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Lev Laberinto de espejos rotos (un viaje a pies descalzos)
Lev Laberinto de espejos rotos (un viaje a pies descalzos)
Lev Laberinto de espejos rotos (un viaje a pies descalzos)
Libro electrónico302 páginas2 horas

Lev Laberinto de espejos rotos (un viaje a pies descalzos)

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Laberinto de espejos rotos (un viaje a pies descalzos) inicia suigéneris  desde su título, que suena chocante por su traducción literal, pero con la calidez y el matiz propio del idioma original, una suerte de experiencia a la que, en las posibilidades, quise plasmar la esencia del autor, sin desgreñar  nada, en tal sentido, debo al lector algunas explicación, en el cuidado de no revelar ciertos detalles.

Contiene dos grandes partes y en algunos casos contiene, no es el caso catalogarlos como errores de formato o de mecanografiado, pero nada de eso es, se los aseguro, me he adosado estrictamente al original y he seguido las intenciones del autor. Palabras unidas, palabras deletreadas y escritas en un aparente desorden, se exhibe en el original, apareciendo tal cual en esta traducción al español. A medida que se recorre la lectura, en esa misma medida se irá descubriendo su propósito 

Otra aclaratoria a realizar es la de nuestras expresiones, en tal sentido, en la traducción se optó por las usadas en España, sin que eso menosprecie los términos usados en otras partes. Para finalizar, el índice permanece sin traducción aparente, al final, dejo una oración, para que el lector recree la visión del autor.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento27 oct 2017
ISBN9781507195291
Lev Laberinto de espejos rotos (un viaje a pies descalzos)

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    Lev Laberinto de espejos rotos (un viaje a pies descalzos) - mirko ravaschino

    Lev

    Laberinto de espejos rotos (un viaje a pies descalzos)

    Diseños de Chiara Lo Conte

    Cubierta de Chiara Lo Conte

    ISBN 9786050330465

    Copyright © Mirko Ravaschino 2014

    A todos los viajeros, a los curiosos, a los futuros marineros de Pequod

    Prefacio del traductor

    Laberinto de espejos rotos (un viaje a pies descalzos) inicia suigéneris desde su título, que suena chocante por su traducción literal, pero con la calidez y el matiz propio del idioma original, una suerte de experiencia a la que, en las posibilidades, quise plasmar la esencia del autor, sin desgreñar nada, en tal sentido, debo al lector algunas explicación, en el cuidado de no revelar ciertos detalles.

    Contiene dos grandes partes y en algunos casos contiene, no es el  caso  catalogarlos  como  errores  de  formato  o  de mecanografiado, pero nada de eso es, se los aseguro, me he adosado estrictamente al original y he seguido las intenciones del autor. Palabras unidas, palabras deletreadas y escritas en un aparente desorden, se exhibe en el original, apareciendo tal  cual en esta traducción al español. A medida que se recorre la lectura, en esa misma medida se irá descubriendo su propósito Otra aclaratoria a realizar es la de nuestras expresiones, en tal sentido, en la traducción se optó por las usadas en España, sin que eso menosprecie los términos usados en otras partes. Para finalizar, el índice permanece sin traducción aparente, al final, dejo una oración, para que el lector recree la visión del autor.

    Sariel...

    Introducción

    ––––––––

    Ver la portada... en paréntesis la clave de la lectura: un viaje a pies descalzos...

    Si cierras los ojos, puedes ver los fragmentos de una realidad que parece una revelación, lees y apóyate en ellos, recógelos uno por uno, colócalos en la canasta de ti mismo.

    Temor es la palabra que les mantiene conectados.

    Tus manos como lentes de aumento, más ojeas por las páginas y más te vez pensando en esos fragmentos, en esas líneas, te encuentras tú: cuando disfrutas, reconcilias, te indignas, cuando simplemente eres

    La cesta está ahora llena, pero el viaje no se ha terminado, camina todavía y armado de coraje, en el octavo día vas a tener que romperlos en fragmentos que como goma permanecerán en ti.

    Un nuevo día el octavo, para reinventar la realidad que deseas. Ahora el título completo: un laberinto de espejos rotos, puedes mirar este libro como una experiencia, que parte del centro de ti.

