Cuando Quiero Llorar...Escribo.
Por Victor Amram
()
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nacido en Venezuela, que supo
combinar su vida cotidiana
con la literatura. Lector
empedernido de variados
autores, dio su preferencia a
aquellos que explotaban el
gnero del absurdo. Por lo tanto
no es de extraar que al sentir
la vocacin de las letras, tuviese
la infl uencia de consagrados de
la pluma como Frank Kafka,
Julio Cortzar, Albert Camus
y Gabriel Garca Mrquez entre
otros. Tendencia al absurdo
claramente visible en los escritos
de Cuando quiero llorar
escribo.
Sin embargo y diferente a lo que se poda esperar Vctor Amram publica como
primer libro una novela del gnero negro. El Suicidio el Siglo, basada en hechos
de la vida de real, confrontando la madurez del Investigador Criminal con la
dureza de la pluma de un escritor del gnero Rey.
Vctor Amram fue el ganador del Concurso de Aniversario de Palibrio por su
refl exin sobre el signifi cado de publicar un libro: Cuando naci mi primer hijo,
tuve el profundo sentimiento de que a partir de ese momento comenzaba a tener
continuidad. Cuando naci mi primer libro, sent que a partir de ese momento
comenzaba a ser eterno.
En esta publicacin el autor rene un compendio de sus mejores cuentos,
con poemas y refl exiones, en un intento por refl ejar sentimientos y emociones
acumulados durante una vida de pasiones y confrontaciones profesionales.
En esta obra se desborda la sensibilidad el autor frente a problemas sociales y sus
sentimientos encontrados, allanando el camino para su prxima novela policial:
Adiccin.
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Cuando Quiero Llorar...Escribo. - Victor Amram
Agradecimientos
A mis Padres Benjamín y Mathilde,
que con su muerte me enseñaron a amar aún más la vida.
A Dora,
el gran amor de mi vida.
A Raquel,
mi hermana, en su momento fuente de inspiración.
A Cesar Fortique,
poeta de todos los tiempos, mi ductor en la nueva trova,
que dejo su cuerpo abandonado en las nieves de los Andes.
A Alberto Key Domínguez,
mi hermano putativo,
que compartió mis poemas más secretos y se fue sin decirme adiós.
Y a mis hijos,
Meir, Deborah, Raquel Rebeca,
Esther Sara, Diana,
mis nietos
Y a todos los que algún día heredaran las paginas viejas de mis libros.
Introducción
Por muchos años recogí el fruto de mis sentimientos. Convertí los cuadernos empastados en cómplices silentes de mis más íntimas emociones. Oculte con códigos las fechas de cada escrito para disfrazar la persona que había inspirado mis impulsos literarios. Sin embargo se hizo imperiosa en mí la necesidad de compartir y fue así como poco a poco se fueron abriendo las páginas que contenían mis más valiosos recuerdos.
Con la llegada de los cuentos y narraciones tome la decisión de participar en Concursos Literarios
de bajo, mediano y alto renombre, tanto en mi país como en el exterior. Algunos tuvieron el mérito de ser premiados como es el caso de Esos Templos Ora despiertos, Ora Dormidos
que obtuvo el primer lugar en el I Concurso de Cuentos de la Organización Internacional B’nai B’rith.
Pero la mayoría de cuentos y poemas estaban envueltos en pasiones, desilusiones y tristezas. Un ejemplo puro es el cuento Tiempo sin Tiempo
que aún conserva la razón de su mensaje más profundo.
Pero el pasar de los años me ha permitido desprenderme de esos apegos y es por ello que en esta ocasión sacudo mis más íntimos recuerdos para compartirlos con todos aquellos que entienden que el hombre en su esencia más profunda está compuesto de puro sentimiento.
Por eso en esta obra derrapo frente a ustedes todas mis lágrimas convertidas en palabras; porque la vida me permitió cambiar mis momentos de llanto por profundas reflexiones, poemas y cuentos.
Sin lugar a dudas después de tantas décadas de vida plena pude concluir que Cuando Quiero Llorar … Escribo.
PRIMERA PARTE
Algunos cuentos absurdos y otros también
La Niña María Fernanda
El hogar de María Fernanda estaba construido con profundo amor, hija única de un matrimonio por conveniencia, sus padres nunca tenían tiempo para estar en casa, por el contrario, los largos viajes de Don Fernando y los repetidos té canasta
de María José, hacían que la pobre niña rica pasara horas llenas de soledad y melancolía, derrapando aquellas sus horas tranquilas frente a un piano de cola, que por cierto, tocaba excelentemente bien.
Con apenas diecisiete años ya María Fernanda asistía a la Universidad, la siempre envidiada por sus compañeros pero admirada por sus profesores, ya apenas en primer año de Filosofía Teológica perfilaba como una sobresaliente alumna, orgullo de sus padres, claro, cuando sus padres tenían oportunidad de enterarse de sus éxitos.
