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A Través De La Ventana De Sus Ojos
A Través De La Ventana De Sus Ojos
A Través De La Ventana De Sus Ojos
Libro electrónico775 páginas11 horas

A Través De La Ventana De Sus Ojos

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La prorrogacin a la obediencia ha hecho que el mundo viva sumergido en una ola vertiginosa de engaos. Por desobediencia, sobre la tierra, se han levantado guerras, tumultos y destruccin; cuyo suelo grita de dolor y tiembla de espanto porque la vanidad la est destruyendo. Por consecuencia humana, la tierra est inficionada de maldad; el ocano se ha salido de sus mrgenes arropando la tierra, cuyas olas entran por toda la zona terrestre; pidiendo cuenta, la naturaleza azota la tierra con furor, extrayendo la profanacin que est incrustada en su suelo. No obstante, desde el cielo, un ngel se encuentra observando a travs de la ventana que da al mundo, la cual por impetuosidad, descorre la cortina del cielo, presenciando al mundo ahogarse en una ola de desastre; como acto de benevolencia, decide liberar a la humanidad del sufrimiento. Al recibir el ngel el permiso de descender a la tierra y cumplir su misin de amor, es preparada por Moiss (su gua y mentor), a travs de sus enseanzas, aprende como viven los terrestres, sus vicios, amores y secretos... y cuando baja arregla la vida de stas personas, dejndoles, a su retorno al Cielo, el camino que necesitan seguir para encontrar la felicidad.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento29 dic 2011
ISBN9781463304317
A Través De La Ventana De Sus Ojos
Autor

Isabel Rosado Castaño

SUS OJOS TRANSMITEN AMOR SERENIDAD Y CONSUELO La inspiración de la autora nos revela la maravillosa existencia que se encuentra en el espacio invisible de la transparencia, el cual podemos disfrutar por medio de un corazón puro y una conciencia limpia. La serena paz de Su divino amor nos purifica y redime para que disfrutemos eternamente una vida plena de gozo en la mansión de su morada. Desde el infinito cielo, Sus ojos nos contemplan con amor. La luz de su mirada nos lleva a la entrega del Divino Maestro que dio su vida por nuestra salvación. La vida en la tierra es una misión que todos debemos cumplir, siguiendo con obediencia las huellas del Maestro marcadas en la tierra, éstas nos conducirá a la verdadera vida que se encuentra en el grandioso Universo. Isabel Rosado Castaño inicia su camino de escritora con su primicia “A través de la ventana de Sus Ojos” La autora de nacionalidad puertorriqueña relata espiritualmente y de manera sutil los privilegios y destino que se encuentran en el Reino de los cielos.

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    A Través De La Ventana De Sus Ojos - Isabel Rosado Castaño

    Introducción

    Comenzaré por decirles: Dios Altísimo es omnipotente, omnipresente y omnisciente, quien desde las alturas del Universo, contempla a todos los habitantes de su tierra con sus ojos llenos de bondad. Dios Altísimo, emperador del universo, Cristo Jesús, célula encarnada a través del divino verbo, Dios Espíritu Santo, luz de nuestro interno ser. Tres virtudes, Tres verdades, Tres personas en una divina representación. Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Señor, tú eres la brújula de mi vida; eres el capitán de la travesía.

    He compartido con ustedes lo esencial que ha sido Dios en mi vida; es por ello que a través de la fuente de su inspiración, he podido realizar este contexto. Por tanto, por el amor que Dios me tiene, y por el amor que yo le tengo, a Él dedico esta obra.

    Relativamente les diré: en mi entorno he presenciado centenares de personas confrontar dificultades en su vida; sin embargo, a pesar de lo adverso, siempre mantienen su fe viva. En cambio, he visto un mundo de personas arrastrando consigo sentimientos de culpa, los cuales, tanto en lo espiritual como en lo físico, desgasta la energía vital del cuerpo. También he visto a otros en común gastando energía innecesaria de la manera agitada de como viven su vida. Quizás será por el modo de vida actual que se vive en la tierra, o tal vez por el corretear de su transcurso que muchos aún no se han dado cuenta que allá arriba en el cielo, hay alguien que a nosotros observa a través de la ventana de Sus Ojos. Si levantas las manos hacia lo alto pidiendo misericordia, la paz y el consuelo que anhela tu alma y tu corazón, llegará a tu existencia. Si te envuelves en la luz blanca dorada, energía divina de Dios, tu cuerpo recuperará las energías que se han ido desgastando por las dificultades y los trastornos que se atraviesan por la vida. Sin embargo, siempre hay que tener presente que Dios Altísimo es el templo sagrado de nuestro cuerpo; por lo tanto, hay que respetarlo y cuidarlo.

    Estoy plenamente convencida, que en el infinito cielo, hay otros cuerpos más allá de lo que podemos imaginar, y verdaderamente se encuentran en distintas dimensiones en la profundidad del Universo. Probablemente a través de una de esas dimensiones que se encuentran existentes en el Universo, estamos siendo visualizados por una gigantesca pantalla que significativamente conecta a la tierra; a través de ella se recibe toda clase de información de todo lo que acontece en el diario vivir de la tierra con todos sus habitantes. Por lo tanto, dando lugar a lo antes mencionado, allá arriba en el cielo, unos ojos se encuentran observando a través de la ventana que conecta al mundo.

    Ciertamente, la ley de la vida básicamente gira a un entorno, tanto la vida antigua como la misma vida moderna conlleva el mismo origen de causa. Ya sea los segundos, minutos, horas, días, meses, años y los siglos, todos estos son una repetición de existencia. Y normalmente durante la vivencia, se crean experiencia que el mismo ser humano elige y diseña a su modo, ya sea el patrón de como haya escogido su vida, ya sea para bien o para mal, uno mismo escoge voluntariamente su propio destino. Sin embargo, el ser humano físicamente puede renacer a un nuevo sistema de vida. ¿Cómo? Sencillamente, despertando su conciencia hacia la obediencia; esto permitirá al ser humano crear una conducta recta; de esta manera podrá descubrir un maravilloso amanecer el día del reposo.

    Significativamente, cuando la humanidad reconozca el verdadero origen de la real Verdad, el tiempo comenzará su real curso; ahí es cuando todos viviremos en santa igualdad. Pero, aunque pase el tiempo: La palabra de Dios jamás pasará

    DIOS ALTÍSIMO, DIVINA MAJESTAD

    Sabemos que estamos rodeados de un hermoso cielo que muchas veces ignoramos, por el equivocado pensamiento que dice la vida es nacer y morir. Sin embargo, en la bóveda del cielo se encuentra la verdadera vida, que muchos llamamos eterna. Por tanto, debemos tener constancia a las grandezas que Dios Altísimo creó y obsequió a todos los habitantes de su tierra; es por ello que Dios dijo:

    Que produzca la tierra toda clase de planta; hierbas que den semillas y árboles que den frutos. (Génesis 1-11,) Yo soy el alfa y la omega, dice el Señor, el Dios todopoderoso, el que es y era y ha de venir. (Apocalipsis 1-8,) Primero y último, principio y fin de todo lo creado. Rey celestial de todas las esferas celestiales. Diversas dimensiones planetarias sujetadas a él, en el centro circulatorio del Universo, cuerpos celestiales y tronos sagrados a su divina majestad.

    Dios Altísimo creó el elemento Étel, fluido energético que fluye por el espacio sagrado, donde jamás ser humano ha puesto libremente sus pies. Dios, creó el sol, la luna y las estrellas, energía sagrada traspasando los lindes de existencia.

