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Stonehenge
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Libro electrónico550 páginas8 horas

Stonehenge

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Este libro es una historia de amor, guerra y traicin. Todo empieza con una declaracin de guerra en un mundo llamado el Mundo de las Sombras. Como estrategia, envan a una de las sombras al nuestro mundo. Ah es donde esta sombra, de nombre Firy, conoce a tres humanos: un inventor llamado Leo, su ayudante de nombre Yousef y una mujer de nombre Edith. Pero Firy no llega sola, con ella viene la guerra de su mundo, lo que sumergir a todos en un mar de aventuras en las que el amor y la traicin son los elementos claves para terminar con la guerra o generar una Guerra Mundial que destruir ambos mundos para siempre.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento22 feb 2013
ISBN9781463350314
Stonehenge
Autor

E. Liliana Díaz Díaz

Nace el 4 de febrero de 1980 en Toluca, México. Desde pequeña siempre le gustaron los libros e imaginar historias. Estudia la Licenciatura en Filosofía en la Universidad Iberoamericana y la Licenciatura en Derecho. Después de graduarse, trabajó como docente en algunas escuelas preparatorias. A los 25 años cuando empieza la Maestría en Bioética, graduándose de ella con honores. Actualmente trabaja como abogado ayudando a una institución de asistencia privada que se dedica a adopciones y entregas de bebés. Debido a circunstancias personales adversas decide volver a escribir. Escribe primero un libro de aventuras para niños pequeños titulado “Las Aventuras del Capitán Mof y sus Amigos” pero este es el primer libro con el que incursiona en el mundo de la novela.

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    Stonehenge - E. Liliana Díaz Díaz

    PRIMERA PARTE

    El Cazador de Sueños

    CAPÍTULO 1

    Yousef era un don nadie. Toda su vida no había hecho nada de valor y no creía que lo fuera a hacer. Desde la escuela siempre había sido el chico al que molestaban y su sueño era que al crecer sería tan superior a ellos que podría desquitarse del abuso. Desafortunadamente, al crecer resultó que su sueño no era tan fácil de realizar como pensaba. Nunca destacó en nada. Siempre se creyó creativo pero, al llegar a la universidad, se dio cuenta que ni siquiera tenía eso. Incluso su físico dejaba qué desear. No era ni remotamente atractivo sino más bien feo, con piel morena, ojos rasgados, nariz ancha y boca grande y su timidez e inseguridad le impedía incluso poder conseguir alguna chica. Tan malo era que no consiguió empleo sino que hasta una compañera de la escuela consiguió que un vecino suyo, un genio electrónico, lo contratara de empleado para hacer sus trabajos de ensamble.

    Ese día, igual que los demás, caminaba con desgano hacia el taller de Leo. El trabajo no le gustaba pero era mejor que nada. Al menos lo tenía ocupado y no debía estar buscando. Llegó hasta la puerta de Leo y la tocó. Un hombre blanco de pelo rizado castaño vestido con jeans, una playera y una bata larga le abrió.

    - Llegas tarde – le dijo mientras lo examinaba bajo una enorme lupa que salía de un elástico sobre la cabeza. – Te dije que llegaras a las 7 hoy y ya son más de 7.30.

    - Lo siento – le dijo Yousef – Me quedé dormido.

    - Pues duérmete antes. Entra – le espeto – y apúrate. Tengo que entregar el proyecto mañana.

    Leo le abrió la puerta del taller. Adentro había varias mesas llenas de cables, piezas metálicas y herramientas. Yousef entró con parsimonia hacia una de las mesas y se quitó la mochila de la espalda. Observó a Leo ir con rapidez al fondo y sentarse frente a un robot prototipo en forma de saltamontes en donde empezó a trabajar. Yousef empezó a coger una de las tablas de ensamblaje y empezó a armar. Llevaba un buen rato soldando cuando oyó a Leo gritar de alegría. Levantó la mirada para ver a Leo reírse frente al insecto metálico que estaba volando encima de la mesa.

    - Cric – le ordenó Leo- fotos del escenario.

    El insecto metálico empezó a volar con rapidez por toda la estancia antes de regresar a Leo. Este le tocó un ala y el insecto empezó a desplegar en el aire toda la secuencia de fotografías tomadas. Yousef estaba asombrado. Era maravilloso.

    - Cric – le dijo Leo – Agua.

    El insecto cambió la imagen al instante y desplegó en el aire una foto del lugar donde estaba el agua y un mapa para llegar a ella.

    - Rutas de escape – le dijo

    Cric simplemente volvió a proyectar en el aire una imagen del único camino despejado a la puerta del taller. Yousef maldijo. El condenado de Leo lo había logrado. Había creado un insecto explorador y detector de peligros utilizando los nuevos conocimientos de Leo en cuántica. Era como un GPS para el lugar donde se hallara. Los militares estarían fascinados. No le sorprendía ver a Leo tan feliz. Desde que lo conoció siempre había sido un genio loco creativo y su carrera estaba a punto de llegar al sol con este nuevo invento.

    Yousef oyó al insecto empezar a sonar una alarma diminuta y casi de inmediato el sonido de la puerta.

    - Sí, también detecta peligros, amenazas y aproximaciones – comentó Leo. Así que, abre para que veamos de quién se trata.

