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Datos Y Relatos De Un Viaje a Tierra Santa: Testimonios De Mi Fe
Datos Y Relatos De Un Viaje a Tierra Santa: Testimonios De Mi Fe
Datos Y Relatos De Un Viaje a Tierra Santa: Testimonios De Mi Fe
Libro electrónico414 páginas8 horas

Datos Y Relatos De Un Viaje a Tierra Santa: Testimonios De Mi Fe

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Este libro no pretende ser una gua de turistas, sino que, tomando como referencia los lugares visitados en un viaje a tierra santa, rene con un enfoque riguroso, testimonios de fuentes paganas y cristianas sobre los lugares y personajes bblicos.

En l encontraras una amplia fuente de datos, historias y leyendas, relatadas en un estilo sencillo y coloquial que va dirigido a aquellos que deseen documentar un poco los cimientos de su fe en Jess, sin extraviarse en tecnicismos religiosos o intelectuales.

Acompanos en este viaje maravilloso por tierras de Egipto con sus pirmides y el monte Sina, Jordania (petra), e Israel, en donde se visitaron prcticamente todos los lugares que fueron testigos del redentor.

Algunos lectores han comentado que tuvieron la sensacin de ir en este viaje a un lado del autor, viviendo en su interior los momentos del mismo, como si estuvieran fsicamente en aquellos lugares.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento17 may 2011
ISBN9781617645273
Datos Y Relatos De Un Viaje a Tierra Santa: Testimonios De Mi Fe

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    Datos Y Relatos De Un Viaje a Tierra Santa - Refugio de la Garza

    Copyright © 2011 por Refugio de la Garza.

    Datos y Relatos de un Viaje a Tierra Santa

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso: 2011921231

    ISBN:                 Tapa Dura                                   978-1-6176-4528-0

                               Tapa Blanda                                978-1-6176-4526-6

                               Libro Electrónico                        978-1-6176-4527-3

    Portada de Aurora Balderas

    Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin autorización escrita del titular de los derechos, bajo las sanciones establecidas por las leyes.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para ordenar copias adicionales de este libro, contactar:

    Palibrio

    1-877-407-5847

    www.Palibrio.com

    ordenes@palibrio.com

    321436

    Índice General

    Introducción

    1. Inicio del viaje a Tierra Santa

    2. Egipto

    Nuestra Llegada. Abraham. José El Soñador. Akenatón, el faraón que buscó a Dios. Moisés. La Sagrada Familia en Egipto. Nag Hammadi. Primer día en El Cairo. Las Pirámides de Gizeh. Cronología egipcia. Keops. Micerinos. La Esfinge. La Cuarta Pirámide. Los Misterios (Casualidades) de las Pirámides. Orientación de la Pirámides. Papiro. Menfis. Ramsés II. Sakkara. Hummus. Mezquita de Alabastro. Los cinco pilares del Islam. Barrio Cristiano. Otros Lugares De Interés Cercanos. El Museo de El Cairo. El Tesoro de Tutankamón. La maldición de la Momia. Mercado de la ciudad. Paseo en barco. Algunos datos sobre Egipto. Vida después de la muerte. Momificación

    3. Viaje al Sinaí

    Shavuot, o Fiesta de Pentecostés. Ascenso al Monte Sinaí. Monasterio de Santa Catalina. Monte de Santa Catalina (Gebel Katrin)

    4. Jordania

    Jacob. Lot. Moabitas. Amonitas. Wadi Rum. Wadi Musa. Petra. Paseo de Petra. El Tesoro (Al—Khasnah). Castillos Cruzados. Castillos del Desierto. Madaba. Betania (Betabara). Maqueronte. Monte de la Cuarentena. Monte Nebo. Jerash (Gerasa)

    5. Brevísima Historia de Israel

    El inicio. La Torre de Babel. Era de los Patriarcas. Los Filisteos. Los Jueces. Inicio de la Era de los Reyes. David. Salomón. Reino de Israel. Desaparición de las 10 Tribus de Israel. Reino de Judea. Destierro de las tribus de Judea. Dominio Griego. Reino Asmoneo. Dominio Romano. Dinastía Herodiana. Herodes el Grande. Herodes Arquelao. Herodes Antipas. Herodes Filipo. Herodes Agripa I. Herodes Agripa II. Destrucción de Jerusalén del 70. Destrucción de Jerusalén del 135

