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Tierra y género: Dilemas y obstáculos en los procesos de negociación de la política de tierras en Colombia
Tierra y género: Dilemas y obstáculos en los procesos de negociación de la política de tierras en Colombia
Tierra y género: Dilemas y obstáculos en los procesos de negociación de la política de tierras en Colombia
Libro electrónico298 páginas4 horas

Tierra y género: Dilemas y obstáculos en los procesos de negociación de la política de tierras en Colombia

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¿Por qué si en las últimas tres décadas hay un progreso significativo en la incorporación de las medidas de género en la planificación del desarrollo rural en Colombia, las mujeres rurales siguen constituyéndose en una población marginal en el diseño e implementación de políticas públicas para el sector rural? Las causas son muchas, y entre estas deben destacarse las de tipo cultural. Precisamente sobre este aspecto enfatizan los contenidos desarrollados en 'Tierra y género: Dilemas y obstáculos en los procesos de negociación de la política de tierras en Colombia'. A través del análisis de los procesos de negociación para la incorporación del género en la política de tierras (Ley 30 de 1988 y Ley 60 de 1994), se evidencia cómo operaron las representaciones de género que encarnaron diferentes agentes (organizaciones campesinas mixtas, organizaciones de mujeres campesinas, funcionarios y funcionarias estatales) en el posicionamiento de los intereses de las mujeres rurales frente al acceso a la propiedad de la tierra y en los logros que alcanzaron. De manera más precisa, se visibiliza cómo la construcción y las elaboraciones simbólicas que los agentes encarnan sobre los roles de hombres y mujeres campesinos han sido determinantes en el tipo de reconocimiento formal y de hecho del derecho a la propiedad de la tierra.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento29 sept 2015
ISBN9789587168716
Tierra y género: Dilemas y obstáculos en los procesos de negociación de la política de tierras en Colombia

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    Tierra y género - María Fernanda Sañudo Pazos

    MARÍA FERNANDA SAÑUDO PAZOS

    TIERRA Y GÉNERO

    Dilemas y obstáculos en los procesos

    de negociación de la política

    de tierras en Colombia

    Reservados todos los derechos

    © Pontificia Universidad Javeriana

    © María Fernanda Sañudo Pazos

    Primera edición: Bogotá, D. C.,

    octubre de 2015

    ISBN: 978-958-716-870-9

    Impreso y hecho en Colombia

    Printed and made in Colombia

    Editorial Pontificia Universidad Javeriana

    Carrera 7 n.° 37-25 oficina 1301

    Edificio Lutaima

    Teléfono: 3208320 ext. 4752

    www.javeriana.edu.co/editorial

    Bogotá, D. C.

    Corrección de estilo:

    Lorena Iglesias

    Diagramación:

    Nathalia Rodríguez G.

    Diseño de cubierta:

    Sandra Staub

    Desarrollo ePub:

    Lápiz Blanco S.A.S

    Sañudo Pazos, María Fernanda, autora

    Tierra y género: dilemas y obstáculos en los procesos de negociación de la política de tierras en Colombia / María Fernanda Sañudo Pazos. -- Primera edición. -- Bogotá : Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2015.

    182 páginas ; 24 cm

    Incluye referencias bibliográficas (páginas 171-180).

    ISBN: 978-958-716-870-9

    1. POLÍTICA DE TIERRAS - COLOMBIA 2. CAMPESINOS - ASPECTOS SOCIALES - COLOMBIA. 3. REFORMA AGRARIA - COLOMBIA. 4. TENENCIA DE LA TIERRA - COLOMBIA. 5. MUJERES EN EL DESARROLLO RURAL - COLOMBIA 6. MUJERES RURALES - ASPECTOS SOCIALES -

    COLOMBIA. I. Pontificia Universidad Javeriana.

    CDD 333.31861 edición 21

    Catalogación en la publicación - Pontificia Universidad Javeriana. Biblioteca Alfonso Borrero Cabal, S.J.

    inp.                                                                   Septiembre 29 / 2015

    Prohibida la reproducción total o parcial de este material, sin autorización por escrito de la Pontificia Universidad Javeriana.

    A mis padres, Benjamín e Inés, y a mis hermanos,

    Ángela, David y Benjamín, a quienes agradezco todo

    el apoyo incondicional que me brindaron para llevar a

    buen término este proyecto.

