UN ARTISTA SIN LÍMITES
A pesar de su juventud (25 años), la vida de An Wei da para una serie de Netflix de varias temporadas. Madrileño de nacimiento, sus padres (chinos) tenían un restaurante donde a carboncillo», recuerda An Wei. «Le dije que era muy difícil, y me respondió que, en todo caso, no era imposible». Un inicio que nada tiene que envidiar a y a su famoso ‘dar cera, pulir cera’, inspirador mantra para todo aprendiz que se precie.Y aquel niño criado entre dos culturas, capaz de emular a Velázquez y salir airoso, se matriculó en Bellas Artes, sin el beneplácito de sus padres, por cierto. «¡Un drama! Me tuve que ir de casa, trabajar de camarero para pagarme la carrera… Poco antes de terminarla, la dejé. Quería dedicarme a la enseñanza para devolver a la sociedad lo que me había dado mi maestro, pero me encontré con profesores sin pasión.Yo no iba a ser mejor que ellos». Comenzó a pintar por su cuenta, sin más medios que los materiales que encontraba por la calle y que le permitían algo importantísimo para un artista, experimentar: «Si siguiera haciendo lo que ya sé hacer, todo me iría mejor, pero necesito jugármela, enfrentarme a lo desconocido para sentirme vivo en el arte».
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