    6. Visita a Israel

    El Jordán. Beit Shean. Mar de Galilea. Tiberiades (Tiberias). Hammat. Baja Galilea. Cuernos de Hittin (Karnei Hittim). Madero de la Cruz. Drusos. Monte Tabor (Monte de la Transfiguración). Daburiyé. Naím (Na´in). Ein-Dor (Endor). Monte Moré (Pequeño Hermón). Llanura de Esdrelón. Megido (Armagedón). Datos. Nazaret La Flor de Galilea. Genealogía de Jesús. Nazaret. Basílica de la Anunciación. Iglesia de San José. Fuente de María. Caná (Kfar caná). Yardenit. Monte Arbel. Migdala. Monte de las Bienaventuranzas o de las Beatitudes. Egeria (Etheria; Aetheria). Tabgha, la Multiplicación de los Peces y los Panes.. La Capilla de La Primicia o Iglesia del Primado de Pedro. Cafarnaúm (Kfar Nahúm; ciudad de Nahúm). La Sinagoga. La Casa de Pedro. Capilla Ortodoxa Griega. Corazín y Betsaida. Viaje en el Mar de Galilea. La Barca de Jesús. Kursi. Gamla. Alta Galilea. Katzrin (qasrin). Cesárea de Filipo. Rumbo a la Costa Mediterránea. Safad. Costa Del Mediterráneo. Acre (Akko, San Juan de Acre). Mezquita El-Jazzar. Haifa. Monte Carmelo. Templo Bahai. Cesárea Marítima. Parque Nacional de Cesárea. Hechos Cristianos En Cesárea. Felipe el Diácono. San Pedro. San Pablo. Cesárea en tiempos de Jesús. Guerra del 70. Tel Aviv. Jaffa. Jaffa en la Biblia. De Jaffa a Jerusalén. Lod (Lydda). Ramla. Latrum. Amwas o Emmaús

    7. La Ciudad Antigua

    Ciudad Antigua. Puerta Dorada. Puerta de Jaffa o Jopa. Puerta Nueva. Puerta de Damasco. Puerta de Herodes. Puerta de San Esteban o de Los Leones. Puerta del Estiércol. Puerta de Sión. Montes. Monte Moriah. Monte Ofel. Monte Sión. Monte Calvario (Gólgota). Monte de los Olivos. Monte del Escándalo, o de las Ofensas. Monte del Mal Consejo. VALLES. Valle del Cedrón. Valle de Josefat. Valle del Tiropheón. Valle del Hinnón. El Campo del Alfarero o Haceldama. Aspectos Sociales. Sectas. Saduceos. Fariseos. Zelotas. Herodianos. Esenios

    8. Los Lugares de Jerusalén y Los Evangelios

    Betania. Resurrección de Lázaro. Entrada triunfal del Domingo de Ramos. Monte de los Olivos. Iglesia Dominus Flevit (El Señor Lloró). Iglesia de la Agonía (Iglesia de Todas las Naciones). La Gruta de la Traición. Tumba de la Virgen María. Iglesia de María Magdalena. Edículo o Capilla de la Ascensión. Iglesia del Pater Noster. El Credo. Monte Sión. Cenáculo. El Rito Antiguo. Lavatorio de Pies. El Rito Nuevo y Eterno: La Sagrada Eucaristía. Tumba de David. Iglesia de la Dormición. San Pedro in Gallicantu. El Jueves Santo ante Caifás. Tumba de Schindler

    9. Jerusalén. Vía Dolorosa

    Puerta San Esteban (Vía Dolorosa). Iglesia de Santa Ana. Piscina de Betesda. Torre Antonia. Escuela Musulmana El Aqsa. Convento Franciscano. Capilla de la Flagelación. Capilla de la Condenación. Museo. El Pretorio. Proceso de Jesús. Monasterio de las Hermanas de Sión. Inicia el Vía Crucis. El Santo Sepulcro. Breve Historia. La Piedra de la Unción. El Calvario. Capilla de la Crucifixión. Capilla del Calvario. Altar de Nuestra Señora de los Dolores. El Santo Sepulcro. Otros Recintos Del Santo Sepulcro. El Katholikon. Capilla de Santa María Magdalena. Arcada de la Virgen. Capilla de San Longinos. Capilla del Reparto de las Vestiduras. Capilla de Santa Elena. Inventio Crucis. (Encuentro de la Cruz). Capilla de Adán. Monasterio Etíope