    Dios se enalteció creando el planeta Tierra, el cual dijo: Hágase la luz: y la luz iluminó la tierra, arropando hasta el último rincón de su confín. Dios, creó el elemento Aire, soplo indispensable de vida; también creo el Agua, elemento eficaz para la supervivencia humana, y al purificador elemento Fuego. Todos estos elementos, la hermosa naturaleza, los animales en el campo, los peses en el océano, las aves en el cielo, y al ser humano sobre la tierra, todo esto es obra de Dios, y todo lo obsequió a todo ser viviente que habita sobre la tierra, según su especie y libertad. Si no hubiese sido por todas esta cosas tan indispensable que Dios Altísimo creó con el toque de su poderosa mano, no existiera vida sobre el Planeta.

    Dos caminos hay en la vida que lleva al ser humano a su desarrollo personal: Uno de ellos es la sabiduría; ciencia y conocimiento espiritual que brota de la fuente divina de Dios. El otro camino te conduce a la ignorancia; y fija bien donde pones los pies, pues a ella no le importa llevar al ser humano por caminos tenebrosos; evita pasar por su camino, pues este te llevará a la perdición. La vida es un reto a diario, por tanto, hay que estar alerta para reconocer el verdadero camino que nos guía a los senderos de luz. Ahora bien, está en tus manos escoger uno de estos dos caminos, Sabiduría o Ignorancia cual de los dos escojas, será para tu salvación o para tu perdición.

    Escoger sabiamente el camino de nuestra vida, literalmente nos permitirá disfrutar cada minuto que la vida misma nos regala. Ahora bien, si aprendes a mirar muy dentro de tu interno ser, descubrirás la residencia de nuestro Supremo Creador. Y Su único propósito es que todo ser humano sienta la tibieza de su amor. Dios te está tocando tu corazón; escucha, pues a su llamado, para que despiertes en la sublimidad de una nueva existencia.

    Cristo Jesús dijo a la humanidad

    Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos.

    (San Mateo 28-20)

    Todos los sentidos se fundamentan exclusivamente en el amor incondicional que Dios siente por todos los habitantes de su tierra, así nos los revelo Dios a través de las historias en el Antiguo Testamento y por medio de Cristo Jesús en el Nuevo Testamento. Por medio de estos, Dios, nos dejo saber que la verdad es eterna, y permanece vigorosamente a través de los siglos. En aquel entonces, Jesús dijo a sus discípulos:

    Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estaré Yo en medio de ellos. (San Mateo 18-20,)

    Dios nos acompaña siempre a través de su Santo Espíritu; él nos da espíritu de fortaleza para que seamos valientes guerreros en las tormentas del destino. Dejemos que Dios sea el piloto de nuestra vida; sujetarse a su callado, es dejar que la presencia divina fluya a tu entorno así como fluye la melodía en el Universo. Honra a Dios con tu riqueza, para que el fruto de tu cosecha sea más fructífero. Aférraté a las enseñazas de Cristo Jesús, y guárdalas en el cofre de tu alma; estas te bañarán con el esplendor de su luz. Luego ve y sumérgete en el agua de la cascada para que desemboque en la fuente tibia del divino Creador; allí él te estará esperando para decirte:

    No temáis hijo mío, aquí estoy Yo

    La fuente de toda inspiración

    En Las Sagradas Escrituras podemos ver auténticas historias que fueron redactadas desde el comienzo de la creación, hasta la llegada del Mesías sobre la tierra, y que a su vez fueron protagonizadas por los profetas de los antiguos tiempos, siguiendo así la inspiración propia de Dios. En su peregrinar por la tierra, los profetas nos revelaron el misterio de la soberanía de Dios, su poder y su gloria, los que a través de su obediencia y su valentía, nos dejaron por herencia la fuente de Su sabiduría. Más vale ser valiente que mil hombres en la guerra.

    Las noches avanzan y los días se acortan; y la vida en la tierra es una misión que todo ser humano debe cumplir; obedezcamos pues, el propósito que Dios tiene en nuestras vidas, dejemos que él haga su voluntad en nosotros, de esta manera seremos los obedientes profetas de estos tiempos. Pues más vale ser obediente que hacer sacrificios sin sentidos.

    ÁNGELES DE MI SEÑOR

    Sus ángeles en el cielo están siempre contemplando la faz de mí Padre, que está en el cielo. (San Mateo 18-10,)

    He expuesto el personaje de un ángel en mi obra, pues creo identificarme con ellos. Les cuento que un día llamó mi atención un cuadro con la figura de un ángel pintado, y a medida que lo observaba comencé a percibir la fuente de paz que emanaba de él. A conciencia cierta, se que son servidores y mensajeros de Dios, así como lo son de la divina providencia y, por obediencia a su mandato, vigilan nuestras espaldas a través del espacio invisible de la transparencia. Sin duda alguna, los ángeles comparten el mundo con nosotros, pero a diferencia, ellos habitan en el espacio de pureza, y nosotros vivimos en un mundo exterior, expuestos a toda clase de tentaciones que se encuentran por las calles o al doblar de una esquina; si no estamos vacunados contra las tentaciones mundanas, el alma se intoxica y se corrompe. Alimentemos pues nuestra alma con el amor incondicional que Dios nos brinda; de esta manera seremos sus ángeles terrestres, sometidos a su servicio.

    MOISÉS

    Particularmente admiro al profeta Moisés por su valentía y cordura; es por ello que en su honor y con el permiso del Señor, he escogido el nombre de Moisés para que el personaje de la obra se refleje en la bondad de su persona. Por eso, hoy doy mis expresivos reconocimientos de honor a Moisés líder y guía espiritual de aquellos tiempos; a través de su fidelidad condujo un Éxodo por el desierto, cumpliendo así el mandato que Dios le había encomendado.

    Les hablaré brevemente sobre el profeta Moisés, hombre espiritual, líder y legislador de aquellos tiempos; a él se le debe la creación política del pueblo israelita. Moisés fue el siervo más amado por Dios; por su humildad, Dios lo escogió para que liberase a un pueblo del sufrimiento causado por los maltratos y la esclavitud que se vivía en Egipto en los pasados tiempos. Moisés figura central de aquellos tiempos, liberador, caudillo y legislador de Israel, en la sinagoga proclamaba el pacto de la ley a través de los conocimientos que le inspiraba el Altísimo Señor. Después de haber liberado a un pueblo de la esclavitud, Moisés entonce vio la tierra que Dios Altísimo le había prometido, donde luego murió en un valle de la región de Moab, a los ciento veinte años de edad, habiendo conservado hasta su muerte, perfecta visión y buena salud. No hubo otro profeta como Moisés, con quien el Señor hablara cara a cara¹.

    Aclaración: Me he reflejado mucho en Moisés, pues para mi ha sido como mi guía espiritual. Sin embargo, el personaje de la obra necesariamente no representa a Moisés, el gran líder espiritual, escogido por Dios en los pasados tiempos.

    El personaje de Moisés hace un compendio de las fascinantes historias que se manifestaron en los pasados siglos, en combinación a otras historias que han surgido sobre la tierra y que aún siguen surgiendo por cada rincón de su suelo, las que han sido expuestas en conceptos definido para un mejor entendimiento. Que las enseñanzas de Moisés vuelen por el mundo como palomas mensajeras, y de alguna manera adiestre a todo aquel que aún desconoce que la vida que se vive hoy día en la tierra, es una semejanza del ayer que muchos llaman pasado, y que llega a esta época presente con un nuevo y moderno estilo de vida, prosiguiendo así la secuencia del tiempo llamado futuro. Que las claves y códigos de Moisés sean susceptible para el buen entendedor.

