Mamá Enséñame a Besar & No Digas Nunca Jamás
Por J. Gasan
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Mam Por qu no me enseas t a besar?
Yo? Pero Cmo? Yo yo soy tu madre, hijo. Yo soy tu madre! Los besos en la boca, no sedan a los hijos, se dan por amor, se dan por deseos. No creo que ese sea nuestro caso.
Pero Lo que es la vida! Quin me lo habra de decir a m!
Cuando la vida te hace pasar por ciertas circunstancias. Cuando se es an joven, cuando se tiene un cuerpo sano y vigoroso como el mo, cuando se est acostumbrada al desahogo que nuestro cuerpo demanda, y este desahogo ya no lo tienes, cuando descubres que a t lado hay una persona del otro sexo y ves que su naturaleza se manifiesta en demanda de satisfacer sus necesidades lo mismo que t, cuando descubres en su mirada que te est deseando con locura, que te est deseando tanto como t a el en esos momentos. Cuando se llega a este punto, independientemente de los lazos que te unan a esta persona, llega un momento que ya no sabes ni quin eres. En ocasiones surgen circunstancias donde nadie puede asegurar poderse controlar. De veras; llegado a este punto, nadie puede decir: Nunca jams.
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Mamá Enséñame a Besar & No Digas Nunca Jamás - J. Gasan
Contents
Dedicatoria
Mamá enséñame a besar
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE
12 años después:
TERCERA PARTE
ÚLTIMA PARTE
No digas nunca jamás
CAPÍTULO PRIMERO
CAPÍTULO SEGUNDO
CAPÍTULO TERCERO
ENCUENTRO CASUAL ENTRE NORMA Y HELEN
EPÍLOGO
Dedicatoria
Esta obra está dedicada en especial a las Sras. Helen, Norma,
Pepi, y a todas las mujeres de nuestro planeta, con cuales quiera que
sean sus nombres. Ya sean madres, hijas o hermanas. A todas las
mujeres a las que una sociedad injusta, hipócrita y moralista,
un día las condenó y las sigue condenando por ejercer las necesidades
de su cuerpo y alcanzar la felicidad de una forma responsable,
consentida, y libremente elegida.
Mamá enséñame a besar
PRIMERA PARTE
— Mamá, me voy un momento a casa de Sonia.
— ¡Helen! Llévate la bicicleta y cuando regreses traes una garrafa de agua del manantial, que ya no nos queda casi nada, ¡Ha! y ya sabes, a la una en punto aquí, que a tu padre le gusta que cuando él llega a comer, estemos todos ya sentados a la mesa.
— Siempre igual mamá, cuando se terminará esa costumbre de tener que comer siempre todos juntos.
— Calla la boca Helen, son las costumbres de la casa y el que no esté de acuerdo – ya sabes.
La casa de Sonia dictaba unos 150 m, a las afueras del pueblo, camino de la cascada. La casa estaba independiente del resto, entre su casa y las otras, había unos solares amplios donde los niños solían jugaban a la pelota. La casa estaba compuesta de dos plantas, en el piso inferior, tenía una cocina grande, un aseo, un gran salón – comedor y un cuarto trastero. El piso superior, contaba con cuatro dormitorios, con sus correspondientes balcones y un cuarto de baño muy grande. Detrás de la casa había un patio de trescientos metros cuadrados y un garaje para tres coches. El resto del patio, estaba destinado a jardín. Rosales, geranios, hortensias, margaritas, adelfas y tres magnolios. En el centro del jardín, una pequeña piscina.
Los padres de Sonia se defendían bien económicamente. Tenían un taller de reparación mecánica de coches y no les faltaba trabajo nunca. Sonia era hija única pero su casa siempre estaba llena de niñas y niños, pocas casas en el pueblo contaban tantas comodidades y era la única que disponía de piscina. La fachada principal, era de piedra vista bien labrada hasta la altura del primer piso, el resto era de ladrillo y cemento pintado de color ocre. Tres balcones daban a la fachada exterior y dos al patio.