    10. Otros Lugares de Jerusalén

    Dentro De La Ciudad Antigua. La Ciudadela. Catedral de Santiago. Muro de los Lamentos. Centro Musulmán Haram Esh-Sharif. Mezquita de la Roca. Domo de la Cadena. Mezquita El-Aksa (Lejana). Museo de Arte Islámico. Puerta Dorada. Sitios Fuera De Las Murallas. Convento de la Santa Cruz. Museo de Israel. Museo del Holocausto. Ein Karem. Iglesia de la Visitación. Fuente de la Virgen. Iglesia de San Juan Bautista

    11. Belén y Hebrón

    Nuestra Belén. La Iglesia de la Natividad. La Gruta de la Natividad. Capilla del Pesebre y de Los Reyes Magos. Basílica de Santa Catalina. Capilla de San José. Capilla de los Santos Inocentes. Sepulcro de Santa Paula y su hija Santa Eustoquia. Sepulcro de San Gerónimo. Oratorio de San Gerónimo. Gruta de la Leche. Campo de los Pastores. De Belén a Hebrón. Piscinas de Salomón. Herodión. Mar Saba (San Sabás). Hebrón. Mambré. Kariot

    12. De Jerusalén al Mar Muerto

    Monasterio de San Jorge. Jericó. Monte de la Cuarentena. Origen del Rosario. Fuente de Eliseo (Ain Sultán). Qumrán. Mar Muerto. La Estatua de Sal de la Esposa de Lot. Ein Gedi. Masada. Masada no debe caer otra vez. Fin del Viaje.

    A Martha, mi esposa, que siempre

    me animó en esta aventura de escribir sobre mi fe.

    A aquellos amigos, que con sus

    comentarios adversos al cristianismo exaltaron la

    pasión de mi fe en Jesús y en el Catolicismo.

    A la memoria de mi cuñado Jorge.

    Introducción

    Creo necesario, antes que nada, esclarecer que este intento de libro no pretende ser, ni por asomo, una guía de turistas a Tierra Santa, sino sólo un pequeño testimonio de mi fe, previsto desde su inicio como un regalo para mis hijas. Contiene mis experiencias de viaje, aderezadas con historias y relatos recolectados de historiadores, escritores, peregrinos e iluminados que nos precedieron en este, cada vez más difícil, camino de seguir a Cristo.

    Posiblemente algunos piensen que no es difícil seguir a Jesús debido a que poseen una fortaleza espiritual a toda prueba o a que, gracias a Dios, no padecen ese prurito de querer estar en contacto con el mundo actual, y por lo tanto no se ven bombardeados por la gran cantidad de desinformación con que nos regalan, día a día, los diferentes medios de comunicación. Por ejemplo, se dice que existen casi cien mil libros sobre Jesús, pero desgraciadamente una gran cantidad son escritos que tratan de denostarlo. Las razones pueden ser numerosas: por falta de fe, por un beneficio económico o intelectual, o simplemente –como sucede en gran cantidad de ocasiones– por socavar los cimientos de nuestra fe y de nuestra máxima institución: La Iglesia.

    Tomando como referencia el caso del famoso bestseller Código Da Vinci, se observa que cuando se cuestiona a algunos escritores, que develan para la humanidad –supuestos– secretos de instituciones, familias, periodos históricos, etcétera, se amparan diciendo que escriben una novela, y en éstas, como sabemos, no sólo está permitido decir mentiras (incluso sobre hechos históricos), sino que, las más de las veces, es el principal recurso utilizado bajo el argumento de que se está dando espacio a la imaginación. Mario Vargas Llosa dijo que el novelista escribe la verdad de las mentiras, pero, desde mi perspectiva, parece que en muchas ocasiones son las mentiras disfrazadas de verdades, ya que cuando se escribe una verdad a medias la mayoría de las veces equivale a decir una completa mentira. Otros escritores dicen que ellos son intelectuales, y que todo lo que esté impregnado de algún vestigio de fe pierde, para ellos, su soporte de veracidad. Lo cierto es que muchas veces estos intelectuales son más dogmáticos que la fe que con tanta fuerza rechazan.

