Isabel Y Alejandra: Tras La Máscara De Internet.
Por Ana Candiani y Julio Martínez
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Las dos jvenes compartirn sus vidas escribindose mensajes. Al principio, escudadas en la distancia y la mscara ciberntica que ofrece la internet, ambas mentirn para escapar de su realidad.
Isabel es una mujer bella, exitosa profesionalmente, sin embargo es vctima de violencia domstica por parte de su novio, al que no se atreve a abandonar. Convencida de que es el amor de su vida har todo lo posible por fingir ante sus seres queridos, hasta que los golpes de su novio no le permitan seguir ocultando la verdad.
Alejandra es una mujer obesa, frustrada profesionalmente que se ver envuelta en un tringulo amoroso. Su autoestima es tan baja que se someter al maltrato de Andrs, un hombre guapo y mal educado y no ser capaz de ver las cualidades de Toms, un joven bueno que la ama y cuyo nico defecto es ser extremadamente delgado. Alejandra ser vctima de sus propios prejuicios.
La historia nos enfrenta con humor y drama a la discriminacin y sufrimiento que experimentan algunas mujeres obesas y al terrible problema de la violencia de gnero.
Isabel y Alejandra nos recuerda que no importa la preparacin, ni la apariencia fsica, cualquier mujer puede convertirse en vctima de violencia fsica o psicolgica.
Ana Candiani
Ana Patricia Candiani Periodista mexicana radicada en Estados Unidos. Ha trabajado en las principales cadenas de radio y televisión hispanas. Desde niña escribía historias, inspiradas en su observación del mundo. Su trabajo la ha hecho acreedora a premios y reconocimientos. Su mayor satisfacción es lograr algún efecto positivo en la vida de quienes ven, escuchan o leen sus historias. Julio César Martínez Romero Es académico de la Universidad Nacional Autónoma de México y profesor de matemáticas en la Licenciatura en Ciencias Genómicas. Proyecta desarrollar un lobo miniatura amigable y compatible con la vida doméstica. Estudió guionismo en la Sociedad General de Escritores de México y literatura para niños.
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Isabel Y Alejandra - Ana Candiani
Copyright © 2014 por Ana Patricia Candiani & Julio César Martínez Romero.
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Fecha de revisión: 29/07/2014
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Desde otro país al +1.812.671.9757
Fax: 01.812.355.1576
496715
Índice
Prólogo
Capítulo 1
Alejandra
Isabel
Alejandra
Isabel
Capítulo 2
Alejandra
Isabel
Capítulo 3
Alejandra
Isabel
Alejandra
Isabel
Capítulo 4
Alejandra
Isabel
Alejandra
Isabel
Alejandra
Capítulo 5
Isabel
Alejandra
Isabel
Alejandra
Isabel
Capítulo 6
Alejandra
Isabel
Alejandra
Capítulo 7
Isabel
Alejandra
Isabel
Alejandra
Isabel
Alejandra
Capítulo 8
Isabel
Alejandra
Alejandra
Isabel
Alejandra
Isabel
Alejandra
Capítulo 9
Isabel Y Alejandra
Epílogo
Alejandra
Isabel
Sobre Los Autores
PRÓLOGO
Ana Patricia Candiani es una excelente periodista, presentadora de noticias, gran mujer, pero sobre todo, amiga. Amiga en las buenas y en las malas, en los días alegres y en los momentos nublados, haciendo sentir su presencia aún sin estar presente físicamente. Amiga así como son los personajes de Isabel y Alejandra en esta novela, aunque en nuestro caso, sin la complejidad de la separación por el tiempo y las circunstancias de ambas.
Cuando Ana Patricia me pidió que escribiera el prólogo de este su primer libro, además de sentirme halagada, me sentí con una gran responsabilidad de poder ser objetiva para comunicar al público mi opinión profesional.
La novela está escrita de una manera sencilla, es fácil de leer y tiene una muy buena ilación de los personajes. Todo esto demuestra que entre los autores Ana Patricia Candiani y Julio César Martínez hubo una buena complicidad para su desarrollo, algo que no siempre es fácil de lograr cuando dos autores intervienen en un libro.
