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España y Vietnam: Una historia común
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Libro electrónico562 páginas7 horas

España y Vietnam: Una historia común

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Este libro hace un pormenorizado recorrido de los contactos bilaterales entre España y Vietnam desde la segunda mitad del siglo XVI hasta la actualidad. Utilizando Filipinas como base de lanzamiento, España fue un país occidental pionero en el establecimiento de vínculos comerciales, diplomáticos, religiosos, culturales y sociales con Vietnam. La primera parte de esta obra fija el marco histórico, geográfico y cultural de Vietnam. A continuación, se examina tanto la presencia española, institucional y ciudadana como la contribución económica y cultural que ha hecho en Vietnam. Se rescata del olvido un personaje, Pedro Ordóñez, cuyas crónicas no van a dejar en la indiferencia a los vietnamitas de hoy. La tercera parte aborda la presencia vietnamita en España con sus aportaciones a la mejora del nivel de vida de los españoles. Alfonso Ojeda ofrece la novedad de cruzar datos históricos facilitados por fuentes extranjeras (vietnamitas, francesas, portuguesas y británicas) con las españolas. El lector terminará concluyendo que los contactos hispanovietnamitas no son tan recientes ni tan superficiales como a simple vista aparentan.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 jun 2018
ISBN9788490974315
España y Vietnam: Una historia común
Autor

Alfonso Ojeda

Doctor en Derecho y profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid, presidente honorario del Centro Español de Investigaciones Coreanas (CEIC) y presidente ejecutivo de la Asociación Promotora de Museos Asiáticos en España (APMAE). Forma parte del consejo académico del Centro Europeo para la Paz y el Desarrollo (Universidad de las Naciones Unidas para la Paz). Fue miembro del consejo de la revista Survey (Centro de Estudios Estratégicos de Belgrado) y asesor internacional en la ciudad de Incheon (República de Corea). Ha investigado en las universidades de Thammasat (Bangkok), Tokio, Corea, Pekín, Hanoi (HANU) y en la Academia de Estudios Coreanos. Sus publicaciones incluyen más de veinte libros y artículos sobre Asia.

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    España y Vietnam - Alfonso Ojeda

    202_Españolesyvietnamitas

    Alfonso Ojeda

    Doctor en Derecho y profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid, presidente del Centro Español de Investigaciones Coreanas (CEIC) y de la Asociación Promotora de Museos Asiáticos en España (APMAE). Forma parte del consejo académico del Centro Europeo para la Paz y el Desarrollo (Universidad de las Naciones Unidas para la Paz). Fue miembro del consejo de la revista Survey (Centro de Estudios Estratégicos de Belgrado) y asesor internacional en la ciudad de Incheon (República de Corea). Ha investigado en las universidades de Thammasat (Bangkok), Tokio, Corea, Pekín, Hanoi (HANU) y en la Academia de Estudios Coreanos. Sus publicaciones incluyen más de veinte libros y artículos sobre Asia.

    Alfonso Ojeda

    España y Vietnam

    Una historia común

    Colección investigación y debate

    DISEÑO DE CUBIERTA: marta rodríguez panizo

    Imagen de cubierta: Embajada extraordinaria de S. M. el Rey de Annam a S. M. el Rey de España. Palacio de Madrid. Los em­­ba­­jadores dirigiéndose a las habitaciones de S. A. R. la Prin­­cesa de Asturias. Grabado, Ovejero. Dibujo, J. Comba, repro­­ducido en La Ilustración Española y Americana, número XIX (22-05-1878), p. 332.

    © Alfonso Ojeda marín, 2017

    © Los libros de la Catarata, 2017

    Fuencarral, 70

    28004 Madrid

    Tel. 91 532 05 04

    Fax. 91 532 43 34

    www.catarata.org

    españa y vietnam. una historia común

    ISBN: 978-84-9097-374-5

    e-isbn: 978-84-9097-431-5

    DEPÓSITO LEGAL: M-28.474-2017

    IBIC: HBJF/HBTB/1FMV/1DSE

    este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.

    listado de siglas

    AECID Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo

    AFIO Archivo Franciscano Ibero-Oriental

    AGI Archivo General de Indias

    AHN Archivo Histórico Nacional

    AHPTSJ Archivo Histórico de la Provincia de Toledo de la Compañía de Jesús de Alcalá de Henares

    AIA Archivo Ibero-Americano

    AMN Archivo del Museo Naval

    ASEAN Association of Southeast Asian Nations - Asociación de Naciones del Sudeste Asiático

    BNE Biblioteca Nacional de España

    BOE Boletín Oficial del Estado

    CEOE Confederación Española de Organizaciones Empresariales

    HCMC Hồ Chí Minh City – Ciudad Hồ Chí Minh (antigua Saigón)

    RAH Real Academia de la Historia de Madrid

    RFHOM Revue Française d’Histoire d’Outre-Mer

    UE Unión Europea

    UNESCO Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura

    Introducción

    Vietnam y España, España y Vietnam. Si nos guiamos por las apariencias, son dos países con escasos puntos en común, salvo una serie desperdigada de encuentros históricos y algunas que otras coincidencias, tales como el carácter peninsular, el influjo de otras culturas en la propia o la coincidencia de los mismos colores en sus banderas nacionales. A simple vista los vínculos históricos apenas merecen destacarse. Esta visión, desde luego reducida y superficial, se contradice con la propia realidad, porque si seguimos la huella de nuestros contactos descubriremos una historia común creada a base de acontecimientos específicos, positivos o negativos, que merecen guardarse en el recuerdo. No espere el lector hallar eventos grandiosos o sucesos de gran trascendencia. En nuestra narración sobresalen los episodios concretos, microhistorias, testimonios aislados, interacciones menudas que van trenzando, mimbre con mimbre, acontecimiento tras acontecimiento, esa gran cesta que recoge nuestra historia común.