    Curiosamente, agradezco a Dan Brown y su Código Da Vinci por haber sido los principales acicates para que yo iniciara la búsqueda de información sobre el catolicismo, que devino en una verdadera fe. Como sabemos, el libro ganó muchos adeptos, entre ellos unos amigos míos. Cuando nos reuníamos, conversábamos acaloradamente sobre el Código . . . Mis amigos repetían, y recitaban líneas y argumentos de Brown, y adoptaban un aire de sapiencia religiosa, que los dotaba de una autoridad casi irrefutable sobre el tema, y aunque rechacé estos puntos de vista al calor de la conversación, pronto caí en la cuenta de que yo tampoco tenía los cimientos de la fe que pretendía defender, así que me dediqué a leer libros y documentos sobre el tema. Sin embargo, debo reconocer lo que dijo una escritora: No vemos las cosas como son, sino tal como (nosotros) somos. Esto quiere decir, que nuestra deformación intelectual, política o religiosa, nos hace creer sólo lo que a nuestros sentimientos más íntimos se acomoda. Como dijo el poeta: En este mundo traidor, nada es verdad o es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira.

    En fin, estando inmerso en ese proceso de empaparme en el tema, casi prodigiosamente me invitaron a un viaje a Tierra Santa. Sin pensarlo mucho ni siquiera creer que fue una señal divina–, acepté la invitación. Debo decir que este viaje sirvió para reforzar lo que ya había iniciado: la documentación y soporte de mi fe. Antes del mismo, había caído en mis manos el maravilloso libro de Luis Malanco: Viaje a Oriente, el cual es una poesía en prosa sobre esos lugares, y en la introducción, don Ignacio Manuel Altamirano escribió:

    Los mexicanos viajan poco, y los que viajan no escriben, ni publican sus impresiones y recuerdos. Esta es una verdad tan notoria en México, que no necesita demostrarse.

    Con los miles de libros que vituperan a Jesús; las conversaciones con amigos que, inconscientemente, infaman al cristianismo; las lecturas realizadas, y el viaje a Tierra Santa, aunado al prólogo de don Ignacio, decidí hacer un escrito en el cual narrara mi viaje a Tierra Santa, bordándolo de historias que coadyuvaran al sustento de mi fe.

    Quiero mencionar que los monumentos arqueológicos cobran dimensiones inauditas, porque atestiguan el pensamiento y sentimiento de hombres y mujeres que en el fondo son, a su vez, un testimonio de fe. Como visité numerosos lugares sagrados, traté de no resaltar sus aspectos físicos ni arqueológicos, pero en la práctica fue imposible, porque el impacto es tal, que impone estigmas en la memoria que difícilmente se pueden evadir, y al final terminé describiendo tal o cual detalle de los monumentos o santuarios.

    En todos los casos traté de ser lo más objetivo posible, y cuando tuve dudas, consideré las diferentes versiones del tema para que el amable lector, con su criterio, forme su propia opinión.

    Por eso conjunté a la experiencia del viaje la investigación documental. Reuní la mayor cantidad de datos, relatos, historias, leyendas, etcétera, de los monumentos y de los acontecimientos ahí sucedidos. Me apoyé en los testimonios de los gigantes que nos han precedido. Tomé en cuenta para tal efecto: peregrinos, como Egeria –la primera peregrina–, Chateaubriand, el Abad Mislin, Lamartine, el mexicano Luis Malanco; historiadores: cristianos como Eusebio de Cesárea, Clemente, Adrichomio, y paganos como Flavio Josefo, Plinio; escritores como Félix Amat, Agustín Calmet y Pezrón. Y no podían faltar los escritos de las beatas iluminadas que nos han regalado sus visiones; entre otras: Ana Catalina Emmerick, María Valtorta, María de Agreda, Santa Brígida. También me apoyé en los escritos recopilados en la Biblical Architectural Review, y, por supuesto, en las diferentes páginas disponibles en esa maravilla (cuando se le utiliza bien) que es la red electrónica.

