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Predico La Palabra: Una Colección De Sermones
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Libro electrónico193 páginas2 horas

Predico La Palabra: Una Colección De Sermones

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En esta obra, el autor ofrece a los lectores hispanoparlantes una seleccin de sus sermones predicados durante su largo ministerio.Huegel est jubilado y vive con su esposa de cincuenta aos en el estado de Texas. Sus tres hijos y una hija sirven en diversas formas en la iglesia.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento18 abr 2012
ISBN9781463324032
Predico La Palabra: Una Colección De Sermones
Autor

Juan E. Huegel

Breve biografía del autor Juan E. Huegel nació en la ciudad de Aguascalientes, México, hijo de padres misioneros. Él también sirvió como misionero de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) en México por cuarenta y dos años. Durante ese tiempo fue pastor de varias iglesias evangélicas, profesor y presidente del Seminario Evangélico Unido en la ciudad de México, y director del Centro de Estudios Teológicos en la ciudad de San Luis Potosí. Después de jubilarse, se mudó al estado de Texas, donde sirvió brevemente como profesor de teología práctica en el Seminario Teológico de Edinburg y fue pastor interino de tres congregaciones. Ha escrito varios libros en inglés y español. Radica con su esposa, Yvonne West, en la ciudad de New Braunfels, Texas. Tienen cuatro hijos y once nietos. Todos sus hijos sirven a la Iglesia en diferentes ministerios.

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    Predico La Palabra - Juan E. Huegel

    Copyright © 2012 por Juan E. Huegel.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:               2012905874

    ISBN:                      Tapa Blanda                                   978-1-4633-2404-9

    ISBN:                      Libro Electrónico                          978-1-4633-2403-2

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivadas de los mismos.

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    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    399993

    Contents

    Introducción

    1La luz del mundo

    2Sigamos las pisadas del maestro

    3Dos mundos en conflicto

    4Dios conoce tu escondite

    5Los ingredientes de un buen hogar

    6Cristo…¿te estorba o libera?

    7Emanuel: el nombre más importante de la biblia

    8La cruz – el escalpelo de dios

    9La piedra clave del arco

    10La restauracion de la piedra clave

    11¿Qué sentido tiene la vida?

    12¿Cuánto amas a jesús?

    13La iglesia: ¿monumento o movimiento?

    14Nacidos para decidir

    15Perdido… pero encontrado

    16La figura central del nacimiento

    17El magnetismo de la cruz

    18Esto encarga a hombres fieles

    19¿Para qué graduarse?

    20¿Qué significa la justificación por la fe?

    Introducción

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    En su segunda carta a Timoteo, el Apóstol San Pablo le escribe a su amado discípulo: Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo, redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina (4:1 y 2). Desde que el Señor puso por primera vez en mi corazón el deseo de servirle, comprendí que gran parte de ese servicio sería el de predicar su palabra. Hice mías las instrucciones del Apóstol a Timoteo.

    Al través de los cuarenta y dos años de servicio misionero en México, tuve el privilegio de servir como pastor de varias iglesias, y de predicar la Palabra de Dios domingo tras domingo. Mi deseo ha sido ofrecer al público evangélico hispano parlante una selección de los sermones predicados durante esos años.

    Debo primero hacer una advertencia. Siempre he creído que la predicación de la Palabra de Dios, para ser efectiva, tiene que ser dirigida a una situación específica. Algunos sermones parecen ser disparados con escopeta, es decir no apuntan a un solo blanco, sino a varios. Prefiero los sermones disparados con rifle calibre 22 con lente telescópico, es decir que le apuntan a un solo blanco. Muchos de mis sermones fueron predicados con una situación específica en mente. Por consiguiente, no tienen el mismo efecto cuando son leídos por personas en distintas situaciones que cuando fueron escuchados por una congregación particular a la cual fueron dirigidos.

    También debo hacer una aclaración: Con excepción de los últimos tres que fueron predicados en ocasiones especiales, los sermones están arreglados en forma cronológica, es decir desde los primeros años de mi ministerio hasta los últimos. Es posible que mis lectores noten un cambio de enfoque y desarrollo de estilo al pasar los años.

    Finalmente, relato un incidente crítico que afectó mi futura predicación. Inicié mi ministerio como pastor de una congregación rural en el rancho de Los Nogales, en el estado de Zacatecas. Pero una vez por semana me trasladaba a pie al rancho vecino de Los Félix, para un estudio Bíblico. Escogí para nuestro estudio la Primera Epístola de San Pablo a los Corintios porque creí que tenía un mensaje específico para la situación por la cual pasaba la congregación en ese lugar. Me preparaba con tiempo para este estudio utilizando todas las herramientas de la hermenéutica y la exégesis que acababa de recibir en el seminario. Cada Jueves en la noche, me reunía con un pequeño grupo de hermanos en el portón de la casa anfitriona para este estudio. Una noche, acercándose ya el fin de mi ministerio en aquel lugar, un hermano expresó su sentir con las siguientes palabras, Pastor, queremos agradecerle todo lo que ha hecho por nosotros, todas las noches que ha venido hasta este lugar para enseñarnos. Luego, titubeando un poco agregó, P’os los estudios han estado muy buenos… pero la verdad es que no le hemos entendido nada. Esas palabras me cayeron como un golpe muy fuerte. Esa noche en el camino de regreso a mi casita una perturbadora pregunta revoloteaba en mi mente: ¿Cómo era posible que con toda mi preparación teológica, con el trabajo exegético que había hecho, y todo el empeño que por dos años le había puesto a la enseñanza de la Biblia, estos hermanos no me hubieran entendido nada?

