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Teatro Vulgar
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Libro electrónico149 páginas1 hora

Teatro Vulgar

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Los textos dramticos que figuran en este volumen tienen un controvertible hilo conductor: la vulgaridad. Sin embargo, la exaltacin de lo vulgar siempre se malinterpreta, y se suelen pasar por alto los ms lgidos planteamientos crticos.

Si en Las Sombras Desenchufan los personajes debaten sobre el derecho a la vida, en Crneo Azul in the Yellow House la muerte es el resultado del declive moral al que llevan las adicciones y otros males. Por otro lado, el tradicional juego de mesa CLUE viene a ser el pretexto para la versin boricua de un enredo teatral con 216 posibles finales; y en El sex tapede Milo y Olivia los personajes optan por hacer pelculas pornogrficas para salir de la crisis econmica, a la vez que se lanza una crtica a la hipocresa del fundamentalismo religioso.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento13 abr 2011
ISBN9781426964688
Teatro Vulgar
Autor

Freddy Acevedo

Freddy Acevedo es dramaturgo, director teatral, actor, mago y caricaturista. Ganó, junto a Pedro Rodiz, el premio del Certamen de Dramaturgia del Instituto de Cultura Puertorriqueña del año 2011 con la obra: Sofía, un drama sobre el declive del quehacer intelectual.

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    Teatro Vulgar - Freddy Acevedo

    ÍNDICE

    NOTA PRELIMINAR

    Las Sombras Desenchufan

    (LSD)

    Cráneo Azul in the Yellow House

    Clue

    (una obra de teatro)

    El «sex tape» de Milo y Olivia

    Apéndice

    y escribo por el arte que inventaron los que el vulgar aplauso pretendieron porque, como las paga el vulgo, es justo hablarle en necio para darle gusto.

    Lope de Vega

    NOTA PRELIMINAR

    No podemos tapar el cielo con la mano: la vulgaridad es el denominador común, el hilo conductor, de cada una de las piezas teatrales que aparecen en este volumen. Por lo tanto, la promesa que queda consignada en el título se cumple cabalmente, a medida que se avanza en su lectura. No obstante, es indispensable destacar que no existe razón alguna para arrojar el libro al fuego sin antes haber examinado los textos – y lo que plantean implícitamente con respecto a la condición humana. Se debe, pues, evitar a toda costa ser emisario de la censura desmedida, así como ignorar los propósitos detrás de este tipo de literatura dramática que constituye a todas luces un atrevido acto de provocación.

    Los personajes de Las Sombras Desenchufan (LSD) debaten a su manera sobre uno de los temas más delicados de todos los tiempos: el derecho a la vida.

    Por otro lado, las actitudes autodestructivas que exhiben los personajes de Cráneo Azul in the Yellow House nos recuerdan el declive moral de nuestro entorno, y todos los males que se derivan del mismo.

    En Clue (una obra de teatro) imperan las fórmulas del «teatro interactivo de misterio» estadounidense, popularizado por Peter De Pietro durante la década de los noventa. El tradicional juego de mesa CLUE –desarrollado a mediados del siglo XX– viene a ser el pretexto que lleva a Freddy Acevedo a parodiar las versiones existentes y a ofrecernos una variante procaz del enredo en el que un espectador elige al azar el asesino, el arma y el lugar de los hechos, lo cual permite que surjan 216 posibles finales.

    La última pieza, El «sex tape» de Milo y Olivia, es un coctel soez de críticas a una sociedad prejuiciada que menosprecia las ciencias puras y las artes, y nos atosiga con propaganda religiosa que fomenta el sinsentido. Todos los personajes asumen –con un absurdo e hiperbólico estoicismo– el rol de pornógrafos dentro del ámbito onírico de un joven matemático con disfunción eréctil.

    Si nos dejamos llevar por la superficialidad de los temas – y obviamos la metáfora del país que destila el pintoresco conglomerado de personajes que dan vida a estas obras– nos sentiremos incómodos al toparnos con tanta insolencia plagada, para colmo, de vulgaridad. Estaríamos negando descaradamente la existencia de estos personajes dentro del marco de nuestra cotidianidad; y procederíamos entonces a ser parte de la masa de prejuiciados que quieren cambiar el mundo, pero que han llegado miles de años tarde para ello y carecen de proyecto.

    Si, por el contrario, nos acomodamos en nuestra más recóndita butaca mental, libres de los tabúes y de las crianzas atiborradas de complejos, es muy probable que, gracias a la lectura –o al disfrute de la representación– de estas piezas, podamos descubrir una que otra valiosa lección que el follaje de la vulgaridad se encarga de ocultarle a aquellos que, por fijarse en los árboles, no logran divisar el bosque.

    SANTIAGO TÓLERE

    Las Sombras Desenchufan

    (

    LSD)

    DRAMATIS PERSONAE

    LA ABUELA

    MARTA

    HERIBERTO

    URBIS

    EDIE

    Derecha e izquierda, las del espectador.