Helen era la mejor amiga de Sonia, pasaban juntas la mayor parte del día, eran amigas desde que empezaron al colegio y entre ellas no existían los secretos.
Helen tenía 12 años y Sonia trece, a pesar de ello, Helen estaba un poquito más desarrollada físicamente que Sonia. A ambas, les había llegado la regla ya hacía diez o doce meses, físicamente, ambas eran unas mocitas y muy bonitas por cierto. Sonia era de estatura normal, sobre 1,65 m. tenía dos preciosas trenzas de color castaño que le llegaban casi hasta las caderas, unos bonitos ojos color avellana, rostro bien proporcionado, labios normales con la comisura ligeramente inclinada hacia arriba y piel fina con algunos granos. Su cuerpo a pesar de su corta edad, ya estaba totalmente desarrollado y bien proporcionado.
Helen a diferencia de su amiga, tenía el cabello ligeramente ondulado, negro como el azabache, fuerte y a la vez suave como el terciopelo y de un brillo natural que ella se encargaba de mantenerlo siempre limpio y bien cuidado, lucía siempre una melena abundante preciosa hasta media espalda. De estatura similar a la de su amiga, su piel era fina y suave con un bello cortito que parecía la piel de un melocotón, sus carnes eran apretadas y perfectamente amoldada a su estructura, sus piernas gozaban de ser las más bonitas de cuantas había en todo el entorno de la comarca. Su rostro era perfecto, nariz perfecta, boca sensual, sonrisa esplendida que jamás le abandonaba, y unos ojos negros grandes y brillantes como el lucero del alba. En definitiva un cuerpo de sirena para soñar. Era sin ninguna duda, la jovencita más atractiva del lugar, y traía de cabeza a todos los chicos del pueblo. Todos la rondaban y la pretendían, las gentes decían que parecía una muñeca hecha de encargo. Todo en Helen era físicamente perfecto.
En los estudios era la primera de la clase y jamás, había suspendido una asignatura. Tenía una capacidad para los estudios poco usual, y generalmente siempre la sobraba tiempo de hacer los ejercicios en clase y jamás llevaba deberes a casa, además, se permitía el lujo de ayudar a su amiga Sonia a hacer los suyos – y gracias a Helen, Sonia conseguía sacar los estudios adelante. Helen jamás escatimaba esfuerzos para ayudar a su amiga siempre que esta se la solicitaba. En su familia no eran conscientes de su verdadera capacidad y no la valoraban en su justa medida, pensaban que eso era su obligación y nunca Helen recibió ningún tipo de halagos ni ningún otro tipo de recompensas ni consideraciones. Realmente los padres eran bastantes rectos y fríos con una criatura con cualidades semejantes. En cualquier caso Helen estaba –si el destino no la traicionaba, destinada a hacer grandes cosas en la vida.
Helen cogió su bicicleta y la garrafa, y se marchó a casa de su amiga.
Sonia estaba en su cuarto jugando con sus muñecas, tenía una buena colección que todas sus amigas envidiaban, el vestido de una de las muñecas le llamó la atención a Helen, la tomó en las manos y preguntó a Sonia:
— ¿Cuándo le has comprado este vestido tan bonito a la muñeca?
— No se lo he comprado, se lo ha confeccionado mi tía Carmen.
— Es precioso – respondió Helen. Me gustaría algún día poder aprender a coser así.
— Si quieres hablo con mi tía para que te enseñe, ella es modista.
— Me encantaría, contestó Helen poco convencida. Dos días después:
— Helen ven conmigo, vamos a casa de mi tía Carmen a llevarle unos pantalones de mi padre a que les haga un arreglo.
La tía Carmen, vivía en Madrid desde hacía muchos años, en una habitación de su casa, tenía habilitado su taller de costura donde ejercía de modista y tenía por cierto una buena clientela que había hecho a lo largo de los años. Era muy buena modista, La señora Carmen, difícilmente perdía una cliente, además de buena profesional, era muy amable, tenía carácter de empresaria, sabía perfectamente lo que traía entre manos y tenia don de gentes para el negocio, que se suele decir.
