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Historia de las misericordias de Dios en un alma: Autobiografía Santa Laura Montoya
Historia de las misericordias de Dios en un alma: Autobiografía Santa Laura Montoya
Historia de las misericordias de Dios en un alma: Autobiografía Santa Laura Montoya
Libro electrónico1844 páginas41 horas

Historia de las misericordias de Dios en un alma: Autobiografía Santa Laura Montoya

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Este libro es una autobiografía de Santa Laura Montoya, de especial interés para las Misioneras lauritas y para muchos fieles católicos que reconocen en la Madre el testimonio de una vida santa, consagrada al servicio de las poblaciones más vulnerables. Esta obra trasciende el ámbito de la fe y es mucho más que el relato autobiográfico de la primera santa colombiana: es un texto literario en el que la autora conjuga de manera magistral sus experiencias vitales, espirituales, familiares y vocacionales, con reflexiones profundas sobre el sentido de la vida, la presencia de Dios entre los hombres, el servicio a los demás y el lugar de la mujer en la sociedad.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 sept 2017
ISBN9789587811124
Historia de las misericordias de Dios en un alma: Autobiografía Santa Laura Montoya

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    Historia de las misericordias de Dios en un alma - Nancy López Peña

    Historias de las misericordias de Dios en un alma

    Autobiografía

    Santa Laura Montoya

    Nancy López Peña – editora

    RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS

    ©  Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena

    © Pontificia Universidad Javeriana

    © Nancy López Peña, editora

    Investigación que hace parte del proyecto Edición crítica de Autobiografía de Laura Montoya Upegui del Grupo GEL, Facultad de Comuniaciones (U de A). Coinvestigadores: Julián Alzate, Juan Esteban Hincapié y David Mejía.

    COORDINADORA EDITORIAL:

    Pamela Montealegre Londoño

    DISEÑO DE PÁGINAS INTERIORES:

    Claudia Patricia Rodríguez Ávila

    DISEÑO DE CUBIERTA Y DIAGRAMACIÓN:

    Luisa Santa Escobar

    DESARROLLO EPUB:

    Lápiz Blanco S.A.S.

    Misioneras Madre Laura - Casa General

    Carrera 40 A No. 59-106

    Barrio Villa Hermosa Los Ángeles

    Teléfono: 2845226

    www.madrelaura.org

    secrelauritas@hotmail.com

    Medellín

    Editorial Pontificia Universidad Javeriana

    Carrera 7 No. 37-25, oficina 1301

    Edificio Lutaima

    Teléfono: 3208320 ext. 4752

    www.javeriana.edu.co/editorial

    Bogotá, D. C.

    Primera edición: 1971

    Primera edición completa: 2017

    Bogotá, D. C.

    ISBN: 978-958-781-111-7

    Hecho en Colombia

    Made in Colombia

    Historia de las misericordias de Dios en un alma : autobiografía Santa Laura Montoya / editora Nancy López Peña -- Primera edición. – Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena, 2017.

    902 páginas ; 25 cm

    Incluye referencias bibliográficas.

    ISBN : 978-958-781-111-7

      1. MONTOYA UPEGUI, LAURA – SANTA - 1874-1949. 2. MUJERES MISIONERAS. 3. VIDA RELIGIOSA DE MUJERES. 4. MUJERES EN EL CRISTIANISMO. 5. AUTOBIOGRAFÍA. 6. SANTAS COLOMBIANAS. 7. VIDA ESPIRITUAL. I. López Peña, Nancy, editora. II. Pontificia Universidad Javeriana. III. Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena. IV. Universidad de Antioquia. Facultad de Comunicación y Lenguaje.

    CDD 922.22 edición 21

    Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S. J.

    Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana y las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena | Pontificia Universidad Javeriana. Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento

    de personería jurídica: Resolución 73 del 12 de diciembre de 1933 del Ministerio de Gobierno.

    Las opiniones expresadas en esta publicación no comprometen

    las opiniones de la Pontificia Universidad Javeriana.

    Presentación

    Esta obra es de especial interés para las Misioneras de la Madre Laura (Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena), quienes podrán conocer el texto íntegro escrito por su fundadora. Igualmente, es de singular importancia para muchos fieles católicos que reconocen en la Madre Laura el testimonio de una vida santa, consagrada al servicio de las poblaciones más vulnerables. Sin embargo, esta obra trasciende el ámbito de la fe y es mucho más que el relato autobiográfico de la primera santa colombiana: es un texto literario en el que su autora conjuga de manera magistral sus experiencias vitales, espirituales, familiares y vocacionales con reflexiones profundas sobre el sentido de la vida, la presencia de Dios entre los hombres, el servicio a los demás, el lugar de la mujer en la sociedad, entre otros asuntos. Por todo esto, presentar esta obra requiere una contextualización en relación con las condiciones en que fue escrita y publicada, y elucidar algunas consideraciones sobre su historia editorial, así como el proceso de investigación¹ que ha derivado en la presente publicación, que contiene una serie de particularidades y modificaciones con respecto a la obra conocida como Autobiografía de la Madre Laura.

    En primer lugar, hablaré sobre la génesis del texto, es decir: por qué surgió la idea de su escritura, cuáles son sus antecedentes y en qué condiciones fue escrito. Al respecto, es preciso señalar que la Madre Laura escribió el texto que ella denominó Historia de las misericordias de Dios en un alma en un periodo de nueve años (1925-1933), por el mandato expreso de su confesor, el sacerdote eudista Esteban Le Doussal. Si bien es cierto que en repetidas ocasiones la autora expresa que no desea escribir sobre su vida, que no sabe cómo emprender semejante misión ni cuál sea el sentido de ella, también aclara que lo hace para glorificar a Dios y cumplir la obediencia que le impone su confesor.

    Ahora bien, sobre las autobiografías escritas por mandato cabe aclarar que corresponden a un género común desde el siglo XVI, en el que es posible encontrar similitudes en lo tocante a las historias de vida, las prácticas comunitarias y las experiencias espirituales de las religiosas de diferentes países y épocas. Esto se evidencia de manera particular en el texto autobiográfico de la Madre Laura, pues si bien fue publicado durante el siglo XX, guarda semejanzas con las obras de religiosas españolas e hispanoamericanas que fueron divulgadas entre los siglos XVI y XVIII, como las de Santa Teresa, sor Jerónima Nava y Saavedra y sor Francisca Josefa del Castillo y Guevara, por mencionar algunos ejemplos. En este sentido, la publicación de la obra de Santa Teresa de Jesús se constituyó en el referente fundamental y el modelo a seguir para la escritura de autobiografías en el ámbito conventual.² Como ejemplo de lo anterior, los lectores encontrarán que la Madre Laura se refiere en diferentes momentos a la vida y obra de Santa Teresa, no solo en términos de admiración, sino también de diálogo y reflexión con sus escritos y fundaciones.

    Para nosotros, lectores del siglo XXI, puede carecer de sentido que un confesor dirija  a una religiosa a escribir sus memorias. ¿Cuál sería su propósito? Sin embargo, la orden de escribir las memorias hace parte de una larga tradición de la Iglesia católica, especialmente en las comunidades religiosas femeninas.³ En ciertas ocasiones sirvieron como un medio para que el confesor conociera la condición de sus confesadas y analizar si las experiencias espirituales provenían de Dios o del demonio, convirtiéndose en un mecanismo de vigilancia y control; pero en otras, sirvieron para la preservación de la historia de una vocación particular, y también para que la misma autora evidenciara el accionar de Dios en su vida y el camino espiritual que había recorrido. Por su parte, los confesores inspeccionaban estos escritos y, a veces, asumían el rol de «editores», en la medida en que realizaban modificaciones; además, de su aprobación dependía la circulación o no del texto autobiográfico de sus confesadas.