    Mi respuesta fue prometerme a mí mismo y al Señor que me había llamado a predicar su Palabra que jamás la enseñaría, ni la predicaría, sin hacer el mayor esfuerzo posible por explicarla con tal sencillez que todos la pudieran entender. Traté de hacer mías las palabras de San Pablo, Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría (I Corintios 2:1). Reconozco que hubo ocasiones en que no fui claro en mis mensajes y que lo que dije los que escuchaban no lo entendieron, y esto lo lamento. Pero sí puedo asegurar que aquella promesa marcó indeleblemente mi futuro ministerio.

    Espero que el mensaje de cada sermón que he escogido para este libro sea claro y entendible, y que mis amados lectores reciban una bendición al leer cada uno.

    Juan E. Huegel

    1

    LA LUZ DEL MUNDO

    Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.

    Juan 8:12

    Había llegado la última noche de la gran fiesta Judía, la Fiesta de los Tabernáculos. Ya se había dado gracias por las cosechas del año. Los peregrinos que pronto se retirarían a las aldeas y ciudades de Galilea y Judea y lugares más remotos caminaban hacia el templo. En el Atrio de las Mujeres se encontraba una gran multitud, pues ahí cada noche se encendían ocho lámparas colgadas de dos enormes candelabros. El resplandor de estas lámparas se difundía no solamente a los varios atrios del templo sino que también a las plazas y calles de la ciudad. Esta luz simbolizaba la columna de fuego que había conducido al pueblo durante las noches de su peregrinaje por el desierto.

    Se hacían los preparativos para las celebraciones de esta última noche. Por fin, en un momento dado, los sacerdotes se acercaron y encendieron las mechas de las lámparas. Al instante que la luz comenzó a brillar disipando las tinieblas del atrio, Jesús clamó a gran voz diciendo, — Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, más tendrá la lumbre de la vida.

    ¿Quién es este Jesús que puede afirmar que él es la luz del mundo? ¿Cuál es su misión? ¿Cómo recibirá el mundo su luz? ¿Su luz será permanente? Estas y muchas otras preguntas surgen en la mente de aquel que oye estas palabras de Jesús, Yo soy la luz del mundo.

    I

    Para los fariseos que las oyeron esa noche en el atrio del templo eran palabras de un engañador… un engañador porque daba testimonio de sí mismo. Ellos no comprendían que él había existido en el seno del Padre desde la eternidad, y que el Padre mismo daba testimonio de su Hijo. Este Jesús de Nazaret era el Verbo encarnado del cual nos habla Juan el Apóstol cuando afirma que este Verbo era en el principio, era con Dios, y era Dios. Todas las cosas que existen fueron hechas por Él, y en Él estaba la vida, la verdadera vida que Dios quiso dar al mundo, la vida de Dios que podía iluminar la vida oscura del ser humano.

    II

    Esta luz descendió al mundo para resplandecer en las tinieblas y su misión es disipar la oscuridad causada por el pecado. La luz vino para iluminar e instruir a la humanidad. La luz no eliminó del todo la oscuridad que hay en el mundo porque el Príncipe de las Tinieblas aún existe y gobierna en las vidas de muchos, pero esta luz sí marcó para siempre el camino hacia el Padre. La luz trajo esperanza, esperanza porque ahora en medio de la noche obscura del pecado con su tristeza, angustia, temor y desesperación, brilla una luz que trae un amanecer un nuevo día a cada persona que la sigue.

    Además, esta luz declara la guerra contra las tinieblas. El versículo cinco del primer capítulo del Evangelio según San Juan se ha traducido, más las tinieblas no la comprendieron. El original griego da el sentido de, mas las tinieblas no la vencieron. La luz entró al mundo y luchó contra las tinieblas y ellas no la vencieron. Aunque las tinieblas permanecen en el mundo, ellas y su jefe no han podido vencer esta luz, Nuestro Señor Jesucristo. Aunque la noche sea obscura, muy obscura, el Enemigo no podrá apagar la luz que vino al mundo para iluminar las vida de los hombres. El pecado puede dar la apariencia de que ha triunfado, pero es una apariencia falsa. La luz disipa las tinieblas y tenemos que seguir la luz que resplandece con fulgor eterno.