    En los espejos puedes finalmente verte: un ojo, la comisura de los labios, el corazón que gotea y revela que no era más que una simple lectura, sino un viaje hacia ti mismo, para recomponerte y cerciorarte de aprender a respirar.

    Chiara Chichi Lo Conte

    Fragmentos

    L

    El vaso cayó al suelo.

    Parecía atraído hacia abajo por un hilo invisible.

    T

    R

    A

    C.

    Hecho pedazos.

    Emil lo miró. Como si fuese esperarlo verlo en un momento a otro componer por arte de magia. Se sentía culpable. Era un florero hermoso. Y le gustaba. Tomo una respiración profunda. Estaba hasta hace un segundo antes intacto. Si no hubiera sido tan descuidado no lo hubiera golpeado. Si no tuviera la costumbre de caminar cuando pienso, no lo hubiera golpeado. No habría caído y no se habría roto. Ahora estaba inundando el piso. Al interno de un blanco obsceno. Ponía los pelos de punta. Parecía Moby Dick hecha pedazo. Si china. Toma un pedazo con precaución. Lo observa. Con una mano aprieta algo. A lo mejor un pergamino. Lo repone. Toma otro. Un ala de un dragón. O algo por el estilo. Lo pone a un lado y toma otras piezas. Las observa una por una. Con asombro parece observar algo que nunca había visto. Sin embargo, aquel era por cierto su jarrón favorito. Le había sacado el polvo cientos de veces. Y cada vez veía en él, las escenas de la mitología china. Sin embargo, cada fragmento, cada pedazo de vasija rota era una cosa por sí misma. Cada pieza del mismo jarrón. Cada una, ahora, una historia aparte. Lo había liberado el estar juntas. Emil recoge todas las piezas. Las seca y las pone en una gran caja de cartón. Lo habría arreglado. Pero hoy no. Ni mañana. Ahora quería ver un fragmento a la vez. Tomada en la mano y las otras piezas en la caja.

    Nota del traductor (Imagen tomada del archivo original)

    e

    Te miro. Y me late fuerte el corazón.

    Nota del traductor (Imagen tomada del archivo original)

    s

    Hay momentos en los que uno siente la necesidad de estar en el medio del mundo. Inmerso en sus gritos. Se convierte en una necesidad absoluta: sentarse en una mesa en un bar, tomar café, escuchar a una niña gritando feliz Navidad aunque sea abril y observar a otros. Para ver lo que te hace diferente de ellos. Igual a ellos. Luego volver a tu mundo, inspirado por el mismo deseo que te empuja ir hacia fuera. Para encontrar el equilibrio perdido. Y perderlos. Una y otra vez. Algunos días están separados por lo que me circunda. Y un invisible velo de maya desciende sobre mí. Cada paso es más pesado. Cada parada es sin descansar. Y no encuentro lugar. Dónde quiera que vaya, dónde quiera que esté, siempre me siento un poco extranjero.

    t

    Tenía frio. Los pezones debajo de la guarda camisa se habían convertido erguidos. Los frotó contra el algodón ajustado. El repentino contacto los hacía aún más duros. La tela presiona indecente. Ahora mismo incluso tenia deseo.

    La respiración

    en espiga (spica). esta

    El corazón c

    a

    ––––––––

    e

    abajo.

    El estómago sale por la

    garganta. Arroja afuera el aire como el vapor de una tetera en un intento de recuperar el control. Estaba sola en la casa. No tenía ganas de mar. La playa cercana era conveniente y poco frecuentada. Le gustaba. Pero esta mañana se había despertado con la vena solitaria. Vierte el café en la taza grande. Agrega la leche y vierte tres cucharadas colmadas de azúcar. Giró distraídamente perdida en ningún pensamiento en particular. Sale a la terraza, caminada sobre una cuerda. Los ojos en la taza. Además está el bosque. Cada cierto tiempo advertía el plock de una piña de pino o el susurro de los arbustos. Todo parecía inmóvil. Sin embargo el lugar pululaba de vida. En los bordes de la mesa de madera una pequeña araña reparaba su tela. Por tierra rastros de la tormenta la noche anterior. Las pequeñas manchas de agua en la madera parecían sangre. Sangre que secaba. Poco a poco. Dejando un halo oscuro.

