Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La gente del río: FICTION/Historical
La gente del río: FICTION/Historical
La gente del río: FICTION/Historical
Libro electrónico163 páginas2 horas

La gente del río: FICTION/Historical

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

El padre de Canto del Río, Piensa Sentado, está cada vez más viejo y enfermo, pero confía en que ella lidere a su pueblo. Su mejor amiga se ha convertido ahora en su rival, puesto que ambas compiten para casarse con el hijo del gran jefe. Pero a medida que Canto del Río demuestra su valía, comienza a darse cuenta de que él no es el hombre que ella pensaba. Cuando una banda errante de guerreros llega a su valle en busca de un nuevo hogar, deberá utilizar su don de palabra. Ellos hablan la legua de su madre, de modo que puede entenderlos. Canto del Río se siente atraída por su líder pero no está segura de cuál es su lugar en la tribu. ¿Podrá esta joven muchacha mantener unida a su tribu tras la llegada de los nuevos guerreros, y de nuevo más tarde, cuando los guerreros hostiles ataquen su valle?

Ven a conocer a la gente del río en el Noroeste Pacífico, antes de la llegada de los comerciantes de pieles y los misioneros. Canto del Río vive en un valle de arroyos sinuosos que los abastece de trucha y salmón. Los robles abundan en este valle, rodeado de un bosque de cedros y abetos, cuyas copas forman un tupido dosel. Estos le proporcionan además los tablones de madera que utilizan para construir sus casas largas, sus canoas y sus tótems de bienvenida.

IdiomaEspañol
EditorialKristen James
Fecha de lanzamiento22 ago 2018
ISBN9781547537594
La gente del río: FICTION/Historical

Lee más de Kristen James

Relacionado con La gente del río

Libros electrónicos relacionados

Ficción histórica para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para La gente del río

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La gente del río - Kristen James

    La gente del río

    Kristen James

    Prólogo

    Otoño

    ––––––––

    Piensa Sentado, el jefe de la aldea, sostenía los huesos de salmón mientras bailaba, cantando suavemente en voz baja. Vestía camisa y pantalón de gamuza con adornos de conchas que habían obtenido de tribus costeras mediante el trueque, y que habían pintado con símbolos de su clan. Su cabello, ahora gris, ya no resplandecía al sol, pero sus ojos, vigilantes, brillaban de gratitud.

    Mientras se movía con la gente, su hija, Canto del Río, escuchaba la voz de su padre y el suave crujido de sus mocasines al pisar los guijarros desgastados por el río. La gente danzaba en la orilla, detrás de él, mientras sus voces se unían en una oración. El jefe Piensa Sentado alzó los huesos sobre su cabeza y cesaron los cantos. 

    —Jefe Salmón, regresa. 

    Nadie habló mientras dejaba caer los huesos de Jefe Salmón al río para que regresara a su lugar de origen. Envueltos por la belleza de la mañana, hicieron una pausa, para honrar al pez que les había dado la vida.

    Únicamente mostrando aquel respeto hacia el primer salmón cada otoño, conseguirían traerlo de vuelta. «Comienza un nuevo círculo», pensó Canto del Rio. La armonía de sus tradiciones les unía y los vinculaba a la tierra.

    Los guerreros salieron a pescar cuando terminó la ceremonia, pero Canto del Río permaneció junto a su padre, elevando su rostro hacia los suaves rayos de sol. Echaría de menos el sol durante el invierno. Le encantaba escuchar las historias que se contaban en las casas largas durante la estación fría, pero se sentía muy libre y feliz en verano. 

    El año que viene, cuando viajaran hasta la aldea principal para asistir a los juegos de verano, ella mostraría su valía ante Camina con Pumas, el hijo del gran jefe, y se casaría con él. Durante el verano las cosas no habían salido según sus planes y no se había casado. Muchas jóvenes se casaban después de catorce veranos, y este ya había sido su décimo quinto.

    Pero aquello no podía arrebatarle la alegría que sentía al verse rodeada por la belleza de su valle de arroyos sinuosos. Las hojas de los robles comenzaban a adquirir las tonalidades propias del otoño. Adoraba pasear entre los altos campos de avena en los que la hierba crecía por encima de su cabeza. El calor del verano los había teñido de amarillo y pronto quemarían la hierba seca junto con la maleza alrededor de su aldea. Estaban rodeados de colinas que se elevaban hasta que los robles se fundían con el viejo bosque de cedros y abetos, cuyas copas se erguían soberbias para capturar el agua de lluvia.