    España es uno de los pocos países occidentales que puede enorgullecerse de haber iniciado uno de los contactos más tempranos con Vietnam. Y Vietnam empezó a relacionarse con Europa a través de los pueblos ibéricos. La cercanía de las islas Filipinas ayudó a que los españoles se interesasen, ya desde el siglo XVI, por los territorios del continente asiático. Según se hacía constar en un informe fechado en el año 1645, el viaje en barco desde Cochinchina a Manila tardaba ocho días, si existía buen viento¹. No es de extrañar, bajo ese contexto de vecindad, que en 1630 el gobernador de Filipinas, Juan Niño de Távora, enviase cartas a los reinos comarcanos de Camboya y Cochinchina con el objetivo de plantear la posibilidad de construir allí fábricas de navíos para el alivio de estas islas (Filipinas) que están muy trabajadas por los astilleros².

    Pero si hay algún momento histórico donde se destaca el actual carácter privilegiado de las relaciones bilaterales es en la actualidad. Durante las dos últimas décadas hemos encontrado fórmulas ventajosas de cooperación y amistad; un objetivo siempre perseguido, aunque nunca plenamente logrado. Durante siglos se acarició ese objetivo. Faltó capacidad de concreción y voluntad política. Confiemos en que las excelentes relaciones existentes en la actualidad no sean otra contingencia más de nuestra historia común.

    Convendría hacer un pequeño comentario sobre la estructura del libro. A veces se adopta un estilo directo y personal para conferir mayor vivacidad al texto. El afán por dar mayor notoriedad a los personajes y hechos, así como cierta homogeneidad temática, nos obliga a fraccionar el estudio. No siempre el orden temático coincide con el orden cronológico. Además, hemos trazado una línea divisoria entre las acciones de los españoles y vietnamitas, como si se tratasen de compartimentos estancos, aun cuando no sea posible desechar las interacciones mutuas. Así se explican las continuas remisiones a los dos países en todas las partes del libro.

    Para finalizar esta nota introductoria, queremos dejar un testimonio de gratitud a las personas e instituciones que han prestado ayuda a nuestra tarea investigadora. En primer lugar, se destaca el embajador del Reino de España en Vietnam, Alfonso Tena, quien nos puso en contacto con relevantes miembros de la colonia española en Hà Nội. Similar muestra de agradecimiento merece el embajador de la República Socialista de Vietnam en Madrid, Ngô Tiến Dũng, por sus consejos y ánimos a la hora de recopilar datos sobre la presencia vietnamita en España.

    Singularmente valiosa ha sido la revisión del texto original por parte de Bartolomé Mora, si bien los errores u omisiones que puedan aparecer en el libro corresponden, lógicamente, a la exclusiva responsabilidad del autor. También debemos agradecer a Cayetano S. Fuertes por sus consejos sobre las misiones españoles en Asia. Por último, Đỗ Ngọc Thanh y Tạ Mỹ Anh han prestado una valiosa ayuda en la parte relacionada con Vietnam.

    Calificamos de muy instructiva nuestra estancia en la Universidad de Estudios Extranjeros de Hà Nội (Universidad de Hà Nội) y no olvidamos a los numerosos bibliotecarios y archiveros, en España y Vietnam, que siguiendo un trabajo silencioso pero eficaz contribuyen al avance de los estudios históricos. Hemos pasado largas horas investigando en archivos y bibliotecas, que merecen un reconocimiento público. Cabe citar el Archivo General de Indias (Sevilla), el Archivo Histórico Nacional (Madrid), el Archivo de la Real Academia de la Historia (Madrid), el Archivo Franciscano Ibero-Oriental (Madrid) y el Archivo Dominico de Santo Tomás de Ávila. Tampoco podemos olvidar la consulta de libros, revistas y prensa en la Biblioteca Nacional de España, la Hemeroteca Nacional de España, la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid, la Biblioteca Cánovas del Castillo (Málaga), la Biblioteca Nacional de Vietnam (Hà Nội) y la Mediateca del Cen­­tro Cultural Francés (Hà Nội). Hemos enriquecido el presente libro con datos y testimonios procedentes de fuentes bibliográficas y documentales antiguas. No obstante, las citas originales se han adaptado a las exigencias del idioma actual.

    PRIMERA PARTE

    IDEAS BÁSICAS

    Capítulo 1

    Historia, geografía y población de Vietnam

    Esperamos no defraudar las expectativas del lector si aclaramos, desde el principio, que no se pretende analizar los 4.000 años de historia convencionalmente admitidos por los especialistas. Ya tenemos a nuestro alcance una amplia referencia bibliográfica que cubre total o parcialmente esa ambiciosa meta³. Vamos a soslayar, en consecuencia, épocas enteras que son prescindibles para alcanzar el objetivo de una historia compartida entre vietnamitas y españoles. Intentaremos utilizar, más bien, una metodología que muestre lo que sea familiar a españoles y vietnamitas. Se trata de una tarea erizada de dificultades, porque a veces las fuentes documentales españolas, particularmente en lo relativo a la identificación de los nombres vietnamitas, los acontecimientos, las fechas y las denominaciones topográficas, no coinciden plenamente con las vietnamitas. Dado que los documentos y archivos vietnamitas suelen silenciar los acontecimientos protagonizados por los primeros visitantes europeos, no es posible contrastar los criterios de unos y otros. Puede suceder también que la fijación de datos se enfrente a los obstáculos derivados de la diferencia de criterios según tengamos en cuenta el calendario lunar vietnamita o el calendario gregoriano. Incluso se detectan algunos documentos vietnamitas que hacen depender la finalización de un año en función del fallecimiento del rey; mientras que el siguiente año se identifica con el nuevo monarca, aun cuando haya accedido al trono pocos días después de la muerte del anterior monarca, dando lugar a cierto desfase en la datación de los acontecimientos. Al margen de todo ello, los reyes o emperadores son más conocidos por su denominación póstuma que por su nombre de nacimiento. Algunos monarcas vuelven a cambiar de identidad al inaugurar una nueva etapa, haciendo aún más complejo el estudio de sus reinados.