    En relación con lo anterior, se encuentra que en variadas ocasiones la Madre Laura le solicita al padre Le Doussal que apruebe, valide, corrija, omita o añada lo que él considere necesario en el texto. Pese a la autorización explícita de la autora, el texto manuscrito y mecanuscrito que envió a su confesor (más de mil folios) no fue objeto de intervenciones. Es más, en la correspondencia entre ellos se evidencia un tono de respeto y reconocimiento del confesor ante la mujer, fundadora, misionera, mística, que le hablaba con franqueza, humildad y sencillez.⁴ De lo anterior se constata que la intención del padre Le Doussal fue la preservación de las memorias de la Madre sobre su vida, su relación con Dios y su vocación misionera y fundadora, y no la inspección, vigilancia y control. 

    Respecto a las condiciones en que la Madre Laura escribió Historia de las misericordias de Dios en un alma, cabe resaltar que fue en medio del día a día de su vida religiosa y misionera. Entre viajes a lomo de mula por trochas y caminos; ires y venires entre las diferentes casas de la Congregación; viajes a diversas ciudades, cuyo propósito era la consolidación de la Congregación, y, en otros casos, la defensa de esta. En fin, nueve años durante los cuales la autora escribió en lo que tenía a mano (libretas, hojas de papel, cuadernos de apuntes) y como podía (a máquina, a mano). Sobre este asunto la Madre Laura dice:

    Padre, hace como ocho meses que suspendí este trabajo para ponerme de lleno en la formación del Directorio de la congregación, su ceremonial y manual, etc., y ahora, cuando vuelvo a pensar en seguir, no recuerdo ni lo que he escrito ni lo que he dejado de escribir. Es como un antro negro lo que veo de los enredos que debo escribir, pero como no he de pensar en suspender mi dura obediencia, haré esfuerzos por ver qué debo escribir y Dios, según mi confianza, me iluminará. (1971, p. 480)

    De manera que este proceso de escritura no fue el de una mujer dedicada a la oración y a la contemplación, que podía sentarse tranquilamente en su despacho a relatarle a su confesor lo que había solicitado, sino más bien el de una mujer de fe, valiente y emprendedora que en medio de sus tareas, luchas y enfermedades, robaba minutos para plasmar en un papel esa «obediencia tan dura». El texto original que la Madre escribió muestra ese trasegar: diferentes clases de papel, tipos de letra y colores de tinta que dan vida a la historia de una mujer creyente, maestra, misionera, fundadora, mística; una mujer profunda que se muestra en estas páginas no como la santa, sino como quien, en medio de circunstancias adversas, se hizo santa y enseñó a sus hijas a serlo.

    En segundo lugar, me referiré al tema del texto y al tratamiento que le da la Madre Laura. Para ello, parto del hecho de que la Historia de las misericordias de Dios en un alma es una larga carta escrita a su confesor en la cual habla de su familia, las difíciles circunstancias de su infancia, los conflictos sociales, políticos y religiosos de finales del siglo xix y principios del xx. También le cuenta sobre su formación y ejercicio docente, su obra misionera, los retos y persecuciones que afrontó al ser una mujer que se adentraba en un terreno predominantemente masculino, el surgimiento y establecimiento de la Congregación de Misioneras, entre otros aspectos. Todo lo anterior desde el lente de una mujer que en los acontecimientos de su vida vio la intervención providencial de Dios y reconoció la inspiración y guía de la Virgen, los ángeles y los santos.

    La autora envió su carta en entregas parciales –legajos– de los que no se poseen registro de fechas de envío ni número de folios contenidos en cada entrega, razón por la cual es imposible establecer una división capitular que no atente contra la estructura del texto. El tono de la carta es íntimo, reflexivo y está dirigido a tres destinatarios: el padre Le Doussal, a quien interpela continuamente la Madre Laura en sus líneas; sus hijas, como beneficiarias últimas de las experiencias y enseñanzas de su fundadora, y Dios, testigo fiel de la veracidad de lo relatado, principio y fin de su llamado, artífice de su vocación misionera, Dueño y Señor de la Congregación.

    A causa de estos múltiples destinatarios y de los diferentes hechos que enuncia la Madre, su texto autobiográfico contiene secuencias textuales descriptivas, narrativas, argumentativas, explicativas y dialógicas. Además, no es un relato lineal: la autora cuenta su historia en la medida en que la recuerda, según las indicaciones que recibe de sus confesores; a partir de las experiencias de sus viajes, o de los apuntes que encuentra. Por lo cual, en la Historia de las misericordias de Dios en un alma la Madre presenta digresiones constantes, retoma algunos temas de reflexión de sus Apuntes espirituales, habla de sus ideas y percepciones, muestra cómo fueron cambiando algunas de sus motivaciones y concepciones a lo largo del tiempo y retrata los obstáculos humanos, geográficos, políticos, económicos, religiosos y culturales a los que hizo frente para sacar avante su labor pedagógica y misionera. Por todo esto es muy difícil catalogar este texto, pues tiene elementos de confesión, diario íntimo, autobiografía y memorias. 

    En tercer lugar, me ocuparé de la historia de transmisión textual de la obra. En ese sentido, el proceso que derivó en la primera publicación de esta obra de la Madre Laura, en 1971, comenzó cuando la madre Perpetuo Socorro (Corina Quirós) asumió como superiora de la Congregación tras la muerte de su fundadora en 1949. Ella le pidió al padre Silvestre Apodaca, provincial claretiano, ayuda para organizar los escritos de la Madre Laura y este sacerdote recomendó al padre Carlos Eduardo Mesa, quien en ese momento estaba en Madrid trabajando en la revista Vida Religiosa. El padre Mesa aceptó la tarea en 1952 y se inició un intercambio de correspondencia entre la Congregación y el religioso. Las hermanas realizaron varias copias mecanuscritas del original, fechadas entre 1962 y 1963, que fueron enviadas al padre Mesa para su lectura. Inicialmente, el padre estaba preparando la biografía de la Madre Laura, pero luego enfocó su atención en la publicación del texto escrito por la autora y lo nombró Autobiografía de la Madre Laura, título que conservó en ediciones posteriores. En la «Presentación» el padre Mesa manifiesta que el libro es una revelación y una novedad y que da cuenta de la vida de una mujer prolífica y extraordinaria, cuyo relato está cerca de obras como Las confesiones de San Agustín y la Vida de Santa Teresa de Jesús, entre otros paradigmas de la literatura eclesiástica (1971, pp. 5 y 9). Sin lugar a dudas, el padre Mesa realizó una labor de sumo valor para la recopilación de los textos de la Madre y la divulgación de su Autobiografía.