    Moisés, cuyo nombre he destacado en mi libro, viajó por las Sagradas Escrituras y en ellas encontró que la vida de antes y la vida de ahora, es una misma. En su recorrido por los pasajes bíblicos, percibió que un guía espiritual lo acompañaba como brújula de compás. Bajo su poder y guía lo condujo a un lugar donde se encontraba un baúl, el cual abrió por instinto; en él descubrió que el pasado, el presente y el futuro conllevaban el mismo sinónimo de secuencia. También allí se encontraba guardado un libro, llamado: El libro de la vida. Tomó entonces el libro en sus manos y, recorriendo la mirada por sus eminentes páginas, descubrió en él, las dos caras de la vida.

    A través de su travesía, se detuvo en el puerto de la reflexión, donde comenzó a experimentar que su propia vida tomaba fundamentalmente otro rumbo. En su transcurso atravesó pasajes difíciles de entender, pero su guía espiritual lo iluminó y lo despojó de toda duda para que la sabiduría saliera a flote. Al concluir su travesía, se detuvo en el puerto del conocimiento; allí ancló su alma, pues comprendió que ya había despertado su conciencia.

    A DIOS LE IMPORTA

    QUE LA HUMANIDAD LUCHE POR SUS IDEALES

    En mi libro, he manifestado casos reales que acontecieron en mi vida, como también en la vida de otras personas que llamaron mi atención. He expuesto en detalles el poder divino de la invisibilidad espiritual, como también me he enfocado en la materia porque como seres carnales, vivimos en el mundo imperfecto de la contravención.

    Considero que resumir el libro fue una ardua tarea que me costó desvelos, sacrificios y también lágrimas que sólo Dios sabe; pues cuando ya tenía el libro prácticamente terminado, se me borró completamente del computador, recuperando apenas unas cuantas páginas que tenía guardadas en mi archivo personal. Sin embargo, después de pasar por el periodo de una gran tristeza, levanté el ánimo del suelo y nuevamente comencé a luchar desde el principio. Aunque esto sea difícil de creer, les confesaré que un viernes santo me senté frente al computador para continuar el curso de la obra, y de repente, ante la vista de mis ojos, la escritura del libro tornó totalmente en Hebreo; que sobresaltada me dije: ¡Dios mío!, ¿qué es esto? Y volviendo la escritura a su normalidad, comprendí que el Universo obra por orden Divino.

    A través de las historias que les he presentado, podrán percibir la desobediencia, el hambre, el sufrimiento, el desamor y la pureza de un infinito amor. De manera particular me he enfocado en la obediencia, ya que a través de ésta se obtiene el premio de la vida, que significativamente llamamos eterna. También aprenderemos con las sabias enseñazas de Moisés, hombre de barba abultada como estela plateada, vestido siempre con su manto marrón, caminaba sujetando su callado por los senderos de la verdad. Moisés, hombre de mirada profunda que brota sabiduría al hablar, sus respuestas son firmes y seguras como claves y códigos para el ángel de la Serenidad. La cual al asomarse a la ventana que da al mundo, descubrió la vida de calamidad y sufrimiento habitando miserablemente sobre la tierra, sin embargo, esto la llevará al encuentro del obediente campesino. También presenciaremos el amor verdadero entre dos seres llenos de pasión, y el desenlace amoroso de dos seres que llevan una relación por conveniencia. En la Guarida del pueblo nos encontraremos con la diversión y la algarabía, y en la parroquia la Santísima Trinidad, aprenderemos con los sermones del párroco. También se vivirá intensos momentos sobre la trama real de la persecución de un inmigrante que dejó atrás a su familia y a su patria, solo por seguir el sueño americano. Te tropezarás también, con el dominio de un individuo que por ambición somete a su familia al yugo de la opresión, pero será aniquilado con los conocimiento del sabio Martín, hombre mulato dotado de espiritualidad, que vendrá para destruir a la víbora de la maldad.

    Capítulo Primero

    EL LIBRO DE LA VIDA

    En algún lugar del Universo:

    Moisés se dirigió a la bóveda sagrada donde se encuentran las leyes de la verdad; a sus espaldas, un ángel le siguió los pasos. Al llegar el prominente sabio al lugar que parecía como especie de sinagoga, construida de piedra rústica, se llegó a una de las estanterías de la bóveda; de ella tomó un libro, lo observó, y luego exclamó diciendo:

    « ¡El libro de la vida! »

    El prominente sabio abrió el libro de la vida y, corrió la mirada por sus eminentes páginas. El ángel a su vez, salió de la bóveda sagrada y se dirigió a la parte amplia del templo, en el que habían tres ventanas y una puerta; el ángel fijó la mirada a la ventana del tiempo, caminó a la ventana y, asomando la mirada, vio unas figuras que resplandecían en luz y caminaban en diferentes direcciones. Las figuras eran seres alados que tenían aspecto humano de la cabeza hasta la cintura y aspecto animal de la cintura a los pies, y sobre sus cabezas cargaban un aro como especie de anillo brillante. Unos volaban por el aire y otros se mantenían en el suelo sólido. Entre ellos había uno con un flautín entonando una bella melodía que fluía como energía mágica por el Universo.

    Después de haber observado el ángel a través de la ventana que daba hacia el tiempo, giró la mirada a la ventana del mundo, la cual quedaba en el medio del templo. Sin embargo, caminó a otra ventana llamada la ventana de la vida y, asomándose por ella, observó el comienzo de la creación. Dios Altísimo crea a un hombre de barro dándole hálito de vida; de la costilla del hombre Dios crea a la mujer para que fuese su compañera; hombre y mujer ya creados caminan por el jardín del edén. Dios Altísimo dio conocimiento al ser humano sobre: el árbol de la conciencia que también podríamos llamar el árbol de la obediencia. A cierta distancia había creado Dios otro árbol llamado el árbol de la vida eterna". El ángel luego observó a la mujer, que por insistencias de la víbora venenosa, tomó un fruto del árbol prohibido (el árbol de la conciencia), y dio a probar al hombre. Por desobediencia cayó el pecado, destapando la inocencia humana. En aquel entonces el sol dejó de brillar, los vientos comenzaron a soplar muy fuerte, y se escucharon truenos y relámpagos. Percibiendo Moisés aquellos relámpagos, estremecido soltó el libro de la vida y lo acostó a la piedra rústica y, apresurado salió de la bóveda sagrada en dirección al templo. El ángel que aún observaba por el ventanal de la vida, presenció cómo el árbol de la conciencia se marchitaba por la desobediencia humana. Al oriente del jardín y por mandato de Dios Altísimo, el árbol de la vida eterna, fue custodiado por seres alados, poniendo Dios al pie del árbol, una espada dando vueltas para que no fuese alterado por manos desobedientes. (Génesis Capítulos 1 al 3 )

    Desde las esferas celestiales se escucharon voces angelicales que decían:

    ¡Con amor Dios creó la Tierra; empero,

    la desobediencia destapó la desnudes!

    ¡Qué bella y pura es la bóveda del cielo! ¡Qué espectáculo tan grandioso el firmamento! Brilla el sol y el calor se va extendiendo; ¡qué maravillosa obra del Señor! (Eclesiástico 43-1, 2,)

    En el infinito cielo: el siervo Moisés se encaminó hacia la parte amplia del templo, donde se encontraba el ángel observando por la ventana de la creación; el prominente sabio se acercó al ángel y sublimemente le preguntó:

    « ¿Qué hacéis vos parada en la ventana de la creación? »

    < Observo el hálito de vida. > Respondió el ángel. < Moisés, la mujer y el hombre apagaron la luz de su alegría. > Al decir el ángel estas palabras, el Águila blanca que posaba en lo alto del pilar, dio un chillido, y revoloteando sus alas, se fue volando por el infinito cielo. Moisés y el ángel a su vez, levantaron la mirada, y observaron cómo el Águila daba vueltas a su alrededor.