La señora Carmen, era hermana de la mamá de Sonia, se había marchado a Madrid cuando aún era una jovencita y había aprendido el noble oficio de modista. En el pueblo, había heredado una humilde casita, donde todos los veranos solían pasar algún tiempo de vacaciones.
— ¡Tía! Esta es mi amiga Helen, de la que te hablé, la hija de la Sra. Rosa.
— ¿Así es que tú eres la hija de Rosa?
— Si señora, soy su hija.
— Tu madre y yo, éramos muy buenas amigas de niñas. Es buena gente. Según me ha contado Sonia, te gusta la costura, ¿es así?
— Si señora me encantaría aprender costura y confección.
— Bueno jovencita, yo estoy de vacaciones y no dispongo de mucho tiempo pero puesto que eres amiga de Sonia e hija de mi amiga Rosa, puedes venir un par de tardes por semana hasta que yo marche, algo aprenderás, ya verás.
— Gracias señora Carmen.
— De nada Helen.
A Helen la traía de cabeza la ropa bien confeccionada, le gustaba ir bien vestida, era elegante. A pesar de su corta edad. Helen jamás salía a la calle vestida de cualquier manera. De eso se cuidaba mucho, era muy coqueta.
— Bueno señora ¿y cuando puedo empezar?
— Si te viene bien puedes empezar el próximo lunes, y vuelves el jueves, de cinco a siete de la tarde. ¿Te viene bien?
— Si señora, aquí estaré.
A Helen como ya queda dicho, le gustaba vestir bien, y si aprendía a hacerse ella misma su propia ropita, aun mejor. Así podría presumir de vestir bien y le costaría menos dinero. (Helen a pesar de su corta edad, era muy austera) A Helen, le gustaba administrarse. Pero lo de la costura, era solo un hobby, una forma de demostrar que podía ser autosuficiente cuando fuese mayor. En realidad la autentica vocación de Helen era estudiar leyes o administración, siempre se le habían dado muy bien las matemáticas y también sentía pasión por los temas de justicia. De mayor le gustaría ser jueza o fiscal. Y si no. Directora de empresa o al menos administrativa o contable, o en todo caso, si no lograba los objetivos soñados, seria alcaldesa. Si, la alcaldesa del pueblo. Para poder estar a la altura de las gentes más influyentes del pueblo y de esta manera poder enfrentarse de tú a tú con personajes como el cura párroco del pueblo quien le caía fatal. Pasaba de él, era un mentiroso y un hipócrita. Helen, ya había tenido algunas diferencias con él.
En aquellos años, era muy habitual, que los curas de los pueblos sobretodo en las zonas rurales, fuesen al menos una vez al mes por los colegios para comprobar el nivel de influencia de la religión entre los niños. En una ocasión Helen, en la rueda de preguntas que el cura ofrecía a los niños para ver cuáles eran sus inquietudes. Helen, le había preguntado – como podía ser que la virgen María, pudiera seguir siendo virgen estando casada, y después de ser madre y seguir casada, aún siguiera siendo virgen. Y todo eso a pesar de haber tenido después de Jesús, mas hijos.
El cura no salía de su asombro ante tamaña pregunta hecha por una niña tan jovencita. En otra ocasión, le preguntó que si Dios era tan justo poderoso, y estaba siempre presente en todos los sitios, ¿por qué entonces permitía tantas injusticias en el mundo? ¿O es que el demonio tenia tanto poder como Dios y no se lo permitía? El Sr. Cura no daba crédito a tal atrevimiento.
A Helen las respuestas del cura siempre la dejaban muy confundida, pero no le convencían. Un día el cura al término de su visita, le dijo a la profesora:
— ¡Caramba con la niña! Que atrevida es.
