo bloquea en su desarrollo y bienestar, así como los valores que le falta hacer propios.
Aduana ¿en el cielo? provoca en cada alma un auto-conciencia con un toque simpático. Debo confesar que el sarcasmo siempre me ha parecido muy divertido cuando no es ofensivo, y si lo es, que sea en silencio. Heredé de mi abuelo la facilidad para poner apodos, para divertirme con mis propios pensamientos, opiniones, juicios, y como terapeuta sé que cuando lo convierto en ironía puedo lograr una reacción positiva en mis pacientes. El protagonista principal de esta novela pretende buscar la verdad individual de cada uno de los personajes, que para sí mismo será útil y enaltecerá su espíritu y su comprensión. Me dolió poner punto final, fue como despedirme de un libro que curiosamente me dejó a mí mucho más de lo que esperaba. Espero lo disfrutes.
Seguramente identificarás a algún conocido con cualquiera de los personajes. No se vale que le pongas palomita y lo etiquetes, tal vez te ayude a comprenderlos.
María Elena Segura R.
I.
ADUANA EN EL CIELO
—¡Ay Señor!, desde que decidimos poner aduana en los países antes de entrar al cielo hemos tenido muchos problemas.Ahí está México —le decía Amadeo a Dios mientras caminaban por el cielo.
—De todas maneras ha sido una gran idea Amadeo. Es muy importante que los seres humanos reafirmen antes de gozar de esta gloria, si aprendieron bien la razón por la cual los mandé a la Tierra. Tú sabes que todos y cada uno de ellos tiene una misión que cumplir, sólo por ese conocimiento llegarán a mí. Aunque hay algunos que me los tengo que traer antes porque sólo estorban a otros. Eso de darles libre albedrío a veces desvía la experiencia que requieren para crecer, y en muchas ocasiones no entienden el mensaje. Si te fijas, la mayoría se queja y se escuda en dos palabritas que nunca he podido quitar de su vocabulario: mala suerte
; no captan que es MI Voluntad la que impera. Cómo quisiera que los hombres y mujeres que envío a la Tierra, se dieran cuenta que yo no soy un Dios vengativo y rencoroso, que el dolor que les mando muchas veces es para que se acerquen a mí, para que tengan fe, para que sepan que el amor es la llave de todas las puertas y la confianza y los actos en sí mismos llevan a la abundancia espiritual y material. La vida en la Tierra sólo es cuestión de Fe, Amor y Actitud. Cada palabra, cada hecho, cada regalo, tienen su factura, y en algún momento de su vida se les cobra. No olvides que yo bendigo y multiplico todo lo que son y lo que dan, sea bueno o sea malo. Y a pesar de todo siempre los protejo. ¡Quién mejor que yo que los amo tanto!
—Pues sí Señor, pero los humanos cada día son más materialistas.
—¡No todos! Tengo hijos maravillosos y otros que logran hacer conciencia antes de venir aquí, aunque sea cinco minutos antes de su muerte, eso es un punto a su favor. Si con eso logran pasar la aduana, ¡yo los recibo con los brazos abiertos! El motivo por el cual puse las aduanas, es para que antes de dar el último paso confirmen el crecimiento de su experiencia y de su dolor; que comprueben por sí mismos que han superado las envidias, la hipocresía, el miedo y todas esas estúpidas actitudes que no hicieron mas que encarcelarlos dentro de ellos mismos toda su vida y fastidiar la de otros. Quiero espíritus fuertes y humildes en mi paraíso, quiero hombres y mujeres libres y sabios. Por eso no pasan de la aduana y los regreso a la Tierra. A ver hasta cuántas vidas necesitan para lograrlo. ¡Hay muchos tercos!, y tú lo sabes. ¡Varios llevan casi trescientas vidas!, y siguen cerrados. Y a los que tengo a cargo de las aduanas sólo les falta un poquito de comprensión. Estoy casi seguro que el trato con las almas que mueren puede darles la sabiduría para cruzar la puerta.
