Ensayos sobre la prosa
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Ensayos sobre la prosa - Friedrich Schelegel
Ensayos sobre la prosa
Schelegel, Friedrich
Doble Filo
Schelegel, Friedrich
Ensayos sobre la prosa / Friedrich Schelegel. - 1a ed . - Villa María : Eduvim, 2018.
Libro digital, EPUB - (Doble Filo)
Archivo Digital: descarga y online
Traducción de: María Verónica Galfione.
ISBN 978-987-699-506-1
1. Ensayo Literario. 2. Prosa. I. Galfione, María Verónica , trad. II. Título.
CDD 834
Índice
1. La consumación de la poesía. Consideraciones preliminares a tres escritos de Friedrich Schlegel, por María Verónica Galfione
1.1 Característica y crítica
1.2 La prosa moderna como clasicismo consecuente
1.3 Ensayos sobre la prosa
1.3.1 Sobre Lessing
1.3.2 Georg Forster. Fragmento de una característica de un clásico alemán
1.3.3 Sobre el Meister de Goethe
Ensayos sobre la prosa
2. Sobre Lessing
3. Georg Forster. Fragmento de una característica de un clásico alemán
4. Sobre el Meister de Goethe
5. Bibliografía
1. La consumación de la poesía. Consideraciones preliminares a tres escritos de Friedrich Schlegel, por María Verónica Galfione
1
La Idea de la poesía es la prosa
Walter Benjamin
1.1 Característica y crítica
Los tres ensayos que presentamos fueron escritos entre 1797 y 1798 y forman parte de la obra romántica de Friedrich Schlegel. Esta última se desarrolla entre 1797 y 1800 aproximadamente y es diferenciada por los intérpretes tanto del período de juventud, que se caracteriza por el trabajo filológico, como de las obras posteriores a la conversión de Schlegel al catolicismo (1808), en las cuales priman las pretensiones de carácter histórico –filosófico. A diferencia de la orientación organicista de las obras tardías y de la concentración en el arte antiguo, propia de los escritos juveniles, los ensayos y demás escritos del período romántico se destacan por reivindicar el carácter fragmentario y reflexivo del arte moderno.2
Esto último puede advertirse ya en la elección de las personalidades y obras en torno a las cuales se articulan los presentes ensayos. Así, el primer trabajo, tiene por objeto la obra prosaica de Lessing y data del año 1797. Este ensayo apareció publicado en el Lyceum der schönen Künste, la nueva revista que comenzó a editar Johann Fr. Reichhardt a partir de 1797, cuando Deutschland fue clausurada por problemas con la censura. El segundo trabajo lleva por título Georg Forster. Fragmento de una característica de un clásico alemán
, y se encuentra orientado a caracterizar la personalidad de un polifacético y polémico naturalista y revolucionario alemán hoy prácticamente olvidado. Este escrito fue publicado en la misma revista de Reichhardt. El tercero de los escritos, finalmente, se concentra en Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, la novela que publicó Goethe en 1795 y que, pese a convertirse posteriormente en un clásico, en su momento fue rechazada por gran parte de la intelectualidad alemana. Este ensayo lleva el ambivalente título Sobre el Meister de Goethe
3 y fue publicado en 1798 en el primer tomo de Athenäum, la revista que editaba Friedrich Schlegel junto a su hermano en la ciudad de Berlín.
Estos tres ensayos se inscriben en el marco de un género que Schlegel denominaba Característica y que se hallaba estrechamente vinculado con su actividad como crítico literario.4 Este término era definido por un diccionario de la época como la ciencia de juzgar correctamente el carácter de un hombre y sus acciones
, mientras que este mismo diccionario identificaba como característico
todo aquello que describe con precisión, que diferencia a una cosa de todas las demás
.5 Esta referencia a aquello que diferencia a la obra (o al personaje) caracterizada/o con respecto a las demás obras (o autores) da cuenta ya de la importancia del giro que se produce con Schlegel en lo que respecta a la concepción de la crítica artística y literaria. En la medida en que la caracterización
de una obra aspiraba a identificar su carácter
6, ella debía dejar de lado desde un comienzo los parámetros preconcebidos o las reglas de orden general para determinar la singularidad del objeto caracterizado a partir del análisis minucioso de su propia configuración interna.