    Con ese cúmulo de dificultades, a lo que se añade a veces la errónea trascripción de datos, no debe extrañar que encontremos serias discrepancias en algunos documentos históricos. Otra dificultad adicional que encontramos al examinar la historia del Vietnam es la distinta denominación que recibe el país de los việt y sus regiones. Esto depende de los distintos momentos históricos. Desde luego, cambia según el nombre oficial adjudicado por las dinastías reinantes⁴ y, cómo no, cambia según la denominación asignada por las fuentes chinas o europeas.

    A pesar de todo ello, no nos resistimos a ofrecer una breve visión histórica de carácter general que nos ayude a comprender mejor las interacciones hispanovietnamitas.

    Algunos estudios se remontan al año 2879 a. C. y a una supuesta dinastía Hồng Bàng para datar el primer Estado vietnamita, llamado Văn Lang. Esta información, basada más en la leyenda que en la realidad, no resulta convincente, toda vez que existían tribus o clanes sin conciencia nacional.

    Asumiendo que la historia no sigue un movimiento rectilíneo, podemos afirmar que la población vietnamita se ha extendido a lo largo del tiempo desde el norte al sur. Los primeros visitantes europeos aluden a distintos reinos vinculados entre sí, como el de Tonkín al norte, denominación tomada de Đông Kinh, la antigua capital norteña. A continuación, se localiza Cochinchina en el centro, denominación de origen chino (Jiaozhi o, para otros, Co-Tcheng-Tching), aunque también se discute su origen árabe (kwaci min cin), siendo adoptada por los malayos (Kuchi), generalizándose más tarde el uso de Cochinchina por los portugueses, dado que este territorio se localiza al este de Cochin (en la India) y al sur de China. Todavía más al sur se encuentra el indianizado reino de Champa (o de los chams), que fue menguando a lo largo del tiempo hasta su total asimilación por los việt. Continuando hacia el suroeste de la península indochina se halla la Baja Cochinchina, regada por el caudaloso río Mekong. La localización geoestratégica del antiguo reino jemer siempre fue complicada al encontrarse rodeado por dos potentes vecinos: Siam (Tailandia) y Vietnam. Camboya utilizó todo tipo de políticas para mantenerse segura, desde buscar la protección de los españoles a finales del siglo XVI hasta aceptar el estatus de Estado tributario o buscar algún tipo de alianza matrimonial con el país vecino que mejor socorriera su instinto de supervivencia. Pero la familia Nguyễn, y especialmente Nguyễn Phúc Chu, consiguió a finales del siglo XVII incorporar las cuencas de los ríos Đồng Nai y Saigón (Sài Gòn, en la comarca de Gia Định) a su dominio territorial. Convertida la extensa área del Mekong en un inmenso granero, numerosos agricultores vietnamitas se asentaron en sus arroceros y tierras de cultivo durante la primera mitad del siglo XVIII, llegando a controlar otras regiones vecinas con el apoyo de los Nguyễn. Así se entiende que en determinados territorios occidentales de Vietnam se aprecie la vieja impronta jemer o camboyana, por lo que no parece difícil identificar al Vietnam histórico, al igual que España, como una verdadera encrucijada de culturas y civilizaciones.

    Algunos testimonios documentales extranjeros muestran cierta confusión, porque los límites geográficos, las alianzas políticas y el régimen político no aparecen claramente identificados. Los chinos crearon el Protectorado de An Nam (sur pacificado) en el 679 d. C., es decir, un territorio sometido a la dinastía Tang, pero directamente vinculado a la supervisión de un protector general. Esa expresión (Annam, annamita) será empleada más tarde por los europeos, especialmente los franceses. Sin embargo, el nombre de Annam no refleja el punto de vista genuinamente vietnamita. La denominación nacional por ellos utilizada no es uniforme ni permanente a lo largo de la historia. Muy al contrario, varía cronológicamente, aunque siempre se mantendrán sus señas básicas de identidad. Así pues, los vietnamitas utilizaron la primitiva denominación Nam Việt, que, por cierto, al principio del siglo XIX las autoridades vietnamitas quisieron rebautizar el país de esa manera. El intento fracasó al no ser del agrado chino, ya que la antigua comunidad Nam Việt estuvo integrada por algunas provincias chinas, lo que permitiría a los vietnamitas efectuar reclamaciones históricas de carácter territorial.

    Đinh Bộ Lĩnh denominó a su reino Đại Cồ Việt. Ahora bien, el rey Lý Thánh Tông (Lý Nhật Tông) suprimió la palabra Cồ⁵, dejando un nombre abreviado de referencia que hizo fortuna: Đại Việt (Gran Vietnam), siendo oficialmente utilizado durante muchos siglos, concretamente desde 1054 hasta 1804, aunque prevalecieron otras denominaciones en ciertos intervalos de tiempo⁶. De ahí llegamos a la actual designación de Việt Nam, que se formalizó después de superar arduas negociaciones entre los diplomáticos del emperador vietnamita Gia Long y las autoridades de Pekín.