    Sin embargo, el padre Mesa introdujo una serie de modificaciones al original, de las cuales afirma que:

    Para prevenir posibles reproches de los historiadores futuros, será oportuno advertir que la presente, primera edición de la Autobiografía, sale con algunas novedades que no afectan en nada a la genuinidad y pureza de los manuscritos. La obra ha sido dividida y titulada en capítulos, pues la Madre escribió un solo relato ininterrumpido, y cada capítulo a su vez, está distribuido en subtítulos por congruencias de variedad y amenidad. También –y conste lealmente– se han omitido algunas páginas por vivir aún eminentes protagonistas o antagonistas de ciertos episodios que piden, ahora, la discreción del silencio. El paso de los años, el alejamiento de los hechos y la serenidad de la perspectiva histórica permitirán en su día la publicación íntegra de este singular documento. Las omisiones, en todo caso, no truncan ni enturbian el sentido del relato. (1971, p. 15)

    De lo anterior se colige que el padre Mesa editó el texto motivado por dos razones: facilitar la lectura y proteger el buen nombre de algunos personajes a los que se refería la Madre Laura. Pero, consciente de lo que esta obra implicaría en el futuro, dada su profundidad y complejidad, termina su texto con estas palabras:

    Esta presentación, que hacemos gozosamente por implicar un sencillo pero fervoroso homenaje a la Madre Laura, y a requerimiento de la Madre Margarita Ochoa, superiora general de las Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, no intenta el estudio exhaustivo de la Autobiografía. Es hacienda que otros realizarán a las luces de la ciencia mística, de la ciencia misional o de la misma preceptiva literaria, porque para todo eso y más brinda incitaciones esta obra opulenta.

    Mi tarea es simplemente la apertura de un estuche para mostrar una joya primorosamente cincelada por una de las más aventajadas mujeres de la Iglesia en las últimas centurias; es la iniciación de un camino que van a transitar en dilatados años caravanas de lectores y estudiosos; es una invitación a la lectura, al asombro y a la imitación. (1971, p. 16)

    Esta primera edición se convirtió en el referente para las demás, las cuales conservaron las modificaciones que hizo el padre Mesa y adicionaron otras. En el siguiente cuadro se listan esas ediciones:

    Puede apreciarse, entonces, que cada una de las ediciones publicadas hasta la fecha ha introducido modificaciones al texto original de la Madre Laura, y lo ha complementado con algunos anexos que aportan información al lector. Asimismo, algunas de las ediciones son conmemorativas, en razón de la beatificación y posterior canonización de la Madre.

    En relación con las modificaciones que inserta esta edición que se ofrece a los lectores, cabe resaltar que son respecto a las obras anteriormente publicadas, puesto que el objetivo primordial de este trabajo es presentar un texto fiel al original de la Madre Laura. Para lo anterior, me referiré en cuarto y último lugar a las particularidades de la presente edición, que se deriva de un proceso de investigación en el que han participado tres instituciones: la Congregación de Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena, la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad de Antioquia.

    A partir de la aparición de la Autobiografía de la Madre Laura en 1971, gradualmente surgieron diferentes publicaciones sobre la vida y obra de su autora, especialmente en el ámbito eclesial. En el año 2013 se realizaron los primeros acercamientos de la comunidad académica a los escritos de la Madre Laura concentrados en dos grupos de investigación: el Grupo de Estudios Literarios –gel– de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, y el Grupo de Investigación De Humanitate de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Javeriana, sede Cali. Asimismo, en 2013 el arzobispo de Medellín, monseñor Ricardo Tobón Restrepo, reunió un grupo interdisciplinar para exhortar a que se abordara el estudio crítico de las obras de la Madre. Todo lo anterior fue determinante para que se iniciara un estudio riguroso de la obra de esta autora que contribuyera a ampliar los horizontes de interpretación de su legado.

    En consonancia con lo anterior, cabe anotar que la presente edición es fruto del proyecto de investigación doctoral titulado «Edición crítica de la Historia de las misericordias de Dios en un alma, de la Madre Laura» que comenzó a finales de 2014 y que culminará a finales de 2018. Como parte de la investigación, revisamos el texto original de la Madre Laura y lo comparamos con el material pretextual (las copias mecanuscritas preparadas por la Congregación para el padre Mesa) y con el material textual (las ediciones de la Autobiografía), de lo que se concluyó que todas introdujeron serias modificaciones al original, razón por la cual debíamos trabajar directamente con los folios manuscritos y mecanuscritos.

    Si se considera que en la línea de trabajo de la edición crítica es fundamental ofrecer a los lectores un escrito depurado de las modificaciones que ha sufrido a lo largo de su historia editorial, de manera que el texto sea cercano a la voluntad y estilo del autor, se puede comprender por qué la Historia de las misericordias de Dios en un alma se presenta sin divisiones capitulares, tal como lo escribió la Madre Laura, con el fin de que conserve el estilo de carta que tiene el original. Asimismo, esta edición incluye las palabras, líneas y páginas que fueron omitidas por el padre Carlos Mesa en la primera edición, que al sumarlas abarcan aproximadamente 150 páginas. Si bien es cierto que el padre Mesa afirma en la «Presentación»  de su edición que omitió «algunas páginas» que no «truncan ni enturbian el sentido del relato», es evidente que semejante cantidad de omisiones altera de manera sustancial el texto. Adicionalmente, el padre Mesa movió de lugar algunas oraciones, párrafos y páginas completas, para hacerlos coincidir con los hechos que relata la Madre, con el fin de ordenar los acontecimientos referidos por la autora; sin embargo, esto afectó su estilo de escritura y anuló recursos como digresiones, analepsis y prolepsis que abundan en el texto.

    Por lo tanto se puede concluir que todas las ediciones que hasta la fecha se han publicado del texto autobiográfico de la Madre Laura han afectado, por distintas razones y en diversos niveles, la estructura de la obra, su estilo, intencionalidad y contenido; de modo que se hacía necesaria una nueva edición que fuera fiel al original de la autora, razón y sentido de la presente publicación. Con el fin de ayudar a los lectores a situar mejor el relato y tener mayores referencias para su comprensión e interpretación, esta edición contiene una serie de notas explicativas sobre los personajes, lugares, hechos, objetos, prácticas, obras y otros aspectos que menciona la Madre Laura. Asimismo, en el apartado «Criterios de la presente edición» los lectores pueden informarse acerca de las intervenciones realizadas al texto original, que son dadas en el ámbito de la actualización normativa de la lengua.

    Agradecimientos

    Las siguientes personas e instituciones han contribuido decisivamente en el proceso de elaboración de esta edición. A ellos mi reconocimiento y gratitud:

    La hermana Ayda Orobio Granja, superiora de la Congregación de Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena, por su apoyo decidido a la investigación, por los espacios para la socialización del proyecto y por la consecución de recursos para el equipo de investigación.

    La hermana Carmen Sofía Camacho, encargada del Archivo de la Congregación, quien de manera diligente y proactiva contribuyó a la identificación y el cotejo del material pretextual, a la revisión del original manuscrito y mecanuscrito, a la revisión y complementación de las notas explicativas, así como al apoyo para la consecución de las imágenes que acompañan esta edición.

    La hermana Lía Zuluaga Giraldo, vicaria general de la Congregación, por su asesoría, sus enseñanzas y su acompañamiento.

    La comunidad de Misioneras de Madre Laura por la receptividad y acogida que le han dado a esta investigación, por su mente abierta y deseos de profundizar y conocer el legado de su fundadora.