    Prólogo

    (Sala del apartamento de LA ABUELA. A la izquierda, una puerta que conduce afuera. En el centro, una ventana de celosías cerrada. A la izquierda de la ventana hay un gran cuadro del «Sagrado Corazón» de Jesús, que presenta a Cristo fumando crack. En el lado izquierdo frontal del escenario hay un pequeño estante de libros con algunos sobres encima. Frente a la ventana, vemos a LA ABUELA sentada en un sillón. Es una viejita que está conectada a la pared por un cable que le sale del culo. A su lado hay una mesita con unos guineos. Es de noche.)

    LA ABUELA.— (Sobresaltada.) ¡No señor! (Extiende su dedo medio hacia el cuadro.) ¡Éste es! Si lo hago, nadie más me cuidará y moriré. (Reflexiona.) ¡No había pensado en eso, Dios mío!

    (En la pared trasera se proyecta un haz de luz en el que se dibuja la sombra de unas manos que sujetan lo que aparenta ser un cable. Apagón y silencio. De repente se escucha un gran trueno y se encienden las luces. La música de la escena de la ducha en la película «Psycho» comienza a escucharse, mientras vemos a LA ABUELA en el piso y el cable desenchufado.

    APAGÓN

    (ahora sí)

    ACTO PRIMERO

    Primera Escena

    (Se escucha una música lenta y sicodélica. Luego de unos segundos, se ilumina es escenario y vemos de nuevo a LA ABUELA conectada a la pared y sentada en el sillón, pero esta vez duerme. Es de día. Ya no está el cuadro de Jesucristo. En el estante hay una cafetera y una figura de porcelana. En la mesita donde están los guineos hay un vaso de cristal. La música se extingue gradualmente.)

    LA ABUELA.— (Despertando bruscamente.) ¡Marta! ¡Marta! ¡Marta, dame agua! (Agarra el vaso y da golpes con él en la mesita.)

    MARTA.— (Fuera de escena.) ¡Ya voy, abuela!

    LA ABUELA.— ¡Avanza, que me muero!

    MARTA.— (Llegando de la cocina con una jarra de metal.) Aquí estoy, abuela. ¿Estás bien? ¿Qué pasa?

    LA ABUELA.— (Señalándola con el vaso.) Soñé contigo.

    MARTA.— ¿Qué soñabas?

    LA ABUELA.— ¡Que querías desenchufarme!

    MARTA.— ¿Cómo?

    LA ABUELA.— Sí, yo te vi. Eras tú. Agarraste el cable y… ¡fuápiti!

    MARTA.— (Mientras echa agua en el vaso.) Ay, abuela… Sólo fue un mal sueño. ¿Quién es la que te cuida y vela por tu bien? Yo, ¿no es así? Además, eso nunca pasará.

    LA ABUELA.— (Prueba el agua y se la escupe encima a MARTA.) ¡Está caliente!

    MARTA.— Lo siento, abuela, se acabó el hielo. (Se seca con su delantal.) Ah, llamó tío Heriberto que viene para acá a verte.

    LA ABUELA.— (Encolerizada.) ¿Y tú vas a dejar que el idiota ese entre aquí, después de no haber venido a verme el mes pasado cuando me dio aquel patatús?

    MARTA.— Pero abuela, después de todo, es tu hijo.

    LA ABUELA.— ¡Si tu madre estuviese viva me daría la razón y sacaría a palos al desgraciado ese si lo viera entrar! Tu madre no era blandengue como tú.

    (LA ABUELA agarra un guineo de la mesita, lo empieza a pelar y se lo come, mientras MARTA habla pensativa.)

    MARTA.— Mamá… Aún me acuerdo del trágico resbalón que dio en la cocina; se desnucó al instante. No me explico cómo pudo suceder.

    (LA ABUELA termina el guineo, se encoge de hombros y tira la cáscara en dirección a la cocina.)

    LA ABUELA.— (Masticando aún.) Bah, eso le pasa a cualquiera.

    MARTA.— (Luego de secar sus lágrimas.) Voy a prepararles algo de comer; deben llegar hambrientos.

    LA ABUELA.— ¿Prepararles? ¡Ah! ¿También viene la boba?

    MARTA.— Bendito, no le digas así a tía Urbis.

    LA ABUELA.— Pero es que esa mujer no compone nada. La última vez que vino se tomó todo el jugo de ciruelas, y al baño ni se podía entrar.

    MARTA.— Nada, se les trata bien cuando lleguen; si lo que quieren es venir a verte.

    LA ABUELA.— Preferirían verme muerta con tal de que les toque parte de la herencia.

    MARTA.— Créeme que no es así. (Saca un soplete de un bolsillo.) Bueno, voy a la cocina a calentarles algo, que deben estar por llegar. (Enciende el soplete y va a la cocina.)

    LA ABUELA.— (Viendo que MARTA dejó la jarra sobre la mesita.) ¡Marta, asómate acá un momento!

    (MARTA se asoma y LA ABUELA le tira con la jarra, pero ella la esquiva.)

    MARTA.— Pórtate bien abue…

    (LA ABUELA agarra el vaso vacío y se lo tira. MARTA huye fuera de escena, pero el vaso la alcanza y se escucha el ruido del cristal al romperse.)

    MARTA.— ¡Abuela!

    LA ABUELA.— (Satisfecha.) ¡Le di!

    Segunda Escena

    (LA ABUELA saca un rosario de su bolsillo y comienza a rezar con mucha devoción.)

    LA ABUELA.— Ay, Dios mío, permite que

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