    Los franceses dividieron Việt Nam en tres grandes áreas territoriales: Tonkín (Bắc Kỳ), An Nam (Trung Kỳ) y Cochinchina (Nam Kỳ), todas ellas integradas en la Unión Indochina, convertida posteriormente en Federación Indochina. El nombre oficial de República Democrática de Việt Nam nace el 2 de septiembre de 1945, día conmemorativo de la patria, si bien tras la derrota francesa en Điện Biên Phủ (1954), el país sufre una división territorial al norte y al sur del paralelo 17⁷ en virtud de los acuerdos de Ginebra, dando lugar a dos zonas antagónicas: la República Democrática de Vietnam (Vietnam del Norte), bajo el gobierno de Hồ Chí Minh y, en su parte meridional, Vietnam del Sur (denominada República de Vietnam entre 1955 y 1975), bajo el gobierno del emperador Bảo Đại, siendo reemplazado poco después por el republicano Ngô Đình Diệm. Al finalizar la guerra de Vietnam (o guerra americana para los vietnamitas) el territorio queda finalmente reunificado. Desde el día 2 de julio de 1976 hasta la actualidad, el país se llama formalmente República Socialista de Vietnam. Por último, recordemos que la expresión việt se refiere al grupo étnico predominante en el país; mientras que Nam significa sur.

    Como también sucede con la creencia tradicional de otros países asiáticos, el origen de los vit presenta rasgos mitológicos y hasta totémicos. La raza del dragón se funde con la de Tiên (inmortal) en una interacción de fuerzas sobrenaturales y telúricas. Si nos detenemos en la realidad histórica, la más remota antigüedad cuenta con tribus integradas por pobladores muy hábiles que se agrupan bajo unos clanes dirigentes en torno a la cuenca del río Rojo (Sông Hồng), llamado así por sus aguas de color rojo arcilloso durante las inundaciones. Los descubrimientos arqueológicos pertenecientes a la civilización Đông Sơn, establecida en las fértiles llanuras del río Rojo, durante el apogeo de la Edad del Bronce, destacan por sus tambores ricamente decorados, los utensilios domésticos o comerciales, así como diversos objetos rituales y armamentísticos perfectamente labrados. Todos ellos dan testimonio de la laboriosidad y creatividad de unos artesanos tan avanzados como imaginativos. Algunas dinastías primitivas lograron imponerse en amplias zonas del territorio, pero lo más destacable es el milenio de la dominación china, iniciada durante la dinastía Han.

    China conquistó el país de los việt en el año 111 a. C., dominándolo no solo desde el punto de vista político, militar y burocrático, sino también cultural (educación china, primeras crónicas históricas, influjo artístico, implantación de los caracteres chinos en la escritura, difusión del confucianismo y del taoísmo) y económico (uso del arado metálico, construcción de vías públicas, técnicas de regadío, nuevos métodos para construir presas hidráulicas, intensa presencia de comerciantes chinos) durante más de diez siglos. No se debe entender esos siglos como una lucha permanente y continua contra el invasor chino. A veces chocaban los intereses, puramente locales, defendidos por familias aristocráticas y por los propios habitantes que poblaban las llanuras de los ríos Rojo, Mã y Cả.

    El control chino, unas veces implacable, otras veces tolerante con la población local, se enfrentó a varias insurrecciones, hasta llegar al año 938 d. C., fecha que marca la prodigiosa victoria en el río Bạch Đằng⁸, precisamente cuando Ngô Quyền, dirigiendo una revuelta popular, logró la independencia. Vale la pena detenerse en este acontecimiento bélico por toda la simbología que aporta al nacionalismo vietnamita. No olvidemos que la batalla de Bạch Đằng, escenificada en diversas obras artísticas, simboliza el triunfo del ejército vietnamita frente al poderío chino. Ngô Quyền tuvo la feliz idea de construir picas de madera coronadas con puntas metálicas. Las hizo clavar en el lecho del río con las puntas ligeramente inclinadas hacia arriba. Ninguno de los pesados juncos chinos, que en marea alta se introducían por el estuario del río persiguiendo a los navíos vietnamitas, vio el peligro. Todo ello era una calculada trampa, pues, al bajar la marea en la hora prevista, el menor caudal hizo empalar a los navíos chinos, sin posibilidad alguna de avance, ocasionando una caótica situación, aprovechada por las fuerzas vietnamitas. Sucumbieron ante la emboscada de los soldados enemigos. Esta experiencia se repetiría posteriormente con análogos resultados.

    Dicha táctica bélica, consistente en dejar avanzar las fuerzas enemigas hasta diezmarlas mediante trampas, obstáculos, ingeniosos cepos e inesperadas estratagemas, siempre ha morado en el subconsciente de un pueblo continuamente amenazado por los invasores extranjeros. De hecho, cuando una guarnición francoespañola defendía Saigón, durante la invasión de Cochinchina (1858-1862), las tropas vietnamitas excavaron unos ingeniosos túneles que llegaban hasta las trincheras enemigas. La construcción de túneles y refugios subterráneos volvería a repetirse en la guerra de Vietnam, también llamada segunda guerra de Indochina. Algunos historiadores se remontan al año 1955 como la fecha de inicio, aunque otros la retrasan a 1959. Ya sabemos que para los vietnamitas es la guerra de resistencia contra América o, simplemente, la guerra americana. El Việt Cộng utilizó frecuentes estratagemas hasta atormentar al bien equipado ejército norteamericano⁹. ¿Cuál es la lección que se desprende de esos ejemplos históricos? Todos ellos apuntan hacia una misma dirección. Frente a poderosos invasores, el pueblo vietnamita siempre ha valorado más la maña que sus limitadas fuerzas. Las artimañas bélicas, tan genuinamente vietnamitas, aparecen encarnadas en el viejo refrán popular: Un pescador hábil capturará grandes peces con un anzuelo pequeño.