    Yousef hizo lo que se le pedía. Una mujer regordeta de estatura baja estaba parada. No se podía decir que fuera bonita sino simplona. Ni siquiera la sonrisa que esbozaba la ayudaba. Vestía una blusa holgada color verde y unos pantalones beige. Llevaba el pelo recogido en una trenza larga. El insecto la vio y se acercó a ella dándole la vuelta. Edith al ver al insecto empezó a gritar y a tratar de matarlo con las manos. Pero el insecto era más veloz. Antes de que Edith se diera cuenta, regresó con Leo y empezó a reportar.

    - Mujer caucásica de un metro sesenta centímetros de altura, pesa 80 kilos, tiene una fractura en el tobillo soldada. No es factor de peligro.

    - ¿Qué cosa es esa? – preguntó Edith mientras se acercaba a Leo y al saltamontes.

    - Es mi nuevo invento – le dijo Leo – Un prototipo militar que tengo que entregar mañana. Aún le faltan pruebas pero estará listo para entonces. ¿Qué se te ofrece? – le preguntó secamente

    - Este… - empezó a decir Edith con incomodidad. Yousef sabía que a Edith le daba un poco de miedo Leo con sus modales bruscos y su excentricidad. – Sólo quería ver… si Yousef puede… cuidar a Roger en la tarde – preguntó con timidez. Al escuchar la palabra Roger, Leo sonrió. Sabía que el bebé de Edith era la debilidad de Leo.

    - Claro que puede cuidar al pequeño monstruo.- dijo – Incluso lo cuidaría yo pero tengo pruebas qué hacer. Deja que documente y te lo mando.

    - Gracias – dijo Edith y salió rápidamente por la puerta sin voltear a ver a verlo. Sabía que Edith se sentía pequeña al lado de Leo.

    Yows empezó a trabajar en los reportes de Leo y las fórmulas que le había dado para documentar su trabajo. Estaba tan entrada la noche que empezaba a quedarse dormido cuando lo vio. En la pared y, por una fracción de segundo, se vio la imagen de una mujer atada a una cruz antes de desaparecer. Se talló los ojos. Debía ser el sueño que tenía, pensó. Siguió trabajando cuando, de pronto, la computadora se quedó en blanco unos momentos. Se volvió exasperado a la pared y de improviso, se volvió a ver la imagen de la misma mujer atada a la cruz. Era una mujer de tez blanca y cabellos rojos largos que le caían a ambos lados de la cara. Uno de sus brazos estaba atado de la cruz y otro caía a uno de los lados y mostraba una enorme cicatriz. Yousef pensó que estaba viendo alguna imagen de computadora creada por Leo o Cric hasta que la vio respirar. Sí, podía ver cómo respirada. Su ojos se abrieron lentamente y musitó algo pero no podía entenderlo ni oírlo. La mujer levantó el brazo e intentó tocarla cuando la imagen desapareció. Yows maldijo. Había visto a una mujer de verdad.

    Leo no podía creer lo que Yousef le decía. Todo parecía ser una locura. Una mujer en la pared, claro. Seguramente, había estado viendo vídeos en internet, pensó. Se acercó a Cric y se sentó frente a ella.

    - Cric – ordenó – Última imagen. – El insecto no se prendió ni mostró reacción alguna. - Debe estar bloqueada – sentenció antes de empezar a teclear algunos comandos en su ordenador para reiniciar a Cric.

    Yousef se quedó contemplando como tonto la pantalla mientras Leo esperaba que el prototipo se destrabara. No sucedió nada. Leo maldijo en silencio. Tenía que encontrarse una mejor máquina, pensó mientras iba a su invento y con sus dedos aceitosos intentaba apagarlo manualmente. Cric empezó a emitir unos sonidos antes de poner en blanco. Parecía que se había apagado. Leo estaba furioso. Esperaba que el tonto de Yows no lo hubiera descompuesto porque si no tendría que empezar de nuevo y no tenía ganas de soportarlo toda la noche.

    - Enciéndelo – le ordenó a este.

    Este se acercó dócilmente al prototipo para cumplir con el encargo cuando sus ojos se encendieron al instante e irradiaron una luz hacia la pared. Leo ordenó a Yousef detenerse y ambos se quedaron expectantes unos momentos. Al ver que nada ocurría, Leo volvió a ordenar

    - No te quedes ahí parado. Teclea algo – le dijo exasperado.

    Este lo hizo mansamente pero no ocurrió nada. Estaban a punto de desistir del intento cuando la imagen volvió a aparecer en la pared. Leo no podía creerlo. Ante él estaba una mujer muy hermosa que lo veía a él. No a una cámara sino a él y le decía algunas palabras.

    - Increíble – dijo - ¿Lo ves? No parece nada animado - mientras con su dedo grasiento tocaba la pared y sentía la superficie rugosa de la misma. La mujer movió su mano y la puso frente a la suya. Leo sentía como si la pudiera tocar.

    - Increíble – le dijo Leo pero su interlocutor no respondió. Leo intuyó que algo andaba mal e iba a voltearse cuando vio a la mujer abrir de pronto los ojos con sorpresa y la escuchó gritar Cuidado antes de sentir un golpe seco en la espalda que lo dejó sin sentido.

    Edith llevaba largo tiempo esperando a que el ascensor llegara pero parecía que todo estaba en su contra. Se detenía en cada piso por lo que parecía una eternidad. Habría pensado en tomar las escaleras pero aún recordaba la horrible sensación de sudor resbalando por su cuerpo, el cansancio, la falta de aire y los calambres que atormentaban sus regordetas piernas para descartarlo como opción. Además, si era realista, no tenía ninguna prisa por llegar por lo que decidió seguir ejerciendo su paciencia. Aún no sabía por qué Raúl la había llamado, máxime después de que la había abandonado embarazada por su asistente laboral.