    —Estás danzando por dentro. —Piensa Sentado se volvió hacia ella y sonrió; el brillo de sus ojos reflejaba el amor que sentía por su hija.

    —¿Por qué no, padre? Tenemos tantos motivos para sentirnos dichosos. —Elevó sus manos hacia el cielo azul claro—. Cada vez somos más y gozamos de una buena vida en nuestro valle. —Pero cuando contempló el rostro de su padre, dejó caer los brazos, y su sonrisa desapareció—. ¿Por qué veo tanta tristeza en tus ojos?

    —He visto ir y venir muchos otoños y muchas primaveras. He tenido una vida feliz.

    —Padre, hablas como un anciano. No eres ni la mitad de viejo ni estás la mitad de arrugado que Canto del Búho. —¡No podía perder a su padre! ¡El pueblo no podía perder a su jefe!

    —Canto del Búho es fuerte, yo no lo soy. He mantenido mis pensamientos cautivos durante mucho tiempo, Canto del Rio, pero tus deseos te están empujando a tomar decisiones. Quiero que todo quede resuelto antes de dirigirme hacia la casa larga en el bosque.

    Canto del Río no respondió a sus tristes palabras, si bien intentó contener las lágrimas. Hacía muchos inviernos que su madre, Canto del Árbol, había recorrido el camino que llevaba a la casa larga y le había transmitido a Canto del Río el conocimiento de su lengua y sus canciones.

    —¿Deseas reunirte con Canto del Árbol? —Ella también deseaba ver a su madre, que procedía de la tierra de sus hermanos, al otro lado de la montaña. Canto del Río recordó los entrañables ojos de su madre; esperaba parecerse a ella. Dado que su madre pertenecía a la tribu de sus primos, la frente de Canto del Río no había sido achatada al nacer. Las otras muchachas la consideraban poco agraciada, pero a ella no le importaba. Su belleza provenía del corazón, al igual que la de su madre.

    —Sé que no quieres pensar en mi muerte, pero eres fuerte. —Su padre la asió por los hombros, con la mirada firme y orgullosa—. Tú puedes liderar nuestra aldea.

    Canto del Río entendió que su padre veía en ella cosas que los demás guerreros no podían ver.

    —¿Qué piensa el jefe Relámpago Azul? —Este era el líder de las cuatro aldeas de su tribu y tomaba decisiones tras procurar el consejo de los jefes de las otras tres aldeas.

    —El próximo verano tendrás que demostrar tu valía ante él, los juegos serán la mejor forma de hacerlo.

    —No, el próximo año le llevaré el símbolo sagrado. —Nadie podría oponerse. Ya había fallado una vez, pero sería más fuerte y estaría más preparada para los juegos del próximo verano.

    —No, hija, este verano no has podido conseguirlo. Concéntrate en lo que eres capaz de hacer, utiliza la razón y tus fortalezas. —La sacudió suavemente porque no podía ver la expresión de su rostro—. Vivimos un momento de bonanza, todavía no necesitas centrarte en tu trabajo. Ve a dar la bienvenida al salmón.

    Y así lo hizo mientras corría con sus fuertes piernas a lo largo del río susurrante. Su cabello trenzado se agitaba a su espalda mientras saltaba de piedra en piedra. Redujo la velocidad y subió la colina para contemplar su aldea desde la cima. La aldea de las cascadas era suya. Tenían tres casas largas; en cada una convivían cuatro familias.

    El abuelo cedro les había dado muchos árboles para construir sus casas. Utilizaban cuñas para tomar prestados grandes tablones de madera sin arrancar el árbol del bosque.

    Su gran río había dado vida a los árboles y al pescado que alimentaba a su pueblo. Por ello se sentía agradecida, y de nuevo, alzaba su rostro hacia el cielo. El azul celestial y el azul del río eran sagrados para ellos.

    El Jefe Salmón estaba sentado encima de su tótem para proteger la aldea y dar la bienvenida a todos. Su pueblo disponía de dos canoas talladas a mano para asemejarse al gran salmón.

    —¡Jamás me marcharé de aquí!

    —¿Estás segura? —Corredora Veloz la sobresaltó e hizo que Canto del Río se diera cuenta de lo absorta que se había quedado al verse rodeada de tanta belleza. Pero Corredora Veloz no tenía ningún derecho a interrumpir aquel momento. Canto del Río le lanzó una mirada desaprobatoria a su amiga, pero a ella no pareció importarle lo más mínimo—. Parece como si te fueran a salir unas alas de águila y estuvieras a punto de alzar el vuelo.