    Sigamos tomando el pulso a nuestra pequeña reseña histórica justamente donde la dejamos. A partir del año 938 d. C. se inicia la fase de independencia. Durará casi un milenio, hasta la dominación francesa en 1862. No obstante, reconocida la independencia de los pueblos vietnamitas, China no renunciaría a controlarlos, bien recurriendo a la modalidad de Estado tributario o Estado vasallo, e incluso volvería a imponer su pleno dominio durante una breve época, como así sucedió desde 1407 al 1428, cuando el ejército Ming dominó el país a lo largo de dos décadas¹⁰. Tengamos presente que la fórmula del Estado tributario/vasallo¹¹ aseguraba la no interferencia china en los asuntos puramente vietnamitas. Esta fórmula no siempre se desplegó con el mismo vigor e intensidad. Hay épocas donde el vasallaje es más nominal que real, especialmente durante la decadencia china, pero una vez conseguida la independencia, las familias vietnamitas reinantes se sucederán sin solución de continuidad hasta llegar a la actual etapa republicana.

    En el centro y sur peninsular florecieron otras civilizaciones, hoy extinguidas, como las de Champa (Champapura, Chiêm Thành o Xiem-La) y la de Funam, reemplazada en el siglo VI por la de Chenla (Chân Lạp). A partir de ahora aludiremos al impropio término reino de Champa para no perdernos en detalles secundarios, sabiendo que no hubo unidad ni centralización, pues estaba integrado por una variedad de reinos y principados con influencia hindú, budista y, más tarde, musulmana. Champa y Funan-Chenla terminarían sucumbiendo al vigor conquistador de los pobladores del norte. Dada la imposibilidad de incrementar el territorio de los vit a costa del gigante chino, la única posibilidad de ampliarlo sería mediante el avance paulatino, pero firme, hacia el sur y el oeste peninsular. De hecho, en el siglo XV se conquista la capital del reino de Champa, situada en los alrededores de Đà Nẵng, quedando descabezado este misterioso reino, cuyos maravillosos restos arqueológicos a base de ladrillo y esculturas en piedra, de inspiración shivaísta con influencia del arte jemer (khmer- khơ mer), se están reconstruyendo para no dejar en el olvido una civilización tan apta para la guerra como para el comercio y la navegación. Con paso decidido, y a lo largo de los siglos, la conquista hacia el sur y el oeste avanzaría en dirección al antiguo Imperio jemer, convirtiendo parte de su fértil territorio en un Estado tributario hasta producirse la total asimilación a favor de los vietnamitas.

    Đinh Bộ Lĩnh se proclamó rey en 968 y consiguió que China lo reconociera como rey soberano e independiente, aunque sujeto a vasallaje. Sobre la siguiente dinastía, convencionalmente denominada Lê Anterior (980-1009), podemos destacar algunos avances. Logra consolidar el ejército; se enfrenta vigorosamente a Champa, pero termina desmoronándose ante las luchas intestinas de la decadente familia real. A continuación reina la familia Lý durante más de 200 años, desde finales de 1009 al 1225, siempre bajo un sólido régimen feudal. Los tres primeros reyes, Lý Thái Tổ (Lý Công Uẩn, r. 1010-1028), Lý Thái Tông (Lý Phật Mã, r. 1028-1054) y Lý Thánh Tông (Lý Nhật Tôn, r. 1054-1072), devotos del budismo, reinaron con sabiduría y habilidad política. Se emprendió un plan de reformas administrativas, culturales y económicas. El modelo chino de civilización, con el confucianismo como base ideológica del Estado y los duros exámenes de acceso a la burocracia, proporcionó el orden y la disciplina necesarios para consolidar un gobierno eficaz. Sin embargo, y pese a la expansión territorial en el sur, durante la minoría de edad del siguiente monarca, Lý Nhân Tông (Lý Càn Đức), su ejército lanza en 1075 un ataque preventivo contra la China de los Song. Poco duró esa guerra de desgaste que a nadie interesaba. Los siguientes años pasaron entre luchas contra rebeldes locales, las intrigas palaciegas, el influjo de las reinas madres y los problemas sucesorios generados por la amplia familia de los Lý.

    La dinastía Trần mantuvo trece monarcas, desde el año 1225 hasta 1400. Aunque fomentase el desarrollo agrario, administrativo, artístico, la cultura y el sistema competitivo de exámenes, se la conoce mejor, además de combatir al sureño reino de Champa, por haberse enfrentado a las invasiones de los mongoles, siendo muy celebrada la victoria del general Trần Hưng Đạo en el estuario del río Bạch Đằng (1288), según el ya comentado ardid utilizado contra la potente flota enemiga.

