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Habitaciones sólo para dos: Itinerario de citas teatrales
Habitaciones sólo para dos: Itinerario de citas teatrales
Habitaciones sólo para dos: Itinerario de citas teatrales
Libro electrónico173 páginas2 horas

Habitaciones sólo para dos: Itinerario de citas teatrales

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Este libro reúne diez entrevistas realizadas entre el año 2013 y 2016, a dramaturgas y actrices, a directores e investigadores teatrales cubanos y extranjeros, de relevante trayectoria dentro y fuera del panorama teatral de su país. Concebido como un itinerario de citas, el libro propone un recorrido por varias habitaciones; los cuartos son el pretexto para ubicar el universo humano y creativo de cada teatrista.
La autora se coloca en un espacio privado con cada artista, en un estado profundo de diálogo, de seducción, de interés ante el descubrimiento y ante las polémicas escénicas nacionales e internacionales. El lenguaje no se limita a lo periodístico o investigativo, pues otros géneros intervienen los textos, que también son narrativos, documentales y al mismo tiempo, ficcionales.
Estas conversaciones son un recorrido por sensibilidades estéticas, por obsesiones escénicas y humanas; una manera de conversar a solas y en la intimidad de un espacio sin otros testigos. En su conjunto, muestran un mosaico que discute en su epicentro el teatro y su impacto en diferentes generaciones y contextos; testimonian el pulso de un tiempo y sus tensiones, las miradas dentro y fuera de la Isla.
IdiomaEspañol
EditorialGuantanamera
Fecha de lanzamiento1 feb 2017
ISBN9781524304409
Habitaciones sólo para dos: Itinerario de citas teatrales
Autor

Ámbar Caridad Carralero Díaz

Ámbar Carralero Díaz (La Habana, 1987). Licenciada en Teatrología en la Universidad de las Artes de Cuba. Imparte Historia del Teatro en la Facultad de Arte Teatral. Especialista de Artes Escénicas en la sede nacional de la Asociación Hermanos Saíz. Egresada del Taller de Técnicas Narrativas Onelio Jorge Cardoso. Ha dirigido varios espectáculos en su proyecto Lumen Teatro; sus publicaciones aparecen en varias revistas especializadas y páginas webs.

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    Habitaciones sólo para dos - Ámbar Caridad Carralero Díaz

    pregunta

    Habitación I

    (Cuarto del Tesoro)

    Carlos Díaz: un señor muy joven con unas alas enormes

    ¡Ya se escuchan los tambores de Bejucal! ¡La parranda está en medio de la calle Línea y detiene el tráfico! Vienen unos hombres con carteras. ¡No!, son mujeres con botas... no perdón, son travestis. Unos elefantes cargan la jaula de La Puta Respetuosa, en su interior cuerpos semidesnudos bailan y le dan latigazos a los leones. La Antígona que trabaja en el Zoológico de 26 le advierte a la multitud consternada ante tal espectáculo: ¡No se preocupen que esos leones no hacen nada, se les cayeron los dientes de comer tanta carne de perro y de mono! La Petra exhibe una indumentaria Coco Chanel y luego de las diez cirugías está más rejuvenecida que Madonna. Ana aparece con una pamela enorme, ¿será porque está en El Trópico? Una joven llega con zapatos blancos y declama mientras agita los brazos: ¡Pero Nemesia no llora!. ¡Ay!, esa Clara no cambia, ahora le puso ruedas a la Casona de Línea, la convirtió en un tráiler y por las ventanas se asoman hombres de todo tipo. ¡Niña, suave con la velocidad, despacito con la casa que no vas a llegar a Paseo!

    Y Calígula no pudo hacer el desfile a pie porque se le ensuciaban las zapatillas. ¡Míralo que egocéntrico!, montado en un carromato. ¿Aquélla quién es? Esa señora... se parece a..., ¡Santa Cecilia en su sillón de perlas! Avanza lentamente, casi al final del desfile, como quien se sabe eterna.

    Por ahí viene un Contingente de Diablitos, detrás uno de Girasoles, con razón el aceite está carísimo. Los cobradores de la electricidad forman una pequeña delegación y tiran recibos al aire, desde el estreno en pleno Período Especial de aquella obra llena de bombillos de 60 watts le tienen mucho cariño a la Compañía Teatro El Público.

