El guante de plástico rosa
Por Dolors Miquel
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A partir de una imagen alegórica relacionada con la muerte del amor —encuentra a un hombre pudriéndose en su fregadero— se exploran otras aproximaciones a la muerte: las masacres, los mataderos, los animales extinguidos, los diferentes ritos funerarios y formas de duelo. Su exhaustiva mirada sobre la muerte se ve resaltada por el dominio del ritmo, que va de lo violento a lo delicioso, de lo trepidante a lo alucinatorio. Este poemario, merecedor del Premio Ausiàs March de Gandía 2016, ratifica a Dolors Miquel como una voz imprescindible de la poesía contemporánea en catalán.
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El guante de plástico rosa - Dolors Miquel
El guante de
plástico rosa
Dolors Miquel
Traducción de Miriam Reyes
LIV Premio de poesía Ausiàs March de Gandia
Dirección editorial: Alberto García-Teresa y Miriam Reyes
Consejo asesor: Fernando Beltrán, Daniela Camacho, Miguel Casado,
Jordi Doce, Enrique Falcón, Olvido García Valdés, Guadalupe Grande, Araceli Iravedra, Alicia Es. Martínez, Luna Miguel, María Negroni,
Chus Pato, Begonya Pozo, Jorge Riechmann y Julieta Valero
Un jurado formado por Maria Josep Escrivà, Rubén Luzón, Jaume Pont y Jordi Cornudella ha otorgado a esta obra el LIV Premio de Poesía Ausiàs March de Gandia (2016)
Primera edición en castellano: febrero de 2018
Diseño gráfico de Carlos Del Giudice
© De la traducción, Miriam Reyes, 2018
© De la fotografía de cubierta, Miriam Reyes, 2018
© De esta edición, Marisma, 2018
Título original: El guant de plàstic rosa
© Edicions 62 S.A., 2017
© Del texto, Dolors Miquel, 2017
Publicado de/por acuerdo con Edicions 62 S.A.
ISBN: 978-84-17318-01-7
e-ISBN: 978-84-17318-03-1
Depósito legal: M-2.473-2018
IBIC: DCF
Quedan reservados todos los derechos. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización escrita de los titulares del copyright.
La Vida li va dir a la Mort que per què la necessitava per viure.
I la Mort li va dir a la Vida que per què la necessitava per morir.
La Vida le dijo a la Muerte que por qué la necesitaba para vivir.
Y la Muerte le dijo a la Vida que por qué la necesitaba para morir.
—Hem de posar una paret enmig —digué Ella.
—Em sembla bé —respongué la veu masculina a l’altra banda del telèfon.
—Sí... una paret... Serà com si estiguessis mort —replicà Ella—, com si ara mateix et tanquessin rere una làpida i gravessin en ella el teu nom i, sota, el dia que ens vam conèixer i el dia d’avui.
—Tenemos que poner una pared en medio —dijo Ella.
—Me parece bien —respondió la voz masculina al otro lado del teléfono.
—Sí... una pared... Será como si estuvieras muerto —replicó Ella—, como si ahora mismo te encerraran tras una lápida y grabaran en ella tu nombre y, debajo, el día que nos conocimos y el día de hoy.
La tercera persona
Amb una mà sostenia el cos sangonós del meu nen tot just nascut, amb l’altra empenyia dins del forat de la mort, la carn despresa i el coratjós cor silenciós de mon pare.
O mirava el llunyà despreniment, tranquil i serè del meu avi en una habitació d’hospital on venien els llums dels estels a contar de la seva mort després de milions d’anys de travessa.
O aquell ulls que buscaven la foscor girant-se cap a dins del crani, en una barbàrie perpetrada a l’anatomia. Es giraven relliscant per la neu blanca. Un nen tan bell i tímid. Una nuca perfecta. Fins que el trobaren, inanimat com flor tot just collida.
I tot eren plors que queien fets llavors de primavera dins la terra dels cors humans, fèrtils en la seva simplicitat, en la seva dèbil i amagada llunyania.
I els sexes percudien els ossos i atiaven les mucoses i les glàndules cap a la vida. Volien penetrar i ser penetrats, escapar d’aquella soledat on tot moria i matava.
I així et vam concebre.
La tercera persona
Con una mano sostenía el cuerpo ensangrentado de mi niño recién nacido, con la otra, empujaba hacia el agujero de la muerte la carne deprimida y el valiente callado corazón de mi padre.
O miraba el lejano desprendimiento, tranquilo y sereno de mi abuelo en una habitación de hospital donde la luz de las estrellas acudía a contar su muerte después de millones de años de travesía.
O a aquellos ojos que buscaban la oscuridad volviéndose hacia dentro del cráneo, en una barbarie perpetrada en la anatomía. Se volvían resbalando por la nieve blanca. Un niño tan hermoso y tímido. Una nuca perfecta. Hasta que lo encontramos inanimado como una flor recién cogida.
Y todo eran llantos que caían hechos semillas de primavera en la tierra de los corazones humanos, fértiles en su simplicidad, en su débil y escondida lejanía.
Y los sexos percutían los huesos y atizaban las mucosas y las glándulas hacia la vida. Querían penetrar y ser penetrados, escapar de aquella soledad donde todo moría y mataba.
Y así te concebimos.
Cita amb el fred
T’esperava a la cafeteria subterrània de la Casa del Libro de Passeig de Gràcia.
Amb el cinturó de sivella enorme com safata sexual al mig del ventre.
Feia fred. Els llibres feien fred. La vida feia fred. La gent feia fred.
Entraven sortien. Com si sabessin. Sortien entraven. Com si no sabessin.
No sabien i sabien. Tot resultava clar i confós. Alguns treballaven.
Era evident que estava desesperadament allí per tu, i que tenia fred
en aquella llibreria tan bel il·luminada del Passeig de Gràcia.
Clar que no anava a escriure Auques i ventalls de nenes burgeses
que juguen a tennis o a pàdel. I menys éssent tu un borratxo consumat.
Era només una manera de pensar el fred, sense escriure’l, de sentir-lo per després;
era hivern. I era estiu i primavera i tardor i ciutat era. Però sobretot hivern i fred.
Tenia l’ànima gelada,i si és que tenia ànima realment, la tenia gelada,
un tros d’àrtic tenia i si no en tenia, tenia dits gelats d’ungles llargues i pintades,
que volien esgarrapar-te i no per odi, no, no per odi. Clar que