    Se recuerda de la efímera dinastía Hồ (1400-1407) sus reformas administrativas, el progreso en la educación y las obras de mejora hidráulica. Pero en 1407 la dinastía Ming invade el país, ganando terreno año tras año hasta convertirlo en la provincia Giao Chỉ (Jiaozhi). No se pueden negar algunos avances propiciados por la Administración china, particularmente en la educación, las obras públicas y los intercambios comerciales. Pero también emprendió una agresiva política de asimilación, que dejó huellas duraderas en la idiosincrasia vietnamita. Por ejemplo, se destruyeron o secuestraron documentos, obras artísticas y literarias con el objetivo de borrar un pasado cargado de memoria histórica. Se adaptó el vestido femenino a las costumbres imperantes en China, incluso se prohibió a los niños cortarse el cabello, siguiendo la tradición confuciana de respetar uno de los dones —el pelo— que recibían de sus padres¹². Ese hábito de mantener el cabello largo en los hombres perduró a lo largos de siglos. Así se explica que los europeos, incluidos los españoles, que visitaron este país en los siglos XVII y XVIII dejaran por escrito su sorpresa al ver la larga cabellera en la población masculina. Y, como veremos más adelante, no menos sorpresa causó en los vietnamitas descubrir la cabellera extremadamente corta de las primeras monjas cristianas.

    Mientras China se cuestionaba la utilidad de mantener su pleno dominio en Giao Chỉ, o bien someterlo al tradicional estatus de país tributario, los propios vietnamitas se sublevaron a través de un personaje singular que pasaría a la historia como el verdadero padre de la independencia. Hablamos de una de las figuras más veneradas por el nacionalismo vietnamita, Lê Lợi (llamado Lê Thái Tổ desde 1428 a 1433). En 1431 la Corte imperial de los Ming reconoció la realidad. Lê Thái Tổ debía ser tratado como rey. Más allá de la leyenda que circula sobre la ayuda divina a favor del líder vietnamita, representada por la entrega de una espada invencible (la espada de la voluntad celestial), digna de derrotar a los invasores chinos y que recuperó una tortuga sagrada en el más famoso lago de Hà Nội (Hồ Hoàn Kiem), lo cierto es que se reconoció la independencia una vez aceptada la relación de vasallaje y la reinserción social de los residentes chinos. Los historiadores otorgan al rey Lê Thái Tổ el título de héroe nacional por su esfuerzo en liberar al país del yugo chino. Al mismo tiempo, merece ser considerado el fundador de la llamada dinastía Lê Posterior, para distinguirla de la anterior dinastía Lê, e instauró una concepción más eficaz del espíritu nacional y de la gestión burocrática en Đại Việt.

    Algunos monarcas pertenecientes a los Lê destacaron por virtudes concretas. Así, Lê Thánh Tông (r. 1460-1497) puso un énfasis particular en la educación. Asimismo, reorganizó la Administración pública y el poder judicial, proporcionando mayor racionalidad, honestidad y eficacia a la gestión gubernamental. También se distinguió por sus gloriosas campañas militares al sur y oeste del país. El emperador Lê Thánh Tông amplió los derechos de la mujer más que los de sus vecinas chinas; por ejemplo, las hijas compartirían los mismos derechos de herencia que los hijos. Como reformador, Lê Thánh Tông consiguió avances en materia militar, económica, tributaria y jurídica. Sin embargo, sus sucesores llevan la dinastía Lê al declive. En efecto, otros monarcas se convirtieron en el epítome del reinado anodino, aunque lo más destacable fue el surgimiento de clanes aristocráticos, dueños de señoríos regionales, que se convertirían en protectores del rey, ejerciendo funciones propias de los monarcas.

    Reaparece el clima de agitación política y económica desde 1509 a 1527. No obstante, lo peor vendría después, precisamente desde los años treinta del siglo XVI a los años setenta del XVII. Agotadoras guerras entre dinastías rivales van a castigar a una población muy debilitada por sucesivos enfrentamientos, y la monarquía Lê se transformará en una figura simbólica mantenida por los clanes aristocráticos. Al surgir un choque por la legitimidad monárquica entre la fa­­mi­­lia Mạc, al norte, y Lê, al sur, esta última hallará protección en la poderosa familia aristocrática Trịnh, cuyo líder, Trịnh Tùng, apoyado por Nguyễn Hoàng, gobernador de Thuận Hóa¹³ y Quảng Nam¹⁴, causará una derrota decisiva a la dinastía usurpadora Mạc (1527-1592), quedando esta arrinconada en un modesto territorio de Cao Bằng. Finalmente, los clanes gobernantes Trịnh y Nguyễn terminarán batallando entre sí, aprovechando la debilidad de los Lê, con el principal objetivo de establecer un dominio hegemónico en Đại Việt. Los siglos donde más influyen los poderosos dirigentes Trịnh y Nguyễn se identifican con la denominada restauración o renovación de la dinastía Lê, comprendida entre los siglos XVI a XVIII. Conviene prestar una atención especial a este periodo, porque a mediados del siglo XVI los primeros visitantes ibéricos empezaron a desembarcar en sus costas.

    A partir de 1620 el poder político y militar se divide entre los irreconciliables señoríos de las familias Trịnh y Nguyễn, quienes aprovechan la fragilidad de los Lê para iniciar una enconada lucha dirigida a conseguir la hegemonía política y militar. Durante ese siglo y el siguiente, Vietnam (Đại Việt) sufre una larga y devastadora guerra civil. Se suceden las campañas bélicas con nuevos dirigentes, todos ellos descendientes de esas familias dispuestas a ganar o perder todo al margen de cualquier posibilidad de compromiso o negociación. Bien es cierto que se aflojaba la intensidad de la contienda ante la necesidad de reponer las fuerzas perdidas. A veces los Nguyễn preferían concentrar el esfuerzo bélico en la conquista de territorios camboyanos. Dada la división del territorio en dos bandos, China no quiso otorgar la legitimidad a un contendiente ante la perspectiva de cobrar tributos a los dos. Junto a esas dificultades hay que agregar los períodos de sequía, las inundaciones, los impuestos para mantener la guerra, la pérdida de mano de obra laboral por el alistamiento al ejército, la represión de rebeldes y bandidos locales, así como los perjuicios económicos a causa de las incursiones armadas en territorios de cultivo y las inevitables requisas militares.