    ¿Qué encontrarás aquí, amigo de aventura? Sólo testimonios documentados de personas que nos antecedieron en nuestro camino. Como se mencionó, no se tomaron deliberadamente sesgados para que sirvieran de apoyo a mi débil fe, ¡no! . . . fueron sopesados contra los comentarios de los escépticos, y en caso de duda me decidí por considerar ambos.

    Escribo sin pretensiones, y no trato de impactar el intelecto de nadie, ni de conseguir un éxito literario. No escribo nada nuevo, porque casi todo lo que este libro contiene fue tomado de otros. Como me dijo un buen amigo: de 30 libros leídos sale el 31, y de 31 sale el 32. Sólo pretendo dejar en forma sencilla y resumida los testimonios de tantos –esos sí, gigantes– que nos han precedido, y que éstos sean de interés para algún buscador de esperanzas. Espero lograr este objetivo, y que tú, amable lector, disfrutes del contenido de este libro, tal como yo disfruté en su elaboración.

    Quiero agradecer a todos los amigos que, en forma directa o indirecta, me regalaron sus acertados comentarios, enriqueciendo el contenido de esta obra, y muy especialmente a Julieta Martínez y a Aída Muñoz, por su valiosa ayuda.

    R. de la G. B

    1. Inicio del viaje a Tierra Santa

    Pues la página escrita nunca recuerda todo lo que se ha

    intentado, sino lo poco que se ha conseguido

    Antonio Machado

    Qué extrañas sensaciones brotan cuando se inicia un largo viaje!: tristeza… alegría… temor. Resulta curioso observar la inquietud en la gran mayoría de la gente, e incluso, se hace patente que en su fuero interno mantiene temores, manifestados en movimientos erráticos en serie, como volver la cabeza hacia todos lados, risas nerviosas, o comentarios incoherentes. Por supuesto, estos temores son infundados. Pareciera ser que el miedo a lo desconocido es más fuerte de lo que imaginamos. Sin embargo, mientras que en nuestro pueblo esta conducta se observa con mucha frecuencia, en otras culturas –como la estadounidense o la europea– no sucede así. En ellos se manifiesta un mayor grado de confianza ante lo desconocido, propio de un nivel de desarrollo más avanzado.

    Viene a mi memoria que hace años me preguntaron si quería viajar a Tierra Santa y encogiendo los hombros, con indiferencia y con autosuficiencia –sí, con autosuficiencia– . . . esa que es propia de los ignorantes, contesté: ¡no me interesa!, ¡aunque ahí se hizo la historia, sólo es un pedazo de desierto! Mientras recuerdo mi respuesta, no puedo dejar de apenarme, y me río de ella. Pero ese es uno de los grandes problemas de las palabras, una vez que salen de nuestra boca, se eternizan, y ahí están, martillándonos el cerebro y la conciencia, acompañándonos hasta el fin de nuestros días, como cruel verdugo, que nos fustiga por nuestra liviandad al hablar.

    A veces me pregunto cómo nació el deseo de visitar Tierra Santa, y sólo atino a responder que no lo sé. Pero sí persiste en mi memoria el día que, en una charla familiar, nos comentaron que estaba formándose un grupo para un viaje a esas tierras –a realizarse en mayo del 2008. El guía sería un fraile franciscano que había vivido allá, e incluso había sido guía de grupos turísticos. De inmediato mi esposa y yo, emocionados, decidimos tratar de unirnos a dicho grupo e iniciamos los trámites para llevar a cabo el viaje, lo que logramos ¡gracias a Dios!, y así nos embarcamos en esta maravillosa experiencia.

    Recuerdo claramente el día que salimos. Hubo una misa para encomendar nuestro viaje al Señor y darle gracias por el mismo. ¡Tantas veces que los humanos olvidamos que todo en la vida es prestado, y de que la tierra que pisamos sólo es una estación en nuestro viaje al más allá! Además olvidamos también agradecer por tantas cosas buenas recibidas, pues los dones que Dios nos regala a veces nos embriagan y pretendemos en nuestra soberbia compararnos con Él.