    Finalmente, las puertas del ascensor se abrieron. Dos personas salieron de él con cara de alivio y otras tres malhumoradas. Al final, la causa del retraso. Una madre regañaba a un niño de siete años que mostraba poco interés en el regaño y más una mirada pensativa de nuevas travesuras por hacer. La mujer le dio una disculpa llevándose a rastras al pequeño demonio. Edith esbozó una sonrisa mientras subía al ascensor. Entendía perfectamente a la madre pues, en algunos años, podría enfrentarse a esa situación.

    El ascensor se abrió en el sexto piso. Edith salió con tranquilidad y avanzó resueltamente por el pasillo hasta el mostrador, que estaba unos metros al frente. En él dos enfermeras conversaban mientras una tercera guardaba papeles en el archivero.

    - Disculpe, – les dijo – busco al señor Raúl Alcazar - Las enfermeras se callaron mientras una de ellas le lanzaba una mirada de franca enemistad mientras la otra buscaba entre sus papeles.

    - ¿Usted es? – le preguntó.

    - Edith Alcazar.

    - Su esposo está en la habitación 604. El Doctor está en estos momentos con él. – le repuso con una sonrisa. Edith odiaba que le dijeran su esposo pero no podía remediarlo no mientras Raúl no le diera el divorcio.

    No tuvo que caminar mucho para encontrar la habitación. Era la tercera a la izquierda. Al llegar, se detuvo y tomó aire antes de entrar. El cuarto era pequeño. Al avanzar unos pasos estaba la puerta al baño y, al dar otros tres más la estancia se ampliaba a un cuadrado de mayor tamaño donde estaba un sillón café al fondo, una mesa, una televisión empotrada y la cama en donde un médico revisaba a un joven que estaba sentado

    - Ya le dije que estoy bien – gruñía con enfado. El hombre sonrió al verla.

    - Hola Edith – le dijo. El médico al oírlo se volvió hacia Edith.

    - Hola, Raúl. Doctor – respondió secamente

    - Buenas tardes. – le dijo este - ¿es usted la esposa?

    - Sí, así es, ¿qué le pasó?

    - Sufrió una fuerte caída. Tiene algunas contusiones en la cabeza y los brazos pero, según la tomografía, todo está bien. Pero, las lecturas de su electrocardiograma y los estudios que le realizamos me preocupan un poco.

    - ¿Qué hay con ellos?

    - Su corazón late muy deprisa a pesar de haberle dado calmante y algunos niveles en los estudios no me acaban de cuadrar – le dijo mientras le mostraba el estudio. – Además parece que no ha comido ni dormido en días si no es que en semanas. Francamente, me gustaría tenerlo en observación un par de días. Pero, no quiere. Tal vez, Usted pueda hacerlo entrar en razón.

    - Ya veo. Déjemelo a mí.

    El doctor salió de la estancia y cerró la puerta tras él. Cuando Edith escuchó que se alejaba observó a Raúl. Estaba muy cambiado a pesar del poco tiempo transcurrido. Tal como decía el doctor se veía ojeroso, cansado. Su rostro estaba pálido y demacrado. La piel estaba macilenta y arrugada y sus ojos mostraban terror. Sus cabellos rubios, siempre tan arreglados y pulcros, estaban desaliñados y sucios. Su cuerpo estaba en los huesos. Era como si hubiera envejecido en tan sólo un año de su separación. El hombre abrió la boca para decirle algo pero Edith lo atajó.

    - ¿Para qué me llamaste?

    - Te ves bien, Edith – dijo Raúl sonriendo.

    - No sé para qué me molesto – contestó esta mientras se daba la vuelta para irse.

    - No, no te vayas por favor. Carol me dejó.

    - No me sorprende. Supongo que la engañaste. – Raúl se puso rojo y volvió la mirada.

    - No, no fue por eso. Edith, te necesito. No me queda nadie sino sólo tú. Por favor. Hazlo al menos por todo el tiempo que pasamos juntos, por Roger – Edith lo miró con enojo pero, al verlo con sus ojos suplicantes recordó por qué se había casado con él y suspiró.

    - Está bien. ¿Qué quieres?

    - Que me saques de aquí.

    - Ok, supongo que puedo hacerlo cuando pasen los dos días que dijo el doctor. – Edith observó a Raúl. Sus ojos se desorbitaron de terror al oír lo de los dos días a la par que veía nerviosamente a los lados.

    - No… no puedo quedarme. Me matarán.

    - ¿Te matarán? ¿quién? ¿de qué hablas?

    - Me ha estado siguiendo – dijo Raúl mirando sin parar a todos lados – desde hace días – susurró. – No puedo comer ni dormir. Está esperando la oportunidad para atacarme

    - ¿Quién? – preguntó Edith – Ya lo reportaste a la policía – Raúl rió nerviosamente al oírlo.

    - La policía no puede hacerle nada. Ahora mismo está aquí, me vigila. Mi tiempo se acaba. Tic tac tic tac. Sólo es cuestión de horas.

    - ¿Quién te vigila? - Raúl escuchó la pregunta pero no respondió. Miró a Edith unos segundos y, de la nada, le agarró con fuerza la muñeca - La noche es su momento y su disfraz, el sueño su medio. – musitó - Ten cuidado, Edith. Me vigila no sólo a mí, también a ti, a todos. No hay escapatoria. Así como me sigue, te seguirá y acabará contigo como lo hizo con mi padre. Todos vamos a lo mismo – exclamó culminando con una carcajada en la que Edith detectó la locura.