    ¡Qué bella es la tierra al resplandor de un nuevo día! ¡Qué bellos los campos cuando el sol alumbra la cúspide de sus montañas, sus verdes praderas y sus colinas!, y el gallo que canta alegremente anunciando la alborada, despertando lo que estaba en calma, para que la humanidad vea la luz del día. ¡Esta es la madre Tierra! ¡La tierra que todos debemos cuidar!

    La noche tendió su manto y las estrellas adornaban la inmensidad, y en cierto lugar de la tierra cuando aún existía la esclavitud que privaba al ser humano de su libertad y sus derechos, se escucharon los sollozos de un niño que, atado a una columna, recibía latigazos del malvado capataz. Los esclavos temerosos presenciaban la furia del mayoral que con su látigo en mano azotaba al niño sin piedad. Después de haber descargado su furia, el malvado capataz se marchó saciado de placer, dejando al niño atado a la columna sangrentado de dolor. La madre corrió donde su hijo, y tomándolo en sus brazos, juntos lloraron su dolor. Al día siguiente, el padre Ezequiel que vivía pendiente de los esclavos de la finca, se llegó a la barraca donde vivía la mujer, y al escuchar los sollozos del niño preguntó a la madre:

    —¿Qué le pasa a Martincito?

    La mujer corrió donde su hijo, y levantó su camisa, y al ver el sacerdote el abuso que habían cometido con él, aterrado dijo:

    —¡Santo Dios del cielo! ¿Hasta cuando seguirá este inhumano castigo?

    La madre angustiada dijo al sacerdote:

    —Por favor padre Ezequiel, ¡llévese a mi hijo!, ¡lléveselo!, él ya no puede permanece bajo los atropellos del capataz que me le cae a golpe a diario.

    El niño amontonado en un rincón sollozaba de dolor, y el sacerdote al acercársele y examinar sus heridas, dijo con espanto:

    —¡Santísimo justo Juez! ¡Lo que han hecho con esta pobre criatura es un abuso mortal!

    —¡Por favor padre Ezequiel!, ¡salve a mi hijo!—suplicó la mujer—. ¡Sálvelo de las garras del malvado capataz!

    El padre Ezequiel tomó al niño en sus brazos y se lo llevó al monasterio del pueblo; allí vivió bajo su amparo hasta que expiró a su avanzada edad.

    A TRAVÉS DE LA VENTANA DE SUS OJOS

    En la profundidad del Universo, el ángel del Señor observó la puerta de un nuevo despertar, y atravesando el umbral presenció el nacimiento de una nueva Tierra. El ángel vio a un ángel que mostraba un río de agua vivífica clara, agua de vida. Era claro como el cristal y salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la plaza de la ciudad al lado del río estaba el árbol de la vida, que da frutos todos los meses del año. Las hojas del árbol sanan a la gente, sanan las naciones. (Apocalipsis 22-1, 2,)

    Ya no se oirá el lamento del ser humano; ya no habrá conflictos entre naciones.

    Allí no habrá jamás maldición alguna; el trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad, y sus siervos lo adorarán. (Apocalipsis 22-3,)

    Al llegar el día del encuentro veremos su rostro.

    Lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente. (Apocalipsis 22-4,)

    Ya no habrá oscuridad, sólo brillará la luz.

    Allí no habrá noche, y los que allí vivan no necesitarán luz de antorcha ni luz del sol, porque Dios el Señor les dará su luz y ellos reinará por todos los siglos. (Apocalipsis 22-5,)

    Capítulo Segundo

    BAJO EL OSCURO MANTO DE LA NOCHE

    En algún lugar de la Tierra: en un pueblo llamado Río Hondo, una década después se escuchó el toque de queda. La noche había tendido su manto y en una campiña terrestre se levantaba una tempestad. Los relámpagos alumbraban el intenso bosque y los animales del monte temerosos, se escondieron en sus cuevas. Las aves y los pájaros del campo se fueron a buscar refugio en los techos de las casonas, por las inclemencias de los vientos que había destruído sus nidos.

    En la profundidad del bosque en una vieja cabaña, un joven propiciaba su meditación, pero con la furia de los truenos que estremecían la cabaña y con el sonsonete de la lluvia que caía sobre el techo, despertó al joven de su relajación, y caminando hacia la puerta se asomó por ella, y dijo:

    —¡Dios Santo, aplaca este temporal! Tú que eres el Creador de la naturaleza, no permitas que la tormenta haga estragos por esta región; que los campesinos no sufran daños, ni sus chozas sean damnificadas—el humilde joven caminó al fogón, y dijo:

    —Encenderé el viejo fogón para que mantenga tibia la cabaña, así pondré continuar cómodamente la meditación, pero antes, quemaré una ramita de penca bendita para que cesen los truenos y los relámpagos.

    El joven encendió la penca bendita y la puso a la entrada de la puerta para que los relámpagos se aplacaran.

    Entre tanto, en una hacienda llamada Serenidad, se escucharon los gritos de una mujer que se encontraba con dolores de parto. Su esposo turbado con los gritos de la mujer, dijo desesperado:

    —¡Dios mío! ¿Qué voy hacer ahora? A mi mujer le han comenzado los dolores de parto en medio de la tempestuosa noche.

    La mujer gritaba de la desesperación, y el campesino angustiado, le dijo:

    —¡Aguanta mi amor, aguanta un poco más!—Y caminando de un lado a otro, pensó—: Se me va ser imposible llevar a Ana al dispensario; todos los caminos que van al pueblo están inundados por la tormenta; además no puedo salir, pues ya dieron el toque de queda—el campesino se asomó a la ventana, y dijo—: Aún se oye el sonido de la sirena, ¡y esta tormenta que no acaba de cesar!

    —Pablo—dijo la mujer—, ve a buscar a Martín a la cabaña; dile que venga ha asistirme en el parto. ¡Por favor apúrate, pues no se cuanto más podré aguantar con mi dolor!

    —Pero, ¡cómo no se me ocurrió antes!—dijo el campesino—. Ahora mismo me iré a buscarlo, y tú mientras tanto, mantente tranquila hasta que yo regrese.

    —¡No tardes Pablo por favor!

    El campesino se fue apresurado al establo, encendió el quinqué, y se puso su capa impermeable para protegerse de la lluvia; luego se marchó a todo galope en su caballo para llegar apresurado a la cabaña.

    No obstante, en la vieja cabaña, el joven Martín parado en la puerta, presenciaba como los vientos huracanados azotaban la tierra con furor.

    —Uurrrrr, Pero qué frío está trayendo los vientos de esta tormenta, que hasta la arboleda barrunta el peligro; le pondré más leña al fogón para que mantenga la cabaña calentita y gracias a Dios que la pecan bendita hizo que los truenos se aplacaran.

    Al parecer fue real y verdadero; la pecan bendita encendida al pie de la puerta hizo que los truenos se calmaran.

    En la hacienda Serenidad: A la mujer se le acercaba la hora del alumbramiento; su criatura quería brotar al mundo.

    —Ayyy… ¡ayúdame Señor!, ¡no me desampares en mi dolor!

    La palabra de Dios dice: Dichosas las que no concibieron, y los pechos que no amamantaron.