    Los doctores Edwin Alberto Carvajal Córdoba y María Eugenia Osorio Soto, asesores de esta investigación doctoral, por su voto de confianza, apoyo, orientaciones y recomendaciones.

    Al equipo de investigación: a Juan Julián Alzate Giraldo, psicólogo y magíster en Hermenéutica, por su trabajo riguroso y comprometido en la elaboración de las notas explicativas, al igual que por sus aportes en el análisis de las secuencias textuales de la obra; al filólogo hispanista Juan Esteban Hincapié Atehortúa, por sus aportes en los criterios de edición y su trabajo con el cotejo; y al filólogo hispanista David Mejía Solanilla, por su trabajo dedicado con la transcripción del original de la Madre Laura –con la revisión y análisis del material pretextual y textual de la obra– por sus aportes para los criterios de edición y el cotejo, así como su compromiso con la divulgación de esta investigación en el ámbito académico.

    La Pontificia Universidad Javeriana, en cabeza del señor rector, padre Jorge Humberto Peláez Piedrahita, s. j., a Nicolás Morales Thomas, director de la Editorial Pontificia Universidad Javeriana, con su equipo de trabajo por su apoyo decidido a la realización de esta edición conjunta.

    La Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, en cabeza de los doctores Edwin Alberto Carvajal Córdoba, decano; Olga Vallejo Murcia, coordinadora del Doctorado en Literatura, y Sophie von Werder, coordinadora del Grupo GEL.

    Los doctores Diego Agudelo Grajales y Félix Antonio Gallego Duque por su acompañamiento, amistad y asesoría durante este proceso.

    La editora Pamela Montealegre Londoño por las revisiones minuciosas de la edición, sus recomendaciones y aportes para la presentación y diseño.

    La diseñadora Luisa Santa Escobar por su trabajo creativo para hacer realidad las ideas del equipo de trabajo.

    Mi querida familia por su apoyo y amor incondicional que hacen posible y le dan sentido a cada uno de los proyectos que asumo.

    Nancy López Peña

    nancy.lopezp@udea.edu.co

    Mayo de 2017

    Criterios de

    la presente edición

    A modo de una diacrónica fe de erratas

    Como se mencionó en la presentación de este libro, Historia de las misericordias de Dios en un alma es una obra que ha sido objeto de diversas modificaciones en su historia editorial. Así, desde su escritura original, en la que regían las directrices del Prontuario de ortografía de la lengua castellana en preguntas y respuestas (1870) en su vigésimo octava edición de 1923, hasta la última reimpresión de Historia de las misericordias de Dios en un alma. Autobiografía en 2013, la obra ha sufrido numerosas asimilaciones a los diferentes estadios de la normativa de la lengua.

    De modo que, durante ochenta y cuatro años, desde la terminación de su proceso de escritura hasta la fecha, se evidencian múltiples tensiones en la corrección ortográfica y gramatical durante el trabajo escritural y editorial. Como ejemplo de lo anterior se puede considerar la herencia que dejaron las imprentas del siglo XIX y la gramática de Juan García del Río y Andrés Bello, con el uso de la i por la y cuando, en fragmentos del manuscrito, la Madre Laura propende por el empleo de la i latina, en oposición a la y griega con valor conjuntivo. Asimismo, la aplicación de las Nuevas normas de prosodia y ortografía (1952) en su Ortografía (reimpresa en 1974) con espíritu preceptivo, se ve en la edición príncipe de 1971 cuando acentúa gráficamente algunos monosílabos y opta por el acento gráfico en palabras como fué, fuí o dió al considerarlas palabras agudas con hiato. Por su parte, el intersticio normativo en relación con el acento diacrítico de los pronombres tónicos y átonos entre la Ortografía de 1952 (o 1974) y la de 1999, se muestra en la segunda edición de Autobiografía de 1991 en la que se distingue su presencia o ausencia.

    En este orden de ideas, y motivados por el espíritu descriptivo que direcciona a la Real Academia de la Lengua Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española desde finales del siglo pasado, y, concretamente, con la aparición de la Nueva gramática de la lengua española (2009, en adelante NGLE) y la Ortografía de la lengua española (2010b, en adelante OLE), la presente edición se ciñe a sus directrices en un proceso de actualización normativa de la lengua que no desconoce sus delicados procesos de asimilación al discurrir diacrónico de los sistemas ortográficos y gramaticales.

    En consecuencia con lo anterior, nos hemos basado en una transcripción con criterio paleográfico del original autógrafo en formato digital, la cual ha pasado por sucesivas relecturas para una intervención conforme a las normas ortográficas y gramaticales vigentes. Esta actividad, más que ser una llana corrección de estilo, buscó restituir el texto original y enmendarlo de las omisiones, adiciones, transmutaciones (cambio de orden) e inmutaciones (sustituciones) de las que fue objeto.

    Las mediaciones textuales se diferencian conforme al nivel de lengua del texto original que buscan enmendar, actualizándolas a la normativa vigente. Así, los niveles intervenidos corresponden a lo morfológico, sintáctico, semántico, pragmático, ortográfico y tipográfico. A continuación, se explican las intervenciones realizadas en algunos casos prototípicos o específicos hallados al interior de cada nivel de lengua.

    1. Morfológicos

    a. Número

    En aras de garantizar la concordancia de número entre artículos y sustantivos, en algunos casos, se adiciona la s del plural.

    b. Género

    Se modifica el morfema que indica el género en artículos, sustantivos y adjetivos cuando la concordancia de este aspecto se ve comprometida.

    La autora usa en algunas ocasiones cualquiera antes de sustantivos femeninos; sin embargo, no es la constante. Por tal razón se unifica la escritura a cualquier, como indica la norma.

    c. Composición

    Unidades anteriormente consideradas pluriverbales (y usadas por la Madre Laura) como extrema unción, qué hacer, donde quiera, al rededor, en seguida, entre otros casos, se fijan en esta edición como extremaunción, quehacer (cuando se refiere a oficio o trabajo), dondequiera,alrededor y enseguida, debido a que «La razón por la que todas estas voces compuestas adoptan una grafía unitaria es que comportan a efectos prosódicos y morfológicos del mismo modo que las palabras simples» (OLE, p. 525). En las ocasiones en que la autora usa deredor, se actualiza la palabra por alrededor.

    d. Flexión verbal

    «La PERSONA es una propiedad de los pronombres personales (yo, tú vos…) y de los posesivos (mí, tu, nuestro…), que también muestra el verbo en la concordancia (Túsueñas)» (NGLE, p. 6). De este modo, se corrigen los tiempos y modos verbales cuando no hay coherencia con la persona.

    2. Sintácticos

    Leísmo, laísmo, loísmo

    «Se denomina LEÍSMO al uso de las formas de dativo le, les en lugar de las de acusativo» (NGLE, p. 315). Por su parte, «el LAÍSMO consiste en emplear las formas femeninas de acusativo por las de dativo (La dije que esperara), mientras que en el LOÍSMO son las formas masculinas de acusativo las que sustituyen a las de dativo» (NGLE, p. 315). La autora incurre en este fenómeno sintáctico debido a alternancias entre el dativo y el acusativo. En la presente edición, se sustituyen el pronombre le por el de lo o la en casos de leísmo y el pronombre lo o la por el pronombre le en casos de loísmo o laísmo respectivamente.

    e. Presencia de queísmo y dequeísmo

    «Se llama dequeísmo al uso incorrecto de la secuencia de que en las subordinadas sustantivas cuando la preposición de no está gramaticalmente justificada. [...] Se denomina queísmo la supresión, también indebida, de la preposición que antecede a que» (NGLE, p. 827). En los presentes casos, se corrige la estructura sintáctica conforme a la necesidad o no de la preposición (en la mayoría de los casos de) que antecede al pronombre relativo.