    En el aeropuerto intercambiamos sonrisas y algunas palabras con los compañeros de viaje. Solamente nos habíamos visto una vez, cuando nos reunimos para ver los pormenores del mismo. La mayoría no nos conocíamos, sin embargo, poco a poco, nos fuimos identificando. De verdad, el grupo con el paso de los días fue integrándose, y el resultado fue un ambiente muy cálido y de auténtico compañerismo.

    ¡Qué se puede decir de un viaje a Tierra Santa, si ya todo está dicho! Como dijera Sinuhé el egipcio: todo vuelve a empezar y no hay nada nuevo bajo el sol, el hombre no cambia, aún cuando cambien sus hábitos y las palabras de su lengua.

    ¡Sabias palabras! Pero este viaje tuvo un ingrediente que no tenían los demás: ¡lo vivimos!, ¡no nos lo contaron!

    Sinuhé el egipcio, escrito por Mika Waltari y ambientado en la época del rey Akenatón y de Tutankamón, está inspirado en una pieza literaria de alrededor del 1900 a. de C., llamada Los cuentos de Sinuhé. Es uno de los grandes éxitos literarios de todos los tiempos, y para los amantes de la cultura egipcia es una lectura obligatoria. Incluso algunos historiadores lo han tomado como referencia para conocer sucesos y sitios históricos de esa época.

    2. Egipto

    Nuestra primera estancia sería Egipto, ese país misterioso de nuestros recuerdos, al cual bien podríamos bautizar: El país de las casualidades, ya que cuando se menciona algo increíble sobre él, los intelectuales se apresuran a decir: es sólo una casualidad, y luego pasan a tratar de explicar lo que la mayoría de las veces es inexplicable.

    NUESTRA LLEGADA

    Con un cansancio muy marcado, producto de 30 horas de viaje ¡y además en clase económica!, arribamos un 28 de abril en la noche a El Cairo, capital de Egipto, también conocida como La Antigua Heliópolis, y como el On bíblico. Con todo, el grupo estaba muy contento, porque llegábamos al inicio de nuestro viaje, o mejor dicho, al inicio de nuestro peregrinar por Tierra Santa. Era tal el gozo que nos invadía, que nadie se percató de las condiciones tan precarias del aeropuerto de El Cairo.

    Muchos podrán pensar: ¿y cuál es la relación de Egipto con Tierra Santa, si Egipto es el país de las pirámides y del Nilo?

    PRESENCIA DE EGIPTO EN NUESTRA RELIGIÓN

    Abraham

    En realidad, Egipto tuvo mucha influencia en nuestra religión, ya que aquí se dieron las primeras manifestaciones del monoteísmo, y aquí estuvo el patriarca Abraham (1996-1821 a. de C.) alrededor del 1900 a. de C., cuando –por mandato de Dios– salió de su natal Ur, ubicada en Mesopotamia, para ir en busca de tierras apropiadas para su gente. Durante su estancia, el faraón se enamoró de Sara, esposa de Abraham, y esto provocó la ira de Dios, quién afligió con plagas al faraón. Para escapar de la ira de Dios (Génesis 12: 9-20), el faraón los liberó, y regaló a Sara todos los presentes con que la había colmado durante su estancia en su palacio, incluyendo, a una esclava de nombre Agar. Tiempo después, dado que Sara era estéril y no podía darle descendencia a Abraham, le sugirió a éste que procreara un hijo con Agar. De esa unión nació Ismael, y de él descenderían las doce tribus árabes, base del pueblo que ahora conocemos.

    Posteriormente Abraham y Sara –por gracia del Señor– tuvieron un hijo al que llamaron Isaac, que significa risa, debido a que Sara, por ser de edad muy avanzada, se rió cuando oyó al Señor prometiéndole a Abraham que ella daría a luz un hijo. Isaac tendría a Esaú y a su gemelo Jacob, el cual tuvo 12 hijos, que formarían las 12 tribus de Israel. Cosas de la vida: siendo Ismael e Isaac hermanos de sangre, hoy en día sus respectivos descendientes viven enfrascados en constantes conflictos.