    A las mujeres de las organizaciones campesinas

    (ANMUCIC, ANUC-UR, FENSUAGRO), quienes

    atentamente me brindaron sus valiosos testimonios

    sobre su participación en los procesos estudiados.

    Siglas

    Introducción*

    * Este libro es producto del proyecto de investigación Representaciones de género y acceso a la propiedad de la tierra en Colombia, realizado por la autora en el marco del doctorado en Estudios de Género, de la Universidad Complutense de Madrid, entre 2013 y 2014.

    En opinión de los más importantes estudiosos de la cuestión agraria de Colombia¹, la historia de este país ha estado demarcada en gran parte por la evolución del patrón de distribución de la propiedad de la tierra en un territorio determinado (García, 2006). Esta puede ser unimodal, es decir, que la propiedad está distribuida entre medianos propietarios; o bimodal, en la que la mayor parte de las tierras está en manos de pocos grandes propietarios y una pequeña parte de las tierras, en manos de muchos pequeños propietarios. En Colombia, la estructura ha correspondido tradicionalmente con la segunda de estas modalidades. La acumulación de este bien en pocas manos ancla sus raíces en la Colonia. Desde esta época, las élites rurales y urbanas se han apropiado de grandes porciones del territorio nacional mediante una serie de arreglos institucionales y a través del uso de la fuerza. La contraparte de esa situación es que una gran porción de las y los habitantes rurales históricamente han tenido un acceso limitado a este bien (Fajardo, 2000).

    El modelo bimodal ha dado lugar a una serie de conflictos que se manifiestan con fuerza entrados los años treinta del siglo XX y que perviven hasta hoy. La presencia de disputas en torno a la tenencia de la tierra ha hecho que el Estado despliegue una serie de estrategias para dirimirlas. En este contexto, se han formalizado escenarios para la negociación de las problemáticas relativas a la estructura agraria. Allí convergen y se posicionan una serie de agentes sociales, quienes, como representantes de las clases sociales que se han ido conformando en las zonas rurales, luchan por la consecución de sus intereses.

    Si bien históricamente hombres y mujeres campesinos han ocupado una posición marginal en este modelo, es a los varones a quienes en general se ha privilegiado como sujetos negociadores y, por ende, como los sujetos del derecho a la tierra. Desde comienzos del siglo XX hasta hoy el Estado ha reconocido a los varones campesinos como los agentes² con quienes en general se deben concertar los asuntos relativos a la tenencia de la tierra (también de la productividad). Para ello se ha valido de una serie de mecanismos (institucionales, legales, políticos y jurídicos, entre otros), mediante los que intenta dirimir los conflictos, y en general son los varones los beneficiarios directos de los acuerdos a los que se llega en el marco de las negociaciones.

    Por otra parte, cabe resaltar que tanto la configuración de los varones como sujetos interlocutores del Estado como la capacidad que tienen para integrar los escenarios de negociación son cuestiones mediadas por la lógica androcéntrica (Bourdieu, 2000). La jerarquía de lo masculino sobre lo femenino —es decir, de lo productivo sobre lo doméstico, de lo público sobre lo privado, etc.— opera para que ellos tengan mayores oportunidades de adquirir los capitales³ (en términos bourdianos) necesarios para participar en los espacios de negociación, posicionar y alcanzar sus intereses.

    En cuanto a las mujeres, habitualmente han estado al margen de las negociaciones y de los beneficios que de estas se desprenden. Y digo habitualmente porque aun siendo reconocidas como sujetos de derecho, en el marco de las últimas leyes de reforma agraria, ellas enfrentan discriminación y una serie de factores que les impiden ejercer efectivamente sus derechos. Ahora, cuando son tenidas en cuenta (como agente negociador y sujeto de beneficios), es porque son percibidas (y, también se perciben a sí mismas) según las representaciones que se ajustan a los significados y sentidos que lo femenino adquiere bajo la lógica androcéntrica. Al respecto, Facio (1997) observa cómo en el marco de las políticas sociales, por ejemplo, las mujeres son tratadas explícitamente a propósito de la familia o la sexualidad, es decir de ámbitos propios de lo privado (p. 45).