Isabel y Alejandra es una novela con varios mensajes claros y profundos que transportan fácilmente al lector a ponerse en el lugar de los personajes principales. El mensaje de la amistad es muy relevante, especialmente para quienes tenemos la fortuna de conservar a nuestros amigos de la niñez. Además, en ella nos muestra como los adultos mantenemos los recuerdos de las ilusiones y los sueños de nuestros amigos de la infancia. El mensaje de la utilización de los mensajes electrónicos en la actualidad está muy marcado y es muy fuerte, pues entre otras cosas, se ha comprobado que nos pueden ayudar a volver a entablar lazos con personas de quienes guardamos un bello recuerdo. Por otra parte, también nos pueden servir de herramienta de protección, compañía y desahogo en momentos de soledad, angustia y decepción. Y finalmente, el mensaje de la transformación de una adversidad en una oportunidad de crecimiento de las protagonistas: por un lado recuperando o desarrollando su autoestima y por el otro, escapando del grave y delicado problema social de la violencia doméstica.
Estoy segura de que al leer Isabel y Alejandra van a quedar capturados en la emoción de la conversación entre ambas mujeres, la cual además de llevarse a cabo de una manera moderna y fácil de leer, es interesante, divertida, dramática y dinámica.
Sin más preámbulos, los invito a disfrutar de Isabel y Alejandra.
Mayte Prida
CAPÍTULO 1
Alejandra
Alejandra leyó el mensaje que apareció en la pantalla: no tenía correos electrónicos nuevos. Durante todos los momentos agrios del día, soportando los malos tratos de los clientes, podía conservar el buen humor pensando que en la tarde llegaría al café internet y encontraría un mensaje de Andrés. Sin embargo, Andrés no había escrito.
Afuera llovía a cántaros. Alejandra había caminado bajo la lluvia desde el edificio donde vivía, y aunque normalmente no soportaba ese clima, hoy su sentimiento era optimista. Esperaba que Andrés le mandara un mensaje, pero no fue así. Los truenos presagiaban que lo peor de la tormenta aún no llegaba. Lo óptimo sería cerrar su cuenta y correr a casa para cenar un sándwich o pan y leche. Si hubiera sabido que pasaría la velada sola, habría alquilado una película. Ahora la noche le parecía un espacio enorme por llenar.
Al llegar a su casa, el identificador de llamadas le indicó que su madre había intentado comunicarse. Sin siquiera quitarse las botas o el impermeable, marcó el número y esperó pacientemente a que le contestara. Cuando menos esta llamada llenaría algunos minutos de esa noche de viernes que se perfilaba como interminable. Hubo respuesta. Se saludaron. Era agradable escuchar una voz cordial y cálida.
-Ale, ¿qué crees?
-Dime, mamá.
-Encontré a la mamá de Isabel Roig en Perisur. Yo iba llegando y ella iba a tomar un taxi.
-Pero la familia de Isabel hace mucho que no vive en México.
-Sólo vinieron a una boda.
-¿Isabel también vino?
-Sí, pero se fue ayer, está viviendo en Guadalajara.
-¿Le pediste la dirección o el teléfono de Isabel?
-Por supuesto que se la pedí, y me dio su dirección de correo electrónico.
-A ver, dímela.
-No vas a salir al café internet en medio de la tormenta, ¿verdad, Ale?
-Por supuesto que no, de todos modos díctamela.
-isabelr@skymail.com
Alejandra anotó la dirección en un papel, aunque era tan fácil que se la aprendió de memoria inmediatamente.
-¿Qué te contó de Isabel? ¿Qué le contaste de mí? -Alejandra quería saber.
-Nada, te digo que nos vimos sólo un momento. Cuando yo llegué, ella ya se iba en el taxi. No nos dio tiempo de decir nada, sólo alcanzó a escribir la dirección en un papel.
-Entonces, ¿no sabes nada de Isabel?
-No
En cuanto colgó el teléfono, Ale salió de nuevo a la calle; su raquítico salario no le alcanzaba, ni para comprar una computadora, ni para tener un teléfono celular con internet. Pero Alejandra no se sentía marginada, en un país donde apenas el 30 por ciento de la población tiene acceso a internet en casa, ya sea por computadora o por teléfono inteligente. Llovía cada vez más, pero estaba contenta. Ahora podría regresar al café internet. Tal vez ahora sí encontraría un mensaje de Andrés. Por eso no hizo caso cuando un auto pasó a toda velocidad echándole más agua encima y los jóvenes que viajaban dentro le gritaron: Para que te bañes, bola de grasa
.