— Si señor cura, Helen tiene mucho carácter, pero es la niña más despierta e inteligente de toda la clase.
Helen sufría ante tantos casos de hipocresía e injusticia en el mundo, le gustaría erradicar todos los casos de abusos y barbaridades de la faz de la tierra. Estaba convencida y si un día podía, lucharía, y aria todo lo imposible por conseguirlo.
Pero ¿Quién sabía lo que le reservaba el destino?
El lunes siguiente Helen estaba en casa de la tía Carmen a la hora acordada, el jueves exactamente lo mismo, y jamás falló un solo día a su cita con la señora Carmen, hasta que la señora Carmen terminó sus vacaciones y hubo de regresar a su domicilio de Madrid.
La señora Carmen enseguida se percató de la gran capacidad e inteligencia de Helen y antes de su marcha, le dijo que se lo tomase en serio porque tenía capacidad para alcanzar todo cuanto se propusiera en la vida, que no se conformase con ser una simple ama de casa cuando fuese mayor, que la vida tenia reservadas grandes sorpresas a las personas inteligentes como ella. La felicitó por lo deprisa que estaba aprendiendo y le dio su teléfono por si en algún momento necesitaba de ella.
Un día a primeros de Agosto cuando Helen llegó a casa de su amiga Sonia, esta salió a su encuentro acompañada de un jovencito. Sonia no disimulaba su estado emocional de sentirse acompañada de un chico tan guapo, y sin disimular su estado, con una sonrisa evidente se dirigió a Helen diciendo:
— Helen quiero presentarte a mi primo Pierre.
Pierre y Helen se miraron y Pierre le dijo a Helen muy bajito al oído mientras le estampaba dos sendos besos en la mejilla:
— Helen eres muy bonita.
Helen sabia por Sonia que en breve llegaría su primo Pierre. Pero en ningún caso le había hablado de cómo era Pierre físicamente. Para Helen fue una sorpresa maravillosa, algo totalmente inesperado, algo sin precedentes en su vida. Tan pronto se encontró frente a ella aquellos ojos de Pierre, notó unas sensaciones totalmente desconocidas por Helen hasta este momento. Era como pasar de pronto a otra dimensión de la vida, algo inexplicable, algo irreal, algo especial. Era como si de pronto hubiese sido poseída por una fuerza sobrenatural. De pronto había descubierto que de aquel chico emanaba una especie de aureola espiritual que la envolvía y la paralizaba sin que ella pudiese hacer nada para evitarlo. Por eso cuando él le dijo al oído que era muy bonita, Helen sólo acertó a decir – Tu también.
Helen de pronto notó unos sudores tremendos y se imaginó roja como un tomate.
Helen en el resto de la mañana, no se atrevía a mirar de frente a Pierre, temía encontrarse con su mirada y de su boca no salía palabra alguna. Temía que él descubriese su estado emocional. Intentaba disimular, pero no había manera, de pronto se había sentido intimidada y disminuida por la presencia de aquel jovencito que le había distorsionado totalmente su voluntad y modificado su carácter. De pronto, ante Pierre se sentía reducida a su mínima expresión, se sentía totalmente azarada, notaba que ante la presencia de Pierre, su carácter quedaba disminuido, menguado, despersonalizado.
El resto del día, lo pasó dándole vueltas a lo sucedido sin sacarle la mínima explicación. Pero para bien o para mal era algo que no conseguía quitarse de la cabeza. Helen jamás había sentido nada parecido ante la presencia de ningún chico, y lo cierto era que a pesar de no comprender nada, de sentirse totalmente confusa, tampoco le disgustaba, sin saber el motivo, se sentía tremendamente atraída por todo lo sucedido. Ansiaba volver a sentirse cerca de Pierre.
Aquella noche Helen apenas pudo conciliar el sueño, no podía apartar de su mente el encuentro del día anterior con Pierre, y las sensaciones vividas. Aquellos ojos de Pierre eran como dos tremendos imanes que le arrastraban hacia el sin que ella pudiese