    CAPÍTULO 2

    Le tomó algo de tiempo descubrir dónde se encontraba. Al abrir los ojos, sintió un dolor en un brazo y mucha debilidad. Firy trato de recordar qué había pasado mientras cerraba los ojos y se llevaba una mano a su brazo izquierdo donde sintió una enorme y gruesa cicatriz que le dolía. Se miró el brazo y la visión casi la hizo desfallecer de nuevo. En todo su brazo tenía una inmensa cicatriz de carne quemada que ardía. Intentó hacer memoria de qué había pasado pero sólo tenía imágenes que la confundían más. Se puso a pensar. Lo último que recordaba con exactitud era que estaba con Elliot en la muralla del castillo porque los estaban atacando los tresorianos. Este estaba de pie haciendo algunas preguntas a un soldado. Sabía que se había incorporado un poco para ver qué pasaba cuando sintió que algo la rozaba en el cuello. Se tocaba el cuello tratando de ver qué había pasado cuando Elliot se volvió. De pronto, sintió dolor tan fuerte que perdió el conocimiento. De ahí, ya no tenía un recuerdo lúcido de nada. Suponía que había estado en cama porque cuando abrió los ojos un momento, vio a su padre y junto a la cama a Elliot; después, los volvió a abrir cuando alguien la arrastraba fuera del palacio pero nada más. En algún punto estaba de pie o alguien la tenía de pie porque recordaba haber abierto los ojos y ver al palacio frente a ella pero los ojos le pesaban mucho y volvía a sumirse en la inconsciencia. Finalmente, cuando se despertó, todo había sido muy confuso. Estaba atada de manos y pies. Había dos tresorianos a sus pies hablando. De pronto, uno de ellos escupió sangre y cayó al suelo. El otro se volvió pero una espada le atravesó el pecho antes de que pudiera reaccionar. Al sacarla cayó pesadamente. Firy recordó que Liot se volvió a ella, le dijo que recordara tocar a alguien mientras cortaba una de las cuerdas que amarraban su brazo cuando una prístina luz se proyectó frente a ella. Firy suponía que debió ser una de las lámparas que Elliot había ido a instalar a su hogar. Fue entonces cuando lo más extraño ocurrió. Firy pudo ver un cuarto con dos humanos frente a ella. Uno de ellos era moreno con cabellos castaños y no muy alto; el otro, era lo opuesto, con tez blanca, ojos azules y cabellos rubios rizados que la miraba con interés. Incrédula levantó su brazo para comprobar si era real cuando la imagen se difuminó junto con la luz. Liot se volteó hacia el balcón donde alguien jaló nuevamente la cuerda. La luz volvió a irradiar el espacio frente a ella. Firy vio que el cuarto con los dos humanos reaparecía y que el de cabellos rubios la miraba e incluso tocaba el aire frente a ella. Sin pensarlo, acercó su mano y podía sentir su calor. De repente el humano de tez moreno apareció de pie con algo en la mano y parecía que le iba a pegar al hombre rubio. Firy recordaba haber gritado Cuidado cuando sintió un jalón.

    - Cuídate. Iremos pronto por ti – fueron las últimas palabras de Liot al soltar las cuerdas de sus pies y manos.

    Suponía que Liot había dicho algo más pero no recordaba qué pues algo la succionaba hacia el cuarto. La fuerza era tan grande que sólo pudo cerrar los ojos y esperar que pasara. No sabía cuánto tiempo había pasado desde entonces. Suponía que había vuelto a perder el conocimiento pues no sabía cuánto hacía que tenía cerrados los ojos ni cuándo se había detenido la succión. De cualquier modo, al menos ahora tenía una vaga idea de dónde estaba. Si sus deducciones no le fallaban debía estar en Luminia, el mundo de los humanos. Aunque dónde exactamente, era difícil de saber mas si mantenía los ojos cerrados.

    Los abrió e intentó enfocar la vista a su alrededor pero el lugar donde se encontraba no era nada familiar ni siquiera estaba en el mundo de sombras. La luz era demasiado intensa a pesar de no haber ninguna bombilla encendida. Además, el lugar estaba lleno de mesas y de cables por doquier. Eso no la ayudaba mucho a determinar su locación. Se levantó del lugar donde se encontraba y se acercó a uno de los lugares con más sombra y avanzó hacia ella. Pero sólo topó con pared. Lo intentó de nuevo con el mismo resultado. No podía regresar a casa. Sin desanimarse, caminó hacia una puerta que estaba al fondo. Sin tocarla, intentó disolverse en las sombras para ir al otro lado de la puerta pero tampoco pudo hacerlo. Tras varios intentos sólo pudo disolverse en las sombras del lugar. Estaba atrapada. Sin saber qué hacer decidió intentar tocar la puerta. Como lo esperaba su mano no pudo traspasarla. De pronto, la perilla se giró. Firy se disolvió en las sombras hasta llegar a la pared.

    La puerta se abrió. El humano moreno entró con un portabebé seguido por el rubio que tenía un collarín. Lo vio avanzar con parsimonia mientras la luz se encendía. Sin perder tiempo, Firy se retiró a un espacio cubierto de sombras en una de las cortinas. El humano rubio empezó a vociferar

    - Verás ahora que encuentra a quien me hizo esto. – el moreno simplemente lo escuchó.