Alejandra entró corriendo al café. Más tardó en solicitar una computadora que estar frente a la pantalla, mirándola incrédula. Andrés no había escrito. Después de un rato, sacó del bolsillo de su pantalón el pedazo de papel que contenía la dirección electrónica de Isabel y fijó ahí su mirada. Hacía muchos años que no se veían. Desde su niñez eran inseparables y a Ale le había dolido mucho que Isabel se hubiera ido a estudiar a Guadalajara. Los años habían pasado y se había perdido todo contacto.
Ale comenzó un mensaje para Isabel. No sabía qué escribir. Desde la prepa había aumentado veinte kilos de peso, era una mujer obesa y tenía un trabajo espantoso en el departamento de devoluciones de un gran almacén, donde escuchaba las quejas de los clientes todo el día. Llevaba años tratando de bajar de peso y de conseguir una pareja y en ambos casos había intentado todo lo imaginable, sin resultados. Cada fracaso le dolía como si fuera el primero, y aún así no perdía la esperanza. Conforme pasaban los años, a la gordura se añadía la edad como obstáculo para encontrar una pareja.
Siempre le molestó la falta de privacidad en las redes sociales y por eso no tenía una cuenta, así que ni siquiera se molestó en buscar a Isabel en la red.
Alejandra miraba la pantalla fijamente. Seguía sin saber qué escribir. Finalmente se animó y sus dedos recorrieron el teclado.
Mi mamá me contó que encontró a la tuya en Perisur. Dice que ustedes vinieron a una boda. Después de tantos años de silencio, ahora la vida nos vuelve a acercar.
Los dedos se paralizaron, no podía escribir una palabra más. ¿Qué podía contarle a Isabel? ¿Le diría que después de cinco semestres de tedio había dejado la carrera de mercadotecnia porque no era lo que esperaba? Siempre la gente decía mercadotecnia y publicidad
y ella se imaginaba trabajando en una agencia de publicidad diseñando anuncios y viviendo entre modelos que posaban para los anuncios de ropa interior que ella habría diseñado y que aparecerían publicados en las revistas más elegantes. Para ella la mercadotecnia resultó ser un conjunto de técnicas de muestreo para conocer las tendencias del mercado. No había modelos en ropa interior, sólo tareas de estadística. Y tampoco Alejandra mostraba verdadero talento para diseñar anuncios, sólo pensaba en hombres guapos.
Cuando en quinto semestre reprobó cinco materias, la dieron de baja y de pronto se encontró sin nada que hacer en la vida. Así terminó trabajando en el departamento de devoluciones de un almacén de ropa escuchando los gritos indignados de los clientes por haber comprado productos de mala calidad.
Cuando te fuiste a vivir a Guadalajara yo te extrañaba mucho. Como nunca nos separábamos y siempre nos contábamos todo, al principio me sentía muy sola, pero después entré a la universidad.
Ale miraba fijamente la pantalla de la computadora, ¿qué más podría agregar? A lo lejos se escuchaba un televisor. Terminaba un noticiero. Colocó los dedos sobre el teclado y continuó escribiendo.
Decidí estudiar periodismo. Allí conocí a un joven maravilloso. Se llama Andrés, haz de cuenta Brad Pitt, pero con el cabello negro, la piel bronceada, los ojos verdes y sin marcas de acné en la cara. Y yo, como te imaginarás, me enamoré perdidamente de él. Andrés estudiaba dos semestres adelante en la universidad. Yo pensaba que él ni siquiera se había dado cuenta de que yo existía, pero una noche, sonó el teléfono y era él. Andrés había pedido mi número de teléfono a un compañero de mi grupo. Así, empezamos a salir.
De nuevo se detuvo. Desde el televisor lejano ahora se escuchaba el anuncio de un producto para adelgazar. La voz del locutor decía, usted bajará tres tallas en quince días
.
Hace más de diez años Andrés y yo vivimos juntos. Decidimos no tener hijos para poder dedicarnos a la carrera y no separarnos. Él quería ser corresponsal de guerra, pero a la hora de la hora nos dio miedo ir a Bagdad y nos dimos cuenta de que no tenemos el corazón para enfrentar la muerte y presenciar tanto horror. Pero ya me estoy adelantando. Somos reporteros para una revista, pero escribimos con seudónimos por seguridad
Una vez más, Alejandra permaneció inmóvil frente al teclado de