    III

    Nos interesa saber cuál fue la reacción de los hombres que se dieron cuenta de una luz que brillaba en la obscuridad de su pecado. La triste verdad es que reaccionaron en forma negativa. Dice el Apóstol: Y esta es la condenación; porque la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz (Juan 3:18). La luz vino al mundo para iluminar la vida de los hombres con sus tropiezos y caídas y sacarlos de la obscuridad, pero ellos amaron más las tinieblas. Esta es la tragedia de todo desarrollo humano. Y es natural que esta reacción negativa traiga condenación. ¡Qué condenación más grande es ésta! La luz viene para llenar la necesidad más grande del hombre y el hombre la rechaza.

    ¿Por qué reacciona el hombre así? La primera razón se encuentra en la naturaleza de sus obras. Sus obras son malas y no quiere que la luz las exponga; sus obras tienen cierta afinidad con las tinieblas. Aquí en el rancho se encuentran unos insectos llamados pinacates. Estos animalitos son negros y solamente viven en la oscuridad. Le tienen miedo a la luz. Su naturaleza es tal que les gusta la obscuridad. Varias veces en la noche me he divertido enfocándoles mi lámpara. Al momento que cae la luz sobre ellos empiezan a correr hacia los rincones obscuros, los agujeros, y las fracturas del piso. Y así son los hombres. La naturaleza de sus obras es tal que tienen un horror a la luz y huyen a los lugares más obscuros.

    La segunda razón por esta reacción negativa está relacionada con la primera. No solamente temen la luz sino que la aborrecen, y quieren apagarla, porque revela lo interior y lo íntimo de sus deseos y pasiones personales. La luz vino al mundo para iluminar la vida del ser humano y esparcir la noche de su pecado, pero él intentó apagarla. Este intento se realizó en la cruz donde los hombres crucificaron a Jesús, la luz del mundo, y se vuelve a realizar cada vez que una persona rechaza la luz. El ser humano no puede soportar la presencia de la luz porque ella revela que sus obras son malas, engañosas y traicioneras; ella penetra hasta el alma y revela su corrupción, y esto el hombre no puede soportar. Tú no lo puedes soportar y por eso resistes a Jesús. El expuso públicamente tu horrible condición y por eso prefieres las tinieblas.

    Afortunadamente hay la posibilidad de una reacción positiva. Dice el Apóstol, Mas el que obra verdad, viene a la luz, para que sus obra sean manifestadas que son hechas en Dios (Juan 3:21). La naturaleza de algunos hombres es tal que ellos vienen a la luz. Sus obras son de la verdad y tienen el deseo de acercarse a la luz. Esto se ve claramente en la vida diaria. El que está haciendo algo bueno, aunque sea de noche, no tiene temor si alguien le enfoca una luz que revela sus acciones. El que tiene temor es el que anda mal. Lo que es más, el que hace lo bueno se goza de que sus acciones sean expuestas, pues esto honra y glorifica a Dios. Gracias a Dios por aquellos que cantan de alegría por la luz que brilla en la noche y esparce las tinieblas, y se contentan en andar en la luz que ilumina el sendero de la vida. ¡Gracias a Dios por éstos que vienen al Señor Jesucristo, la luz del mundo!

    Cerca de la Ciudad de México en el bosque que se llama El Desierto de los Leones, hay un antiguo convento Carmelita ya casi en ruinas. Una de las atracciones de este lugar es su pasaje subterráneo. No conozco un lugar más obscuro. Al penetrar los varios cuartos de este subterráneo uno siente como si le estuvieran cubriendo los ojos con una densa capa negra. Se puede palpar la obscuridad. Un día de campo al bosque que rodea el convento nunca terminaba sin la visita tradicional al pasaje subterráneo. El propósito de la visita era el de divertirnos asustándonos unos a otros y espantando a los turistas inocentes que visitaban aquel lugar. Mientras que andábamos en las travesuras estábamos felices y aun nos acostumbrábamos a la densa obscuridad, pero ya cansados nos encaminábamos a un punto en el subterráneo desde el cual se podía ver un punto de luz que era la salida. Fijando la vista en este punto de luz, corríamos, y con cada paso se hacía más grande el puntito de luz hasta que nos encontrábamos una vez más en la luz del día. Cuántas veces he comparado mis experiencias en aquel subterráneo con la vida en este mundo. Para muchos es una diversión y un encanto andar en las tinieblas de la maldad. Se pasan la vida recibiendo los sustos del pecado y asustando a otros. Se acostumbran de tal manera a las tinieblas que ya ni se dan cuenta que viven en la obscuridad. Pero llega el momento en que algunos viendo la luz, aunque en forma muy lejana, enfocan su vista en ella, y corren por en medio de las tinieblas hasta llegar a la luz del día, el Señor Jesucristo. Hay otros, sin embargo, que al ver aquel puntito de luz se acuerdan de la diversión del pecado y por el temor de que sus obras sean expuestas por la luz, se retiran para siempre al subterráneo obscuro del pecado y la maldad.

    Si tu vida se parece como el caminar por un túnel oscuro y te sientes desorientado y has perdido la esperanza, fíjate en un puntito de luz que ves

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