Polvo Somos
Por Carmina Bretón
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Polvo Somos relata historias de esos momentos que cubren nuestra existencia de esplendor y belleza. A la vez que contiene cuentos, divididos en las estaciones del año, sobre las historias comunes que se albergan día a día en la Ciudad de México, Distrito federal.
Carmina Bretón
Autora de cuentos cortos en distintos géneros. Estudio la carrera de Antropología, sin embargo, pronto se dio cuenta de la concepción de mundo y hombre que tenía, la cual era de un horizonte más amplio que el de la ciencia, además abarcaba mundos posibles e infinitos que se perdían en la profundidad del mar literario. También viajo a Europa para estudiar en España la diplomatura en Proyección Artística. En la construcción de nuevas historias, Carmina encara al mundo actual con la sabiduría de disfrutar lo cotidiano, lo que gracias a la literatura se vuelve eterno. Maestra de cursos de Filosofía y Literatura en la BUAP (Puebla, México) y Creación Literaria, guionista, cuentista, ensayista, novelista.
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Polvo Somos - Carmina Bretón
COPYRIGHT
MARIA DEL CARMEN BRETON ROBLES ©
Obra de: Carmina Bretón
Cuidado Editorial: Gregorio Cruz
Diseño de cubierta: Kenya Fluorecente
Primera edición: 2014
Puebla, México
www.carminabreton.com
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni total ni parcialmente, incluido el diseño de la portada, ni registrada, ni transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni en ningún medio, ya sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro sin el permiso previo por escrito de la editorial.
Los Purificadores de Agua
El sol de un día domingo calienta las fachadas de las casas, Violeta recostada sobre la humedad de los cartones y el rocío matutino, se restriega la cara y con la uña espanta las lagañas de sus ojos. Son las nueve de la mañana en la Ciudad de México. Ella observa al ras del suelo zapatos de todos los modelos. Gente que pasa a toda prisa camino del trabajo. Violeta aparta los periódicos de su cuerpo y se pone de pie. Un hombre cincuentón, con el pelo enmarañado y luenga barba hasta el ombligo se acerca a ella y la saluda:
–Buenos días. ¿Conoce usted a Américo?
Violeta lo mira cautelosa, no habla y comienza a juntar los cartones en un rincón. El hombre permanece a la expectativa, mientras el sol penetra sus pupilas y después asegura:
–¡Observe y admire! Estos guantes son parecidos a los del gigante Canelo
Violeta lo sigue observando cautelosa cuando Tulio afirma:
No se incomode. Soy amigo de Américo. Ando buscándolo porque anoche me dejó preocupado.
–¿De qué conoce usted al chavo?
–¡Um! Jugamos damas chinas de vez en cuando en mi viejo tablero. Llevo algún tiempo pernoctando debajo del portal de la Iglesia.
–¡Ah! Ta bueno pues. Américo no durmió anoche conmigo. Yo no sé dónde estará. Su colchoneta quedó tendida en el suelo.
Una rata tan grande como un tejón sale del terreno de una casa abandonada. Violeta acerca una débil silla e invita al hombre a tomar asiento. Ella se sienta sobre un bloque de cemento. El hombre prende un cigarro y le dice a violeta:
–Me llamo Tulio. Yo sé que su nombre es Violeta. ¿No es asi?
–Pos. Le atinó.
–Salí a buscar colillas por la calle y aproveché para venir a presentarme. Necesitaba tomar un poco de sol. En la madrugada se me coló el pinchurriento frío en las espaldas.
Tulio le da una chupada a su cigarro y exhala humo purificado mientras Violeta abre una bolsa de plástico. Mete la mano en ella y extrae naranjas y tortillas tiesas que el día anterior consiguió en el bote de basura de la taquería de la calle trasera, mira por el rabillo del ojo a Tulio y pregunta:
–¿Ha comido? ¿Gusta?
Tulio agranda los ojos cafés cacahuate y responde:
–Una tortillita le agradezco. Es usted muy amable.
–Ahora dígame, ¿por qué anda usted preocupado por Américo?
–Es algo que vi ayer. Una actitud bastante sospechosa.
–¡Ah! Pos cómo. ¿Una actitud sospechosa?
–El morro, ¿Usted lo concibió? ¿Es su hijo?