    En relación con lo anterior, cabe destacar que es durante la década de los ochenta cuando en Colombia, como en otros países de la región, los estados auspician la participación de las mujeres en la formulación de la política de tierra⁴. Este proceso está directamente conectado no solo con la incorporación del enfoque de género en la planificación del desarrollo rural, sino con el favorable panorama político nacional, que, bajo la tutela de las directrices emitidas por instancias de cooperación al desarrollo (principalmente FAO, CEPAL, UNIFEM), perfila la situación y problemáticas que enfrentan las mujeres rurales como aspectos que deben incorporarse a la agenda política⁵.

    En este contexto surge un agente que en los años siguientes será clave en las negociaciones de las leyes de reforma agraria y en la incorporación de las medidas de género como ejes transversales de las decisiones y acciones gubernamentales. Hablamos de la Asociación de Mujeres Campesinas, Negras e Indígenas de Colombia (ANMUCIC). En esa asociación confluyen mujeres rurales de todo el país que, como parte de organizaciones campesinas mixtas que reivindican su derecho a la tierra, no encontraron los espacios para posicionar sus problemáticas particulares o no eran reconocidas como actores políticos. A través del apoyo estatal y de alianzas establecidas con femócratas⁶, la ANMUCIC va adquiriendo paulatinamente una serie de capacidades (capitales) que le permiten articularse a los espacios de negociación y avanzar en el posicionamiento de los intereses particulares de las mujeres con respecto a la propiedad de la tierra.

    Sin embargo, ellas debieron enfrentar una serie de obstáculos, no solo para integrarse a las negociaciones y participar de manera efectiva en la concertación de la política de tierras, sino también para plasmar adecuadamente sus intereses. No se puede desconocer que los logros obtenidos⁷ han sido significativos⁸, pero en la tarea de posicionar sus demandas en la agenda política, las mujeres rurales afrontaron el rechazo, no solo de sus pares hombres, quienes no las reconocían como sujeto político con capacidad de incidencia en la política de tierras; también de las comunidades, porque en estas se consideraba que sus luchas iban en contra de los principios familiares o de la lucha del campesinado como sector; y otro tanto de funcionarios y funcionarias de instancias gubernamentales, quienes, en general, consideraban a los varones como el sujeto de la reforma agraria.

    En los estudios llevados a cabo por León y Deere (1994, 2000, 2004) y Meertens (2000) para el caso de Colombia, se hace referencia a la serie de condicionantes que las mujeres deben enfrentar para ejercer su derecho a la tierra. Las autoras reconocen que las causas de esos condicionantes son múltiples, y se pueden dividir en dos grupos. Por un lado están aquellas causas materiales que afectan al campesinado en general, pero que tienen efectos diferenciados en las mujeres, por ejemplo: la concentración de la tierra en pocas manos, situación ligada a la dinámica del conflicto armado; la implantación equivocada de modelos de desarrollo que no han respondido a las demandas y necesidades de los productores rurales con menores dotaciones de recursos y capacidades (PNUD, 2011, p. 304), y la existencia de una institucionalidad débil, es decir, una infraestructura gubernamental que no puede ofrecer respuestas efectivas a las problemáticas del campesinado en general.

    Por otra parte están aquellas causas que, si bien tienen expresiones materiales y son también determinantes y determinadas por las del primer grupo, se ubican en el plano de lo cultural. León y Deere (2004) resaltan cómo la conceptualización sobre el género y el sexo, que se produce en contextos específicos, condiciona de manera importante las posibilidades de las mujeres rurales para acceder a la tierra. En concreto señalan que la existencia de mecanismos de exclusión tiene como base ideologías patriarcales insertadas en construcciones de masculinidad y feminidad y la división del trabajo por género (p. 4).

    Aunque en dichos estudios se ofrecen pistas para comprender la intervención de lo cultural, solamente se hace énfasis en cómo este aspecto es determinante en la implementación de la política de tierras. En cambio, no se suelen abordar los procesos de formulación de las medidas ligadas a dicha política. Según la perspectiva de este libro, además de estar condicionados por los patrones culturales que encarnan quienes los formulan, esos procesos tienen implicaciones efectivas en la realidad social de los sujetos de la política.

