Hace unos meses estaba en Nueva York comiendo en el Mercer Hotel, y había dos señoras junto a mí. Las dos muy chic, como de 60 años. La cercanía de mesas hizo que me interesara en su plática. Estaban compartiendo y comentando fotos de una exposición de arte a la que una de ellas había asistido y dijo: “Me gustan las exposiciones que hacen que me guste el arte, y no las que sólo te hacen pensar en las transacciones del mundo del arte”. Inmediatamente pensé en mi papá, Luis Stephens, un hombre que hoy día tiene 83 años y lleva pintando poco más de 50.
Mi abuela, su madre, Annette Nancarrow, era una artista neoyorquina que se mudó a vivir a México, donde conoció a mi abuelo –también neoyorquino– Louis