    Entre tantos protagonistas de esta apasionante historia vamos a destacar uno, Nguyễn Phúc Khoát (Vũ Vương), ya que al fallecer su padre en 1738, se encargó de administrar los intereses de la familia Nguyễn. Parece relevante añadir que en 1744 se autoproclamó príncipe o rey (vương), sentando un precedente de realeza en la familia Nguyễn. Según tendremos ocasión de comprobar posteriormente, este acontecimiento fue comentado por el misionero franciscano Francisco Albalate en una carta enviada desde Faifo (Hội An) a Manila el 2 de julio de 1744; quizás sea la primera crónica informativa europea sobre la entronización de los Nguyễn, crónica que, desgraciadamente, no es tan conocida por los historiadores.

    A esta altura del relato histórico, podemos deducir que la convulsa historia del Vietnam dinástico está presidida por las ambiciones de su clase dirigente y por la falta de vertebración política. Una de las etapas más trágicas de la historia vietnamita es la guerra civil de treinta años librada por las familias Tây Sơn, Trịnh y Nguyễn. El descontento popular causado por el mal gobierno y la tiranía, el estancamiento económico, el hambre y las revueltas campesinas, envenenaron cualquier perspectiva de paz. En 1773 irrumpe la sublevación de los denominados hermanos Tây Sơn¹⁵, descendientes de la dinastía Hồ. Los tres hermanos dirigieron una prolongada insurrección popular o, si se quiere, una revolución social contra el despotismo gubernamental y la extrema desigualdad social¹⁶. Los inicios de la insurrección en Phú Yên y Qui Nhơn, pertenecientes a la Cochinchina de los Nguyễn, no parecían intranquilizar a los mandarines de la Corte, quienes tildaban a los sublevados de ladrones. Vamos a seguir estos acontecimientos a través de la excepcional crónica del padre Diego de Jumilla¹⁷, pues nos ayudará a conocer mejor las causas y consecuencias del conflicto:

    [Las bandas y grupos armados de las montañas] bajaban a los mercados de día. Unos armados con espadas, otros con flechas y otros con escopetas. No hacían daño a nadie, ni en sus personas, ni haciendas, antes, al parecer, querían que todos los conchinchinos fueran iguales, pues entraban en las casas ricas y, si les ofrecían regalos no molestaban, mas si hacían resistencia tomaban lo mejor de cada casa, especialmente cosas de dinero, y lo repartían entre los pobres, exceptuando solo el arroz y víveres, que tomaban para sustentarse. De noche siempre se retiraban a los montes contiguos a recogerse. Iban a las aldeas y luego daban orden (a todos sus habitantes) que no hicieran resistencia, ni que se alterasen, pues si no les obedecían quemarían todo el pueblo y lo asolararían. De este modo anduvieron por espacio de siete meses por la provincia de Phú Yên y por una parte de la de Qui Nhơn, que está próxima. Los mandarines sabían bien esto y no los mandaban detener. El vulgo, por consiguiente, como veía que [las tropas de los Tây Sơn] hacían limosnas de casa de los ricos a la gente pobre, tampoco los acusaba […] Ellos [los sublevados] proclamaban que no eran ladrones, ni venían a robar, sino que venían a hacer la guerra, enviados por disposición del Cielo y por mandato de su Señor grande¹⁸.

    Al igual que en los relatos de Robin Hood y de Nakamura Jirokichi, el levantamiento de los Tây Sơn despertó un sentimiento de simpatía en el pueblo, ya que unos valientes luchadores despojaban a los ricos para beneficiar a los pobres. Jumilla añade que los sublevados "promulgaron un edicto por el que nadie pagara tributo, sino por la costumbre antigua que vino de Tunkín, que es, solo cada familia que tenga bienes raíces (tributará) un quân y medio al año. Con esta libertad el pueblo se alegró, y así todos les dieron la obediencia"¹⁹.

    Analizaremos más tarde las siguientes fases bélicas, porque los misioneros españoles dejaron algunos comentarios por escrito²⁰. De momento, cabe señalar que los Tây Sơn ganaron importantes batallas, pero sufrieron la derrota final, saliendo victorioso Nguyễn Phúc Ánh, fundador del Imperio Nguyễn (1802-1945), quien rebautizó el país con el nombre actual y logró la reunificación nacional. También conoceremos los detalles de la persecución religiosa desencadenada por los emperadores Minh Mạng (r. 1820-1841), Thiệu Trị (r. 1841-1847) y Tự Đức (r. 1847-1883). Ahora conviene recordar la importante contribución de los Nguyễn a las artes decorativas, siendo motivo de alabanza general la porcelana azul de Huế, los bronces, el esmaltado y, en el aspecto arquitectónico, los recintos palaciegos o las tumbas imperiales.