    Firy lo observó dejar al bebé en una mesa frente a ella. Este la vio y le sonrió, lo cual no era sorprendente pues los niños y bebés siempre eran más sensibles que el resto de los humanos. Firy le sonrió de vuelta mientras observaba que el humano moreno iba hacia un objeto tirado en el suelo.

    - Demonios, lo que me faltaba – le oyó decir al hombre rubio mientras observaba el objeto tirado y lo levantaba. Firy observó que era una computadora – ¿Está dañada? – el moreno la observó por algunos minutos antes de responder.

    - Parece que sólo se rompió algo de la pantalla. Pero, tendré que checarla.

    - Entonces, ¿qué haces parado? Apresúrate. – el hombre hizo lo que le decían y se apuró a encender la máquina. – Cric – ordenó el rubio. Firy observó que algo del tamaño de un insecto se acercó hacia el hombre – Revisa instalaciones. El insecto empezó a volar por toda la estancia pasando junto a Firy sin verla y regresó a los pocos segundos.

    - Instalaciones limpias – le oyó decir en una voz metálica. El rubio gruñó enojado. El sonido de la puerta hizo voltear a los dos hombres – Pasa - oyó decir muy enojado. Una mujer rolliza entró a la habitación.

    - Hola Yousef – le dijo al hombre moreno que volteó a verla – y hola… ¿Leo? – dijo consternada al verlo - ¿qué te pasó?

    - Alguien entró al taller y trató de robar mi prototipo – gruñó este – Me golpeó en la cabeza para tomarlo. De no ser por Yousef, lo habría conseguido. – Firy lo escuchó incrédula. Eso no era lo que había visto. De hecho recordaba que el hombre de nombre Yousef había intentado lastimar al otro y ahora, en vez de estar enojado con él o interrogarlo, al menos, hablaba de él como un héroe, distorsionando la realidad. Pero, los humanos eran muy extraños, pensó Firy, tal vez la traición era un signo bueno para ellos.

    - ¿Y Roger? – preguntó la mujer con angustia

    - Está en la mesa. No le pasó nada, mujer. – Ella se acercó de inmediato al bebé y lo abrazó. Volteó hacia donde estaba Firy pero, tal como imaginaba, no la veía. – De hecho, me agrada tener al pequeño, puedes dejarlo… - empezó a decir Leo mientras se volvía a donde estaban Edith y el bebé y la vio.– Ehh, tú.. ¿qué haces aquí? – le preguntó. Firy no podía creerlo pero sí, Leo la veía y le reclamaba. Intentó disolverse en las sombras pero no lo conseguía. Observó que los otros dos humanos se volvía hacia donde Leo veía sin verla.

    - Leo… No hay nadie ahí – oyó decir a la mujer. Leo la miró con enojo.

    - Claro que sí. En las cortinas está una mujer parada de cabellos rojos, ¿no la ven? – Edith y Yousef movieron la cabeza negativamente. Firy suspiró, tal vez si creía que era un figmento de su imaginación, podría salvarse.

    - Creánme, no estoy loco. Ahí está – decía obstinadamente Leo. – Cric, reconocimiento. – Firy observó nuevamente al insecto volar hacia ella y lanzarle una luz azul. Trato de evitarla pero no lo consiguió. Sintió que empezaba a desaparecer y no sabría a dónde dado que no podía volver a casa. Justo cuando el pánico la empezaba a invadir, el insecto regresó donde Leo.

    - Todo limpio. – dijo este. Leo tenía una expresión confundida mientras los otros dos lo veían con preocupación. Firy cayó y trató de recuperarse. No sólo no podía salir del cuarto sino que un humano la veía.

    - Tal vez el golpe de la cabeza fue más fuerte de lo que suponía – decía Leo. Firy suspiró. Podía pasar por una alucinación y quedarse en ese horrible lugar hasta encontrar la forma de volver a casa.

    - Deberías ver al doctor de nuevo – dijo la mujer.

    - Tal vez no sea mala idea – contestó Leo fijando la mirada en Firy.

    Esta se asustó. Si iba con alguien más, empezarían a hablar y los tresorianos sabrían dónde estaba y considerando que Liot la había mandado acá suponía que debía estarse escondiendo de ellos o de todos. Así que sopesó sus opciones y mientras los humanos estaban distraídos viéndose entre sí, se acercó a Leo y lo besó en los labios. De inmediato sintió calor que se irradiaba a su cuerpo y peso que se le añadía. Lo soltó y se volvió hacia los humanos que la veían boquiabiertos.

    - ¿Quién eres? – consiguió decir Leo saliendo de su estupor. Firy lo miró unos segundos tanto a él como a sus pies antes de responder.

    - No estoy segura. Pero creo que soy tu sombra.

    - ¿Qué quieres decir con que eres mi sombra? – preguntó Leo abruptamente.

    - Mira tus pies y los de tus amigos – respondió Firy. Leo hizo lo que esta la pidió. Tanto bajo Edith como de Yousef se podía ver la sombra de estos pero no la de Leo.

    - ¿Cómo es eso posible?

    - No lo sé con exactitud pero parece que cuando me tocaste nos vinculamos y, al llegar a tu mundo, reemplacé a tu sombra, razón por la que me podías ver.

    - Si eres una sombra, ¿cómo te podemos ver Yows y yo? – preguntó Edith

    - Al besar a Leo, le tomé prestada parte de su esencia, de su luminosidad. Por eso me pueden ver.