    3. Semánticos

    Pasaje textual

    La Madre Laura emplea el uso indistinto de criatura y creatura, así como el empleo de arcaísmos como confesonario, rehendija o substancia,por ello se actualizan por criatura, confesionario, rendija y sustancia en todos los casos.

    La autora usa casi siempre cerca a y en unos pocos casos la locución preposicional cerca de. Se unifica la escritura a cerca de con el sentido de complemento de cantidad «casi» o la acepción de proximidad (RAE, 2014, t. i. 487).

    Quizás uno de los criterios más importantes sea el de la restitución o enmienda conforme al manuscrito original, en relación con las correcciones introducidas por la edición príncipe de 1971.

    Así, la presente edición incluye las palabras, oraciones, párrafos y páginas que fueron omitidas en dicha edición. Por otra parte, el padre Mesa realizó cambios considerables en la ubicación de ciertos episodios. Algunas modificaciones menores se conservan en atención a la sintaxis, pero en los demás casos se conservan tal y como están en el original.

    f. Referencial

    Historia de las misericordias de Dios en un alma está llena de referencias bíblicas que la Madre Laura cita directa o indirectamente, pero no especifica cuáles son. Solo en algunos casos, especialmente cuando la Madre se refiere a sus Apuntes espirituales, se incluye después de la cita la referencia. En esta edición se incluyen al pie todas las referencias bíblicas para que el lector pueda consultarlas.

    La Madre Laura se refiere en varias ocasiones a las meditaciones de los Ejercicios espirituales de San Ignacio. Las meditaciones corresponden a pasajes bíblicos. En la presente edición se señalan entre comillas con el fin de que el lector identifique que se refieren a un tema puntual de meditación a partir de los Ejercicios.

    4. Pragmáticos

    La presente obra contiene algunas reproducciones de las palabras de negros e indígenas y su forma de hablar el castellano. Cuando esto ha sucedido, diferentes ediciones han imbricado la estructura sintáctica, morfológica o incluso han alterado la representación léxica de estas intervenciones o reproducciones. Es de nuestro interés que estos pasajes puedan ser representativos de la interpretación que la Madre Laura tenía del habla particular de dichos individuos, por lo que se fijan en cursiva cuando es estilo indirecto o cuando es solo una intervención. Cuando se presenta en forma de diálogo, se fija con rayas especificando la intervención de cada uno y se omite la cursiva.

    5. Ortográficos

    Acentuación

    Conforme a la norma ortográfica vigente: «Las palabras de una sola sílaba no se acentúan nunca gráficamente, salvo en los casos de tilde diacrítica […]. De acuerdo con esta regla, deben escribirse sin tilde todas aquellas palabras que resulten ser monosílabas por aplicación de las convenciones que determinan qué secuencias de vocales se consideran siempre diptongos o triptongos a efectos ortográficos» (OLE, p. 231). Por consiguiente, en la presente edición se eliden todas las tildes en los monosílabos con valor no diacrítico. Asimismo, conforme a la norma vigente del 2010 se elide la tilde de la palabra solo en todos los casos.

    De esta misma naturaleza es la modificación a los demostrativos como este, ese o aquel con sus femeninos y plurales; ya que así funcionen como pronombres o como determinantes, deben escribirse sin tilde conforme a las reglas actuales de acentuación (OLE, p. 269). Por tal motivo, en la presente edición se omite la tilde para marcar el acento en estos pronombres demostrativos.

    En relación con el uso de aún y aun, la Madre Laura los emplea de manera indistinta. En la presente edición se incluye la tilde cuando tiene realización tónica con hiato y se puede remplazar por todavía con valor temporal, ponderativo o intensivo; y se omite la tilde cuando puede ser remplazado por hasta, incluso, también, siquiera, aunque o a pesar de con valor inclusivo-ponderativo o concesivo (OLE, pp. 271-272).

    b. Puntuación

    Es común encontrar en el original autógrafo la ausencia de puntos como signo delimitador de un párrafo. No obstante, el final de estos enunciados se clarifica con la sangría y la mayúscula que la autora empleaba para el inicio de un nuevo párrafo. Estos puntos con valor delimitante son adicionados en la presente edición conforme a las mismas directrices distribucionales de la Madre Laura.

    Conforme a la normativa vigente, el manuscrito autógrafo evidencia el uso de la coma de manera imprecisa en relación con el subsistema de puntuación actual en los siguientes casos: antes de ni, para y sino sin función adversativa, y después de pero. Asimismo, esta es usada para separar el sujeto del verbo. Conforme al criterio explicado anteriormente, se omiten en la mayoría de los casos salvo cuando tienen carácter enfático o constituyen incisos.

    El uso de la coma antes y después de pues requiere una aclaración: en concordancia con la norma vigente, se mantiene (o incluye cuando es necesario) la coma antes de pues cuando tiene una función causal (OLE, p. 335). Del mismo modo, cuando constituye una muletilla propia de Antioquia, se marca la coma antes y después debido a que se puede separar del resto del enunciado como si fuera un inciso.

    Conforme a la norma vigente, se respeta el uso del punto y coma vinculado a la coordinación adversativa (ante el uso de pero con valor adversativo). Asimismo, se respeta su uso antes de conectores discursivos (sin embargo)en oraciones de considerable extensión (OLE, pp. 353-354). Por otra parte, este signo se reemplaza por punto seguido cuando separa oraciones independientes o por coma cuando se utiliza entre enunciados breves que no tienen carácter enfático.

    En relación con los paréntesis se conservan en los casos en que la autora los usa para incisos aclaratorios o accesorios. Asimismo se incluyen en algunos párrafos en que la Madre Laura concatena una serie de oraciones con diferente información, que no es posible separar con punto seguido. En este caso, se usan los paréntesis para organizar los incisos e intercalar datos o precisiones.

    La mayúscula inicial después de dos puntos se cambia por minúscula inicial cuando se anuncia una numeración o una ejemplificación, salvo cuando introduce cita o enunciado de estilo directo (OLE, p. 355).

    Se incluye una viñeta para los diálogos y las intervenciones de los personajes conforme a la normativa vigente. La Madre Laura no siempre las ubica en líneas independientes. En esta edición se presentan en líneas independientes en todos los casos, así corresponda a un solo comentario y no a la intervención de varios personajes; esto con el fin de insertar las separaciones discursivas que ayuden a una mejor identificación de los hechos narrados. Así, se marcan los dos puntos precedentes cuando la autora no los ha incluido y subsiguientemente se emplea la raya. Se ponen entre rayas los comentarios de la Madre, que hace las veces de narradora. Lo anterior no se aplicará en los casos en que sea referencia indirecta de la autora o en los que introduce alguna expresión o pensamiento.

    Se incluye un guion como signo sencillo en el caso de los listados que la Madre Laura presenta en renglones separados, como oraciones simples, y que no están numerados (OLE, pp. 377-378).