    Permiso, no me empujen, cuidado con la cámara que voy con una subjetiva. Carlos Díaz está rodeado de actores, chiquillos, ancianos, se tiran fotos con él, le piden autógrafos. Los personajes le gritan cosas desde la calle, le tiran flores, la parranda no para de tocar, no puedo llegar a él. ¡Cuidado con la cámara, carajo! ¡Carlos, Carlos! La entrevista, ¿recuerdas? Te llamé cuando estabas en Ginebra, te dejé un mensaje en la contestadora pero estaba rotaaaa... Permiso, que voy con una subjetiva...

    El Trianón es una institución de la cultura cubana en sí mismo, pareciera que funciona solo, que las cosas andan bien porque sí. Estás en la cola para las entradas, con cien personas delante, el teatro casi lleno, y de pronto alguien te llama y te manda a pasar, no sabes quién es, pero en unos segundos estás adentro guiado por la linterna de una acomodadora. Puedes ver a los actores ensayando a las dos de la tarde o a las diez de la noche, a través de las puertas de cristal se ve el escenario con la escenografía, como si en cualquier momento pudiera comenzar una función. ¿Cómo lograr un clima de trabajo en el que se mantenga el rigor pero al mismo tiempo la flexibilidad y un ambiente que no renuncie a la diversión?

    Esta compañía también es una unidad docente del ISA y de la ENA, porque preparo generaciones de las dos escuelas. En materia de creación teatral es muy difícil crear horarios estrictos y restringidos porque trabajamos con seres humanos que son actores, diseñadores, técnicos, y esas personas no trabajan solo aquí. Es muy difícil que en estos tiempos un actor pueda vivir de estar solamente en el teatro. Los actores han entrado en el mundo de la publicidad, del cine, siempre fue así, pero antes había más restricción con eso de pertenecer a varios medios a la vez. Ahora para lograr que haya un lenguaje de trabajo con los actores y con el equipo en general hay que escucharlos a todos. También sabemos cómo vivimos, la transportación y otros problemas dificultan a veces la llegada de la gente, pero para nosotros lo más importante es el público, sería muy desagradable decirle a alguien que llegó tarde: ¡No, no puedes entrar! La sala está en función de esas personas que vienen a ver el hecho teatral, en ese sentido debemos ser generosos.

    ¿Qué personajes de tu infancia aparecen después en las puestas en escena?

    Nací en Bejucal y una de las cosas que más recuerdo, una obsesión que me persigue, es el perrito de la RCA Víctor con el hocico metido en la campana del fonógrafo. Y uno se pregunta: ¿qué estaría husmeando o qué estaría oyendo?. En el teatro hay mucho de lo que uno ve desde niño. Desde que visité la iglesia de mi pueblo por primera vez, la imagen religiosa, los ángeles, el viacrucis, todo eso me fue dando un ritmo, una ilustración para lo que hice después. En mi infancia tuve la gran diversión de ir todas las noches a un grupo de teatro porque mi hermana era actriz. Allí me aprendí todas las zarzuelas que montaban, las obras que hacían y cuando tuve la oportunidad yo también actué. Después creé un grupo en ese mismo escenario de Bejucal que se llamó Teatro Ensayo. Me gusta vivir en el teatro y he sido persistente para lograrlo.

    Después de más de 20 años de trabajo y del montaje de tantas obras, ¿cuáles son las puestas en escena que consideras definitivas en tu formación como director?

    Las puestas son como los hijos. No tengo hijos pero sí unas cuantas puestas. En el año 1993 tuve la oportunidad de hacer el estreno mundial de La niñita querida de Virgilio Piñera. Creo que es un texto señal, porque Virgilio nunca quiso que se publicara ni se montara. Juan Piñera, su sobrino, que ha trabajado mucho conmigo en el teatro, un día me dijo: yo quiero que leas una obra de mi tío. La sacó del patrimonio familiar y la leímos en casa de Mónica Guffanti. Cuando terminamos les dije: tenemos que montarla. Fue una puesta en escena que me dio la oportunidad de que Abilio Estévez me dijera: tú eres un buen director. No me preocupaba ser bueno o malo, más bien pensaba voy siendo director.