    - A mí no convences – dijo Edith – Creo que deberíamos llevarte a la policía – Se acercó y alargó el brazo para cogerla pero su mano la traspasó como si fuera una ilusión. ¡Qué demonios!

    - Es un holograma– sentenció Leo – Cric, busca el proyector – El insecto robótico dio rápidamente algunas vueltas en el taller y volvió a dónde estaba Leo

    - No hay proyector – respondió el insecto

    - Cric, investiga allá – ordenó nuevamente Leo señalando el lugar donde estaba Firy. El insecto dio vueltas y la cruzó como si fuera un espejismo antes de informar – Todo limpio – Firy podía ver las expresiones de incredulidad de todos los humanos.

    - Aún no me convence que no es un holograma – espetó Leo. Firy suspiró. Iba a tomarle más de lo que pensaba.

    - Si les doy una prueba de que no soy un holograma, prometen no decirle a nadie. Ninguno de los tres.

    - Ni que nos fueran a creer – dijo Edith. Firy esperó – Está bien lo prometemos – prosiguió tras ver asentir a Leo y Yousef con la cabeza.

    Firy sonrió. Se quedó pensando un rato qué hacer para probarles cuando vio a Yousef que estaba simplemente parado sin hacer nada y se le ocurrió una idea. Se disolvió entre las sombras de la mesa y avanzó hacia el humano. Tomó la sombra de un tubo tirado y apareció detrás de Yousef con el tubo en su cuello, sofocándolo.

    - ¿Ahora me creen?

    - Ok. Eres una sombra – sentenció Leo - ¿Cómo pudiste hacer eso?

    - Es fácil, al ser una sombra me puedo disolver entre ellas y manipular objetos inanimados pues, al igual que tú y yo, están unidos con su sombra.

    - ¿Por qué no podemos ver a nuestras sombras? – preguntó Edith

    - Sencillo. Las sombras que la luz del sol proyecta en este mundo no son personas como yo. Son portales. Es como el mundo detrás del espejo o sus famosos mundos paralelos. Por ellas las sombras podemos venir a este mundo a vigilarlo.-

    - Vigilarlo, ¿de qué?

    - De ustedes por el momento.- Al ver sus miradas, Firy les explicó – Desde siempre hemos existido y hemos ayudado a los seres que viven en este planeta. Siempre hemos buscado que el equilibrio natural se mantenga. Incluso, hace muchas eras tanto los humanos como las sombras teníamos una relación estrecha y podíamos estar juntos como ahora estoy con Ustedes, bueno sólo veían un bulto oscuro en forma humana, hasta que empezamos a ver que cada día se volvían más violentos, corruptos y conquistadores. Tratamos de advertirles de los peligros y ayudarlos a regresar al equilibrio pero no nos oyeron. De hecho, se volvieron peores. En la era que Ustedes llaman Edad Media y Renacimiento, los gobernantes empezaron a inventar historias de hombres lobos, vampiros y entes de la oscuridad que lastiman humanos, todo para que nos temieran y la relación se rompiera. Dado que la raza humana siempre ha sido muy manipulable, creyeron las mentiras y empezaron a acosarnos, a supuestamente tratar de matarnos, cosa que no pueden hacer porque pertenecemos a mundos diferentes. Así que las sombras decidimos quedarnos en nuestro mundo y simplemente venir a observar su desarrollo.

    - Si la relación se rompió, ¿cómo entonces te vemos? – preguntó Yousef quedamente.

    - Porque Leo me tocó. Nunca nadie ha tocado su sombra y, francamente, no sabía que se podía. De hecho, creo que he de ser el primer caso. Lo cual significa que como su sombra sólo puedo estar dónde Leo está.

    - Pero, ¿por qué estás aquí? ¿No se suponía que no debías intentar tocarme sino sólo vigilar y te vi tratando de tocarme? – dijo Leo secamente

    - Cuando les comenté que todas las sombras nos retiramos de su mundo, no dije toda la verdad. Un grupo de nosotras que aún creía en su parte buena, decidió quedarse para intentar convencerlos de cambiar, que se autodenominaron Tresorianos. El problema fue que a medida que convivían más tiempo con Ustedes se volvía como humanos y regresaban al mundo de la sombras a robar, a mentir, a secuestrar, a matar. Los intentamos mandar a un lugar llamado La Clínica donde podían recibir ayuda para salir adelante y volver a ser sombras. Pero, estar con Ustedes era como una adicción y siempre volvían hasta que empezaron a hacerse bandas para acosarnos. Ahora tenemos un gran problema de violencia por parte de ellos sin fin. Una de esas bandas atacó el castillo donde vivía y aunque no lo recuerdo con exactitud, creo que intentaron matarme. Así que mi gente usó una última medida desesperada para tratar de rescatarme y por eso vine. Me estoy escondiendo. Si los tresorianos supieran que se puede pasar a este mundo como lo hice, tanto su mundo como el mío serían destruidos.

    CAPÍTULO 3

    Elliot caminó a zancadas por palacio dando órdenes por doquier. Había mandado llamar a sesión al Consejo y ya estaban llegando. Cinco de ellos ya estaban instalados en palacio y había recibido aviso de sus vigías que dos comitivas se veían llegar. Sólo faltaban dos más. Así que todo el día había estado orquestando la seguridad que estaba en su máximo y organizando las habitaciones que ocuparían los lores. Desafortunadamente, desde su escape de Eris Grey su mente no estaba completamente enfocada tanto que no se dio cuenta de que uno de sus sirvientes se había acercado hasta que lo tuvo enfrente.