La ruptura de los esquemas trasmitidos por la tradición y la inauguración de un tipo de relación verdaderamente moderno con las obras de arte contemporáneas hundía sus raíces en el proceso de temporalización de la experiencia que había tenido lugar durante el siglo XVIII. En una primera instancia, este proceso había puesto en cuestión la ontología clásica a partir de la cual se había defendido el carácter mimético de la creación artística. Posteriormente, la temporalización de la experiencia tornó insostenible el postulado de la estabilidad de la naturaleza humana sobre la base del cual se habían desarrollado las estéticas psicológico-efectuales. En lo que respecta a la primera perspectiva, resulta ilustrativo el hecho de que, aún en el año 1751, Johann Chr. Gottsched hubiese podido atribuirle a la naturaleza número, masa y medida
7 y fundamentar en ella el carácter bello de la producción artística. No obstante, se trataba de un caso excepcional, pues en Francia o en Inglaterra esta concepción ya había sido desplazada por una nueva perspectiva. Como decíamos, esta nueva tendencia, que fue denominada estética efectual, no renunciaba a la posibilidad de establecer parámetros para el enjuiciamiento estético, pero los derivaba de consideraciones relativas al modo en que los seres humanos se relacionaban con la experiencia sensible.8
Como la mayoría de los jóvenes intelectuales de la época, Schlegel se hizo eco de la crisis en la que se encontraban los marcos interpretativos generales a partir de los cuales tanto la poética clasicista como la estética ilustrada de los efectos habían podido enjuiciar las diferentes manifestaciones literarias. Del carácter ya caduco de tales formas de considerar la creación artística da cuenta el tono burlesco con el cual el joven filósofo se refería a ellas en el marco de su caracterización de Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister. Según Schlegel una reseña escolar de esta obra nos parecería siempre como aquel joven que fue a dar un paseo en el bosque con un libro bajo su brazo y ahuyentó a Philine con el cuco
9.
A diferencia de las perspectivas mencionadas, Schlegel consideraba que la crítica literaria no podía asumir criterios de carácter apriorístico. Desde su punto de vista, los criterios para el enjuiciamiento literario solo podían obtenerse a través del trabajo interpretativo que realizaba el crítico en cada caso en particular. En este sentido, Schlegel colocaba la singularidad de la obra de arte en el centro de su pensamiento y hacía de su propia lógica interna el punto de partida para la formulación de aquellas categorías que harían posible su enjuiciamiento estético. Como sostiene Schlegel, el juicio estético se hallaba subordinado a la comprensión de la peculiaridad del objeto analizado: No hay nada más difícil que poder reconstruir, percibir y caracterizar hasta en su peculiaridad más fina de su totalidad el pensamiento de otro (…) y sin embargo, solo se puede decir que se comprende una obra, un espíritu, cuando se puede reconstruir el curso y la articulación interna. Esta comprensión fundamental que, cuando debe ser expresa en palabras definitorias, se llama caracterizar, es el auténtico asunto y la esencia interna de la crítica
10. Más aún, desde su perspectiva, el propio discurso teórico acerca de la producción artística resultaba dependiente del análisis pormenorizado de las obras de arte singulares.11 Probablemente por este motivo, Schlegel establecía la siguiente equivalencia en uno de sus fragmentos de 1797: Deducción de las categorías críticas = filosofía de la caracterización
.12
De esta forma, con el desplazamiento de las estéticas normativas y la redefinición del concepto de crítica en términos inmanentes, se establecía una manera de entender el enjuiciamiento estético que, en términos generales, continuó estando vigente hasta mediados del siglo XX. Esto es algo que ya constataba Walter Benjamin en sus reflexiones acerca del pensamiento de Schlegel: El principio cardinal de la actividad crítica posterior al romanticismo, la valoración de las obras según criterios inmanentes, ha sido obtenido en razón de las teorías románticas.
13 No obstante, como el propio Benjamin advertía, la verdadera crítica no debía limitarse a reflejar algo que se encontraba objetivamente dado en la obra de arte sino que debía buscar la tendencia o el ideal de esta última, aquel punto de fuga hacia el cual se orientaba la superación inmanente de su forma efectivamente dada. Esta concepción de la crítica hundía sus raíces en la interpretación alegórica de la obra de arte que defendía Schlegel. Según esta, la obra de arte auténtica se encontraba internamente fracturada y poseía una vitalidad que debía ser desplegada, antes que registrada, por medio de la actividad del crítico literario. La esencia interna completa y la aspiración de una cosa, afirmaba Schlegel, se llama tendencia (…). La tendencia hace referencia a la esencia del objeto. La palabra tendencia ha sido elegida intencionalmente en lugar de la palabra esencia porque el término tendencia también contiene el concepto de una fuerza impulsora
14. De manera tal que la tarea del crítico consistía en reconstruir un texto de carácter infinito que, si bien se insinuaba como tendencia, no se hallaba disponible en ninguna representación de orden particular. El crítico debía potenciar, entonces, el movimiento autorreflexivo que tenía lugar en el interior de la obra de arte, a los fines de reflejarlo en un nivel reflexivo superior y de hacer posible así el autoconocimiento de la misma.15
1.2 La prosa moderna como clasicismo consecuente
La revisión del concepto de obra de arte que realiza Schlegel durante su período romántico describe un movimiento similar al de su reinterpretación de la noción de crítica literaria. Como veíamos, en este último caso, la revisión tenía lugar por medio de la redefinición del concepto de característica
, antiguamente entendida como una especie de resumen de las peculiaridades de una obra o de un autor y carente de toda pretensión de carácter artístico. En el caso de la noción de obra de arte, la revolución estética schlegeliana se halla íntimamente vinculada a la inversión valorativa del concepto de prosa
. De hecho, si desde las Reflexiones sobre la imitación de las obras griegas de Winckelmann, la realidad prosaica se había presentado como el símbolo de todo aquello que el arte debía esforzarse por evadir, el joven filósofo no solo descubría en la prosa el sesgo característico del período moderno sino también el punto culminante de la historia de la autoconciencia artística de la humanidad.