    Respecto a las comillas, signos de interrogación y admiración, se procede a incluir estos signos de apertura o cierre faltantes en el manuscrito autógrafo, ya que como dicta la norma, estos corresponden a signos de puntuación dobles (OLE, pp. 380 y 387).

    Se incluyen las comillas en diferentes enunciados que la Madre Laura presenta en cursiva o con subrayado; mecanismos utilizados por la autora para indicar citas, títulos de capítulos o nombres con los que distingue ciertos episodios fundamentales de su vida como el golpe del hormiguero, el golpe del banco, el cerco del demonio y el paréntesis de su vida.

    Es común encontrar en el original autógrafo más de tres puntos suspensivos, debido a que este signo no estaba claramente delimitado en la época de la autora. En esta edición, se fija este signo de puntuación pegado a la palabra de la que precede y con solo tres puntos sucesivos conforme a la norma vigente.

    c. Uso de mayúscula

    Se actualiza la escritura de las fórmulas de tratamiento como santo(a) y sagrado(a), excelencia o santidad, empleando minúscula inicial, salvo cuando no corresponden a fórmulas de tratamiento, sino a nombres propios. En este primer caso, las palabras san, santo y santa mantendrán la mayúscula inicial conforme indica la norma: «Naturalmente, cuando la fórmula de tratamiento no funciona como tal, sino que forma parte de un nombre propio o de una expresión denominativa, se escribirá con mayúscula requerida por este tipo de expresiones» (OLE, p. 470).

    La Madre Laura usa en todos los casos mayúsculas iniciales en los sustantivos que designan títulos o cargos eclesiásticos como cura, padre, hermana, madre, superiores,superiora,papa, obispo, prelado, nuncio, prefecto, arzobispo, alcalde, gobernador, presidente, etc. y que son marcas de jerarquía eclesiástica o civil. En la presente edición, estos se escribirán siempre con minúscula inicial conforme a la norma vigente (OLE, p. 470).

    La autora suele escribir los nombres de las comunidades indígenas y religiosas en mayúscula; conforme a la normativa vigente, estos «adjetivos y sustantivos que expresan nacionalidad o procedencia geográfica, así como aquellos que designan pueblos o etnias, se escriben siempre con minúscula inicial» (OLE,  p. 471).

    La Madre Laura usa mayúscula inicial en todos los casos cuando se refiere a los atributos de Dios. En la presente edición, se conserva la mayúscula inicial solo cuando el atributo tiene función de sinécdoque o advocación. Así mismo, la autora incluye la mayúscula inicial para pronombres personales que designan a personas sagradas como la Virgen o a Dios. Aunque la norma indica que no es necesaria esta distinción, en la presente edición se conserva la mayúscula inicial en estos casos dado que la autora los usa con carácter de sustantivo propio y es constante en su uso y, en ocasiones, enfática, puesto que los escribe con mayúscula sostenida.

    La Madre Laura usa la mayúscula inicial en misión, misioneras, hermanas, congregación, iglesia, orden, comunidad y gobierno. Se actualiza a minúscula inicial en todas las palabras, salvo cuando se refieren a una institución u orden religiosa en particular; en este último caso, «La mayúscula inicial se aplica también al término o términos con que habitualmente se menciona de forma abreviada [o completa] una determinada institución o entidad» (OLE, p. 483).

    La Madre Laura emplea en ocasiones la mayúscula inicial y, en otras, la minúscula en misa, eucaristía y hostia. Ortográficamente, estos sustantivos obedecen a nombres comunes; por tanto, se opta por hacer actualización ortográfica y fijarlas en minúscula. En esta misma lógica de escritura de sustantivos comunes, se actualiza la escritura de los meses del año y del término «ambulancia», que la autora usa para referirse a las casas misioneras de carácter temporal en determinadas zonas.

    En cuanto a la escritura de nombres propios, se conserva la grafía usada por la Madre Laura cuando es consistente en todas las ocasiones. Solo se hacen correcciones de acentuación en los casos de algunos apellidos.

    Se actualiza la ortografía de los nombres de oraciones que la Madre Laura escribe con mayúscula inicial y separados: Padre Nuestro y Ave María. Conforme a la normativa vigente, «se escriben en redonda, con minúscula y normalmente en una sola palabra los comienzos de oraciones que se han lexicalizado como nombres comunes para designar los diferentes rezos, incluso los que conservan su forma latina» (OLE, pp. 490-491). Así, quedan fijadas estas oraciones en la presente edición como padrenuestro, avemaría, magníficat, entre otros.

    En el caso de lugares como Sarare y Pital, se incluye la mayúscula inicial en el artículo que los precede, puesto que hacen parte del nombre propio. Cuando se presenta del antes del nombre, se separan la preposición y el artículo y se incluye la mayúscula inicial en este último.

    d. Abreviación

    Aunque la norma vigente no descarta el uso de la abreviación como fenómeno de reducción meramente gráfico, en la que su realización corresponde a la forma plena de la palabra abreviada (OLE, p. 570), en la presente edición se reemplazan las abreviaturas «U.» por usted, «Sr.» por señor, «R.» por reverendo, «Ilmo.» por ilustrísimo, «V. E.» por vuestra excelencia y «V. C.» por vuestra caridad, en aras de dar preponderancia a su realización fónica en cuanto corresponde a las expresiones abreviadas.

    La Madre Laura usa indistintamente «etc.» y «et» o «&» para abreviar el latinismo adaptado etcétera. El empleo de este signo no alfabetizable obedece a la tradición de abreviar etcétera con la abreviatura «&c.». No obstante, al no realizarse de manera completa la abreviación por este medio, en la presente edición se opta por la actual abreviatura etc.

    e. Numeración

    La Madre Laura usa indistintamente palabras y cifras para la escritura de los números. La presente edición sigue las directrices de la actual Ortografía al establecer que deben escribirse como palabras los números que pueden expresarse en una o dos palabras; los números inferiores a cien que se expresan en dos palabras unidas por y; los números que corresponden a cantidades aproximadas, y los que hacen parte de locuciones. Así mismo, se escriben con cifras las fechas históricas; los números que indican año; las numeraciones de calles; los números referidos a unidades de medida, entre otros (OLE, pp. 683-686). Por su parte, las fechas serán expresadas con una combinación de palabras y cifras.

    6. Tipográficos

    Uso de tipos

    En el original manuscrito podemos constatar que hay pasajes textuales que cuentan con un subrayado y que estos advierten que esas palabras se emplean con algún matiz semántico especial (OLE, p. 383). En la presente edición, esos pasajes subrayados en el original se fijan en cursiva en lugar de comillas; esto con el fin de respetar los matices otorgados por la autora.

    Se modifica el uso de mayúscula sostenida en algunas oraciones a las que la Madre Laura les da énfasis; se usan solo las mayúsculas iniciales pertinentes, y el énfasis se marca con la cursiva.

    «En los textos impresos, se recomienda usar en primera instancia las comillas angulares, reservando los otros tipos para cuando deban entrecomillarse partes de un texto ya entrecomillado» (OLE, p. 380). Así pues, en la presente edición se sustituyen todas las comillas simples e inglesas por las llamadas españolas, latinas o angulares.

    Nancy López Peña

    David Mejía Solanilla

    Juan Esteban Hincapié Atehortúa

    HISTORIA DE LAS

    MISERICORDIAS DE DIOS EN UN ALMA

    REVERENDO PADRE:

    Entra en mi programa obedecer hasta morir, porque si el amor es fuerte como la muerte, su hija la obediencia lo ha de ser también. Por eso, pasando por encima de mi deseo de quedar olvidada, comienzo a escribir esto que puedo llamar «la historia de las misericordias de Dios en un alma».