    Entre tanto, en la cabaña, el joven Martín caminó hacia la lámpara de aceite, la encendió, y se dijo:

    —Le subiré la mecha al quinqué para que ilumine mejor la cabaña; necesito hacer mis oraciones, debo interceder por toda la gente pobre de esta región.

    Cuando el joven se disponía a propiciar sus oraciones, de repente el campesino Pablo se adentró a la cabaña, y dijo con voz agitada:

    —¡Martín! ¡Martín! ¡Tienes que venir conmigo!

    El joven sobresaltado preguntó:

    —¡Pablo! ¿Pero qué haces tú por aquí a estas horas, en medio del torrencial aguacero?

    —¡Es Ana! ¡Ana está a punto de dar a luz! Por eso vine a buscarte porque se me hizo imposible llevarla al dispensario por la fuerte lluvia que está cayendo y que ha inundado todos los caminos. Martín, ¡tienes que venir conmigo para que asistas a mi mujer en su parto!

    —¡Santo Dios bendito!—exclamó el joven alarmado—. A buena hora se ha antojado Ana traer a tu hijo al mundo. ¡Pero vamos Pablo, vámonos que no hay tiempo que perder!

    Los dos hombres se montaron al lomo del caballo, y bajo el torrencial aguacero, se internaron a todo galope por el obscuro bosque.

    En la hacienda, la mujer gritaba con desesperación pidiendo a gritos que su esposo regresara pronto. Y mientras la mujer se retorcía de dolor, la lluvia caía copiosamente sobre la verdosa campiña, trayendo a su vez fuertes vientos que arrasaba con todo lo que veía a su paso. Al cabo del tiempo, los hombres llegaron a la hacienda, e inmediatamente se dirigieron a la habitación donde se encontraba la mujer a gritos. El joven Martín se acercó a ella y le dijo:

    —No temas Ana, tranquila mujer que haré todo lo posible para que tengas un parto saludable; mientras llega el alumbramiento, respira profundo y suelta despaciosamente el aire; de esta manera apaciguarás los dolores de tu parto—. El joven luego dijo al campesino—: Pablo, por favor trae agua caliente y algunos trapos viejos.

    —Martín ¡Ya no puedo aguantar más!—dijo la mujer.

    —Tranquila mujer, tranquila, que muy pronto saldrás de este doloroso trance.

    Los truenos estremecieron la casa alumbrando su interior; el campesino apurado entro a la habitación y dijo:

    —Aquí está el agua caliente y los trapos que me pediste.

    —Pablo, ve y espera afuera—dijo el joven—, te avisaré cuando haya nacido la criatura.

    El campesino se fue a esperar al pasillo y, escuchando el grito de su mujer dijo desesperado:

    —¡Ampáralos Señor!

    Entre tanto, en la habitación, el joven Martín decía a la mujer de parto:

    —¡Puja Ana! Puja con fuerzas que la criatura ya quiere brotar al mundo. ¡Puja otra vez que su camino está iluminado!

    En el pasillo, el campesino dando vueltas de un lado a otro, pensaba:

    —Dios mío, ¡qué estará pasando allá dentro! ¡Señor, no permita que le pase nada malo a mi mujer ni a la criatura!

    De pronto se escucharon los gritos de la criatura, y el joven emocionado dijo a la mujer:

    —¡Ya nació tu hijo Ana, diste a luz a un fuerte y hermoso varoncito!

    El joven partero tomó la criatura en sus brazos y la envolvió en una sabana blanca; momento después, el niño abrió sus ojitos, y al penetrar el joven su mirada a la del niño, dijo emocionado:

    —¡Niño!, iluminado serás, pues veo en el cristal de tu mirada, el privilegio de una gran dicha; si señor. Ahora vamos donde tu padre que desea conocerte—El joven Martín caminó a la puerta con el niño en los brazos, y dijo—: Pablo, ya puedes entrar; ven para que conozca a tu hijo.

    El campesino de inmediato se adentró a la habitación; radiante de alegría, tomó a su hijo en los brazos, y junto con su esposa y el joven Martín, disfrutaron el nacimiento del privilegiado niño.

    Capítulo Tercero

    A TRAVÉS DE LA VENTANA

    QUE DA AL MUNDO

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    En el plano celestial, no existe el tiempo, ni los días ni las noches; sólo existe el eterno ahora, donde poderosamente todo es maravilla a la majestad de nuestro Dios. Sabemos que Dios siempre ha querido que todos sus hijos en la tierra tengan vida eterna, pues todas las cosas que existen son de Dios, y sus acciones son eternas. Por tanto, todo aquel que se aparte del mal, podrá tener parte en el reino eterno de su gloria.

    Como bien sabemos, en el espacio universal hay tres ventanas y una puerta, por donde el ángel había asomado la mirada. Observó por la ventana de la creación que da hacia el tiempo; también observó por la puerta de un nuevo despertar; sin embargo, el ángel aún no había observado a través de la ventana que da al mundo. No obstante, era tan particular el deseo que tenía el ángel de observar lo que había al otro lado de la ventana, que se encaminó a la ventana que da al mundo. Por su impetuosa inquietud descorrió la cortina del cielo, descubriendo luego el enorme globo que giraba con tal magnitud en el espacio orbitar. El ángel quedó sumamente impactada, la cual, penetrando la mirada al globo terráqueo, observó lo que acontecía sobre la faz de su suelo; al ver tanto tumulto, estremecida dio un paso hacia atrás. Moisés, que a su vez se encontraba en la bóveda donde se guardan las leyes de la verdad, percibió que el ángel había descorrido la cortina del cielo; alarmado, se encaminó al atrio del templo, y al ver al ángel parada en la ventana que da al mundo, se acercó a ella y le preguntó:

    « ¿Qué hacéis vos observando a través de la ventana que da al mundo? »

    El ángel respondió:

    < El misterio de la ventana despertó en mi interno ser, la necesidad de observar. >

    El prominente sabio dijo alarmado:

    « ¡Observar a través de la ventana que da hacia el mundo, trae sufrimiento! »

    < ¿Por qué Moisés? >

    « ¡Porque lo que puede ser alegría en grandeza! ¡No lo es! »

    El ángel nuevamente preguntó:

    < ¿Por qué Moisés? >

    Entonces el prominente sabio contestó:

    « ¡Por la caída del pecado, el mundo ahora se deshace en lágrimas! La desobediencia ha hecho que la humanidad se consuma en la desenfrenada codicia del placer. »

    El ángel dijo al prominente sabio:

    < Difícil de entender son vuestras palabras, Moisés. >

    El prominente sabio entonces dijo con exactitud:

    « ¡Por la desobediencia, la tierra está inficionada de magnates que han quebrantado las leyes divinas! ¡La vendimia está llorando porque la vid perdió su vigor, grita de dolor y tiembla de espanto, porque la vanidad la está destruyendo! ¡Los viñedos lloran porque el mundo se ha sumergido en una ola de calamidad y sufrimiento! » El prominente sabio dijo en advertencia: « ¡Más aún hay tiempo de rectificar! »

    Y mientras Moisés expresaba su dialecto, el ángel lo escuchaba atenta, observando la expresión de su rostro y cada uno de sus movimientos.

    ¡Oh tierra bendita! Tu suelo se ha tornado árido, solo vapor sale de tu superficie. Cuán hermosa eran tus montañas, y tus valles que ahora se están convirtiendo en desierto. ¡Ay, tú que eras una tierra bañada de ríos! Ahora en ella solo se escucha el zumbido de los insectos que han de invadirte. ¡Ay! . . . ¡si llegaran a secarse los mares, las cosechas se perderían y los males serian incurables! ¡Ay, juncales de mi tierra, que tu destrucción no sea por culpa de mi pecado!