-–¡Como si lo fuera! Lo conocí hace cinco años. Lo encontré sobre el pavimento de rodillas y muy enfermo. Tenía paperas (Pasa una señora vendiendo papas fritas) y lo llevé como pude a la cruz roja. Después decidió pasar su tiempo a mi lado aquí en mi pequeño rincón. Él cuenta que se lo madreó la droga. Su padre se avergonzaba de él. ¡Ya sabe usted! No le agradaba su físico. Ese joven intentando olvidarse de su gente saltó a las calles. Américo quiere olvidar todo su pasado debajo de las cornisas. Guapo es el canijo. Con sus ojos grandes como huevos. Logré regenerarlo ¡Fíjese usted! Le digo una y otra vez que las drogas son para seres debiluchos. Es por eso que ahora me preocupan tanto esas escapadas nocturnas.
Tulio la mira de reojo mientras desmenuza una cochinilla entre sus dedos y luego la embarra en una hoja. Con la uña larga del meñique se saca la cerilla del oído, un camión pasa por la avenida y deja una gran burbuja de esmog. Huele a contaminación. A lo lejos se divisa la parada del microbús y a un lado el local de la carnicería, desde donde brota cierto olor a cadáver malsano de res. Violeta exprime y chupa una naranja.
–No pues le digo que su morro y yo estábamos sentados cerca de mis territorios cuando de pronto llegó un cabrón y puso en manos de Américo un pequeño paquete, inmediatamente que lo recibió comenzó a reír, se puso de pie, y sin decirme nada se alejó corriendo a toda prisa.
–¡Me lleva el carajo! Exclama Violeta. Ya decía yo que lo he notado bastante raro. No me cabe la menor duda de que está haciendo estupideces. Ahora llevará creo yo, dos días de ayuno. Américo no come si yo no le ofrezco los alimentos. Está flaco como lombriz ¡pero bien corriozo!
–Es cierto que es un joven ágil. Pareciera que viene de buena familia.
–¡Viene de buena familia! ¡Sabe mandar! Debió tener sirvientes y lujos.
Violeta agita los brazos y asegura:
–A la fecha no se acostumbra a que en sus locuras yo no le haga caso. Pero al final de todo es dócil y obediente, es un infeliz que vive la vida alegremente. El chavo no se complica por pendejadas ni pequeñeces. Me ha ayudado mucho, él puso las tapias de madera y lámina que usted puede ver para resguardarme del frío.
Violeta se quita los huaraches y pone los pies sobre una caja para calentarse con los rayos de sol. Se soba los cayos. Una alfombra de alquitrán hay debajo de Tulio, que ama fumar. Acto seguido él asegura:
–¡Ah! Cualquiera diría que esta vida nuestra es desagradable y harapienta, pero así somos felices ¿no cree? De noche apreciamos las estrellas, la vía láctea, la luna. De día tostamos la piel al sol. Yo amo el crick, crick de los grillos, el croac, croac de los sapos. Américo forma parte de nosotros. Somos los sin techo, libres de toda atadura con nuestras costras en las espaldas. ¡Ujule! Yo recuerdo aquellos años en que fui a la escuela y tenía casa y familia. Bien recuerdo aquellos amaneceres. Las cortinas tapaban mi visión. ¡Vivía la vida bien apendejado! Me aburría horriblemente, yo solo quería saber qué pasaba afuera, en las calles. Encerrado no me sentía satisfecho. Aquellas cuatro paredes me sacaban salpullido, lo único que hacía por esos años era leer muchos, muchos libros. A la fecha estoy al tanto de todos los acontecimientos. Al acostarme cierro los ojos y dejo que mi cabeza invente miles de historias. ¿Conoce usted el libro El quijote de la Mancha
?
–¡Um! Pues creo que alguna vez en la secundaria escuché de él.
–¡Es maravilloso! Historias de un noble caballero y su amigo fiel. Muchas veces dentro de la historia son pateados y madreados por malvados, pero ellos se mantienen siempre unidos. ¡Sí, siempre unidos por una sola idea! ¡Conquistar un reino, conquistar una dama! ¡Que por cierto, debió haber estado bien buenota! ¡Y todo por una ilusión! ¡Qué vivan los sueños, sí señor!
–Señor Tulio, usted sí que sabe mucho. Yo soy harto feliz sin tener que hacer el mínimo esfuerzo para sentir los vientos. Duermo calientita entre periódicos y amanezco pegada a la naturaleza. Cuando aprieta el frío, Américo y yo nos rejuntamos y así calentamos nuestros cuerpos, lo único que me preocupa es que el chavo cuando está dormido a veces se me asfixia y tose mucho. Pero yo lo cuido. Es sonámbulo ¿sabe? Una que otra vez se ha levantado y se atraviesa la calle zigzagueando y sin cautela. Creo que una vez un