    José El Soñador

    En este Egipto vivió José El Soñador (1745-1635 a. de C.), hijo de Jacob. Fue traído a este país después de que sus hermanos lo vendieron como esclavo. Curiosamente fue vendido a los ismaelitas, o sea la tribu de Ismael, el hijo que tuvo Abraham con Agar. Llegó a ser un prominente ministro egipcio cuando, con su don divino, interpretó el sueño del faraón en turno (Génesis 41:17-24), quien, preocupado por el mismo, ya había consultado con varios sacerdotes y adivinos sobre su significado, sin tener éxito:

    En mi sueño –dijo el Faraón–, me parecía que estaba a la orilla de un río, y que del río subían siete vacas de gruesas carnes y hermosa apariencia, que pacían en el pasto, y que otras siete vacas subían después de ellas, flacas y de muy feo aspecto.

    Todos sabemos que José le pronosticó siete años de abundancia, seguidos por siete años de hambruna. Además le sugirió qué hacer para evitar calamidades. Como premio, el faraón lo nombró vicegobernador y lo colmó de poder. Hasta la fecha no se sabe quién fue este faraón.

    José, por ayudar a su familia (que, aclarando, eran las doce tribus de Israel), propició que los hebreos emigraran a Egipto; pero sólo eran alrededor de 100 gentes incluyendo a su padre Jacob (Israel). Tiempo después de la muerte de José, los hebreos se multiplicaron tanto que los egipcios los esclavizaron, porque pensaron que podrían representar un peligro. Esta esclavitud duraría 400 años. José, al morir, fue embalsamado según la costumbre egipcia, y sus restos fueron conservados en un templo. Posteriormente, cuando se inició el Éxodo, Moisés los tomó consigo, para cumplir con el último deseo de José, quien hizo jurar a los hijos de Israel, diciéndoles (Génesis 50:25):

    Ciertamente os visitará Dios; entonces subiréis mis huesos de aquí[1]

    Y los llevó a enterrar en Siquem, junto a Jacob, su padre. Además, mencionado por varios autores, los egipcios le dieron culto a José bajo la figura de Apis o Serapis, con la imagen de un buey o un toro, simbolizando la agricultura y la fertilidad. Asimismo se le representaba con la figura de un joven, sin barba, y con un canasto de espigas sobre su cabeza. Con la muerte de José se cierra el libro del Génesis.

    Akenatón, el faraón que buscó a Dios

    Akenatón (1377-1336 a. de C.), inició su reinado en 1352 con el mismo nombre de su padre: Amenhotep (IV), que quiere decir Amón está satisfecho, pero a los cinco años de edad lo cambió por el de Akenatón, que significa En beneficio de Atón. Akenatón elevó a Atón como el único dios existente, y aunque esto no era nuevo en Egipto, sí lo fue el hecho de que trató de eliminar a todos los demás dioses que se tenían, y de manera muy especial a Amón, que era el más venerado.

    El centro administrativo del reino era Menfis y el centro religioso –donde solían vivir los faraones– era Tebas. Akenatón fundó un nuevo centro religioso, que además fue su centro administrativo y su palacio real. Lo llamó Aketatón que significa: El Horizonte de Atón, sin embargo, debido a un error, los arqueólogos europeos del siglo XIX lo llamaron: Tell el-Amarna. El carácter pacífico, casi místico, de Akenatón le impidió luchar con fuerza y firmeza contra los sacerdotes de Amón, y terminó sucumbiendo ante ellos.

    Su esposa fue la bella Nefertiti quien sólo pudo darle hijas (seis). Algunos egiptólogos, creen que cuando murió Akenatón fue ella la que ascendió al trono bajo el nombre de Semen—Jkare, mientras que Tutankamón, a quien le correspondía el trono, alcanzaba la edad necesaria para tomar el poder. Una de las teorías más aceptadas sobre Tutankamón, nos dice que era hijo de Akenatón y de una mujer del harén real llamada Kiya, quien así, dotó al rey de un varón que pudiera continuar su linaje. El nombre original de éste era Tutankatón, cuyo significado es: viva imagen de Atón, pero, por la influencia de los sacerdotes, lo cambió a Tutankamón. Su reinado fue obscuro y dominado por el sacerdote Ay o Aya, que fue su sucesor cuando él murió misteriosamente a la edad de diecinueve años. Poco después, a la muerte de Ay, subió al trono Horemheb, quien era el comandante de las fuerzas armadas, y que participó junto con Ay en la conspiración contra Akenatón. Ninguno de estos dos pertenecía a realeza alguna.