    ABRE LOS OJOS AL MUNDO

    PARA QUE SABOREÉ EL PODER DE SU EXCELENCIA

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    En el majestuoso cielo se abrieron las compuertas de la eternidad; Dios está ahí, contemplando al mundo, a través de la ventana de Sus Ojos observando cada rincón de la tierra, con la mirada fija al camino de la salvación, el camino que su amado Hijo abrió a través del poder de su preciosa sangre.

    En algún lugar de la tierra, en la cúspide de la montaña, se encontraba un siervo vestido de coraza, y sosteniendo su espada en la mano entonó su pregón.

    Cuando Dios creó la tierra, la creó con un propósito

    Que vivamos todos unidos en amor y hermandad.

    Por la caída del pecado, es que estamos todos sufriendo.

    No han obedecido las leyes del Supremo Creador.

    Hay guerras por todas partes, lo que se habla es de la política.

    Solo se vive el materialismo, ¿y a donde queda la Verdad?

    ¡Hay que despertad conciencia, el Señor té está llamando!

    ¡Hay que despertad conciencia, el Señor té está tocando tu corazón!

    Dios regaló a la humanidad una hermosa tierra con todos sus atributos. No obstante, se escuchan los gritos de decadencia, las sirenas anuncian guerras; ¡el sufrimiento se ha apoderado de la tierra!

    "Señor, salva a tu pueblo; devuélvenos la paz porque las guerras han tomado posesión de la tierra. Todos los habitantes de la tierra gritan por justicia, lanzado lamento de dolor. ¡Libéranos Señor del desastre, porque nación contra nación han chocado en guerras! No dejes que llegue el día del desastre. ¡Fortalécenos Señor, para que nada nos espante!

    Yo, el Señor, afirmo: No temas, pueblo de Jacob, siervo mío, no tengas miedo, Israel, pues a ti y a tus hijos los liberaré de ese país lejano donde están desterrados. Volverás a vivir en paz, tranquilo, sin que nadie te asuste. (Jeremías 30-10,)

    El ángel caminó a la ventana que da hacia el mundo, y asomando la mirada, observó al siervo en la cúspide de la montaña entonando su pregón.

    ¡Este mi canto, este mi canto!

    En las praderas verdes colinas, y las montañas oyen mi canto. Las flores bailan al son del viento, este es mi canto de monte adentro.

    Las flores bailan al son del viento, este es mi canto de monte adentro.

    ¡Este es mi canto, este es mi canto!

    El cuerpo celestial giró la mirada a otro extremo de la tierra, y observó como un jinete cabalgaba velozmente a lo largo del inmenso llano. En su furiosa cabalgata el viento azotaba su rostro, pero el caballo desbocado corría sin detener el paso, como persiguiendo un incierto que lo incitaba a proseguir. Quizás era su alma que deseaba desahogar el embeleso de sentirse el dueño de aquel momento con su agitado cuerpo. El jinete daba rienda a su caballo a través de la madre selva, para colmarse de placer y así satisfacer las ansias de sentirse libre entre el cielo y la tierra. Su caballo era el cómplice de aquella travesía; también el ángel que lo observaba desde lo alto, contemplando el regocijo del jinete desbocado persiguiendo un vestigio.

    De pronto, en el Universo se escucharon el resonar de las trompetas; el ángel despegó la mirada de la ventana y se dirigió al correspondiente lugar, para unirse a otros ángeles que por un llamado celestial, acudieron a encontrarse ante la presencia de la Máxima Autoridad.

    Capítulo Cuarto

    ¿EXISTE AÚN LA LABRANZA

    SOBRE LA TIERRA?

    En algún lugar de la tierra, en la cúspide de la montaña, el siervo alzó su espada, y con su escudo en su mano entonó su pregón.

    ¡Este es mi canto, éste es mi canto!, este es el canto del labrador. Manos de piedras labran la tierra, manos de piedras de sol a sol. Manos de piedras labran la tierra, manos de piedras de sol a sol. ¡Este es mi canto, éste es mi canto!

    En algún lugar de la tierra: en un pueblo llamado Río Hondo donde aún existía la paz campestre, dos humildes campesinos labraban la tierra con el sudor de sus frentes, para ganarse el sustento de su diario vivir. En el campo, a través de su laboriosa faena, padre e hijo labraban la tierra desde el amanecer del alba, hasta el último destello de la aurora bajo los rayos candentes del sol que como látigo azotaba sus cuerpos. Este era Don Pablo, hombre mayor, pero lleno de fortaleza, dueño de las tierras más fértiles y valiosa de toda la región sabanera, que al lado de su hijo, se esmeraban por cultivar frondosos árboles, para que estos dieran deliciosos frutos, muy jugosos y suaves al paladar. Ellos siempre solían decir: mientras más labremos la tierra mejor nos irá. La hacienda Serenidad era un paraíso de amor y paz, donde se respiraba aires de felicidad, y para la familia era como su retiro espiritual al terminar la jornada del día. Juan Pablo, hijo primogénito de los Villa Real, era un hombre joven, esbelto, de figura vigorosa creada por la dura faena del campo.

    —Padre—dijo—, labremos este terreno que aún permanece en su virginidad; yo estoy seguro que si plantamos semilla en este lugar germinará pronto.

    El padre respondió:

    —Es por eso, que doy gracias a Dios por la tierra bendita y fértil que nos ha regalado. Y por ser un regalo de Dios debemos labrarla y cultivarla con mucho amor. Así lo ha dictado su mandato y nosotros debemos de obedecer, pues de ella brota el pan de cada día. Yo estoy seguro que Diosito se pone contento cada vez que nos ve cultivar su amada tierra. ¡De eso no hay duda!

    —Y viéndolo bien padre, este terreno si que es inmenso.

    —Verdaderamente inmenso—dijo el padre—, y también muy sano, pues jamás manos algunas lo han alterado.

    —De seguro nuestros antepasados pensaron en nosotros—comentó el hijo—; lo dejaron intacto para los descendientes que vinieran en el futuro. Por eso creo con certeza, que la vida es una secuencia del tiempo.

    —Secuencia de herederos hijo, pues estas tierras pertenecieron a tus abuelos, tanto los padres de Ana como los míos, fueron los dueños de toda esta tierra, las que unimos tu madre y yo cuando nos casamos; ahora todo esto te pertenece a ti por ser nuestro único heredero.

    Padre e hijo comenzaron a agitar los bueyes para que hicieran buenos surcos para la plantación de la nueva semilla.

    —¡Padre, con este arado, la tierra quedará aún más fértil!

    —¿Tienes alguna idea de lo que podamos sembrar aquí?—preguntó el padre—. Porque te digo una cosa hijo, el cultivo que se siembre en este lugar se dará en abundancia.

    —Por ahora no tengo la mínima idea—respondió el hijo—, pero ya veremos que se nos ocurre luego.

    —Hijo, sólo espero que la semilla que sembremos en este lugar, no se ahogue cuando llegue el tiempo de las lluvias; ¡eso seria para nosotros un gran desastre!

    —No lo creo padre; cuando lleguen los días lluviosos la semilla ya estará sentada, y con su raíz bien penetrada en la tierra.

    —¡Entonces tendremos que apurarnos hijo, hay que comenzar a sembrar la semilla lo más pronto posible!

    —No comas ansias padre.

    —Es que me lleno de entusiasmo y no lo puedo evitar. Todavía sigo pensando, ¿que podríamos sembrar en este lugar?

    —Padre, cualquier semilla que sembremos en este lugar será como maná caído del cielo.