    Facio (1992) recalca cómo en las exploraciones sobre los efectos de las estrategias estatales para avanzar en la igualdad es clave considerar que quienes participan en la formulación de políticas⁹ son seres de carne y hueso, personas con actitudes, juicios y preconceptos sobre hombres y mujeres, sobre sus conductas y sus necesidades. Todos estos influyen, en mayor o menor medida, en las decisiones que se toman y en los objetivos de las decisiones y acciones estatales. Este aspecto revela la existencia de una dimensión sociocultural de las políticas, en la que las ideas, valores, actitudes, representaciones e imaginarios sociales de los diferentes actores involucrados se constituyen en marcos de interpretación y producción de sentido (Puello, 2007, p. 83).

    En este estudio se plantea que el bajo acceso de las mujeres campesinas a la propiedad de la tierra en parte tiene que ver con los contenidos que fueron negociados entre los agentes. Claramente, esa negociación estaría mediada por un esquema de interpretación del mundo cuyo origen y sustento es la conceptualización/construcción social y cultural que se hace de la diferencia sexual y que se constituye en una manera de orientar los comportamientos, las expectativas, las valoraciones, las percepciones y representaciones de hombres y mujeres (Sañudo, 2003, p. 20). Es decir, por los principios de visión y de acción que, bajo la lógica androcéntrica, son determinantes del tipo de representaciones que se hacen sobre los sujetos sociales, sobre sus expectativas, roles, oportunidades y necesidades.

    En este orden de ideas, se considera que tanto el debate como la formulación de la política de tierras en Colombia deben ser procesos entendidos como el producto de la negociación entre una serie de agentes que encarnan tipos de representaciones de género según su lugar en el marco de la estructura de clases, de su pertenencia étnica, de su rango etario y de su configuración de sujetos con género. En esta vía, se propone que estas representaciones influyen en los contenidos que se plasman en la política y, además, se relacionan directamente con las posibilidades que tienen hombres y mujeres campesinos de acceder progresivamente a la propiedad de la tierra.

    De acuerdo con lo anterior, en este documento se revela cómo intervienen los significados y sentidos sobre lo femenino y lo masculino que encarnan los agentes que han participado en el debate y formulación de dicha política. Estos no solo intervienen en la negociación que se lleva a cabo, sino también en el posicionamiento de los intereses que se persiguen en cuanto al acceso a la propiedad de la tierra y en los logros que alcanzan.

    En concreto, el análisis se centra en dos momentos claves: las negociaciones de las leyes de reforma agraria: Ley 30 de 1988 y Ley 160 de 1994¹⁰. Además de ser producto de la articulación de las mujeres campesinas como agente negociador, ambas leyes incorporaron medidas de género como una de las estrategias para regular el acceso de campesinos y campesinas a la tierra. En sentido estricto, el enfoque estuvo en la negociación para incorporar estas medidas de género.

    Según una perspectiva bourdiana, se considera que los agentes que intervinieron en la negociación de estas leyes (funcionarias y funcionarios y públicos, representantes de las organizaciones campesinas mixtas, representantes de la Sociedad de Agricultores Colombianos —SAC—, representantes de la ANMUCIC, entre otros) están constituidos por habitus¹¹, cuyas expresiones son las representaciones de género. Así, además de estar estrechamente conectadas con la ubicación socioeconómica y cultural de los agentes, las representaciones de género se configuran como los recursos mediante los cuales los agentes dotan de significado a la realidad social. También son guía para la percepción de los otros y otras y guía de sus acciones, en un campo específico, para conseguir un fin particular (Piñero, 2008).

    Se plantea, entonces, definir la política de tierras como campo¹², dado que esta se consolida como una red de instituciones gubernamentales con prácticas y discursos concretos, cuyo objetivo es regular el acceso a la propiedad de la tierra y los conflictos que emergen en relación con este aspecto. Dicho espacio debe ser considerado como un escenario en permanente construcción, donde se dirimen una multiplicidad de representaciones y en el que se articulan agentes con intereses específicos sobre la tierra y con tipos de capital diferenciado en relación con la clase social a la que pertenecen, al género y a los habitus que encarnan.

    La política de tierras debe ser entendida como el espacio social donde se reproduce y refuerza la dominación masculina. Los agentes que encarnan esquemas de percepción y disposiciones acuñadas bajo la impronta androcéntrica interactúan en dichos campos para afianzar inconscientemente un orden social jerárquico. De acuerdo con lo anterior, y siguiendo a Arango (2002), la propuesta de Bourdieu sobre el campo ofrece elementos claves para comprender cómo opera la relación entre la dominación de clase y la dominación sexual.

