El amor de un multimillonario: Edición I, inglés-español
Por Adidas Wilson
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Epílogo
Alec es uno de los hombres más ricos, más poderosos del mundo. Su compañía e inversiones son reconocidas a nivel mundial. Es un multimillonario galante y encantador y sus conquistas son una leyenda.
Es un hombre con apetitos fuertes y su romance en el dormitorio solamente es secundado por el trabajo. Alec está en una cruzada de romance y lujuria, satisfaciendo cada capricho y deseo, así como el de las mujeres que conoce en su travesía.
Un maestro del placer y seducción, solo una cuantas pueden resistirse, y cada conquista aumenta más los riesgos. Sin embargo, Alec comienza a sentir que algo falta en su vida y piensa que podría querer más, aunque no puede descubrir lo que es en sí.
¿Podrá Alec mantener en equilibrio de su vida amorosa con los negocios? ¿Podrá descubrir qué es lo que le falta y tenerlo todo?
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El amor de un multimillonario - Adidas Wilson
Prólogo
Había tenido un viaje placentero en su jet privado. Alec estuvo trabajando arduamente, tratando de adquirir otra empresa y se regocijaba por el incremento de sus acciones. Fue una semana de decisiones estratégicas y de transacciones de gran importancia. Y ahora que la había obtenido, decidió que necesitaba un descanso. Subió a su jet y al azar eligió visitar París y una galería de arte. El plan había salido como se esperaba y uno de sus tantos autos europeos estaba listo en la autopista. Aiko, su asistente personal, le abrió la puerta del auto para que él subiera antes que él. El auto avanzó y pronto llegaron a su nuevo destino.
—Me tomé la libertad de llamar a varias de las más importantes galerías de la zona. Aiko lo dijo con un tono sumamente monótono.
—Puede asistir a exposiciones privadas en cualquier momento. Solamente tiene que decidir a dónde quiere ir.
—Estoy pensando en un lugar que no se encuentre en las zonas turísticas convencionales que se ven hoy, comentó Alec.
— Quizás algo relativamente nuevo y moderno, que solamente aquellos que saben lo que están buscando, irían.
— Hay un lugar, respondió Aiko.
—Es una pequeña galería industrial conocida como el Pastiche.
—Entonces, ese lugar, sería ideal, respondió Alec.
––––––––
—Le programaré una exposición privada lo más pronto posible Señor, dijo Aiko.
— ¡No! exclamó Alec. Quiero estar rodeado de mucha gente. El arte que estoy buscando hoy... no se encuentra tanto en las paredes.
––––––––
—Entiendo Señor, comentó Aiko. ¿Necesitará algo más?
—Sí, una chaqueta nueva, respondió Alec.
Algo que diga este tipo tiene dinero... pero no todo el dinero del mundo
.
—Eso no debería ser un problema, señor, respondió Aiko.
Alec ingresó al edificio, inmediatamente capturó el esplendor y la arquitectura del lugar. Había estado en diversas galerías de la ciudad, pero esta era nueva. Llevaba puesto una camisa negra de botones, sin corbata como de costumbre y un pantalón gris corto, acorde a la ocasión. Tenía un abrigo largo que posteriormente colocó sobre su antebrazo. Había un perchero, pero prefirió cargar con sus prendas por motivos personales. Tenía un hermoso cabello castaño, cuidadosamente cortado y ojos verdes vibrantes. Se encontraba en la sala observando todos los gestos que hacían las personas al mirar el arte, las esculturas y varios otros objetos que mostraban ante las pocas personas que sabían acerca de ese lugar y podían asistir a la fiesta.
Generalmente, Alec no estaba interesado en aquellas pinturas, pero cuando cruzó miradas con una dama de la sala, creyó que quizás su visión se había apañado. Alec caminó a lo largo de la sala, pasando por muchas de las obras más populares hasta llegar donde la dama, quien observaba una pintura que no era tan famosa pero ciertamente había cautivado su atención. Ella tenía un cabello rojo brillante, un cuerpo curvilíneo y atlético, caminaba con gracia y seguridad. Llevaba puesto un vestido azul, corto, sin mangas y en sus largas piernas usaba panti medias altas con encaje y liga. Y en sus pies llevaba tacos altos que combinaban con su vestido.
—Nadie parece estar interesado en esa pintura. Alec comentó mientras se acercaba sigilosamente a la dama. Sin embargo, tiene toda tu atención.
— Solo les importa lo que han percibido al mirar, respondió la dama. Solamente me importa lo que me conmueve.
—¿Acaso esta pintura te conmueve? preguntó Alec.
La dama asintió sin siquiera voltear a mirarlo.
— Si, totalmente.
— Bien, porque en realidad me confunde, respondió Alec, mirando fijamente hacia la pintura.
— A mí me parece que solamente es algo abstracto.
— Sí, es abstracto, admitió la dama. Y también no lo es.
—¿Te molestaría explicármelo? preguntó Alec.
—Me encantaría saber lo que tú puedes ver, dijo Alec.
— No existen formas discernibles. (Comenzó a describir la dama).
— Pero los colores me recuerdan aquellos momentos de paz y seguridad. Sin embargo, a medida que los colores se intensifican, se tornan más caóticos. Me recuerda a la vida, esa fase de la vida que las personas no deberían ignorar.
—El azar lo es todo, respondió Alec.
El simple hecho de que algo pequeño pueda ser controlado y lo que pueda suceder después en sí, siempre llegará solo.
— Ciertamente, respondió la dama dirigiendo su mirada hacia Alec. Por cierto, me llamo Claudia.
— Soy Alec. Agradezco que hayas compartido esto conmigo. ¿Acaso esta pintura es de algún artista que admires? preguntó Alec.
— En verdad, lo es, respondió Claudia. Aunque tienen varios trabajos de este artista, los guardan en el último piso donde nadie puede verlas.
— Bueno, me parece que vi una puerta abierta dentro de la galería. Alec respondió mientras miraba de reojo a un lado. Vayamos a revisar y veamos que podemos encontrar.
—¿En verdad podemos ir? preguntó Claudia. Está prohibido el ingreso al público...y si nos atrapan.
—Si te atrapan conmigo, ten la seguridad de que puedo resolver el problema, respondió Alec. No tendremos ningún inconveniente...te lo prometo.
— ¿Quién eres en realidad? preguntó Claudia. Acaso, ¿Eres solo un chico que puede escabullirse en un museo de alta sociedad y no preocuparse por las consecuencias?
— Creo que tendrás que venir conmigo y comprobarlo, respondió Alec extendiendo su mano como invitándole a que lo siguiera. Claudia tomó su mano, permitiéndole que la guíe por el edificio.