    —¿Y por qué dices eso hijo?

    —Simplemente tuve la sensación, pero sigamos trabajando padre, que pronto caerá la tarde y ansío tomar un descanso bajo la sombra del viejo roble; quiero sentir la paz del cielo sobre mi alma.

    —¡Como mande usted señor patrón! Pues yo también quiero descasar en los brazos de mi amada mujer.

    Y dicho esto, felices y contentos padre e hijo continuaron con la labranza de la tierra.

    Desde la ventana en el cielo, el ángel contemplaba la dura faena que ejercían los dos campesinos y mientras observaba, Moisés a su vez contemplaba al ángel a cierta distancia; se aproximó entonces a ella y le dijo:

    « Vos estáis observando por la ventana que da al mundo, cuando os he dicho en diversas ocasiones, que observar a través de la ventana que da al mundo, trae sufrimiento. »

    El ángel respondió:

    < Estoy consciente de ello Moisés, pero acercaos y observad. >

    El prominente sabio se acercó a la ventana, y asomándose por ella exclamó diciendo:

    « Ah… ¡Están labrando la tierra! Sabéis que labrar la tierra dará fruto en abundancia. »

    El ángel expresó diciendo:

    < ¡Eso es maravilloso Moisés! >

    Y el sabio Moisés dijo al ángel:

    « Sabiamente os diré, Dios Altísimo labró y cultivó al ser humano con un toque de su poderosa mano. ¡Empero, vino la víbora de la maldad y lo echó todo a perder! »

    El ángel le observó con atención mientras el prominente sabio decía:

    « En la tierra no se debe aborrecer el trabajo aunque éste sea duro, ni la labranza del campo aunque esta sea afanosa, ya que la labranza es una institución que Dios Altísimo estableció sobre la tierra. »

    El ángel preguntó:

    < ¿La labranza surgió como consecuencia a la desobediencia? >

    Y Moisés contestó:

    « ¡La desobediencia trajo consigo la labranza! »

    En efecto, a través de sus conocimientos, el prominente sabio nos dio a conocer el origen de la causa. El ángel jubilosa lo enalteció y lo admiró por sus sabias enseñanzas.

    Según las enseñanzas de Moisés, básicamente nos dan a entender, que la labranza lamentablemente tuvo efecto al momento de la caída del pecado, lo cual por medio de la desobediencia, la inocencia fue quebrantada, empañando la pureza para descubrir su desnudes. Particularmente, creo que a partir de ese momento, el ser humano ha tenido que ganarse el pan de cada día con el sudor se su frente. ¡Y todo, por la malévola víbora que corrompió al inocente pensamiento humano, incitándolo a pecar!

    Como bien sabemos, en el universo no existe el tiempo; sin embargo, sobre la tierra ya había nacido un nuevo día, y desde el cielo, el ángel asomada a la ventana que da al mundo, tenía la mirada fija en la hacienda Serenidad, y observó a los dos campesinos que cumplían con la cotidiana faena del campo. En esto, Juan Pablo dijo a su padre:

    —Tenemos que labrar vigorosamente la tierra para que nos de buen fruto en la próxima cosecha, pues tengo la fe que Diosito nos va a premiar con una bendición.

    —La fe hará que nuestros anhelos se den por realizados—respondió el padre.

    —Gracias a Dios hemos tenido un día favorable. Pero, padre, mire, mire cómo todavía brillan los rayos de la alborada en el lejano horizonte.

    —Hijo esa es la señal de luz y libertad que Dios nos regala a diario. Hay que valorar la libertad, ya que es uno de los regalos más preciados que Dios nos ha brindado.

    Cada vez que Don Pablo levantaba la mirada al cielo, sabía que Dios lo contemplaba con ojos llenos de bondad. Es por ello que a diario, se bañaba con los rayos de Su luz.

    De pronto, llamó la atención del ángel unas palomas que volaban sin rumbo fijo, la que al percibir su desorientación, exhaló una brisa y, al situarles el vuelo, todas siguieron a su dirigente.

    Cayó la tarde y los campesinos regresaron al hogar con la tierra incrustada en sus ropas y el sudor rodando por sus frentes. Caminaron entonces al viejo roble para tomar un descanso bajo la sombra de sus ramas. Don Pablo, sofocado por el calor, se quitó el sombrero, y tomó su pañuelo, y secándose el sudor de su frente, dijo a su hijo:

    —¡Que día tan sofocante tuvimos hoy!

    —Bastante padre, también muy agotador. Umn… Pero qué rico huele, me parece que madre preparó uno de los tantos guisos que a ella le encanta hacer.

    —La verdad que sí, hasta la brisa se deleita con el sabroso olor. Pero, ¡más le vale, más le vale!, pues traigo un hambre atroz.

    —Padre, cuide su expresión, mire que si madre lo escuchase le aseguro que le suspendería los alimentos.

    —Cállese hijo, que lo dicho quede entre nosotros dos, no vaya a ser que llegue a oídos de su madre, y ahí si, ¡el lío que me busco yo!

    Padre e hijo rieron a carcajadas, de pronto se escucharon los relinchos del caballo que venían del establo, y Don Pablo alarmado dijo:

    —¡Escuchaste éso hijo!

    —Si padre, me parece que la yegua Jacinta ya dio a luz.

    Los dos hombres se fueron apresurados, y cuando llegaron al establo, Juan Pablo vio que la yegua Jacinta ya había dado a luz a su potrillo; entonces dijo al padre:

    —Acertó en lo dicho padre, mire, Jacinta ya dio a luz; tráigame unos trapos del viejo baúl para limpiar a su potrillo.

    Don Pablo comentó diciendo:

    —Ya sabía yo que ese bribón estaba acecho por nacer.

    Al cabo de haber limpiado al potrillo, Juan Pablo dijo a su padre:

    —Dejemos que Jacinta descanse, hoy ha tenido un día muy agotador.

    —Si hijo, traer un potrillo al mundo es algo serio.

    Los dos hombres partieron a la casa; cuando se adentraron a la cocina, Don Pablo dijo a la esposa:

    —¡Mujer ya llegamos, y estamos muy hambrientos!

    —Ya me lo imaginaba yo—respondió ella.

    —Madre—dijo Juan Pablo—, la yegua Jacinta dio a luz a un hermoso potrillo.

    —Con razón en la mañana escuché al Jinete alborotado.

    —Claro, el granuja ya sabía que el granjita venia en camino—comentó Don Pablo.

    —Madre, al potro lo nombré Azabache, por lo negrito y pulidito que se ve.

    Don Pablo beso a su esposa en la frente, al igual que su hijo, y luego, como sagrada familia se sentaron a la mesa.

    —Juan Pablo—dijo la madre—, podrías recitar la oración de los alimentos.

    —Si madre. Padre Santo, te damos gracias por estos alimentos; bendícelos para que sean de buen provecho para nosotros, y bendice a cada ser humano que habita sobre la tierra, para que no les falta el pan de cada día.

    Feliz tú que honras al Señor y le eres obediente. Comerás del fruto de tu trabajo, será feliz y te irá bien. (Salmo 128-1, 2,)

    Remotamente al principio de siglo, cuando el género humano se había esparcido por toda la tierra, ya se veía como un pueblo sufría el maltrato de un líder que carecía de compasión. Al ver Dios tanta injusticia, dijo a Moisés que sacara a su gente de ese país y los llevara a otro lugar donde la leche y la miel corrían como el agua. Entonces Dios hizo que lloviera comida del cielo, pero la gente debía salir a recoger solo lo necesario para el sustento de ese día. (Éxodo 16-1, 36) Sin duda alguna, la generosidad de nuestro Padre Celestial era tan inmensa que hizo llover maná del cielo.