    La niñita querida me hizo reflexionar mucho porque pasé por todos los problemas que se tienen a la hora de hacer teatro. Al principio no teníamos una sede para ensayar y el Instituto Superior de Arte me dio un aula donde se montó la obra. Luego empezaron las primeras salidas de actores del país y cuando tenía una madre me faltaba la niñita, y al final conformé un elenco muy satisfactorio pero no fue con el que empecé. También recuerdo mucho la puesta de El público de Lorca, en todas las versiones que se hicieron, porque en ella encontré una especie de manual, bastante loco, de cómo y por qué hacer el teatro. Calígula también me dejó mucho, porque era la posibilidad de hacer a Camus y pude incluir todo lo que había acumulado hasta ese momento.

    Creo que un director va acumulando cosas y las va dosificando en la medida que va haciendo los espectáculos. Las relaciones de Clara la recuerdo con mucho amor. El montaje de Santa Cecilia con Osvaldo Doimeadiós me enseñó que no había que llenar un escenario de tarecos ni tener 12 actores para tocar el alma del público. El día de la premiación, cuando vi salir a Doime con el sillón y el traje azul pensé: ¡Uff, aquí la emoción me va a traicionar!

    Debo reconocer que me ha pasado algo muy malo. Yo vengo al teatro como otras personas van al gimnasio. Soy antideportista pero veo la preocupación de la gente que hace ejercicios por los tenis, el pomo de agua, la repetición y la fijación de una meta que debe ser superada todos los días. Cuando vengo al teatro salgo cansado, porque me pasa lo mismo que a un deportista. Es muy difícil hacer teatro cuidándote de que nada te afecte, sin entregarte, sin riesgo. Dirigir teatro con tecnicismos es muy aburrido porque cada obra debe ser un laberinto, cada equipo de trabajo es la oportunidad de conocer al otro. Aunque sean los mismos actores con los que trabajas, que no es mi caso porque me gusta variar el elenco de una obra a la otra, se comparten mundos y escenarios diferentes.

    Recuerdo con mucho amor Las amargas lágrimas de Petra von Kant. Esa fue una obra que caminó muy rápido. He establecido con Fernando Echavarría un diálogo que nos permite mucha fluidez en el trabajo. La aparición de Yanier Palmero en el grupo ha sido esencial, admiro su tesón y dedicación al teatro. Se me quedan obras por mencionar, pero cada una de ellas me ha dejado la misma sensación que me provocó Las brujas de Salem de Arthur Miller. Trabajar con un texto así es un lujo para cualquier director, como lo es también hacer La loca de Chaillot. Son universos en los que puedes entrar y morir por el camino. Muchas personas me conocen por La Celestina, tengo unos amigos que trabajan en el mercado y siempre me preguntan: ¿Cuándo van a ponerla de nuevo?

    En la última etapa de El Público has trabajado con dramaturgias diferentes, es el caso de Antigonón un contingente épico, de Rogelio Orizondo. Una parte del público y la crítica lo valoran como un punto de giro importante y otros prefieren al Carlos de Las amargas lágrimas de Petra von Kant. ¿Cómo ubicas este proceso dentro de tu trabajo?

    Antigonón... es de los trabajos que más feliz me ha hecho. No lo mencioné antes porque sabía que estaba en el trapecio. Conocí a Rogelio cuando estuvo cerca del montaje de Las relaciones de Clara. Él se acercó al grupo junto a dos estudiantes del ISA que no tenían con quién graduarse. Yo les dije a los tres: vamos a hacer Antígona, léanse todas las Antígonas.

    Después llamé a Rogelio y le propuse que iniciáramos un proceso con ese material de Antígona, escribir una obra para graduar a las dos actrices. Yo no quería que estuviera Ismene, ni Polinices, quería que habláramos de la familia, de la Patria, del hecho de tener un hermano héroe y uno traidor. Empezaríamos con dos poemas martianos: Sueño con claustros de mármol y El padre suizo. Son textos muy difíciles, solo cuando las actrices dijeron bien los poemas empezamos a pasar bloque a bloque la obra. Rogelio iba escribiendo y nosotros lo probábamos. Ver el nacimiento de ese espectáculo día a día fue una experiencia extraordinaria.

    Ahora quieren encasillar a Rogelio con las malas palabras, pero creo que es un dramaturgo que sabe lo que quiere decir, con lo que desea jugar, y puede hacerlo de muchas formas. Yo sentía la urgencia de trabajar con alguien joven, vivo, y el día del estreno me di cuenta que, como se dice en mi pueblo, eso está hecho y coláo. El aplauso fue cerrado, hablar de la Patria de la manera que se logró en ese espectáculo me conmueve mucho.

    Nunca estaré

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