—En este momento la única vacante es la de México. Doña Isabel ya alcanzó el conocimiento necesario y ha sido aprobada para entrar al paraíso. ¿Has pensado en alguien mi Señor, para que ocupe su lugar?
—Le he dado vueltas al asunto y no estoy muy convencido. Creo que me voy a traer a Mariano Garza López. ¿Qué te parece?
—¿El de Monterrey? ¡Perdóname Señor!, no me convence. ¡Imagínate!, va a reprobar a todos los chilangos y el resto de la República. Con lo tacaño que es, va a pichicatear los pases al paraíso así el Papa fuera mexicano. ¡No, por favor! Yo sé que ha sido un hombre honesto, buen padre y buen marido, que ha luchado mucho, pero si no pasa la prueba como aduanero lo vas a tener que regresar a la Tierra, y yo la verdad creo que ese va a tener que ser peatón del mundo dos o tres veces más y en diferentes países.
—Entonces a Verónica Salgado. Esta mujer ha sufrido mucho y aun así en esta vida ha sido positiva, fuerte, inteligente; un ejemplo a seguir por quienes la han rodeado. Ha dado todo lo que ha tenido y sobre todo aprendió a controlar la soberbia, que fue uno de los motivos por los que la mandé de regreso a la Tierra la última vez.
—¡No, no me convence! —comentó Amadeo mientras se sobaba la barba—. Es muy mentirosilla todavía, eso no nos serviría en la aduana. Aquí ni las mentiras piadosas ayudan a la gente. ¿Por qué no traemos a Gabriel Flores Pantoja? ¡Es sacerdote!, y ha sido humilde.
—¡Ay Amadeo! ¿Desde cuándo a mí me han gustado los sacerdotes que asustan a los fieles y adaptan e interpretan como quieren mi voluntad para hacerle creer al pueblo que todo es pecado? Les taladran el cerebro diciéndoles que hay que tener temor
de Dios. Quieren y les conviene un pueblo ignorante que ayude a la economía de la iglesia; se avientan sermones de tres horas y nunca logran transmitir la esencia de mi palabra, el verdadero significado del alma, y hacen vivir a los católicos con sentimiento eterno de culpabilidad. ¡No Amadeo, olvídalo! Para ese tengo planeadas todavía unas diez vidas más. Ha sido un intento
de hombre extraordinario, lo finge muy bien y se lo cree, pero se ha engañado de lo lindo. Uno de los motivos por los que lo mandé a la Tierra como sacerdote mexicano, era para que fuera más realista y buscara la verdad. Le di los instrumentos desde el momento que le escogí el sacerdocio, pero volvemos a lo mismo: el libre albedrío
. No le sirvieron ocho años de teología —bueno, es que tampoco tuvo muy buenos maestros que digamos— y me faltó inyectarle un poco más de inteligencia para que aprendiera a discriminar conceptos. Tampoco en sus vidas anteriores adquirió mucha experiencia. ¡Es un alma mediocre todavía!
—Entonces tendremos que buscar una persona que ya haya sido curtida con más experiencia, que sea más sabio de lo que él mismo se cree, sencillo, inteligente y con mucho colmillo —proponía Amadeo.
—¡Tienes razón! Entonces me voy a traer a Pancho González Gil. Es un hombre espiritual, ha sabido sentir mi presencia, ha dado mucho amor y siempre busca encontrar el mensaje en todo lo que le pasa. Es culto, no es mocho y no se deja manejar por ningún clero. Me ha sabido buscar y encontrar en todo lo que lo rodea. Sé que es muy joven todavía, apenas tiene cuarenta y cuatro años, pero ya lleva doscientas setenta y seis vidas y ha sido de todo. Tiene un aprendizaje muy amplio…, aunque algunos defectillos todavía. El peor es que es muy sarcástico, pero espero que con este trabajito en la aduana lo supere y pueda darle el paso al cielo en algunos años.
—¡Estoy de acuerdo Señor!, aunque confieso que no me va a ser muy fácil meterlo