    NO IMPORTA EL COLOR NI LA RAZA

    DIOS NOS QUIERE A TODOS POR IGUAL

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    En efecto, Dios quiere que la humanidad sea solo una raza, la raza de la hermandad, para que la luz ilumine la tierra como la antorcha a la libertad. De hecho, Dios esparció al ser humano por diferentes partes del mundo, para que hablaran diferentes idiomas y hubieran diferentes razas. Sin embargo, no importa el color ni la raza, Dios amorosamente nos quiere a todos por igual; Su plan de vida es que la humanidad sea un solo pueblo para que así todos sigan las huellas del Divino Maestro.

    En algún lugar de la tierra, en la cúspide de la montaña, el siervo entonó su pregón.

    ¡Este es mi canto, este es mi canto!

    En la campiña está mi bohío, yo me caliento con leña seca.

    Me tomo un mate bien calientito de hojas verdes de mi cultivo.

    Me tomo un mate bien calientito de hojas verdes de mi cultivo.

    ¡Este es mi canto, este es mi canto!

    El día brillaba en todo su esplendor, y el ángel asomada a la ventana, contempló en la cima de la montaña al negrito Martín, hombre sabio y humilde de piel mulata, dotado excepcionalmente de privilegios espirituales. Desde su bohío el sabio se deleitaba mirando la esplendorosa naturaleza que arropaba los montes, las colinas y los valles con su cautivador verdor. Cada vez que el sabio Martín contemplaba el paisaje que se veía desde su estancia, enaltecido decía:

    —¡Gracias Dios mío! Muchas gracias por permitirme disfrutar de la naturaleza tan bella que se ve desde mi cantón, y junto con la brisa que me regocija el alma.

    El sabio vivía acompañado de sus fieles mascotas; regocijado dijo a ellas:

    —Verdad Dorotea, verdad Amapola que la brisa está espectacular. Y tu Cumbita, donde quiera que te encuentres, yo se que cuando llegue la noche, tú también la disfrutarás al son de tu resonante canto.

    La cabra y la mula honraron a su amo con sus gemidos, y el sapo Cumbita desde su escondite también le rindió sus honores.

    —Ya sabía yo que estabas siguiéndome los pasos Cumbita—dijo el sabio—. Y ahora me iré a mi cultivo y agarraré unas cuantas hojitas bien verdecitas y con ellas me prepararé un rico mate para entrar en vigor.

    El ángel giró la mirada a otro ángulo de la tierra, y a lo alto de una colina, vio un hombre que se paseaba felizmente por las afueras de su ranchito. Éste era el humilde y tartamudo Lázaro, que por un golpe emocional que recibió en el pasado, procreó una imperfección en su voz; desde entonce se la pasaba cazando mariposas por el campo, y cuando el hambre le atacaba, lo calmaba con el fruto que agarraba de los árboles cercanos. También arrancaba las flores de su tallo para divertirse con sus propios juegos; en medio de su tartamudez decía:

    —Me-me qui-quiere, no-no me-me qui-quiere, me-me qui-quiere, me-me qui-quiere.

    El tartamudo daba saltos de gozo sacando la inocencia de su niño interno.

    El ángel fijó la mirada a los llanos de los verdes pastos, donde se encontraba un ranchero pastoreando su ganado. Éste era Cecilio Obregón, dueño del rancho La Esperanza; dedicado a la crianza de ganado, pastoreaba sus reses junto a sus dos hijos por las verdes praderas del campo.

    —¡Arre! ¡Arre!—gritó el ganadero a sus reses—. ¡Muévanse, vamos, muévanse! Zacarías, Marcos, vayan ustedes por aquel otro lado, debemos mover el ganado a los verdes pastos de la pradera.

    —Como usted mande padre—respondió Zacarías el hijo mayor.

    Y desde las alturas del inmenso Universo, el ángel giró la mirada a la parroquia del pueblo, donde se encontraba el padre Octavio dando sus consejos espirituales a los fieles que visitaban su parroquia, y portando su ayuda a todo ser humano pasando decadencia.

    —Todo lo poco que tengo, gustosamente se lo ofrezco—dijo el sacerdote—, tengan estas cositas, se que no es mucho pero les va a remediar en algo. ¡Y por favor no tengan más hijos que las cosas no están como empezaron!

    Los tímidos campesinos se rieron con las ocurrencias del sacerdote.

    A través de la ventana que da al mundo, el ángel presenciaba cuanto movimiento acontecía sobre la tierra. En eso, fijó su mirada a un centro de diversión que había en el pueblo, en el que presenció una conglomeración de campesinos y rancheros que se reunían a diario después de la laboriosa faena del campo. Simón, dueño del centro de entretenimiento de toda la región sabanera servía amenamente a todo aquel que llegaba a su Guarida.

    —¡Que hubo! ¿Que más?—dijo el cantinero—. Yo Simón Olivar, y los invito a todos a que pasen una tarde espectacular aquí en mi Guarida, donde la tristeza se convierte en alegría; aquí no habita tristeza sino más bien alegría. Y ahora a disfrutar todos que la tarde aún es joven.

    Luego el ángel giró la mirada al rancho de un hombre hacendado que decía a su mujer:

    —Beatriz, dile a la niña que baje el sonido de la música, ese bullicio me tiene atolondrado, no me deja concentrar en la columna financiera del periódico.

    —Eso te pasa por haberla consentido tanto.

    El ángel dijo desde lo alto:

    < En ciertas familias hay hijos e hijas pacíficos como también los hay soberbios y rebeldes. Empero, aguantarles su rienda a tiempo, evitará lágrimas de desconsuelo. >

    No obstante, llamó la atención al ángel, un pueblo muy lejano llamado San Quintín, y atravesando con su mirada al espeso monte, vio una vieja choza habitada por una humilde pareja que se encontraba pasando extremada decadencia. A pesar de las circunstancias en las cuales vivían, la humilde pareja profesaba devotamente su fe para vivir sujetados a la esperanza. Como eran tan pobres, no tenían recursos para tener una debida alimentación; es por ello que el humilde campesino se iba a diario al centro del pueblo con su cajita de lustrar zapatos, para buscarse honradamente el sustento del día.

    —Angelita—dijo el joven campesino a la mujer—, mañana muy tempranito me iré de nuevo al centro del pueblo pa` ver si logro conseguir algo pa` llenarnos el buche. Me parece que los tiempos de las vacas flacas han vuelto a surgir sobre la tierra, pos´ en la tierra sólo se está viviendo tiempos muy difíciles. Angelita, ¡la decadencia está azotando la raza humana!

    —Pos´ eso sí que es muy cierto mi Pancho—respondió la mujer—, la decadencia está resultando ser mundial. Pancho, ojalá que usted logre conseguir alimento hoy, pa` calmar esta devastadora hambre que traemos encima.

    El humilde campesino se quitó su rasgado sombrero, y rascándose la cabeza, dijo a su mujer:

    —Mire mujercita mía, vamos al altarcito a orarle a Diosito con devoción pa´ que haga caer sobre nosotros un maná de bendiciones.

    El ángel dijo desde lo alto:

    < No importa el color ni la raza; el amor de Dios es incondicional. Y por más tiempos difíciles que surjan sobre la tierra, Dios Altísimo los bendice desde el cielo. >

    "En tiempo antiguo, un Faraón soñó que estaba sobre la ribera del río, y que subían de la orilla siete vacas gordas y hermosas, y siete vacas feas y flacas; en su sueño vio también

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