    Hágase, Dios mío, vuestra voluntad. Siempre he amado más esta adorable voluntad cuando me sacrifica; mas, he de confesarlo, en el presente caso siento toda la amargura del sacrificio y no sé por qué lo es. ¿Cómo ha de ser sacrificio para un alma, el dar a las almas lo que su dueño, para ellas, le entregó? ¡Mal andarán las cosas! ¿Será que, sin quererlo, me he alzado con alguna parte del depósito sagrado? Si así fuere, perdóneme Dios, ya que voy a cumplir este acto de justicia.

    Me olvidaré por completo del carácter humano de vuestra reverencia. No atenderé sino al sacerdotal; veré algo más, si cabe: a Cristo Jesús en sus relaciones con mi alma y, por eso, no guardaré consideraciones de molde humano; le escribiré como si lo hiciera a Dios mismo, porque si no es a Dios mismo, no es posible mostrarle lo que Él ha guardado en el relicario más cerrado, cual es el alma humana. ¿No le parece, padre mío?

    Para hacer estas confidencias no tengo las rejas del confesionario, pero cuento con las promesas del sigilo y sé además que, por mal que exprese lo que en lengua humana no puede expresarse con fidelidad, seré comprendida porque el Espíritu Santo le acompaña. La fe vale más que los sentidos. ¿No es verdad? Estas son las fuentes de la libertad con que me prometo escribir esto.

    Supongo que, vuestra reverencia, no estará todavía muy hecho a mi modo de entender y de expresar las cosas que, según me han dicho, es raro y un poco fuera del carril común; quizás porque, casi siempre que pienso o hablo, me pongo del lado de Dios y como lo ordinario es que se piensa y se habla colocándose del lado de acá abajo, no todos me entienden. Por eso, padre mío, lo autorizo para que, cuando una idea no me quede comprensible, es decir, cuando no llene el objeto de nutrir las almas, para quienes Dios me la ha dado, me lo advierta con la libertad de quien es dueño de la cosa.

    Pero, Dios mío, ¿cómo hablar de mi ser? ¿De cuál ser, si Tú solo eres? ¡Si mi ser no es! ¿Cómo expresar esta idea, si no tengo existencia fuera de Ti? ¿Si esto que llamo yo no es ni en un punto, puesto que ese punto es un instante que se va? ¿Cómo puede decir el aire iluminado que es luz, si la que tiene está en el foco? ¿Si mi vida está en Ti? ¿Cómo puedo hablar de mi vida, si no tengo vida? ¡Si solo Tú eres vida! ¿Si lo que tengo, en mí, es una muerte continuada, en un medio que se va? ¿Si es un agonizar la vida humana? ¡Dios mío, vida viva, vida única! ¡Ser único! ¡Cómo puedo decir mi vida, si ni es vida ni es mía! ¿Cómo diré yo si no soy? ¡Si Tú solo eres!

    ¡Las palabras yo y mi vida son una sombra, algo que está en Ti y que me hace temblar de respeto! Dios mío, perdóname que, al escribir algo de este yo que no es y de esta vida que solo está en Ti, tome estas palabras tan impropiamente como mías y que hable de ellas como llevada de la necesidad de tomar lo que realmente no me pertenece, por falta de algo que sea propio y real. Quiero, pues, tomar estas palabras en sentido negativo. Así, cuando diga yo, quiero decir: Esta que no es y cuando diga mi vida, quiero decir esta agonía con la cual es preciso acabar para encontrarla en Ti, vida única.

    Tomadas en este sentido mis palabras, comienzo a cumplir tu amorosa voluntad.

    Cuando entro dentro de mí y veo esto que llamo mi ser se me ocurre ver, bien deslindados, dos rayones en un espacio de tiempo, el uno negro; de luz, el otro. El primero es el que llamo yo y comenzó en el tiempo, cuando fue tu voluntad que existiera. El otro es lo que es tuyo y que jamás ha comenzado porque es eterno. Es aquello que mostraste cuando dijiste: ¡Con caridad perpetua te amé! Aquel es negro, porque es una negación de existencia propia, porque es un girón de nada, un poquito de poquedad, porque es ignorancia y pecado. Este es luz, porque es tuyo, porque es real, porque es amor, porque es vida, porque es un eterno presente, porque es lo que es.

    Con mi muerte, estos dos rayones se confundirán como si fuera uno solo y persistirá solo la luz de tu Ser. Esta será tu gloria, esta será mi felicidad. Los dos cabos del rayón negro estarán, el uno en tu: «Con caridad perpetua te amé», y el otro, en el término de esta frase: «Por eso te atraje a mí». Solo tiene existencia, aparentemente separada, en el tiempo. El rayón de luz es simplemente eterno. ¡Qué dicha pensar que no puede existir mi felicidad sin tu gloria, ni esta, sin hacerme feliz! ¡Viva tu Vida tan viva! ¡Viva tu Ser tan existente!

    En esto, pues, que llamo mi vida, hay dos campos: el tuyo y el mío. De ambos debo hablar. Del último hablaré sin apartarme sino, aparentemente, del primero. Es mi vida natural, es mi ser humano. Por este comenzaré, sin apartar mis miradas del tuyo, que sustenta el mío.

    Comenzó lo que impropiamente llamo mi vida natural, en Jericó⁶ de Antioquia,⁷ en el año de 1874.

    Fueron mis padres Juan de la Cruz Montoya y Dolores Upegui. Ambos cristianos sinceros. No conocí a mi padre. De él solo sé que fue comerciante y médico; que sus costumbres fueron intachables y que su sangre hervía cuando se trataba de la defensa de la verdad y la justicia. Que murió sin sacramentos, en defensa de la religión, el 2 de diciembre de 1876.

    Mi madre fue piadosa, caritativa y a tal punto era notoria la seriedad de su carácter y su piedad, que sorprendió a todos el que eligiera un esposo después de haber desdeñado la mano de un alto magistrado y de otros connotados caballeros.

    Su carácter siempre igual y gracioso, sin pretender serlo, le conquistaba la amistad y el cariño de los de su esfera y el respeto de sus inferiores. Constante y magnánima en el sufrimiento, enseñó a sus hijos (fuimos tres)⁹ a despreciar lo transitorio y a suspirar por lo eterno. Tan seria era en sus afectos que jamás recuerdo que nos hubiera besado. Lloró la muerte de mi padre, ante el sagrario y en la oscuridad de la noche, durante veinte años. Jamás se le oyó una queja y soportó los rigores de una viudez pobre con fortaleza edificante. Tan generosa en el perdón de las injurias que, sobre sus rodillas, nos enseñó a amar orando al que labró su dolor haciéndola viuda.

    Cuando ya grandecita, le pregunté en dónde vivía Clímaco Uribe, ese señor que amábamos y que yo creía un miembro de familia, por quien rezábamos cada día, me contestó:

    –Ese fue el que mató a su padre, debe amarlo, porque es preciso amar a los enemigos porque ellos nos acercan a Dios, haciéndonos sufrir.¹⁰

    ¡Con tales lecciones, era imposible que, corriendo el tiempo, no amara yo a los que me han hecho mal!