    - Su Majestad, Liot está de regreso – le dijo.

    Sin perder tiempo, dio las últimas órdenes antes de dirigirse a una de las torres laterales. Subió los escalones de dos en dos hasta llegar a la punta y abrió la puerta. Ahí, en medio de las sombras de la buhardilla estaba Liot junto a otra sombra más. Elliot la estudió. Era un hombre pequeño y redondo con poco pelo y mirada al suelo. Al darse cuenta que era Johan se volvió hacia el primero.

    - ¿La encontraste?

    - No, señor. Aún no – respondió este secamente

    - Sigue buscando. Debe estar en alguna parte.

    - Señor – intervino Johan –Tal vez deberíamos aceptar lo inevitable. Tal vez ella ya no esté con nosotros sino que la luz haya sido tan fuerte que, por error, la matamos – Johan levantó la mirada y observó la mirada iracunda de Elliot.

    - Firy está viva. – dijo este con rabia contenida – La conozco. Es una superviviente. Donde quiera que este, estará bien. Así que no pierdas el tiempo en suposiciones ridículas y búsquenla. A menos que no quieras obedecer mis órdenes – Johan miró nuevamente al suelo

    - No señor… digo, sí, su Alteza, la buscaremos. – Elliot le dirigió una última mirada antes de volverse hacia Liot – ¿Avances?

    - Ya cubrimos buena parte pero el mundo humano es enorme y nos puede llevar más tiempo de lo esperado. Supongo que es bueno que no sepamos nada de ella porque tampoco los tresorianos deben saber nada, lo que significa que se debe estar escondiendo muy bien.

    - Lo que sea. Sólo encuéntrala y, cuando lo hagas, cuídala. Nadie se le debe acercar. – Liot hizo una reverencia y junto con Johan desaparecieron en las sombras. Elliot suspiró. Otro día más sin esperanza.

    Salió de la estancia y bajó las escaleras hasta llegar a la entrada del palacio donde observó que Lady Emma entraba a palacio ayudando a Lord Eric quien por su edad avanzada, apenas podía cubrir la distancia con bastón y ayuda.

    - Milady Emma – le dijo acercándose. Esta volvió hacia él sus ojos castaños. Estaba en edad madura pero sus ojos y su carisma la hacían aún muy atractiva para cualquiera que la viera. Por ello no era nada sorprendente saber que había tenido varios amantes desde la muerte de su esposo, el Lord de Roca.

    - Su Majestad – dijo ella haciendo una reverencia – Largo tiempo sin verle.

    - Pero el placer de su compañía compensa cada minuto. – Lady Emma sonrió – Lord Eric, me apena mucho haberlo hecho venir hasta acá pero la urgencia de la situación lo ameritaba.

    - ¿Cuál es esa situación, Alteza? – preguntó este trabajosamente.

    - Les comentaré ampliamente al respecto, una vez que se reúnan todos. Por favor, mis sirvientes los llevarán a sus habitaciones para que puedan refrescarse antes de la sesión.-

    Lord Eric y Lady Emma hicieron una reverencia y se retiraron. Aún faltaban varias cosas por arreglar antes de la sesión y Elliot se apresuró a organizarlo todo. En esos momentos, podía comprender la necesidad de tener a su lado a una reina que le pudiera ayudar a realizar todos esos menesteres, máxime al ser el único que quedaba de su familia, lo cual le devolvía el dolor. Pero, eso sólo le recordaba a Firy, de cómo había llegado a encontrar nuevamente la esperanza antes de perderla, por lo que la preocupación volvía a llegar a su mente. Esperaba que estuviera bien y que no hubiera cometido un gran error.

    Cuando llegaron los últimos dos miembros del Consejo era tan tarde que la Sesión tuvo que posponerse a la primera hora del siguiente día. Elliot estaba tan cansado a esas horas que, después del banquete consiguió escabullirse mientras sus invitados empezaban a bailar. Su único deseo era poder descansar y tomar energía para lo que venía. Al llegar a su habitación y abrir la puerta, la vio y no pudo creerlo. Frente a él estaba Lady Emma desnuda y mostrando una sensual sonrisa.

    - Lo lamento – comentó Elliot – Me parece que me equivoqué de habitación. – Salió y cerró la puerta. En su mente, trataba de recordar si no habría equivocado el camino en su cansancio cuando una voz lo detuvo.

    - Elliot, espera. – Abrió la puerta nuevamente. Lady Emma se había cubierto con una larga bata – Por favor, entra. Tenemos que hablar – le dijo. Él se acercó con cautela después de unos segundos.

    - Si busca diversión, con gusto puedo enviar a mi mayordomo para que le consiga lo que desea. – Lady Emma sonrió

    - Si buscara amante, créeme que no necesitaría ayuda. En realidad quería probar una teoría.

    - Y. ¿qué teoría era esa?

    - Que está enamorado, su Majestad. – Elliot estaba sorprendido y rio gratamente.

    - ¿Qué le hace pensar eso?

    - He tenido muchos hombres en mi vida y créame he visto muchas reacciones ante lo que ofrezco pero la suya sólo demuestra dos cosas: que su padre le educó bien y que no le interesa otra mujer pues ni siquiera echó un vistazo. Así que supongo es cierto. Mateo le dio la mano de su hija.

    - Podría decirse. Me dio permiso de pedírselo.