    Factores internos y externos ayudaron a crear un sistema de contrapoderes tan intensos que terminaron por anular la figura del rey o emperador. La debilidad sería, pues, una característica definitoria de la monarquía vietnamita. Esta situación se explica, en primer lugar, por la inseguridad del propio sistema para designar un sucesor al trono. No existían reglas profundamente enraizadas en la elección del heredero. Ello provocaba abundantes crisis y hasta guerras de sucesión, como ocurrió tras la muerte de Lê Thái Tổ, cuando tres príncipes lucharon entre sí en busca de la corona. Las tentativas regicidas, el enfrentamiento cainita entre los miembros de la familia real, los deseos de usurpar el poder real, las caprichosas elecciones de príncipes herederos y el influjo de los regentes dejaron una profunda huella en la etapa monárquica. Hasta un sueño profético podía influir en la selección del príncipe heredero. Dado que existen muy pocas crónicas europeas sobre el Vietnam anterior al siglo XIX, vale la pena citar otra vez el testimonio de fray Diego Jumilla, ya que vivió cerca de la Corte de Vũ Vương cuando se fraguaba la sucesión al trono. Según hizo constar en una carta, fechada el día 25 de julio de 1766, el rey viejo perseguidor [de los católicos], es decir, Vũ Vương (Nguyễn Phúc Khoát) falleció el 1 de julio de 1765²¹, tras una larga y dolorosa enfermedad. Siendo médico al mismo tiempo que misionero, Jumilla se animó a indagar los detalles de su enfermedad, que duró año y medio²². Quizás falleciese a causa de un tumor o tubérculo encefálico, pues todo el seso de la parte preposterior se le hinchó […] como una naranja de China. Solo se aminoró algo la hinchazón, mas los dolores, siempre lo mismo²³. El español relata la cuestión sucesoria en clave de sueño profético, acaso escuchando ciertos rumores propagados por el poderoso mandarín Trương Phúc Loan, quien prefería controlar al hijo menor de Khoát como futuro rey, enfrentándose así a las aspiraciones sucesorias de Nguyễn Phúc Côn, el hijo mayor²⁴. Según la versión de Jumilla, ocho días antes de morir [Vũ Vương] tuvo un sueño. Vio un globo celeste muy lúcido y resplandeciente, de gran magnitud, y un perro [que] abrazaba y sostenía toda esta máquina. Mandó llamar a sus magos para que interpretasen este sueño y visión. Respondieron que esta visión denotaba que este hijo más pequeño de edad [Nguyễn Phúc Thuần o Định Vương], entre todos los demás hijos, había de reinar después de su muerte. El globo celeste, respondieron, se interpreta el Reino. El perro es el hijo pequeño, porque este hijo pequeño nació en el año del perro²⁵. Ciertamente, Nguyễn Phúc Thuần nació durante el año vietnamita del perro.

    Acaso la circunstancia interna que más eficazmente debilitase el poder monárquico fuera la asfixiante red de mandarines y militares deseosos de controlar al monarca. Lo hemos comprobado en el párrafo anterior. Parecía justificarse el pensamiento del filósofo Platón, para quien los árboles cargados con abundante fruta se pierden y desvanecen. Durante la llamada dinastía Lê renovada, el rey se convirtió en un instrumento meramente simbólico, totalmente dominado por el chúa, el regente o la reina madre.

    Junto a esos factores internos, debemos hacer constar otros factores, esta vez de carácter externo, que limitaron aún más el poder del monarca. Todos los factores externos se resumen, al fin y al cabo, en la codiciosa actitud de ciertas naciones extranjeras. Mientras que el poder político estuviera debilitado o dividido, se hacía más fácil controlar el país desde el exterior. Ya desde la antigüedad, China venía exigiendo, como privilegio exclusivo, la potestad de aceptar o no a los nuevos reyes vietnamitas, y cuando se dio entrada al absolutismo, durante el imperio Nguyễn, el colonialismo europeo se afanó por impedir el desarrollo de un monarca que reinase y al mismo tiempo gobernase. Los franceses protegieron a monarcas/emperadores dóciles, cuanto más jóvenes e inexpertos todavía mejor. Lo importante era convertirlos en simples marionetas. Así sucedió con Đồng Khánh (r. 1885-1889). Cuando el Gobierno colonial se topaba con monarcas rebeldes o levantiscos, los retiraba del cargo, como les pasó a Thành Thái en 1907 y a Duy Tân en 1916. Pues bien, frente a la persistente debilidad del Estado monárquico, Việt Nam terminará reaccionado con la fortaleza del Estado republicano.

    En cuanto al dominio francés en Việt Nam, vamos a examinarlo con una atención especial, ya que el ejército español colaboró con los franceses en una operación de castigo por la persecución del cristianismo, aunque los franceses aprovecharon la ocasión para desencadenar su política colonial. Al principio dominaron la baja Cochinchina y después implantaron un protectorado sobre todo el territorio nacional. A partir de la segunda década del siglo XX la voz de los grupos independentistas se convierte en clamor popular. Japón aprovecha la debilidad francesa en 1940 y ocupa el país. Al término de la Segunda Guerra Mundial las fuerzas nacionalistas del Việt Minh declararon el establecimiento de una república independiente, pero los franceses no se marcharían tan fácilmente, debiendo sufrir antes la humillante rendición del recinto atrincherado, cercano a Laos, en Điện Biên Phủ (1954). Toda la historia que resta, desde la guerra de Vietnam, el proceso de reunificación nacional y los avances en materia económica y social, tendrá cabida en las páginas siguientes.

    Como resumen a toda esta visión del pasado vietnamita, estamos en condiciones de afirmar que su microhistoria resulta de una riqueza y complejidad considerables, dada la infinidad de protagonistas, insurrecciones políticas, acontecimientos populares o naturales, sin olvidar el propio dinamismo de un pueblo que, habiendo conseguido la independencia de los chinos, siguió batallando para engrandecer sus límites territoriales y, cuando vuelve a perder

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