    Creció siempre en virtud y fortaleza y terminó su vida a los setenta y siete años de edad, siendo religiosa misionera, con el nombre de hermana María del Sagrado Corazón. ¡Coincidencia rara! Nació el 10 de febrero de 1846 y murió 10 de febrero de 1923.

    De su piedad da testimonio el hecho de que jamás quiso que un hijo pasara ni una sola noche sin bautizar y rehusaba cogerlo ni lo estrechaba contra su seno, mientras no hubiera recibido el agua santa.

    A esta circunstancia debo la felicidad de no haber estado privada del santo bautismo sino cuatro horas: nací a las ocho de la mañana y me bautizaron a las doce del mismo día. Es la primera gracia con que Dios regaló mi entrada en el mundo. La noche del 26 de mayo de 1874 me encontró ya hija mimada de Dios.

    ¡Dios mío!, qué pronto comenzaste a mostrar predilección por esta miserable criatura que tan ingrata te ha sido. Aquí sí que mostraste la verdad de aquella palabra «Con caridad perpetua te amé y por eso te atraje a mí». Diríase que el materno claustro te privaba de estrechar tu criatura con los lazos del amor de predilección y, por eso, te apresuraste a hacerla tuya, metiéndola en las redes de la gracia santificante, tan luego como estuvo libre del materno encierro.

    ¡Ay! ¡Cuánto dolor me causa el pensar que criatura tan amada no hubiera esperado a darse cuenta de tus misericordias para ofenderte! Vea aquí, reverendo padre, el principio del rayón de luz en el tiempo, paralelo al rayón negro que tan pronto empecé a trazar, con tinta de negación y oscuridad.

    La fuente bautismal de la antigua iglesia de Jericó fue mudo testigo de mi filiación divina a los claros resplandores del sol del mediodía. Por eso, al conocerla en 1909, es decir, treinta y cinco años después, derramé un torrente de lágrimas, dulce mezcla de amargo dolor por mi ya perdida inocencia y del más acendrado agradecimiento ante aquel mudo testigo del primer beso de aquella caridad perpetua con que me amaste, Dios mío, desde la eternidad.

    Por eso, al entrar a la ciudad que me vio nacer, antes que recorrer sus calles, antes de mirar sus edificios y aun antes de adoraros en su sagrario, busqué con ansia loca el único objeto que allí perseguía, la sagrada pila bautismal, diciendo, dentro de mí: ¡Oh, mi estola bautismal tan ultrajada! ¡Oh, mi inocencia perdida! ¡Oh, mi inocencia que te fuiste! ¡Oh, mi filiación divina ya desfigurada! Mis lágrimas alarmaron a mis compañeras de viaje, que no sentían, como yo, el dolor de una joya perdida ni el hálito de un amor perpetuo, exteriorizado treinta y cinco años antes, en aquel lugar.

    Desahogado mi dolor en aquel lugar, volvimos a tomar las cabalgaduras que habíamos dejado en el atrio de aquel templo y nos dirigimos a la casa de un hermano de mi padre. Visité, después, la casa donde nací. Me refirieron las alegrías y dolores allí pasados por mis padres, pero ya nada me conmovió: todo era muerto para mí, menos la fuente en donde Dios me dio su primer ósculo.

    Fueron mis padrinos de bautismo dos hermanos de mi abuelo paterno, Domingo y Juliana Montoya. Sus virtudes perfumaron su existencia larga y fueron otro florón con que Dios adornó mi frente al venir a la vida.

    El nombre que me dieron no fue elegido por los míos, merced a la diversidad de deseos de mis padres. Él quería que me llamaran Dolores y mi madre quería que me pusieran Leonor. En este caso terció el sacerdote que me bautizó y, abriendo el Martirologio,¹¹ eligió el primer nombre que se le presentó. Me nombraron Laura. Cuando conocí que tal nombre se deriva de laurel, que significa inmortalidad, lo he amado, porque traduce aquella palabra: ¡Con caridad perpetua te amé! Si es perpetua, ha de ser inmortal e inmortal ha de ser mi amor ¡y mi nombre fue el sello de esa inmortalidad de amores entre Dios y su criatura! Inmortal ha de ser la fe que con el nombre recibí.

    Bien cuidaba Dios del nombre de su amada, porque cuando al cambiármelo, según la costumbre en la congregación a que tengo la dicha de pertenecer, el ilustrísimo señor don Maximiliano Crespo,¹² nuestro fundador, se opuso a que lo cambiara, diciendo:

    –¡Laura ha de ser su nombre!

    ¡Todo es predilección de parte de Dios! Por la mía, no he hecho otra cosa que sembrar muerte en el girón de vida eterna que Dios infundió en mi alma con el santo bautismo. Hasta el nombre ha salido mal librado en mis manos. En inmortalidad salpicada de muerte es en lo que ha venido a quedar.

    Como me propongo, reverendo padre, referir todo aquello con que Dios especializó, por decirlo así, mi existencia, preparando el destino a que me llamaba, en la obra de su Providencia, permítame que consigne aquí algo que, aunque no siempre muestra el fin para el cual lo encaminó Dios, de un modo claro, por lo menos, merece tenerse presente, por cuanto se aparta de lo ordinario; circunstancia que me mueve a creer que quizás entra en el plan de Dios, al crearme.

    Se me ocurre, reverendo padre, que es como cuando uno regala un objeto precioso, que se complace en ponerle florecitas, cintas o un perfume raro, etc. Claro que aquello es tan accesorio que de ninguna manera forma parte del regalo; mas sí muestra el gusto, el amor, el respeto, la delicadeza del autor de la dádiva. ¿No es verdad? Pues al darme Dios la vida natural, ese gran don, quiso adornarlo, perfumarlo, atarlo o como quiera decirse, con algunas sartas raras, que, aunque no necesarias a mi formación especial, obligan mi agradecimiento.

    Son las siguientes:

    1° No lloré al nacer ni lo hice hasta seis meses después. Habituados mis padres al casi continuo llanto de mi hermana mayor, creyeron que alguna enfermedad motivaría esta rareza. Consultaron un médico quien, después de examinarme, ¡halló que la chica tenía una salud completa! A veces pienso que como Dios no hace nada al acaso, esta circunstancia entrañaría algo de mi futuro destino. Me necesitabas, Dios mío (perdóname esta palabra), ¡me necesitabas tan guapa, tan sin nervios, tan aguantadora! Además, ¡cómo había de llorar al entrar en la vida, aquella que tanto iba a agradecerte ese préstamo! ¡Aquella a quien ibas a hacer tan venturosa a las pocas horas de vida! ¡Oh, Dios mío! Quizás me excluiste de la ley general del llanto, en aquel asomar de la vida, porque, ¡más tarde tendría que llorar mis propios pecados y los ajenos! ¡Sería porque mis lagrimales no se vaciaran sino por un motivo justo! Pienso tantas cosas que me llenan de agradecimiento. ¡Y mi amor tan poco proporcionado a tus dádivas!

    Mi madre, quizás inconscientemente, sorprendía el secreto de Dios, pues cuando más tarde lloraba yo las pequeñas contrariedades comunes a todos los niños, me decía:

    –No llores por esto, ¡guarda tus lágrimas para que más tarde las derrames por algo digno de ellas!

    Tanta intuición tenía de mi destino que jamás mimó

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