En este sentido, la reformulación schlegeliana del concepto de prosa iba de la mano de la redefinición de la noción de perfección (Vollkommenheit). En continuidad con sus trabajos de Dresde acerca de la antigüedad clásica, Schlegel buscaba liberar a esta noción de la tiranía del arte clásico y refuncionalizarla a los fines de aprehender por medio de ella las formas problemáticas y desdiferenciadas del arte moderno. De esta manera, la perfección dejaba de remitir al equilibrio o a la compensación de las tensiones formales para hacer referencia al despliegue de todos aquellos contrastes que se encontraban contenidos en la obra de arte clásica. Así entendido el arte moderno se presentaba como la autoconciencia de la obra poética clásica y no como lo contrario de ella, como pretendían las perspectivas de corte clasicista. Su carácter prosaico no era el resultado, entonces, de la falta de elaboración poética sino del reconocimiento de la magnitud de las dificultades que le imponía a esta última el hiato que introducía la actividad reflexiva de la subjetividad.16 El arte moderno era un arte fragmentario por decisión, es decir, por temor a la posibilidad de verse convertido en un fragmento de carácter involuntario.
Si bien no podemos entrar en detalles aquí, resulta necesario hacer una breve mención a los supuestos filosóficos que se encontraban por detrás de esta curiosa inversión de las críticas clasicistas a la literatura prosaica. En este punto, nos referimos concretamente a las categorías centrales de la Doctrina de la Ciencia de Fichte, en función de las cuales el joven Schlegel había reconstruido en clave histórico-filosófica la historia de la literatura occidental.17 Desde esta perspectiva filosófica, la diferencia entre el mundo antiguo y el mundo moderno se explicaba en virtud de la dirección en la cual se establecía la relación dialéctica entre el Yo y el no-Yo. En el mundo griego, sostenía Schlegel, la preeminencia era ejercida por la acción instintiva de la naturaleza, mientras que en el mundo moderno primaba la voluntad libre de la subjetividad y la acción disgregadora del entendimiento. Esto último se veía directamente reflejado en el carácter errante de la historia de la poesía moderna y en la disolución de la organicidad de la obra poética clásica. De hecho, la poesía moderna ya no podía apelar al mito a la hora de justificar aquellas restricciones de la libertad que hubieran hecho posible el cierre de la obra de arte, pero tampoco parecía hallarse en condiciones de remitirlas a la acción libre de la subjetividad. En tales circunstancias, la organicidad de la obra debía asumir un carácter artificial, como sucedía en el clasicismo francés, o presentarse como el resultado de un progreso de orden infinito. Por ello mismo, no resulta contradictorio que Schlegel haya colocado en la cima del clasicismo una obra de carácter prosaico, como la de Georg Forster, ni que haya pensado lo clásico de la mano del concepto de progresividad. Pues, tras la emergencia de la subjetividad libre, sólo era posible considerar clásicas a aquellas obras que rechazaban la posibilidad de una detención arbitraria de su propia dialéctica interna. Dicho de otra forma, el arte moderno solo podía fiel al imperativo clásico de la perfección en la medida en que se encontrase dispuesto a asumir su carácter eternamente fragmentario.
1.3 Ensayos sobre la prosa
1.3.1 Sobre Lessing
Las primeras lecturas que hace Schlegel de los escritos de Lessing datan del año 1792. No obstante, Schlegel no tenía una opinión positiva en ese momento de quién sería luego el héroe de la ilustración
. Así, en febrero de 1792, el joven autor utilizaba el término lessingniano para referirse a una novela de Johann Karl Wezel que consideraba particularmente mala. Schlegel sostenía allí: el ingenio de la obra es acertado pero amargo y frío. Reina en todas partes una cierta frialdad lessingniana. Se nota a menudo al fino observador.
18 Para el joven Schlegel, Lessing no era más que uno de los miembros de la mezquina ilustración alemana: Habitualmente divido los escritores alemanes en escuelas, como los pintores italianos. Entonces coloco a Garve, a Lessing, a Engel y también a Wezel en el mismo grupo. El carácter de todos ellos es la fría corrección sin espíritu. No tienen ninguna manera determinada y en este sentido pueden ser comparados con Carracci
.19 A esto agregaba en diciembre de 1793: Pero tampoco sobre los críticos alemanes mi juicio es igual que el tuyo. Te confieso que no encuentro en la poética de Engel más que agudeza y elegancia, y en los escritos críticos de Lessing incluso un poco menos
.20
A partir de 1794 Schlegel se dedicará intensamente a la lectura de la obra de Lessing y desarrollará una valoración positiva tanto de sus escritos como de su autor. En el ensayo que traducimos aquí, Schlegel atribuía este cambio de opinión a diversos factores. En primer lugar, hacía referencia a la información incompleta que se poseía acerca de la obra de Lessing antes de la publicación de sus escritos póstumos.21 No obstante, este solo