    - No me sorprende de Mateo. – repuso la Dama – Desde que murió Delilah se volvió demasiado aprehensivo con su hija. Todos pensábamos que no la dejaría casarse así que darte permiso fue un gran paso para él. Así que, ¿dónde está Firy? ¿escondida aquí?

    - No. Está en un lugar seguro donde nadie la encontrará.-

    - ¿No me dirá dónde?

    - Lo lamento, entre menos sepan mejor.-

    - ¿Algo en lo que pueda ayudar?

    - Tal vez. ¿El nombre Eris Grey le suena familiar?

    - ¿Eris? – Emma lo pensó algunos momentos – Claro que la conozco. Era una mujer que dio varios dolores de cabeza de mi difunto esposo. Pero de eso hace eras.-

    - ¿Qué tipo de problemas?

    - Robó unas joyas de la Tierra de Roca; luego, intentó derrocar a Guillermo, lo que no funcionó; hizo actos de vandalismo en las minas, ese tipo de cosas. Todos asumimos que era por haber pasado tanto tiempo con los humanos. Recuerdo que Guillermo la mandó a la Clínica para tratar de curarla de la corrupción humana y nunca la volvimos a ver. Supongo que sigue ahí.-

    - Error. Es la líder tresoriana

    - Querrá decir líder de una banda.-

    - No. De todos. De alguna manera consiguió reunirlos y organizarlos para conquistarnos.-

    - No puede ser – dijo Emma sentándose en la cama de estupor.

    - Tengo algunas ideas para evitarlo pero voy a necesitar ayuda en el Consejo.-

    - Dime de qué se trata y veré qué hacer

    - Quiero disolver el Consejo.

    Elliot observó la mesa del Consejo. Todos los lugares estaban ocupados excepto por uno, el de Mateo. Elliot sintió una punzada de preocupación al pensar en Firy pero no era momento de sentimentalismos. Volvió su mirada al Consejo. Todos los lores se veían entre sí. Un par de ellos seguían en shock después de narrarles la historia del ataque a Tierra de Fuego. Elliot esperó.

    - Imposible - dijo de pronto David, el Lord de Tierra de Cenizas.

    - Cierto. Los tresorianos nunca se han aliado – dijo Lord Gabriel, amo de Tierra de Hielo.

    - Pero ya lo hicieron – intervino Lady Emma – Tenemos que hacer algo al respecto.

    - No podemos estar seguros de que no sea una mentira- comentó Diego, el Lord de Tierra del Sueño – Nadie lo presenció.

    - Su Majestad estuvo allí – repuso Emma - ¿Acaso su palabra no te vale? - Diego simplemente desvió la mirada. Elliot sabía que la incredulidad guiaba sus palabras. Nadie quería afrontar una situación de guerra.

    - Lo mejor sería llegar a una tregua. – propuso David.

    - O ver cómo salieron de La Clínica – intervino Diego – Se supone que debe ser segura- Todos los lores voltearon a ver a Lord Albert quien estaba a cargo de La Clínica.

    - Hemos tenido muchos casos de tresorianos – repuso nerviosamente tras sus gafas. – Pedimos ayuda varias veces y sólo hace tres años el rey Elliot nos envió algunas personas más pero no son suficientes, nunca lo son. Cada día llegan más tresorianos.

    - ¿Ven? – comentó Lord Enrique, dueño de las Tierras de la Muerte – Si Lord Albert no puede con unos cuantos tresorianos es su culpa y su responsabilidad y a él debe recaerle la obligación de atraparlos y llevarlos de vuelta.-

    - Ojalá eso fuera tan fácil – dijo Albert suspirando

    - ¿Fácil? Este es tu trabajo como Lord no buscar sólo lo fácil- le espetó Enrique.

    - Paz Enrique – intervino Elliot conciliatoriamente – Todos sabemos el gran esfuerzo y labor que realiza Lord Albert no sólo al entrenar a los sanadores sino al buscar curar a los tresorianos. – Elliot observó a Albert relajarse – Creo que sería bueno que comentara al Consejo a qué situación se enfrenta.-

    - Claro, su Alteza. Desde hace cinco años hemos tenido un aumento considerable en todos los internos en La Clínica. Se les ha intentado arreglar la mente y hemos tenido muchos casos de éxito – Albert se detuvo al oír a Lord Diego refunfuñar – Desafortunadamente, tenemos un número cada día más alto de tresorianos que se fugan…

    - … Y que acaban haciendo bandas de forajidos que nos acosan – terminó Diego – Mejor dinos algo que no sepamos. – Lord Albert carraspeó nerviosamente antes de continuar.

    - Hace dos años hubo un motín de tresorianos y se fugó cerca del setenta por ciento de los internos. – Expresiones de desconcierto se oyeron por toda la sala del Consejo.

    - ¿Por qué no fuimos informados? – bramó Enrique

    - Como saben, el ingreso a La Clínica no es forzoso sino voluntario y si no quieren permanecer allí, no se les puede obligar.-

    - Claro, Lord Albert se lava las manos y nos deja un problema enorme para que los demás lo resolvamos. – repuso Lord Gabriel.

    - Entonces, comisionemos a Albert para que los atrape y esta vez no los deje salir – intervino Lord Diego.

    - Debemos llegar a un tregua con ellos – insistió Lord David – Hay que recordar que ninguno de nosotros sabe de guerra. Hemos vivido en paz por más de mil eras.

    - El tiempo de treguas ya pasó – intervino Lady Emma – ¿No oíste? Los tresorianos no tienen reglas de nobleza de

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