    —Soy tan feliz que podría volar. —Canto del Río sonrió, sintiendo la brisa en su rostro—. Pero amo demasiado a mi río. Se sentaron en silencio. Corredora Veloz había recibido su nombre debido a sus largas piernas, que corrían más que las de cualquier otra muchacha de su edad. Su padre contaba con muchas cualidades que ofrecer a la hora de conseguir un buen matrimonio para su hija, que además tejía las mejores chaquetas de cedro de la aldea. Ahora Corredora Veloz llevaba una hermosa chaqueta tejida, sin forro de piel, ya que todavía no hacía frío. A pesar de todo, Canto del Río nunca había sentido envidia de ella porque eran amigas, aunque sospechaba que Corredora Veloz se había vuelto en su contra en los últimos dos años. Su amistad se había convertido en una clara competencia.

    Afortunadamente, durante el invierno les había tocado vivir en dos casas largas diferentes de la aldea. Canto del Río deseaba que Corredora Veloz se hubiera casado y se hubiera mudado a otra aldea tras los juegos de verano. Ambas querían casarse con Camina con Pumas, pero él todavía no se había decidido. Sabía que podía elegir a cualquier muchacha de las cuatro aldeas, por lo que no tenía prisa en casarse. Su tribu contaba con más mujeres que hombres en edad casadera, lo que preocupaba a muchas mujeres.

    Los juegos de verano habían llegado a su fin y todavía faltaba mucho tiempo hasta que se celebraran los juegos del próximo año, de modo que no había ninguna razón para hablar sobre aquello ahora. Pero veía que su amiga seguía pensando en ello.

    —Los hombres hablan de si podrás ser el nuevo jefe de la aldea. —A Corredora Veloz parecía no importarle que aquella conversación pudiera ocasionar una mayor tensión entre ellas. Sabía que sus palabras no habían sido gentiles, pero observaba intensamente a Canto del Río esperando una respuesta.

    Canto del Río no respondió.

    —No podrás ser el jefe de nuestra aldea si te casas con Camina con Pumas.

    —¿Por qué no? —Canto del Río sabía que Corredora Veloz no podía ejercer ningún control sobre aquel asunto, de modo que no tenía derecho a hablarle al respecto.

    —Vivirías en la aldea principal.

    —Tal vez —dijo Canto del Río, sin querer pensar en tener que elegir entre ser el jefe de su aldea o casarse con Camina con Pumas. Las costumbres podían cambiar, podría haber una manera de hacer ambas cosas. Recordó la época cuando Corredora Veloz y ella jugaban juntas sin preocuparse por el futuro—. ¿No es bueno para todos que mi padre sea el jefe de la aldea? Todavía me quedan muchos veranos para demostrar que puedo seguir sus pasos.

    —Eso no es lo que se comenta en la casa larga.

    —¿Qué saben ellos? —Se levantó y caminó río arriba tratando de recuperar la aletargada felicidad que sentía antes, pero la rabia se apoderó de ella tras los comentarios de Corredora Veloz.

    Deseaba con todas sus fuerzas casarse con Camina con Pumas, pero también quería lo mejor para su gente. De ahí provenía su ira. Si tenía que elegir entre lo uno o lo otro, optaría por liderar su aldea en lugar de casarse con Camina con Pumas.

    No esperaba con ilusión la llegada del invierno. ¡Debería estar casada! Ahora se pasaría la larga estación de lluvias preguntándose si Camina con Pumas la prefería a ella o a Corredora Veloz, que era alta, rápida y sabía tejer. Y su cabeza había sido achatada, con lo cual también se la consideraba más hermosa.

    No, no podía pensar en ello. Además, había comenzado ya la temporada de pesca, de recolectar bellotas para triturarlas y de cocer al vapor las tiras de cedro para tejer más chaquetas. Su padre era sabio y le había dicho que ella era fuerte. Y así sería.

    Capítulo Uno

    Después del invierno

    ––––––––

    Las exuberantes hojas verdes llenaban la orilla del río mientras se dirigían hacia el sur para asistir a los juegos de verano en la aldea principal. Su gente se sentó en dos canoas grandes y, mientras que en la otra canoa remaban hacia adelante, ellos se dejaban arrastrar por la corriente. Ya no podían ver sus casas largas. Aquella mañana, Canto del Río se había despedido de su hogar y sabía que podían pasar muchos días o muchas lunas hasta que

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1