    Los agentes son configurados corporal y subjetivamente, a partir de unos esquemas de percepción y apreciación inherentes a la estructura androcéntrica. Y además de encarnar esos esquemas, los agentes participan en los campos de poder e interactúan con otros agentes a partir de las representaciones de género que devienen de tal estructura. Así, las elaboraciones simbólicas y prácticas concretas que los agentes revisten son determinantes no solo para la relación entre ellos, sino para la definición de los objetivos legítimos de una lucha en un campo determinado.

    Este estudio es una reconstrucción sociohistórica en clave crítica y con enfoque feminista. A través del rastreo de las condiciones políticas, sociales, económicas y culturales, que han enmarcado los procesos de acumulación de la tierra en manos de unos agentes determinados y la marginalización de otros del acceso a la propiedad, se evidenciará: 1) la relación existente entre procesos de acumulación de la tierra, configuración de clases sociales, acceso a capitales y conformación de agentes específicos para la negociación; 2) el surgimiento, institucionalización y evolución del campo de la política de tierras; 3) la producción de principios de visión y de acción de carácter androcéntrico; 4) el tipo de posicionamiento de los agentes en los espacios de negociación, las estrategias que desplegaron, los intereses que perseguían y los logros que alcanzaron, y 5) cómo el tipo de percepciones y apreciaciones sobre hombres y mujeres que encarnaban los actores medió en las negociaciones y en los logros alcanzados.

    En esta propuesta se privilegió una técnica de investigación de carácter cualitativo: la entrevista semiestructurada a profundidad. Para la selección de este instrumento se consideró su utilidad para visibilizar la trama argumental mediante la cual los sujetos sociales explican los eventos vividos o imaginados; el discurso político moral mediante el cual juzgan, valoran, proponen, se organizan o revelan (Uribe, 2002, p. 15). Bajo un enfoque de género, el uso de esta herramienta no solamente permitió indagar sobre los significados y las representaciones que las y los entrevistados encarnan (como parte de un género y una clase social), y que pusieron en escena cuando se articularon en el campo para debatir sobre sus intereses, sino también visibilizar cómo la lógica androcéntrica determinó la interpretación de la realidad, de las formas de constitución de la alteridad y del yo, y de las necesidades particulares frente a la tierra, entre otros aspectos.

    Para el desarrollo de esta investigación se efectuaron 20 entrevistas a mujeres y hombres que participaron directamente en los procesos de negociación de las leyes referidas: 17 de ellas se realizaron en Bogotá y tres más en España, dado que algunas personas clave en el proceso se encuentran exiliadas en ese país. Entre los agentes a los que se entrevistó se cuentan mujeres pertenecientes a la Asociación Nacional de Mujeres, Campesinas, Negras e Indígenas de Colombia (ANMUCIC) y a organizaciones campesinas mixtas como la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, Unidad y Reconstrucción (ANUC-UR); hombres de las organizaciones campesinas mixtas y la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (FENSUAGRO); representantes de la Sociedad de Agricultores Colombianos (SAC), y funcionarios y funcionarias del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA), del Ministerio de Agricultura y del Instituto Interamericano de Desarrollo Rural (IICA).

    Además de las entrevistas realizadas, fue posible acceder a algunas hechas en el marco de otras investigaciones. En este sentido, extiendo un agradecimiento a Magdalena León, Carmen Deere y Germán Cardoza.

    Comenzaremos con un capítulo dedicado a la exposición del andamiaje conceptual que soporta a este estudio. En primer lugar, allí se realizará una aproximación a las representaciones sociales desde una perspectiva bourdiana. Si bien en el marco de los planteamientos de Bourdieu no existe un amplio desarrollo sobre estas, de la mano de los principales conceptos que él traza es posible bosquejar el tema y, además, entender específicamente cómo los procesos de interpretación y simbolización median en los procesos de negociación entre agentes en un campo específico y cómo esto, a su vez, determina la producción social de la realidad. Posteriormente, se presentará una aproximación al concepto de representaciones de género. Este se construye, en primera instancia, según algunas propuestas de las teorías feministas y, en segunda instancia, desde las propuestas de Bourdieu. A continuación se desarrollará conceptualmente

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