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Donde los puentes se alzan
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Libro electrónico173 páginas1 hora

Donde los puentes se alzan

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Donde los puentes se alzan es una mirada poética. Alegorías que se confunden con la propia metáfora de la vida, para ser un solo paso caminante mimetizado en el paisaje. Donde la montaña, el río, el árbol o el puente, tienen voz propia a través del eco viajero. Poemas que hablan de sentimientos vivos que van de lugar en lugar; de corazón en corazón, con su gesto emblemático. Como si todas las cosas estuvieran relacionadas y formasen un "todo". El verso se hace agua, hoja, música, para llegar al encuentro con la palabra y ser en ella, poesía vivificadora. Una canción amable de múltiples encuentros sobre el puente...
Esta obra poética está llena de pureza cristalina; en ella, la forma, sencilla y regular, o variable, es el paradigma en que se pone en evidencia la profundidad del pensamiento de su autora. Alardes de versos al ritmo de la belleza. "Un día me leerás sobre un puente extranjero...".
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento9 abr 2018
ISBN9788417396480
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    Donde los puentes se alzan - Clarisa Tomás Campa

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    Colección: Poesía

    © Clarisa Tomás Campa

    Edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes.

    Diseño de portada: Antonio F. López.

    Fotografía de cubierta: © Fotolia.es

    ISBN: 978-84-17396-48-0

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    ¡Oh delgada como vara de sauce! ¡Oh más clara que el agua clara!

    ¡Oh junco a orillas del estanque! ¡Hermosa Hija del Río!

    ¡Oh tiempo de primavera y tiempo de verano, y otra vez primavera!

    ¡Oh viento en la cascada y risa entre las hojas!

    El Señor de los Anillos.

    J.R.R. Tolkien.

    A Berhan y a Amara.

    A la tierra anaranjada.

    A las montañas.

    A dos puentes ambarinos y su luz mediterránea.

    A mis puentes conocidos. A los ríos.

    A un puente extranjero

    y al amor que siempre vuelve,

    al verdadero.

    Al puente de otro tiempo y su legado permanente.

    A las aves. A los árboles.

    Al encuentro. Al viaje.

    Al retorno de las aves.

    A los libros que leí.

    A los autores.

    A ti, lector.

    PRÓLOGO

    La llamada de un puente suele ser tímida, casi susurradora, como la voz de los tréboles al rozar sus praderas. Por mi propia experiencia diré, que, tampoco tiene una hora concreta; a mí me llamaban a la hora de ir al colegio y también en los días festivos. Miraba hacía atrás y allí había uno, ¡siempre había uno!, guiñándome un ojo, o entregándome rosas.

    El primer puente del que tengo recuerdo era de piedras verdes rotas y sin barandas, casi desnudo. Él me sorprendió sobre un riachuelo en la orilla lusitana camino de Fonte Santa. Su imagen bella aún perdura en mi memoria. Con los años supe que aquella visión era Poesía, la eterna Calíope endulzando metáforas...

    Cuando crecí, me gustaba recorrer lugares y cruzar sus poéticas. Cada puente guardaba la huella de su historia en el linaje ennegrecido en su espalda, y aquellas huellas me hablaban (o cantaban). Puentes miradores desde donde podía ver distancias, incluso pañuelos de adioses, alejándose.

    Procuro seguir con la costumbre de atender sus llamadas y llegarme hasta ellos. Averiguar qué fue de su presencia neutra y porqué hablan bajito. Me imagino entre transeúntes intemporales, inflamada de ganas de andar y buscando la vida precursora. La vida que siempre va delante, vivaz en cada alcor. La vida que queda atrás, pisada, difuminada en el paisaje.

    Los puentes me resumen la existencia. Ellos sostienen los días y las noches, en el fervor de las estaciones con toda su pléyade. Compartimos la misma marca de agua y el mismo gen perecedero, el mismo deseo de movimiento que nos vuelve etéreos. Y, me hacen sentir que soy también trayecto, un trozo de encuentro (del Gran Encuentro), donde me uno a otros caminantes.

    Y vamos y venimos, y escribimos historias en su nexo portable. No imagino la vida sin puentes vitales, sin sus alas sobre los ríos y las montañas, pronunciándose. No imagino una tierra sin enlaces.

    Quizá el andar comienza ahora,

    Puente Inalcanzable...

    ¡No mires más el horizonte arcano

    donde el día acaba su fugaz pestañeo!

    ¡La mar está henchida de mañanas

    con sus barcos pletóricos de islas!

    ¡Vuelve al deletreo de las estrellas!

    ¡Vuelve al diálogo del agua en los nenúfares!

    Quizá el camino empieza ahora...

    Ahora que comprendo la lejanía que guardan

    los pasos transeúntes; ahora que puedo sentir

    el dolor del canto oblicuo

    sobre el breve perfume.

    DONDE LOS PUENTES SE ALZAN

    Puente Viejo (Stari Most)

    sobre el río Neretva.

    Donde los puentes se alzan

    rumorea el viento del norte.

    Las columnatas estoicas

    disecadas en los miradores,

    reverberan melancolías

    que van y vienen.

    Y el mar de blanco destino,

    bajo su mármol de flores,

    sonríe y duerme...

    Allá en los filos, ¡oh Mármara!,

    las humaredas fósiles,

    con sus fuegos negros

    desnudan los bosques,

    para despintar las viejas ciudades,

    las eternas ciudades calcinadas.

    ¿Y cuántas veces, ellos, lavaron

    la sangre de los ríos?

    ¿Y cuántos pies han besado

    bajo lunas y tempestades?

    En tiempos urgentes, la dulce premura

    lamía sus ojos llenos de heladas,

    y amó sus lustros engarzados

    sobre el breve mayo.

    Allí donde las sombras relamen

    su festín de caracolas,

    ellos lucen y sanan los tristes paisajes,

    balancean los sueños oprimidos

    y los hacen volar... ¡Subir!

    ¡Aletear en los regueros jubilosos de Antares!

    ANDAR, ANDAR, ANDAR

    «Leer, leer, leer, vivir la vida

    que otros soñaron».

    Miguel de Unamuno.

    Andar, andar, andar,

    llorar caminos,

    cruzar sobre los puentes,

    seguir latidos.

    Amar, amar, amar,

    sentir la vida

    como la ingenua flor,

    abrir los ojos al color.

    Y ser apenas canto, un nacimiento,

    las simples páginas que va llevando el viento.

    Escribir palabras al borde del exilio,

    sembrar intentos caídos del abismo.

    Pasar, pasar, pasar,

    dejar tu huella,

    el

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