Pero eso no le preocupaba mucho a María Fernanda, quien desde muy pequeña había sabido trazar sus propias metas, estudiar con ahínco, superarse en el piano cada día más y graduarse con honores, para después vivir un principesco delirio con el hombre de sus sueños, un apuesto millonario, que le diera bellos hijos, para enseñarles el arte de la música y el placer del buen comer.
Pero esa noche, María Fernanda tenía una preocupación diferente, la Universidad como materia obligatoria le exigía cursar Acción Social
, una forma práctica de involucrar al alumnado en la realidad social del País, sus causas y consecuencias
, para así convertirse, una vez fuesen profesionales, en instrumentos para mitigar el dolor humano, una verdad que a Mari como al resto de sus compañeros poco les importaba.
Por eso la tierna mente de la niña estaba molesta profundamente, sabía que al día siguiente debía volver a ese lugar feo y repugnante, con toda esa gente maloliente, de ropas rotas, chancletas de goma y en especial…, en especial esas caras, tan llenas de cicatrices, los brazos tatuados, contando silente mente la dura historia de aquellos hombres para quienes delinquir era solo una forma natural de vida.
María Fernanda se preguntaba una y otra vez en reproche permanente,
— ¿Quién me habrá mandado a escoger Las Cárceles
como tema de trabajo?, de haber sabido cómo eran por dentro hubiese tomado algo más fácil, como El Hospital de Niños o El Ancianato, todos malolientes pero por seguro que esos niños, o los pobres ancianitos deben ser menos feos.—
Pero ya no había nada que hacer, al día siguiente por la tarde, tendría que volver, con ganas o sin ellas, dejarlo ahora sería poner en evidencia un fracaso y ese era un lujo que María Fernanda no se podía dar. Así que, llenándose de valor y rezando al pie de la cama, se acostó, tratando de no recordar el infernal lugar donde irremisiblemente debía volver.
Ya eran las dos pasadas de la tarde, cuando María Fernanda, sus compañeros y la Profesora encargada de la asignatura, se disponían a entrar en el penumbroso Retén Judicial
, recinto de hombres antisociales y peligrosos, donde las autoridades, la sociedad y las leyes se habían olvidado de ellos, prácticamente para no recordarlos, ni siquiera como bestias.
Sus ojos azules temblaban, agarrada con fuerza de la falda de la profesora, caminaba por los pasillos oscuros y solitarios, con ese nauseabundo olor a zoológico humano, todos juntos camino a la enfermería, donde podrían entrevistarse con algunos de los menos malos o aquellos que pagando a los guardias ganaban el derecho de pasar una tarde diferente compartiendo con lindas señoritas o muchachos de la mejor sociedad.
La Profesora no podía contener el placer que la embargaba al ver el temor reflejado en los rostros de sus alumnos y demostrando valentía iba a la cabeza de la fila india donde poco a poco María Fernanda pasaba del primer al último lugar, mientras que la Profesora repetía una y otra vez— No se preocupen niños, ya estamos llegando— como para acortar el interminable pasillo, ahora convertido en escalera de caracol.
Fue ahí, precisamente en la enfermería, donde todos los alumnos pusieron en reposo sus angustias, hasta el punto que nadie se percató que faltaba una persona del grupo. Ella, la chica de los ojos azules no estaba ahí, nadie se dio cuenta que de su boca carmesí no salía ninguna pregunta tímida como siempre, nadie parecía notar su ausencia, ni siquiera Rafael, que tan enamorado estaba de ella, que tomó la materia solo para poder sentarse a su lado. Solo fue un poco más tarde cuando una de las alumnas llamó la atención del grupo al preguntar— ¿dónde está María Fernanda?—
Pero la Profesora estaba envuelta en la más profunda inspiración, así que casi sin interrumpir su discurso sobre las diferencias de las clases sociales
apuntó con desgano,—déjenla tranquila, seguro estará en el baño—
Sin embargo, una de las compañeras intervino de nuevo—creo que sería bueno salir a buscarla, ya tenemos dos horas aquí y no recuerdo haberla visto en todo este tiempo— pero otra de las chicas cortó el tema diciendo— no se preocupen pronto aparecerá como siempre con su carita de yo no fui.—
Así que llegada la hora en que finalizaba la actividad, el grupo de estudiantes y su inseparable Profesora, abandonaron la enfermería, para otra vez tomar por las escaleras de caracol, caminar el pasillo oscuro, sentir con profundidad los olores repugnantes, hasta llegar por fin a la reja, límite entre la verdad y la ficción, donde un guardia soñoliento despertaba frente a la presencia de la muchachada, bastante sorprendido por algo que en sus sueños evidentemente no esperaba.
Estirando la mano, solicitó el pase que los autorizaba a permanecer dentro de las instalaciones, contándolos uno a uno con la mano, repitiendo una y otra vez el listado numérico, pero que por mucho que insistiera siempre faltaba uno, sin nada que poder hacer, el grupo no estaba completo.—¿Qué pasa?— preguntó severamente el guardia,—aquí como que falta uno—y meneando la cabeza decía una y otra