    Vuelve a casa, toma el saco. Aquel leve dolor del deseo incumplido en los pezones era una pastilla de éxtasis. Estaban empezando a palpitar para hacer mal. Quería. Quería. Quería que una boca, dos labios y un número impreciso de dientes, mordieran, besaran, mamaran ese pequeño pedazo de carne.

    Esta bañada. Hacen daño. Pronto le llegará el ciclo. Tiene deseo. Y cuando tiene deseo siempre tiene un extraño humor. Pone los pies en el borde de la silla. Abraza sus piernas. Su mentón en las rodillas. Se derrumba. Un escudo. Contra el mundo. Contra el deseo que la está atormentando antes de despertar.

    Primero. Había soñado. Un bello sueño. Y despertó con un extraño estado de ánimo. No feo. Incluso no bello. Y ella sabía que significada.

    Una nada que llenaba

    TODO.

    Y le faltaba echarse un polvo. Sobre todo ahora. Se dejó deslizar sobre la silla, inició a beber.

    Pudo haber ido al mar. Sí. Habría hecho un paseo en el bosque de pinos. Mañana se volverán a casa. Ella era feliz. Aquí le parecía ser una burbuja de jabón. Después de un tiempo te cansas de flotar. Sabes que hay una realidad. Y deseas volver. Su realidad era por muchas cosas sólida. Para otras líquidas. Ahora, sin embargo, no quería pensar en ello. Voy al mar, se dijo a sí misma. Cerró los ojos y bajó la cabeza hacia atrás.

    Pocos minutos después estaba en la cama. En su habitación. Su espalda arqueada cabeza hundida en el cojín la mano entre sus piernas rápido más rápidos fuego en la cara y luego...

    másn a d a.

    La respiración regresa nuevamente a ser regular. Cae la carne de los huesos. Se disuelve entre las sábanas. Los pensamientos desaparecen. Las imágenes. Las sensaciones.  Todo. Anémica, sin fuerza colgada por el sueño.

    Dormir. Todavía un poco más. Era temprano. Quería caminar. Después. Después habría hecho dos pasos en el bosque de pinos. Pero ahora dormía. Y soñaba. Hizo un sueño. Largo. De

    aquellos intrincados que parecía un laberinto. Y luego otro. Se despierta. Sus ojos aún cerrados. Estira su brazo. Lo hacía siempre cuando dormían juntos. Pero él no estaba.

    Permanece inmóvil. Para entender. Para recordar. Los sueños. El presente. ¿Dónde es? Era como si habría perdido la memoria. Por un breve momento. Y luego la realidad. Cualquiera que sea. Estaba sola.

    o

    Me siento vacío. Tengo el vacío interior. Dentro del estómago. En el cerebro. En el corazón. Los pulmones están vacíos y respiran aire pesado. Los relleno de nicotina y otras sustancias, pero siempre están vacíos. La sangre es agua roja y el agua no tiene forma. Toma la forma de las venas. Y las venas están vacías. Si me corto un brazo no sale nada. Tal vez algún nervio. Tal vez ni eso. Siento el vacío en las vísceras,  lo siento como  si fuese lleno. Si siento el vacío es porque soy un contenedor. Primero había algo dentro. Ahora no. No más, al menos. Primero tal vez tenía sentimientos, sangre que fluía, alimento digerido, el aire en los pulmones, tejidos varios y algunos virus y baterías que me hacían compañía. Ahora siento por dentro que no hay nada. Incluso ni el desierto. O tal vez hay pero no lo advierto. Tal vez me estoy dilatando. Como el universo. Y lo que antes me colmaba ya ahora no era suficiente. Y está creciendo como un tumor. Soy un tumor. Un grupo de células que pierden el control. Células vacías. Estériles. Que no llevan a ninguna parte. Soy una línea muerta de un binario. Voy bien hiendo hacia adelanta y hacia atrás hacia arriba y hacia abajo, echar un polvo, hablar de tonterías, emborracharme, echar un polvo, hablar de cosas profundas, fumar, echar un polvo, hablar, estar en silencio. Final de la carrera. Soy un binario muerto. Un giro del carrusel. Luego, se terminó el tiempo y empezar de nuevo. Y hoy estoy vacío. Soy una lata de frutas confitadas. Me han hecho mermelada con la pulpa. Me han bebido el jugo. Quedó solo el aluminio. No parece mucho. No me siento mucho. No hoy al menos. Tal vez más tarde llueve y me

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