    Paradójicamente Akenatón, quien creía en un solo Dios verdadero (que, para los egipcios era el Sol), invisible, todo generoso y omnipresente, que sostenía que todos los hombres eran iguales ante Dios y que no permitía por ningún motivo el uso de la violencia como medio de influir en los demás, pasó a la posteridad como: El Faraón Hereje.

    Sigmund Freud escribió un libro titulado: Moisés y el monoteísmo, en donde argumentó que Moisés aprendió de Akenatón sobre el monoteísmo. Además en la tumba de Ay, se encontró un hermoso poema titulado: El himno a El Atón, que se atribuye a Akenatón y se dice que aunque no es idéntico guarda similitud con el salmo 104 de la Biblia.

    Moisés

    Moisés, cuyo significado es de las aguas lo saqué, liberó al pueblo judío de los egipcios. La Biblia nos dice que el Éxodo sucedió en el siglo XV antes de Cristo, y en la Historia del Antiguo y Nuevo Testamento, el padre Calmet, nos hace una cronografía completa de los eventos realizados desde la liberación (1487 a. de C.), hasta la muerte de Jesús. Sin embargo, la mayoría de los historiadores ubican el Éxodo alrededor del 1220 a. de C.

    Algunos creen que Ramsés II (1279-1213 a. de C.), fue el faraón que persiguió a los hebreos hasta el Mar Rojo, porque se encontraron restos de sal en su momia, lo cual sería producto, dicen, de que se ahogó en el mar cuando se cerraron las aguas. Sin embargo, la mayoría cree que fue Merenptah (1203 a. de C.), un hijo de Ramsés.

    El Éxodo de Egipto marca el inicio de la tradición hebrea de celebrar La Pascua (Pascua en hebreo se dice Pesaj, que significa Pasar). Consistía, entre otras cosas, en inmolar un cordero (el cordero pascual), para recordar que los hebreos untaron con la sangre del cordero los marcos de las puertas de sus casas, y así el Ángel Exterminador los identificó y no mató a sus primogénitos como resultado de la décima plaga anunciada por Moisés.

    Después se llevaba a cabo todo un ritual, donde, entre otras cosas, se comían la carne asada del cordero con panes ácimos (sin levadura) y lechugas silvestres (Éxodo 12:1-28, y 43-50). Jesús vendría a cambiar ese rito antiguo al ofrecerse Él como El Cordero Pascual, y en este rito nuevo y eterno vino a redimir el Pecado del Mundo y con su sangre derramada en la cruz nos salvó a todos de la muerte eterna.

    La Sagrada Familia en Egipto

    En nuestros evangelios no se tienen referencias al respecto, pero en algunos evangelios apócrifos sí las hay, aunque a veces se narran cosas algo increíbles. Hay que recordar que la Sagrada Familia huyó hacia Egipto para escapar de las garras de Herodes, y la gran mayoría de los historiadores dicen que ahí permaneció 2 o 3 años, basados principalmente en que Herodes murió un año después del nacimiento de Jesús. De ser cierta esta permanencia sería prácticamente imposible que tuvieran tiempo de visitar todos los lugares que vamos a mencionar, pero Santa María de Agreda, en su maravilloso libro: Mística Ciudad de Dios –que escribió basándose en supuestas revelaciones de la Virgen María–, nos dice que en realidad vivieron siete años aquí, porque Jesús quería sembrar en estas tierras la semilla de su amor.

    Cabe mencionar que prácticamente en todos los lugares que se citarán, se erigieron iglesias dedicadas en su gran mayoría a la Virgen María.

    Sabemos que al huir de Belén pasaron por Gaza, al sur de Israel, y desde allí se fueron a Egipto, en donde se conservan historias hermosas. Se cuenta que a su paso por las diferentes ciudades, caían los ídolos que se encontraban en éstas; sin embargo, aunque en algunas ciudades se convertían para adorar a Jesús, en otras, presas del temor, los instigaban para que se fueran.

    Una historia dice que una vez María pidió agua para bañar al niño y una buena mujer se la

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